Partida Rol por web

El tabernero Julios mostró un rostro extraño ante la petición de Aldous, pero al parecer optó por no hacer más preguntas sea por no incomodar a sus huespedes o bien porque no tenía tiempo para distraerse de las cervezas que servía en jarras de barro. Con un gesto de mano señaló uno de los rincones donde se encontraba bebiendo solo un hombre viejo y muy estropeado. Su mirada parecía perdida y diera la impresión que había quedado allí olvidado, al margen de la sociedad, como un mueble viejo que ya ha cumplido con su cometido en la vida y se ha tirado a la calle sustituido por uno más nuevo.

Los brujos de la escuela del oso se aproximaron a él y se sentaron en la destartalada mesa. El anciano alzó una mirada perturbada con su solo ojo, pues el otro estaba cubierto por un parche negro, y sonrió con una dentadura prácticamente vacía. 

- La primavera trae al camino la lluvia,

el calor del sol al corazón alcanza.

Así ha de ser, pues arde en nosotros

ese fuego eterno que es la esperanza. -

Recitaba para sí cantando una canción sin prestar más atención a Aldous y Janos.

La taberna estaba bastante más frecuentada a esa hora del día. Janos miró a un lado y a otro, intentando fijarse en los tipos más llamativos del lugar. Aquello era como un juego, pues mientras Aldous hacía sus pesquisas nuevamente con aquel tabernero, el joven brujo se permitía la licencia de apostar mentalmente sobre cuál de aquellos parroquianos sería el orate de Larken.

Finalmente, llegaron hasta un rincón donde un hombre tuerto y demacrado rezaba unas rimas pertenecientes a un poema o canción. Janos lo observó mientras recitaba su métrica, a la espera de que su maestro iniciara el diálogo.

Se aproximaron a la mesa que les había señalado Julios. Al llegar, pidió permiso a Larken para tomar asiento. Al no recibir respuesta, lo tomó como un sí y ocupó una silla vacía, invitando a Janos para que hiciese lo propio.

El hombre se puso a canturrear algo y el brujo aguardó respetuosamente a que terminara.
Comoquiera que los versos no parecían llegar a término, Aldous interrumpió su retahíla: - Buenas tardes. Larken, ¿Verdad? Mi nombre es Aldous, y él es Janos. Pierda usted cuidado, no le robaremos mucho tiempo. Estamos aquí para terminar con aquello que ronda estos parajes. Hemos oído que ha sido testigo de los ataques que están sufriendo los labriegos. Si fuese tan amable de darnos alguna información al respecto...

- Oh sí... sobre el conde pueden decirse muchas cosas. -  dijo convencido el perturbado parroquiano y acto seguido acercó su rostro al de Aldous como si quisiera que no fuese escuchado por los demás presentes en la taberna - es un vampiro, yo lo sé, acecha las casas de las mujeres vírgenes y les chupa la sangre para alimentarse..- exclamó con una expresión en el rostro ida. - por eso ha mandado colgar a varios de aquí, porque han descubierto su verdadera identidad. - siguió explicando mirando a los dos brujos de forma rápida y alternativa con un aliento que apestaba a mucho alcohol. 

¡¿Qué diablos estaba diciendo aquel loco parroquiano?!...

Janos miró con cierta incredulidad a su maestro. Para el joven e impulsivo muchacho, aquellas palabras eran más propias de un borracho que de una persona necesitada asustada por lo que hubiera llegado a ver en el pantano. Se levantó con cierto deje brusco en su semblante y se dispuso a agarrar por la pechera a aquel beodo de tres al cuarto, pero la mano de Aldous lo retuvo. El chico estaba cansado...

- ¡¿No creeréis las patrañas del cierrabares, éste?!...- preguntó a su mentor vencido por el peso de la ofuscación. Con gusto le hubiera roto los pocos dientes que conservaba de un buen mamporro, pero si hacía eso, podían darse por perdidos en su afán por cazar al monstruo que atacaba a los campesinos en las Cosechas de Sangre.

- ¡¡Está bien maestro!! Ya callo...- volvió a sentarse tras el gesto reprobador de Aldous.

El ebrio parroquiano observó con rostro divertido la incontrolabilidad del temperamento de Janos y soltó una carcajada, no buscaba provocar, ni siquiera burlarse del joven brujo, más bien formaba parte de su irracional e imprevisible comportamiento. ¿Qué habría llevado a aquel aldeano borracho a sumir su mente en tal indigna locura? Los misterios de la mente humana son los mayores que han existido nunca. 

- ¡Eh! Por qué no me invitáis a una ronda forasteros,  os veo muy serios... - insinuó Larken escupiendo un eructo. 

Una vez calmados los ánimos, cuando Janos hubo tomado asiento de nuevo, Aldous levantó la mano para llamar la atención del posadero.
- Eso está hecho, Larken.

- No nos malinterpretes, no es que no te creamos. Cosas peores hemos visto, de hecho.

Aldous se recostó en su silla, pensativo. La situación que exponía Larken era improbable, pero no imposible.
Era, eso sí, lo peor que les podía pasar. Aldous no había negociado con toda la dureza que solía emplear para zanjar el tema de la paga porque tenía la firme intención de engañar al mismo tiempo al Conde para que soltase la gallina. Si su monstruo era el señor de las tierras, sus planes se iban al garete, pues tendrían que darle muerte.

- Interesante situación...
El brujo entrelazó los dedos y continuó con la conversación: - ¿Por qué dices eso, Larken? ¿Qué pruebas tienes?

