Partida Rol por web

Acomodé mis mantas en una esquina poco visible del establo, si alguien venía, siempre podía tomarlo por sorpresa, además, a los animales no les hacía mucha gracia mi cercanía. Si alguien se atrevía a tratar de mancillar el cuerpo de mi señor, se las avendría conmigo. Puede que no fuese un gran luchador, pero con la sorpresa de mi lado seguro que podría hacer estragos.

Xilda dispuso la cena según se relató y acabada esta, retirose a sus aposentos. Mas ante la correcta apreciación de Don Uloxio, contestóle del siguiente modo.

-Non sei qué clase de perssoa podría querer facer dano a un home después de finado...mas tienes razón. Velémoslo. Cuando el sueño os pueda, espertádeme e vos darei relevo. Moitos días faltan aínda de viaje e precisades descansar.
 

Aproveché para comer caliente, también daría buen uso a la cama. Pero todavía quedaba la última jornada y pese a mis cansados huesos, quería vigilar el cuerpo-Contad conmigo para fazer guardia también- Dije a Uloxio y Xilda. Queda una noche, espero que sea tranquila. Dije sonriendo.

La pregunta daba poco margen a elegir una negativa con lo que terminé de acomodar mis cosas junto a una de las paredes del establo, a la vez que asentía con la cabeza al requerimiento de Pedro. Me puse en pie y le di una palmada en el hombro a Manuel. – Ea, Manuel. Te invito a una jarra de vino en la posada. Seguro que habrá quien sepa cómo se encuentra el camino hasta nuestra meta. – Y sin más salí. 

-Ea, vayamos pues Laureano-  y me fuí con Laureano. La guardia tendría que esperar, o en todo caso la haría después de cumplir el encargo de Don Pedro. Tocaba pues informarnos y dar novedades.

Laureano y Manuel entraron en la posada. Lo hicieron presto, esperando cuanto antes encontrar noticias frescas para estar cuanto antes de vuelta... y poder descansar. Se metieron en el tumulto interior.

Una vez dentro, notásteis el evidente calor interior que el lugar ofrecía. Lástima que llevárais un cuerpo y que tuviérais que velarlo et guardarlo durante una noche más. Claro que, ahora, en el interior, el jolgorio era más que evidente: parroquianos por doquier y el posadero que no daba a basto tras la barra de madera.

Cuando entraros los dos en la taberna* Saez respiró profundamente; podría decirse que suspiró. No dejaba de ver a su buen señor delante de él, muerto y ensañado por lombarda. Et que el cuerpo habría de ser llevado cuanto antes, pero que ya demasiado viaje duro y largo estábais haciendo como para continuar sin descansar.

Os hago saber que la familia Luna no olvida aquestos detalles, pues volver en guerra es harto imprudente -os dijo el oficial-, et yo tampoco: sois buenos hombres... y mujeres -mirando a Xilda-.

Veíais cómo lejos de la taberna, casi a la salida del pueblo, un tipo os miraba, semioculto en una esquina de una vieja casa. Sólo vosotros dos os percatásteis de ello, et que el hombre, al cual apenas le veíais sólo que la silueta, levantó su mano y os hizo gestos para que os acercáseis. Así estuvo un minuto o dos, hasta que reaccionásteis (al menos, interiormente). Luego se detuvo, esperando vuestra llegada.

Me acerqué a Pedro y le dí un par de golpecitos amistosos en el brazo mientras mi mirada se perdía hacia donde reposaba en su óbito transitorio nuestro antiguo señor.

-Acompañamos encantados a nuestro señor don Juan de Luna en su último periplo, cada uno por sus propios motivos, pero todos con gran lealtad. Por mi parte no hay nada que agradecer. Tampoco soy soldado, y creo que mi comparecencia en este viaje es más importante que un campo de batalla en el que apenas puedo participar. -Ésto último lo digo un poco apenado y bajando la mirada.

