Partida Rol por web

Deadpool tomó el mágico pergamino y se rascó la cabeza, confundido. 

-¿Y yo para qué demonios quiero este pedazo de papel? -preguntó- ¡Toma, pequeño! -dijo, arrojando el pergamino sobre el tercer y último cofre.

Y finalmente, el último de los baúles abrió sus fauces y devoro el ultimo de los artefacto, el pergamino desapareció entre sus dientes. El cofre mastico y mastico deleitándose por el pergamino y escupió un libro, que cayó a los pies de Deadpool abriéndose. Parecía un libro de magia, quizás más valioso que el pergamino, hasta que el mayordomo comprobó de qué se trataba.

-Bueno… no está mal si queréis ser aprendiz de mago. Nos es más que un viejo tomo de magia elemental de agua y hielo. Si tenéis un mínimo conocimiento mágico os recomiendo que busquéis en las primeras páginas, quizás encontréis algún hechizo útil.

Sacando una especie de candelabro de entre sus ropas, el mayordomo se encamino a las escaleras.

-Bien, sigamos, aun queda mucha torre por subir si… creo que la siguiente parte os gustara mucho, la biblioteca es sin duda la mayor fuente de tesoros de la torre.

El extraño héroe recibió el misterioso tomo con emoción, pero ante los comentarios de Ianog no pudo hacer otra cosa más que decepcionarse.

-¡Tremenda porquería! -soltó, inconforme- Lo venderé en la posada, algún incauto lo comprará. ¡Aceptaré caramelos chupados y condones!

El mayordomo encorvado les urgió continuar hacia el siguiente piso: una biblioteca.

-¡Mientras antes lleguemos a la fiesta mejor!

-¡Si! Por aquí, por aquí, seguid al bueno de Ianog –Tras un nuevo ascenso por las escaleras de la torre desde el museo, los héroes llegaron a una habitación claustrofóbica, totalmente oscura hasta que el mayordomo la iluminó con aquella especie de lámpara que emitía una muy débil luz azulada. Con la pequeña luz sin embargo, los héroes pudieron dislumbrar que la sala estaba bloqueada por infinidad de estanterías llenas de pesados libros que no dejaban ver siquiera las paredes o las ventanas de haberlas siquiera, la mayoria de los tomos eran totalmente ilegibles. La sala parecía ser más grande, pero los escombros de las estanterías no les permitian avanzar, salvo por extraños agujeros cuyos bordes brillan en la gran oscuridad de la sala, como si alguien hubiese abierto paso por la librería calcinando cuanto se encontrara a su paso. –Sed bienvenidos a la Gran Biblioteca. He de disculparme por el desorden, nuestra bibliotecaria se obsesionó un poco con este lugar y no permite a ordenar los archivos. Por decreto de la señorita Taria está prohibido hablar, gritar, correr, llevar calzado que chirríe, romper los libros, llevarlos sin pedir un visado especial y más importante de todo, nada de antorchas o velas, el humo estropea los libros y para ella son sagrados, solo lamparas magicas. -Zarandeó el extraño candelabro magico.

Llevándose un dedo a los labios pidiendo silencio, el jorobado mayordomo pasó por el portal, desapareciendo en la nada junto con la luz. Luego volvio a asomar la cabeza susurrando -¿A que esperáis?¡Seguidme u os perderéis en el laberinto!

Tras pasar el portal, los héroes se encontraron en otra habitación muy similar, pero en esta los portales eran más numerosos, peor aún, algunos portales parecían sobrecruzarse, ya que en uno podían ver su reflejo en otros portales de otras partes de la biblioteca, mirando en otra dirección. –Supongo que antes de internarnos mas, debería decir que la señorita Taria no se toma muy bien las visitas imprevistas, y si nos ve nos despedazara con su magia, y creedme ella era la tercera hechicera las poderosa de la Torre tras el Amo. Antes además era preciosa, siiiiiii –el jorobado se volvió antes de atravesar el siguiente portal riéndose entre dientes –Pero ahora es fea con ganas, toda una arpía, como para mear y no soltar gota, con esos ojos blancos y secos de leer en la oscuridad.

Al volverse para cruzar el siguiente portal, la luz del jorobado ilumino una cara horripilante y deforme, mirándolos desde el otro lado del portal.

Con un grito de terror el mayordomo dejó caer la lámpara mágica sumiendo la sala en total oscuridad mientras salía corriendo por uno de los portales laterales, dejando a los aventureros solos ante la imagen de la demacrada hechicera, que solo pronuncio un siseo antes de desaparecer por otro portal de la habitación donde se encontraba.

La cacería había empezado y perdidos en la oscuridad de la biblioteca, los aventureros deberían averiguar cómo superar el laberinto de portales antes de que la bibliotecaria les encontrara a ellos.

El aventurero de cuero rojo también soltó un chillido al contemplar el rostro maltrecho de la bruja.

-¡Vieja cachucha! -dejó escapar- ¿Acaso no podía ser como Hermione? Ay, Emma... -suspiró, con ojos quedados. Inmediatamente se llevó las manos a la cabeza- ¡La antorcha! ¡Se la dí de comer a uno de los cofres! ¿Tienes alguna por ahí, escondida en esa túnica? -preguntó a su compañera.

Sumida en la oscuridad de aquella biblioteca, escuchaba el constante zumbido que los portales emitían, y la amenazante presencia de la bruja se sentía fuerte y abrumadora. 

