Partida Rol por web

Castillos de arena

Tinta tus sueños

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13/02/2016, 00:53
Austin Garret-Jolley

Encontrar en Nicole una igual ha sido una sorpresa. Alguien capaz de aceptar lo que el mundo tiene para nosotros si nos juntamos lo suficiente. Pero ver que me sigue hasta en esta lucha de una boca contra la otra es un deleite. Poco a poco mi pecho se ha transformado, pasando de la calma inicial a esto que tenemos ahora, y de no ser por la estática de la tinta bien podría extender mi ala y echar a volar.

Disfruto de sus caricias y de sus besos dejando que el aire se incendie a nuestro alrededor, que las llamas invisibles laman nuestras pieles como nosotros hemos hecho antes. Tengo la certeza de que podríamos seguir haciéndolo, pero nos faltan cincuenta lenguas a cada uno para poder hacerlo.

En el momento en que siento su mano tirando de la parte trasera de mi pantalón soy consciente de lo que falta y de lo que sobra. Y de que a veces hasta la poesía necesita un poco de ayuda. O quizá ella se haya apartado sólo para mirarnos, voyeur por una vez, y esté masturbándose con la visión de nuestros cuerpos encontrándose. En ese caso, que le aproveche.

Busco la cintura de mi pantalón, el nudo que une la cuerda y lo sujeta. Lo agarro sujetándolo entre mi pulgar y mi mano, y soy consciente de que yo mismo me aprovecho de la situación para colar los otros dedos entre nuestros sexos. No sé si es mi imaginación, pero siento la zona entre ambos tan caliente y húmeda como lo demás, y no me corto a la hora de marcar mis dedos contra ella, de buscarla con el dorso de la mano. Mis ojos se cierran en una sonrisa de satisfacción mientras me deshago con su calor, con el nuestro, y mientras nuestras bocas se unen una vez más. Incluso uso esa unión de nuestras manos para apretarla un poco más contra mí, para sentir los pliegues de su piel a través de su pantalón y acompañar nuestra danza con mis dedos.

Al final acabo por aceptar lo que sus labios me dicen: que ya es suficiente. Mi mano desaparece de ese espacio entre ambos y me incorporo un poco sin apartarla. Busco mi propio pantalón con los dedos y empiezo a bajarlo a tirones, uno con cada nuevo envite de nuestras lenguas.

Pero hasta yo sé que ni eso bastará, y voy ascendiendo más y más con mi cadera, levantándola conmigo y llevándola a sentarse en el sofá. Entonces me separo por primera vez de ella desde que todo ha empezado, levantándome.

Mis ojos encendidos, con las pupilas tan dilatadas que han eclipsado mis iris, buscan una vez más los suyos. Mis mejillas y mis labios están enrojecidos, y la piel de mi torso tiene las marcas de los roces de su camiseta en uno y cien lugares. Para nada de eso importa. Lo que importa es mi brazo extendido, sujetando aún su mano. Lo que importa es nuestra manera de mantenernos juntos a través de la mirada. Y ahí, de pie en su salón, uso la mano libre para dejar caer mi pantalón y mi ropa interior.

Con la respiración alterada vuelvo a arrodillarme delante de ella, esta vez entre sus piernas, quedando rostro contra rostro. El pulgar de esa mano que nos une acaricia el dorso de la suya, y mi otra mano busca su pelo mientras sostengo su mirada, como si aquello fuera algún tipo de promesa.

Me tomo un instante para saborear el momento, para saberme desnudo frente a ella y con ella. Y mientras tanto voy pegándome una vez más a su cuerpo. Mi respiración se extiende por su piel y trato de seguirla despacio, encontrándome con los dedos enredados en su pelo y con mis labios, mi lengua y mis dientes en su cuello una vez más. Reencontrándome con ella como si la desnudez fuera un motivo para volver a presentarnos.

Sin embargo acabo por volver a su rostro, apoyando el mío en su cara. Me quedo cerca, lo suficiente como para que mi boca sea una tentación. Sin embargo si intenta besarme me aparto rápidamente, con una sonrisa que es un desafío para que vuelva a intentarlo. Mientras esos dedos libres descienden de su cabello a su cuello, a su espalda, y más abajo, hasta colarse por dentro de su pantalón y pegarla bien a mí. No sé ni cuánto tiempo puede llevar ese proceso, pero no abandono el latido de sus ojos, prometiéndole que la espera merecerá la pena. Al menos hasta que mi mano está dentro de su ropa interior.

Entonces, y sólo entonces, vuelvo a dejar que mi boca y la suya se encuentren con ansia renovada, como si todo ese tiempo en que no han estado unidas por la saliva sino por el deseo hubiera sido sólo algo un paréntesis capaz de convertir una hoguera en incendio.

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13/02/2016, 03:51
Nicole Nazar

Es difícil mantener los ojos en los suyos cuando se pone en pie delante de mí y deja caer las últimas prendas que le quedaban. Más que difícil, es imposible. Mi mirada se desvía, recorriendo a ese Adonis imberbe que se mueve con tanta delicadeza que bien podría ponerse a flotar en cualquier momento. Y tras ese viaje descendente, mis ojos hacen el de vuelta, ascendiendo hasta encontrarse con los suyos de nuevo. Para cuando esa chispa eléctrica nos une de nuevo mis labios están entreabiertos y el tambor de mi sangre cabalga retumbando en mis oídos.