Fadrique, acompañadme un segundo a ver que quiere esa merced que con tanto ahinco nos invoca... tal vez sea importante, tal vez no... pero mas vale ser precavido dice Uloxio recordando donde porta el arma. ¿Seria una emboscada?

Esperadnos aqui compañeros... volveremos pronto. dice mientras se encamina a una casa cercana.

A las buenas de Dios-digo al posadero-dos jarras de vino para dos omnes sedientos.¿Sabríais decirme buen omne en que estado está el camino hasta Cornago...o en su defecto, quien podría decírnoslo?- Fuí directo al grano, con un tono jovial, contagiándome del ambiente que había aquí dentro.

PNJOTIZADO*

Si, Uloxio... -respondió-, ahora venimos oficial -le dijo-. No tardaremos...

Entonces Fadrique y Uloxio se alejaron a la salida del pueblo, dirigiéndose hacia una casa algo ruinosa a indagar un poco sobre algo que habían visto.

Llegáteis a las afueras, no muy lejos de la posada donde os albergábais. El tipo os siguió con la mirada mientras llegábais hasta él, y dejó que doblárais la esquina donde él mismo estaba oculto. Entonces habló.

Oíd, tengo una propuesta para vosotros -os dijo atusándose el bigote y mirando como nervisoso a ambos lados-. Os he visto llegar con el carro, vosotros dos y ese otro grupo bien armado. Parecéis tipos duros y mi señor está reclutando espadas. La paga es buena y tendréis comida y cama gratis. ¿Qué me decís?

El posadero os sirvió dos jarras. Su estado de estrés era elevado, pues iba de acá para allá tras la barra, agachándose y levantándose para sacar o meter vasos, limpiando a base de escupideras (cuando no le veían) el interior de los mismos y echando los vinos a tutiplén, desde las jarras a los vasos y cuencos. Claro que, todo ello se compensaba con los buenos dineros que debía sacar. Os contó, pues sólo os pudo hablar un poquito por las prisas, que nada más avanzar hasta  Cornago descubriríais que el camino que sigue el curso del río estaba infestado de bandidos y que se han recibido noticias de muchos
asaltos. Cosa mala, sin duda, pero bueno... No os dijo nada más.

Gracias, Dámaso, sabed que érais tan de acierto para don Juan como cualesquiera de nosotros -respondió-. Pocos le sacaban unas risas en tan cruento lugar y en plena guerra como vos. Eso es de agradecer... Entonces se quedó mirando cómo Uloxio y Fadrique se iban. Esperemos... a ver qué nos cuentan éstos dos.

¿Como os llamais? ¿quien es vuestro señor? Lo siento pero debo hablar de esto con mi señor... no soy quien para aceptar otros trabajos. Si no teneis impedimento me dirijo a  hablar con el de este menester... ¿si? dice mientras mira a su compañero esperando confirmacion y dirigiendose de nuevo con los otros sin perder a este extraño de vista.

Xilda permaneció en silencio. No tenía nada más que añadir. No le gustaba mostrarse débil.Mostrar una excesiva sensibilidad le hacía sentirse...expuesta así que se limitó a permanecer pensativa, antenta a lo que sucedía a su alrededor.

¿Ban...bandidos? -Me puse pálido ante la perspectiva, no había salido del frente para que ahora un bandido cualquiera me rebanara el pescuezo. Sin duda esta información debíamos hacérselo saber a Don Pedro. Éramos una comitiva bastante numerosa, esperaba que eso fuese suficiente para disuadir a los bandidos.

Apuré mi jarra y me dispuse a ir a informar a Don Pedro.

Al escuchar al posadero se me atragantó el último trago de vino que me llevaba al gaznate. Abrí la boca para decirle a Manuel que se apurase pero se me adelantó.

Pagué las dos jarras y con un gesto de cabeza le hice ver a mi compañero que estaba de acuerdo con él y que lo mejor que podíamos hacer era irnos cuanto antes al establo a avisar a Don Pedro.