Partida Rol por web

El bar de Rusty era uno más de los diminutos locales que había por doquier en el barrio de la Plaza Miller. Izzy y Ary miraban desde la acera de enfrente la puerta del local, ahora cerrado. Las nubes habían vuelto a la ciudad, de manera que la tarde era sombría, y la gente que pasaba por la calle lo hacía enfundados en sus abrigos, mirando al suelo y pensando en sus cosas. El local casi parecía tener el aire de un antiguo saloon del oeste en medio de un pueblo fantasma, con el cartel que ponía “Rusty’s” colgando de una barra de hierro oxidada, balanceándose con el viento y crujiendo como un columpio viejo.

- ¿Crees que seguirán abriéndolo para mantener un mínimo la fachada? – preguntó Amanda a Izzy al ver el cartel colgando de aquella barra oxidada que lo mismo podría ser por falta de mantenimiento como una broma al nombre del bar.

- Vamos a echar un vistazo por el callejón. Seguramente habrá una puerta de servicio para meter la bebida y las cosas del bar. Entrar por allí será más discreto. – ya sea forzando la cerradura como teletr… mejor con la cerradura. Quizás pueda detectar el uso de poderes, como cuando me vio en mis visiones.

Amanda miró a ambos lados antes de cruzar e internarse por el callejón que daría a la parte de atrás del bar.

Izzy se encogió de hombros.

— Habría preferido que el bar estuviera abierto, ciertamente, pero si finalmente se ha pirado de la ciudad, supongo que no habrá nadie para hacerlo... — Contestó. No hacía falta añadir que, si habían echado en falta a Rusty, después de los dos últimos días, probablemente estuvieran preparados para su llegada ahí. Delia, los dos matones, Kaminsky y Patel... un rastro de desapariciones que apuntaba a este lugar. Lo único que podía salvarlas era estar actuando más deprisa de lo que podrían esperar.

— Sí, vayamos por detrás — dijo. Las cerraduras eran fáciles de abrir solidificando el viento para ajustar sus bornes mientras las hacías girar y, a unas malas, en la calle había aprendido algunos trucos con ganzúas que había estudiado a nivel teórico en la academia.

Izzy y Amanda fueron hacia el callejón donde encontraron la puerta de servicio. Tras abrirse paso sin mayor dificultad entraron en el bar de Rusty, que estaba a oscuras y en silencio. Demasiado silencioso, incluso, parecía que un sitio así tuviera que estar siempre bullicioso. Ahora, solamente las sombras lo reclamaban.

La palabra "tugurio" era la primera que se les venía a la mente a las dos para describir el pequeño establecimiento dominado por una barra de madera gastada. Siguiendo las instrucciones de Rusty, encontraron el botón que en teoría abriría la entrada secreta al otro local clandestino.

Amanda sentía la necesidad de utilizar sus poderes para inspeccionar el local, era lo que habría hecho en cualquier circunstancia normal para saber a que se enfrentaban, anticiparse al peligro, pero si hacía eso sería como darle a la alarma antiincendios, porque eso llamaría la atención de Labios de Seda que era capaz de verla en sus visiones.

Avanzó en la oscuridad iluminándose lo justo con el móvil para no tropezar con ninguna mesa o silla por accidente. Allí estaba el botón, pero no solo eso, sino también la escopeta que guardaba Rusty y cerca, en una caja medio rota, cartuchos para la escopeta; cogió un puñado de cartuchos que se metió en los bolsillos de la chaqueta. Había practicado un poco con armas de fuego por insistencia de Izzy en que aprendiera a defenderse, además de las clases de defensa personal antiatracadores que su compañera expolicía le había brindado, por lo que sabía manejarla y con esas cosas no hacía falta tener mucha puntería, solo ser rápida para recargarla. Ella era muy rápida. Normalmente no pensaría en daño letal… pero estaba asustada. Labios de Seda la había asustado y hasta las ratas asustadas muerden si no les queda otra opción.

Izzy le hizo un gesto a Ary para que esperase. Había pasado años de su vida trabajando en escenas de crímenes y estaba acostumbrada a moverse por ellas sin estropear huellas. Esto no era lo mismo, pero no se diferenciaba demasiado. Si esta era la entrada que utilizaban para la guarida de Labios de Seda, quería saber qué podían esperar ahí dentro y los rastros que pudieran haber dejado al entrar les podrían dar algo de información al respecto.

