Partida Rol por web

Base aérea de Penzing, Baviera. 02:15h – Despegue de dos cazas Messerschmitt BF109

La noche era clara, punteada de estrellas frías que parpadeaban sobre el Graf Zeppelin, mientras este planeaba majestuoso sobre la oscura silueta de los bosques bávaros. Todo parecía calmo, salvo por el leve zumbido de los motores y el murmullo de los pocos que aún no dormían a bordo.

Pero la calma era un engaño.

En el interior de una de las cabinas, Robert Halton, Leó Szilárd y Tamás vigilaban el cuerpo maniatado del agente alemán, que, pese a su aparente derrota, sonreía tras su mordaza. Una sonrisa que no auguraba victoria alguna.

Y entonces, en la lejanía, se oyó un sonido nuevo: el rugido cortante de motores de avión, veloces y agresivos, acercándose como una tormenta de acero.

Dos cazas Messerschmitt BF109 surgieron de las sombras de la noche, planeando en círculo alrededor del dirigible como depredadores. A bordo, algunos pasajeros se despertaron, alarmados por el extraño sonido. El oficial de guardia apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando las primeras ráfagas de ametralladora silbaron cerca del fuselaje, perforando la lona como cuchillas invisibles.

En la cabina, el agente alemán amordazado comenzó a reír, una carcajada amortiguada, ahogada pero inconfundible, una risa de triunfo absoluto. Había cumplido su misión.

Robert miró a Leó, a Tamás, a la cabina entera como si buscara una salida imposible. La traición había sido demasiado profunda.

Leó Szilárd, con el rostro pálido pero decidido, entendió lo que debía hacer. No permitiría que su creación cayera en manos enemigas. Con manos temblorosas pero decididas, sacó el pequeño artefacto, el prototipo nuclear que había custodiado con tanto esmero durante el viaje.

Una decisión final, sin palabras.

Una pequeña manipulación, un giro de llave interna, una secuencia iniciada. El último recurso.

Y entonces ocurrió.

Un destello que sobrepasó la noche misma.

Durante un instante eterno, el cielo se encendió con la furia de mil soles. Un resplandor blanco y abrasador barrió el dirigible, los cazas, el aire mismo. No hubo tiempo para gritar, para correr, ni siquiera para pensar. Solo una inmensidad cegadora, pura, absoluta.

Desde el suelo, en la lejanía, campesinos y guardias vieron cómo una segunda aurora iluminaba la madrugada, sin comprender jamás qué habían presenciado.

El Graf Zeppelin dejó de existir, consumido junto a sus atacantes en la primera explosión nuclear de la historia, un secreto sellado en fuego, silenciado para siempre en el cielo estrellado de Europa.

Nada sobrevivió. Ningún informe, ningún testimonio. Solo el vacío... y el amanecer que se alzaba sobre un mundo irrevocablemente cambiado.

Así terminó el último vuelo del Graf Zeppelin.
Así comenzó, en las sombras, la era atómica.

FIN

Con un último acto, extraigo del interior del maletín el artefacto que hará que nos desvanezcamos para siempre. Con la mirada perdida, avanzo hacia mi preocupado hijo, que no hace sino mirar y escuchar alertado el vaiven de los cazas alemanes.

-¿Papá, qué vamos a hacer ahora?...

-Lo has hecho bien Tàmas. Siempre he estado orgulloso de ti.

Con lágrimas en los ojos, le doy un último abrazo de despedida a mi hijo. Mientras tanto, le envuelvo con mis brazos en un último acto de despedida, ocultando mis lágrimas tras su cara acciono el último elemento del artefacto a su espalda.

Sin sentir nada más que un sentimiento de afecto, con mi último pensamiento mi conciencia y la de mi hijo se desvanecen en la eternidad, con nuestro reencuentro como último recuerdo.

Remitente:

Leo Szilard
 Andrássy út 62
 Budapest VI. kerület
 Reino de Hungría

Febrero de 1936.

Destinatario:

Prof. James Chadwick
 17 Adams Road
 Cambridge
 Cambridgeshire
 United Kingdom

(Hoja arrancada y doblada en el interior de una carta).

Diario de Leo Szilard, 12 de Octubre de 1934.

Esta mañana, Tàmas ha vuelto de una pelea. Pese a que le he prohibido volver por esa zona, sigue empeñado en continuar en la militancia.  No es la primera vez que se mete en líos con los de la “Cruz Flechada”, y temo que no será la última.  La ciudad que nos vio nacer nos odia, he visto su verdadero rostro, y no es el de una madre patria consternada por sus hijos. En sus calles, en sus colegios, en sus universidades y oficinas, el clima está cambiando. “Un fantasma recorre Europa”, pero no parece el fantasma que Marx preconizaba. Mas bien, es un viejo conocido de “nuestro pueblo”, si es que he de definirme como alguien ajeno al país en el que me crié. 

Veo el resentimiento y la incertidumbre en los ojos de aquellos a quienes tomé por mis vecinos y paisanos. A cada día que pasa, crece una hostilidad abierta que mucha gente de mi comunidad parece no querer ver. Temo que como la rana que se cuece a fuego lento, no se estén dando cuenta porque han interiorizado ya esa hostilidad como algo natural a su condición histórica.

Pero yo no pienso quedarme esperando a que el fuego lento nos acabe por consumir, mientras nuestro gobierno se aproxima al aborrecible régimen alemán.

Hace un año que acabé de disponer todo cuanto necesitaba y tomé la precaución de guardar los debidos documentos en una caja de seguridad personal del banco.  No he querido comunicar hasta la fecha que todos los diagramas, formulaciones y anotaciones ya se encuentran presentes en suelo británico, por consideraciones de índole personal. El futuro de mi hijo depende de que nos garanticen el debido salvoconducto. Solo en tierras extranjeras encontraremos la paz.  Si el destinatario recibe esta carta, sepa que mi indecisión se ha debido ha numerosas consideraciones de índole moral, humana y personales. No es sencillo para cualquiera que juzgue las cosas desde un criterio moral, otorgar a un gobierno extranjero un potencial destructivo sin precedentes en la historia humana. Pero tras reflexionar largo y tendido sobre la cuestión, se de buena fuente que no somos los únicos en dedicar nuestros esfuerzos a las mismas elucubraciones científicas.

(nota separada)

A la atención de James Chadwick Marcial, se que no hemos tenido el placer de coincidir en Cambridge a menudo, pero es usted una de las personas que necesita hacerse cargo de este proyecto, por el bien de su país y el de toda Europa. Encontrará en  la presente nota la dirección de una caja de seguridad. Póngase en contacto con nuestro colega el doctor Patrick Blackett, se que se conocen. Él tiene la otra parte de clave y la dirección para acceder a la caja del banco.

E = √ p² c²