Partida Rol por web

Al entrar te encontraste con el Conde, que salía del pabellón. Al salir, te pidió brevemente que os reunieseis más tarde para pasear los dos solos. Lo formuló como una petición, pero no se quedó esperando a la respuesta. La gente con poder era así.

En el interior del pabellón estaba su hijo, esbelto, guapo, alto, de porte noble. Sería tan diferente de Vicenç si no fuera porque el orgullo le comía también el corazón. Pero el del heredero de Empúries, por estar saciado, no era tan negro y frustrado como el de aquel que aspiraba a heredar Alós.

-- No había suficiente luz en este pabellón y una de las estrellas más hermosas del cielo ha decidido bajar a esta baja tierra para iluminarnos.

Hice una cortés reverencia al Conde cuando me topé con él, especialmente cuando me hizo aquella extraña petición. A la cual, asentí con la cabeza, ya que fue la única opción que me quedó. 

Lo miré, miré a aquel chico que se había ganado mi interés en la ciudad... Alto, esbelto y atractivo, no pude evitar sonrojarme al verlo y más aún tras sus palabras hacia mi persona. 

Tenía un aire a Vicenç pero diferente, pues él si tenía poder, sí tenía posición... Básicamente tenía todo lo que Vicenç quería y por eso... Por eso corría peligro en el torneo... Vicenç iría a por todas para volver a ridiculizarlo... Y más en el torneo y en presencia del rey... Ya no era sólo por la seguridad de Ponç sino también porque quería darle a Viceç donde más le podía doler... En su sucio orgullo... 

- Mi Señor - Hice una reverencia ante él, de tal manera que mi escote era un poco más visible pero sin resultar vulgar - Gracias por tan hermosas palabras... Me han alegrado la mañana, al igual que vos... - Me sonrojé levemente ante mis propias palabras - Mi señor... ¿Habéis dormido bien? ¿Tenéis todo lo necesario? Cualquier problema que pueda acontecer comunicárnoslo, por favor, la Casa Mormont debe velar por tan nobles y dignos invitados... - Una nueva reverencia con la cabeza mientras lo miraba con una leve sonrisa inocente. La típica de una muchacha que se siente algo avergonzada por estar ante alguien como él - Así mismo, he venido a entregaros algo... - En sus manos llevaba un trozo de papel enrollado y un pañuelo. 

Mire disimuladamente el papel, pero habia quedado muy arrugado encima de la mesa. Apenas podia apreciar nada de la hoja. 

Pero la curiosidad me carcomía. Sabia que la nota escondía algo importante. Se me ocurrió tirar mi abrigo encima de la mesa, obviando que la hoja quedara debajo y dirigirme hasta Rodrigo para ver si olvidaba la nota. Quizá pudiera llevármela disimuladamente al recoger el abrigo. 

Pronto desechaste la idea para no levantar sospechas ante Rodrigo, que era una persona que parecía confiar en ti. Sin embargo, sí pudiste leer unas palabras claras cuando miraste de reojo la carta: Vicenç de Mormont.

No era el mejor momento para ejecutar mi plan. Ir hasta el cementerio y esperar mientras el castillo estaba a rebosar de actividad.

Decidí salir a pasear un poco por el castillo para vigilar si descubría alguna cosa interesante. Quizá pudiera descubrir algun indicio de quien pudiera haber intentado envenenar al Barón. 

Me dí cuenta que todavía no habia entregado el segundo encargo de Vicenç, así que me propuse bajar hasta la taberna del pueblo. 

Después de escuchar sus palabras atentamente, aunque algunas no las había entendido y eso se dejaba ver.

Así que la planta usada para ayudar al barón es griega, mmmm, que tipos de propiedades tiene esa raíz. A lo mejor puedo preparar algo similar con lo que tengo o lo que hay en el bosque.

Me paso un rato hablando con el, de las propiedades de la planta. Y cuando se va, me dirijo a Maria, la cual la avia dejado un poco de lado por mi interés por la raíz.

Mi señora, creo que estaréis un poco molesta, ya que la conversación puede haber sido un poco aburrida; pero una raíz de una planta griega, mmmm, interesante. Eso reduce mucho la búsqueda de culpables. Al servir esa raíz, tan exótica. Significa que el veneno no es de nuestras tierras, más bien viene de fuera.

Lo que deja pocos sospechosos, habrá que investigar a todos los comerciantes, nobles o personas con capital. Que llegaron un mes antes o así, de que el barón cállese enfermo. Habrá que mirar los registros de la guardia y registrar a todos los sirvientes, que preparan la comida del barón.

Recibí la carta y me quedé como un chico diez o quince años más joven leyéndola, una y otra vez, como si fuera la carta del amor de mi vida, cuando por fin volví en mi comprendí que era de clara de quien se trataba, mi sobrina. La situación me estaba sobrepasando, pronto llegaría el emisario de la santa inquisición para pedir explicaciones, eso era seguro, Vincenç cumpliría con su palabra de asestar su puñal dónde más me dolía, por eso había mandado llamar a Roger d'Erill anoche, para decirle que necesitaba que desapareciera por un tiempo, que no se dejara ver y que cuidase a Clara desde la distancia, ya que yo no podría acercarme.

