Partida Rol por web

- Si así lo quieres, sí - dijo Minerva sonrojándose ligeramente. - Voy a avisarle a Jesson que ya estás bien.

Y dicho esto, Minerva se levantó y se retiró a una esquina para hablar mientras que Leonard le daba un vivo repaso al trance vivido. ¿Por qué él, entre todos las personas del planeta, tenía que ser protagonista de aquellas locuras? ¿Sería que estaban conectadas con el secuestro de Peter?

Se quedó pensando en ello hasta que sus ojos volvieron a cerrarse, dejándole entrar en un sueño recuperador, tanto así que cuando despertó horas más tarde ya los síntomas de la fiebre habían desaparecido. Salió de la cama casi de un salto a la vez que un doctor entraba en la habitación.

- Así que ya está bien, señor Von Hausen. ¿Está listo para que le den de alta?

Con una sonrisa asesina, Leonard asintió con la cabeza; y el hospital no había terminado de emitir el alta cuando ya el policía, llevado por su terquedad de estarse quieto, estaba calzado y con la chaqueta puesta.

- ¡Eh! - le llamó Jesson cuando le vio salir de la habitación asignada por el hospital. - ¿A dónde vas tan rápido, Leonard?

El custodio no hizo caso a la actuacion de Susan, y eso que ella se consideraba bastante buena mintiendo y actuando. Todo lo que hizo él fue darse la vuelta y cerrar la puerta tras ella.

Casi nada había pasado, y ella aún estaba tirada en el piso, cuando Miguel abrió la puerta y entró. Pero no estaba solo, con él había entrado una hermosa mujer, que por sus fachas debía ser una matona, y por la seguridad y malicia que se veía en sus ojos, debía ser tan mortífera como bella.

Ante las palabras de Miguel, Susan se levantó lentamente. Sabía que Miguel no le creía, pero de todos modos seguiría con la actuacion un poco más.

_¿Es que eres idiota? El mastodonte ese que necesitas para controlarme quiso tocarme y como me defendí me empujó y me lastimó la cabeza. ¿Esto te parece salsa de tomate acaso? -dijo Susan enseñando una mano roja por la sangre y su muñeca lastimada-. Me golpié feo. No pensé que los abusos eran parte del plan, no pensé que fueras a llegar a tanto -concluyó Susan con un tono de descepción-.

Si Miguel no iba a creerle el mareo por el golpe en la cabeza, quería ver al menos como reaccionaba si escuchaba que alguien había querido abusar de ella.

_Lo siento Tatiana -dijo saludando a la chica-, aún estás a tiempo, no cometas mi mismo error que cometí yo cuando me junté con este miserable.

Miguel sonrió con un brillo maligno en sus ojos por las palabras de Susan, elevando una mano como si fuera a ahorcarla, pero, pensándolo mejor, tomó la mano ensangrentada de su captiva y la besó con sutileza y hasta de manera amorosa.

- Mi pobre Susan. ¿Qué se ha merecido esta inocente mujer para sufrir tantos agravios? - dijo el hombre con un claro gesto teatrero, apretando un poco más la mano de la muchacha hasta que momentos después la joven dibujó en su rostro una expresión de dolor. - ¿Sabes que vamos a hacer, querida? - continuó, sin liberar a su presa. - Yo me tengo que ir por un momento, pero Tatiana se ha puesto feliz cuando le sugerí la idea de que se quedará cuidándote. ¿Ya ves como pienso en ti, amor? No te voy a dejar que nada te haga daño.

Miguel giró su rostro a Tatiana, quien sonrió en respuesta a la sonrisa que su amigo tenía en el rostro.

- Por cierto, Susy, ¿te acuerdas cuánto odio las mentiras y las personas que quieren pasarse de inteligentes? No te pongas necia, que te puede costar.

Miro a mi esposo aterrada, acabo de comentarle todo con detalle y me mira como una estupida, y justo llega ella. Maldita zorra, estoy segura que le gusta mi esposo, es más, pienso en oportunidades que Daniel esta teniendo un romance con ella.

Pues cariño, no te lo voy a repetir. Le digo seria, pues me siento ofendida por su reacción, si quieres lo discutimos a solas. Miro a la secretaria de manera seca. No estoy de humor para que tus empleados se enteren de todo.

Me levanto, con las cartas en mano, mostrando mi disgusto. Daniel me conoce, y sí algo me disgusta es que haga ese tipo de cosas. Guardo las cartas en mi bolso, y sin más salgo de la habitación a la cocina. Comienzo a pelar unas patatas para la cena, las dejare en agua, para Daniel, pero mientras lo hago  aprieto el puño del cuchillo, maldita zorra, pienso en la secretaria de mi esposo, sí Daniel llega a abandonarme por ella, se llevara una sorpresa al darse cuenta de lo bruja que es.

