Partida Rol por web

La pregunta de Aldous le pilló por sorpresa... ¡¿Tener hijos?! ¡¡Pues no somos estériles!!...- se respondió mentalmente mientras caía en la cuenta de que su maestro le había gastado una broma. La tensión del momento no le había permitido llegar a la conclusión antes.

Aun así, miró a su maestro. Éste había tomado la determinación de ir hacia delante para comprobar a qué se enfrentaban. - Tranquilo maestro. Yo me quedo aquí con Hansel. Nada nos pillará desprevenidos...- aseguró mientras miraba a un lado y a otro en posición defensiva. El colgante seguía vibrando con fuerza y el mundo estaba lleno de fosas de estúpidos despistados...

Aldous se aproximó a la puerta para otear el interior. Chasqueó la lengua con disgusto y volvió junto a Janos.
- Vacía... hay un tapiz con el dibujo de tres mujeres y un montón de velas encendidas junto a una buena cantidad de comida podrida. Que aquí vive alguien está claro, alguien ha debido encender los cirios...

- Yo le pegaría fuego a la choza. - en ese momento, el brujo se llevó la mano al medallón que seguía agitándose en su pecho y comprendió que lo que fuese que acechara en ese lugar, todavía no se había mostrado: - Nos van a joder... la otra opción es largarnos sin más. Francamente, me da bastante igual que al pueblo le sobrevenga una "atroz desdicha" como dijo la vieja.

Miró al chaval que yacía, perdido el sentido y apretó la mandíbula.
- Pero es nuestro trabajo, al fin y al cabo... me cago en mi calavera. - el brujo agarró con fuerza la empuñadura de su espada y se dirigió al interior de la casa escupiendo improperios.

En cuánto Aldous hizo las señales a Janos ambos entraron en la casa cargando con el inconsciente Hansel.

La mayor parte del interior de la casa estaba compuesta por una gran sala presidida por un enorme lienzo dónde aparecían retratadas tres hermosas mujeres. Bajo el lienzo multitud de velas encendidas y canastos de ofrendas de comida ya podrida se amontonaban alrededor de aquella lúgubre capilla.

Aldous se adentró en aquella lúgubre estancia y miró a su alrededor. ¿Qué demonios significaba todo aquello? Debían andar con mucho cuidado; la traición y el engaño podía habitar en cualquier sombra, en cualquier rincón de aquella destartalada casa.
El brujo se aproximó a la cesta con los corruptos manjares e inspeccionó el contenido con la vista.

- Estas ofrendas indican que muy probablemente alguien acude aquí con asiduidad. Y la vieja dijo que las ofrendas eran anuales... Mierda, joder... ¡¿Dónde os escondéis?!

Aldous volvió a salir de la choza: - O no hay nadie, o se niegan a salir...
- Ese lienzo debe de tener algún significado. De hecho, probablemente, es eso lo que hace reaccionar a nuestros medallones

El brujo miró a Janos que cargaba con el chaval inconsciente: - No podemos quedarnos aquí toda la noche, deberíamos volver... pero, ¿Qué hacemos con el crío? A él no deben verlo en el pueblo.

Dirigió en un gesto inconsciente la vista atrás, casi esperando que "algo" estuviese a sus espaldas. - Este sitio es deprimente. - se alejó unos pasos y siguió hablando con el joven - Es cabezota, el demonio - dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia Hansel y sonriendo con pesar - Lo que le espera ahora es una vida de vagabundo. Podemos dejarlo en la linde del bosque para que se busque la vida (con lo que calculo que durará medio día) o nos lo podemos llevar con nosotros para iniciarlo en la vieja fortaleza. Es una putada para el chaval, pero tal y como están las cosas...

Mientras hablaba, no dejaba de mirar a su alrededor, pues no se encontraba cómodo en ese claro del bosque. Le colocó entonces una mano sobre el hombro a su pupilo: - ¿Qué opinas?

