Partida Rol por web

"...Mas alla solo se extiende el sufrimiento, el dolor y la muerte eterna. ¿De verdad que quieres seguir ese camino?"

Escena en PREPARACION para Hernan

Despiertas frio, entumecido, adormilado. El dolor hace que apenas puedas respirar pero extrañado miras enderedor creyendote ya en el infierno mismo, sin embargo, nada mas cerca y a la vez tan lejos. Te encuentras tirado entre unos setos, entre varios arboles de gruesa copa y piedras que denotan lo abrupto del terrero.

Aun sientes el punzante dolor de la bala alojada en tu hombro y el sabor calido y metalico de la sangre en tu boca, aun asi haces acopio de fuerzas y logras apoyarte en un arbol cercano... has caido al menos veinte metros desde que fuiste abatido y tu cuerpo ha debido caer rodando por el despeñadero y el pequeño bosque cercano a la fortaleza hasta quedar detenido. Estas seguro de que tu pierna izquierda esta rota pues, a parte de la abundante sangre en tus jirones, puedes sentir gran parte del hueso por fuera de ella; ademas, apenas puedes mover el brazo izquierdo por el balazo recibido en ese hombro. Pese a todo aun logras mantener parte de la conciencia... para bien o para mal... y puedes moverte con dificultad y dolor. Quiza tengas la suficiente suerte para que te den por muerto... quiza tengas la suficiente suerte para que no te devoren los lobos... quiza no mueras desangrado pero... que lograrias?

Abatido por el cansancio, el dolor y la perdida de la Fe miras a lo alto, entre los arboles, y ves el imponente castillo aun amenazante.

- Eres fuerte Hernán, eres fuerte. Tienes que levantarte y continuar lejos de este lugar.

Hernán mira a su alrededor, intentando saber que lugar se encuentra delante de sus narices.

- ¿Dónde diablos estoy? ¿Como podré llegar al lugar donde tan buen vino tome la última vez, antes de que todo empezara a emponzoñar tu vida?

Tras intentar dar un par de pasos el dolor le hace caer al suelo de nuevo. Lágrimas de impotencia comienzan a recorrer sus mejillas. El dolor es mayúsculo pero no tanto como el impotencia que sintió en aquel lugar, no tanto como no poder medir su ropera con el tal Dios por permitir que sus secuaces pertrechen tal injusticia.

- BAJA AQUÍ, HIDEPUTA Y SE JUSTO DE UNA VEZ O DEMUESTRA CLEMENCIA SANANDO MIS HERIDAS -, grita al cielo el muchacho.

Tras estas palabras el agotamiento es magnánimo y se deja caer de espaldas contra el tronco de un árbol.

- Por favor, que alguien me ayude. ¿Dónde estás buen galeno? ¿Dónde estás posadero? ¿Dónde a quedado mi vida? -, dice con el último estertor de aliento antes de dejar caer su cabeza hacia atrás, cansado.

Caundo vuelves a abrir levemente los ojos notas como la lluvia salpica tu cara y recorre tu españda, fria, humeda, caotica. Parece que la leve tormenta que se cierne sobre ti y sobre Toledo te despereza un poco antes de darte cuenta de que los primer auxilios que te habias aplicado han hecho parar la hemorragia que podria haberte causado la vida. Aun asi tu situacion es mas que penosa aunque das gracias al oscuro cielo de que parece que te dan por muerto o que aun tienen problemas en ese malnacido antro de dolor inquisitorial.

Miras alrededor y te percatas de como el agua que cae discurre hacia abajo, siguiendo la caida propia de la colina donde os encontrais y zigzageante ante los arboles que te rodean; entonces caes en la cuenta... el Tajo... sin duda toto ese agua que discurre deberia acabar en el gran rio y mas estando a menos de unas horas a caballo de alli, quiza, si siguieses el agua hasta el podrias encontrar donde guarecerte, curarte o lo que fuese.

De repente escuchas en la lejania de la parte superior de la rocosa elevacion (donde se encuentra emplazado el viejo y ajado castillo) pasos y sonidos de gente y... perros! La lluvia ahora es un factor a tu favor dado que cubrira tu olor y tus huellas si sigue haciendolo con esta intensidad pero tan solo les sacas un centenar de metros de ventaja por lo que deberias apresurarte y, mas aun, en tu estado.

- No nos hemos jugado la vida para acampar bajo la lluvia, Hernán.

El joven Hérnan se levanta con las pocas fuerzas que le quedan y se acerca a la orilla del pequeño riachuelo que baja. Mete la mano en el agua y bebe un sorbo antes de caminar hacia abajo lentamente pero seguro.

- Maldito seas santísimo. ¿O sea que esta es otra de tus pruebas de fe? Cuando mi madre nos presentó me dijo que eras clemente y bueno y ahora, fijate en que te has convertido; me das la lluvia para ocultarme pero cerca me dejas a esos canes.

Hernán suelta una carcajada ahogada. Cerca de la desesperación, la locura está haciendo mella en la mente del joven. Ríe por no llorar, habla consigo mismo por hablar con alguien.

