Partida Rol por web

Susan llamó a la puerta primero con delicadeza, después con más fruición, sin sentir la voz de Helena a través de aquel pedazo de madera que la separaba de la habitación.

Así como no se escuchó su voz, tampoco se escucharon sus pasos, lo cual hizo a Susan preguntarse con quizá preocupación si algo le había pasado a la chica durante los minutos que el policía se había alejado de ella para concurrir a la reunión y posteriormente escaparse tal cual niño terco.

Decidiéndole intentar una vez más, llamó a la puerta ahora con golpes más fuertes, y casi no se echó para atrás del susto cuando ésta se deslizo tal cual seda sobre sus goznes, permitiéndole ver a la joven mujer un resquicio de luz de la otra habitación.

Empujó con cuidado, tratando de no causar alarma en la muchacha que habitaba aquel lugar, pero ¡oh, sorpresa!, cuando la puerta se abrió completamente y la habitación apareció ante sus ojos observó con asombro que la rubia no se encontraba allí.

Las amplías ventanas estaban abiertas de par en par, permitiendo así al viento mover las cortinas con fruición, así como cualquier papel u otro objeto suelto que tuviera la mala suerte de caer en sus redes.

El lugar estaba tremendamente frío, contrastando con el calmado clima afuera. Susan se vio a sí misma temblando, pero no sólo por ello, sino por la gran incógnita de no saber dónde se encontraba la sobrina de Antoniette.

- Pero, papá, ¡Samantha nos espera! Si te mueres…

La joven no pudo terminar su frase, quizá demasiado temerosa de decir que pasaría si Gouchet pasaba a mejor vida. Pero la verdad es que se había quedado muda ante la visión de la misma cadena que hubiera atacado minutos antes de Leonard dirigirse rauda hacia ellos.

Cécile dibujó en su hermoso rostro una expresión de miedo, pero el pavor no la detuvo para abalanzarse sobre Archer, protegiéndolo con su propio cuerpo del arma que volaba tal cual ángel de la muerte hacia ellos. Leonard tuvo apenas tiempo de asimilar todo aquello cuando se escuchó un fuerte choque detrás de su cabeza. La cadena había parado allí, rompiendo como si nada el duro piso de concreto.

- ¡Vamos, papá! ¡Ahora! ¡Vámonos ahora!

Susan entró con paso decidido a la habitación con la intención de encontrar a Helena, pero tras buscar en el baño, en el closet – donde varias prendas se acomodaban armoniosamente -, debajo de la cama o en cualquier resquicio, no halló ningún indicio de la rubia ni de su actual paradero.

Un poco desalentada, se dirigió a la ventana para cerrar los ventanales. El viento entrante le hizo difícil el caminar, pero aquello no le impidió llegar, con el cabello un poco desarreglado, hasta el alfeizar. Y entonces, allí, vio dos cosas que le interesaron de sobremanera.

La primera de ellas era una sábana que, atada a una gran barra que sobresalía del alfeizar, danzaba sinuosamente hasta el césped. Era como si Helena la hubiera usado para escapar, lo que Susan considero algo difícil ya que la tela estaba plana, sin ningún nudo de apoyo para tan peligrosa bajada. La segunda era que había al lado del objeto dos hebras de cabello negro.

Susan las iba a agarrar cuando su corazón dio un vuelto. Una persona, a sus espaldas, le había hablado, y en su tono se denotaba que no estaba nada contenta con lo que veía.

- ¿Qué hace usted aquí? ¡La señorita Helena ha salido y me ha pedido que nadie abriese su habitación! ¡Se lo diré al señor, va ver como la echa!

_¿Qué es lo que está ocurriendo?

La sorpresa de no encontrar a Helena en su habitación llevó a Susan a pensar en voz alta. Buscó en todos los lugares posibles, si bien le resultaba ridicula la idea de que estuviera escondida, pero no la halló. La chica no se encontraba allí.

Cuando se acercó a la ventana se encontró con una sábana atada a una barra que llegaba hasta el césped, que podría haber sido utilizada como vía de escape. Encontró también dos hebras de cabelló negro, y cuando iba a tomarlas, alguien habló amenazante a sus espaldas. Con disimulo las tomó, las guardó en un bolsillo, y recién en ese momento volteó.

Al voltear, Susan vio a una sirvienta de los Von Hausen. Era una mujer regordeta, de poca estatura y de duras facciones. Susan no tardó en responderle.

_Con que usted debía impedir que nadie entrara. Ya veo lo bien que hace usted su trabajo -respondió Susan, igual de dura que la sirvienta-. No solo no pudo impedir que yo entre, sino que además la señorita Helena se ha ido de aquí y usted ni siquiera se ha dado cuenta. Ya veremos a quién echan, si a usted o a mi. ¿Dónde está la Sra. Von Hausen?