Miro el reloj, y me alisto para salir.

Leonard ansiaba ponerse a trabajar, había pasado demasiado tiempo inactivo esperando el alta médica. Se encontraba saliendo cuando se cruzó con su compañero.

-De vuelta al trabajo- dijo con una sonrisa. -Minerva me ha dado las buenas nuevas. ¿Cuando lo harán?- escuchó la respuesta de su amigo -¿Qué hay de los micrófonos? también los tenemos ¿Verdad?- Buscó con la vista a Minerva, si la hallaba iría con ella a algún bar tranquilo donde compartiría con ella sus vivencias, luego se encargaría de investigar aquellos nombres obtenidos en sus sueños.

Bien Cecile, pues...¿quieres que te invite a una copa?, pago yo.-Le digo mientras levanto una mano para llamar al camarero-A la señorita lo que pida, y para mi lo mismo, pago yo.-Luego vuelvo el rostro hacia ella. Y bueno ¿A que te dedicas si puede saberse?.

Un displicente camarero, como todos los que se encontraban en el Café, se acercó a la pareja, y tras la petición de Cécile éste puso dos vasos con alcohol, que Ian encontró dulce, como la chica misma.

Mirando como Cécile sorbía a pequeños y gráciles tragos su bebida, Ian esperó a que respondiera a su pregunta, hasta que ésta dijo con un brillo de emoción en sus ojos azules.

- Claro que puede saberse. Soy cantante, ¡no profesional!, pero canto para algunos eventos y bandas y me va bastante bien. ¿Y tú en qué te desempeñas en esta vida? Me parece que tienes un trabajo más emocionante que el mío, y, al igual que yo, lo disfrutas.

- ¡Esa chica siempre sacándome las primicias! - dijo Jesson en un falso tono de molestia, a lo que continuó con una carcajada alegre. - Todo va viento en popa, amigo. Casi diría que el juez de instrucción odia a los Von Hausen, porque dio su afirmación rapídito.

Mientras hablaba, Jesson y Leonard encaminaron al estacionamiento del hospital, donde estaba el auto de Lestrade. Junto a él, Minerva esperaba con una sonrisa de felicidad y sus mejillas sonrosadas al máximo.

- Hablando de buenas nuevas - siguió Lestrade, guiñándole el ojo de forma picarona a su amigo -, hace más o menos una hora hable con una linda rubia que dijo conocerte. La chica lucía bastante preocupada por ti, y te lo digo de fe, sé cuando las mujeres están realmente preocupadas. ¿Será que mi buen amigo, Leonard Archer, está saliendo con esa belleza? Sino, me encantaría que me la presentarás. ¡Y no me mires así! Esa mujer es muy hermosa para que ande sola por el mundo.

Nicole se fue a arreglar con un creciente malestar en el estómago, primero por las cartas traídas por Charles Von Hausen y luego por la disposición de su esposo para con ella. ¿Por qué Daniel no la podía ayudar en el momento que más le necesitaba?

Tan molesta estaba con su esposo que cuando éste subió a la habitación a cambiarse no le dirigió la palabra, ni intentó siquiera devolverle el beso que éste había depósitado en su mejilla. Aún cuando la pareja se montado en el auto, el aura de tensión seguía; y si no fuera por la radio el silencio se hubiera apoderado de aquel largo viaje.

El camino desde la casa de los Johnson hasta el Rouge Café no era particularmente largo, pero aquella tarde, entre el alboroto y la emoción de la gente por ver a Adolf Von Hausen en persona, había una cola tremenda que impedía que el automóvil se moviera más de dos metros por cada minuto.

Así que Nicole se centró en sus pensamientos: en la secretaria de su esposo, en la negación de ayudarle de Daniel, en las cartas, pero sobre todo en su Harry, en aquel pequeño niño por el que en ese momento ella se dirigía al inicio de la que podría ser la gran aventura de su vida.

Susan quitó la mano en cuanto Miguel le dio la oportunidad. Estaba cansada de sentir dolor, de los maltratos y humillaciones. Agradeció que Miguel se fuera. Se sentó en silencio hasta tenerlo fuera de su vista.

Recién cuando se quedó a solas con la mujer fue hasta el baño para limpiarse la mano y el pelo, además de la cara que había sido atravesada por lágrimas. Al regresar se iba a acomodar para seguir viendo el noticiero, pero antes pasó por la cocina. Tomó un refreso y lo ofreció a Tatiana.

