Partida Rol por web

¡Locos! Todos estaban locos... Mientras se esforzaba por que aquella maldita cocina no ardiera hasta los cimientos aquel pequeñuelo disfrazado ponía todo su empeño en avivar las llamas. Por otro lado, Bonnie se ponía cariñosa con Patitas mientras éste se dedicaba a revolcarse por el suelo. Por un momento pensó en darse media vuelta y dejar que aquello se consumiera en un maravilloso infierno.

-¡Bonnie! ¡Maldita sea! Coge el ánfora que tengo detrás, está lleno de agua y échalo en las llamas. Patitas, deja de perder el tiempo y ayúdala, no creo que pueda ella sola- se puso a repartir órdenes. ¿Quién se lo iba a decir? Él, el mismísimo Bill Barril, que tantas veces acabó arrestado por montar jarana en las tabernas, ejerciendo de jefe de bomberos...

-¡En cuanto a ti...- dijo mirando fijamente a ZalaOnFirekatunga -Como se te ocurra tirar harina al fuego no quieras saber donde va a acabar ese cucharón... Pero te aseguro que no te va a resultar cómodo...- amenazó con furia al lutín disfrazado.

Zalazaforas consiguió zafarse de Batracius, que se dio un buen batacazo.

El muy destalentado seguía empeñado en lanzar harina, y ya era tarde para detenerlo, así que Batracius, analíticamente, calculó que el plan de Bonnie de besarla, sería el procedimiento más seguro y óptimo de detener el entuerto.

Batracius saltó junto a su amada, la rodeó con sus pegajosos brazos de anfibio y se detuvo, mirando fijamente a sus ojos.

Ya se habían besado antes, pero había sido un beso chiquitito, inocente. Este iba a ser un beso verdadero de amor, un beso para salvarlos a todos, para unirlos a ellos dos y atarlos a las tinieblas del romance más empalagoso.

Bonnie...

Y acercando su boca, la besó apasionadamente.

http://gph.is/1HgsOGi

La situación empeoraba y ya no podía concentrarme en crear agua porque simplemente no me salía y eso generaba una frustración de los mil demonios.
Pero tenía una plan, uno que jamás podría fallarme y a pesar de que Bill me daba órdenes (como siempre),  obvie aquel acto esperanzada de que Batracius se acercase a mi.
Y así fue el mejor momento de mi perturbada existencia, donde sus brazos gelatinosos rodean mi cintura para luego mirarnos a los ojos y besarnos como en los cuentos de hadas.
Correspondí desde una férrea pasión, feliz por el momento que toda dama desea y cuando finalmente nos separamos, una sonrisa de felicidad decoró mi rostro. Era amor, lo sabía pero el fuego nos consumía y no era por querernos tanto.

- Batracius... Yo...  Te quiero. - confesé un tanto nerviosa y automáticamente como si fuese un acto reflejo, las primeras arcadas surgieron puesto que los nervios de saber si a Batracius le había gustado mi beso allí estaban, pero seguí.
Hasta que sujetando su manita, como dos enamorados, el vomito de arco iris surgió rápidamente. Era una sustancia viscosa y colorida, tan perfumada como una flor.

La reina de los lutines, desesperada por su repetidos intentos fallidos de controlar el agua, cayó desfallecida y abatida llamando a Batracius, su amado. La rana, que había recibido un golpe en el costado y se encontraba dolorido, se levantó con renovadas fuerzas al escuchar la voz de su amada que la llamaba. Así que utilizando sus pontentes ancas, dio un salto y alcanzó de nuevo la encimera, justo a tiempo para recoger en sus brazos a la lutina, evitando así que se golpease. Sus brazos pegajosos la rodearon en un abrazo y sus labios, la besaron apasionadamente mientras sus ojos la miraban con amor.