Susan entonces salió de la habitación, para ir a buscar a Antoniette, siguiendo las instrucciones de esa sirvienta (si le contestaba) o de cualquier otro que pudiera indicarle dónde se encontraba. Si nadie sabía dónde se encontraba Antoniette, volvería al salón donde había estado hablando con Adolf para hablar directamente con él.

A Susan no le faltaron direcciones - cosa que la sirvienta no le facilito - ni ayuda de ningún tipo, pues, guiada por sus recuerdos, encontró a Antoniette en la misma habitación en la que la visitara hace pocos días con el fin de hacerle algunas preguntas.

La actriz, hermosa como pocas, estaba más tranquila que la última vez que Susan háblase con ella personalmente. Invitó a pasar a la joven mientras una mucama terminaba de acomodarle un collar de perlas que la muchacha que debía valer más de lo que ella ganaba por año.

- ¡Pasa, Susan! Pensé que estabas charlando con mi esposo. ¿Ya acabaron de entrevistarse con el señor Sneider?

Susan miró nuevamente la hora al llegar a la habitación de Antoniette, estaba segura de que el Sr. Von Hausen no esperaría a nadie. En la habitación se encontraba la bella actriz junto a una mucama. Al saludo de ella, Susan respondió seriamente:

_Ehh, sí, pero necesito hablar contigo de otra cosa, Antoniette. Necesito que sea a solas, es realmente urgente e importante.

Antoniette miró extrañada a Susan, pero se apresuró a despachar a la mucama que la ayudaba a acomodarse. Una vez que ésta se hubo retirado, le ofreció un asiento a la joven muchacha y preguntó no sin cierta ansiedad:

- ¿Ha ocurrido algo malo?

Susan se acomodó en su asiento inclinada hacia adelante, de manera de estar lo más cerca posible de Antoniette. No sabía si esas paredes escuchaban, de modo que elevó su voz lo justo y necesario.

_Antoniette, lo que voy a decirte puede que me cueste mi lugar aquí, pero no lo puedo callar. Cuando llegamos hoy y detrás nuestro llegó el Sr. Sneider, el estado de Helena fue provocado por él. Me considero bastante perceptiva en algunas ocasiones, y ella parecía estar aterrorizada solo de verlo. Es por eso que te pedí acompañarla yo a su habitación, para hablar con ella sobre eso. Cuando terminó la reunión con tu esposo fui a su habitación, aún quería averiguar cuál era el problema con el Sr. Sneider, pero no había nadie allí. Lo que encontré fue una sábana atada a la ventana abierta, todo parecía indicar que ella la había utilizado para escapar por allí. Pero lo más llamativo es que esa sábana no tenía ningún nudo que pudiera haber utilizado de apoyo, hubiese sido muy difícil descender por ella así plana como estaba. Es por eso que creo que todo eso ha sido un montaje y que alguien se la llevó. Mira, he encontrado dos hebras de pelo negro justo al lado de la sábana.

Susan sacó de su bolsillo las hebras para permitir que Antoniette las vea. Al mismo tiempo Susan también las observó atentamente. ¿Podrían ser esos cabellos de Tatiana?

Antoniette tomó los cabellos negros de la mano de Susan y los observó sin decir nada. Sus cejas se habían inclinado, dándole a su rostro cierta expresión molesta, como si lo que hubiera dicho su interlocutora sí la hubiese molestado. Pero segundos después la mujer dio un suspiró, denegó con la cabeza y se expresó así:

- Por desgracia no conozco a mi sobrina tanto como quisiera, por lo que no sé qué decirte. Si le pedí a Vincent, mi sobrino, que llevara a Helena hasta su habitación es porque entre ellos hay algo, por lo que creí que él la comprendería mejor. Puede que ella haya conocido al señor Sneider en alguna otra oportunidad y no de manera muy placentera, ¡no lo sé!

La actriz elevó sus hombros, confesándose de esa manera derrotada. ¿Por qué Helena se había puesto nerviosa ante el abogado? No lo sabía. Suspiró con mirada triste; agregando finalmente tras otro par de minutos:

- Debería pedirle a alguien que la vaya a buscar por su lugar de trabajo. ¿Sabes? Es enfermera, y está haciendo su pasantía aquí en los Estados Unidos. Tal vez esté en la casa de algún vecino. No quisiera adelantarme a la posibilidad de un secuestro. ¿Por qué habrían de secuestrar a Helena? ¡Si le ha pasado algo como lo de a Peter sería un desastre!