Lentamente pero seguro, Hernán sigue el pequeño riachuelo más por curiosidad de saber cuál será la próxima prueba que por esperanza de salvación.

La tormenta se hace mas y mas fuerte mientras desciendes por la empinada y resbaladiza pendiente de barro y setos mientras que los arboles a tu espalda se hacen eco de los ladridos de tus perseguidores.

Tras un paso otro y otro y otro hasta que un mal pie hace que caigas al barro y maldigas tu suerte. Te levantas nuevamente con sumo esfuerzo para ver como has llegado a lo que dirias es el Tajo y sus cercanias. Por desgracia para ti la falda de la colina que has descendido termina abruptamente en una caida hacia este de mas de diez metros y la visibilidad escasa hace que dudes de si podrias sobrevivir o no a la caida dado que podria haber rocas cercanas de la superficie.

Los truenos sacuden tu cabeza. No puedes hacer practicamente nada pues bordearlo para buscar una bajada menos empinada te haria encontrarte con tus perseguidores... de repente el ruido de un disparo te alerta y miras tras de ti, entre los arboles. Mas arriba, a mas de un centenar de metros, te parece escuchar y ver las siluetas de tus cazadores.

Miras nuevamente hacia abajo y ves que hay salientes que quiza podrian ayudarte a descender hasta el cauce o la vegetacion de su borde aunque en tu estado no sabrias decir si lo lograrias. Que hacer?

- Quizá esto sea la bajada al infierno, ya no me extrañaría. ¿Y si realmente es así, qué más da? O bajo yo por aquí al infierno o estos me van a bajar por la vía dolorosa.

A Hernán ya le preocupa poco su destino. Caminar tullido bajo una manta de agua seguido de unos canes hambrientos, o más bien unos canes de dueños hambrientos, no era su idea de estancia en Toledo.

Mira hacia abajo y sin pensárselo más veces comienza a descender agarrándose como pueda en los salientes. El ritmo de bajada es lento, muy lento. Entre las heridas que todavía aquejan su cuerpo y la nula habilidad del muchacho en la escalada no hay motivo para correr ahora. Total si el santísimo quiere llegaremos abajo antes de lo previsto.

Comienzas el descenso con el gruñido de los perror y sus dueños en tu cabeza; no es nada facil pues las piedras estan sueltas y tus heridas no hacen mas que entorpecerte la bajada. De repente, cuando ya has descendido un pequeño trecho de no mas de tres metros, escuchas como los guardias ya se encuentran en el saliente y, quiza por puro nerviosismo, descuidas tus pies haciendo que resvales y una de tus manos se suelte y tu cuerpo, maltrecho y ajado, no pueda reaccionar a tiempo arañandote brazos y piernas para, irremediablemente, caer al rio con un sonoro golpe contra el agua que te hace perder el sentido...

Cuando te despiertas tus ojos te duelen y no sientes apenas ni el calor de tu cuerpo mas alla de tu cuello. Te encuentras tumbado sobre un blando lecho de sabanas casi de reyes y cubierto por sendas de blancura infinita de la que nunca podrias haber imaginado.

Tus sospechas son cercioradas cuando entra por la puerta una joven de cabellos rubios y tez hermosa con una jarra de barro portando agua para ti que se sorprende al verte despierto... estas en el cielo.

- Oh, ya se ha despertado. Temi que no lograse hacerlo...

Tras varios días durmiendo en piedra cualquier lecho algodonado haría sentir rey al joven Hernan. Casi deslumbrado por la blancura de la tela y los rubicundos cabellos de la dama, intenta incorporarse.

- ¿Será ventura que ya esté en el cielo? ¿Es pues vuestra merced uno de los ángeles que el señor ha mandado a aliviarme?

Una leve mueca de sonrisa se dibuja en el rostro de Hernán. Sea cierto que esté en el cielo o no, se siente feliz. Hacía tiempo que andaba huyendo de quien sabe que clérigo y en más de una ocasión pidió finiquito al todopoderoso. Quizá este le había concedido ese último favor.

Te mira sonrojandose por un momento antes de acercarse para pasarte un paño humedo por la frente.

- Quiza aun no se ha recuperado del todo pues parece que aun sufre delirios.

La verdad es que te duele todo el cuerpo y apenas puedes moverte sobre el lecho en que yaces pero estas mucho mejor que hace... hace cuanto?

- Descansa, ahora debes reposar, tuviste mucha suerte...

- Entonces, ¿no estoy viendo un ángel? -, Hernán intenta incorporarse pero su cuerpo dolorido le hace dar de lado esa idea antes incluso de intentarlo.

- Sois pues vos muy bella dama que sin duda cualquier otro mortal ya debe haberla confundido antes con uno de ellos.

El muchacho respira hondo:

- Le importar ayudarme a incorporarme, me gustaría disfrutar de este lugar. Por cierto, mi nombre es Hernán, ¿puedo conocer el suyo?

La muchacha se aparta y escurre el paño en el pequeño cuenco que traia.

