Partida Rol por web

Creación, Olvido.

El Mundo.

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29/04/2015, 00:08
Director

El mundo habia asentado unas bases por fin para que la vida inteligente floreciese en el, o lo deborase. El nacimiento de las civilizaciones empezaba, el auge de las razas. Donde deberian aprender a convivir con el resto, o dejar paso al mas fuerte, todo ello lo decidirian sus creadores. Pues habia llegado el momento en el que los hijos, se volverian Padres.

Notas de juego

Turno 1

Del 29/4/15 a las 00:00 al 4/5/15 a las 00:00

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29/04/2015, 15:01
Sargolax

Por fin había llegado el momento que el dios del conocimiento aguardaba desde hace tanto tiempo. Durante mucho había diseñado criaturas que cada vez se acercaban más a su expectativa de un ser sintiente, inteligente y consciente, algo a lo que considerar un autentico heraldo del conocimiento y los secretos que encerraba el cosmos.

En su mente oscura y llena de secretos, Sargolax planeaba alimentar su existencia con el conocimiento que obtendría esta nueva raza elegida... sin embargo fue en ese momento cuando la nueva idea de la adoración surgió en sus pensamientos. ¿Que podría darle más fuerza que el conocimiento de los seres perecederos sobre su mismo creador? La idea de su propia existencia, interpretada por los seres mortales seria una brillante forma de alimentarse a sí mismo, obteniendo fuerza de la fe y las ideas que inspirara a sus primogénitos. Un perfecto sistema.

El guardián de los conocimientos volvió su atención una vez más al Nido del Gusano, donde las tribus falmen se multiplicaban en las cavernas y se alimentaban en los estanques y lagos poco profundos de aquella remota zona de Infra.

Esas patéticas criaturas le habían sido útiles, tenían las capacidades fisiológicas mínimas para su raza maestra, pero carecían del poder y el ansia de conocimiento. Cuando las creo al principio de los tiempos eran si cabe más lamentables, pero en vista de su futuro, Sargolax había creado otra especie que vivía junto a ellas... y dentro de ellas.

En los lagos de Sarak Torkond, casi imperceptibles bajo las claras aguas, las diminutas larvas Ilictian se devoraban en una continua vorágine, luchando unas con otras para devorarse y ser más fuerte.

Estas extrañas criaturas alargadas y de múltiples tentáculos nacían a millares, y desde el momento de su nacimiento como larvas, comenzaban una lucha encarnizada lanzando sus tentáculos para sorber las esencias vitales a sus hermanas. Muchos morían y pocos llegaban a sobrevivir lo suficiente como para alcanzar su estado desarrollado, en el cual aguardaban cerca de las orillas para ser ingeridos por los descuidados falmen.

Una vez dentro del cuerpo de los falmen, los Ilictian perforaban el cuerpo sin apenas dañarlo, hasta alcanzar el cerebro de su víctima, con el cual se fusionaba, robando el cuerpo de su anfitrión.

Y así, poco a poco los falmen se fueron infectando con los parasitarios Ilictian, que controlaban  sus anfitriones como si fueran sus propios cuerpos. Fue esta relación la que hizo que los falmen durasen tanto tiempo, pues sin la adquirida inteligencia y capacidades otorgadas por los Ilictian, la especie habría perecido en la oscuridad de Infra.

Los falmen continuaron su existencia, alimentándose y reproduciéndose en grandes números bajo la dominación parasítica de los Ilictian. Y en recompensa, en el momento de la muerte, los falmen servían de incubadora para la progenie de los Ilictian, liberando en los fluidos de los muertos los millares de huevos que perpetuarían la especie parasita.

...

El ciclo se perduro, hasta que el dios oscuro decidió dar su siguiente paso. Infundió un grupo de larvas con una mutación, por la cual eran capaces de retener mucho mas Jorium de lo normal. Este suceso volvió a las larvas más fuertes, más inteligentes y terriblemente más despiadadas. Pronto desplazaron a las estirpes menos adaptadas y crecieron hasta ser capaces de parasitar a sus huéspedes falmen.

Cuando los primeros falmen se infestaron con la nueva generación de larvas, no se notó ningún cambio... al principio.

Aunque fisiológicamente iguales, los nuevos falmen se convirtieron en los miembros mas hábiles de sus comunidades, cazaban mejor, se comunicaban mejor y planeaban con precisión cada uno de sus movimientos. Los nuevos Ilictian habían desarrollado aun mas los cerebros de sus anfitriones, así como su fuerza y resistencia, haciéndolos mas longevos que sus efímeros hermanos.

Perduraron hasta que sus cuerpos alcanzaron su máximo potencial, y entonces fue cuando apareció el mayor cambio en la obra maestra de Sargolax. Los cuerpos de los falmen se abultaron y deformaron, se convirtieron en una crisálida en la que sus fluidos y órganos eran pasto para el Ilictian, que había alcanzado una fase totalmente nueva en su ciclo vital. Devoraron los cuerpos que habían sido su hogar sin compasión ni resentimiento, aprovechando cada gota de sangre y cada pizca de materia orgánica.

Finalmente, ante la mirada aterrada de los demás falmen, las formas de los más fuertes de su raza se desgarraron. De sus bocas muertas y resecas surgieron largos tentáculos que dislocaron huesos y rajaron pieles, mostrando una nueva forma, mas aterradora que ninguna otra criatura que habitara en Infra. Había nacido el primer Ilictiano completamente formado, desde la concepción de la raza por el Guardian de los secretos.

De cuerpo esbelto y formado por largos tentáculos que se enrollaban formando brazos y piernas, el Ilictiano se alzo sobre los falmen. Sus grandes ojos refulgían con un poder muy superior al de los demás, un poder de la mente sobre la materia, mientras los cuatro tentáculos de la parte más baja de su rostro ondeaban como tanteando el aire ante la criatura.

Cuando uno de los falmen se alzó intentando derrocar a la terrible criatura, ya fuera por valor o por miedo, el Ilictiano solo tuvo que alzar la mirada hacia el falmen, que tembló mientras su cuerpo y su mente eran retenidos por la fuerza psíquica del monstruo.

El Ilictiano se acercó, extendió sus tentáculos que se hundieron en el rostro del desafortunado falmen, el cual pudo notar como su parasito Ilictian y su propio cerebro eran sorbidos por los tentáculos de aquel que tuvo la desfachatez de provocar.

Al terminar su comida, ante el resto de falmen, el Ilictiano expandió su mente, entrando en contacto con las de los demás falmen, que se postraron sumisos. Ahora todos sabían la verdad del nuevo orden. No eran más que esclavos, recipientes para larvas o alimento para su amo. Quizás si alguno era capaz de crecer hasta convertirse en un nuevo Ilictiano tendrían alguna posibilidad de alcanzar semejante poder y gloria.

...

Y así surgió el nuevo orden de la raza primogénita de Sargolax. Los Ilictian o Ilictianos acabaron matando a las demás larvas inferiores, y fueron sustituidas por las larvas de la raza primogénita.

Aun usados como recipientes en los que crecían, los falmen adoptaron un nuevo papel como sirvientes de los Ilictianos maduros, que expandían su mente para dominar a las demás razas, aunque fueron los falmen parasitados con su propia progenie la que resultó mas fácil de domar.

Aun así, no todo fue orden en la nueva represión de los amos. Los Ilictianos resultaron ser egoístas y dominadores, y aquellos nuevos Ilictianos que surgían de los cuerpos de sus huéspedes eran sometidos por aquellos más poderosos. Las luchas de poder entre los amos Ilictianos se hicieron frecuentes, todo por el control de su principal sustento y mano de obra, los esclavos parasitados.