Lo sigo mientras se arrodilla, enderezando mi espalda al continuar ese movimiento que él comienza y que parece fluir a través de nuestras manos en una comunión que nunca habría imaginado posible. Es todo tan etéreo y espiritual que de nuevo me da miedo romperlo con mi brusquedad. Y sin embargo, antes de que comience ese juego de tentación y escape, suspiro y estiro la otra mano para acariciar sus dedos en mis cabellos y desde ahí continuar por el reguero de su piel hasta llegar a su cuello. 

Trato de atrapar sus labios. Vaya si lo intento. Una y otra vez se me escapa y una y otra vez vuelvo a caer y a intentarlo con la esperanza de que termine de torturarme. Y me pregunto si eso es parte de la melodía, o si simplemente está jugando con mis ansias. 

Pero en el momento en que su mano se cuela bajo mi ropa y por fin deja de castigarme para unir la calidez de su lengua a la mía me doy cuenta de que lo que necesito es sentir su piel directamente en la mía. Boqueo entre sus labios, bebiendo su aliento y es que me falta el aire y me sobra la ropa. 

No me lo pienso dos veces antes de soltar su mano ahora que nuestras bocas toman su lugar como punto de unión. Siento que es el momento y me dejo llevar por el torrente que me guía. En apenas unos segundos mi camiseta cae sobre el asiento del sofá y mis brazos rodean su cuello, acercándome a él, piel contra piel, latir contra latir. 

Un gemido se ahoga en mi garganta y los dedos de una de mis manos se enredan con fuerza entre sus cabellos. Las uñas de la otra recorren su hombro y su espalda de arriba a abajo, buscando un estremecimiento gemelo al mío. Y es entonces cuando me doy cuenta de que la camiseta no es suficiente. Pero no quiero soltarlo, no quiero abandonar su piel, ni su espalda, ni su nuca. 

No es fácil tomar esa decisión pero separo mis labios de los suyos y lo miro de cerca, tan cerca que nuestras narices se rozan. Bajo la mirada hacia el lugar donde nuestros torsos se unen, pero queriendo llegar más abajo y después vuelvo a mirar sus ojos, esperando que comprenda que necesito sus manos para no tener que despegar las mías de su cuerpo. Deseando que entienda que necesito que nos libere del último obstáculo.

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13/02/2016, 05:56
Austin Garret-Jolley

Nicole tratando de respirar, boqueando contra mis labios y alimentándose del aire que sale de mis pulmones. Eso es lo último que siento antes de que efectivamente mi mano busque su piel por debajo de la ropa, de volver a juntar nuestras lenguas como si fueran una. Es como si ese boca a boca regado en sudor y saliva fuese lo que le falta, y mi garganta sólo tuviera que estar pegada a la suya.

Siento sus dedos desenlazándose de los míos, abandonándolos. Y por un momento a pesar de la situación una sombra de tristeza rodea mi corazón. Hasta que me doy cuenta de que en realidad no nos hemos separado, de que cien hilos invisibles unen aún su ausencia con mi piel. Donde teníamos tres manos, ahora son cuatro, y ya no necesitamos de esa unión para sentir su corazón, pues hace mucho que el de ambos es el mismo.

Tener el doble de manos recorriéndome, el doble de dedos y la misma lengua es una sensación increíble. Y lo es aún más cuando ella se quita la camiseta, poniendo su piel contra la mía como si desde el principio hubieran sido sólo eso.

Jadeo con fuerza, respondiendo a su agarre en mi cuello con uno gemelo en el suyo. Todos mis dedos se pierden en su cabello, en su espalda, en su vientre y en su pecho con un frenetismo salvaje. Pero es en el momento en que oigo su gemido cuando todo cambia una vez más. No sé ni cuánto llevamos así, aunque es como mínimo una hora, y aún así es el primero de la noche. Y en ese momento todo mi ser vibra con la idea de no dejar que sea el último. Al sentir sus uñas en mi espalda me arqueo contra ella, apretándome contra su piel como si pudiera traspasarla. Siento las caricias de sus pezones en mi pecho, y estas reverberan dentro de mí, como un chispazo que llega hasta mi miembro.

En el momento en que me separa de ella la busco, y lo hago durante un par de segundos más. Ansío su boca, esa que al principio de la noche no conocía y sin embargo ahora se me hace imprescindible. Pero al ver cómo me mira me detengo. Mi pecho se mece con esa respiración grave y profunda, y mis manos están repartidas entre su pelo y su cintura.

Sigo sus ojos cuando se separan de mí, y no sé qué hay en ellos que me hacen quedarme esperando a que vuelva a mirarme. En mi rostro no hay siquiera una sonrisa: sólo la expresión de quien sabe lo que debe hacer.

Decir que le quito los pantalones sería otorgarme un raciocinio y una delicadeza que en esos momentos no poseo. Mucho más apropiado es afirmar que se los arranco mientras me lanzo de nuevo a por su piel, devorando su oreja con mi boca y retorciéndome contra ella.

Ni siquiera miro una vez la he dejado sin ellos: sigo quitando más y más hasta que está totalmente desnuda, hasta que incluso sus tobillos se han librado de esas prendas que antes eran su piel, pero ahora no son más que molestia. Y entonces la busco. La busco con una de mis manos, mientras la otra sigues fascinada recorriendo su cuerpo desnudo desde la nuca hasta el trasero, marcándola con las uñas y con los dedos sin ningún tipo de contemplación ni respeto. La busco con la otra rodeando su sexo, buscando su calor y su humedad y sirviendo como única barrera para no buscarla como mi sensatez subconsciente me impide.