Susan estaba decidida a no hablar más de la cuenta, pero ya no era su vida la que estaba en juego sino la de una inocente, y encima Antoniette iba a perder el tiempo buscándola donde no iba a hallarla. Susan podía ser muchas cosas, pero no era una asesina ni iba a ser cómplice de un secuestro, por lo que decidió contar una parte de la verdad a Antoniette. Tomó aire profundamente, tomó a la mujer de las manos y comenzó su relato.

_Antoniette... ¿Recuerdas la entrevista que te hice? Quizás hayas sabido que no la presenté yo. Antoniette, no me presenté porque fui secuestrada. Sí, cuando me vinieron a buscar a esta misma habitación y me dijeron que fuera a encontrarme con Charlas en el jardín, me interceptaron, drogaron y llevaron. El responsable se llama Miguel, es un ex novio mío, que al parecer trabaja con gente muy poderosa. Me secuestraron para que esté ahora aquí, para que encuentre a Peter y para que ellos se queden con la recompensa. No dije nada de esto porque pensé que el problema era solo conmigo, y yo solo quería preocuparme por encontrar a Peter y no quería traerte a tí más problemas de los que ya tienes. Pero podría asegurar que estas hebras pertenecen a una mujer que estaba en la habitación donde me tenían, era una profesional.

Susan le dio a Antoniette una descripción de Miguel y de Tatiana, asegurando que debían ser ellos quienes estaban tras el secuestro de Helena.

_Si tengo razón, quizás aún estén por la zona y no sea tarde para encontrarlos, si pueden encontrar a Leonard. Se fue de la reunión antes, estaba molesto. ¡Si entraron a la casa quizás alguien los haya visto!

Susan hizo una pausa.

_Lo lamento de verdad, pero ahora debo irme. Las cosas están más peligrosas de lo que yo hubiese imaginado, y ahora que te he dicho todo lo que sé, debo ir a practicar tiro. Hace años que no toco un arma, y tengo la sensación de que voy a necesitarla.

Si Antoniette no presentaba ningúna oposición, Susan se retiraría para preguntar dónde podía practicar tiro, aunque en el camino buscaría a Ian. Quería hablar unas cosas con él.

Antoniette escuchó atentamente a Susan, sorprendiéndose por su secuestro y por ese tal Miguel que había hecho tal acto de bajeza. La joven observó como los ojos azules de la mujer dibujaban desasosiego ante la descripción de Tatiana y de las sospechas que tenía la muchacha sobre un posible secuestro de Helena, pero al igual que reflejaba aquello, y para frustración de Susan, también mostraban incredulidad, como si lo que ésta le estuviera contando fuera demasiado paranoico.

- Hablaré con mi esposo y con la servidumbre. Haré que investiguen la casa y los alrededores; y que también busquen a Helena en su lugar de trabajo. Tranquila, si alguien quiere raptar a mi sobrina aprovechando la conmoción, se las va a ver negras.

Dicho aquello, Antoniette acompañó a Susan fuera de la habitación, donde se despidió de la joven para poner en marcha los elementos de búsqueda.

Mientras aquello pasaba, Susan se enteró por un sirviente que un área de tiro ya estaba dispuesta para ella.

Cuando bajo al rellano para ir al mencionado lugar, observó que no muy lejos de ella, asomado a una ventana, se encontraba Ian Brown, con la posición de que espera la señal para empezar a correr.

Cuando estaba rumbo al lugar dispuesto para practicar tiro, Susan vió a Ian asomado a una ventana. Se acercó entonces a él.

_Hey, hola. Escucha, voy a practicar un poco de tiro -dijo, señalando al lugar hacia el que se dirigía-. Pero hay algo de lo que me gustaría hablarte. ¿Quieres acompañarme?

Aquello parecía ser ya demasiado. Aquella especie de contacto con Gouchet era completamente extraña, pero a la vez familiar. Por alguna razón no dudaba de ella y aquel sentimiento fue el que lo obligó a creer que aquello no era una serie de alucinaciones producto de un desorden mental.
Estuviese el en el pasado encarnando a Gouchet, recibiendo sus memorias o alucinando en las cercanía del lugar donde desapareciera Peter, debía hacer algo. Le llegó a la mente una imagen, la del espejo, comprendía que había una relación entre aquel objeto y la criatura de las cadenas se apresuró a sacarlo del bolsillo y sin saber realmente que hacer apuntó con el a su perseguidor sosteniéndolo con toda la firmeza que fue capaz de reuinir

Cuando Susan le preguntó a Ian si quería acompañarla, éste elevó los hombros y asintió con la cabeza.

- Será un placer - dijo de manera galante.