Por unos segundos Janos se vio reflejado en aquel rapaz inconsciente. Lo habían vendido a vete a saber que tipo de macabra secta o criatura corrupta, para que fuera sacrificado, asesinado y muy a buen seguro devorado. - ¡¡Llevarlo a la fortaleza es una buena decisión!!- dijo el joven brujo, que veía en el niño su propio camino recorrido. Era mucho mejor opción que dejarlo abandonado en cualquier otra localidad.

- ¡Será mejor que nos vayamos de este pueblo en cuanto solucionemos el tema de la Dama del Mediodía...!- exclamó el mocetón algo hastiado de aquella localidad. Todo había ido mal desde que pisaran aquella región herrumbrosa y macilenta.- Cumplamos y marchemos.- dijo de forma secante.

Pero las cosas no iban a ser fáciles. No disponían de medios efectivos para dañar a aquella zorra espectral y a ello había que unirle que durante unos días deberían ocultar al pequeño Hansel.

La situación se complicaba por momentos, por si no tuviesen suficientes problemas ya.
El crío, condenado por su propio pueblo, se veía inmerso en contra de su voluntad en una vorágine de acontecimientos que marcarían el devenir de su vida.
A Janos le había parecido bien la idea de llevárselo con ellos; era lo más piadoso que podían hacer.
Eso, no obstante, abría un nuevo obstáculo: debían esconder a Hansel hasta que concluyesen su trabajo.
Tampoco podían hacerle perder el conocimiento para que no hiciese ruido a cada momento; tendrían que hablar seriamente con el niño y asegurarse de que comprendía la gravedad del asunto.

Durante el camino de vuelta fueron pasándose el cuerpo para descansar a ratos. En uno de los intercambios, Aldous se fijó en un extraño árbol que crecía a la orilla del sendero que seguían: - ¿Eso es un alerce? - El brujo se agachó y desenterró las raíces, arrancando varios trozos - Esto nos puede ser muy útil...

Prosiguieron su camino prácticamente en silencio, hasta que Evrouin lo rompió al volver a coger a Hansel para que Janos descansase los brazos: - Mañana nos levantaremos tarde, nos vendrá bien un descanso. A media mañana, extraeremos los jugos de lo que hemos recolectado y si todo va bien, terminaremos de una vez con el dichoso trabajito.

Janos cargó gran parte del camino con el niño. De vez en cuando, su maestro participaba de dicha carga, aliviando un poco el peso del joven brujo. Ser un cazador de monstruos era un trabajo demasiado peligroso y mal afamado, pero parecía que allí, en Percha del Cuervo todo tendía a complicarse a cada paso del camino. Al mocetón, todavía le resultaba difícil olvidar el hecho que por un error suyo, murió una joven campesina que no tenía culpa de nada. Quizás le hubiera sido mejor que ellos no pasaran aquel día por allí. Seguramente la habrían violado y golpeado, pero... Tal vez continuaría viva...

A todo sus devenires y congojas, se unía la presencia de un ser al que sus filos plateados no les afectaba y la compañía de un niño al que todo su pueblo le había dado la espalda.

- Tenéis razón maestro. Espero que Julius no ponga las cosas más difíciles de lo que están...- dijo algo malhumorado. -Mañana todo irá mejor.

Los brujos regresaron a través del Cénagal del Jorobado durante el resto de la noche cargando con el inconsciente Hansel, sobre quién habían decidido no entregar a las misteriosas Moiras del pantano y llevarlo consigo hasta la fortaleza de la Escuela del Oso, donde sería sometido a la prueba de las hierbas para mutar su cuerpo y, si sobreviviera a ello, a la debida instrucción como brujo. Tal y como un día pasó con Janos,y en su momento con Aldous. 

Durante la noche aquel pantano era, si cabe, más siniestro todavía que durante el día. Durante uno de los cambios de turnos para transportar al niño, este despertó, y desorientado trató de liberarse de Janos.

