Partida Rol por web

El ataque del dragón no solo habia causado bajas entre los Urions. Tambien habia convertido el desierto en un infierno. El fuego era casi sagrado para un Urion. ¿porque padre creó a un ser tan atroz que escupe luz y fuego para causar destrucción? se preguntaban los mas jovenes de los Urions.

Partidas de guerreros con lanza salian del poblado para ir a buscar a los extraviados en el desierto o tratar de localizar a gente que se hubiese perdido en el caos. Erkel el Constructor, era uno de los que habia salido justo unos dias antes del primer ataque de la bestia y aun no habia regresado. En el poblado temian por su vida, Quiza el dragón se habia pegado un festin con el.

Para sorpresa de la población, cuando ya lo daban por muerto volvio entre nubes de polvo y ceniza el solo hasta la aldea, en su mano portaba un disco negro, perfectamente pulido. Se acerco al centro de el poblado y sin hablar con nadie empezo a preparar un monolito de piedras para dejar sobre este el disco oscuro.

-esto es lo que me ha mantenido a salvo en el desierto hermanos, este extraño material, facil de moldear y a la vez resistente, la Darknita, se que se llama asi por que el viento me lo susurro, lo encontre en una cueva no muy lejos y tras varias semanas me di cuenta que el dragon evitaba pasar siempre cerca del yacimiento, esta es la clave para sobrevivir.

Con el paso de los dias, los soldados acompañaron a Erkel al desierto en llamas y lo ayudaron a recolectar Darknita, con la que crearon orbes y los repartieron por la ciudad.

Como todo el mundo, los Ilictianos tambien sufrieron el ataque de la locura, el extraño ser, Mmush Gar-Zav el dragon atormentado. Llego hasta los alrededores de Sarak Torkond. Al principio, el deforme ser se mantuvo en las cercanias, sin tentar a la ciudad ni sus habitantes. Sus gruniños y chillidos se escuchaban en la oscuridad, como si alguien tratase de arrancarle la piel a tiras. Era imposible saber si Mmush Gar-Zav estaba siendo atacado, o atacando el.

Los Ilictianos habian tomado una medida preventiva, no salir de la ciudad, y de ser necesario solo los esclavos mas precindibles serian los elegidos para salir.

Pasaron los meses de temor, y entonces la bestia apareció ante el foso natural que rodeaba el poblado. Se acerco a este y empezó a devorar a los gusanos que a veces aparecian por aquella falla. De nuevo los Ilictianos se sintieron aliviados, aunque aquello no duraria, un dia los gusanos no subirian por la pared y entonces la bestia entraria a deborarlos a ellos. Pero de nuevo no fue asi. Un dia uno de los gusanos subió con incrustaciones en la piel de un material oscuro y lo que una vez fuera dragon chilló horrorizado y se alejo de el lugar. Varios esclavos se atrevieron a cazar al gusano y extraer los fragmentos de Darknita, asi decidieron que se llamaria aquel material, asi lo habian visto en la oscuridad escrito.

Con el tiempo algunos gusanos mas aparecieron por el lugar, y pronto un grupo de aventureros se atrevio a seguirlo, no muy profundo, habia empezado a formarse este material por las paredes de la falla, y seguramente, si bajaban mas encontrarian muchisima mas cantidad. En el poblado no se tardo en conocer como trabajarlo, era facil de moldear. Se le dio forma y se pulio, situandolo a las entradas de cada boca de laberinto y cada cruce.

Las raices se habian vuelto locas. Muchos de los hijos de Sevoriam habian pensado que lo mejor que podian hacer era alejarse del arbol que tanto les habia dado. Era curioso, pero despues de todo era el ciclo de la vida, el dios de la guerra les habia enseñado que vivir y morir era parte de un todo, y que no habia que temer el momento. Quiza era otra prueba de su dios, otra manera de elegir solo a los mas aptos, los que sobreviviesen a aquello serian dignos de vivir alli.

Una nueva guerra estallo entre los Volinams. Los partidarios de que era una prueba, contra los de que era una maldición y preferian marcharse. Durante años, casi hubo las mismas bajas entre los caidos en la batalla que por las raices. El idolo oscuro estaba siempre en el centro de muchas batallas, ambos bandos querian quedarselo. Pero una mañana, justo cuando otro enfrentamiento iba a ocurrir un extraño ser apareció. Era parecido a un Volinam, pero mas grande y mas duro, su material no era madera o piedra, no pertenecia a la naturaleza. Su piel era de un material oscuro, no era algo que se encontrase por los alrededores, como si se tratase de sombra concentrada hasta endurecerse.

