Partida Rol por web

- Alrededor de las seis de la tarde, después de hayan almorzado y se hayan acomodado para el viaje. Y con respecto a lo que me pide, señorita, no tenemos un lugar especializado para ello, pero quizá por usted pueda disponer de un área del jardín para que usted práctique con su arma.

Adolf mira a los tres, esperando que hagan mas preguntas.

¿armas?. Palidezco, yo... nunca... bajo la cabeza... nunca he usado un arma... miro al suelo,  !ni siquiera he tocado una!... ohhhh Dios en que me meti, aqui estan todos armados...

De repente me he comenzado a angustiar...

¿qué le hace pensar que necesitare una?

Yo no se que más preguntar, en realidad, me siento perdida..

¿lle-llevaremos algun vehiculo, algo para comunicarnos?...¿y sí algo sale mal?

Otra vez allí, atrapado en ese cuando, reviviendo la vida de aquel hombre francés. Leonard sintió la rabia y la urgencia y examinó la mente de Alexander en busca de una respuesta. ¿De que huyes? ¿A que le temes?
Poco a poco se sumergió en la mente del hombre y busco en su memoria, necesitaba saber de qué huía y por qué lo hacía.

- Sí, no se preocupen. Les proporcionaré un vehículo para que los transporte al teatro. Éste les esperara todo el tiempo que estén ustedes dentro de las instalaciones del viejo circo. Además, me imagino que todos ustedes tienen celulares. Les proporcionare mi número, por si acaso. Cuando estén en campaña dependerán más de ustedes mismos que de la información que mi abogado o yo podamos proporcionarles.

Esforzándose para entrar una vez más dentro de los recuerdos de Gouchet, Leonard empezó más pronto que tarde a vislumbrar un par de imágenes que le helarían la sangre hasta al más valiente.

Se vio a sí mismo en el despacho de Gouchet, lugar que conocía a su pesar. Allí, junto a él, había una anciana a quien no había visto en su vida, pero que Alexander sabía que se llamaba Eugenia. Ésta extendía hacia sus manos una figurilla de metal realmente grotesca. Aquello se trataba de una especie de ser, con pinchos saliendo de sí mismo como si un raro experimento los hubiera obligado a nacer de su mismo cuerpo. Pero si ello era impresionante, más aún la sensación de estarse quemando por dentro cuando sujeto la estatuilla o, todavía más, la sonrisa casi sarcástica que ésta mostraba.

- Cuídate de él… - escuchó de Eugenia.

Gouchet giró su mirada a la vieja mujer, pero ella y el despacho habían desaparecido. Ahora estaba en una calle solitaria, en la que se divisaba en la lejanía un pequeño pub, que Leonard, a pesar de que no conocía, sentía familiar.

Iba a dirigirse a él cuando una oleada de frío le invadió. Su corazón – si es que Gouchet tenía uno para aquel momento – se congeló al mismo tiempo que sus ojos temerosos buscaban la causa de aquél repentino cambio de temperatura. Y entonces, tras unos segundos de búsqueda, lo vio, o al menos una forma amorfa tan negra como la noche, de la que sólo se divisaba una mirada que prometía todas las torturas del Infierno.

Cerró los ojos fuertemente y cuando los volvió a abrir estaba de nuevo en aquel sitio donde todo había comenzado, con la sangre del francés resbalando sobre su frente y la fría lluvia bañándole sin piedad. Detrás de sí, a pocos metros, se escuchaban unos pasos y como el sonido que producen unas cadenas al ser arrastradas.

No lo veía, pero sabía que era él. Tenía que huir, y debía hacerlo ya.

Las imágenes lo impactaron y conmovieron. ¿A él o a Alexander? No lo sabía. Intentaba no luchar contra aquella realidad que se abría paso ante sus ojos pero le costaba no negarla en parte. Si lo que estaba viendo era real. ¿Por qué lo veía? Y si no lo era ¿Se estaría volviendo loco? De repente tuvo una idea. Le haría frente a aquello que lo perseguía, lo enfrentaría y lo derrotaría o al menos intentaría hacerlo. Si era un mero espectador sus decisión no tendría efecto, en cambio si podía decir el curso de acción quizás podría cambiar en algo las cosas. Se volteó para enfrentar a su perseguidor e instintivamente dirigió su mano diestra en busca de sus pistola

Leonard dirigió instintivamente la mano al cinto, donde sabía que su arma solía descansar, para percatarse asombrado de que allí no había nada. Rebuscó en los bolsillos, infructuosamente, o al menos eso le pareció, pues mientras la desesperación se apoderaba de su ser palpó el filo de una forma cuadrada. Sacó el objeto a la luz de aquella fría noche y abrió sus ojos desmesuradamente. Aquella figura geométrica sentida se trataba de un espejo.