Notas de juego

Turno 1

-Crear raza inteligente (C-7): Ilictianos (10pf)

-Avance Tecnológico: Esclavos parasitados (10pf)

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29/04/2015, 16:04
Sevoriam

Sevoriam estaba esperando ese momento, de una forma insconsciente y sin saber por qué, sabía que tenía que llegar ese momento y qué tenía que hacer para poder subsistir si es que no quería desaparecer en el mismo olvido que le había creado.

Puso su atención en Durk-hael y supo que ese era el lugar donde todo tenía que empezar, como si lo hubiera sabido desde el inicio de todos los tiempos y como si hubiera estado esperándolo. Soltó un poco de su esencia sobre el árbol y, de este, surgieron unos seres que parecían echos de esas raíces que habitaban ese mundo. Tenían dos brazos largos y fibrados y una cabeza pequeña que surge de un gran cuello que suele ir echado hacia delante. La espalda, curvada, se pierde hacia abajo en una ligera sombra hasta desaparecer, y se mueven levitando ligeramente sobre el suelo. La mirada de su cabeza era inteligente, pero también implacable y que aseguraba que haria todo lo posible por sobrevivir y/o haría que su enemigo sufriera por su supervivencia.

Estos seres parecían moverse sobre las raíces y el entorno del árbol, y al principio se peleaban entre ellos como si fueran animales rabiosos, como si ellos mismos estuvieran intentando aniquilar los eslabones débiles de su propia raza, pero Sevoriam supo que tenía que detenerlos, pues si no, solo uno de ellos sobreviviría, y sería merced de otros seres de ese mundo. Intentaba cazar de forma solitaria y muchos morían, intentaban realizar cosas, pero siempre de forma solitaria, lo que hizo que muchos de ellos murieran y, en lo que a Sevoriam le pareció un parpadeo, pero para esos seres fue mucho tiempo, esa raza había sido reducida a la mitad de su origen.

Con otro soplo les inculcó lo que, para él, fue la mejor de sus creaciónes. Les otorgó consciencia de grupo y de ser capaces de hacer muchísimas más cosas en conjunto que en solitario. Esto hizo que desarrollaran una serie de movimientos, técnicas y, sobre todo, organización grupal. Ahora eran capaces de cazar seres mucho más grandes con un mínimo de pérdidas, en lugar de sufrir por llevar un poco de comida. Comenzaron a compartir los logros y a hacerse fuertes como grupo, como unidad.

-Vosotros sois mis hijos, los Volinam, y seréis la prueba viviente de la crueldad e implacabilidad de la naturaleza, acompañando a Sarak Hulud para demostrar que la supervivencia es una prueba continua -y sin dar una serie de directrices ni nada a sus hijos, Sevoriam dejó el mundo, bastante más débil y sufriendo un agotamiento que no sabía de donde venía. 

Notas de juego

-Creación de Raza Inteligente: Volinam - 10 PF

-Avance Militar: Tácticas de Combate - 10 PF

-Casilla: D-32, en Durk-Hael

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29/04/2015, 18:16
Meseth
- Tiradas (2)

Notas de juego

Rueda del Destino de Meseth = 6

Rueda del Destino de Meseth = 4 (Avance Tecnológico)

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29/04/2015, 19:28
Gargoltar el Forjador

Gargoltar había bajado de nuevo al mundo, a trabajar en la Forja que creó tiempo atrás. ¿Cuanto tiempo? Últimamente, cada vez le pesaban más los días en esa esfera. Sin duda, pronto tendría que abandonar aquel lugar de manera casi definitiva y regresar a Ruth Adum. Era una idea que le llenaba de pena, pues gustaba de ejercer su influencia de manera directa, mediante el trabajo manual. Aquello despertaba su creatividad, aquello que Padre había puesto en él, y hacía que las diversas ideas durmientes afloraran a su divina mente. Meditando sobre aquel asunto, de repente, un concepto llegó a su mente.

"Adoración"

Otra vez, aquella palabra. Aquella maldita palabra había vuelto a invadir su mente lógica y metódica. No sabía muy bien de dónde surgía, pero ahí estaba. El caso es que no paraba de darle vueltas, y no sabía muy bien a qué podía referirse. Sin embargo, muchas ideas empezaban a rondar su cabeza sobre aquella palabra. Para aquello, se necesitaba un adorador y un adorado. Y obviamente, ellos no tenían nada que adorar, ya que aquello superior a ellos ya no estaba allí.

Entonces algo o alguien debería adorarles... ¿pero qué o quién? Sus creaciones no parecían capaces de ello. La única conclusión posible era que debían crear algo más... una especie que fuera capaz de adorarles, que tuviera inteligencia. De hecho, de algún modo que no tenía una explicación, presintió que parte de sus hermanos habían llegado a aquella conclusión y habían empezado con la tarea de crear adoradores, especies inteligentes.

Con pesados pasos, se dirigió hacia sus reservas de metal vivo. Abrió uno de los arcones, y perdió su mirada en la brillante superficie de aquel metal, observando como su superficie rielaba, mutaba y se adaptaba, pasando de un metal a otro. En su forma natural, en la que apenas tenía una chispa de vida, pero desde luego quedaba muy lejos de cualquier ser sintiente, le resultaba hermoso. Sin duda era su mayor tesoro. La clave de toda la vida que había creado. 

"Adoración..."

Otra vez esa palabra. Finalmente, tomó la decisión. Recogió una parte de aquello, y dejó el resto sellado de nuevo. Volvió al Yunque con el metal, y puso sus manos y su mente a trabajar. Conforme se concentraba y enfrascaba más en aquello, más convencido estaba y más definía su creación. Con diversas herramientas fue conformando múltiples piezas, que poco a poco fueron uniéndose en mecanismos más complejos, que a su vez daban lugar a partes de cuerpos. 

Ahora lo comprendía todo. Comprendía que el impulso a crear vida anterior era sólo una práctica, un mero trámite para ser capaz de llegar a ese estadío superior de creación. Comprendía que la adoración emanaría de esos seres... y más aún, que no sólo aportarían adoración. Que serían participes de su tecnología, y la desarrollarían, y sentirían el mismo amor que él por las máquinas y los avances. Lo supo mientras soldaba sus miembros, mientras configuraba sus procesadores internos y los mecanismos que los mantendrían vivos y que alimentarían sus esfuerzos.

Finalmente los terminó, allí estaban. Los siete primeros Forjados. Su creación más perfecta... su raza, sus adoradores... sus hijos.

Contempló orgulloso su creación. Todos contaban con similitudes... Un torso, dos piernas, dos brazos y una cabeza con ojos... Pero, en cierto modo, las similitudes acababan ahí. Cada uno era distinto. Algunos eran más altos, otros más bajos. Algunos tenían manos con dedos prénsiles donde otros tenían herramientas o pinzas. Algunos disponían de nariz, boca y rasgos suaves y estilizados, mientras que otros tenían poderosas mandíbulas que más parecían trituradores. Sí, todos eran diferentes. Y todos eran perfectos. Un brillo cálido surgió del interior de Gargoltar mientras observaba a sus hijos, carentes de vida. Cada uno especializado en algún aspecto que, sin duda, necesitarían cuando fueran activados. Pero no podía activarles. No todavía, pues siete eran muy pocos. Debía asegurarse de que pudieran generar más, así que guardó a sus hijos a salvo en una de las cámaras de la Forja Primigenia, para después salir de aquel lugar y dirigirse al sur, dejando atrás la Cordillera del Engranaje. 

