Partida Rol por web

El intercambio verbal entre todos ellos dió bastantes más pistas a Daynee que las que parecían.

-Entonces lo entregó, el vial, lo entregó y...

No llegó a terminar su frase, a formular su última pregunta, la que le rondaba desde hacía un buen rato, ya que el olor a aceite ka llenó todo y la llamarada se extendió hacia el noble, ese que decía tener las respuestas. Su mano se extendió como si quisiera parar al avestita pero no llegó a tocarle, no, que fuera lo que el Pancreator quisiera, la suerte estaba echada.

El carácter volátil del avestita había sufrido más provocaciones de las necesarias y el peligroso hedor del aceite Ka ofendio el olfato de los presentes, aunque no tanto como terminaría por hacerlo con el Hazat. Si era listo además de pudiente, dispondría de uno de aquellos raros escudos provinientes del pasado y aquello le otorgaría una oportunidad. Estaba en interés de Ulrich que así fuera, pero el riesgo no valía el premio en aquel instante.

Un precavido paso atrás dado de forma inconsciente al percibir el lanzallamas en funcionamiento le hizo perder un momento de vista a Mortinus, forzándole a moverse a una posición más segura y que le permitiera vigilar sus reacciones. Todos parecían subestimarle, y, aunque en realidad sólo se tratase de un intrigante humilde, Cestmir no deseaba más sorpresas.

El olor a aceite Ka inundó la estancia. El lanzallamas del avestita escupía ese fuego purificador del que tanto hablaba su orden. El noble Hazat no tuvo tiempo a reaccionar y rápidamente se vio abrazado por las llamas que no pudo evitar.

El sacerdote Mortinus se abalanzó sobre el noble para palmearle en un vano intento de extinguir las llamas.

—¡Por el Pancreator, detenga esta locura! —gritaba mientras ayudaba al noble a aliviar el fuego.

Un instante después el otro novicio accionó también su arma. El fuego y las balas consumía la pobre vida del noble.

Nicarius contempló sin ápice de piedad la bizarra escena. Sintió un cierto grado de locura en toda aquella situación: todos mentían, nada era cierto... por lo tanto la reacción del avestita no le pareció ni siquiera fuera de lugar. Vivía la situación como un sueño.

Apuntó al noble y disparó. Después de aquello lo mejor era que el noble muriese sin poder responder al fuego purificador.

Ilias observó en silencio el cuerpo ardiente de Leandro Hazat y a Mortinus intentando apagarle, sin duda, quemándose las manos en el proceso.

Se preguntaba donde estaba ahora la arrogancia que había demostrado el noble ...

Donde estaba ahora su dinero ...

Su poder ...

... sus amenazas se esfumaban entre el oscuro humo.

... su vida se consumía como un pergamino viejo ante una simple vela.

... su voz pasaba de la contundente furia a la tenue agonía.

Inconsciente empezó a murmurar una plegaria por su alma pecadora.

-Pater, ab te precor ut separes, purifices et iungas meum salem, meum sulphur et meum argentum vivum spiritus sancti flamma in occulto pectoris mei catino.-

-Domine,mihi potum praebe vitae aeternae aquam quam Christus nobis promisit ut satiaret sitim eorum qui eum amamus.-

-Pater caelestis, tibi vitam meam dono in perpetuum. Mitte mihi spiritu septem angelos tuos ut animam meam in fide, sapientia et Christi amore corrigam.-

Pese a lo atroz de la escena Nicarius ni siquiera se planteó la posibilidad de impedir la muerte del noble. Para él aquel individuo era, al igual que todos los que se habían encontrado por el camino, un mentiroso más que sólo veía un valor pecuniario en un objeto que podría salvar miles de vidas. 

- Padre... será mejor que se aparte...- dijo mientras contemplaba sin atisbo de nerviosismo como la vida del noble se extinguía.

El sacerdote miró a Nicarius. La mirada no era cordial pero tampoco revelaba odio, más bien temor, miedo a que el siguiente en la rueda pudiera ser él.

—¿Qué queréis? ¿Cuál es el motivo de querer matar a este hombre? —dijo Mortinus mientras se apartaba del cuerpo, todavía ardiente, del noble Hazat.

Lentamente se acercó a la mesa y apoyó las manos sobre ella.

—No son esas las enseñanzas del Pancreator.

- El lo pidió - Dijo con seriedad aunque parecia burla.

- Hace mucho que el Pancreator no me escucha, padre. Lo que quiero es que ese liquido sirva para impedir las desgracias de Estigma, no que sirva para llenar los bolsillos de un rico. -

Se acercó intimidadoramente al monje.

