Justo cuando iba auxiliar a la niña se dio cuenta de la granada, freno en seco y fue consciente de los gritos de sus compañeros que obviamente lo habían visto también o al menos, lo habían intuido.
Espero comiéndose las uñas a que la trampa fuera desactivada, ansioso por atenderla.
-Hay que ser hijos de puta para hacer esto-musito.
Después la hizo un breve chequeo médico y procedió a curar lo que pudo.
-Tranquila bonita, ya paso todo. Ahora estas entre amigos-siguió hablando en voz baja y tranquilizadora.
Pero el problema de la muchacha era el frio, claramente. Hans estuvo al quite y le presto parte de su ropa.
-Oh, mi héroe…-dijo en tono burlón en un aparte. Aunque le dio un apretón para agradecérselo.
-Que viaje en la cabina, estará resguardada de lo peor del frio. Si todos los damos algo, además de la gentileza del capitán, llegara medio bien.
Ayudo a acomodarla.
-Ya tenemos un testigo, muy a su pesar.
Y siguió hablando con ella.
-¿Cómo te llamas bonita?. Soy Wilhelm, medico. Y estos son soldados alemanes que quieren ayudarte. Te vamos a llevar con los nuestros que te cuidaran.
Motivo: medicina
Tirada: 1d100
Dificultad: 75-
Resultado: 32 (Exito) [32]
Motivo: primeros auxilios
Tirada: 1d100
Dificultad: 70-
Resultado: 42 (Exito) [42]
En cuanto Wilhelm se arrodilló junto a la joven liberada, toda ligereza se desvaneció. Hans apenas necesitó ver los hombros huesudos temblando bajo el leve abrigo de la manta térmica para tomar una decisión. Señaló a Fritz para que cubriera su zona, apoyó su subfusil contra un tronco y se quitó su abrigo de campaña, dejando escapar el vapor de su aliento como una nube breve y firme.
—Vístela en cuanto puedas. Esta niña tiene que estar helada — murmuró, dejando el abrigo junto al médico y dándole un gesto rápido de asentimiento antes de retomar su posición con los demás.
Wilhelm, aún de rodillas, con manos hábiles pero expresión sombría, realizaba un reconocimiento básico. La linterna revelaba los hematomas violáceos que asomaban bajo los restos de piel quemada por el frío. Cuando retiró con cuidado un mechón congelado del rostro de la chica, observó una hinchazón en el pómulo, marcas en los muslos, rojeces y heridas que no dejaban lugar a dudas.
—Hijos de puta… — murmuró, con la mandíbula apretada. En voz más baja, mientras cubría a la joven con la prenda de Hans —: Tranquila, bonita, ya pasó todo. Ahora estás entre amigos.
Le habló con una calidez real, casi paternal. Mientras la ayudaba a sentarse, todavía débil, ella apoyó la frente contra su pecho, murmurando algo que nadie comprendió del todo.
Entonces, como un trueno entre la nieve, rompió el aire una voz áspera, masculina, gritando en francés desde el bosque:
—Ces fils de pute ont désamorcé la surprise de Marengo! Venez ici, salopes!
La frase cayó como una cuchillada en el claro. Todos los soldados, por instinto, se movieron, con las armas listas. Al instante, otro sonido se alzó en la oscuridad: un silbido agudo, largo, un canto de muerte que parecía multiplicarse entre los árboles. El eco viajaba en espiral, como si no fuera uno, sino varios. Imposible ubicar su origen exacto. Era como si el bosque entero silbara al unísono, con una inteligencia siniestra.
Las figuras de los árboles se curvaban bajo la luz de las linternas. Sombras fugaces, como ramas que no deberían moverse, parecían agitarse en los límites de la visión.
El calor de la humanidad intentando preservar una vida inocente contrastaba con la oscuridad viva y expectante que crecía más allá del círculo de luz. Sabían que no estaban solos.
Sabían que la cacería había comenzado.
Las tiradas de medicina de Wilhelm sirven para darse cuenta que la chica posiblemente haya sido violada... varias veces. COn primeros auxilios para calmarla, estabilizarla y evitar que entre en shock por la hipotermia... está fuera de peligro inmediato, muy bien.
Y ahora... no estáis solos.
El frío le calaba los huesos, pero Klaus apenas lo sentía. Demasiada adrenalina embotaba las sensaciones corporales.