Tras unos cuantos largos pasos dados por la enorme forma terrenal del dios, decidió que aquel era un lugar suficientemente bueno. Y empezó a expulsar metal por las junturas, metal al que iba dando forma, generando lo que parecía ser alguna especie de gran edificio. Poco a poco lo fue levantando, complementando su esfuerzo con varios viajes a la Forja, donde preparó piezas y ensambló diversos mecanismos. Poco a poco, una enorme máquina fue creciendo junto con el edificio, realmente formando parte de él, siendo casi imposible para el propio dios determinar donde acababa uno y empezaba el otro. Finalmente, en el núcleo de aquella creación, depositó buena parte del metal vivo que le quedaba, sellando todo finalmente y dando por terminada aquella obra. Una imponente obra de arquitectura, rematada aquí y allá con motivos de engranajes, y cuya belleza y funcionalidad prácticamente iban de la mano.

Una vez quedó satisfecho, trasladó casi con un cariño paternal a sus siete primeros hijos ante aquel edificio. Los sentó lo más delicadamente que pudo, y miró momentáneamente aquello. Había llegado el momento. Cogió con sus dos enormes guanteletes el edificio por ambos lados, concentrándose en transmitir energía al mecanismo. Poco a poco, primero con un zumbido, y después con el sonido de pistones y repiqueteos metálicos, el mayor generador de vida que había construido hasta la fecha empezó a funcionar. Gargoltar se sintió agotado, pero aún le quedó algo de fuerza, antes de abandonar aquel plano, para extender su índice, señalando a los siete primeros Forjados. Acercó su dedo a escasos metros de la cabeza de cada uno de ellos, dando una pequeña descarga a aquellos que hasta ahora eran maniquís, otorgándoles la energía necesaria para arrancar, encendiéndose con un leve y persistente zumbido. La primera visión que tuvieron del mundo fue de aquel gargantuesco ser que sólo podía ser su padre, desapareciendo tras asegurarse de que funcionaban bien. Y, a pesar de no poseer cara, en los textos futuros asegurarían que el dios sonreía.

Los inicios de aquellos seres, que de algún modo sabían que se llamaban Forjados, no fueron fáciles. Al fin y al cabo, la confusión y sensación de impotencia de una raza que había sido creada de cero, que había nacido ya inteligente, ya eran suficiente de por sí... Si a ello se le unía el enorme deseo de crear e innovar que poseía su creador, y que había infundido en ellos, aquellos inicios eran aún más traumáticos. Sin embargo, la maldición de la inventiva también les impulsaba y les hacía mejorar. Esos Primeros Hijos estaban solos, y adoptaron aquella máquina-edificio que les era desconocida y a la vez terriblemente familiar como hogar. La llamaron Inicio, y después de unos primeros días de fascinación recorriendo aquel lugar, decidieron empezar a crear. 

Así, primero con palos y piedras, y después trabajando más estos, dieron lugar a las primeras herramientas. Instintivamente, sabían que necesitarían cosas para cambiar el mundo, y más un mundo tan especialmente resistente como aquel que el Forjador había ideado, donde la vida estaba hecha de hierro, acero y materiales aún más duros. 

Notas de juego

-Creación de Raza Inteligente: Forjados -10 Fe.

-Avance Tecnológico: Herramientas -10 Fe.

-Casilla: W7

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29/04/2015, 23:10
Mirari

Una vez frente a la mesa donde posaba el mundo Mirari observo complacida, como se desarrollan las cosas, solo la reacción del cristal le preocupaba, quería a sus hermanos, unos más que a otros, pero temía por la ignorancia de Meseth, Sevorian era tal como lo hacía padre.

Solo el dio razones.

Pero ¿De dónde salió la idea de vida o muerte? ¿Por qué solo dos? ¿No podían existir mas?

Con esa dudas, su chispa tembló, cada vez que enfrentaba a sus hermanos, entendía limites que ellos no, al parecer existía una fuerza superior que los regia, Padre tal vez, pero esa fuerza parecia una cárcel, no podían crear a su gusto.

De ser por ella existirían variantes a la vida, variantes a la muerte, más que solo seres tipo planta o animal. No podía entender los límites de sus hermanos, pero su cariño hacia todos impedía que desatara sus poderes.

Tomo asiento y miro todo el recinto.

Lo había comprobado, y seguía comprobándolo, existían límites invisibles, su creación estaba limitada, lo que existía en su mente parecía superar las reglas de la existencia.

Debo de crear… pero si mis hermanos temen o se molestan con mis creaciones.  Debo restringir mis poderes.

Así pensó en un ser…


Alzo su espada, mientras sus alas moldeaban algo, empezó a cantar. Con su canto creo un sentimiento, la base de sus futuras creaciones, en su primer intento surgió la amistad, luego cariño, pero no era suficiente su mente tenía algo que no existía aun. Entonces surgió un sentimiento capaz de moldear por si solo, el amor, este era capaz de nublar la mente como la más poderosa droga, con un gesto lo purifico, ahora el amor era tan intenso que cualquier ser que lo sintiese podría superar sus límites, cruzaría mil adversidades y más con él.

Pero era insuficiente, ese sentimiento apenas se parecía a lo que ella buscaba, tal vez para los animales pensantes, pero ella se esforzó más y creo el Aimo, este ahora podía sentir más allá de los 6 sentidos, este sentimiento era una especie de 7timo sentido, donde podrían saber lo que penaba otro ser, un sentimiento tan empático que con solo la mirada o el tacto los seres podrían comunicarse, tan intenso que podía sobreponerse a otros sentimientos.

Aun no…

Canto con más intensidad, pues aquel sentimiento que creaba podía hacer sentir a los objetos inanimados, Adsens, aquel sentimiento era más una energía, una energía oculta, así de poderoso era el sentimiento.

Mirari vertió aquel sentimiento sobre la fas del mundo, aquel sentimiento al tocar el suelo, alzo este, como en los albores de la creación, y el suelo se alzó para elevarse sobre los cielos, el efecto de crear aquel ser era así de imponente.

Entre canticos y Adsens, las creaciones de Mirari formaron una serie de imponentes islas flotantes. Poco a poco el canto disminuyo y el Adsens se aglomeraba en medio de este nuevo escenario, poco a poco un ser se formaba, pero aun terminaba.

 

Si seres mis hijos, quiero que tengan algo mio.

Con un rápido movimiento Mirari saco su arma, en el acto se cortó y con su arma apuñalo al nuevo ser formado de Adsens, retiro su arma y una astilla de esta se quedó en el ser, así como parte suya.

Habiendo irrumpido su cantico, tomo sus creaciones ocultas, el sonido oculto, los colores ocultos, el polvo celestial, incluso el patrón azul.

Y comenzó la fase final.

Notas de juego

-Moldear 9 Casillas. (-2P de fe)Para crear el Archipielago Volante del Viento del Sur, Ahi pondre a mi raza en el siguiente post.

Q-20-22

R- 20-22

S-20-22

 

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30/04/2015, 13:39
Urdamesh

Mientras parte de mí permanecía junto a mis hermanos, el resto descendió de nuevo a la esfera, con una nueva comprensión de lo que hacer. Hasta el momento, como el resto de mis hermanos, había ido poblado de vida la esfera, pero ello no había logrado calmar el hambre que sentía. Ahora iría más allá, pues en mi mente estaba la pieza clave que faltaba.

