Partida Rol por web

Cortejo de Moscas

Prólogo: Un Funeral Para Recordar

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09/02/2023, 11:03
Narradora

En Hopefield desde hacía varios días se miraba hacia el camino que llevaba a la Finca Bartou con una mezcla de pueblerina curiosidad e incertidumbre. Joel, el joven hijo de la jardinera que se encargaba de hacer los recados en el pueblo, había comentado como por despiste que el señor Marceló Bartou se encontraba gravemente enfermo y en cama. Luego se le había visto al muchacho compartiendo unas palabras entre cigarrillos con un hombre trajeado que solo la más chismosa del pueblo, Doña Clarence, identificó como el abogado Patrick Harper, de la firma Harper & Harper. Este bufete siempre había estado relacionado con la compañía Bartou en todo lo que fueran trámites legales.

Hacía dos días, habían visto salir el coche del señor Marceló, conducido por el mayordomo de piel oscura, Lucius. El coche iba vacío, pero había regresado a tardes horas de la noche con un pasajero. Varios de los que vieron pasar el coche comentaron que la ventanilla del pasajero estaba abierta, y que éste llevaba sotana.

Ayer, los distintos miembros de la familia Bartou se encontraron con un correo electrónico, que luego fue corroborado por una llamada telefónica.

La firma de abogados Harper & Harper tiene el penoso deber de informarle que el señor Marceló Bartou falleció en horas de la madrugada del día de hoy.

El día de mañana se realizará el rito funerario, seguidamente se hará la lectura de su testamento. Por voluntad del señor Bartou, aquellos familiares que no se encuentren presentes en su funeral serán sacados del testamento y su parte de la herencia será repartida entre el resto de los familiares presentes en la lectura.

Nuestro más sentido pésame.

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09/02/2023, 11:53
Lucius

El mayordomo, Lucius, es quien abre la puerta de todo aquel que va llegando. Se trata de un hombre de color de unos 60 años aproximadamente, se le ve pulcro e imperturbable, cordial y sumamente atento. Incluso en un momento tan triste para los habitantes de Finca Bartou, mantiene su profesionalidad, atendiendo y recibiendo a los invitados a tan triste evento.

La sala principal de la gran mansión campestre, joya de arquitectura rural, es el sitio elegido para realizar la primera parte de aquel cristiano ritual. El féretro descansa en mitad de la habitación, y varias sillas se localizan ordenadas dentro de la sala. Ya algunas están ocupadas: la jardinera Theresa Pomme y su hijo Joel; Charity Williams, asistente personal del señor Marceló; Mary Smith, ama de llaves de la mansión; y el abogado Patrick Harper, quien se encuentra junto a la puerta-cristalera semiabierta mientras fuma un cigarrillo. Al olor del humo, de flores que adornan sitios selectos de la sala, se le une otro más, difícil de describir. Desagradable, dulzón. Como de comida en inicios de descomposición.

Una solitaria mosca negra, ajena al evento que está por presenciar, se posa alegremente sobre la madera del féretro.

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09/02/2023, 19:10
Priscilla Bartou

Priscilla cruzó la entrada. Quizá por casualidad, quizá porque eso es lo que correspondía, estaba siendo la primera de la Familia Bartou, de su sangre, en llegar.

Conocía bien al mayordomo, y le dio el abrigo con una sonrisa triste en su rostro. No podía obviar lo poco que había interactuado con su hermano, el fallecido Marceló, desde que éste había decidido enclaustrarse. Pero sí que había visto a menudo a Lucius, ya fuera por encargos, pequeños recados, y cosas así. Su voz sonó dulce, a pesar de su aspecto, cuando se dirigió a él:

-Lucius. Esta vez las circunstancias son trágicas. Gracias por mantener el orden ahora que él no está.

En seguida se dio la vuelta, perdiendo toda traza de dulzura. Iba vestida de negro, sobria, hierática. Miró las sillas, en la sala, y a sus ocupantes. Les saludó brevemente, uno a uno, con un altivo gesto de cabeza. Y luego su mirada se centró en el féretro, en el centro, y en la foto de Marceló. Se acercó, pero se detuvo a un metro, erguida, muy seria. Quizá rezó una plegaria, pero sus labios no se movieron, lo que estuviera pensando se quedó en ella.