El espejo estaba de alguna manera plegado, como si se tratara de un panel que pudiera abrirse a voluntad. Cuando las gotas de lluvia caían sobre su superficie, parecía como si le brindara una luz extraña, casi extraterrestre.

Estaba tan pasmado con lo del espejo que apenas tuvo tiempo de huir ante una cadena con garfios en su extremo. Su cuerpo rodó a un lado mientras el arma iba a estrellarse contra una roca, haciéndola explotar ante su sólo contacto. Contraído por el miedo, Leonard buscó refugio en la oscuridad hasta que sintió como alguien le agarraba con la cintura y lo alzaba tal cual muñeco.

El viento agitó su rostro mientras ese alguien lo alejaba de la zona de peligro. Segundos después volvió a tocar tierra, con sus manos temblorosas y la garganta seca. A su lado se erguía una hermosa mujer, con un largo cabello negro bailando como si tuviera vida propia. Al fondo estaba aquel que le perseguía, un hombre vestido completamente de negro. Un par de cadenas se extendían fuera de él, como si formaran parte de su cuerpo, amenazadoras como su dueño, prometiendo dolor y sufrimiento.

De repente la joven mujer que estaba a su lado volteó su rostro hacia él. Leonard se sintió impactado por el brillo que despedían sus ojos azules, pero más aún por la sensación de que ya la conocía.

- ¡Corre, papá! – le gritó la joven con premura, con visible preocupación. – Cécile y yo te cubrimos…

_¿Quién liderará el grupo?

Señor tengo varias preguntas.. vera,  son varias asi que las hare, ¿su sobrino tendrá que venir con nosotros?, vendra alguién más adicional a nosotros?, ¿tendremos contacto con la policia?, además de su sobrino claro, ¿qué debemos hacer cuando encontremos al niño?, ¿alguna recomendación especial?. Comienzo a pensar otras dudas. ¿Sí algo ocurre mal, hay algún plan?, ¿contaremos con algun vehiculo?...¿cómo nos contactaremos con usted?

Miro el mapa.

Veo que algunas puertas necesitan llave...¿donde estan esas llaves?

- El líder debería ser mi sobrino – contestó Adolf a Susan -, pero como van las cosas, podría serlo perfectamente el señor Brown o cualquiera con el suficiente carisma para organizar a los cuatro. En cuanto a sus preguntas, señora Johnson…

El millonario miró a Nicole antes de continuar.

- Mi sobrino tendrá que ir con ustedes. Confío en que sea lo suficientemente maduro para al menos acercarse al circo. Igual, en pocos minutos mandaré a alguien a buscarlo, para saber dónde está. Conociéndolo como lo conozco, Vincent debe estar intentando hacer sus investigaciones privadas, por lo que me parece que se lo encontrarán allí.

>> Cuando entren en el teatro estarán literalmente incomunicados. Se bastarán por sí mismos. Claro, si alguno sale gravemente herido, ya he hablado con el hospital más cercano para que disponga de un grupo de paramédicos que le ayudaran en la materia; pero no porque tengan un problema o encuentren el lugar demasiado tétrico me llamarán. Su misión es buscar a mi hijo, y supongo que utilizarán lo mejor posible las veinticuatro horas de plazo que les doy.

>> Peter es un niño tranquilo, por lo que cuando le encuentren querrá acompañarles. Si se muestra miedoso, confiésense como el grupo que su padre eligió para que le rescataran. Igual, mi sobrino será un aliciente para él si llega a estar muy nervioso. Por lo demás no se preocupen.

>> Como dije anteriormente, ustedes deben bastarse para permanecer seguros. No creo que les vaya a pasar nada malo, pero si algo les sucede, tendrán ayuda fuera del teatro. Les daré mi número, pero insisto en que se deben valer por ustedes mismos. Sólo llámenme si encuentran a Peter o si están pasando por alguna emergencia muy grave.

- Las llaves, señora, se fueron a la tumba con el circense. Aunque me parece que no les será demasiado difícil entrar a las habitaciones cerradas. Muchas paredes pueden estar destruidas o blandas por el incendio y por ende fáciles de echar hacia abajo. Y ya que pregunta, también hay un problema con la puerta que lleva al Teatro de Marionetas. Según la información que pude recoger, durante la tragedia el metal de éstas se unió de tal manera que es casi imposible abrirlas.

Bueno, entonces supongo, que si usted nos da lo necesario para entrar estara bien. Miro a los otros. Nunca he usado un arma y supongo que no pueden pedir que las use bien tras un día, así que espero que ustedes como grupo tengan en cuenta esto. Miro al hombre rubio. ¿Me interesa  la historia del dueño del circo, hay algún lugar donde pueda leer al respecto?, ¿tiene alguna relación con la familia?