Con lágrimas en los ojos, el muchacho empezó a lloriquear.

- ¡¡ Dejadme!!!!! ¡¡Socorro!!!! - gritó con varios mocos colgando de su nariz. 

De pronto y sin motivo, el crío se puso a gritar.
Aldous se aproximó a él, que aún estaba sujeto por Janos y le puso una mano en el hombro con firmeza.
Decidió que ya de nada serviría seguir avanzando por el sendero del engaño y optó por poner las cartas sobre la mesa. Si el chaval no lo comprendía o decidía no creer lo que le diría, estarían bien jodidos...
- Escúchame, Hansel, y escúchame bien. - Comenzó con cierta calma - ¿No has visto el aspecto que tenía ese lugar? Ahí no había ningún premio. Tus vecinos, la gente del pueblo, te ha mandado aquí como sacrificio ¿Entiendes esa palabra? Pretendían dejarte morir en el bosque a manos de véte a saber qué por una maldita superstición. ¿No has oído el cuento de que las Moiras cuidan del pueblo? Pues tu gente cree que no lo hacen gratis; cada año mandan a un niño de tu edad como tributo.

Comprendiendo que la información podía ser traumática, bajó el tono, que había subido sin darse cuenta y prosiguió: - Mira, chaval. Puedes enfadarte todo lo que quieras, pero las cosas están así: si te ven por el pueblo, te matan. De modo que vamos a tratar de esconderte en la posada y, cuando nos vayamos, lo harás con nosotros, ¿de acuerdo? No tienes nada que temer, como te dije, nosotros vamos a cuidar de tí. Pero tienes que poner de tu parte; esto nunca ha sido un juego.

Apesadumbrado, dirigió una significativa mirada a Janos. Se sentía culpable por haber hablado con tanta severidad, pero era preciso que Hansel colaborase en la consecución del plan, de lo contrario, se arriesgaban a un linchamiento por parte de todos los palurdos que vivían en Percha del Cuervo...

Janos asintió a las palabras de Aldous. Estaba claro que el momento de las chiquilladas ya había pasado. Lo que en aquel pueblo se gestaba, era algo demasiado serio y peligroso como para que aquel mocoso siguiera dando la lata, con lo que sólo le quedaban dos opciones: o callar y hacer valer el juicio de ambos brujos o seguir dando follón y acabar en aquellas cabañas donde algún ser terrible o asesino despiadado acabaran con la vida del tal Hansel...

- Necesitamos que estés callado.- dijo con rostro serio. Al mocetón no se le daban nada bien aquellos rapaces ruidosos y cabezones, con lo que cada vez que su mentor intentaba acercarse al chaval y éste se revolvía, le daban ganas de reventarle los dientes de una patada. Así ya no tendría que preocuparse en su vida de si comería o no chucherías - Atiende y todo saldrá bien...

No pudiendo evitar lloriquear en voz baja, Hansel se sonó los mocos y miró asustado a los dos brujos. Era evidente que los miraba como si se tratara de trolls sanguinarios, y que se sentía totalmente indefenso respecto a estos.

- ¿Y por qué a la posada? ¿Va...va... váis a comerme? - preguntó con inocencia el pequeño Hansel, quién sin duda habría escuchar mil y una leyendas absurdas sobre la naturaleza de los brujos, y no parecía confiar en absoluto en estos. 

- ¿Qué si vamos a comerte? ¿Qué clase de cuentos os hacen tragar? No, chaval, no solemos comer niños. Vamos a la posada porque es el único sitio dónde podemos esconderte con ciertas garantías de que no te verán.
Los tres continuaron caminando mientras Aldous terminaba de explicarse: - Es importante que lo entiendas: NO deben verte bajo ningún concepto, ¿Estamos? Tus vecinos han intentado ofrecerte como sacrificio - reiteró en este razonamiento - Tu supervivencia depende de que tengas clarinete este hecho: a tu pueblo no le importas nada, si saben que estás vivo, tratarán de matarte ellos mismos. Es duro y siento tener que ser tan franco, pero las cosas están así y no podemos cambiarlas. De hecho, has tenido suerte de encontrarte con estos tipos tan feos. - el brujo le dedicó una amplia sonrisa cargada de cierta ternura. Debía ser muy duro para el crío tener que enfrentarse a la realidad de un modo tan tajante.

