Partida Rol por web

El Aeropuerto de Madrid-Barajas, está situado en el noreste de Madrid, en el distrito de Barajas, a 12 kilómetros del centro de la ciudad. Es el principal aeropuerto de España y el que tiene el mayor número de vuelos directos a Hispanoamérica de todos los aeropuertos europeos.

El aeropuerto consta de cuatro terminales conocidas como T1, T2, T3 (que en realidad es un dique de la T2) y T4, así como un edificio satélite de la Terminal 4, que se conoce como T4-S. La T4 alberga todos los vuelos, tanto nacionales como internacionales de Iberia y de todas las aerolíneas miembro de la alianza Oneworld, tales como British Airways, American Airlines, LAN Airlines, entre otras. En las terminales T1, T2 y T3 operan Air Europa y Spanair, así como todas las aerolíneas miembros de las alianzas Skyteam y Star Alliance, tales como KLM, Air France, Air Plus Comet, Alitalia, Lufthansa, Aerolíneas Argentinas, etc.

Vosotros aterrizáis en la Terminal 1, la más cercana a Madrid, cansados, con ganas de iros a la cama. Habéis intentado dormir en el avión por consejo de la agencia de viajes para evitar llegar con sueño a la mañana madrileña, pero no ha sido fácil, sólo habéis podido dormir unas tres horas cada uno. Mucha gente murmuraba temerosa y hacía bromas sobre el reciente accidente de otra compañía en Madrid días atrás. Son las 5:30 de la madrugada cuando llegáis a la terminal, sanos y salvos y os paráis delante de las cintas transportadoras a esperar la llegada del equipaje, pensando también en el siguiente paso a dar.

Desde Argentina, alquilásteis una combi, dado que a esta temprana hora no habrá ninguna agencia de alquiler abierta. Alguien de la agencia Europcar debería estar a la salida esperándoos para entregárosla.

Facundo descendió del avión de mal humor. Todo había sido "correcto" pero el cansancio no ayudaba. Desperezándose se acercó a las cintas y espero que sus maletas hubieran llegado sin inconvenientes.

Al hombro, su vieja mochila de viaje, con la notebook en su interior, pesaba demasiado para el cansancio que lo atormentaba, pero tras respirar profundamente se preparó para comenzar la jornada - Una valija y un portatrajes - murmuró en voz baja - y mucho sueño. Espero que lleguen rápido y la combi esté lista. No veo la hora de llegar y dormir un rato -

A su alrededor vió a sus compañeros... no era el momento de hablar. Ya bastante había tenido con aguantar la charla insulsa del resto de los pasajeros. Lavarse la cara, evidentemente, no había sido suficiente. Mientras no se acostara un rato no sería una persona... solo un zombie.

Ni siquiera tomó en consideración buscar un carro, para lo suyo con sus manos alcanzaba y para los bártulos que habían traído... bueno, que se ocupara el cámara. Después de todo era quien los había pedido. En el peor de los casos el asistente le daría una mano. Yo, por suerte, tendré ambas manos ocupadas se planteo en silencio, mientras esperaba que la cinta escupiera el equipaje.

Mientras baja del avión levanta sus brazos para estirarse y comienza a bostezar
-Che no me enojo si a la vuelta viajamos en 1ra clase
Mientras se para alado de Facundo a esperar las cosas, toma el bolso que se lo cuelga por su hombro, y la camara en una mano y algunaas otras cosas mas en su mano libre

Camestres estaba fascinado. Nunca había viajado en avión y, después de la medicación correspondiente, había disfrutado bastante (*). En rigor, había explorado diversos estado de conciencia durante todo el trayecto, y aún se notaban las secuelas de su aletargamiento. Así, mientras las valijas pasaban frente a él en la cinta transportadora, él esperaba impávido, con la mirada perdida en el vacío, inmerso en especulaciones insondables…