Adoración

Una simple palabra que escondía un significado tan profundo que ni tan siquiera o alcanzaba a vislumbrar todas sus repercusiones… y tal vez eso era lo que la hacía tan necesaria. Y para lograr eso, necesitaba crear algo nuevo, una vida cuya mente pudiese crecer, aprender y pensar por sí misma, cuyo espíritu  fuese capaz de proporcionarme la energía necesaria. Esa era la clave, y a juzgar por las últimas creaciones de algunos de mis hermanos, no era el único en haberlo comprendido. Con estos pensamientos en mente llegué a Emúre Aiel, el lugar que sería la cuna de la nueva vida que estaba por crear. No era un sitio donde fuese fácil prosperar, pero por eso mismo, era el lugar idóneo para forjar el espíritu, donde el mero hecho de vivir suponía una prueba constante de valentía, pero también de ingenio. Quienes medrasen aquí, podrían enfrentarse sin temor a los desafíos con los que topasen en un futuro. Y pensando en ello sobrevolé el desierto por completo hasta encontrar una zona que era de mi agrado.

Paredes y columnas de roca donde resguardarse del viento, múltiples cuevas donde refugiarse, formaciones rocosas que les darían la oportunidad de defenderse de seres más fuertes… y sin embargo, la zona no estaba exenta de peligros, pues era habitada por múltiples depredadores que podrían suponer un peligro. Era un lugar duro, pero si lograban prosperar, eso los harían más fuertes. El lugar idóneo estaba encontrado, ahora solo faltaba poblarlo. Y mientras caminaba por la zona, pensando en cómo debía ser el nuevo ser que la poblase, llegué a un nido de úridhuns, con la madre protegiendo los huevos a pesar de las innumerables heridas que tenía por todo el cuerpo, causadas seguramente por la gran jauría de rákabs cuyos cuerpos sin vida rodeaban el nido. Con paso firme me acerqué hasta la madre, que instintivamente me reconoció como su creador.

Ya puedes descansar, yo cuidaré de ellos- le dije, y tras escuchar mis palabras, exhaló su último aliento y murió, dejando tras de sí siete huevos intactos. De no haber estado yo allí y con su madre muerta, ni siquiera hubiesen tenido la posibilidad de llegar a nacer, pero ahora podrían sobrevivir, o al menos, parte de su esencia lo haría. Sobre ellos derramé mi fuego, bañándolos con mi energía haciendo crecer los huevos y cambiando las vidas que portaban en su interior. Cuando hube terminado, cada uno de los huevos medía algo más de dos metros de altura, prácticamente listos para liberar lo que contenían… pero aún les faltaba algo. Entonces, desde las distintas rendijas de mi armadura, surgieron siete gotas de puro fuego líquido, siete gotas de mi propia sangre, brillando de manera cegadora con una luz blanca y pura. Suspendidas en el aire, cada gota se dirigió a uno de los huevos, y en el momento en el que tocaron la cascara, estos brillaron con intensidad, hasta que, poco a poco, el brillo fue absorbido por completo hacia su interior, momento en el que las cascaras se derritieron por completo hasta desaparecer, mostrando lo que había permanecido hasta entonces en su interior.

      

Siete grupos de seres, con una forma que recordaba en cierto modo a la de su creador, aunque muy levemente y con cuernos adornando su cabeza como reminiscencia de los seres que habían servido de base para su creación. Altos, fuertes, resistentes y agiles, aunque ni mucho menos tanto como otros seres que habitaban la esfera… y sin embargo, tenían algo distinto, un brillo en sus ojos, reflejo del fuego que ardía en su espíritu que los diferenciaba de la gran mayoría de seres. Desconcertados por su despertar miraban a su alrededor, observándose los unos a los otros y las tierras en las que se encontraban… hasta que inevitablemente su vista se dirigía a mí.

Escuchadme hijos míos, pues soy vuestro Padre- les dije, observando cómo cada palabra se introducía en lo más profundo de su ser -Vosotros sois los Úrion, los hijos de Úrdamesh, mis hijos, y este es vuestro hogar- les dije, haciendo un gesto con mi mano que abarcaba todo cuanto tenían a la vista -No es una tierra amable, constantemente pondrá a prueba vuestro valor y coraje, pero sé que podréis superarlo- les dije con una sonrisa -Hacedlo, prosperad y contadme vuestras hazañas- les dije, extendiendo mi mano como si estuviese llamando a algo -Aunque no me encuentre con vosotros, os escucharé- añadí tras lo cual un sonido el de algo que se desgarrase resonó por el cielo, seguido de un destello y algo que cayó directamente hacia donde me encontraba.

Cuando la explosión de luz que provocó se disipó, una lanza de brillante cristal se encontraba incrustada en el lugar donde había estado tan solo un segundo antes, habiendo creado a su alrededor, pequeñas formaciones de Cristales Il. Y cuando me aseguré de que todos ellos tenian en su mente bien grabada la escena, trasladé a cada grupo a una zona diferente de lo que desde ahora sería su hogar.

Espero vuestros relatos- les dije directamente a sus mentes antes de desaparecer por completo.

Notas de juego

-Creación de Raza Inteligente: Úrions en N-8 (-10 Puntos de Fe)

-Avance Religioso: Relatar hazañas (-10 Puntos de Fe)

-Modificar terreno, 3 cuadros: Már'nar, casillas N-7, N-8 y n-9 (-0 Puntos de Fe)

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30/04/2015, 21:43
Meseth

El hambre. El hambre era el peor enemigo del Dios de la Muerte. Desde que sus hermanos y él mismo habían poblado el planeta de bestias salvajes se había alimentado de sus esencias, pero no era suficiente. No le llenaban ni le saciaban, y eso le volvía más agresivo y violento, más cercano a un animal que a un dios del Panteón Divino. Incluso el trono que sostenía su pesado cuerpo se estremecía con sólo tener al Devorador cerca. No, no podía seguir así.

Entonces se percató de cómo sus hermanos habían decidido ir más allá. Él también había escuchado esa voz, o quizás ese pensamiento, o esa reminiscencia. Adoración. Apenas si entendía esa palabra entre la vorágine de pensamientos catastróficos que albergaba su prodigiosa mente. Adoración. Hambre. Hambre. Adoración.

Criaturas inteligentes empezaban a poblar la tierra, e incluso Meseth podía distinguir cómo, de forma casi imperceptible al principio, sus hermanos recuperaban sus fuerzas mediante la sola presencia de esos seres. Seres que repetían el nombre de sus padres y cumplían Su Voluntad mediante sencillas acciones. Sí… debía probar. Debía intentar saciar su hambre antes de que fuera demasiado tarde.

No hubo un descenso elegante al planeta. No fue una columna de luz ni un avatar ardiente lo que aterrizó en Desolación.  El Dios de la Muerte, agotado y sediento, se dejó caer como una bola de sombras sobre la negra isla. Gruñía, encorvado como un animal rodeado de presas jugosas, perdiendo por momentos la noción de quién era y dónde se encontraba.

- ¿Dónde? ¿Dónde está mi alta montaña y mis capiteles brillantes? – gritó al vacío de la noche, para luego llevarse las manos a la cabeza, confuso – No… no hay montaña. No hay ciudades brillantes ni cristales labrados. ¿Qué nos has hecho, Padre? ¿Qué somos?

Rugiendo a los cielos como un carroñero salvaje, Meseth liberó toda la rabia que tenía dentro y se incorporó, aún agotado, pero ya más consciente de su propia existencia. Y sin ceremonia alguna, sin acción que mereciera la pena ser recordada por la posteridad, se abrió el pectoral que protegía su cuerpo.

- Salid, sois como llamas en nuestro pecho – anunció, y como un torrente de agua salieron decenas de criaturas, brillantes y translúcidas, vomitadas sobre el suelo como deshechos. Poseían un fulgor interno que las hacía destacar en la noche como si no pertenecieran a aquel lugar, y sus rostros sin facciones les daban un aspecto antinatural.