No le hizo falta utilizar palabras, su brazo izquierdo se volvió una maza y dió un golpe en el suelo que hizo temblar los cimientos de la creación, y las raices se calmaron. La guerra dejo de ser necesaria, pues nadie queria irse ya, todos estudiaban con recelo al recien llegado. El idolo oscuro tenia una semejanza con el, por lo que lo tomaron como un elegido que habia venido a salvar al arbol de la locura.

Habló en privado solo con el lider de los Volinams, y quedó al servicio de este como su protector y paladin.

Nuevamente el caos y la destrucción llegó al mundo de Umbra, pero esta vez los Grigori sí estaban preparados. Así como la primera vez que las sombras cubrieron por completo el planeta se vieron apabullados por la sorpresa y la impotencia, cuando en esta ocasión las sombras tomaron la forma de un tenebroso dragón negro que surgió de la nada y aterrorizó la isla de Desolación, los videntes lo habían previsto. Los dones que habían heredado de su padre Meseth les informaron de la terrible criatura y prepararon defensas. Las endebles empalizadas de madera de antaño fueron sustituidas por gruesos muros de sillares de piedra; se exploraron las tierras circundantes, limpiándolas de árboles y maleza, de forma que ni bestia ni extranjero pudiera acercarse sin ser visto; torres de piedra iluminadas con antorchas se erigieron en lugares específicos para asegurarse de que nada en Desolación se escapaba a sus ojos.

Así que cuando el primigenio dragón de sombras se alzó sobre Abandono, extendiendo sus brumosas alas y observando la isla con sus amarillos y siniestros ojos, allí se encontraban los Sumos Sacerdotes dispuestos a plantarle cara. Sólo los más diestros guerreros que habían mostrado su valía en las Arenas del Desafío fueron aceptados para luchar a su lado, y las energías mágicas crepitaban a su alrededor cuando Yezras y Avedis se cubrieron con sus ropas ceremoniales y se prepararon para combatir a Asteon.

Años después, cuando se recordara este día, se hablaría de cómo los fieles luchadores se lanzaron con sus afiladas armas contra el dragón. Se rememorarían las diestras artes mágicas de Yezras cuando desgarró el tejido mismo de la realidad para derribar a la criatura. Se repetiría una y mil veces cómo Avedis alzó su poderosa arma para abrir la escamosa piel de Asteon, obligándolo a escapar hasta el horizonte.

Pero la realidad fue bastante diferente. El asedio del dragón fue terrible para los Grigori, aniquilando a cientos de ellos como si fueron insectos. Los afilados colmillos desgarraron sus cuerpos y tragaron sus cenizas, impidiéndoles regresar nuevamente de la muerte. Los gruesos muros se resquebrajaron y cayeron, y los templos ardieron hasta los cimientos. Pero finalmente las fuerzas Grigori expulsaron a la bestia, que rugió a la eterna noche de Desolación clamando venganza. La historia se reescribiría para que este suceso no afectara a las generaciones venideras.

Habían vencido, pero sabían que Asteon regresaría algún día. 

Los recientes acontecimientos entre las Selan'ani las habian consolidado por fin como una cultura unida bajo la cupula que les proporcionaban las estatuas sagradas de las Zinai. Alli prosperaban unidas, con sus cantos podian dar forma a cualquier cosa que tuviesen al alcance. Rezaban a los dioses y a su madre.

Pero entonces un nuevo castigo volvia a golpearlas, las ultimas decadas habian sido muy oscuras para las pobres hadas, ya que cada nuevo acontecimiento era peor que el anterior. Y esta vez era para temblar, Abhan habia despertado de su letargo y parecia estar encolerizado. Sobrevolaba muy cerca de Mina'unvei, y aunque aun no habia cazado a ninguna pronto ocurriria el desastre.