Sacó una pequeña linterna y la cubrió con la mano para que su luz no se reflejase en el exterior. El estrecho haz a penas iluminaba un pequeño círculo donde enfocaba en el suelo, buscando las marcas que podía dejar la puerta oculta al deslizarse y huellas que lleven hasta allí.

Sonrió al ver cómo Ary cogía la escopeta y asintió con la cabeza. Ella misma llevaba una pistola en una funda sobaquera y un pequeño revolver en el tobillo. Aunque podría conseguir efectos similares con un golpe de viento, o acelerarse con él, nunca estaba de más prevenir.

Una vez uno sabía que había una entrada secreta, era relativamente fácil encontrarla. Inspeccionando la pared tras la barra, Izzy vio que uno de los paneles estaba montado sobre un riel, que presumiblemente haría que se desplazara lateralmente al accionar el botón.

Por suerte, Rusty no parecía muy amigo de la limpieza, así que había una buena capa de polvo y suciedad en el suelo, cosa que permitió a Izzy identificar por lo menos tres juegos de suelas diferentes. En cambio, sobre el riel apenas había polvo, lo que indicaba que el panel se había movido recientemente. También encontró alguna colilla cerca de la entrada que no parecía tener más de un día.

- Puede que no esté solo – susurró Amanda con una nota de miedo en su voz. Labios de Seda era una mala perspectiva, pero acompañado era peor todavía. Miró a Izzy, luego a la puerta. Estaba claro que Amanda esperaba que su compañera fuera delante. Algo que a la expolicía no debería sorprenderle, Amanda por muy echada pa’lante que fuera en el día a día se achantaba muy fácilmente cuando se trabajaba sobre el terreno.

Izzy asintió y levantó tres dedos de la mano para indicarle el número de huellas que había encontrado. Apagó la linterna y desenfundó su pistola, colocando la luz en paralelo al cañón del arma para poder encenderla cuando hiciera falta y apuntar a una zona iluminada, deslumbrando de paso a su objetivo.

Inspiró un momento, mirando de soslayo las botellas de licor que tenía a su lado, pero reprimiéndose. Desde luego, no era momento para beber, porque el enfrentamiento con Labios de Seda iba a requerir de toda su concentración. Comprobó sus auriculares para estar segura de que no escuchaba nada del exterior sin que fuera filtrado por el software de Ary y reproducido con una voz electrónica neutra y abrió la compuerta. Le hizo un gesto a su compañera para que la dejase abierta. Sabía que era una estupidez, porque a penas generaría algo de corriente y podría llamar la atención de cualquiera que se acercase desde allí, pero tal vez sería la única forma que tuviera de mantener contacto con el Viento.

Empezó a bajar las escaleras pensando en qué la había llevado hasta aquí. Su motivación era la misma de siempre, en realidad: proteger a la gente de esta ciudad. Si encontraban pruebas contra Labios de Seda y el poder de ese hombre no le permitía influir sobre un tribunal, prefería encerrarle de por vida. Si de alguna forma un juicio y una prisión no pudieran asegurar mantener a la Ciudad libre de alguien como él... Bueno, ya había hecho sacrificios antes y su alma o su ética podrían quedar a un lado si eso significaba librar a la gente de un peligro como ese hombre. No pudo evitar pensar por un momento en Robert y en su hija. Sí, ellos se merecían que ella pudiera dejar a un lado sus escrúpulos si hacía falta. Tal vez después podría volver a buscar refugio en una botella.

Desechó sus pensamientos y bajó otro escalón. No era momento para preocuparse de esas cosas, si aún ni siquiera habían conocido a Labios de Seda. Ahora mismo tenía que centrarse en el aquí y el ahora, y sabía que estaban en desventaja numérica con los que estuvieran allí abajo.

El panel secreto se abrió a una escalera de caracol, en la que habían colgado luces de minero en los laterales para iluminar la bajada. Izzy descendió primero, con la linterna y la pistola en paralelo en la clásica posición que te enseñaban el segundo día en la Academia de policía, para asegurarte de que iluminabas al mismo sitio al que disparabas. Algo nerviosa, Amanda siguió sus pasos con la recortada de Rusty entre las manos.

La escalera desembocaba en una puerta e Izzy comprobó que no estaba cerrada. Se abrió a un espacio que parecía un bar clandestino de los tiempos de la Ley Seca. Música de los años 20 sonaba en un viejo gramófono junto a una mesa de cocktail bien surtida de bebidas. Al fondo de la sala había un estante con armas de fuego.