Ernesto se había pasado la primer parte del viaje con su computadora portátil, revisando la información de la que disponía para acabar con el reportaje, y revisando también por las dudas la reglamentación legal de la portación de armas en España. Había esperado dormir el resto del viaje, habiendo dejado más tranquila su conciencia: pero entre el murmurar de sus compañeros de avión y un pendejo en llanto continuo de siete filas más adelante, apenas había logrado conciliar el sueño. Y apenas había caído, el asistente y su carrera enloquecida por los pasillos generando histeria entre las azafatas, no le había permitido descansar. Había estado a punto de encerrar a Camestres en uno de los baños, o atarlo al asiento, bajo amenazas de que quien lo iba a matar si no paraba iba a ser él.

Y ahora, entre la columna de allá atrás y Ernesto no hay mucha diferencia. La misma rigidez, la misma inexpresividad: la misma mirada en blanco que augura no responder a nada que le fueran a decir. Ahí está el redactor, de pie frente a la cinta, preguntándose cuándo aceptó ser maestro jardinero, y deseando ya tomarse el avión de vuelta a Buenos Aires. No, primero mejor hibernar unas veinticuatro horas; y después, volver a tomarse el avión.

Una mirada atravesada es lo que recibe Diego a modo de todo comentario. Ernesto después se da vuelta, sacando su teléfono móvil y activando la banda correspondiente. Acomoda el bolso de mano que se le antoja inmenso, como el peso del mundo sobre los hombros de Atlas. Piensa que hasta eso es más liviano, a las cinco de la mañana en aquel aeropuerto desolado de trabajadores, donde los pocos que circulaban tenían igual o peor cara que él mismo.

Qué mierda que es todo esto, por favor, piensa circularmente mientras observa la cinta dar vueltas. Y dar vueltas. Y vueltas. Y a esa misma valija roja pasar tres veces, impune ante su mirada, sin que la cinta escupa sus cosas.

- Creo que el equipo no sale por la cinta – dice, sin sacar la vista de la cinta, en la espera que alguien lo contradiga.

Los equipajes salen por fin de la cinta. Los agarráis entre todos o cada uno los suyos con la ayuda de un carrito, mientras sois observados por el personal de seguridad, que ha sido avisado de echar un ojo a Camestres. Afortunadamente en el vuelo se le controló rápido y se tomó su exabrupto por una broma; de lo contrario, le estarían trasladando a comisaría ahora mismo.

Con el abultado equipaje casi a rastras, salís por las puertas de la zona de recogida de equipajes hasta el pasillo principal de la terminal. Allí, varias personas esperan ansiosas a sus familiares y amigos, dando voces y abrazos. Entre ellos, hay un hombre delgado, vestido de sport con un cartel en el que reza Sr. Crocce - Grupo Contacto, junto a un logotipo de Europcar. El caballero, tras saludaros brevemente y con cara de querer terminar este trabajo e irse a dormir, os acompaña al exterior del edificio.

Al salir de la terminal os encontráis con una carretera que discurre entre este edificio y el parking para turismos de en frente. Son las seis de la mañana y el sol aún no ha salido, aunque se adivina cierta claridad en el horizonte que anticipa su pronto emerger. Cruzando la carretera, accedéis al sótano del parking, donde están los vehículos de las casas de alquiler y allí, entre varios automóviles de la misma empresa os espera el vehículo que os han reservado, una Combi "Vito" Mercedes Benz.

Con la mochila a la espalda, su valija en una mano y el portatrajes en la otra, Facu sigue, casi sin ganas, al resto del grupo en dirección al estacionamiento. No tiene fuerzas ni para quejarse, solo quiere llegar al hotel, por lo que espera que alguien se haga cargo de finalizar la operación de alquiler y abra las puertas de la combi.