La situación parecía estabilizada y sin peligro con lo que intentó volver a contactar por radio; en definitiva, ésta era su función. Se colgó el subfusil al hombro y sacó la emisora. Tenía los dedos entumecidos sobre los diales de la radio, intentando encontrar algo más que estática en aquel infierno de nieve y silencio.
La voz en francés irrumpió como un trueno:
— Ces fils de pute ont désamorcé la surprise de Marengo! Venez ici, salopes!
Un latigazo de tensión atravesó su espalda. El instinto militar le hizo alzar la cabeza como un resorte, pero no fue el grito lo que más le inquietó. Fue el silencio posterior. Una quietud demasiado medida… rota por el silbido.
Ese maldito silbido.
Primero uno, luego otro, y otro más… agudos, largos, casi animales, pero con algo más. Como si el bosque hablara, como si el viento mismo tuviera una voluntad. La radio en su pecho vibraba con una energía extraña, como si la estática no viniera de interferencias humanas, sino de algo que no entendía. Algo que ni debería tener frecuencia.
—Interferencia completa, como siempre… —susurró frustrado.
Hans, como siempre, dando órdenes con una firmeza que parecía invulnerable. A veces Klaus envidiaba esa seguridad. Él solo quería hacer su trabajo y no morir con el equipo de radio al cuello.
Volvió la vista hacia la joven. Su aliento apenas se dibujaba aunque las atenciones médicas parecían revertir su situación. Klaus se había envuelto el brazo con su capa para cubrir aquel cuerpo desnudo pero se la volvió a echar encima con un gesto automático; sus compañeros habían tenido la misma idea y se le habían adelantado.
El silbido seguía. Aumentaba.
Y entonces, lo vio. Sombras, más sombras inverosímiles en el bosque. ¿Era real o fruto de una incipiente hipotermia? Se frotó los ojos y luego los brazos en un intento de recuperar calor. No podía ser. ¿Estaba alucinando?
Klaus volvió a la radio, manos firmes pese al temblor interno. Los diales seguían sin respuesta. Ningún canal, ninguna señal.
Nada.
— Esta cosa no sirve —masculló—
Quiso lanzarla contra el suelo, pero se detuvo.
Klaus sintió que la sangre le bajaba al estómago. Sujetó su radio como un talismán, como si eso pudiera alejar lo que se avecinaba. Se giró hacia Hans, esperando la orden definitiva.
No estaban en una operación militar; estaban en una cacería y ellos no eran los cazadores: eran la presa.
Agachado, mantengo el rostro inexpresivo. Aunque no lo admitía abiertamente, y aunque fuera una trampa algo tosca, era la primera vez que enfrentaba una situación similar. Esto ya no era el campo de tiro ni los talleres del cuartel. Tras coger aquel explosivo entre mis manos, me cercioro de las diferencias con respecto al material con el que estoy acostumbrado a trabajar.
Su forma era algo distinta, pero no creo que me resulte difícil de emplear, ya que había identificado previamente su mecanismo de acción antes de desatarlo.
Inclinado con una rodilla al suelo, agradezco las palabras del capitán. Mientras veo como él y Wilhelm ponen a la muchacha a salvo.
Al menos, ahora, podríamos volver habiendo sacado algo positivo de todo esto... pienso aliviado por un momento.
Ya veía el momento de largarnos de allí mientras decidía que hacer con aquel explosivo. Ciertamente, podría guardarmelo en el cinturon del uniforme junto al resto. Al menos, ahora que sabía como no accionarlo podría guardarmelo a buen recaudo.
En ese instante, una voz a lo lejos se oye claramente. Parecía que decía algo en francés, pero la falta de nitidez del sonido unido al hecho de que bramaba algo que podía ser un insulto en francés me impide saber lo que dice.
Instintivamente, agarro el subfusil con firmeza. Todavía agachado, avanzo inclinado hacia la parte frontal del arbol (del lado opuesto hacia donde silba el enemigo, donde estaba atada la chica). El coro que seguía a aquella exclamación se parecía a una cacofonía burlona. Pero en aquellas circunstancias, resultaba más amedrentador que alegre.
El primero en hablar es el cabo Klaus, que intenta reanudar las comunicaciones sin éxito con la Werchmacht.
