Partida Rol por web

El paladin viendo como el clerigo se ponia manos a la obra se dijo, "aqui no hago nada mejor cubrirse de la lluvia", y asi hizo, y cubierto observo callado lo que acontecia.

Pasado el tiempo, cuando el clerigo le puso al corriente de sus descubrimientos, se quedo pensativo, no sabia si se les habia indicado el Anduin por algo, o si era otro acertijo sin solucion posible para unos mortales como ellos, asi que humildemente pregunto, para ver si al sabio Arengoll algo le decia esa parte. Dirigiendose a el hablo.

"¿Cree vosa merced que se referian los susurros a las aguas del Anduin, como una posible direccion a tomar en nuestra busqueda?. Es bien sabido que el Anduin es navegable, y frecuentado por piratas y otras aberraciones."

- Si, asi lo creo. - Aërengoll parecía preocupado - Por un lado está claro que debemos de buscar a Manawnûl pues así lo piden los sirvientes de los dioses, pero parece que el origen de todo está en el sur, seguramente en Umbar.

El clérigo se movía de un lado a otro, pensativo. Tenía las manos a la espalda y daba largos pasos.

- Esperemos a ésta noche, veamos si realmente podemos ver alguna de esas criaturas. Después decidiremos el destino a seguir si es que no tenemos pista alguna de ellos.

Se sentó sobre una roca. Parecía que nadie les había visto, o eso había dicho la gaviota. Estaban a salvo. No debían regresar al pueblo, sino esperar una señal o algún movimiento. Deberían de estar atentos.

- Establezcamos turnos. Yo haré el primero. Vuesas mercedes repartanse como quieran los otros dos. Creo que, si Atandil está en lo cierto, y no dudo que así sea, no hará falta llegar al tercero.

La lluvia arreciaba, como hostigada por alguna iracunda malicia. Como si protegiera a toda costa un secreto que no debía ser desvelado. Como si los Cielos y las Aguas estuvieran de parte de ese misterio y por consiguiente en vuestra contra. Y harían todo lo posible por entorpeceros, y por rugir, para alertar a Eru sabe quién. Y ahí en medio estabais vosotros, realizando infructuosas guardias a la intemperie.

La primera guardia correspondía al clérigo. No temía a nada en particular, pues los designios de Ulmo, pese a ser a veces extraños, siempre eran cercanos al calor que sentía por la raza de los dunedain. Asi pues, sólo creía que sería posible avistar una de las misteriosas criaturas de las que tanto había oído hablar y de quién nunca había rastro alguno. Quizás encontrara la solución al sueño que le despertaba cada noche.

Esperó, tratando de mantenerse lo más despierto posible, y de avistar alguna figura borrosa en medio de una lluvia tan fuerte.

De repente un relámpago zigzagea sobre el pueblo y un por instante ilumina una figura al pie del acantilado por el que habíais descendido. Una figura inmóvil al borde del precipicio de rocas. Una figura que ya no vuelves a ver cuando un segundo relámpago, seguido de un terrible trueno, vuelve a iluminar la zona.

El viento azotaba la costa con extraordinaria violencia. Se oía el mugido del mar, ya en marea alta, contra las rocas, a todo lo largo del litoral. La lluvia, pulverizada por el viento, se extendía como una niebla líquida. Corrían jirones de vapores por la costa, cuyos guijarros se entrechocaban violentamente. La arena, levantada por el viento se mezclaba con el agua en un asalto irresistible.

A unas horas tan intempestivas y con la que estaba cayendo, esa figura no podía ser casual. Os estaba espiando, o peor, algo tramaba, una lástima no tener más información...
 

- ¡Eh! - dijo mientras se levantaba con una agilidad impropia de alguien de su edad. - ¡Ahi había algo! - y rápidamente salió en su búsqueda bajo el aguacero.

La lluvia comenzó a azotarle la cara mientras el hombre andaba con paso decidido en la dirección de la misteriosa figura. Seguramente no se tratara más que de alguien del pueblo. Necesitaba saber, y eso fue suficiente argumento para que no se preocupara por su seguridad ni por su integridad. Habían ido ahi para algo, y no podía dejar pasar la oportunidad de saber qué era.

Corres detrás de la furtiva figura. Cuando llegas al acantilado la buscas con la mirada, que afortunadamente ya está acostumbrada a la oscuridad, pero ni rastro. De repente miras hacia ariba y ves que está escalando por el acantilado, lentamente pero sin pausa. Algo sumamente arriesgado con la que está cayendo, aunque suficiente para escapar de ti.