Y por último la busco con mi lengua, haciendo mitad a besos y mitad a mordiscos todo el camino descendente desde su oreja hasta el lugar que guardaba entre sus piernas. Y ahora más que nunca entiendo por qué necesitaba yo mis dos manos. Para abrir aquel regalo antes de saborearlo, antes de deshacer mi lengua contra ella, retorciéndome al mismo tiempo de puro placer mientras cuando ya no los necesito cinco de mis dedos buscan el contacto con su cuerpo más arriba.

Me pierdo en el tiempo bebiendo de ella, besando sus labios y repasando una y otra vez su clítoris con mi lengua mientras comienzo a conocer su interior con los dedos. Me siento deshacer una vez más, como si todo yo fuera agua y estuviera haciéndola nadar en mí. Mi cuerpo se mece de una forma que es más convulsa que tranquila, una que sólo ella puede entender, pues aquí y ahora es nuestra manera de hacer las cosas. Ansiosa, febril y viva.

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14/02/2016, 01:14
Nicole Nazar

Sonrío cuando comprende mis palabras mudas y mis miradas elocuentes y nos libera de los últimos intrusos. Y ahora ya sólo somos nosotros dos. Desnudos y expuestos voluntariamente ante los ojos del otro. Ante nuestras propias miradas. Mi respiración se vuelve frenética y errática, igual que mis manos recorriendo su espalda, sus brazos, su cintura y su pecho.

Verlo arrodillado delante de mí me hace dudar un breve instante si soy digna de ese tributo. Pero ese pensamiento es fugaz y desaparece en cuanto sus manos primero y sus labios después me recorren, demostrando claramente que la ofrenda era yo. 

Mi respiración se entrecorta cuando llega a su destino y me dejo caer de espaldas hasta que mi cabeza se apoya en el respaldo del sofá. Mis dedos se enredan en sus cabellos y mis piernas rodean su cuello. Mi espalda se arquea y se retuerce sin ritmo ni orden, impulsada por los movimientos de su lengua y sus manos que parecen descargar electricidad por todo mi cuerpo. Olvidada por completo ya aquella melodía invisible que tan sólo llegué a atisbar de lejos, sin ser capaz de comprenderla. 

Mi pelvis se mueve buscándolo, cada vez más profundo. Y ahora que su piel no tapa la mía y una fina capa de sudor la cubre, todos los poros de mi torso se erizan a pesar del calor que reina en el salón. Mi pecho se agita con cada uno de los suspiros y gemidos que me arranca sin pedir permiso ni disculpas. 

Creo que me he derretido en algún punto entre sus manos y su lengua. No sé si soy agua o aire, tal vez podría flotar si él me arrastrase consigo o quizá estoy a punto de hundirme en el sofá, atravesarlo y llegar hasta el piso del señor Prescott, pero ahora mismo soy tan intangible que ni siquiera me vería. 

No. Creo que soy su aliento, debe ser así, pues todos mis átomos vibran con cada una de sus respiraciones. Y estas llegan tan hondo que me estremezco de arriba a abajo, incapaz de detener el torrente que corre por mis venas. 

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14/02/2016, 15:57
Austin Garret-Jolley

Todo mi cuerpo resuena por dentro y por fuera cada vez que sus dedos se enredan en mi pelo. Me alimento de su calor de su calor y de su humedad, como si lo que mi boca tiene delante fuera capaz de llenar mi estómago hasta saciarme. Cada uno de sus gemidos me impulsa a llegar más adentro, y sin siquiera pensarlo me acompaso al ritmo que necesita.

No puedo verla, pero estoy seguro de que mi espalda se mueve al mismo ritmo que la suya. Que mi nariz, mis labios y mi lengua la buscan en los momentos exactos. Sentir su respiración, sus movimientos buscándome y su palpitar interior es suficiente para eso.

No sé por qué permanezco tanto tiempo entre sus piernas. Puede que sea porque es lo que mi pecho pide, o por no abandonarla hasta estar seguro de que su sabor ha quedado grabado en mi lengua. O puede que sus piernas rodeando mi cuello sean la clave, convirtiéndome en un esclavo o en alguien con una única función: estar ahí para ella.

Cuando empiezo a anticipar el momento de su orgasmo el calor que hay dentro de mí se vuelve más denso y menos volátil. Continúo con lo que estoy haciendo escuchando su piel y su garganta mientras la única mano que tengo disponible se pierde por su cuerpo. Trato de llevarla al límite y de mantenerla ahí. Y de seguir manteniéndola. De hacer que me busque, como un rato antes habíamos hecho con nuestras bocas. Y de conseguir que, cuando el momento llegue, sea tan intenso que nuestras mentes estallen. 

Pero al final llega el momento, y lo siento en todo mi ser. Sin plantearme el por qué mi mano vuelve a buscar la suya, tratando de encontrar a la desesperada unos dedos en los que entrelazarse para recordar que todo esto no es más que poesía. Y sólo cuando los tengo mi lengua la vuelve a buscar casi con furia, decidida a hacerla saltar a ese abismo que con ella aún me es desconocido.