¡Deje eso Klaus!, susurro con un tono molesto. Le hago gestos con la mano señalando hacia su arma.
tenemos al enemigo encima, maldita sea. Pienso reactivo e intentando no mostrar la sorpresa de aquel silbido. Todo estaba orquestado desde el principio. Me sitúo detrás del árbol del que hemos desatado a la muchacha buscando la cobertura más próxima, mientras hago gestos hacia el resto. Desde mi posición, cubro a Hans y Wilhelm mientras están acabando de atender a la muchacha.
Ahora teníamos a una civil a nuestro cargo...
Miro alternativamente hacia la dirección del oruga unos metros atrás y hacia Hans que se encuentra justo a mi lado.
¿Nos replegamos?. Digo señalando hacia atrás. Ciertamente, Wilhelm o el capitán podrían llevar a la chica a cuestas tal y como habíamos ensayado con nuestros compañeros. Cargar con una joven ligera sería más sencillo que con un compañero herido.
Mientras espero respuesta, aguardo un momento antes de recibir la orden. En caso de retroceder, yo permanecería en posición de "vanguardia" frente al enemigo, dando cobertura a Wilhelm y la chica.
Ya no estábamos en una maniobra. Hoy, nuestro uniforme de la Leibstandarte significaba algo más que una engalanada prenda con la que exhibir nuestra soberbia. Este era el día que marcaba nuestro antes y después como soldados. En el lúgubre claro de un bosque de malamuerte en la frontera renana.
Motivo: Escuchar
Tirada: 1d100
Dificultad: 20-
Resultado: 39 (Fracaso) [39]
Depravado. Sádico. Cruel. Teatral… pero sobre todas las cosas, despreciable. Te responderé en francés para que me entiendas cuando te esté arrancando la lengua y lo último que veas en este mundo sea mi cara sonriente…
Hans no se molestó en contestar a las provocaciones o los insultos de aquel… no encontró calificativo suficiente para aquel penoso remedo de ser humano. No se había tomado muy en serio las teorías biológicas y raciales del partido, pero estas horribles acciones (a sus camaradas de la Wehrmacht, a aquella pobre niña indefensa) retrataban a alguien así como una basura, un desecho. Alguien que merecía una muerte dolorosa. Untermensch.
—Sí, Otto, nos replegamos. Pero por secciones y despacio. — el capitán echo un vistazo hacia la zona de la que habían salido los silbidos y las voces. Señaló al Doktor —Wilhelm; Klaus y tú llevaos a la chica hacia el vehículo. Tranquilos y sin perder la cara al enemigo. Nada de correr. Otto, Fritz y yo os iremos guardando las espaldas mientras tanto. Nosotros tres retrocederemos después. Si deciden atacarnos, les serviremos una buena ración de plomo como bienvenida. Que no se diga que Alemania no es hospitalaria. — Hans echó un vistazo hacia el coche, con curiosidad —Espero que la posición de Erich sea buena. Si deciden seguirnos, tendrá buenos blancos. ¡En marcha, caballeros!
Motivo: Descubrir
Tirada: 1d100
Dificultad: 30-
Resultado: 97 (Fracaso) [97]
Motivo: Escuchar
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 94 (Fracaso) [94]
¡Estoy ciego! ¡Y quizá sordo! En fin, ¿quieres vivir para siempre?
La alegría por lograr sacar a la joven de aquella trampa duró poco y del bosque surgió una voz que bramaba en francés:
—Ces fils de pute ont désamorcé la surprise de Marengo! Venez ici, salopes!
Fritz intentó comprender lo que dijeron aquellos malnacidos, de algo debía servir su conocimiento del francés así que prestó atención a lo que parecían poco más que improperios para ver si podía discernir algo pero entre la tensión del momento y la gélida brisa que ululaba sin parar se le hizo imposible comprender lo que esos cabrones querían decir.
El enemigo al fin había hecho acto de presencia aunque había que reconocer que no escasearon señales de su actividad en aquel maldito bosque renano. Fritz oyó la orden del capitán y apretó la mandíbula consciente del peligro. El conductor se dispuso a cubrir la retirada del grupo que cargaba con la muchacha con su subfusil a mano, estaba atento ante la presencia de aquellos perros franceses.
Habían caído de lleno en la trampa pero ¿Acaso tenían elección? Dejar a la muchacha a su suerte no era una opción, no para ellos: un comando que había arriesgado su vida por aquella chica y cuyo final era aún incierto pues aún no habían salido del bosque, del frío y todavía estaban a tiro de esos animales.