El único ocupante de la sala, sentado en un sillón de cuero cerca del gramófono, era un tipo vestido con un traje de seda impecable y zapatos italianos, que Amanda identificó inmediatamente como el de su visión. Labios de Seda, finalmente. Cuando lo vieron sentado confortablemente en su sillón, como si nada, casi bajaron las armas. A pesar de tenerlo acorralado, parecía tan fresco como el whisky que se estaba tomando, el cual removía de vez en cuando haciendo tintinear el hielo. Había algo en aquella mirada que exudaba respetabilidad y confianza.

Empezó a hablar con una voz tan suave como el terciopelo, y tan directa como una bala al corazón. Y Amanda e Izzy... escucharon.

- Ah, al fin estáis aquí, queridas. Cuántas ganas tenía de conoceros en persona. Por favor, eso no será necesario.- dijo, indicando las armas.- Hablemos. ¿Una copa?

A pesar de no haber cambiado de postura ni de tono de voz, incluso a pesar del sistema de audio que filtraba la voz del mafioso, Izzy estaba convencida de que aquella pregunta la había dirigido solo a ella.

Amanda tragó saliva. Notaba la boca seca, pero negó levemente con la cabeza.

- Yo soy más de capuccino y de ver como lo preparan. – comentó con un hilo de voz observando a su alrededor. Aquellas sombras eran traicioneras, podrían esconder a alguien. Labios de Seda ya sabía que estaban allí, era tontería ocultar su presencia no usando sus capacidades sensoriales. Permitió que sus sentidos se amplificaran para buscar presencias ocultas en aquellas sombras y tras las paredes. Quería estar segura de que no habría invitados sorpresa a aquella reunión, aunque quizás más debería preocuparle que la voz de Labios de Seda pudiera pasar con tanta facilidad por encima de su sistema tecnológico para procesar su voz. ¿Cuánto tiempo más serían dueñas de sus propios actos y pensamientos? ¿Cuánto tiempo más serían capaces de acabar con aquella amenaza? ¿Serían siquiera capaces ya de hacerlo?

— No bebo mientras trabajo — le dijo al hombre, agarrando con más fuerza la pistola...

Miró a su alrededor, buscando posibles escondites y rastros de las huellas que había seguido desde la parte superior. Obviamente, Labios de Seda no iba a quedarse ahí sentado indefenso mientras dos personas armadas iban a por él, sabiendo que su primera reacción bien podría haber sido pegarle un tiro en la cabeza. Eso le hacía pensar que había más cosas que no veía, aunque siempre estaba la posibilidad de que el hombre confiase exclusivamente en su voz para defenderse.

— Parece que has estado causando muchos problemas en el barrio... ¿Trabajas realmente para los Falzoni o también has conseguido que ellos sean los que realmente trabajan para ti? — Haber pensado antes en Robert le hizo recordar algo que había dicho hace tiempo. "La princesa desaparecida". — ¿Qué hicisteis con Sandra, la peluquera? — Preguntó finalmente.

Tanto Amanda, ayudada por sus poderes de visiones, como Izzy, quien tenía ojo para estas cosas por pura experiencia profesional, no tardaron en detectar a dos matones que se escondían entre las sombras del fondo. Labios de Seda vio como miraban hacia allí y parecía que sonreía satisfecho.

- Curtis. Ray. Salid ya, ya os dije que os verían enseguida. Son chicas listas.- dijo complacido, y bebió un sorbo de su whisky.

Los dos matones salieron con cara de pocos amigos. Uno de ellos llevaba una pistola y el otro un subfusil automático, pero los dos bajaron las armas tras un gesto de su jefe.

- No os preocupéis, se portarán bien.- les dijo, refiriéndose a los dos matones como si fueran unos perros amaestrados.

- Ah, sí, Sandra. Me temo que hace días que no la veo. Podríamos decir que estaba algo enamorada de mí, ¿sabéis? Una chica idealista, lástima que le haya tocado vivir en un barrio tan difícil... No sé, quizá se haya largado de la ciudad.- dijo, con un tono de voz que decía claramente que no le importaba.- Entonces vosotras sois, ¿qué? ¿Una especie de paladines contratados por los vecinos de la Plaza Miller? Qué encantador.

- Mi turno para preguntar. ¿Qué habéis hecho con Delia? ¿Está pudriéndose en alguna celda, o en el fondo del mar con unos zapatos de cemento?