Siento corrientes eléctricas partir desde su sexo hasta mi lengua, y estas me atraviesan por completo. No pueden encenderme más, pero me cargan de una increíble gravedad y solidez. Con cada una de ellas mis dedos se aprietan más en los suyos, y graves gruñidos a medias se escapan de mi garganta. Y aún entonces continúo durante algunos segundos, casi queriendo convertirla en una masa convulsa.

Para cuando todo termina me separo despacio, buscando sus ojos. Mis rostro está marcado por el placer y mis labios enrojecidos. Mis jadeos se pierden en el aire, viajando hasta ella, y no tardo en volver a erguirme poco a poco, quedando a su altura.

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14/02/2016, 16:30
Nicole Nazar

Termino por cerrar los ojos, dejándome arrastrar a esa oscuridad latente y cálida en la que me envuelvo como si fuese un abrazo hecho de terciopelo. Toda mi piel se estremece y cuando siento su mano buscándome, enredo mis dedos con los suyos y me aferro a ellos como única ancla para no perderme en el denso espacio. Sus labios tiran de mí hasta sumergirme por completo y los míos se abren liberando mi garganta. Mi cuello se estira, como tratando de mantener mi rostro en la superficie para poder respirar.

Y todo se tiñe de púrpura cuando el oleaje me arrastra y sacude hasta dejarme completamente exhausta. Siento los pequeños espasmos en mi interior mientras Austin se retira y me humedezco los labios, todavía con los ojos cerrados, perdida en el cúmulo de sensaciones que me ha regalado y asumiendo mi corporeidad repentina, la textura del sofá debajo de mí y mi respiración entrecortada. 

Los abro con cierta languidez, pero siguen brillantes. Y busco los suyos todavía con las pupilas dilatadas y cargadas de la certeza de que eso no era el postre, sino el aperitivo. Me tomo un instante, desmadejada en el sofá, antes de empezar a enderezar la espalda, sin llegar a apartar la mirada de la suya. 

Y cuando ya estoy sentada, estiro la mano para acariciar su rostro una vez más, tratando de ver más allá de él, queriendo conocer sus intenciones, motivaciones y deseos. 

Quiero avanzar un nivel más, pero este escenario se queda pequeño. Así que me levanto despacio, sin detenerme a comprobar si hemos empañado el cristal de las ventanas. Y sin haber llegado a soltar su mano tiro de ella, con toda la intención de que nos traslademos a mi habitación.

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14/02/2016, 18:47
Austin Garret-Jolley

Mantengo su mirada cuando me mira, y al sentir su caricia en mi cara busco levemente su mano, como si este tiempo que he pasado entre sus piernas me hubiera faltado. Mientras tanto llevo mis dedos a su costado y lo recorro suavemente, manteniendo su mirada. Nuestros ojos se reconocen como amigos, como amantes, como si estuvieran comprobando que los cuatro están en el mismo punto después de tanto tiempo perdidos de vista.

Aprovecho ese instante para recobrar el aliento. Para que mi pecho vuelva a caber dentro del pecho y toda esa excitación que siento se recoja en mis caderas. Podría hablar, pero sé que no hace falta.

En el momento en que se levanta voy haciendo lo mismo, anclado aún a sus ojos, y cuando tira de mí una pequeña sonrisa de aprobación aparece en mis labios.

Camino —si no levito—hacia su cuarto, que es el mío desde que su casa es mi casa, y desde que la idea de acabar en la habitación de invitados se ha evaporado al calor de nuestro sudor. Mis ojos pegados a su cuerpo, admirándolo de verdad por vez primera, y mi alma aún en ese sofá. Mis pasos son lentos, sedosos, acompañados del pequeño mareo que ha supuesto levantarme como si nada.

Al pasar por su cocina mis ojos se desvían tentados de agarrar cualquier cosa a su alcance, pero finalmente acabo arrodillándome encima de su cama. Tiro de ella para que haga lo mismo frente a mí, y una vez estamos los dos en ese momento me pego a ella lentamente. Dejo que mi piel y la suya vuelvan a encontrarse despacio, apoyando una vez más mis labios en su cuello, y rodeándola con mi mano empiezo a recorrer su espalda. Casi por primera vez puedo descender por su trasero sin molestias y llegar a sus piernas, y al volver a subir la agarro suavemente del costado, como un buen rato antes había hecho para pedirle que se pusiera de lado, invitándola a tumbarnos juntos.

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14/02/2016, 21:24
Nicole Nazar

Siento más que veo cómo la mirada de Austin se desvía al pasar por la cocina y la mía lo sigue, echando un rápido vistazo para continuar caminando sin prestar más atención. 

Después es su piel la que llama a la mía y su cuello el que atrae mis labios como un imán, al mismo tiempo que ofrezco el mío. Dejo que sus movimientos guíen los míos, amoldándome a sus tiempos y todavía con esa cálida satisfacción extendiéndose desde mi vientre a cada terminación nerviosa. 

Pero es una vez tendidos sobre la cama cuando me doy cuenta de que el eco remanente de una idea permanece en el fondo de mi cerebro desde que sus ojos hicieron ese pequeño rastreo. 

Dudo tan sólo un instante. Uno en el que mis labios se curvan en una sonrisa con cierta picardía y mis ojos buscan los suyos con una promesa. 