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09/02/2023, 20:09
Cletus

Cletus llegó en una furgoneta pickup que milagrosamente había aguantado todo el viaje para el estado que se encontraba. La había comprado hacía tiempo y había pasado por muchas manos antes como indicaba su color rojo ya desgastado por el sol. Incluso en algún momento podría haber tenido pintada una bandera confederada que el tiempo o alguno de los dueños habían casi borrado. A pesar de ir a un funeral no parecía especialmente triste ni afectado, ni siquiera conocía a su tío y tan solo había acudido por la promesa de una herencia, lo que si sabía era que aquel hombre era muy rico así que podía sacarse una buena pasta. Además sus padres se habían ido de viaje y no iban a poder llegar a tiempo, les había mandado un mensaje para informarles, eso si, aunque tenía sus dudas de que si hubieran estado se hubieran acercado por allí, él sin embargo no tenía problema, unas horas de viaje, una reunión incómoda con familiares a los que no conocía y dinero fácil en el bolsillo cuando volviera, había sido un golpe de suerte. Dejó la furgoneta en un lugar donde no molestara y se quedó un rato dentro mientras acababa la canción que estaba sonando en la radio. Luego salió y se alisó un poco la ropa, nada elegante, aunque había llevado lo mejor que tenía y estaba limpio. Miró a su alrededor y emitió un pequeño silbido de admiración.

-Menuda casa...

Seguro que cualquiera de las habitaciones era más grande que su caravana. Se preguntó para que quería una persona sola algo tan enorme mientras caminaba hacia la entrada donde lo esperaba un hombre vestido de etiqueta.

Vaya, parce que no soy el único negro de la familia...

Quizás su padre había abierto camino y su familia no era tan retrógrada como se la había imaginado.

-Hola tío, soy Cletus. -Claro que seguro que nadie sabía quien era, esperaba que conocieran a su padre. Le mostró el puño para que los chocaran.- El hijo de Jean. -Sí, a su padre lo tendrían que conocer. ¿Verdad? Él tampoco conocía a nadie, apenas le sonaba algún nombres que sus padres habían mencionado alguna vez, aunque no solían hablar mucho de esa parte de la familia. Por si acaso sacó el teléfono y le enseñó el email aunque tenía que mover la pantalla hacia arriba y hacia abajo porque hacía tiempo se le había caído y había partes rotas que no se veían bien.- Estoy aquí por... ya sabes ¿No?

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09/02/2023, 20:10
Rosalind Bartou

En Hopefield siempre se hablaba del apellido Bartou. Por eso nunca tenía en consideración escuchar los cotilleos y habladurías sobre mi padre, o la casa, o sus asuntos legales, abogados, demás mentiras con tal de saciar la necesidad de crear habladurías en el pueblo... Ignoraba todo lo que podía a esas personas. De ahí que la llamada telefónica de los abogados me golpease como un cubo de agua helada.

Acababa de morir mi padre.


...


Me paro frente a la puerta de entrada de la mansión. Hacía años que no la veía tan de cerca. Desde el funeral de mi madre. ... Aprieto los labios, y entro. Allí me recibe Lucius. 

-Hola... Lucius... - le miro a los ojos. No hacen falta muchas palabras. El pésame está en el ambiente. Pero Lucius siempre profesional, tan perfecto, tan respetuoso...

El féretro. La sala. Las flores. Las sillas. Los que atendieron, empleados, amigos... caras conocidas del pueblo. Algunos se levantan a darme el pésame. Poco a poco llego hasta el féretro, donde otra figura de negro estaba parada frente a él.

Me paro a su lado. Todavía no acababa de creer lo que acababa de pasar. ¿Ni una llamada? ¿Fue repentino? ... no es que se hubiera molestado en saber de mí, o de nadie, por lo que decían. Pero si hubiera estado enfermo me lo habría dicho... ¿me lo habría dicho?...

Me quedo mirando la foto, de pie. En silencio. Marceló Bartou. Un ligero temblor mueve mi labio inferior. Vuelvo a apretar los labios con fuerza. Y tras unos segundos de respetuoso silencio...

-Tía Priscilla. - la saludo, diciendo su nombre secamente. Se notaba la pena en mi voz. No había hablado con ella en mucho tiempo. Era una mujer difícil. Sin dejar de mirar el féretro hago la pregunta en voz alta - ¿Han dicho la causa de... la enfermedad?...  - llevaba tiempo enfermo, al parecer.