_¿Quieres? -le preguntó mientras se servía en un vaso un poco para ella-.

Contra ella no tenía nada en realidad. Claro que no iba a ser su amiga, pero era una mercenaria. No se sentía traicionada por ella como sí se sentía traicionada por Miguel. Además no le convenía seguir haciendo enemigos enemigos.

_Lamento que hayas tenido que ver todo eso, pero te imaginas que no es agradable que tu ex novio te secuestre. Primero te prometen amor eterno y luego esto. Por eso te decía que tengas cuidado con él. Sé que no es asunto mío, pero ¿se están viendo o son solo amigos?

Todo el viaje estoy que me muerdo los labios, miro  a través de la ventana incomoda, esperaba llegar pronto a ese cafe pero hay montañas de gente en la calle, el trafico esta espantoso, y tras observar que le vehiculo no se mueve miro a mi esposo con algo de rabía, ¿acaso lo que yo te digo te vale nada?, ¿te importa más lo que diga tu secretaria que yo?, dime Daniel, lo miro de frente, ¿acaso te estas acostando con ella?

-Pues te diré mi amigo que esa muchacha rubia de la que me hablas tiene motivos para preocuparse por mi...- dijo la frase con un tono pícaro y dejó que por un momento la imaginación de su compañero se desatará otorgándole un sentido a esos "motivos" de los que Leonard hablaba. Luego de unos segundos agregó -Resulta que esa muchacha es mi prima y... lamentablemente estas muy viejito para ella- bromeó mientras le guiñaba un ojo.
Finalmente llegó donde Minerva, la saludó, subieron al auto y su compañero los llevó a la central donde había quedado su motocicleta. Temiendo otro de esos "ataques" Leonard prefirió no conducir pues no quería, bajo ningún punto de vista, poner en peligro a Minerva.
-¿Quieres conducir?- le dijo a la joven ofreciéndole las llaves, si no lo hacía tomarían un taxi.

Llegaron a un discreto café, buscaron una mesa apartada y se sentaron. Él ordenó un capuchino con una porción de tarta de queso y jalea de frutilla y ella pidió un jugo de naranjas y una porción de tarta de manzanas. Mientras llegaba el pedido Leonard meditó que tanto confiarle a Minerva, por algún motivo temía que aquello cambiase la forma en la que la mujer lo veía. Finalmente decidió que si había una persona a la que podía confiarle sus cosas esa persona era Minerva.

-Durante el tiempo que estuve inconsciente me ha pasado algo sumamente extraño- soltó de repente -Puede que haya sido una alucinación, pero no estoy completamente seguro. Resulta que parece como si hubiese sido transportado a la vida de otro hombre, pude ver a su familia, el lugar donde trabaja, leer su diario personal y hasta recordar algunos de sus recuerdos. Esto podría no resultar interesante, hasta podría tildárselo de un sueño, pero lo verdaderamente extraño es que este hombre resultó ser el fundador del lugar donde desapareció Peter- Leonard hizo una pausa cuando el camarero se acercó a entregar los pedidos. Luego continuó -De ese "sueño" saqué los nombres que te pedí investigar, espero no creas que se me han zafado algunos tornillos- sorbió un poco de su café a la espera de la respuesta de la mujer.

Esto...yo...-Era lógico que me preguntara eso si yo le había hecho la misma pregunta, carraspeo levemente´-Yo me dedico a hacer los trabajos que nadie quiere hacer, cojo un trabajo aquí y otro allí. Y hoy he venido aquí a ver si me puedo retirar, coger el dinero de este trabajo e irme a vivir tranquilo con una familia- No añadí el "mi" a familia, no sabía el porque, tal vez no quería asustarla diciendo que ya tenía familia, hijos... Ahora que las cosas se arreglaban con Patricia, aparecía esta mujer. Bufo mentalmente.

Tatiana se giró hacia Susan con una sonrisa bromista iluminando su rostro, como si su interlocutora fuera realmente estúpida o como si le diera gracia lo expuesto por la otra mujer.

- Yo no tengo nada con ese hombre – dijo la chica con voz sedosa, pero a la vez llamativamente peligrosa. – Sólo tenemos trabajos en común.

La muchacha observó el vaso de refresco servido por Susan, dejándolo a un lado después de un par de tragos. Sus movimientos, casi estudiados, llamaron la atención de la otra, quien la observó como embebida en una especie de hipnosis.

Tatiana era realmente hermosa. Sus ojos azules brillaban tal cual faroles en una noche totalmente negra, acompasado ello con su largo cabello negro y su piel blanca, que le daba una especie de aura a lo Blancanieves.