Que Labios de Seda se sintiera seguro largando a sus esbirros no la tranquilizaba. ¿Por qué se sentía tan seguro? ¿Tan confiado era?

- Los tiburones fuera del mar acaban por ahogarse. – respondió Amanda tratando de sonar ingeniosa y ocultar sus nervios – No ignores la pregunta principal de mi compañera. ¿Trabajas tú para los Falzoni o ya has conseguido que ellos trabajen para ti? – trató de centrar la conversación en los puntos importantes. Si iban a jugar a las preguntas por turnos tendrían que escoger bien sus preguntas y decidir cuanto tiempo estaban dispuestas a jugar este juego.

- Ah, entiendo. Bien hecho.- asintió, tras oír la declaración de Amanda sobre Delia. A las dos chicas les daba la sensación de estar pasando un examen.

- Efectivamente, trabajo para los Falzoni. No soy más que un humilde consigliere, el encargado de este barrio de mala muerte. Creo que subestimáis las capacidades de Alessandra Falzoni.- dijo, como si fuera imposible que alguien como él pudiera mandar sobre una persona tan importante.

- Alessandra Falzoni es más de lo que aparenta, igual que nosotros tres.- dijo con cierta complicidad.- Me temo que al meteros con los Falzoni habéis mordido más de lo que podéis tragar, pero por suerte aún no es tarde. Aún os puedo salvar el culo, y veréis que mis términos son más que razonables. Bajad ya las armas y hablemos. Quizá queráis empezar vosotras con vuestras demandas.

Izzy miró a Labios de Seda sin mover un ápice la posición de sus manos sobre su pistola.

— Nuestras demandas... — comentó. — Dudo que estéis dispuestos a cumplirlas. Ni tú ni ninguno de los Falzoni. Salvo que queráis abandonar vuestras actividades delictivas en la ciudad y entragaros a la justicia, por supuesto.

Lo que Labios de Seda había llamado "barrio de mala muerte" para ella era su hogar. Su gente. Se preocupaba por toda la ciudad, por supuesto, le venía de su trabajo como policía, pero el desprecio que este hombre mostraba hacia la gente de la plaza Miller le resultaba insultante.

- Tienes razón, dudo que los Falzoni acepten eso. Pero seguro que podemos llegar a un compromiso intermedio.- dijo, ignorando el hecho de que siguieran armadas. Por lo visto, no iba a insistir más sobre el tema.

- Veréis, es posible que os hayáis llevado una imagen equivocada. Los Falzoni han traído la paz a este barrio. Desde que llegamos, las bandas latinas han dejado de vender crack en las calles, los atracos a mano armada prácticamente han desaparecido... y los vecinos pueden caminar tranquilos de nuevo. Y lo único que pedimos a cambio es una modesta cuota. Si el alcalde hiciera lo mismo, lo llamaría "impuesto" y todo el mundo lo pagaría tan contento. El problema es que al alcalde no le importa una mierda la Plaza Miller y hace décadas que no invierte en su departamento de policía. Como bien sabes tú, ¿verdad?

- Oh, por supuesto a veces hay algún incidente aislado, como aquel latino de la floristería al que hubo que apretarle las tuercas para dar ejemplo al resto. Pero tranquilas, saldrá del hospital y en un par de meses volverá a estar fresco como una rosa.

Hizo una pausa mientras daba otro sorbo a su whisky.

- Así pues, tenemos un modelo que funciona, y unos vecinos más felices que nunca. Preguntadles si no me creéis. Olvidaos de esta pequeña cruzada y volved a vuestras vidas, que ya son suficientemente complicadas sin necesidad de añadir más problemas.

- Sí, como os he dicho, somos especiales. Sé que tenéis muchas dudas, sé que tú apenas sabes cómo controlar esas visiones y la perturbación que a veces les afecta. Y que tú muchas veces te levantas por las mañanas sin saber apenas quién eres. Yo os puedo ayudar, os puedo dar respuestas.- dijo finalmente, poniendo su ofrecimiento sobre la mesa.

- No soy tan inocente como para ofreceros trabajo, ya veo que sois unas idealistas. Simplemente os propongo esto: volved a casa, dejadnos a nosotros gestionar el día a día, y a cambio tendréis las respuestas que tanto ansiáis.