Ella era la que más contactaba con Lucius. Quizás ella lo sabría.

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09/02/2023, 21:26
Thomas Collins Bartou

El jovencísimo Thomas llegó lo antes que pudo para la evento. Ataviado con un precioso traje de gala negro de piloto y semblante compungido, el chico, no mayor de la treintena se abre paso entre los asistentes, muchos de los cuales le resultan desconocidos pero por suerte no todos.

No tarda en llegar a la altura del féretro y se quitó la gorra en señal de respeto absoluto, luego se dirige a la fotografía, con la gorra de plato protocolariamente bajo el brazo izquierdo, en el cual lucía una banda negra de crepé de tres pulgadas como correspondía al evento y a su rango de oficial de vuelo.

-Hola, soy Tom...Thomas Collins. - se presenta en un tono quedo y bajo a ambas mujeres, quienes por edad y por el rigor de su semblante, deduce que son familia más cercana entre él mismo y su abuelo Marceló.- Mi madre es Margaret.- añade, pues supone que igual necesitaban más datos para ubicarle.- Soy el que envía los billetes de avión como regalo de Navidad.- añade con una sonrisa amable.

 

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10/02/2023, 11:06
Priscilla Bartou

Iban entrando, como moscas atraídas por la miel... o no, algunos venían por sentimiento familiar. Como su hija. 

-Rosalind. -Devolvió el saludo, la voz algo rota.- No, no sé qué le ha pasado, pregunté a Lucius, pero en realidad siempre ha sido muy reservado, y de hecho, más allá de mencionar que se encontraba enfermo, no me hizo referencia a que tan grave era el asunto. Estoy tan sorprendida del desenlace como tú.

Y se les unió el muchacho de Margaret, vestido de uniforme. Priscilla le miró de arriba a abajo, fue imposible saber el veredicto de su inspección. Pero no debió ser malo, porque asintió al responderle.

-Claro Thomas. Soy tu tía-abuela, Priscilla. La hermana mayor de Marceló.

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10/02/2023, 11:49
Edward "Ed" Bartou

Edward se presentó en la Finca Bartou habiendo interrumpido el rodaje de su última película, Venganza en el Espacio, una space opera con acción, intriga, romance y grandes escenas que involucraban enfrentamientos entre naves espaciales, rodadas a la antigua usanza, con maquetas. Si alguien le preguntaba a Ed sobre la película, diría que su película sería todo un referente para la ciencia ficción, al nivel de Star Trek y Star Wars. Sin embargo, la realidad era que se trataba de una peli de bajo presupuesto que se estrenaría directamente en Netflix y cuyos actores eran completos desconocidos o estrellas en la más absoluta decadencia.

Tras saber de la muerte de su tío, Ed había interrumpido de inmediato el rodaje de tan magnánima obray se había dirigido a la Finca Bartou, con barba de varios días, la gorra que acostumbraba a utilizar en el set de rodaje y su inseparable Super 8, con la que había grabado desde niño. Aquella era una ocasión muy especial, familiar, por lo que Ed sabía que si tenía que grabar, tenía que hacerlo con una cámara familiar.

Al llegar a la finca, entregó su chaqueta al mayordomo sin dirigirle más de una mirada. Al despojarse de su chaqueta, dejó a la vista una camiseta negra que exhibía unos brazos fuertes que evidenciaban muchas horas de gimnasio. No se quitó la gorra, sin embargo, casi como si fuera una extensión de él mismo. Se le veía tan afligido o ausente que no prestó especial atención al servicio, ya fuera por su estado o por el clasismo imperante en su mentalidad.

-Hola... Soy Ed Bartou -se presentó, caminando hacia el grupo de familiares reunidos-. El director de cine. El artista -se autodefinió Edward, en un tono que evidenciaba mucho amor propio-. Marceló Bartou era mi primo. -Tomó la Super 8, mostrándola a sus parientes-. ¿Os importa si la enciendo? A Marceló le hubiera gustado que tuviéramos un recuerdo de este amargo día.

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10/02/2023, 20:38
Odette Rochester-Bartou

En aquella época, yo era una estúpida. Una bonita y ñoña estúpida, querido lector. ¿Te puedo llamar lector, lector? ¿Prefieres jugador, quizás? ¿Lectorx, jugadorx? Bueno, lo siento, tendrás que conformarte con lector. Pues bien, lector, en esa época yo era una bonita y ñoña estúpida.