El solo quiere sentarse y dejar que otro maneje en dirección al hotel. Sin embargo, visto el comportamiento del asistente, atina a preguntar - Eh... Quien manejará? Hay alguien que no esté demasiado cansado? - Una mirada despectiva a Raul es suficiente para demostrar que prefiere que quien conduzca sea cualquiera menos el. Incluso, si no queda otra prefiere ser el mismo antes que el "loquito"... aunque si puede evitarlo, mejor.

Camestres se mantenía impávido ante la pregunta de Facundo. No dio el menor signo de haberla escuchado siquiera. Su mirada continuaba perdida, esta vez en algún oscuro y lejano punto del amanecer español. Cargaba con su pequeña valija (la cual había pasado de moda hacía décadas), donde transportaba su escaso equipaje. También cargaba con algunos bártulos de la expedición, pero en rigor, Camestres nunca se enteró. Un pequeño pero visible hilo de saliva se había formado en la comisura izquierda de su labio.
Era evidente que la azafata del avión no había sido muy meticulosa al dispensarle “solo un tercio de Rivotril".

- Me cago en la... - dice Ernesto, mientras sus ojos vagan sin ningún disimulo por el hilo de baba.

Acaba de volver luego de arreglar integramente el tema del alquiler: la tarjeta de crédito a nombre de Contacto lo ha podido todo. Ha pedido otra tarjeta de la compañía para tener todo bien a mano y cerrado, lo mismo que ha preguntado por la utilización del GPS en España y para dónde se sale desde allí rumbo al Espinar. Para Ernesto, nunca está de más asegurarse que todo lo que se ha investigado tiene alguna conexión con la realidad.

Acaba de volver, con la esperanza de que los otros cuatro al menos hubieran podido acomodar las cosas para subirlas ordenadamente. Y ahora, enfrentado a la situación, su primer instinto es soltar su bolso. La valija siendo apoyada en el suelo genera un eco fantasmagórico en aquella desolación... Hasta que la voz de Ernesto termina con el silencio y con cualquier 'suspense'.

- ¡Camestres! - llama en clara voz de mandato y reproche. Pero como no espera en verdad ninguna respuesta por parte de aquel, se da vuelta hacia los restantes tres -. A ver, ya empezamos mal todo esto. No quiero que siga empeorando. Vamos a meter rápido las cosas en la camioneta, y voy a manejar yo. Si no queremos matarnos o matar a alguien, es mejor que no lo dejemos tocar el volante ni nada con el mínimo riesgo - se da vuelta hacia Raúl meneando la cabeza -. Esto es impresentable. IMPRESENTABLE.

Lo agarra por los hombros y lo sacude con fuerza.

- Escuchame, y lo más claro que puedas: reaccioná, Raúl, o te voy a meter una patada en el orto que te va a dejar de nuevo en Argentina. ¿Soy claro?

Ernesto ya está bastante fuera de sí, mirando al otro a los ojos, muy fijamente. De pronto lo suelta y destraba la camioneta. Abre las puertas traseras, y hace un gesto para que empiecen a subir las cosas.

- Está totalmente puesto: espero que el efecto le dure poco. Bueno, primero los equipos. ¿Diego?

Al ver la reacción de Ernesto, Facundo toma consciencia que puede "hacer puntos", cosa que nunca le ha molestado hacer cuando el beneficiario puede ayudarlo a ascender en su carrera profesional.

Sin dudarlo coloca su valija en la parte trasera del furgón y busca una manija donde colgar su portatrajes antes de dirigirse al redactor - Si sabes como llegar, puedo conducir yo... Estoy cansado, pero me cuesta dormirme en los autos, así que estaré despierto. Tengo algo de práctica... y no sabiendo como llegar, supongo que soy mejor chofer que navegante - comenta mientras se encoje de hombros.

- Tu decides, pero creo que soy mejor opción que... - dándose cuenta que echar más leña al fuego puede ser contraproducente, cambia de tema - Tengo el registro a mano - aclara palmeándose la mochila - Nunca salga sin ellos - completa intentando bromear para calmar los ánimos.