- Si quiere saber la historia del teatro, puede buscarla en nuestra biblioteca, señora Johnson.

Von Hausen esperó unos segundos antes de continuar.

- Bueno, si no tienen más preguntas, voy a pedirles que se retiren. El señor Sneider y yo tenemos un par de asuntos que discutir antes de que pueda despedirle. Por favor, siéntase en su casa. Dispondre de un área para que práctique con sus pistola, señorita Fox. Cualquier cosa que necesiten, mi servidumbre se sentirá complacida de ayudarles. Pidan lo que quieran e insisto, acomodénse como más gusten. A las dos le servirán el almuerzo, así que por favor, estén pendientes.

No supo si la expresión de sorpresa que habría manifestado su rostro se hacía visible en el de Alexander pero, al comprender que aquellas mujeres eran las mismas que había visto en su pesadilla, no pudo más que abrir los ojos y emitir un suave suspiro. Inmediatamente intentó bucear un poco más en la memoria de aquel hombre. ¿Qué creía Alexander que era aquello que lo perseguía? ¿Por qué sus hijas podrían tener más posibilidades que él mismo contra su perseguidor?

Mientras una expresión de asombro se dibujaba en el rostro de Alexander Gouchet, llamando sobre él la impresión de Juliette, un nuevo torbillino de imágenes que Leonard no había visto en su vida sacudieron su mente. 

Gouchet no sabía cómo se llamaba aquella criatura. Leonard se había visto a sí mismo con varios libros en la mano en los que, cada vez que se hacía referencia a ese extraño ser, el nombre parecía haber sido tachado con furia o arrancado sin ningún cuidado. Alexander lo trataba de Él, con aquella mayúscula por delante, que sólo podía hacer denotar el propio miedo que le tenía a aquella entidad.

Qué producía aquel miedo tampoco pudo decifrarlo, pero cada vez que en sus recuerdos Gouchet recordaba aquella criatura un pavor crecía en su pecho, un terror que Leonard conocía lo bastante para descifrarlo. Un miedo pavoroso y aterrador hacia la muerte.

Por otra parte, la respuesta a su segunda pregunta venía en forma de otro recuerdo. Se veía a sí mismo en una especie de laboratorio, con múltiples camas, tubos por aquí y por allá y maquinaría dentro de lo posible moderna, donde se dibujaban diferentes gráficos que el policía no había visto jamás. Al frente habían dos camas, a las que estaban sujetas por medio de cinturones dos jóvenes de largo cabello negro, con los ojos cerrados y con la pálidez característica de la muerte. De repente Gouchet las miraba fijamente y concentraba dentro de él una energía asombrosa, que hacía vibrar cada fibra de Archer como si él fuera el causante de aquello. Sintió como un aura negra le bordeaba y que luego cubría tal cual manto oscuro a ambas mujeres mientras que un par de agujas frente a sí enloquecían, moviéndose de un lado a otro en sólo segundos. Era como si Alexander estuviera alimentándolas con su oscura fuerza vital para revivirlas...   

De repente sintió cómo alguien le tomaba fuertemente del brazo y le obligaba a levantarse. Leonard giró su cabeza hacia el recién llegando, topándose con una figura parecida a la otra chica. Aquella debía de ser Cécile.

- Vamos, papá. Tenemos que escapar de aquí, ¡y ahora!

_Le agradezco su hospitalidad, Sr. Voun Hausen. Nos veremos en el almuerzo -respondió Susan una vez que el dueño de casa terminó de hablar-.

Se levantó entonces de su asiento, saludó a él y al abogado con una sonrisa y se retiró de la habitación rápidamente.

Con velocidad abandonó Susan la habitación pero sin llegar a correr. No quería que ninguno de los otros la siguiera o viera hacia dónde iba, pero tampoco quería levantar sospechas.

Hizo memoria para recordar por qué lado había llevado Leonard a Helena hasta su habitación y comenzó a andar en esa dirección a paso rápido. Miró su reloj para ver cuánto tiempo tenía hasta la hora del almuerzo, pues eran bastantes las cosas que quería hacer.

Siguió caminando (preguntando a algún sirviente en caso de ser necesario), y al llegar a la habitación golpeó la puerta.

_Helena, soy Susan, una de las personas que vino a buscar a Peter. ¿Puedo pasar?

Leonard no comprendió del todo aquello que atestiguó en los recuerdos del francés, sin embargo comprendió que fuera lo que fuese no era algo bueno. Quizás aquel ser que lo perseguía tuviese algo que ver con lo que sucedió aquel día. Caminaba mientras la melliza lo tomaba del brazo y lo obliga a continuar. De repente se frenó en seco, se volteó y enfrentó a la criatura.

-¡No!- dijo transformando su miedo en determinación –Ya es hora de que lo enfrentemos. Entre lo tres podremos con él-