Llegué a Alabama con mi padre o, como decía yo entonces como una ñoña, mon bon papa, George Rochester, un hombre que… ah, no, ya lo conocerás pronto sin necesidad de que yo te lo presente. Llegué con él, procedentes de Boston, donde vivíamos desde que nos habíamos mudado de la France seis años antes.

Llegamos del aeropuerto a la casa del desconocido oncle Marceló en un taxi y todavía recuerdo la desagradable sensación de vergüenza cuando mi padre discutió con varios taxistas del aeropuerto por no tener vehículos accesibles. Al fin, tras un par de llamadas a servicios especiales de taxis, mi padre logró una furgoneta en la cual entraba mi silla de ruedas. Como en aquella época yo era una bonita y ñoña estúpida, asistí a todas esas discusiones azorada, con rubor en las mejillas y en silencio.

Bien, pero al fin llegamos a la casa del oncle Marceló. Mon bon papa —déjame que lo llame así de vez en cuando, lector, en honor a la ñoña Odette que fui— sacó la silla de ruedas y me ayudó a acomodarme. Por si no lo sabes, no tengo piernas desde los 13 años, cuando mi madre y yo tuvimos un accidente de tráfico.

Laisse moi, papa —le pedí para que no empujara él la silla.

Yo misma me encargué de avanzar con la silla, mientras mi padre avanzaba a mi lado.

Hay algo que debo decirte, lector: puede que no tenga piernas, pero eso nunca fue un obstáculo para que me gustaran los vestidos bonitos. Ese día llevaba un bonito vestido oscuro; al fin y al cabo, era un funeral. El vestido era de manga larga, porque siempre me ha dado vergüenza mostrar mis brazos: como comprenderás, la fuerza constante que tengo que hacer con ellos ha provocado que tenga unos brazos desmedidamente fuertes para mi tamaño. En fin, era coqueta y prefería esconderlos bajo mangas largas, igual que me gustaba maquillarme. Ese día llevaba algo de colorete en las mejillas y labios rosados.

Al entrar en la sala del funeral, ya había varios familiares allí. Algo había oído de todos ellos a la abuela Antoinette, pero lo cierto era que aquella era la primera vez que los veía a todos realmente. En esos seis años en Boston, nunca había participado de reunión familiar alguna. Así pues, con cierta vergüenza, me desplacé con la silla a un lado, sin llamar la atención, y miré al resto desde allí. Todos parecían gente muy mayor.

Bonjour —dije en voz muy tímida. En aquella época, yo tenía voz como de pajarito, lo que esperarías de una jovencita bonita y ñoña como era yo en aquella época—. Buenos días, quiero decir. Perdón. Perdón.

Me ruboricé y bajé un poco la vista. ¿Ves lo que digo, lector? Yo era una bonita y ñoña estúpida en aquella época.

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10/02/2023, 23:10
Rhys Michael Johnson

«Sweet home Alabama. Where the skies are so blue». Esa melodía estúpida y contagiosa con la que a los sureños les gustaba darle la bienvenida a los turistas en el aeropuerto se me había incrustado en el cerebro con una acidez cáustica. 

«Sweet home Alabama», la mentira más grande del lugar que una vez había sido mi hogar. No encontré ni una pizca de melancolía en mi interior mientras contemplaba las puertas de la finca familiar, no había añoranza en el modo en que se crispaban ligeramente mis labios, ni tampoco dolor por la muerte de un hombre al que llevaba veinte años sin ver, desde la muerte de la tía Dorotea. Lo que sí había era esa nota de hastío punzante que siempre despertaba en mí cuando viajaba a «casa», una sensación que sintonizaba más con la Alabama de Neil Young. 

Suspiré y me coloqué la chaqueta antes de decidirme a entrar. Me había vestido con la sobriedad correspondiente a un funeral, con un traje gris muy oscuro, casi negro, y un pañuelo también oscuro al cuello. Pero, a pesar de esa sobriedad, saltaba a la vista que el corte de las prendas era exquisito y, a pesar de que ya no era ningún jovencito, seguía luciéndolas con buen porte. 