Julios sirvió a los tres una ronda de aquella cerveza aguada de mala calidad y luego observaron como anotaba algo en algún sitio, sin duda llevaría la cuenta para cobrar todo lo consumido una vez los brujos finalizaran el contrato y pagaran lo acordado al tabernero. 

Larken dió un sonoro trago a su jarra. - Esto esta mucho mejor... - dijo riendo sin motivo alguno. - ¿Pruebas? Lo ví yo mismo... una noche que salí de la taberna vi al mismo conde pasearse con una capa negra negra... y tenía unos colmillos que le llegaban hasta la tripa. - explicó haciendo señales con las manos. - Y no es lo único que este ojo ha visto últimamente, no... - dió otro sonoro trago y debido a su estado de ebriedad parecía que iba a decir algo, pero se despistó y se quedó con la mirada perdida mirando al resto de parroquianos. - el otro día me enamoré cuando salí de paseo, jamás he visto belleza igual... lástima que la asustara aquella horrorosidad - continuó explicando con un discurso incoherente y luego quedó sumido en un nuevo estado de embobamiento quedándose adormilado. 

Janos escuchaba a aquel borracho con su puño prieto por la rabia que aquel hombre estaba despertando en él. Tenía claro que se debía a su maestro y que no debía deshonrarlo con un comportamiento flemático y fuera de lugar, pero si en algún momento Aldous le daba rienda suelta, ese cantamañanas tendría que ir a buscar la dentadura a Wyzima de la torta descomunal que le propinaría.

Su mentor lo había adiestrado con celo en aquel arte de la caza de monstruos y ambos sabían que los vampiros, aquellos conocidos como engendros menores, no eran más que otras alimañas ávidas de alimento -en su caso la sangre- pero lo que aquel hombre explicaba, con relación al conde se asemejaba más al llamado vampiro verdadero y eso era un problema bien gordo.

Janos desconocía si algún brujo de la Escuela del Oso, se había enfrentado con un vampiro y había logrado vencerlo para registrar su experiencia en los manuscritos, que de forma rutinaria solían revisar mientras completaban la primera fase de su instrucción. De lo que sí que estaba percatado es de que una criatura ladina como un vampiro de tales características, era un adversario peligroso y letal.

A la vez que el muchacho profundizaba en todo aquello que había aprendido, dejó de escuchar al beodo de Larken. Eso fue en cierta forma algo bueno, pues durante unos instantes, la rabia que sentía se diluyó permitiéndole reflexionar. Aunque todo no dura eternamente...

El impás fue interrumpido por el tabernero, el cual trajo un trío de jarras de cerveza. El joven brujo cogió la suya y dio un trago sin perder de vista al único testigo de la muerte de Taller. Tenía que observarlo sin perder el más mínimo detalle de todo su lenguaje corporal. Aquello podía ser más que un burdo engaño de un aprovechado que deseaba beber de la caridad de los demás.

Cuando Larken comenzó a desvariar, Aldous supo que la conversación había acabado.
Girándose hacia Janos, comentó en voz baja: - Lo más probable es que tengas razón, y esto no nos lleve a ningún lado. - suspiró - Ojalá se quede sólo en un rumor...

- Con todo, debemos tener en cuenta todo lo que sabemos. El error fatal de cualquier plan es suponer que conocemos todos los detalles, y quedar luego a contrapié.

- Propongo que descansemos esta noche y comencemos mañana la búsqueda. ¿Se te ocurre algo más que hayamos pasado por alto?

El brujo estaba visiblemente preocupado. No sabía con certeza a qué se enfrentaban, y los datos que habían recogido eran de todo menos halagüeños.

El muchacho miró a su mentor. Lo mejor sería descansar aquella noche. En aquello estaba de acuerdo con el bueno de Aldous. Sin embargo, pensaba que lo mejor que podían hacer al día siguiente es marchar al castillo de conde Vserad y presentarse ante él. La idea de aquel plan no era otro más que darse a conocer al líder villorrio y de paso, inspeccionarlo por presentaba alguna rasgo típico del vampirismo.

- Tenéis razón maestro. Debemos descansar. Me encuentro exhausto... pero mañana deberíamos presentarnos ante el conde. Ya sabe que a los nobles les gusta sentir que lo dominan todo, y si hay dos brujos en Percha del Cuervo, seguramente le agrade el gesto de que nos presentemos nosotros mismos antes él, en lugar de recibir la noticia por parte de alguno de sus soldados.- dio un nuevo sorbo a la cerveza licuada - Si lo vemos en persona, no podría ocultar sus rasgos de vampiro infame...- añadió esperando respuesta.

Aldous meditó unos instantes la propuesta. Era el momento de que cada uno de ellos expusiera cuál creía que debía ser el siguiente paso.

- Sí - dijo al fin - Iremos a hacerle una visita al Conde. Pero tendremos que andarnos con ojo, recuerda que, por lo que a él respecta, no hay ningún problema en este pueblo. No se tomará muy bien que metamos las narices en su territorio.

Apuró el contenido de su jarra y se recostó de nuevo en su silla. Estaba exhausto y los ojos se le cerraban por todo el cansancio acumulado.
Con un bostezo, trató de desperezarse y luchó con todas sus fuerzas por mantenerse despierto.

- Razón para más de que sepa de nuestra presencia, maestro.- añadió en un instante de gran lucidez. El joven Janos era apasionado la mayoría de las veces, pero de tanto en tanto, solía detenerse para reflexionar en las cosas y dar rienda suelta a sus propias deducciones. - No me gustaría volvérmelas a ver con los depravados guardias del conde.- finalizó, rememorando el desafortunado encuentro con los del camino.