El Dios de la Muerte los observó, extrañado de su propia creación. Eran seres de luz que observaban a Meseth con veneración como su Padre que era. Postrados de rodillas extendían sus manos suplicantes a la negra figura, buscando rozar su túnica o sentir su cuerpo. Pero su progenitor no se acercó a ellos, sólo los observaba como si no estuvieran allí, como si no tuvieran más sombra que los árboles y rocas que les rodeaban. Y por tercera vez el Devorador pronunció aquella fatídica palabra para eliminar lo que no debía existir. Y por tercera vez liberó el poder que su Padre le había conferido.

- No - anunció, mientras desenvainaba una hoja negra como la noche. Una espada que manejaba con soltura y que parecía una extensión de sí mismo. Un acero cuya punta situó sobre el pecho del recién llegado al mundo, desconocedor de todo peligro, y que lentamente, como si estuviera guardándola en su vaina en vez de segando una vida, introdujo en el pecho de la criatura de luz, arrancándole terroríficos gritos de dolor. Los demás seres tardaron unos preciosos segundos en percatarse de lo que estaba sucediendo, y pronto rompieron a correr en desbandada buscando refugio. Pero no hay escapatoria de la muerte cuando tu nombre está escrito, y mientras el primer caído ardía en llamas negras que consumieron su cuerpo aún con vida, sus compañeros sufrían el mismo destino, cayendo al suelo convertidos en cenizas humeantes.

Descorazonado por su fracaso, Meseth se alejó lentamente del lugar, mientras el humo de aquellos restos se extendía hasta las nubes del cielo. El silencio de la noche sólo roto por los pasos de un dios hambriento que, de repente, se dio cuenta de que no estaba solo. Un movimiento, un breve temblor y, contra todo pronóstico, una mano negra que surgió de aquellas cenizas fue el comienzo de toda una leyenda. Una vida que surgía de la muerte. Una raza que nacía del genocidio de otra. Un error.

No, una solución.

Lentamente, aquellos seres de negros cuerpos y ojos brillantes salieron al frío de la noche, observando su alrededor y al Dios que les había traído al mundo. No era un Padre protector lo que veían en Él, sino una promesa. La promesa de morir definitivamente y ser Devorados. El honor final de ser Uno con Todos. Y a su modo, fueron felices, porque sabían que no debían temer. Que no debían preocuparse por las bestias, por el frío y los cataclismos. Porque sólo Él sabía cuándo los devoraría, y no antes. Y para ello, debía de sentirse orgulloso de sus hijos. Le rezarían y honrarían. Le alzarían monumentos, homenajes. Primero con sus manos desnudas, luego con piedras afiladas y rudimentarias herramientas. Sangraban y sufrían, pero las heridas sanaban. Y nuevamente podían volver a sangrar, y cada gota de sangre era una menos para encontrarse con su Padre.

Y los Hijos de la Muerte. El Pueblo de la Ceniza. Los llamados Grigori, llegaron al mundo. Y nada volvió a ser como era.

Notas de juego

- Creación de Raza Inteligente (10 Puntos): Grigori (S38)

- Avance Tecnológico (10 Puntos): Herramientas Sencillas

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30/04/2015, 23:30
Mirari

Mirari seguía moldeando a sus seres con fuerza.

Te moldeare de mi materia más prístina, el patrón azul, te daré de mi chispa y el Adsens para inflar tu vida, pero habitaras en un cuerpo fisico, solo hasta estar listo.

Su creación era invisible a ojos normales, pero seguía moldeando hasta que tras casi terminar comenzó a forjar un cuerpo humanoide.

A mi imagen y semejanza será tu forma, pero serás tan diverso como cualquier creatura existente o que existirá. Y tu vida será compleja, más allá de los límites, podrás vivir hasta 3 veces y usaras dos vestidos, el de tu cuerpo y los cuerpos mismos.

Y por última vez forjo algo invisible.

En tu última vida te permitiré elegir tu cuerpo. Y de serás dueño de tu destino, pues no te atare.

Como gotas, varios seres a semejanza de Mirari, salvo sus alas, se posaron en el mundo, salvo que cada gota era tan diferente como las gotas de lluvia, unos altos, otros bajos, de orejas cortas u afiladas, a la luz de la estrella fugaz Luzbella, nacieron los hijos de Miari.

Ahora levántense orgullosos, ya que sois mis hijos, sean perspicaces, vean más allá de lo que se le ofrece, sean empáticos, cuiden de los débiles. Y superen a su madre.

Mirari dejo de crear, había terminado, con todo eso antes de retirarse.

Les doy un hogar, donde ustedes serán los amos.


Y se levantaron seres humanoides, que vivirían 3 veces, de diversas complexiones, y de cuerpo frágil, pero creativos, habilidosos con sus extremidades y con una voluntad mayor que muchas creaciones.

Fararis, hijos de Mirari. Con alas invisibles, sin garras, sin dientes, sin fuerza bruta, pero muy empáticos, muy creativos, muy solidarios. Compensaban sus debilidades con su intelecto  y voluntad, pues al dejar su cuerpo podían someter a voluntades más débiles sin recurrir a la violencia.

Buscaban refugio de los elementos, los usaban a su favor, así podían ir a donde otros seres no alcanzaban, sin destacar en cosas físicas podían realizar muchas, flotar, correr, escalar, escarbar y manipular. Los Fararis podían ver cosas que otros seres no, así se salvaban de luz dañina, de ruido y ver en la penumbra.

Se desarrollaban cuidándose entre sí, debían superar a sus depredadores con astucia.

Pero su mayor logro era su extraño modo de vivir, pues llegado el momento en su vida, dejaban atrás su cuerpo para someter a seres de intelecto inferior. Vivian tres veces y al final dejaban un recuerdo para generaciones futuras.

Así nació la cultura Farari, básica, simple, pero con potencial, entrenaban, aprendían y veneraban a su madre, esperando las pruebas que llegarían.

Notas de juego

-Creación de Raza Inteligente: Fararis R-22 (-10 puntos de fe) 

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01/05/2015, 12:56
Zavara

Esa palabra había ocupado sus pensamientos. Una sola palabra que hasta entonces no había existido para ella, o al menos no había sido importante. Sin previo aviso, se había convertido en una necesidad, una orden que nacía y modificaba la naturaleza de los dioses. Como sus hermanos, Zavara podía sentir cómo flaqueaban sus fuerzas. No eran seres eternos porque su Padre no lo había querido. Sin nada que les alimentara, caerían en la desgracia.

La vida ya no era un concepto abstracto, pues el mundo estaba lleno de ella. Plantas, animales y otros seres vivos que se movían por instintos, queriendo sobrevivir y llevar a cabo sus papeles en la representación de la Vida. También había criaturas muy poderosas, monstruos y maravillas nacidos de la misma esencia divina. Pero nada de eso era suficiente, pues ninguno podía comprender la grandiosidad de lo que los rodeaba. No podían ver más allá del cielo que nublaba su vista y contemplar con orgullo la presencia imponente de los siete dioses que les habían concedido el regalo de la existencia.

Era el momento de dar el último paso. Conseguir la Adoración. Sus hermanos ya lo habían comprendido, y Zavara había observado todo detalle de sus propias soluciones al problema. Le tocaba a ella convertirse en madre, igual que el resto se habían convertido en progenitores de razas inteligentes y devotas a ellos. Así pues, descendió a la esfera casi sin querer, atraída por la inevitabilidad de su obra. Rodeada de polvo de estrellas y partículas frías, dibujó en el cielo un rastro que rápidamente se desvaneció. Posó sus pies en la nieve como si lo hiciera por vez primera y observó el Ani'layan como si no fuera ella su artífice. Meditó ausente fijándose en los animales que había por allí, y algunas le devolvían la mirada con curiosidad y una extraña docilidad en sus ojos.