Algunas arrugas marcaban la seriedad en mi rostro cuando contemplé el interior. Por deformación profesional, fui registrando mentalmente el buen gusto de los adornos. También me fue inevitable fijarme en cómo iban vestidos los presentes. A los más jóvenes ni siquiera los conocía, debían ser hijos de alguien, a saber de quién. Pero al final mis ojos cayeron sobre ella. Me acerqué a mi madre y carraspeé con suavidad para atraer su atención. 

—Hola, madre.

Hablé con un tono tranquilo, suave, con esa voz grave que había heredado de mi abuelo paterno, cantante improvisado de country en todos los antros al sur de Montgomery. La abracé y le dejé un beso en la mejilla con más cortesía que cariño. Luego hice un gesto de saludo a los que se encontraban más cerca de ella y fruncí los labios con empatía al ver allí a la hija del difunto.

—Prima Rosalind, lamento tu pérdida. 

«Here I come, Alabama». La maldita canción seguía sonando en mi cabeza, como un disco rayado que apenas repite unas pocas frases antes de volver a empezar. Tan solo llevaba unas horas en «casa» y ya sentía que estaba atascado en ese bucle y todo volvería a comenzar una vez más. 

«I come to you and see all this ruin».

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11/02/2023, 10:08
Rosalind Bartou

Ni siquiera Priscilla sabía la causa de la muerte. Y él... ni en sus últimos días tuvo la idea de contactarme. La mezcla de emociones y pensamientos que iba formándose bien escondida dentro de mí, como una pequeña bola, era enervante.

- ... - no le digo nada más. No sabía qué cosa debería decir. ¿Que era un hombre reservado? ¿Que no había sabido nada de él en 20 años? Ya todos lo conocían, y sabían su situación reclusa volunatria. Repetirlo sólo me haría más daño. 

Por suerte aparece un hombre uniformado a darnos el pésame. Era el hijo de Margaret... el hijo de mi hermana -Hola Thomas, cuánto has crecido... - el que siempre viajaba y vivía la vida, como suelen decir los jóvenes. Instintivamente miro entorno, buscándola - Margaret... sigue sin querer salir de casa? - Mi hermana. La más "rebelde" de las dos, y ahora siguiendo los pasos de su padre, que ironía. *Podría haberse presentado, o mandar un mensaje como la última vez que contactó conmigo. - Aprieto los dientes frustrada, disimulando con mi serio semblante  lo mal que me ha sentado que no se dignase a venir al funeral de su padre - Espero que se encuentre bien. - finalizo.

También vino Rhys. Mi primo vino a darme el pésame. Mi labio vuelve a temblar y asiento con la cabeza lentamente, agradeciendo el gesto. Trago saliva antes de decir un triste y suave - Gracias...

Era curioso como gente de la que no sabía nada en años se presentaba al funeral. Pero no podía importarme menos. Amigos, familiares, conocidos, empleados. Un funeral no distingue entre nadie, mal o bien vestido, todos son bienvenidos para dar el pésame y orar por el alma del difunto. Aunque la idea de usar la cámara para gravar el funeral me provocó un ligero tic en el ojo. No dije nada. Priscilla se encargaría de controlar la situación, como de costumbre.

Tras un corto suspiro me despido - Voy... a hablar con el Sacerdote. Por lo menos quisiera saber qué tiene pensado decir - ni si quiera me habían dejado participar en la preparación del funeral, hasta después de muerto me hacía sentir completamente enajenada de todo. Pero conociendo a mi padre, esperaba que al menos hubiera dado órdenes de hacer una corta misa antes de realizar el Rito de Compromiso y enterrarle... junto a la tumba de mi madre.

Me despedí educadamente de los presentes y fui a hablar con el Sacerdote.

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11/02/2023, 11:23
Priscilla Bartou

La llegada de Ed y su petición le devolvieron su rictus adusto. Alzó las cejas, y su nariz, de modo imposible, pareció afilarse.

-Edward. De ningún modo. No es apropiado, desde luego que no. Es un funeral, su funeral, y le debes respeto. -Torció los labios mirándole, y entrecerró los párpados- ¿De verdad crees que, con lo reservado que era Marceló, habría querido "un recuerdo" de esta íntima Ceremonia? No. De ningún modo. -Reiteró. 