Aquella tensión que hacía palpitar el pecho debajo del abrigo no había acabado, no aún, aunque Fritz deseaba que acabara de una maldita vez. Aguzó sus sentidos e intentó ver u oír cualquier cosa que le permitiera determinar la posición del enemigo.
Motivo: Entender Francés
Tirada: 1d100
Dificultad: 25-
Resultado: 35 (Fracaso) [35]
Motivo: Escuchar
Tirada: 1d100
Dificultad: 30-
Resultado: 2 (Exito) [2]
Como sí he tenido éxito en escuchar espero al máster para saber o narrar qué escucho exactamente. En fin, a ver como va todo esto.
Me pongo al día comentando vuestras intervenciones y acciones.
Klaus: —Interferencia completa, como siempre… —susurró frustrado.
Efectivamente. Lo bueno es que tenéis localizada la fuente de la interferencia pero la aparición de "los espectros" no os ha permitido investigar más y mejor... es algo que queda pendiente, aunque como alternativa también comentasteis y hablasteis de la estación de telégrafos, que puede ser una opción.
Otto: Mientras espero respuesta, aguardo un momento antes de recibir la orden. En caso de retroceder, yo permanecería en posición de "vanguardia" frente al enemigo, dando cobertura a Wilhelm y la chica.
Hans: —Sí, Otto, nos replegamos. Pero por secciones y despacio. — el capitán echo un vistazo hacia la zona de la que habían salido los silbidos y las voces. Señaló al Doktor —Wilhelm; Klaus y tú llevaos a la chica hacia el vehículo. Tranquilos y sin perder la cara al enemigo. Nada de correr. Otto, Fritz y yo os iremos guardando las espaldas mientras tanto. Nosotros tres retrocederemos después. Si deciden atacarnos, les serviremos una buena ración de plomo como bienvenida.
Entendido, Otto junto a Hans y Fritz cubren la retirada dando cobertura a Wilhelm que entendemos que al ayudar a la chica va a la misma altura que Klaus que también la ayuda y la sostiene/acompaña hacia el vehículo... vosotros tres sois los que s estáis poniendo en una de las situaciones más comprometidas en caso de acción.
Por otro lado, Hans saca una pifia en descubrir y no la saca por muy poco en escuchar... interpretaré en un post aparte su "aporte". Lo mismo para Fritz, has sacado un crítico en Escuchar, escribo algo solo para ti también.
En cuanto a lo que dicen los tipos del bosque, si, son improperios en francés, alguno tirando pasaría la tirada y lo podría decir, pero básicamente lo que dicen es: "¡Los hijos de puta han desmontado la sorpresa de Marengo! ¡Venid aquí, hijos de perraaaa!"
El eco de la amenaza retumba entre las ramas cubiertas de nieve como si el bosque mismo conspirara con el enemigo. Un silbido gutural, largo e inhumano le sigue, reverberando por todo el claro, multiplicándose por la niebla y la arboleda espesa, como si viniera desde todas partes… o ninguna.
Fritz, con el oído fino de un sabueso entrenado, se queda inmóvil, ignorando la confusión de Hans. Cierra los ojos un segundo, aislando el caos. El silbido. El crujido de la nieve. Los ecos.
Y entonces lo percibe: unos pasos veloces, pero calculados, desplazándose entre la maleza, hacia su flanco derecho, muy bajos, casi pegados al suelo. No parecen correr… se están acercando reptando, en formación de caza, rodeándolos. Fritz distingue al menos tres figuras.
Y uno de ellos… tiene una voz. Grave, clara. Susurra algo entre dientes en francés, apenas audible pero con tono de mando. Ese debe ser Marengo.
Esto tiene repercusión con las pifias de Hans, porque tu estás seguro que os están flanqueando por la DERECHA pero Hans por su pifia va a pensar que os flanquean por la IZQUIERDA... quizás deberías advertir a todos.
Hans, con el corazón todavía en alerta tras entregar su abrigo, gira bruscamente intentando localizar la fuente del grito. Se adelanta unos pasos, los ojos entrecerrados, buscando entre la bruma y la nevada que cae más densa. Pero algo no cuadra.