Y entonces, cuando Leonard alzó el espejo hacia la criatura, éste se abrió como bien lo hubiera podido hacer un tríptico al mismo tiempo que aquel extraño ser volvía a alzar sus amenazantes cadenas. Pero aquello no quedaría allí, pues si ello era ya de por sí extraño, lo que pasaría a continuación dejaría al policía con la boca abierta de par de par.

La criatura lanzó sus cadenas una vez más hacia Gouchet, pero incluso antes de que éstas pudieran alcanzarle un viento fuerte hizo a Leonard dar varios pasos hacia atrás; y no se hubiera dado cuenta de que el espejo era el culpable de ello si en la superficie de éste no mostrara un boquete, como los que se podían ver en las películas de ciencia ficción.

Las cadenas, como si hubieran recibido tal orden, se dirigieron raudas al boquete, y se quedaron incrustadas ahí mientras el viento aumentaba de intensidad.

Leonard vio como la criatura era arrastrada hacia él. Primero fueron unos centímetros, luego otros más que posteriormente se convirtieron en metros. Aquel ser se acercaba cada vez más a Gouchet, atraído por la fuerza que el espejo ejercía sobre él. Asustado, el policía cerró los ojos, y cuando los volvió a abrir la ventisca se había calmado y no había rastro de su enemigo.

El espejo se volvió a replegar hasta convertirse en un minúsculo cuadro, que se deslizó por sus manos.

Un trueno sonó feroz sobre su cabeza a la vez que el espejo se partía a pedazos al tocar el suelo. La boca de Leonard se movió para formar su sonrisa, una sonrisa sarcástica, cruel.

Pero su triunfo fue corto. Mientras una risotada maligna salía de él, un efecto de caleidoscopio le envolvió, sacándole de aquella ilusión con la misma velocidad en que lo había traído…

Leonard Archer abrió sus ojos sintiéndose él nuevamente. Estaba sentado en lo que le pareció un suelo irregular, en un lugar demasiado oscuro para ser reconocido. Mientras sus ojos se iban acostumbrando a la oscuridad reinante, sintió con pesar que la fiebre que le hubiera atacado el día anterior volvía a presentarse.

Su cabeza le daba vueltas. ¿Dónde se encontraba? Trató de levantarse. ¿Qué le había pasado durante el tiempo que estuviera inconsciente?

Mientras trataba de vislumbrar a través de aquellas incógnitas, una luz se vislumbró en la cercanía. De repente más luces imitaron a la primera; y Leonard reconoció, para su horror, que se encontraba en una sala de torturas, con cuerpos esparcidos a derredor, pudriéndose allí frente a sus ojos.

- ¡Vaya, vaya! Pero miren que nos ha traído la brisa – escuchó cerca de él, y aunque no viera de quién se trataba, reconoció la voz de una de las chicas de la ilusión, una de las hijas de Gouchet.

Mientras ya caminaban rumbo al sector para disparar, Susan no tardó en revelar el motivo de su pedido, pero siempre atenta de que no hubiera nadie que pudiera escuchar la conversación.

_En realidad esta familia tiene algunas cosas que no me cierran, y por eso quería hablar contigo. Sé que tú conoces a algunos miembros bastante bien. ¿Cuál es la historia entre tu abogado y esta rama de la familia? Me llama la atención que, teniendo a un renombrado abogado en la familia, contraten los servicios de uno que ni siquiera es norteamericano y que no parece tener demasiada experiencia, dada su corta edad.

Ian se permitió una sonrisa ante la pregunta de Susan. Elevando los hombros, como quien no quiere la cosa, se apresuró a aclarar:

- Yo al único de la familia Von Hausen que conozco es a Christopher, ¡decir que conozco a los demás es un poco exagerado! Ni siquiera sé por qué nos ha entrevistado este Sneider, un abogado, cuando perfectamente pudo hacerlo el mismo Von Hausen. Aún no me cuadra del todo lo que está pasando... Pero no entiendo porque una cosa tan linda como tú está preocupándose por ello.

Brown sonrió con picardía mientras que un brillo maligno iluminaba sus ojos.

Susan sonrió y se acomodó el pelo, seductora. Si debía coquetear con tipos como su jefe a diario, no iba a costarle en absoluto coquetear con ese muchacho, que sin duda era mucho más atractivo. Había algo en él que le recordaba a Miguel.

_Por lo que decía el policía, tú ya tienes un lindo prontuario, pero yo soy periodista. ¿Realmente te extraña que una periodista quiera saber por qué un millonario contrata a un abogado por fuera de la familia, teniendo a otro abogado de excelente reputación en ella? Y con que solo conozcas a Christopher debería alcanzarte para saber por qué no se encarga él de los asuntos de los Von Hausen, ¿no crees? Bah, tenía entendido que era tu amigo.