Observándola con aquella manera, Susan pronto se encontró raramente somnolienta, y cuando su rostro tocó una de las almohadas de aquella pobre cama, la chica se vio a sí misma en una especie de sueño, que pronto se trastoco en pesadilla.

Sus párpados se cerraron para trasportarla a un edificio realmente hermoso, y lo hubiera parecido más si no estuviera cubierto de fuego. Su corazón latía con la fuerza del pavor y sus piernas se estacaban a la vez que su cerebro le exigía correr.

¿Dónde se encontraba? ¿Qué era aquello?

- ¡Auxilio! – escuchó, mientras una mano tomaba la suya.

Susan giró la mirada para encontrarse con una chica con la cara trastocada por el miedo. Aquella, de ojos azules y cabellera negra, parecía conocerla, o tal vez no. Mientras que se aferraba a su mano, la recién llegada le dijo:

- Vámonos Juliette. Tengo mucho miedo.

¿Juliette? ¡Pero si ella era Susan!

El fuego crecía más y más en intensidad mientras que se escuchaban gritos por todas partes. A lo lejos se agitaba la carpa de un circo. Animales en jaulas chillaban locos por escaparse a la vez que se escuchaba el crepitar de la madera quemada.

- ¡Vámonos, Juliette!

¡Zas! Susan sintió un dolor inmenso en la cabeza al mismo tiempo que sus ojos percibían la sombra de un hombre con un pesado pedazo de madera entre las manos. El mundo se volvió negro. Se sintió a sí misma caer al suelo mientras que los gritos de la muchacha a su lado se hacían cada vez más lejanos.

Y entonces, tan de repente como había caído en aquel sopor, Susan despertó en la habitación donde Miguel la había encerrado. No muy lejos de ella, Tatiana sostenía un teléfono celular contra su oído, diciendo algo que no entendió mientras una sonrisa entusiasta mostraba sus blancos dientes.

Daniel abrió sus ojos desmesuradamente y casi soltó el volante ante las preguntas de su esposa.

- ¡Pero qué demonios me estás preguntando, Nicole! – dijo éste, estupefacto. - ¿Que estoy teniendo relaciones con Jane? ¿Estás loca? Por el amor de Dios, querida, no tengo con ella más que una relación profesional. ¡Ella no me ha dicho nada contra ti, y es más, yo no se lo permitiría!

El hombre parecía realmente molesto por la sugerencia, sosteniendo la mirada de su esposa cuando no la tenía puesta en el camino.

Minerva observó a Leonard con expresión extraña, sin saber qué decir ni qué hacer; pero más pronto que tarde, y llevada por el amor que aquel hombre le inspiraba, sonrió, puso una de sus manos sobre la del policía de forma cariñosa y luego la retiro, ruborizándose un poco.

- Te creo – dijo concisa, como si esas dos palabras pudiesen resumir todo lo que pasaba por su cabeza. – Haré todo lo que está en mis manos para ayudarte, Leo, de eso no te preocupes.

Sonrió, iluminando con aquel gesto su lindo rostro. Leonard le hubiera guiñado el ojo, cosa que hacía siempre que su compañera mostraba aquel carácter tan alegre que le gustaba tanto, pero entonces observó, como si nunca hubiera visto a Minerva antes, lo muy largo y negro que era su cabello y sus ojos tan azules y brillantes. Se parecía tanto a la chica que se había burlado de él en su pesadilla.

- ¿Quieres que te muestre lo que encontré de la señorita Helena? – dijo Minerva de repente, casi asustándolo de la manera sorpresiva que, para él, había hablado.

- ¿Eres una especie de hombre para todo? – bromeó Cécile. – Debes ganar mucho dinero, lo que es bueno si planeas una familia o si ya la tienes. – La chica le guiñó el ojo pícaramente y luego se dedicó a su bebida. – Yo sólo tengo a mi padre, y aunque me encanta estar con él, a veces pienso lo mucho que me gustaría casarme y tener hijos. Cuando nos hacemos viejos, es bueno tener alguien que te cuide.

Carraspeo suavemente-Sí, tiene que ser maravilloso...o no, tal vez lo mejor sea estar solo, ningún problema conyugal ni nada, ¿No crees también?, aunque tener a alguien a quien poder acariciar al despertar...-Suspiro mirando al techo y dando un trago largo al vaso.-Y sí, se podría decir que gano mi dinero-Seguía sin mencionarle que ya tenía mujer, o estaba en proceso de ello, y me maldecía a mi mismo por eso.