- Pero usted estaba de su parte, ¿verdad? - Suspiró como si estuviera cansado. - Esgrime la voz del Pancerator pero en realidad no la sigue. -

Acercó su cara a la de Mortinus.

- ¿No cree que los simbiontes merezcan su atención? -

Una mirada atenta habría captado el milímetro que se enarcó la ceja del magistrado. No le sorprendía el destino que seguía el noble, que debía morir definitivamente para aligerar el peso de las monedas que pagaría la casa Hazat por sus cabezas si no sobrevivía para exigir venganza por sí mismo. Lo que realmente le inquietaba era que ambos monjes se volvieran contra uno de los suyos, enloquecidos de fanatismo e inseguridad. Y ante todo, la pérdida del último cliente conocido dispuesto a comprar el vial.

El rostro del sacerdote Mortinus se desencajó por momentos. La mirada se quedó clavada durante unos instantes en el rostro semioculto de Ilias. Intentó decir algo pero el mutismo le abordaba y, por mucho que lo intentaba, no podía dejar de mirar al avestita.

Poco después el silencio se rompió. Se escuchaban pasos de varias personas corriendo por el pasillo que desembocaba en la estancia.

- ¿La culpabilidad se te atraganta? -

Ilias miró de reojo hacia el sonido de los recién llegados y suspiró. Parecía que hoy era el día de amortizar el lanzallamas.

Con una mano empujo a Mortinus para lanzarlo al suelo, luego busco algún mueble que tumbar para usar de cobertura, cualquier cosa servia ... aunque ofreciera poca protección.

- Disparad a la puerta - Sugirió el Avestita mientras improvisaba su cobertura.

Siguiendo las órdenes del avestita Nicarius se dispuso a disparar a quien entrase por la puerta para amenazarles. A estas alturas para el joven novicio el uso de la violencia se estaba volviendo la opción habitual ¿Cuándo se había producido el cambio?

Fuera de la sala se oían voces, cada vez más cerca, tanto como para intuir unos susurros cerca del umbral de la puerta. La sombra de una figura apareció fugazmente y lanzó al interior un pequeño objeto redondo. El objeto rodó un par de vueltas y pronto empezó a emitir un denso humo que poco a poco inundaba la estancia.

Mortinus miró al grupo. Estaba muy nervioso y no supo reaccionar inmediatamente.

- Maravilloso. - fue el quedo comentario de Ulrich.

Sabía lo que seguiría a esa granada, e imaginaba las pocas oportunidades que tendrían en presencia del calcinado Hazat cuando aparecieran los soldados, por lo que con pragmatismo buscó una vía de escape con la mirada al tiempo que se abalanzaba sobre Mortinus. Confiaba en el fanatismo del avestita para ganar algo de tiempo mientras "purificaba" con aceite de Ka la entrada de la iglesia, pero no podrían contener indefinidamente a soldados bien preparados.

- ¡Mortinus! - obligó al aturdido sacerdote a mirarle a la cara - Los soldados del Hazat van a entrar disparando a matar. Necesitamos una salida de esta iglesia. ¡Ya!

Forzando al rechoncho monje a levantarse para guiarles, echó mano de la vieja arma de fuego que una vez más negociaría por su vida.

El sacerdote se encogió de hombros nervioso. Parecía que la alternativa de Cestmir no existía esta vez y la habitación cada vez estaba más llena de humo.

El olor a aceite Ka era inconfundible y aunque nadie vio el disparo del avestita el olor lo delataba.

Una voz resonó en el pasillo.

—Alto el fuego. ¡Maldita sea! Alto el fuego he dicho.

El avestita continuó fogueando hacia el pasillo ignorando las ordenes de parar el fuego, no es que fuera a hacer caso a alguien que había lanzado una bomba de humo en una habitación a la primera oportunidad.

El humo cada vez era más denso, el olor al aceite ka también, pero entre todo ese caos parecía que la joven se había quedado clavada donde había quedado, con un gesto adusto y pensativo como si estuviera encajando algunas piesas en su cabeza, tal vez porque eso era mucho más importante para ella que ese vial que parecían querer todos, o porque por fin se había dado cuenta que había algunos detalles que no cuadraban con lo que ella conocía.

Sólo cuando el humo se hizo demasiado denso para respirar salió de su ensimismamiento, para darse cuenta que estaban atrapados como ratones, sí, como ratones. Cubrió su cara con parte de la capa para intentar filtrar el denso humo y se movió, buscando su origen, buscando la manera de apartar esa maldita cosa antes de que todos se desmayaran.