En su ansiedad por anticiparse al enemigo, confunde la sombra de un árbol combado por el peso de la nieve con una silueta humana. De inmediato apunta y dispara, el eco de los disparos retumba por todo el bosque. La ráfaga no solo revela vuestra posición exacta (si es que no la sabían ya), sino que además provoca una mini-avalancha de nieve de una rama cercana, que cae sobre la zona espolvoreada impidiendo la visión de ese flanco momentáneamente.
—¡Allí! ¡Disparad! — grita Hans con certeza falsa — ¡Están flanqueando por la izquierda!
Los demás, por un momento, dudan si obedecer la voz del oficial…
Esto va a provocar cierto "evento" para el que hago ahora aparte unas tiradas que me guardo por si acaso.
Motivo: Balas gastadas Hans
Tirada: 1d6
Resultado: 4(+2)=6 [4]
Ni que decir tiene, que como jugadores sabéis que esto se debe a una pifia de Hans, pero como personajes lo que veis es que vuestro oficial al mando acaba de dar una orden de disparar hacia la izquierda en donde ha señalado y disparado... gastando 6 balas en la ráfaga.
Yo, además, lo que ME ESPERARÍA a ver si FRITZ tiene algo que decir sobre esto.
El estampido de los disparos de Hans aún resonaba como un eco apagado en el bosque nevado, cuando una ráfaga helada pareció arrastrar consigo algo más que viento. El aire se volvió denso, casi líquido… como si la misma atmósfera se tensara de terror.
Otto, que se había girado instintivamente por el erróneo aviso de su oficial, levantaba el subfusil a la altura del pecho, buscando un blanco que no existía… cuando de pronto, un zumbido seco y mortal cruzó el aire a escasos centímetros de su mejilla.
—¡Clang!
Un objeto afilado se clavó con fuerza brutal en el tronco a su izquierda, temblando aún por la fuerza del impacto. Otto retrocedió un paso, el pulso acelerado.
Miró el filo.
Era un cuchillo. No uno cualquiera.
Un viejo cuchillo de trinchera de la Primera Guerra Mundial, largo, curvo, con una empuñadura desgastada de hueso ennegrecido y una hoja ancha, marcada por el óxido… y por algo más.
Inscripciones. Apenas visibles… ¿francesas? ¿latinas? Talladas con torpeza, como grabadas por una mano temblorosa o desesperada. El mango aún vibraba… como si el objeto siguiera vivo, como si quisiera seguir matando.
Y entonces se oyó la risa.
No una risa cualquiera.
Una carcajada gutural, profunda y quebrada, que parecía salir de una garganta cercenada… o de muchas. Resonó por todo el claro: en las copas de los árboles, en las sombras entre los troncos, en el suelo mismo. Una risa sin cuerpo, sin dueño… o con demasiados.
Otto apretó la mandíbula. El corazón le retumbaba en las sienes. Estaban rodeados. No lo decía nadie, no lo dictaba ningún mapa ni orden táctica. Lo decía el viento. Lo decía el cuchillo. Lo decía esa risa macabra.
El disparo de Hans, el grito en francés, la carcajada y el cuchillo volador habían sellado la siguiente etapa del combate. El enemigo sabía exactamente dónde estaban. Era mejor huir cuanto antes.
En ese instante, en el bosque helado junto al Rin, el miedo ya no era un presentimiento. Era una certeza.
Motivo: Destreza FRITZ
Tirada: 1d100
Dificultad: 60-
Resultado: 38(-20)=18 (Exito) [38]
Motivo: Destreza HANS
Tirada: 1d100
Dificultad: 70-
Resultado: 39(+20)=59 (Exito) [39]
Motivo: Destreza HANS
Tirada: 1d100
Dificultad: 50-
Resultado: 73 (Fracaso) [73]
Motivo: Lanzar GUILLOTINE
Tirada: 1d100
Dificultad: 70-
Resultado: 80(+20)=100 (Fracaso) [80]
Vaya potra has tenido Otto... casi te comes esto
Se sobresalto ante el ataque, aunque era del todo esperable.
Agacho la cabeza a la niña y la protegió con su cuerpo mientras oteaba buscando al enemigo, y aunque fue incapaz de ver nada disparo con la pistola hacia donde había disparado Hans.
Empujo a la niña hacia la aparente seguridad que les daba el vehículo.
El cuchillo lanzado, que casi había dejado a Fritz como un acerico, todavía vibraba en el árbol a pocos centímetros de su cara.
-Extraño, arrojar cuchillos en 1936…-pensó
-¡Coged ese cuchillo!-grito-puede indicarnos algunas cosas más adelante.