Se acercó al agua del lago y se sentó a su orilla. Removió lentamente sus aguas con la mano, observando las ondas y los dibujos que se formaban con el movimiento. Allí vio su reflejo, y también la respuesta a su duda. Con ambas manos cogió algo de agua como si fuera a bebérsela, pero en vez de eso la encerró entre sus dedos con un gesto protector. La liberó y la soltó en el aire, pero no cayó para volver al lago, como cabría esperar, sino que se quedó suspendida en el aire. Allí, Zavara empezó a moldear el agua, a tirar y empujar, rellenar y vaciar.

La diosa movía el agua como cuando jugaba con ella en el lago, pero ahora tenía el objetivo de crear una forma que ya conocía muy bien. Con esa manipulación llegó a conseguir una réplica no exacta de sí misma, y además dotó a la figura de alas grandes y ligeras. Cuando hubo acabado, retiró las manos y esperó, pero no ocurrió nada. La nueva criatura sin nombre seguía suspendida en el aire, como congelada. Zavara decidió entonces hacer más de esos seres alados, e hizo algunas variaciones siguiendo el mismo patrón. Llegó a moldear seis criaturas, todas ellas flotando en el aire con posturas elegantes pero sin vida. Ahí estaban ellas, esperando el momento de nacer de verdad. La diosa dio unos pasos hacia atrás y de nuevo contempló su creación. Empezaba a estar muy ilusionada.

Se había hecho el silencio, la expectación había cubierto Ani'layan. Entonces, Zavara empezó a bailar. Acompañó sus gestos con un tarareo dulce que se extendió por el lago y por el bosque cercano. A medida que la canción y el baile avanzaban, las seis figuras empezaban a imitar a su creadora, despertando de su sueño movidas por la voz y la música que oían. Una a una, todas se unieron al baile, atentas a la diosa y también a las demás. Formaron un círculo y bailaron entre ellas, y Zavara sonreía y giraba alrededor de sus hijas. Cuando la canción finalizó, las seis criaturas aladas estaban cogidas de la mano y mirando a la diosa con esperanza.

Hijas mías, desde hoy os llamaréis Shelan'ani, puesto que sois las Hijas del Refugio.- anunció Zavara con emoción en su tono.- Vivid en paz en este lugar, buscad la armonía en vuestras vidas. Y, cuando temáis u os encontréis perdidas, cantad.- dijo antes de desvanecerse.

Las shelan'ani se abrazaron, buscando la calidez, pero se dieron cuenta de que no tenían frío. Junto al lago y bajo la mirada de algunos animales empezaron a volar para establecer un hogar y complacer a su diosa.

Notas de juego

Creación de raza: Shelan'ani (-10 puntos de fe)

Avance religioso: Kinma'layan, el Cántico de las Protegidas (-10 puntos de fe)

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02/05/2015, 20:22
Meseth

Hacía poco que habían aprendido a utilizar nombres. Más que para marcar individualidad, era una manera de saber quién seguía con vida y quién había caído en las cenizas. También era una manera de reconocer a los que regresaban. La primera vez que uno se unió al grupo, llegando en mitad de las horas de sueño, cundió la desconfianza. ¿Quién era ese que llegaba? ¿Era un enemigo? ¿Un aliado? Pero no tenía nombre, ni recuerdos, como si acabara de abrir los ojos. Entonces lo supieron. Supieron que el hermano que había caído días antes a manos de una fiera salvaje no era digno de regresar con su Padre Meseth y aún tenía que demostrar su valía. ¿Cuántas vidas eran necesarias? ¿Qué logros buscaba el Devorador? Dudas e incógnitas que aún estaban por ser resueltas.

Caer en las cenizas, renacer en las cenizas. El color de su piel, el vapor de sus cuerpos, la tierra que les rodeaba, el cielo que les arropaba. Todo era gris y negro, como la figura que algunos recordaban y que habían empezado a dibujar en la arena. Un gigante sin rostro. Un Padre hambriento. Su Mundo de oscuridad.

Relatos de los Grigori - Los Primeros Años

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03/05/2015, 18:13
Mirari

Luzbella seguía su curso, informando del paso del Tiempo a Mirari, pues todo veía sobre o bajo Tierra.

Con ello pasaban los días como un parpadeo a los ojos de los dioses, cada año la Planeala llenaba los mares de vida, y durante esa época muchas especies florecían, pero fuese algún desatino o mero capricho. La Planeala que da forma a una parte del año al mundo con vida y climas tranquilos, tras 13 años torna el mar en rojo, mata la vida marina, forma nubes carmines y tormentas que matan insectos, intoxican a los animales, corroe los metales y para cuando todo termina, el mundo parece sangrar. Es la Marea Ira.

Pero es tras ese evento, la vida explota, más abundante que nunca, las plantas que salen intactas de este evento sin sus depredadores pueblan el mundo, los carroñeros como los Mascarrones sobre explotan sus números, y así el ciclo comienza.

Luzbella contemplaba todo eso, brillando eternamente por el firmamento en su recorrido eterno. 

Notas de juego

La Diosa Mirari creo a los Fararis y les dio un hogar en el cielo, lejos de todo percance  grave.

Así inicio esta historia, la historia de los Fararis. He aquí, en los albores de su creación, que sus hazañas desembocaron en producir importantes acontecimientos. Déjenme relatarles sus primeros tiempos.

Los Fararis siempre han vivido en el Archipiélago volante del sur, una interminable serie de islas que dominan un paisaje tal, como alcance la vista y desde la cima habitan, viendo el mundo inferior con curiosidad. Sus tribus se dividen en familias, que luchan entre sí, no por recursos o por supervivencia, sino por preparación, la familia invicta da orden y distribuye sus alimentos entre toda la tribu.

Pero no pienses mal, su lenguaje es apenas superior de los animales salvajes, peligro, comida, hambre, sed, sueño, son parte de su corto dialecto de sonidos, pero debemos incluir que ellos ya tenían palabras para Familia, Cariño, Alegría y Tristeza, poseen al menos 200 palabras, que juntas dan el lenguaje primigenio de los Fararis, curiosamente no poseen nombres propios. Aunque si los escucharas, probablemente pensarías que son sonidos iguales a todos los animales de la creación.

Todos los Fararis adoran a la diosa de manera constante, pues está fresca en su memoria su presencia, son todos, ávidos de un cambio. En su burdo lenguaje dicen; Para enorgullecer a la diosa, los Fararis necesitamos 2 cosas. La primera, refugios seguros donde guarecernos.

 Si hubiera más refugios seguros, los Fararis podrían repartirse expandirse, pero sus islas son cortas y un precipicio sin fin las rodea.

En segundo lugar, como son una tribu que compite y se adapta, dicen que necesitan un objetivo en común contra el cual desbocar su potencial.

He adornado sus palabras, para darles carencia y sentido, además los Fararis idean a futuro.

Para cubrir ambas necesidades, los Fararis han ideado un plan, el más modesto de los planes, cada año envían miembros saludables a explorar las islas inferiores, y cada año nadie regresa, algunos cuentan que se caen por el precipicio sin fin, otros que son devorados por bestias.

Hasta que un día, regresaron Fararis sin cuerpo, y dijeron que encontraron caminos en el cielo.

¿Pero cómo? Se preguntaron algunos.

¿Cómo pueden los Fararis habitar en otros cuerpos? ¿Cómo podemos nosotros, simples hijos de la madre, recorrer el cielo sin alas y bajar donde hay bestias innobles?

A los que los Fararis sin cuerpo, luego conocidos como Encarnation, respondieron con la sabiduría de dos vidas.