Y entonces, sucedió. Primero vino el olor; ese olor a rosas, a vanilla, a gengibre...Batracius ya conocía como era, así que se apartó a tiempo de evitar que esa sustancia que parecía algodón de azúcar rosa, con tropezones de caramelos de colores fluyese desde el más profundo interior de la lutina, precipitándose sobre las llamas. Al ser consumidas por estas, la materia rosa se convertía en corazones que subían hacia el techo. El fuego parecía cambiar de alguna forma, como si danzase en contacto con aquello, pero de pronto, sucedió algo que lo cambió todo.

Mientras Bill del otro lado de la cocina de hierro, el Barril intentaba desesperadamente mantener la concentración para contener las llamas, pero sus artes no fueron suficientes para evitar  lo que vino a continuación. ZalakaToniMontana arrastró un saco de harina hasta los pies de la cocina de hierro y con un cucharón, tomó una buena ración de harina. Agarrando la cuchara con las dos manos, lanzó su contenido intentando que llegase al fuego. La harina al salir disparada se dispersó y cayó sobre las llamas que reaccionaron en su contacto con avidez, creando una reacción en cadena que provocó una terrible explosión.

Todos los lutines, incluído el propio Zala salieron despedidos por el impacto de la explosión. Los que estaban sobre la encimera, esto es Batracius, Bonnie y Bill sufrieron la peor parte ya que cayeron desde una gran altura y sin poder en absoluto controlar la caida. Los amantes cayeron fundidos en un apasionado abrazo, pero su amor no pudo protegerlos.

Respecto al rufián de Zalakatunga, su suerte fue mejor porque al estar a nivel del suelo, quedó menos expuesto a la explosión y además, evitó la caida.

Y lo peor de todo es que la explosión hizo que Bill perdiese la concentración por lo que las llamas se extendieron rápidamente por las paredes y el techo.

Efectivamente, Zalakatunga la había liado parda.

Para variar, ninguno de aquellos cabezas huecas hicieron caso omiso a sus sabias indicaciones. Cuando Patitas y Bonnie, en lugar de intentar extinguir el fuego, se pusieron a morrearse el barrigón lutín se quedó con la boca abierta.

-No me lo puedo creer...- susurró mientras contemplaba la escena.

Lo que vino a continuación ocurrió a cámara lenta ante los ojos de Bill:

Primero, el chorro de aquella sustancia viscosa que Bonnie expulsaba por la boca trazó un arco en el aire para caer en el fuego, llenando la cocina de un extraño olor a azúcar quemado.

Después, la densa nube de polvo blanco que apareció de la nada desde el borde de la encimera, al entrar en contacto con las llamas, primero generó una oleada de calor, agradable al principio, pero ardiente justo despues, seguida de una explosión que le lanzó volando por los aires, mientras juraba y perjuraba que cumpliría con lo prometido al lutín pirómano.

El vuelo de Bill terminó bruscamente contra una alacena de la pared, con la consecuente caída y rebote contra el empedrado. Por "suerte" para él, estaba bastante acostumbrado a recibir golpes en las peleas de taberna, por lo que tenía el cuerpo endurecido. Aún así, el golpe fue terrible, dejándole realmente maltrecho.

-         ¡Oztiaz! ¡Oztiaz! ¡Oztiaz! – grita Zalazertudokenofue al escapar milagrosamente de las llamas por su intento de ayudar que en realidad no lo fue.

El lutin transpira sudor frio al pensar que podría arruinar su disfraz de alquiler (¡Con lo que sale por día de alquiler!) con la explosión obviamente provocada por la ineptitud de sus compañeros. Él solo pensaba ayudar apagando las llamas con harina pero la magia de los demás ocasiono la explosión que ahora amenaza con incendiar la torre.

Solo queda una oportunidad… ir por el tarro de aijes en salmuera y con ello apagar el fuego sin control.

-         ¡Yza lo ageglo! – dijo Zala tras recordar que en algún sitio había frascos con conservas en liquido, por ejemplo vinagre.

Batracius observó cómo su amada se convertía en un surtidor de acaramelado arcoiris, cómo el fuego parecía ceder ante el cromático chorro, y cómo, de repente, la harina que había lanzado el tozudo Zalasupu****dre provocaba una tremenda explosión que anulaba todo el trabajo por contener el fuego que habían hecho hasta ahora.