Tiré la carta al fuego de la chimenea y esperé hasta que se consumió del todo, luego salí por la puerta dejando mis aposentos con el mismo calor con el que había dormido. Me dirigí raudo a los aposentos de mis señores, mi hermano y mi cuñada. Necesitaba decirles lo que ocurría, o por lo menos, dejárselo intuir.

Salí por la puerta dejando mis aposentos con el mismo calor con el que había dormido. Me dirigí raudo a los aposentos de mis señores, mi hermano y mi cuñada. Necesitaba decirles lo que ocurría, o por lo menos, dejárselo intuir.

Antes del atardecer, unas horas antes, preparo dos ballestas y me oculto en el camino que va hacia el cementerio, una la llevo a la espalda y la otra en la mano, así si tengo que hacer dos disparos no tengo que recargar, en cuanto vea que se acerca sigo a la "mujer" de rojo hasta dónde vaya, intento que no me vea seguirla. Si sospecho que me ha visto disparo al caballo.

Ponç leyó la carta con detenimiento, y sonrió con aire de superioridad propio de un chico que se sabe guapo y es validado otra vez. 

-- Estimada Clara, como sabes, mañana es el Torneo, y llevaré tu prenda con un profundo honor.

>> Sin embargo, pensaba que esta tarde podríamos... a la vista de todos, por supuesto... pasear largamente por los jardines... O, quizá, por el bosque, algún lugar tranquilo que conozcáis, escondido de miradas indiscretas, bajo la sombra de los árboles.

Escuchas con atención. Conoces un lugar semejante.

Sonreí con timidez ante aquel hombre, pues ya no era sólo su atractivo sino también su posición y la propuesta que salió de sus labios. Además, había usado mis mismas palabras y eso era algo que resultaba hasta divertido y agradable... Y tampoco podía olvidar que necesitaba de su apoyo, no sólo en cuanto a la misión que su majestad nos había encomendado sino también por mi propia seguridad y bienestar... 

- Mi señor, el honor será todo mío... - Hice una cortés reverencia y le dediqué una sincera y agradable sonrisa - Será todo un placer para mi contar con tan grata compañía para dicho paseo... - Mis mejillas se sonrojaron levemente - Si... Conozco un lugar así... Pero... La gente podría malpensar... - Bajé mi mirada algo avergonzada al pensar en lo que ello podía significar - Antes... Antes he de reunirme con vuestro padre... Solicitó pasear conmigo también... No sé de qué querrá hablar... Por ello, entenderéis que antes he de acudir a dicha reunión, pues sería descortés por mi parte rechazar la petición del Conde... - Levanté la mirada algo tímida mientras acariciaba mis manos algo nerviosa - Y si... Me gustaría ese paseo... A solas... - Como pude y de manera tímida lo miré a los ojos - Por favor... Tened cuidado en el torneo... Por favor... - Bajé de nuevo la mirada. 

Deseaba poder ser más lanzada pero sabía que eso podía jugar en mi contra, por lo que debía mantener aquel juego más tiempo... Amaba a otra persona pero Ponç era todo lo que una chica como yo podía desear y era mi mejor oportunidad para conseguir lo mejor para la Casa Mormont y para Alós... Entonces caí en la cuenta de que Vicenç también estuvo en la ciudad y quizás... Quizás él también conoció a alguien... ¿Sería alguien tan rastrero y cruel como él capaz de amar o apreciar a alguien que no fuera él mismo o el poder? Debía averiguar si eso podía ser así... Y, si lo era, igual que él había amenazado y dañado a quien más quería yo, yo haría lo mismo para con él... 

Volví a mirar a aquel joven, no había duda, era atractivo y me trataba bien... Quizás... Pero sólo, quizás... 

Debía... No, quería... Quería ver a tío Manel cuanto antes...

Nop, estoy servido.

Una palabra te viene a la mente: beleño negro (en catalán: jusquiam negre, herba queixalera --porque se usa a veces para tratar el dolor de muelas-- o gotets). 

Te despediste de Ponç con una reverencia y saliste. Fuera, el Conde esperaba, erguido a pesar de su edad, con su porte noble aunque frío. Empezó a caminar a tu lado, mientras te hablaba absorto, casi como si no estuvieras allí.

-- Querida. No he podido evitar observar que mi hijo y tú os lleváis bien, como corresponde a los jóvenes fogosos y atractivos --otra vez esa manera tan directa de hablar que denotaba que no eras demasiado importante para ellos y que podían permitirse el lujo de hablar con franqueza--. Está bien, no puedo culparos.

>> Sin embargo, debo advertirte de que mi hijo está prometido --paró allí, pero lo que quería decir es está prometido con alguien mejor que tú--. Lo que no quiere decir, por supuesto, que no debáis veros, siempre que cada cual entienda su lugar.

>> Te digo todo esto porque no quiero que haya malentendidos. Te he estado observando, y veo que tienes la inteligencia y el genio de tu madre. Tus hermanos... bueno, tus hermanos son pasionales y bastante irracionales. Han salido más a tu padre, y me da la sensación de que no conocen su lugar.

>> Y en Castelló necesitamos a gente que conozca su lugar.