- Mi nombre es Susana Señor. Quiza no este ya con los angeles benditos pero sin duda hay uno de ellos que cuida de usted pues su cuerpo muestra heridas que sin duda podrian haber acabado con su vida... como se las produjo?

Se cruza de brazos con serenidad y curiosidad en sus ojos ayudandote a recostarte un poco mejor sobre la cama y el almohadon que tienes en ella pero sin dejar que te levantes.

- Muchas gracias, dama Susana.

El muchacho estira un poco lo que poco que siente de su cuerpo y mira a su alrededor. La bella mujer dice que no está en el cielo pero, entonces, ¿cómo ha llegado hasta aquí?

- Señora, no se muy bien como he llegado hasta aquí, ni tan siquiera donde es aquí. Y respecto a estas heridas, es una larga historia, pero tenga por seguro que no es precisamente la jerarquía eclesiástica la que me protege.

Intenta sonreir pero el pecho duele tan solo al intentar el gesto y sólo una tos sibilante sale de su boca.

- Sólo recuerdo unos canes y el sonido del río al que caí... bendita fuente de salvación.

- De gracias a la tormenta y la corriente del rio que le encontre cuando ya recogia los utiles de mi padre en la rivera del mismo. Con su ayuda pude sacarle de alli pero me preocupo que pudiese estar muerto... gracias al cielo no fue asi pero... esta muy lejos de Toledo y cualquier otro pueblo y su aspecto no era el de alguien de bien. Mi padre... sospecha que quiza huyo del castillo de la Santa Orden.

Habla un tanto atemorizada.

- ¿Castillo, qué castillo? Ya digo que el motivo de las heridas es la huida por un bosque cercano a Toledo; pero no huía del Santo Oficio si no de unos canes y sus dueños que me perseguían con no muy buena intención.

- Así que estoy lejos de Toledo, ¿pero cuán lejos?

- Señora, ¿cuanto tiempo llevo aquí? No es menester que vos carguéis con lo que no os toca por más tiempo que el debido y, además, tengo quehaceres en Toledo que no pueden demorarse más de lo que ya lo han hecho. Las heridas mejorarán rápido y pronto podré andar. ¿Cuánto hay hasta Toledo?

Hernán intenta mover las piernas para probar su reacción.

- No me siento seguro aquí. Dice la mujer que su padre sospecha que escapé del castillo de la "Santa" Orden y quiza, por ventura, aquestos que ahora me hospedan puedan desahuciarme mañana y devolverme al sitio donde nunca debí ir.

Termina su labor y se acerca a la puerta.

- No os preocupeis, dentro de un rato mi padre llegara con ropajes nuevos y un caballo para acompañaros a vuestro lugar, sea el que sea, pero ahora debeis descansar para restableceros del todo.

Notas que tus heridas han mejorado y que podrias andar pero no correr y montar tan solo al paso so pena de que tus heridas volviesen a abrirse. Calculas por ellas que debes llevar al menos un par de dias aqui.

La muchacha se acerca hasta la puerta y se despide un tanto coqueta cerrando la puerta tras de si sin que puedas mediar mas palabras con ella.

Hernán se incorpora e intenta ponerse en pie.

- Muchas gracias de nuevo. Esperaré a su padre sentado pues ya estoy cansado de andar con la frente apuntando al redentor.

El muchacho sonríe levemente en tono conciliador para despedir a la única persona amigable de las últimas semanas. Una vez se ha ido se pone en pie y mira por la ventana.

- ¿Donde diablos estoy? Acaso montaña o será bosque donde me hayo. En fin, esperemos que el padre venga pronto y me lleve de nuevo a la ciudad de Toledo pues ya empiezo a estar harto de esta fortuita andanza.

- ¿Qué habrá sido de ese temerario de Gerard? Quizá a él le fueron bien las cosas - , chasquea la lengua, - no se puede ser tan bueno Hernán...

Te mueves con precariedad hasta la pequeña ventana de madera con los cierres echados y ves como la noche ya ha emergido cubriendo poco a poco los alrededores del rio Tajo que se mueve serpenteante junto a la casa y las pocas tierras llanas que la rodean. Te parece ver el bosque lejano y como el rio continua su salvaje camino sin mucho mas que observar.

De repente te parece oir un ruido de caballos, quiza varios jinetes, parece ser que alguien ha llegado y tus sospechas se confirman cuando escuchas la voz de Susana dar la bienvenida a su padre aunque parece que no viene solo...

Hernan intenta asomarse a la ventana para ver a los nuevos personajes de su teatro particular.

- Hernán, creo que el que fue tu salvador te acaba de vender al que fue tu verdugo. Maldita sea mi suerte, ¿es qué no puedo descansar en una tasca tomando buen vino sin arreglarme antes con estos?

El muchacho comienza a dar vueltas sobre si mismo, nervioso. Ya no tiene a donde ir, no conoce la casa y la única salida aparente está ahora ocupada por los que teme sean sus represores.

- ¡Pardiez! Estemos tranquilos e intentemos jugar las cartas lo mejor que se pueda.