Rápidamente rodeó a Bonnie con sus brazos e intentó lanzarse cuerpo a tierra, pero la explosión fue más rápida y los lanzó despedidos por los aires. En algún momento de su recorrido parabólico, Bonnie escapó de sus brazos y se precipitó por separado al suelo. Batracius fue consciente de esto entre una bruma de aturdimiento.

...nnnnNNOOOOOOOOO! -gritó conforme el cuerpo de Bonnie, cual muñeca de trapo, se alejaba de su lado, destino: el suelo.

Mientras aún estaba a tiempo, Batracius intentó usar sus poderes para frenar la caída de Bonnie, y que su impacto contra el suelo embaldosado fuera inocuo. La velocidad con la que Bonnie caía pareció reducirse, pero no mucho. ¿Acaso sería suficiente? Batracius esperaba que sí, pero en su fuero interno sospechaba que probablemente no.

Concentrado en salvar a su querida lutina, apenas tuvo tiempo de reaccionar y torcer su cuerpo en el aire para minimizar el impacto, por lo que se estampó contra el suelo con un sonoro *SPLAT*. Un par de botes y varios metros de deslizamiento más tarde, el cuerpo de Batracius se detuvo. Estaba vivo, pero estaba hecho polvo.

- ¡BATRACIUS! - grito con fuerza a mi enamorado mientras voy cayendo y al sentir su gelatinoso cuerpo envolverme, pude disfrutar de su valentía como si se tratase de una caricia al alma. En verdad mi oscuro corazón palpitaba con fuerza gracias a él y sin poder evitarlo pese a estar un poco chamuscada, era feliz por tenerlo a mi lado. 

Hasta que finalmente al posar mis manitas sobre mi cabello noto que estaba completamente arruinado. - ¡ZALAMUEREBASTARDO! ¡ME LO PAGARÁS! -  expreso al incorporarme apenas impregnada por la furia de una lutina desaliñada, quería a Batracius pero ese desgraciado vestido de dragón me las pagaría con creces. Tantos años cuidando la sedosidad de mi pelo, peinarlo y cuidarlo como mi propia vida, se veía arruinado por la malicia de ese asqueroso lutín. 

El problema es que debería esperar para forjar mi venganza, una que sin dudas le haría morder el suelo porque nadie se mete con mi cabello. Por esa razón, con algunas heridas me acurruco sobre mi sapo favorito esperando salir de esta y tal vez tener una boda, no mejor... Una boda real, con carruaje, vestido y él de smoking. 

- Oh mi dulce amor, tenemos que salir de aquí. - afirmo en un tono compungido, se había sacrificado por mi y ahora juntaría todas mis fuerzas para que juntos podamos salir de esta. Por nuestro amor, uno que desde los infiernos ha surgido con entereza. 

Cuando llegas a la segunda planta, llegas a un distribuidor central muy similar al de la planta anterior; con puertas a los lados y de frente. Pero hay algo que capta tu atención por encima de cualquier otro detalle y es el fuego que parece haberse originado en la habitación situada a la izquierda de las escaleras.

Entre el ruido ocasionado por el crepitar de las llamas, percibes el sonido de la voz de tus compañeros, que viene de dentro de la habitación.

- ¡Oztiaz! ¡Oztiaz! ¡Oztiaz!...¡Yza lo ageglo! (Zalakatunga)

...nnnnNNOOOOOOOOO! -(Batracius)

- ¡BATRACIUS! - ¡ZALAMUEREBASTARDO! ¡ME LO PAGARÁS! (Bonnie)

El fuego se extiende descontrolado mientras los asustados lutines salen despedidos por el aire hasta dar con sus maletrechos huesos contra el suelo. Las llamas reptan por las paredes y lamen ya el techo. Algunos pontones y vigas han prendido ya con lo que el fuego amenaza con contagiarse al piso superior.

Batracius intenta utilizar sus poderes para frenar la caída de Bonnie, pero no consigue gran cosa.