Su prioridad era ahora salvar la vida de la muchacha, sus compañeros sabían defenderse muy bien. La victima era ella, aunque esperaba que los franceses también lo fueran en un futuro.
Motivo: dscubri
Tirada: 1d100
Dificultad: 20+
Resultado: 72 (Exito) [72]
Oigo los disparos en el claro, las órdenes de repliegue y la risa burlesca de un perro francés.
- Scheiße!
Se que algo no funciona, pero disparar a lo loco puede ser incluso contraproducente. Tenemos los faros del oruga, pero la densidad del bosque no logra dejar entrever demasiado. Intento escrutar con la mirilla. Quizás puedo ver algún enemigo. Si es así y el blanco está suficientemente separado de mis colegas, no dudaré en darles cobertura.
Motivo: descubrir
Tirada: 1d100
Dificultad: 60-
Resultado: 6 (Exito) [6]
Motivo: fusil
Tirada: 1d100
Dificultad: 80-
Resultado: 31 (Exito) [31]
bueeeno, parece que las tiradas no han salido tan mal
Jooooo-deeer con Erich. Luego posteo bien pero parece que has cazado a uno. Tira el daño de tu arma, 1D10
Escudriño la penumbra parcialmente alumbrada por los faros del oruga. Los sonidos de las ramas, el viento y la nieve pisada se entrelazan con los gritos de mis compañeros.
De pronto, uno de los gabachos comete un error. Eso y que, por primera vez en el día, nos sonríe la suerte. Distingo una silueta enemiga que se queda parada unos segundos mirando hacia el bosque. Creo que no se ha dado cuenta que un hilo de luz de los faros del oruga se ha escabullido entre los árboles y ha conseguido iluminarle. Un blanco muy claro.
Aguanto la respiración como mandan los cánones. Justo al exhalar aprieto el gatillo....
Motivo: daño
Tirada: 1d10
Resultado: 9 [9]
Lo he petao!
A ver que dice el master sobre los efectos del disparo. Un 9 es un disparo en la cabeza, como mínimo, no?
Un grito de dolor en la noche. pero ¿qué era un grito de dolor de un gabacho alcanzado por una bala entre los árboles comparado con lo que debió de gritar la chica?. Klaus seguía con la tarea de proteger a la niña pero atento a una posible reacción de los ahora sorprendidos franceses. ¿He dicho franceses en plural? ¿Y si solo fuera uno?. No, para hacerle esto a una chica se necesitan mas de dos manos corrompidas. Tenía que haber mas...
Intentó hundir su mirada entre la maleza desde donde se había escuchado el lamento. Tenia que haber algo mas ahi...
Motivo: Descubrir
Tirada: 1d100
Dificultad: 30-
Resultado: 46 (Fracaso) [46]
Pues no, Klaus no ve nada entre la oscuridad y la nieve... la tirada de descubrir de Erich ha sido providencial en este momento realmente... habéis descubierto para que sirve el francotirador del grupo... muerte a distancia... ahora lo narro.
Mientras la tensión escalaba como una cuerda a punto de romperse, Erich, apostado junto al semioruga, mantenía la mirada clavada en la mira telescópica de su fusil de francotirador, ajeno al caos y al error de sus compañeros que giraban sus armas en dirección contraria.
El mundo era silencio para él.
Solo el crujido de la nieve bajo las botas lejanas, el soplo del viento entre los árboles… y una sombra. Allí, entre dos troncos cubiertos de escarcha, una figura humana se movía con sigilo, agachada, envuelta en una capa raída y oscura. Se deslizaba como una alimaña, confiada en su sigilo.
Marengo.
Su rostro anguloso y demacrado apareció un instante entre los matorrales cuando asomó la cabeza para dar una orden en susurros furiosos a sus compañeros. Fue un segundo… pero bastó.
Erich contuvo el aliento. Ajustó el punto de mira con una precisión quirúrgica. Sintió la presión justa en el gatillo… y disparó.
—¡Crack!
El estampido seco del disparo rompió el aire helado como un látigo. En la mira, Erich vio cómo la bala impactaba justo sobre la sien de Marengo, haciendo que su cuerpo girara en seco como un títere al que le hubieran cortado los hilos.
Marengo cayó de lado, boca abajo en la nieve, su sangre oscura tiñendo el blanco inmaculado del suelo como un óleo violento.