Aquello era tentador. Muy tentador. ¿Sería verdad? Podía ser una oportunidad de responder tantas preguntas… y ¿qué pretendían hacer ellas dos solas? Si el equipo siguiera con ellas… si siguieran todos juntos la situación sería diferente. Odín podría aplastarlo con sus armas de última generación. Sam ya estaría ahogando a los macarras con las sombras de sala. Robert… Robert les recordaría por quienes estaban haciendo esto, les aportaría su alma. Pero, ¿cómo se iban a enfrentar ellas dos solas a un ejército?

- ¿Y los que Delia se cargó? ¿Estaban tan agradecidos que querían morir? – le replicó Amanda con un tono de rabia en la voz – Si queréis gestionar el barrio será sin exprimirlos. Si realmente están tan agradecidos ellos os lo agradecerán como quieran y libremente, pero se acabaron las extorsiones y los truquitos para que coman de tu mano literalmente. – levantó las cejas apuntando con ellas un silencioso ¿Capisci? – Si no, ya podeis hacer las maletas y nosotros nos encargaremos de las bandas cuando regresen. O mejor, les enseñaremos a encargarse ellos mismos con una policía que no esté comprada por gente como vosotros. – no estaba segura de donde salía ese coraje, pero no estaba dispuesta a vender a esa gente por las respuestas. Las quería con toda su alma, pero no a cualquier precio.

- Ah, sí, el tendero, ¿cómo se llamaba? Sanders o algo así... Eso fue iniciativa de Delia, no fue aprobado por mí. Si la conocisteis, ya sabéis que podía ser algo impulsiva.- dijo, dejando claro que aquello era apenas un eufemismo para referirse a la sanguinaria cazadora.- Ya me encargué de reprenderla, las muertes innecesarias son malas para los negocios.

En cuanto a la propuesta de Amanda, se limitó a una media sonrisa.

- Extorsión es una palabra muy fea. Claro que lo hacen agradecidos, preguntad a cualquier vecino de la Plaza Miller, al chaval de la pizzería, por ejemplo. Yo intento siempre que las cosas de hagan de forma civilizada. Aunque por desgracia a veces hay gente que no te respeta, y eso no se puede tolerar. ¿Alguna vez habéis tenido un perro? Cuando son cachorros, el primer día que mean fuera de sitio o que te intentan morder... hay que marcarlos de inmediato, si no, la cosa va escalando hasta que son irrecuperables. Tengo entendido que con los críos pasa lo mismo.- dijo, como si ese ejemplo se le escapara de su experiencia personal.

Izzy tembló un momento, pensando en lo que les estaba ofreciendo Labios de Seda. Saber al fin quién es, cómo controlar sus cambios de forma manteniendo su propia personalidad... Pero eso ya lo había descubierto, aunque fuese por las malas. Cuando disparó a Pattel, aún emulando la forma de Delia, había sido ella quien apretó el gatillo. Su mente, su decisión consciente... y su alma, con la que pagó esa acción. ¡Dioses! Necesitaba una bebida...

Apretó los dientes y la mano sobre la empuñadura de su arma. Pero fue Ary quien contestó, poniendo voz a sus propios pensamientos. Sanders, ahogado en su propia trastienda; Sandra, la peluquera, obligada a huir de la ciudad; los chicos de la pizzería, que habían acabado recurriendo a ella. No, ni el modelo funcionaba ni ellos eran personas felices.

«"Labios de Seda", así que ese es el motivo de tu nombre... Tentar a la gente con lo que quiere como un maldito demonio.»

Volvió a mirar a Ary y asintió. Sabía por qué estaban aquí juntas, para enfrentarse a gente como esta y no permitir que hicieran de la ciudad su campo de juegos. Por eso habían trabajado, también con Dino, Sam y Robert, aunque ellos ahora no hubieran venido hasta aquí. Robert...

— Sabes, tenía un amigo con una hija. Le encanta leerle cuentos y pasar tiempo con ella. Él te diría que marcar a un cachorro es la peor forma de educarlo, pues lo único que aprende de esa forma es que usar la fuerza es el método más sencillo de salirse con la suya... Esa es, claramente, tu forma de pensar y la de los Falzoni. Creéis que por ser más fuertes podéis imponeros sobre la gente de la Plaza Miller y del resto de la ciudad... — «Gracias, Robert».

Levantó el arma y le apuntó. Ahora tenía claro que no iban a llegar a un acuerdo. Por un momento estuvo tentada de decirle que estaba detenido y recitarle de memoria sus derechos (nunca supo por qué los abogados hablaban de leérselos), pero ya no tenía esa autoridad.

— Desgraciadamente para ti, yo no soy tan inteligente como mi amigo...