Zala se levanta con dificultad y recorre la cocina desesperado en busca de líquidos. No tarda en encontrar botellas de vino y sí, frascos de conservas en vinagre. Y está también el ánfora que encontró Bill anteriormente, pero honestamente, resultaba más que improbable que, dadas las dimensiones que había alcanzado el fuego, arrojar cualquiera de aquellos líquidos sobre las llamas fuese a suponer una diferencia. Además, la habitación se está comenzando a llenar de humo y comienza a ser difícil respirar.

El fuego provocado por algún lutin (que no es Zala, por supuesto) comienza a crecer sin control y amenaza con devorar toda la cocina para echar a perder las preciadas especias y conservas en vinagre. ¡Una verdadera pena que amerita encontrar al culpable y colgarlo de los pies por toda la eternidad!

-         ¡Oztiaz! – escupe Zalanofueél al escuchar la amenaza de muerte injustificada de la “Reina de los lutines a término medio”. Entonces el valiente lutin disfrazado de dragon opta por un plan valeroso. Vaciar todo el contenido de una botella de vino sobre él para no ser dañado por el fuego e intentar escapar hacia el pasillo.

Con suerte Zala encontrara algún objeto de utilidad en la habitación donde halló la alfombra voladora. Sus patitas tratan de huir sin que el fuego y el “otro” lutin piromaniaco lo atrape.

- Chicos! Cómo va todo? Qué pasa ahí? Por cierto, alguien sabe algo de la tipa esa que el Amo tenía encerrada en la celda? - dice Algorímedes dirigiéndose hacia el ruido 

Cuando la niebla que embotaba la mente de Bill se fue disipando se dio cuenta de dos cosas: la primera era que estaba hecho polvo, como en sus años mozos de broncas y la segunda, aún más preocupante, que el fuego era ingobernable. Aquel idiota disfrazado les había condenado y encima se había largado corriendo.

Ya no tenía sentido utilizar sus poderes para tratar de controlar aquel infierno, por lo que se limitó a buscar y tratar de ayudar a Bonnie y Patitas.

-¡Eh, chicos!¿Me oís?¿Estáis bien?- preguntó gritando hacia la espesa cortina de humo.

El fuego seguía avanzanzo inexorable, extendiéndose por el techo y las paredes. Por fortuna, el calor no os afectaba. Al fin y al cabo, esto no es nada comparado con el infierno. Pero bueno, resistencia al calor sí, pero ¿dónde dice que un lutín no puede arder? Más les valía hacer algo por salir de allí o contener aquel fuego o de lo contrario, lo sufrirían en carne propia.

Desde el exterior de la habitación os llega la voz de Algorímedes que puede ver como dentro de la habitación, que parece la cocina se ha desatado un incendio considerable. Justo cuando va a asomarse a ver que pasa, se le cruza Zalakatunga que sale  corriendo cual cohete hacia la sala de al lado.

Chamuscada como un malvavisco en un día de campamento frente a la hoguera, intento al menos incorporarme pese a estar visiblemente adolorida. - ¿Batracius? ¿Batracius? - pregunto al abrazarlo con mis brazos mientras apoyaba mi cabeza casi pelada sobre el corazón de mi amado. Esperando claramente que su corazón aún siga latiendo por mi. 

Y mientras me encuentro centrada en aquella ardua tarea, es la voz de Bill el que alerta mis sentidos. Quería salir de aquí, pero muchas fuerzas no tenía. - Aquí estamos, ayúdanos. - le pido al lutin mientras alzo la manita.

Zalaflashin pasa corriendo junto a Algorimedes a tiempo para soltar un simple. - ¡Huigh inzenzato! –

Si el olfato de Algorimedes es medianamente agudo entonces puede comprobar que el lutin disfrazado de dragón tal vez no pase el control de alcoholemia por ser un beodo empedernido en horas de trabajo.

Como sea, Zala huye despavorido de la cocina para entrar a la sala contigua y ver si puede encontrar algo útil para mitigar el fuego que amenaza con incendiar la torre hasta sus cimientos.