Dos figuras encapuchadas gritaron con rabia y horror, sus siluetas apenas visibles a través de la niebla del bosque.
—Merde! Marengo! —¡SALAUDS! HIJOS DE PUTA! PAGARÉIS ESTO! —¡LA GUILLOTINE OS ESPERA!
La voz de uno de ellos, rasgada y chillona como el chirrido de un metal oxidado, retumbó en todas direcciones mientras ambos se daban a la fuga, desapareciendo entre los troncos como sombras perseguidas por el alba.
En el claro, los ecos de la carcajada maldita se extinguieron, como si la muerte de Marengo se hubiera llevado con él parte de su poder. El cuchillo seguía clavado en el árbol, inmóvil ahora, su siniestra vibración apagada.
Wilhelm y Klaus, con la chica en brazos, llegaron hasta el semioruga. La muchacha, aún temblando, murmuraba palabras inconexas, aferrada al abrigo de Hans como un animal herido que encuentra calor por primera vez.
Otto y Fritz retrocedieron ordenadamente, cubriendo con sus armas las sombras.
Hans, tras recomponerse del error, gruñó algo entre dientes y se giró hacia Erich, que aún tenía el ojo en la mira... un ojo brillante e implacable en la noche.
Escena jodidamente épica de Erich, pero yo no tentaría a la suerte. Los que quiera que fueran que estaban en el bosque se han retirado y vais con una civil a la que poner a salvo... ¿recuperáis el plan de volver al pueblo con ella?
Fritz había visto con su tirada que Hans estaba disparando a donde no era porque Fritz, aunque no había visto a Marengo o Guillotine que son dos de los que sabéis que estaban en el bosque, los había oído al otro flanco.
Otto, dices que postearás... todo ha sido en un abrir y cerrar de ojos en tiempo real aunque hayan sido varios posts, puedes rolearme como flipas cuando te pasa el cuchillo a un centímetro de la cabeza, como ves desde tu punto de vista la reacción de Hans y Wilhelm disparando hacia un flanco, Fritz a punto de gritarle a Hans que se estaba equivocando y como suena el disparo de Erich más apartado que acaba con Marengo...
Por que con esto... y si me narráis la vuelta al pueblo en el oruga, yo cerraría la escena en este clímax épico y prepararía la siguiente para seguir (que esta ya llevamos varias páginas).
Cabrón... me has matao al Marengo... el especialista en explosivos (y trampas bomba) de los diablos azules.
Un abrir y cerrar de ojos. Eso era un combate real. Un instante y el enemigo te abría un agujero nuevo en el cuerpo sin que tan siquiera te dieras cuenta. No logré ver ni reconocer al enemigo en aquel momento. Todo pasó demasiado deprisa y estábamos demasiado ocupados replegándonos.
Hans había gritado en una dirección errada, yo, me disponía a disparar cuando aquel sonido seco de una hoja estrellándose tras cortar el aire me sacó de mi ensimismamiento con la orden dada.
Aquel cuchillo pendía del arbol, bibrando todavía por el impacto. Yo, tan solo me giré buscando en la dirección de la que este venía al lanzador, dejando caer mi cuerpo hacia adelante intentando ser un blanco menos fácil. De repente, el disparo de Erich y los gritos que se sucedieron. No reconocí nada de lo que decían. Pero parecía que el disparo les había alertado o amedrentado.
Esas risas, mientras mis compañeros reaccionaban abriendo fuego y yo, tendido en el suelo sin encontrar al enemigo. Como una fantasmagoría pasajera, parecía haberse desvanecido del bosque. Mientras me reincorporo para dar cobertura a Klaus y Wilhelm, veo aquel cuchillo un instante. Haciendo caso de la indicación del Haupstumfürher Wilhelm, cojo la daga por el mango.
Tengo que sacarla con relativa fuerza, pues se encuentra clavada aún por la punta. Aquel cuchillo no era solo un arma perdida del enemigo. Aquel cuchillo era un recordatorio de mi error. Una marca de vergüenza por haber sido un blanco tan fácil para el enemigo y una señal inequívoca del sino del soldado. Nuestra mortalidad.
Sigo retrocediendo con el grupo, pero decido no abrir fuego. Solo malgastaría balas y podría darme más visibilidad. Ya habían abierto fuego mis compañeros fuego de supresión y solo supondría malgastar balas. Mientras retrocedemos con la chica, tan solo espero que alcancemos el oruga para volver a la aldea. Al menos, parece que seguimos con el plan.