—Espérame... —susurro, rompiendo por primera vez con mi voz ese silencio quebradizo que nos envolvía en el salón. 

Y sin más que esa palabra, me deslizo fuera de la cama para ir a la cocina, abrir el congelador y conseguir un cubito de hielo que me meto en la boca. 

Cuando regreso, mi sonrisa se amplía y mis ojos se encienden con anticipación. Me subo a la cama, pero no me tiendo a su lado, sino que me coloco sobre él. Dejo que mis piernas se extiendan hasta rozar la madera con los dedos de los pies y me sostengo con los brazos y las rodillas para inclinar la cabeza y empezar a acariciar su piel a medias con el cubito que sujeto con los dientes y a medias con la lengua. Esquivo el tatuaje temporal de su pecho, pero recorro todo el resto de su torso en un camino descendente, dejando que el hielo se vaya derritiendo lo suficiente para que cuando llegue al final de mi destino haya espacio dentro de mi boca.

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14/02/2016, 22:01
Austin Garret-Jolley

Ya tendido con ella me siento bien, a gusto, como si estar sobre su cama desnudos fuese algún tipo de invitación que fuese más allá de los cuerpos. Me dispongo a repasar su piel, que a ratos parece la mía, cuando veo su sonrisa. Durante un instante en mi rostro se dibuja una gemela a la suya, pero al momento se tiñe de expectación al escuchar su susurro.

A punto estoy de atraparla, aún así, con mis manos, pero su condición de diente de león le permite deslizarse entre mis dedos. Durante algunos segundos las sílabas que ha pronunciado resuenan dentro de mí, y en el tiempo que está fuera mi mente de manera inevitable vuelve a funcionar, pensando en qué podrá ser lo que la ha hecho levantarse de la cama.

Espero que no haya ido a seguir comiendo. Eso diría mucho de ella. Espero que no haya ido a guardar la comida en la nevera. Eso diría muy poco de mí. Y no sé si prefiero o no que haya ido a por un preservativo. Por un lado sería algo bueno, pero por otro... En cuanto entran en juego la gente sólo se dedica a una cosa, y tal y como habíamos empezado estaba seguro de que no sería así. Hasta que llegase el momento, al menos. Aunque ahora que ella ha terminado a lo mejor quiere que todo termine ya. Ojalá no sea ese el caso.

Finalmente la veo llegar con ese hielo en los labios, y me siento aliviado y satisfecho. De pocas formas podría haber sido mejor. Leo su intención y dejo caer todo mi cuerpo sobre la cama, dejándome hacer.

Decir que disfruto es decir poco. El tiempo se deshace a la vez que ese pedazo de agua cristalizada, repartiéndose por mi piel y erizándome entero. Tiemblo de placer, y tiemblo de frío. Mis manos buscan a Nicole una y otra vez, agarrándose a su pelo, a su espalda y a su cuello. No llego a oponerme a esa lenta tortura a la que me somete. Más de una vez escapa algún pequeño gemido de mi garganta, tomando el papel que antes habían tenido los suyos. Deseo el momento en que el hielo termine de derretirse y pueda ocupar su lugar en la boca de Nicole y al mismo tiempo me desespero con la idea, esperando que no lo haga nunca.

Las horas siguientes se difuminan hasta no ser más que humo. Después de encontrar mi primer orgasmo una paz mental y física me hace languidecer, pero la presencia de Nicole a mi lado es suficiente para no dejar que me duerma, y no tardo en subir las apuestas. Con un grave y tenue susurro "Dime dónde tienes las velas" decido llevar esto un nivel más allá, y al volver traigo también un vaso lleno de hielos como el que ella ha derretido contra mi piel.

Ese es sólo el principio. Después de que nuestros cuerpos conozcan el frío y el calor no tardo en ser yo mismo el que desee tener un profiláctico para hacer lo que el lugar que es ahora mi centro lleva deseando tanto tiempo. La busco y al mismo tiempo dejo que me busque, entrando en ella y acariciando su fondo. Conozco las estrellas enredado en sus piernas y bebo de su pecho sin que ninguno de los dos lleve en esa ocasión la voz cantante. Lo único que espero es llegar juntos al orgasmo para completar así una noche que horas antes no habría imaginado tan perfecta.

Pero pensar que ahí se acaba todo sería de ilusos. Después parece que las cosas están poniéndose tranquilas y estamos tendidos, con la risa fácil y las miradas brillantes, cuando uno acaba por levantarse a por un vaso de agua. Ni siquiera recuerdo quién. Pero al final la cosa termina encontrándonos de nuevo en su cocina con ella sentada sobre la isla de que la separa del pasillo. En los minutos posteriores aprovecho para coger algo de su nevera, entre bromas y desafíos cargados de confianza, y no sé muy bien cómo todo termina con los dos devorando piezas de chocolate entre ambas bocas, derritiéndolas contra nuestras lenguas. Y una vez más su cuerpo se hace mío y el mío se hace suyo en el suelo, sin prisa ni ganas por movernos hacia un lugar más civilizado.

Casi está amaneciendo cuando los dos volvemos a estar tendidos sobre su cama. Yo boca abajo, en el lado más lejano de la puerta, con la cabeza en su dirección y una mirada clara. Mi mano descansa sobre su cuerpo, repasándolo lentamente, mientras mi espalda se mueve despacio con mi respiración.