Atandil se despierta sobresaltado, echando mano a su estoque.

-¡Voto a Dix y vive Dux!- farfulla golpeando al aire con su arma. Después mira alrededor, oyendo como los pasos del clérigo se pierden en la oscuridad.

-¡Aërengoll! ¿qué sucede? ¿nos atacan?... ¡Pardiez!- farfulla percatándose de que hay que moverse. Así, prepara sus bártulos más indispensables y echa correr también hacia el acantilado, más perdido que otra cosa y todavía con legañas en sus ojos...

Motivado por el deseo de saber. Aërengoll sacó fuerzas de dónde no supo nunca. Casi trastabillando y con la lluvia jugándole malas pasadas por los continuos resbalones, el clérigo vio que la misteriosa figura se le escapaba.

Declarandose sumiso a la voluntad de Ulmo, trató de saltar para aferrar a la criatura, quien empezaba a subir por la pared del acantilado. Casi sin darse cuenta, su mano tocó la piel resbaladiza de la criatura, obligándole entonces a caer al suelo. Aërengoll parecía enojado.

El furtivo individuo resulta ser tan sólo un muchacho, autóctono por su apariencia. Desaliñado y asustado.

-¡No me haga daño, excelencia!-logra balbucir cuando tiras de su pie hasta que cae al suelo y le coges del cuello intentando inmovilizarlo.

No parece demasiado fuerte, pero aún así notas que tampoco se resiste demasiado. Lo espulgas detenidamente durante unos segundos y no te parece extraño o peligroso, mas no te puedes fiar ya que al ser de noche no hay la suficiente luz para un correcto examen. Por mucha intuición que atesore un avezado clérigo de Ulmo.

De fondo oyes las torpes pisadas de Atandil: -¿lo tiene?¿lo tiene? ¡No se preocupe, allá va Atandil en su ayuda!

- ¿Qué haces aquí, chaval? ¿Quién eres? Y, ¿Por qué nos estabas espiando?

El tono de Aërengoll era autoritario, como de un padre a un hijo, pero mucho más reprobatorio. Estaba convencido de que en el mejor de los casos, se trataría de un chico al que le darían unas monedas por seguirles. En el peor de ellos, cualquier demonio o criatura mágica podía adoptar la forma más sencilla. No debía de fiarse de él, y menos a estas horas de la noche.

- No son horas para que los niños jueguen en la calle.

-No espiaba, su excelencia. Simplemente vi algo en vuaced que me inspiró confianza y... no sé... yo... -balbucea el chico dirigiéndose a Aërengoll.

-¡No oses mentirnos, bellaco! -brama Atandil zarandeando al muchacho- ¡Claro que nos espiabas!

-Sí... No... yo... -titubea el zagal, que no debe tener mucho más de doce años- Seguí a vuestras mercedes hasta este lugar...

-¿Bajo la lluvia? ¿quién te lo mandó? -increpa Atandil sin dejar finalizar la frase al zagal y propinándole un coscorrón a mano abierta.

-¡ouch!... Nadie, señor... su excelencia. Es sólo que N´gurth ya no es lo que era. O eso decía mi tío antes de desaparecer -que ellos lo mataran, musita para sí-, y me pareció... -la lluvía os está empapando, aunque, afortunadamente, está remitiendo hasta haberse convertido en un simple calabobos.

-¿qué te pareció, rufián? -un nuevo coscorrón restalla en la despeinada cabeza del muchacho- ¡qué Rayos de Manwë te pareció? ¡Habla, o por el Tercer Ojo de Irmo que libraremos a tu corrupta materia para siempre de esta maldita aldea de decadencia y desolación!

-¡hablaré, hablaré!, que para eso los seguí... pero no me golpee más, por la gracia de Ulmo...

Volvéis al resguardo de vuestro escondite. Ponéis a hervir agua con algunas hierbas en una vieja cacerola para entrar en calor. Y aseguráis al chico que no se va a llevar más mamporros. Así, después de dar dos sorbos al brebaje, empieza a hablar....

-Mi tío me decía muchas cosas antes de desaparecer. Pero yo también he visto cosas. Sobre todo a raíz de la epidemia de 1806. Yo era muy pequeño entonces pero recuerdo gran alboroto y sufrimiento. Y murió o desapareció más de la mitad de la gente del pueblo.