Más allá de sus palabras, el locutor no mueve un dedo para ayudar en la carga de los equipos, entendiendo que esas tareas "no le corresponden" Simplemente prefiere conversar con el jefe de la misión, como una tarea más acorde a lo que el cree es su posición.

Ante tal explosión de Ernesto y la cara de Diego sorprendido por ese acto pasional...
-Esto... SI, esta todo
Mientras avanza y comienza acomodar las cosas como un tetris... una ves que esta todo su equipo encima de la combi. Abro los ojos como platos mirando a Facundo y me quedo mirándolo causando una sensación incomoda por un momento...
-Sabes manejar...? quien lo diría, yo que te consideraba 1/4 de inútil... resultasteis ser 1/2 de inútil

El locutor mira al cámara despectivamente - Si supieras todas las cosas que se hacer... - repentinamente se calla, dándose cuenta que puede llegar a hablar de más Debe ser el cansancio se dice a si mismo, antes de aclarar - Te aseguro que tengo unos cuantos Km en mi haber... autos, camionetas, furgones... alguna vez un camión. Si. La vida no es solo filmar. No es tan sencillo como eso. Aunque nunca lo entenderías. Todavía te falta crecer - termina cansado de las agresiones constantes - Pero no necesito explicarte nada... no vale la pena - con un ademán despectivo Facu le da la espalda al cámara y espera la decisión de Ernesto

Se hace un momento de silencio.

- ¿Pero qué pasa? ¿Ya se están españolizando? - pregunta Ernesto repentinamente - El castellano neutro está bien para los reportajes, pero por favor, no empiecen con eso ahora - mira al cielo, con la expresion de alguien que está tratando de tragar un container de arena. Al final baja la mirada y la posa en el grupo; parece estar haciendo un esfuerzo sobrehumano por encausarse - Miren. Hablen como quieran. Hagan lo que quieran. Pero acuérdense que estamos en un viaje de trabajo. Les pido seriedad, Facundo y Diego. Participación, František. Y a vos, Raúl, que te dejes de joder y no te metas ninguna pastilla más. Acá ninguno es totalmente irrempazable, pero yo preferiría seguir contando con ustedes. Espero que se entienda.

Sí, el mensaje es claro. La cara seria de Ernesto es muy expresiva de su idea. El redactor empuja sus cosas, las mete con el resto, y sacudiendo las manos vuelve al meollo de la cuestión.

- Está bien, Facundo. Vos manejás ahora, yo te digo por dónde ir. František, meté tus cosas y tu equipo que sos el único que falta. Raúl, haceme el favor de también meter tu valija. Diego, elegite el asiento que más te guste. Nos vamos.

Pone en la mano de Facundo el manojo de llaves de la combi, y se queda abajo para asegurarse que metan todo, que las puertas queden bien cerrada, y que todos terminen sentados dentro. Recién ahí se sube al asiento del acompañante.

La furgoneta tiene en efecto un mapa en la guantera y el GPS os indica que la forma más rápida de ir a El Espinar es circular por la M-40 hasta la autopista del Noroeste A-6. Esta va casi hasta el mismo pueblo, pagando 3,20 euros o se puede dejar antes y circular por la Nacional 6 por un puerto de montaña, sin pagar.

Sin hacer ningún comentario, Facundo toma las llaves y se sube al asiento del conductor. En silencio, intentando no agregar más problemas a los existentes espera que suban todos y prende el vehículo - Bueno... tu dirás - le comenta a su acompañante, con ambas manos en el volante e intentando olvidarse del español neutro que intenta usar en todo momento. Lo único que me falta es confundirme en medio de una grabación. Decirlo es facil, pero si me equivoco me cagarían a pedos. Mejor usarlo siempre... Es mas dificil que me confunda se dice asi mismo, dandole vueltas a los comentarios de Ernesto pero sin intenciones de discutir - Yo ya estoy listo - comenta con una sonrisa, esperando las instrucciones - Cuando quieras arrancamos -