Los brujos regresaron a Percha de Cuervo recorriendo a la inversa el rastro de dulces que habían seguido hasta la misteriosa capilla de las Moiras con un huerfano al que acababan de salvar de lo que suponían iba a ser una muerte segura, y aún así, aquel muchacho llamado Hansel no parecía confiar en los dos cazadores de monstruos quienes tenían entre su propósito llevarse al chico de vuelta a la guarida de la Escuela del Oso con el fin de que fuera instruido y sometido a la prueba de las hierbas. 

En caso que sobreviviera a dichas mutaciones alquímicas, Hansel se convertiría en un brujo, como en su día hizo Janos y como hacía mucho tiempo había hecho Aldous.

Finalmente llegaron casi al amanecer a Percha de Cuervo cuyos habitantes parecían no haber despertado aún, y observaron que como era habitual dos guardias del Conde Vserad franqueaban la puerta de acceso.

¿Repararían los guardias en Hansel, el tributo místico de aquella supersticiosa aldea que no había sido entregado donde debiera? Debían tomar una decisión...

Los brujos regresaron a Percha de Cuervo recorriendo a la inversa el rastro de dulces que habían seguido hasta la misteriosa capilla de las Moiras con un huerfano al que acababan de salvar de lo que suponían iba a ser una muerte segura, y aún así, aquel muchacho llamado Hansel no parecía confiar en los dos cazadores de monstruos quienes tenían entre su propósito llevarse al chico de vuelta a la guarida de la Escuela del Oso con el fin de que fuera instruido y sometido a la prueba de las hierbas. 

En caso que sobreviviera a dichas mutaciones alquímicas, Hansel se convertiría en un brujo, como en su día hizo Janos y como hacía mucho tiempo había hecho Aldous.

Finalmente llegaron casi al amanecer a Percha de Cuervo cuyos habitantes parecían no haber despertado aún, y observaron que como era habitual dos guardias del Conde Vserad franqueaban la puerta de acceso.

¿Repararían los guardias en Hansel, el tributo místico de aquella supersticiosa aldea que no había sido entregado donde debiera? Debían tomar una decisión...

Janos intentó cubrir el cuerpo de Hansel para evitar que los guardias se fijaran mucho en él. Si preguntaban, la opción más indicada sería mentir. Siempre podían decir que se trataba de un huérfano que habían encontrado por el camino y que ellos mismos se encargarían de él. Después de todo, no era tan raro que un par de brujos custodiaran a un crío sin familia hasta las fortificaciones donde se preparaban para ingerir el mutágeno.

- Hansel... te lo pido por los dioses... Deja hablar a Aldous. Si no, nos matarán a los tres. Confía en nosotros. No dejaremos que nadie te haga daños, ¿me entiendes?...

Los tres se aproximaron al portón que daba acceso a Percha del Cuervo. Allí apostados, dos guardias custodiaban la entrada.
Aldous vio como Janos trataba de cubrir el cuerpo del crío con su propia capa. Si les daban el alto, tendrían problemas; hasta el momento, todos los guardias con los que se habían cruzado no habían demostrado poseer muchas luces, quisieran los Dioses que estos tampoco...

Los brujos tenían su propia reputación de gente arisca y taciturna, y Aldous no quiso desmentirlo en ese momento: cuando estaban lo suficientemente cerca, el brujo les saludó con un simple gesto de la cabeza, aparentando total normalidad.