Partida Rol por web

Galopo hasta estar a unos metros de ambos. ¿Acaso no te bastaba con separar a tu hermana de mi? ¿Ahora qué pretendes? ¿Matarla? 

Desmonto hecho una furia, con la mirada encendida, como si fueran dos ventanas que diesen al mismísimo infierno, todo en mi denotaba que estaba más que dispuesto a matar a mi sobrino.

¿Conozco al joven que Clara protege de Vincenç?

- ¡Tío! Socorro… Está loco… Completamente ido… - Mis ojos estaban cubiertos de lágrimas - Ha disparado a Ponç d'Empuries… Quiere matarlo… Porque es el prometido de la mujer que lleva a sus aposentos… Dice que si no corroboro su versión me matará… - Miré asustada a mí tío - Ha perdido totalmente el juicio...

Seguía manteniendo la daga, alerta para defender a Ponç aunque estaba pendiente de su estado.

En cualquier caso sabes que es una persona sumamente importante y rica por cómo va vestido. De su espalda sobresalen dos virotes.

Reconoces las palabras de Clara como ciertas: se trata del heredero del condado. Vuestro futuro señor.

Me acerco a Clara y me pongo entre ella y Vincenç. Todavía con la espada en la mano miro con mirada dura a mi sobrino.

Supongo que esto es parte de tu gran plan en donde nuestra casa es eliminada de la historia... Pero ahora no hay nada más que pensar.

Corto la cabeza a Ponç d'Empuries de un tajazo.

Esto... Esto ha sido obra de los bandidos que asaltaron la caravana hace unos meses y atacaron a nuestro señor de Rosellón cuando venía para nuestra casa.

Me doy la vuelta para abrazar a Clara.

Lo siento Clara, no se podía hacer otra cosa. Beso su frente mientras la abrazo con fuerza durante unos segundos.

Vamos, sube a mi caballo y vayámonos de aquí antes de que nos vea alguien. Si alguien pregunta diremos que fuimos a dar un paseo para intentar limar asperezas después de lo que pasó con el rey. Miro de nuevo a mi sobrino.

Vincenç tu, procura que esto parezca una emboscada, un par de bandidos cogieron por sorpresa a Ponç. ¿Entendiste? Que haya huellas de dos pares de botas hasta el río, de ida y venida.

Luego iré yo mismo al río a dejar las huellas de caballo hasta el bosque.

- Su... Su padre... Sabía... Yo... Con él...

Miré a tío Manel con lágrimas en los ojos y algo que él no sabría distinguir...

- No... No lo creerán... Yo... Yo... Había quedado... Con él... Su... Su padre... Lo sabía... Debería... Pedir... Ayuda... - No sabía apenas qué decir pero necesitaba pensar fríamente... Suspiré - Así no servirá... Debería salir corriendo... Pedir ayuda...  Decir que lo encontré así... Yo debía estar con él... - Miré mi daga y comencé a rasgar mi vestido y hacer algunos ligeros cortes en mis brazos y uno en mi rostro - Esto... deberá ser más creíble... - Limpié la daga en el suelo y en mi vestido, haciendo que éste se manchara de sangre - Tío... Tu me encontraste corriendo por el bosque... Pidiendo auxilio... 

Es entonces cuando os percatáis de que estáis siendo observados. Cerca, erguida en un caballo negro, hay una figura cuyas formas no se pueden distinguir bajo una ancha capa de color rojo carmesí. No sabéis cuánto tiempo lleva allí, erguida sobre su negro corcel, pero la calma y el silencio que emana os hacen pensar que podría llevar allí un buen rato sin que vosotros lo hubierais notado.

La cabeza de Ponç rodó, cubriendo de sangre la tumba y la rosa que, marchita, sobre ella se posaba. Había recuperado el color perdido.

Me siento en la tumba de al lado. Nos han visto, esto se acabó.

¿Ponç ha sido atacado por Vincenç no? Es imposible que nuestra casa sobreviva a esa clase de escándalo, todos se unirán en nuestra contra si se enteran, nuestro señor de Empuries nos arrasaría...

¿Pero qué haces querida? Espera. Nadie va a creer que te dejaron escapar, lo normal es que los bandidos te violasen y matasen. Agacho la cabeza, en señal de abatimiento.

Lo mejor... es que digas... que cuando llegaste te lo encontraste muerto y en este estado. Nadie pensará que lo mataste, y menos habiendo usado ballestas, nadie pensará para suerte para Vincenç que lo mató él pues nadie sabe que está aquí... Y de repente me doy cuenta de la presencia de la figura de rojo. La encaro dejando a Clara protegida detrás de mi.

¿Quién eres? Si te gusta el dinero te daremos de sobra, si te gusta el poder podemos ofrecerte cuanto esté en nuestra mano más no pidas imposibles. Habla, ¿Qué va a ser?

https://youtu.be/HilGthRhwP8?t=29

Se hizo el silencio, completo, absoluto. Inquietante. Todo, el jinete, el bosque, el palpitar de vuestros corazones, parecía pertenecer a otro mundo. Un mundo que se alejaba.

Miento, no es verdad. El jinete seguía en vuestro mundo.

De pronto el aire se hizo denso, como si ardiera un incienso, mecido por serafines de leve andar musical. Sentisteis el olor del ozono en el aire, ese olor que presagiaba tormenta. Ese olor que no podíais nombrar acompañaba a una sensación que tardasteis en reconocer. Pero cuando la reconocisteis ya se había adentrado en vuestro cuerpo.

Algo había cambiado. Parecía como si una nube se hubiera posado sobre ese claro y ahora ocultase el sol. No, no era eso. Era como si todo el claro hubiera sido engullido, rodeado, por una nube densa, brumosa, como el ojo de un tornado calmo, situado justo en ese cementerio en mitad del bosque, en el cual os encontrabais vosotros.

-- ¿Quién eres? Si te gusta el dinero te daremos de sobra, si te gusta el poder podemos ofrecerte cuanto esté en nuestra mano más no pidas imposibles. Habla, ¿Qué va a ser?

La petición rompía ese silencio pero al mismo tiempo formaba parte de él. Era como una línea lanzada al vacío, retorciéndose en espiral hacia ese remolino que parecía tragarse ese otro mundo. Como aquella espiral que Vicenç y Dionís habían encontrado aquel día en el Torreón, ahora hacía tanto tiempo, al otro lado de la eternidad cuando el mundo todavía era joven. Manel la repitió, gritando, pero él mismo era apenas capaz de escucharla.

Y la figura, hierática, inmóvil, no profirió sonido alguno. Os observaba, escondida entre las sombras que la capucha carmesí proyectaba sobre su rostro.

Clara, Clarita. Demasiadas emociones para aquel día funesto. Tu cerebro sencillamente no era capaz de asimilarlo. Tu alma no estaba preparada para tanta maldad.

De repente, lo notaste. Aquella figura encapuchada no era otra cosa que la Muerte. Y venía a por ti. Venía a por todos vosotros.

Eres dueño de ti mismo, por poco. Pero, ¿a qué precio? Esta sensación... nada volverá a ser del todo lo mismo. Te sientes como aquella noche en el Torreón, cuando todas aquellas ovejas se precipitaron hacia la muerte sin ninguna razón.

A decir verdad, te sientes exactamente igual.