—A esto me refería —confieso entonces tranquilo, con una sonrisa cómplice y pícara. Al hacerlo estoy retomando una conversación que para mí no ha muerto del todo—. Cuando encuentras a alguien capaz de hacerlo escuchando a la otra persona... —digo antes de ampliar mi sonrisa—. Es alucinante.

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14/02/2016, 23:20
Nicole Nazar

La pereza y la languidez se han apoderado de mi cuerpo desde que estamos tendidos en mi cama. Mi mente funciona despacio, al ralentí, y mis ojos amenazan con cerrarse con cada una de las caricias que la mano de Austin deja caer sobre mi cuerpo. Casi como un eco de la noche pasada que intuyo debe estar quedándose atrás para dejar paso al amanecer.

Estoy tumbada de costado, encarada hacia la ventana. Los dedos de mi mano derecha juguetean con los cabellos de Austin, muy lentamente, y la otra descansa cerca de mi rostro, sobre la almohada.

El vino pesa en mis párpados y los coulants hace mucho ya que dejaron mi cabeza para seguir ascendiendo hasta desaparecer. En el salón, mi helado debe estar completamente derretido y el vino espumoso ya debe haber perdido todas sus burbujas. Pero todo eso no importa. No cuando podría cerrar los ojos y ronronear hasta dormirme. 

Y a punto estoy de quedarme dormida cuando su voz me hace preguntarme cuántos segundos llevaba con los ojos cerrados. Tardo en hilar sus palabras y relacionarlas con la conversación de hace horas durante la cena, pero cuando lo hago, le dedico una sonrisa suave y hago un esfuerzo para separar mis párpados una vez más y buscar sus ojos.

—Al principio —susurro con una voz lenta y cadenciosa que desvela lo cerca que estoy de caer de lleno en los brazos de Morfeo—... Era como estar en una canción. O algo así. Una pasada —Hago una pausa que desde fuera de mi cabeza podría parecer más larga de lo normal, pero que dentro de ella tiene el ritmo justo. Y después enuncio lo que parece una conclusión. —Luego ya fue todo instinto. 

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14/02/2016, 23:52
Austin Garret-Jolley

Escucho la voz de Nicole. Es lenta, pesada, como si su propia garganta estuviera envuelta en un saco de dormir y le costase asomar la cabeza. Mis ojos siguen en los suyos, y disfruto de cada caricia siendo consciente del efecto que produce sobre ella.

—Éramos una canción —matizo con respecto a lo del principio, dándole la razón. Y por un momento me planteo quitársela con respecto a lo otro, explicarle que aquello era más que instinto... Pero la verdad es que puede no estar equivocada. Asiento entonces, aunque no estoy seguro de si tiene los ojos lo suficientemente abiertos como para verlo—. Pero lo de luego no habría sido igual sin lo de antes.

Después de esas palabras me quedo unos segundos en silencio, disfrutando simplemente de existir. Siento mi piel cubierta por una película de restos de sudor, saliva, cera y quién sabe cuántas cosas más, pero aunque mi mente siga activa mis músculos están tan cansados que mi posible intento por usar su ducha se queda en una mirada hacia la puerta.

En ningún momento a estas alturas me planteo irme a mi casa, o arrastrarme hasta la habitación de invitados. En un punto en que ya he conocido su cuerpo y su alma, sería absurdo.

—Eh, Nicole —la llamo una vez más, reuniendo mis últimas fuerzas para eso—. Ha estado genial. No sólo el sexo. Todo —afirmo antes de concluir con una palabra que ya le dije días atrás, y que ahora tiene un significado mucho más tridimensional —Molas.

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15/02/2016, 00:26
Nicole Nazar

Mis labios se curvan en una sonrisa plácida con sus palabras. Pienso en asentir, en devolverle el cumplido o en hacer algún comentario sobre la noche pasada... Pero para eso tendría que abrir la boca y eso parece demasiado trabajoso ahora que mis ojos han vuelto a cerrarse sin pedir permiso y la oscuridad que me devuelven mis párpados me arropa y susurra una nana al oído. 

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15/02/2016, 01:09
Director

Las pieles de los jóvenes profesores quedaron cubiertas por el velo de la noche al que acompaña la somnolencia con su melodía metálica y dulce. Y ambos se rindieron una vez más en esa noche, a un abrazo tan viejo en sus vidas como nuevo en ese día.

Ambos vibraron en una misma melodía de nuevo, una más oscura, ajena y lejana.

Vieron castillos de arena, gigantes, erguirse sobre las nubes. Contemplaron el vuelo de infinitas luciérnagas doradas despegar de las almenas de esos castillos, y deshilarlos con sus marcha. Fueron testigos de derrumbe de esas construcciones y de un grito de agonía y llanto que cortó sus mentes sangrándoles el alma.

Las nubes se agruparon, solitarias, vacías y difuminadas en la oscuridad que empezaba a comerse la visión de los soñadores, y entonces, entre sus sombras encontradas, pudieron ver una serpiente negra como el carbón con hilos plateados dibujando sus escamas reptar alrededor de las nubes, enroscarse en ellas y ahogarlas, hasta que todo se rompió en millones de fragmentos de espejo.