»El viejo capitán Obed debió traerse a casa algo extraño cuando regresó con su barco de las tierras de sur. Y hoy en día la gente de N´gurth tiene una vena algo extraña... no sé cómo explicarlo. Algunos tienen la cabeza estrecha y rara, con la nariz chata y los ojos saltones que nunca parecen cerrarse, y su piel no es del todo normal: áspera y costrosa, y a los lados de cuello está completamente arrugada o plegada. Además de que se quedan calvos muy jóvenes. Y los más viejos son los que peor aspecto tienen... en realidad creo que hace mucho que no se ven viejos en N´gurth...

»Eso sí, cogen mucho pescado y marisco, y lo venden a otros pueblos cuando pueden, porque no se imaginan vuestras mercedes cómo abunda la pesca abunda en N´gurth,, más que en ninguna otra región de Belfalas... pero ¡intente pescar uced aquí y verá como lo echan!

»Además, los animales les tienen aversión, y tienen especial problema con los caballos. Si se fijan vuesas mercedes no verán animales en el pueblo. También creo que tienen oro. Mucho -los ojos del niño se iluminan- Oí a hablar a mi tío de una extraña clase de joyas extranjeras que los marineros y los empleados del capitán Obed vendían a veces a hurtadillas... también se decía que habían encontrado un antiguo escondrijo de piratas en el Arrecife de Ossë...

»Porque Blaugir vive allí -musita temeroso el muchacho señalando mar adentro, suponéis que en dirección al arrecife mencionado- y ahora adoran a dioses oscuros que nada tienen que ver con Eru o los valar...

Escuchabais circunspectos lo que el muchacho tenía que deciros. Parecían historias propias de la imaginación alocada de un niño, pero por otra parte os tenían extrañamente encandilados.

-¡A fe mía! -musita Atandil mesándose el bigote- yo mismo había oído rumores de que adoraban al mal, y en particular a un culto secreto que había ido en aumento hasta desplazar al culto a Eru y a los valar... la Orden exotérica de Ossë... -después hace una pausa mirando en derredor- No me miréis todos así... xD... los bardos conocemos las leyendas, mitos e historias más inverosímiles. Unas mera fantasía y delirio de orates y mentirosos, otras terribles pero veraces como la vida misma. En parte, qué creíais que hacía alguien como yo perdido por estos lares... xD...

El niño ahora parecía realmente lo que era. Si un familiar suyo hubiese desaparecido, era normal que buscara ayuda en aquellas personas que pudiese considerar más de confianza. Y qué mejor que unos extranjeros en tierras malditas.

El clérigo, no obstante, se dedicó a escuchar sin hacer un juicio de valores aún. La historia le tenía anonadado. Pero parecía cuadrar con algunas de las cosas que habían visto.

- Alto, chico. - El clérigo se dirigió al paladín y al bardo - Hay que impedir que sigan repartiendo el pescado. Si son de una secta seguramente tengan algo en ellos. Asimismo, chico, ¿sabrías decirnos donde se juntan? ¿sabrías llevarnos a ese arrecife?

Igual tendrían que separarse. Debían de detener esto. Si se trataba de una especie de secta oscura, era labor de los seguidores divinos el acabar con ella.

El muchacho te observa ojiplático, preguntándose si es valor o desconocimiento lo que hay en tus palabras.

-¿Su excelencia solo pretende detenerlos?-titubea el chico...

Según te comenta el zagal, el Arrecife de Ossë -negro y bajo- quedaba a milla y media y estaba completamente por encima del agua la mayor parte del tiempo, y nunca muy por debajo aunque no se le pudiera llamar isla.

Estaba empezando a amanecer, así que, según te señala el muchacho, puedes vislumbrar una línea larga y negra que apenas aflora del agua y que, sin embargo, produce una extraña impresión de maldad latente. ¡Eso debe ser sin duda el arrecife de Ossë!

-No cree su vuestra merced -interviene Erandil- que antes de intentar acabar con esto o tomar decisiones precipitadas, deberíamos indagar más sobre el asunto. Y sobre el alcance que pueda tener. No sabemos si nos enfrentamos a cuatro aldeanos locos o a toda una orden demoníaca organizada.

-Veamos primero todo lo que puede decirnos este rapaz... ¿cómo te llamas, muchacho?-finaliza el paladín dirigiéndose esta vez hacia el muchacho.