Pero fue distraída por algo, por alguien, que cruzaba la puerta en aquel momento. Una silla de ruedas, y una jovencita en ella. Venía acompañada de un hombre al que recordaba vagamente. La desventurada chiquilla tenía que ser Odette, la nieta de Antoniette. Pero se quedó a un lado, tras murmurar algunas palabras que no escuchó.

Sin embargo otra llegada sí que llamó su atención notablemente. Mucho antes de que carraspeara junto a ella. Rhys, su hijo, impecablemente vestido para la ocasión, como era de esperar.

-Hijo. Te esperaba, agradezco verte, aunque siento el motivo. 

Devolvió el abrazo, pero su torso rígido y su cuello altivo no cejaron ni un punto en su actitud.

Luego Rosalind se excusó, iba a hablar con el cura. Perfecto, si alguien podía y debía hacerlo, era ella. Priscilla asintió.

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11/02/2023, 23:04
Thomas Collins Bartou

Thomas ofreció pulcramente la mano a sus familiares para estrecharla, suave con las mujeres y firme con los hombres, pero sin pretender ninguna demostración de virilidad.

-Tia Rosalind.- le dedica una sonrisa suave- Mi madre te manda un abrazo, bueno, a todos.- extiende- Se lo estuvo pensando, lo de acudir, pero finalmente me dijo que no, que se sentiría una extraña en su propia casa.- de todas formas, el viejo Marceló no acudió al funeral de Andrew años atrás, puede que Margaret aún le guardara rencor por eso.- Se encuentra muy bien, gracias por preguntar.

-Me acuerdo un poco de ti, tía Priscilla, pero no te habría reconocido.- dice con sinceridad- Me alegra verte, aunque sea en estas circunstancias.

Se gira hacia Edward, estrechándole la mano.

-A mi no me hubiera importado, pero creo que la tía Priscilla tiene razón. Quizás no sea el momento.- su gesto no era grave pero si sereno, empático con el cineasta que había traído aquel tesoro.

Formalmente estrecha la mano de Rhys.

-Hola, creo que no nos conocemos, Thomas, el hijo de Margaret...creo que mi madre es tu...¿prima?-sugiere, dudoso y encantador incluso en esa difícil tesitura- Lo siento, no se me dan bien estas situaciones.

Finalmente su ronda de saludos termina en Odette, se acerca un poco a su posición para que ella no tenga que hacerlo y se baja hasta su altura para estrecharle también la mano.

-Hola, tu debes de ser mi prima Odette, mucho gusto, soy Thomas Collins.- su tono es suave, cálido y cercano, en ningún modo resultaba paternalista ni jactancioso- Bueno prima por decir algo ¿no? Tu abuela era tía de mi madre, no sé en qué nos convierte eso.

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13/02/2023, 06:12
Odette Rochester-Bartou

Primos. Segundos. Eso éramos Thomas y yo. O somos. No te quiero hacer spoilers sobre lo que ocurrió, lector. Fue el único que se me acercó a saludar al principio, pero la verdad es que no me importó que ninguno más lo hiciera; yo tendía a ser una niña tímida y prefería que no me prestaran atención, además de que había llegado un poco tarde y estaban todos ya hablando entre sí. Pero que la atención viniera del más joven y guapo de aquel grupo hizo que el colorete de mis mejillas se intensificara y que mi mirada bajara al suelo avergonzada.

Casi sin darme cuenta, lancé una mirada de reojo a mon bon papa y luego miré a Thomas otra vez. Oh, qué pueril y tonta era yo entonces, sonrojándome porque mi guapo primo segundo me hablara. ¡Vaya cosa!

Lo que sí me parece ahora muy gracioso, pero en aquel momento fue un bochorno para mí, fue que, cuando me ofreció la mano a modo de saludo, la apreté muy fuerte por los nervios. Muy fuerte. Y ya he comentado, lector, que yo tengo unos brazos desproporcionadamente fuertes, acostumbrada a utilizarlos para moverme.

Hola… Thomas —dije con mi voz de pajarito, sin darme cuenta de lo mucho que estaba apretando su mano—. Enchanté. Primos segundos. Tu abuelo Marceló era hermano de mi mamie… de mi abuelita Antoinette, quiero decir. Perdón.

Yo era una chiquilla aplicada: sabía ese tipo de cosas como qué es un primo segundo. Eso sí, con la vergüenza que tenía encima, no me atrevía a mirar a mi primo a los ojos y la mirada se me quedó clavada en su traje de piloto.