Motivo: Escuchar
Tirada: 1d100
Dificultad: 20-
Resultado: 80 (Fracaso) [80]
El motor del semioruga vibraba con un ronco rugido metálico que se abría paso por el sendero nevado del bosque renano, rompiendo el silencio gélido de la noche. Fritz, al volante, con las manos firmes pese al frío que se colaba por cada rendija del vehículo, mantenía la vista al frente, los faros abriendo túneles de luz en medio del viento blanco. Su respiración salía en nubes breves y regulares, más calmadas que hace unos minutos. Había hecho su parte, y ahora su deber era llevar a los suyos de vuelta a salvo.
La chica descansaba entre mantas y el abrigo de Hans, medio consciente, con la cabeza apoyada en el hombro de Wilhelm, que no dejaba de vigilar su estado. Su rostro, pálido, mostraba algo más que frío: dolor, trauma, pero también un atisbo de alivio. El tacto cálido de las mantas, las palabras suaves del médico, la presencia firme de los soldados... poco a poco, regresaba a la vida.
Wilhelm, con los guantes manchados de sangre seca, la sujetaba con suavidad. Su expresión era tensa, pero sus movimientos medidos. Le había salvado la vida. Sabía que no sería la última alma rota que trataría en esta guerra, pero esta —esta— era una victoria. Por ahora.
Enfrente, Klaus, aún con el subfusil apoyado sobre las piernas, no podía dejar de mirar hacia la oscuridad del bosque por donde habían venido. La radio seguía muda, pero en su interior, algo distinto resonaba: orgullo. Se había ganado su lugar en el equipo, y lo sabía.
Detrás, en el estribo, Hans vigilaba la retaguardia. Su abrigo ahora cubría a la muchacha, y el frío le mordía la piel, pero no parecía afectarle. Su mirada azul atravesaba la oscuridad como cuchillas, aún bajo el eco de los gritos de aquellos franceses cobardes que habían huido tras ver caer al tal Marengo. Por fin, una pequeña venganza. Por Bruno. Por los muertos del claro.
Otto cargaba el subfusil, sentado junto a Hans. Sus ojos estaban fijos en el cuchillo antiguo que había recogido. Lo tenía envuelto, pero era como si aún sintiera su vibración maligna. Recordaba la carcajada entre los árboles. Ese bastardo sigue ahí fuera, y sabía que volvería.
Erich, en silencio, observaba a todos desde el fondo del vehículo. Había hecho lo que tenía que hacer. El disparo había sido limpio. Letal. Pero lo que había marcado la diferencia no era la puntería. Era que alguien había confiado en él. Ahora, tocaba proteger esa confianza.
Y entonces, las luces del pueblo.
A medida que el semioruga cruzaba el puente hacia Frankenberg, las sombras de las casas dieron paso a faroles encendidos. Las puertas se abrieron, los vecinos salieron al oír el motor, primero con temor... y luego con incredulidad. Los vítores no tardaron en llegar.
—¡La niña!
—¡La han salvado!
—¡Están vivos! ¡Los nuestros han vuelto!
Desde la posada, Gerhardt el tabernero alzó el brazo en alto saludando a la victoria con lágrimas en los ojos. Se agolparon aldeanos en el patio, cubiertos con mantas, pañuelos, gorros de lana. Al ver a la muchacha envuelta en el abrigo de Hans, algunos rompieron a llorar.
Fritz frenó suavemente frente a la posada. El motor murió, dejando solo el eco de los aplausos. Hans saltó del vehículo sin esperar y ayudó a Wilhelm a bajar a la joven. El aire era helado, pero el recibimiento era cálido como un abrazo.
—¡Dadle vino caliente! ¡Traed mantas! ¡Es nuestra hija, nuestra sangre!
La escuadra entera fue recibida como héroes. Por una noche, al menos, habían vencido. El enemigo seguía ahí fuera. Quedaban cosas por hacer: volver al claro, inspeccionar la estación de telégrafos, quizá seguir el rastro de los franceses más allá...
Pero esta noche… esta noche habían traído de vuelta una vida.
Y Frankenberg, por primera vez en semanas, durmió con esperanza.
Y así en pleno clímax cerramos esta escena y prepararé la siguiente para continuar allí.