Luego vieron el infante de mirada aguamarina, envuelto en grasa, sangre y restos de piel, sonriente a pesar de no poseer todavía ni un diente, recogerse los pies en sus manos y clavar la mirada en sus ojos de espectadores, y avanzar dentro de ellos, con una simple mirada, ardiente y dolorosamente hasta marcar sus corazones con una sonrisa lupina, cruel y sádica impropia de un ser tan joven.

La oscuridad que rodeaba al bebé como so fuera un pedestal para el pequeño empezó a agrietarse cuando cayeron del cielo luces doradas, como balas determinadas a encontrar la muerte. Pero el niño no dejaba de sonreír hasta que una de las luces cegó toda imagen y a los dueños de pieles poetas les rodeó la calma de la nada y la desesperación de la nada. Solos, el uno con el otro, en un completo vacío que bien podría haber durado una eternidad como un suspiro antes de que una puerta se mostrara frente a ellos.

Y al poner sus dedos en el pomo, el símbolo del infinito se dibujó en rojo sobre la madera de la entrada a un mundo, y la salida de otro, cada cual más loco, cada cual más cuerdo.

A la lejanía pudieron escuchar las campanadas de un reloj dar las doce, y con la última de ellas, sus cuerpos se enfriaron y sus ojos se abrieron.

Notas de juego

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15/02/2016, 04:59
Austin Garret-Jolley

En el momento en que mis ojos se abren lo hacen con una exhalación. Me encuentro aún boca abajo, como si no me hubiera movido en toda la noche. Sin embargo mi mano, probablemente agotada, se ha refugiado de la espalda de Nicole quedando sobre la cama, a su lado, rozándola sólo con los dedos.

Tardo varios segundos en ubicarme. Algunas imágenes aún están grabadas en mis retinas y siento mi boca seca. Las luciérnagas y las balas se mezclan, y esa serpiente negra y plateada aún parece enroscada en mis pestañas. Aunque incluso el ofidio es más reconfortante que esa sonrisa afilada. Uno de sus extremos clavado en mi vientre, el otro en mi pecho. Sé que estoy en una cama que es la mía y no lo es, y que lo sea o no lo sea es de Nicole, y sin embargo sólo puedo desear estar en otra que suponga un refugio. Pienso en Rachel, y el sol del nuevo día me arroja la respuesta de que no voy a poder refugiarme bajo sus mantas. Entonces emito un suspiro.

Tiene remedio. Los hilos plateados de mi pensamiento rodean y estrangulan esa serpiente y ese bebé al decidir no volver más sobre ellos, y aunque mi esófago aún sigue cerrado por los ecos de ese sueño decido mirar hacia adelante, hacia una piel que un rato antes era más mía que suya.

Mi propio cuerpo está pegajoso por todo lo de anoche, y sólo cuando termino de asumir dónde estoy y lo que tengo delante empiezo a respirar más tranquilo.

—Buenos días —la saludo en un susurro casi inaudible, menos que un hilo de voz. Luego me tomo mi tiempo, buceando en sus ojos en caso de encontrarlos abiertos, queriendo saber en qué punto nos encontramos. Y tiro un poco más de esa hebra fina que es mi voz ahora mismo para murmurar algo más—. Creo que estabas en mi sueño.

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15/02/2016, 05:25
Nicole Nazar

Me despierto con la piel aterida por el frío y mientras mi mente todavía está tratando de procesar las últimas imágenes de un sueño, extiendo mi mano para alcanzar a tientas el edredón y extenderlo, aún con los ojos cerrados. Suspiro al refugiarme en su calor y apoyo la cabeza de nuevo sobre la almohada. 

La noto pesada, pequeñas punzadas en mis sienes protestan por el exceso de vino y un quedo gemido sale de mi garganta. No quiero despertarme todavía. Quiero saber qué hay detrás de esa puerta. Aprieto los párpados, negándome a permitir que la luz que se tamiza por la cortina penetre en mi mente, intentando obligarme a dormir de nuevo. Me repito a mí misma esa última imagen mientras las anteriores empiezan a desdibujarse y mezclarse unas con otras. Pero la puerta... Imagino la puerta y respiro profundamente, intentando forzar a mi cerebro a dormir y seguir hasta saciar mi curiosidad.

Cuando escucho su voz cerca de mí, en la cama, abandono esa idea y sonrío suavemente. Flashes de la noche pasada acuden a mi mente y termino por abrir los ojos, despacio, para encontrarme con los de Austin directamente. Amplío mi sonrisa al recorrer su rostro y me estiro, desperezándome como un gato. 

—Buenos días —respondo en un susurro, haciendo memoria y reconstruyendo a duras penas casi todo lo sucedido. Finalmente la sonrisa se convierte en una risita cómplice—. Vaya viaje, joder. 

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15/02/2016, 05:46
Austin Garret-Jolley

Agradezco el momento en que Nicole extiende ese edredón sobre nosotros. Lo cierto es que ni siquiera era consciente del frío que tenía hasta ahora, ya tapados y a cobijo. Aunque es imposible no preguntarme cuánto de ese frío no será por lo que acabo de vivir y no vivir al mismo tiempo.

Al ver su sonrisa extenderse lo mismo hace la mía, y cuando la suya se convierte en risa la mía se vuelve un poco más cómplice. Sin embargo me apena un poco su siguiente comentario, ese que quiero desentender para no pensar que echa la culpa de todo al vino y a la maría.