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13/02/2023, 12:27
Edward "Ed" Bartou

-Sea. No pretendía faltar al respeto a la memoria de Marceló, prima -afirmó Ed, en tono entristecido-. Fue un gran hombre. Siempre supo ver que lo que hacía era arte -Por supuesto, aquello no era más que una vil mentira. El director de cine ni siquiera sabía cuál era la opinión de su primo fallecido acerca de los películas y videoclips que rodaba.

El cineasta estrechó la mano de Thomas y esbozó una leve sonrisa, agradecido por sus palabras. Thomas era un hombre fuerte, tal y como le agradaba a él en los actores que habitualmente escogía, lo que le hizo pensar a Ed si no debería ofrecerle un papel en alguna de sus películas.

Edward se mostró decepcionado de que no se le permitiese grabar toda la ceremonia con su preciada Super 8, aunque entendía a Priscilla y el hecho de que pudiera considerar que grabar el funeral pudiera ser una falta de respeto, por lo que no dijo nada más al respecto. Decidió depositar la vieja cámara sobre una de las sillas de la estancia para no cargar con ella mientras durase la ceremonia. A pesar de tener unos brazos fuertes y ejercitados por el gimnasio, la realidad era que Edward ya no era un chaval y no quería tener que cargar con la cámara al hombro durante horas.

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13/02/2023, 12:54
Edward "Ed" Bartou

Cuando deposita la cámara Super 8 sobre una silla, y aprovechando que Odette estaba captando la atención de buena parte de los presentes, Edward no pasó la oportunidad de dejar encendida la cámara con el objetivo descubierto, en un plano estático que enfocaría a los familiares y al féretro.

Lo más probable es que cada vez que los invitados se movieran estuvieran entrando y saliendo de aquel encuadre, pero a Ed no le importaba. Si lograba grabar sin que sus familiares se percataran de ello ya sería todo un logro.

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13/02/2023, 20:43
Thomas Collins Bartou

Se sorprendió del fuerte apretó de la chica a quien tomaba por una frágil flor aunque no puso gesto de dolor, sus manos eran de por si muy fuertes y su musculatura podía aguantar la presión sin tensarla excesivamente.

-Ey, vaya brazo, podrías ser tenista.-la felicita con buen humor- Estupendo, pues me alegra mucho conocerte, aunque haya sido en estas circunstancias. ¿Me devuelves mi mano, guapa?-pregunta sin que le falle la sonrisa, dejando a la chica el tiempo que necesitara para relajarse y darse cuenta de la situación.

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13/02/2023, 22:34
Lucius

El mayordomo recibe y devuelve el saludo a quienes le tratan de forma familiar, y no hace signo de sentirse ofendido por aquellos que ni se esfuerzan en notarle. Su trabajo, después de todo, ha sido siempre el de servir sin molestar.

El único que parecía en ese momento encontrarse fuera de lugar era Cletus, pero Lucius amablemente le indica hacia el salón. -Por supuesto, señor Cletus. Adelante.-

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13/02/2023, 22:46
Charity Williams

Mientras se da aquel reencuentro y momento de conocerse entre los miembros de aquella familia, una de las que pertenecen al personal se acerca a ellos. -Hola.- La mujer, de unos cuarenta años de edad, se veía cansada, con leves ojeras que había intentado maquillar. Vestía un traje oscuro de camisa y falda, y se le veía algo nerviosa al acercase al grupo. -Perdonad. Mi nombre es Charity, Charity Williams. Soy... Era...- Se corrige, bajando los ojos con vergüenza. -Era la asistente personal del señor Marceló, me contrató al poco de la muerte de la señora Dorotea. Siento en verdad vuestra pérdida.-

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13/02/2023, 22:53
Padre John

En la estancia no se ve al sacerdote, por lo que Rosalind debe acercarse a Lucius, quien le indica en donde el santo hombre se está alistando para la ceremonia. En una habitación pequeña en la planta baja, cerca de las escaleras principales. Luego de tocar la puerta, un bonachón hombre le abre. No se trataba del sacerdote de Hopefield, sino alguien distinto.

-¿Si? ¿En qué puedo serle de asistencia, querida señora?- Saluda el padre, quien parece acostumbrado a que se acerquen a él en momentos como aquellos.