Los Fararis no lucharemos como las bestias, sino como una tribu unificada. No lucharemos contra lo que nos ponga el mundo, sino que seremos parte del mundo.

Y con esas nuevas palabras, el nombre de los Fararis sin cuerpo, paso casi al olvido, desde entonces se les llama Encarnation. Y fue así que los Fararis tuvieron dos vidas, y fue así que aprendieron a moverse por Ultra.

 

Relato de Temujin.
Sobre la fundación de Freesky.

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03/05/2015, 20:43
Zavara

Fragmento de la Canción del Ayer

¿Quién sabe qué existía cuando Zina Zavara aún observaba el mundo desde las estrellas? ¿Cuándo aparecieron las bestias y las plantas? ¿Cuándo surgió el agua de las entrañas de la tierra, cuándo? ¿En qué momento decidió la Gracia Helada erigir el gran Pilar en el Horizonte? ¿Por qué razón hizo caer su nieve fría en la superficie que ahora habitamos? ¿Quién cantaba a la Protectora Divina, y qué protegía ella?

Las preguntas no han sido respondidas y quizá nunca lo sean. Lo que importa es que allí estaba nuestra Bailarina, vigilando el mundo en su morada celestial. Y llegó el día en que ella quiso embellecer el mundo, y el mundo fue más bello.

 

Felices somos, oh, elegante Zina amada

pues de tus pálidas manos no salió nada

indigno de amar.

En la nieve y el hielo brotaron las plantas

y de tus dedos magníficos nacieron tantas

señales de paz.

Ahora recordamos tus grandes gestas

porque somos hijas, Tvara, honestas

voces por cantar.

 

Diosa, tú creaste nuestro hogar y lo cubriste de nieve. Alzaste montañas heladas y creaste un lugar para nosotras, tus hijas, incluso antes de concedernos el regalo de la existencia. Abriste la tierra y la llenaste con la misma agua que nos dio la vida, pues sabíais que algún día cantaríamos tu eterna Gracia.

Y desde que nos unimos a tu arte hasta que estas palabras caigan en el olvido, tu nombre será llevado por la brisa helada de la mañana y recogida por la nieve tardía para que siempre nos oigas, Bailarina, disfrutar del regalo que nos hiciste, que es la Vida.

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03/05/2015, 21:34
Urdamesh

Para nuestro pueblo, los primeros años fueron duros, puede que más que cualquier otra época que hayamos vivido desde entonces, aunque por razones bien distintas. Eramos como niños, recién llegados al mundo viviendo en una tierra en la que muchos adultos perecerían… pero no estábamos solos.

Los primeros entre nosotros, los ancestros que formaron las siete tribus fueron moldeados por las llamas de Urdamesh, y cuando insufló su fuego en sus espíritus, haciéndolos despertar con ello, se encontraba a su lado. Les habló de la tierra que les había legado, de las duras pruebas a las que serían sometidos, y sobre todo, de la confianza que tenía en su capacidad para superarlas. Y como muestra de su aprecio, hizo descender desde los cielos su lanza, dejándola incrustada en el suelo antes de dispersar las siete tribus y desaparecer… pero sabían que no los había abandonado.

Las siete tribus fueron separadas, y cada una se vio obligada a enfrentar las duras pruebas del desierto, el abrasador día y la helada noche, los ataques de las bestias y la falta de agua. Tal vez otros hubiesen desistido, pereciendo al hacerlo, pero ellos sabían que su dios no los había abandonado. Allá donde fuesen, siempre había algún Cristal, idéntico a los que su lanza había hecho brotar del suelo. Y por ello, sabían que de alguna forma, Él estaba con ellos, por lo que enfrentaban con valor cada prueba a la que se veían sometidos, y luego relataban sus hazañas ante los Cristales.

Urdamesh les dijo que había depositado su confianza en ellos y ellos se esforzaron en demostrarle que eran dignos de ella.

 

Segmento de las Crónicas Ardientes relatado por Der’morat, Pater de Etheriur a los niños a su cargo por algo que no sean batallas en un (infructuoso) intento de atraer su atención algo que no sean batallas.

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03/05/2015, 22:15
Director

Las razas inteligentes habian nacido en el mundo sin nombre. Lienzo de los dioses. Ahora, sus hijos empezaban a dar los primeros pasos por este hostil lugar. Aunque cada uno habia propiciado un sitio seguro dentro de los limites para sus pequeños, nada podia escapar a la ira del Ser'Durk. Que durante estos 20 años estuvo azotando los mares en al este del continente del gran arbol. con tormentas eternas que golpeaban el mar sin descanso.

Cada una de las razas habia empezado un desarrollo diferente, los Ilictianos, forjados y grigori habian empezado por usar herramientas para su desarrollo, aunque los primeros, de una manera ...diferente.

Shelan'ani y Úrions cantaban canciones, contaban relatos y expandian la voluntad de sus dioses en el boca a boca. Empezaba la adoración estructurada en sus primitivas sociedades.

Mientras, en las raices del gran arbol.Durk-hael, los caoticos hijos de la guerra necesitaron el soplo de su dios para unificarse como sociedad... una sociedad belica y agresiva.
 

- Tiradas (2)

Notas de juego

Ser'Durk = I-39: Tormenta en medio del oceano, cataclismo.

Sargolax 30
Meseth 22
Zavara 20
Sevoriam 15
Gargoltar 15
Mirari 23
Urdamesh 15

Mapa: http://pyromancers.com/media/view/main.swf?round_id=118738

(es bastante dificil de hacer cuadrar las casillsa del pyro con las que tenemos en el mapa base, asi que, si alguno esta ligeramente desplazado es lo maximo que he podido hacer)

Turno 2:

de hoy 4/5/15 a las 00:00 al 7/5/15 a las 00:00

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04/05/2015, 15:24
Sevoriam

Los Volinam habían aprendido a trabajar en equipo, coordinándose para cazar mejor y sobrevivir a todas esas circustancias que había en ese mundo, en ese lugar que era la prueba continua a la que se sometían durante toda su vida. El problema era que, al empezar a coordinarse y poder alimentarse bien, empezaban a aumentar en número (no mucho), y se veían como una raza que podía estar en la cima de la cadena alimenticia, y como tal, su propio depredador serían ellos mismos.

Con esto en mente, y con la necesidad de tener una forma de comunicarse más directamente con sus hijos, Sevoriam les mostró la forma de hacerlo. Un campeonato ritual en el que se enfrentarían todos aquellos que quisieran, y en el que podrían llegar a morir en algunos casos. Este campeonato sería un ritual llamado Suma Devorum.

Al finalizar este combate ritual, el ganador sería bendecido con la capacidad de poder comunicarse de forma escasa con su padre, con Sevoriam, y por esto, él sería el que dirigiera esta raza, al menos durante el tiempo que pudiera mostrarse como digno de este poder.

Los supervivientes de este primer Suma Devorum formaron lo que es conocido como el Loah Cerio, un grupo de combate, pues fueron lo suficientemente valientes para presentarse al Suma Devorum y lo suficientemente fuertes como para sobrevivir a él, aunque no fueron sus ganadores seguían siendo los más duros y recios de los Volinam.

Notas de juego

Avance Religioso: Suma Devurom - 10 PF

Compra de Unidad: Oráculo - 2 PF

Compra de Unidad: Ejército (Loah Cerio) - 2 PF

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04/05/2015, 21:46
Mirari

Y la diosa doto a uno de un brote de inspiración, y la vida de los Fararis se extendió.

Los Fararis ya eran conscientes de su papel y si bien, pensaban ser la cúspide de su micro universo, la existencia y exploración de los Encarnation les abrió nuevos caminos, nuevas posibilidades.