Por un momento me planteo bromear diciéndole que en realidad los coulants eran inocuos, sólo por ver su reacción. Que todo había sido un placebo. Sin embargo esa idea muere antes de terminar de formarse del todo y simplemente emito un nuevo suspiro, cansado.

—Ha estado bien —enuncio sin alzar más la voz que antes ni aclarar si me refiero al viaje o a lo sucedido con nuestros cuerpos. Luego mi sonrisa se amplía mientras me corrijo—. Ha estado de puta madre.

Después de eso trato de moverme un poco, sintiendo todos los músculos agarrotados.

—Joder —murmuro, entrecerrando los ojos, antes de bromear—. Creo que me hago viejo para esto —miento sin disimulo. La verdad es que viviría para esto.

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15/02/2016, 06:00
Nicole Nazar

—Sí que lo ha estado —confirmo, mostrando mi acuerdo.

Paso un brazo por debajo de la almohada y lo doblo para elevar la cabeza y apoyarla en mi mano, cada vez más sonriente.  —Ha sido una noche cojonuda. —Siento mis músculos relajados y lánguidos. Normalmente me levanto con bastante energía, pero hoy... Hoy tengo ganas de pasarme todo el día tirada. 

—Pero... Ahora es de día. Necesito urgentemente una ducha y un motrin —respondo, de buen humor—, o en orden inverso, no estoy segura. Después de eso a lo mejor vuelvo a ser una persona.

Estiro la mano para colocarle el cabello con la confianza que me da estar en mi cama y después suspiro, añadiendo algo más a la lista con el mismo tono que ha usado él.

—Y un café bien cargado. ¿Quieres uno? —ofrezco finalmente, sin llegar a moverme todavía—. Eso es superfrancés.

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15/02/2016, 06:14
Austin Garret-Jolley

Al escuchar cómo me da la razón dos veces consecutivas dejo fluir una vez más mi sonrisa y poco a poco me giro, quedando boca arriba. La verdad es que mis ganas de levantarme son pocas, o nulas.

Vuelvo a entrecerrar los ojos al mirarla de nuevo, dejando fluir mi lengua con lo primero que se me viene a la cabeza.

—Sólo es de día si dejamos las persianas abiertas —le digo casi como protesta. Sin embargo un instante después mi mente vuela de nuevo hacia la idea de la ducha, y lo adecuado que sería resolver ese asunto juntos. No es un pensamiento lascivo, ni mucho menos, sino una extensión de lo bien que se está aquí y ahora—. ¿Sabes que el mejor remedio para la resaca es el sexo? —pregunto antes de tomar aire y sonreír con sus últimas palabras. Su mano en mi pelo me hace cierta gracia, como si fuera una reminiscencia de lo de la noche anterior. Y por un momento me dejo tocar sin llegar a hacer lo mismo.

—Vamos a hacer una cosa —propongo—. Dime dónde tienes el motrin y yo me encargo de eso y del café —le digo—. No hay nada más francés que que te lo traigan a la cama.

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15/02/2016, 06:28
Nicole Nazar

Su primer susurro atrae mi mirada hacia la persiana. Normalmente duermo con ella cerrada pero anoche... Como para acordarme de eso. 

—Si te molesta el día podemos dejarlo fuera —murmuro en voz baja, con cierta complicidad. Y al escuchar sus siguientes palabras no puedo evitarlo y suelto una carcajada. 

—Había oído el remedio de la cerveza, pero este no me lo sabía —respondo bromeando a lo que he dado por hecho que es una broma—. A lo mejor no es mala idea.

Después sonrío con su ofrecimiento, pero al mismo tiempo niego con la cabeza. 

Ah, non! —exclamo con naturalidad—. Tu es l'invité du ce coin français. El invitado de Francia eres tú —explico, sin llegar a traducir exactamente lo anterior—. Así que te toca desayunar en la cama —añado, estirando un dedo para darle un pequeño toque en la nariz—. Aunque no tengo croissants, pero puedo hacer unas tostadas con mermelada... ¿Cómo te gusta el café? —pregunto finalmente, agarrando el borde del edredón y dispuesta a levantarme.

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15/02/2016, 06:47
Austin Garret-Jolley

Ante su primera oferta, la de dejar el día fuera, no puedo sino llevarme una mano a la frente y asentir.

—Sí, por favor —murmuro. Luego, con sus siguientes palabras me coloco de lado, apoyando la mano en la cabeza.

—El de la cerveza es una mierda —comento, recuperando mi voz poco a poco—. Sólo te ayuda a pasar el síndrome de abstinencia por el alcohol. Pero si reúnes fuerzas un buen polvo... —enuncio antes de asentir—. Mano de santo.

Después de eso la observo hablar francés y río con su naturalidad al hacerlo. Después de la noche que hemos pasado mi humor es inmejorable, y cuando me repite en cristiano lo que acaba de decir no puedo sino encogerme de hombros, aceptando.

—Con sólo un poco de leche —le digo antes de entrecerrar los ojos una vez más—. Porque no tendrás chocolate, ¿verdad?

Dichas esas palabras miro a mi alrededor. Parece que el día está empeñado en llegar, me guste o no. Hoy me quedaría en esta cama como mínimo otro par de horas, pero hacerlo solo no tiene demasiado sentido.

—¿A los invitados de Francia se les permite ir al baño? —pregunto como si realmente tuviese esa duda—. ¿O cuando se habla de invitados es más bien un secuestro político?