Algunas Selan'ani pensaban que sus cantos provocaban a la bestia y habian cogido miedo a seguir cantando. Las sacerdotisas animaban a seguir haciendolo, la diosa les protegeria de todo mal. La cupula habia resistido las peores ventiscas, y aquel ser era la ventisca encarnada, no deberia poder cruzar la barrera.
Pero lo hizo, una mañana descendio sobre el poblado Selan'ani y con sus garras arranco parte del terreno, destrozo tres estatuas de las Zinai y se llevo a algunas de las pequeñas hijas de Zavara. Aquel dia ni Aminedena cantó.

Por la noche, los restos de las estatuas rotas de las tres Zinai formaron unas extrañas torres, unidos los fragmentos por una extraña oscuridad a modo de cemento, y dandoles formas retorcidas y sin significado, las torres proyectaron unos haces de oscuridad eterea hacia la cupula, reforzandola, y cuando Abhan volvió a descender contra las pequeñas Selan, chocó contra la nueva cupula reforzada. Aquello pareció debilitar a la bestia, que volvio a su refugio a seguir durmiendo, aturdida.

Ante aquel suceso, las Selan'ani decidieron que gracias a las torres habian sobrevivido y que el sacrificio de las tres estatuas habia servido para algo, asi que conservaron las torres oscuras.

Los Forjados supieron de inmediato que algo grave ocurría cuando la tierra volvió a temblar. Sin embargo, los temblores no eran como los que habían vivido... Eran más rápidos y rítmicos. Como si los pasos de algo enorme se aproximara hacia ellos. Rápidamente, los defensores MEI se desplegaron, asumiendo que algo iba mal. Cosa en la que tenían razón. 

Pronto, en el horizonte, empezó a vislumbrarse la colosal silueta del Recalibrador. Los hijos de Gargoltar no habían visto nunca nada igual, aunque conforme se acercaba, pudieron apreciar que sin duda era obra de su creador. Tenía ciertas similitudes con ellos y el resto de la fauna y flora metálica, aunque era indudablemente mucho más poderoso que cualquier individuo. El ejército de Forjados se volvió para mirar la capital, y supieron lo que tenían que hacer. No podían permitir que aquel coloso chocara con la ciudad, así que salieron a hacerle frente. Aún a pesar de las enormes pérdidas que aquello podría causarles, pues un choque con la ciudad, unido al salvajismo que habían demostrado hasta el momento las criaturas de la zona, podría resultar fatal. 

Como no podía ser de otro modo, la cosa no fue bien. El poder de aquel ser no podía ser igualado con las toscas armas con las que contaban, y pronto los muertos se acumularon, mientras el monstruo se alejaba, aparentemente satisfecho con la matanza*. 

Aún más cadáveres se apilaban en la ciudad, pareciendo que con el paso de los años aquello se iba volviendo una necrópolis. Los Forjados no conocían aquello llamado tristeza, pero sin duda su comportamiento era más pasivo de lo normal. Dos golpes de tal magnitud seguidos en aquella época. Si los tiempos seguían así, no tenían modo de saber cuanto más aguantarían. 

Sin embargo, puede que por suerte, o por la voluntad de su creador, recibieron también una revelación. Algunos cadáveres metálicos, que cayeron muy cerca a Piedras de Fuego incandescentes, y que habían permanecido desatendidos hasta el momento debido a la magnitud de las matanzas, se fundieron parcialmente. Los Forjados tampoco conocían el miedo o el horror, así que aquel fenómeno fue abordado con curiosidad y pragmatismo más que con desasosiego por lo ocurrido a los cuerpos. 

Los experimentos en ese aspecto siguieron en los momentos de paz, con otros trozos de cuerpos, y más tarde con otras piezas de metal. Llegaron a la conclusión de que había ciertos tipos de metales que podían fundir con sus primitivos métodos. Aquel fue un enorme paso para la raza. 

Tras el descubrimiento de la Darknita, los úrions no tardaron en incorporarla a su vida, añadiendo trazas de ella en sus construcciones, fabricando lanzas con ella y portando amuletos de ella, algo lógico si se tenía en cuenta que los había preservado de la furia del temible Nár Moridhún, quien había asolado el propio desierto en su furia. Pero ninguna de estas cosas era de Darknita pura, pues solo los Siete Orbes, que el propio Erkel había creado y repartido por la ciudad de Etheriur para protegerla, eran completamente de este material. Gracias a este descubrimiento, los úrions pudieron continuar sin miedo con sus vidas, sabiéndose protegidos de la terrible furia de Nár Moridhún. Así continuaron sus vidas, si más incidente que ese… hasta cierto día.