Ahora se movían entre las islas volantes, de vez en cuando, algún Farari resbalaba y caía al vacío, hacia el mar, eso incentivaba a los demás a ser mejores.

Pero no era raro que un Farari muriese en una caída corta, peleando con alguna bestia, o en accidentes, los Fararis creían en la bondad de la diosa, pero sus vidas eran frágiles.

Fue el primer Encarnatión, quien tuvo un sueño de la diosa, y entro en contacto con la bestia que poseía, un Kavu, de él aprendió que hierbas curaban, todo su saber de las hierbas lo compartió y otros Encarnation hicieron lo mismo, el conocimiento de los animales conformo una nueva etapa de los Fararis, emplearon sonidos que solo los animales usaban y entendieron mejor el mundo.

Su adoración se incrementó cuando pudieron sus heridos eran atendidos por los adoradores de la diosa, encargados de recolectar oralmente la sabiduría de los Encarnation. Así un hueso roto, una herida grave, una infección, poco a poco dejaron de temerle a cualquier síntoma de enfermedad, los heridos no tenían que morir.

Así se dedicaron cuevas exclusivas a los Adoradores de la Madre quienes pidiendo la intervención de su diosa, daban al enfermo reposo, administraban hierbas para curar dolencias, separaban a los enfermos de los sanos, así sus exploradores vivían más, quien sufría accidentes o los enfermos no tenían que resignarse a cambiar de cuerpo prematuramente.

Pero no solo atendían a los Fararis, los Encarnatión heridos también eran tratados, siendo un reto pues su cuerpo animal les era extraño.

No todos sobrevivían, y al no estar preparados o muy dolidos, morían.

Aquel primer Encarnation que tuvo el sueño murió, el Kavu no resistió vivir enclaustrado, y al morir, tomo parte de la cueva como su nuevo cuerpo, así surgió el primer Adsens, quien arrepentido por matar al Kavu, dedico el resto de su existencia como enorme ser de piedra a enseñar respeto a los Encarnation por el ser que les prestaban sus cuerpos. Así los Fararis que se dedicaran a adorar a la diosa curando, no elegirían seres incapaces de estar encerrados, los cazadores no elegirían seres débiles, así se instauro un orden.

Buscando seguir sus pasos, varios Fararis, han seguido sus pasos, dando una gran importancia a los que se dedican a adorar a la diosa madre, Mirari. Una de los tantos hijos del Farari ha resultado ser tan prodiga que a la corta edad de 15 años, sin cambiar de cuerpo, es una de los mejores maestros, si bien los Fararis no poseen nombre, la llaman Seles. Pues piensan que la gran madre le ha dado el don de evitar la muerte. 

Notas de juego

Avance Religioso: Sanación o Curación a base de Herbolaria - 10 PF

Compra de Unidad: Devota Seles - 2 PF

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05/05/2015, 12:06
Gargoltar el Forjador

Los hijos de Gargoltar prosperaban en el extraño hogar que el Forjador les había concedido. Sus herramientas les permitieron avanzar, crear más herramientas y facilitar su impulso creador, aunque de momento no conseguían crear nada realmente útil. Por supuesto, seguían sus exploraciones por la Máquina-Edificio Inicio, recorriendo tanto cámaras conocidas como otras que iban descubriendo. 

Los Siete Primeros seguían viviendo sus vidas... Hasta que la Máquina pareció entrar realmente en funcionamiento. Con un estruendo de activación de mecanismos y un zumbido de fondo, una vibración empezó a transmitirse por todo el edificio. Al principio los Forjados pensaron que el mundo se caía e iban a ser sepultados, así que simplemente se quedaron quietos, preparándose para lo peor. Pero, tras unos primeros momentos de espera, quedó muy claro que aquello era estable. El ruido y la vibración se mantenían, no habían ido en aumento. 

Finalmente, su curiosidad se impuso, y empezaron a buscar el origen de todo aquello. Tras un rato recorriendo aquel lugar, por fin dieron con lo que parecía ser el origen de aquel estruendo, en una de las grandes cámaras de la Máquina-Edificio Inicio. Allí, lo que en un principio pensaron que era una rara columna se había desplegado, demostrando ser, con toda probabilidad, el corazón de aquel edificio. Y estaba funcionando.

Era la causante de aquel ruido y vibración. Llegaron justo en el momento para observar como se explicaba qué estaba haciendo. El octavo Forjado nació justo en aquel momento, seguido después de otros tantos. No entendían por qué se había activado justo en aquel momento, aunque pronto llegaron a un consenso. Gargoltar se sentía complacido por sus herramientas y su entrega, y en compensación por eso, había activado aquel mecanismo para traer más de sus hijos al mundo. 

A partir de aquel momento, la adoración empezó a estructurarse. Con un primer precepto muy sencillo: Honra a la Máquina.

Notas de juego

Avance Religioso: Honra a la Máquina - 10 PF

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05/05/2015, 13:25
Meseth
- Tiradas (1)

Notas de juego

Rueda del Destino de Meseth (1d6)

1 - Avance Religioso
2 - Avance Militar
3 - Avance Arquitectónico
4 - Avance Tecnológico
5 - Avance de Transporte y Colonización
6 - Cónclave del Destino

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05/05/2015, 15:45
Meseth

No sabían cuánto tiempo había pasado, pues para los Grigori siempre era de noche y no había astros en el cielo que indicaran el paso del tiempo. Sólo una esfera luminosa, blanca y radiante, que apenas tenía fuerzas para atravesar el velo de sombras, les informaba que el mundo, de una forma u otra, seguía avanzando. Habían acordado dormir todos a la vez, aunque a veces alguno se quedaba despierto, incapaz de conciliar el sueño por temor a ser devorado por las fieras salvajes. Así, poco a poco, mes a mes, los Hijos de la Muerte aumentaban en número y en inquietudes.

Estaba claro que se sentían perdidos sin un padre, sin un guía. Alguien que les organizara para buscar alimento, para hacer turnos y para determinar cuándo las heridas de la caza eran demasiado fatales para gastar más tiempo en ellas. Y casi respondiendo a esa necesidad, uno regresó de la ceniza, uno que poseía una mirada especial, un porte más recio que los del resto. Era el primero que había muerto a manos de Meseth, renacido en su verdadera forma de polvo y ceniza. Recordaba lo sucedido pese a haber muerto en la última cacería. Su Padre había considerado que era demasiado importante para que sus recuerdos se borraran, encaminándole en la vía correcta a su peregrinaje por el Wyvern. Su nombre era Yezras, aunque sus hermanos y hermanas le llamaban El Primer Caído, y en su pecho aún se distinguía la marca del acero del Dios de la Muerte.

Él fue quien contuvo a los asustadizos Grigori cuando una temible tormenta incendió un bosque cercano, llenando de llamas la noche eterna. Fue quien impidió que salieran en desbandada, o que intentaran atacar al desconocido enemigo con sus manos desnudas. De alguna manera, Yezras vio en ese fuego algo útil, un regalo divino. Aprendieron a usarlo, a contenerlo y, después de muchos intentos, a generarlo a base de frotar palos y chocar piedras repletas de minerales. Ese fuego, que era casi algo vivo que necesitaba cuidados y alimento, pasó a convertirse en el mejor aliado de los Grigori en aquel tiempo. Les calentaba en las épocas de frío, ahuyentaba a los depredadores que cazaban en la noche, y permitía cocinar los alimentos, abriendo al Pueblo de la Ceniza un mundo de posibilidades.

Notas de juego

- Avance Tecnológico (10 Puntos): Fuego

- Creación de Héroe (10 Puntos): Yezras, el Primer Caído