Aguardó unos instantes, reuniendo en su interior la concentración necesaria para invocar el poder de la luz de Caratra. Su cabello se elevó mecido por una corriente de energía y sus ojos se iluminaron cual amanecer, intensificando la tenue áura de luz que le acompañaba; tan brillante y poderosa, que por un instante llegó a cegar toda la habitación, hasta adecuar a un nivel tolerable su iluminación constante.

Quedó ahora toda la biblioteca iluminada, permitiendo a la pareja el orientarse con más facilidad, y alcanzar el comprendimiento de la función de los portales. Pero para desgracia de la sacerdotisa, el esfuerzo de la invocación de luz, dejó su mente debilitada por el momento.

-¡Santas piñatas! -espetó Deadpool, al contemplar estupefacto el conjuro lumínico de la dama.

A continuación, señaló uno de los portales.

-Por aquí. -tras cruzarlo- No, por aquí. -un tercero- ¿Hemos vuelto al principio?

Aun con el efecto de la luz mágica, los aventureros corrieron sin ser capaces de orientarse en el loco laberinto de portales mágicos. Ya parecía que empezabais a comprender como funcionaban los portales y el extraño patrón que seguían, cuando, tras pasar un portal, encontrasteis a vuestro lado a la bruja, que agitaba las manos manipulando energías mágicas, mientras dos pergaminos flotaban a su alrededor, brillando.

-¡Nenshiis enexor kerel! –Pronunció las palabras arcanas extendiendo su magia a los pergaminos que arden con pálidas llamas fantasmales que se convirtieron en dos espectros asemejando la imagen de la muerte. Los espectros salieron disparados atravesando los cuerpos de los héroes con sus fantasmales guadañas, arrancando a ambos héroes un fragmento de sus propias almas.

El impacto los lanzo contra un último portal que conducía a la salida y donde Ianog estaba esperando, escondido del rostro de la bruja, que os miró una última vez antes de desaparecer en las sombras.

-Eh… ¿estáis vivos? –Pregunto el jorobado mayordomo.

La poderosa magia oscura conjurada por la bruja de la biblioteca causó nefastos daños a los héroes. Deadpool, tras recuperar la conciencia y lentamente curar sus laceraciones internas, se aproximó, arrastrándose sobre un costado, a su compañera.

-¿Chica? ¿Estas bien? -preguntaba preocupado mientras la movía, intentando despertarla. Valdarikel no respondía, la vida se le escapaba rápidamente- Espero que este cachivache funcione. -dijo, mientras tocaba una de las gemas del cinturón.

La piedra roja se desintegró en un puñado de polvo carmesí que flotó lentamente hasta ser aspirado por la Dama de la Luz. Los huesos volvieron a sus lugares y los órganos recuperaron su forma natural, las heridas se cerraron y la sangre comenzó nuevamente a fluir como lo hacía siempre.

-¡A tu salud! -le dijo, mientras tocaba una segunda gema que era aspirada por él mismo. 

En el mismo momento en que el espectro traspasó el cuerpo de Valdärikel, el hilo de la vida se sesgó, paralizando el tiempo en su mente. Su aliento la abandonó llevado por el movimiento fantasmal en una sutil ráfaga vital.

El vestido blanco así como el cuerpo se desplomó contra el suelo. Cayó el cáliz dorado y la mirada pendó perdida en la distancia. La Guardiana de la Arboleda Sagrada de Velented, había muerto.

Pero el buen hacer de su compañero brindó a la muchacha una segunda oportunidad.

Una bocanada de aire trajo de nuevo a la vida al hada guardián, y su cuerpo todavía maltrecho, sintió resentirse a cada movimiento, al igual que parecía su propio compañero.

Alcanzó su cáliz del suelo, y temblorosa pronunció una plegaria a Caratra, invocando las aguas que manaran del cáliz y llevárselas a la boca, con el que restaurar la salud y cerrar las heridas.

Bebió ella, y le ofreció después a él, en un gesto de plena camadería.

Ianog observó a los aventureros curarse y suspiro aliviado, soltando luego una de sus espasmodicas risillas –Ufff ya esperaba tener que barrer vuestros huesos, menos mal que habéis venido bien preparados. Podemos continuar cuando queráis o si lo preferís podéis mirar a ver si encontráis algo de utilidad en la biblioteca. –En verdad, durante su huida, los aventureros se cruzaron con algún cofre, pero no pudieron tomarlos por las prisas, ahora que entendían mejor el patrón de los portales podían intentar alcanzarlos sin riesgo a que los volviera a atrapar la bruja, aunque conseguir llegar hasta dichos cofres podía ser un inconveniente. Una vez más los héroes tuvieron que hacer uso de su ingenio para satisfacer su avaricia, aunque contaban con la ventaja de disponer de una fuente de luz.

-¿Tesoritos? -dijo Deadpool, como si otra personalidad se hubiese activado en él- ¿Tessssoooooorooooooosssss? Mi tessssoro, mi tessssoro. Si...

Se puso cuatro patas y acercó tambaleando como un simio hasta uno de los cofres para finalmente abrazarlo y frotarse con el objeto.

Con su mente todavía afligida, trató de seguir el paso al indómito Deadpool a través de los portales, distinguiendo los patrones, pero sin mucho éxito.

Deadpool vagaba con gran placer, arrastrándose sobre a cuatro patas y abriendo los cofres que se cruzaban por el camino a los tiros. Algunos se dejaban domesticar, saltando en pedazos, mientras que otros solo crujían y quejaban pero se mantenían estóicos.

Finalmente, regresó a la salida, acompañando a la dama, cargado de los objetos encontrados, que los abrazaba y mimaba sin contemplación.