Para cualquier otro ser, ese día habría sido un día como cualquier otro, pero no para los úrions. Para ellos, ese día fue diferente, así como los que siguieron después, aunque ninguno era consciente de explicar en que era diferente, pues era una sensación inconsciente. Nada había cambiado, pero Ilkáne parecía un poco más cálido y brillante, los Cristales Il parecían desprender más luz, el desierto parecía recobrar algo de su esplendor y los propios úrions parecían sentirse mejor, algo más vivos, un poco más despiertos, ligeramente más activos… sin saberlo, en su interior sentían que Urdamesh había descendido a la esfera, aunque ninguno podía si quiera imaginar que caminaba entre ellos tomando la forma de un úrion errante. Sin revelarse, observó cómo habían prosperado, como afrontaban la vida y como aquel nuevo material les influía. Durante un año, vivió entre ellos, cruzándose y observando a úrions de todo tipo, sacerdotes, guerreros, artesanos, niños, etc., y cuando estuvo satisfecho los abandonó, aunque no sin antes dejarles un regalo que descubrirían con el tiempo.

…

Durante su estancia entre sus hijos, Urdamesh no se dedicó simplemente a observarlos y escucharlos, sino que también investigó sobre la Darknita, sondeándola con su energía, tanto la de los objetos normales, como la de lo orbes e incluso el propio yacimiento, por supuesto sin que sus hijos se percatasen de ello. También se hizo con varios objetos, mineral sin trabajar e incluso un orbe que hizo que Erkel fabricase sin ser consciente de ello, susurrándole en sueños y haciéndole trabajar dormido para evitar que otros úrions fueran conscientes de ello. Una vez acabó, dejo Már’nar y visitó en secreto a las Selan'ani, para observar las torres y las sombras que ahora reforzaban la barrera que protegía su hogar, así como también observó al nuevo paladín de los Volinams, y por último, intentó averiguar los cambios que habían llevado a las grandes criaturas que él y sus hermanos habían creado a atacar a todos sus hijos. Todo esto, los objetos, el mineral lo que aprendió y lo que observó en cada caso, hizo que se trasladase a Ruth-Adum, a la sala de las profecías, trasladándolo mediante varios idhúns. Una vez consideró acabada esta tarea, abandonó a los úrions y se dedicó a la terea principal que lo había hecho descender a la esfera.

Hermana, soy yo- dijo, transmitiendo sus palabras a toda la esfera, pero de manera que solo alguien similar a él, un hermano o hermana como Mirari pudiese escucharlas -¿Dónde estás, hermana? Responde- decía mientras buscaba a Mirari.

…

Tiempo después de que Urdamesh se marchara a recorrer y observar la esfera, algo sucedió entre los úrions, una capacidad que empezó a mostrarse en unos pocos pero que poco a poco fue extendiéndose, aunque sin orden ni lógica alguno… al menos ningunno que ellos pudiesen apreciar, pues se manifestaba en aquellos a quienes Urdamesh había otorgado tal don y ellos la extendían. Era el dominio del fuego, la capacidad de crear y controlar el fuego. No tardaron en entender que esto no era sino un don otorgado por su padre, algo que les indicaba que sus progresos de los últimos años y la superación de los desafíos que habían tenido eran del agrado de Urdamesh. Y aunque estaba claro que este don les abria todo un nuevo abanico de posibilidades, donde más se desarrolló fue en el ámbito militar, pues los guerreros úrions no tardaron en comprender que esta capacidad les podría permitir afrontar nuevos desafíos de forma mucho más eficaz, especialmente teniendo en cuenta los recientes peligros a los que se habían tenido que enfrentar.

Los Volinams no pudieron más que sorprenderse del potencial de ese ser que apareció para calmar las raíces de Durk-Hael, que no se sabía por qué se habían alterado de una forma brutal, algo que no habían llegado a comprender en ningún momento. Ese ser, ese D-Rak, era poderoso, pero no podían fiarse de él por no ser un Volinam, si lo hicieran su padre no estará contento con ellos. Por eso, de entre ellos y absorbiendo parte de la energía que salía de tras la energía divina que puso Sevoriam en el primer árbol, uno se alzó para defender Durk-Hael ante todo, el llamado Defensor, que estaba allí para proteger todo ese lugar de lo que fuera necesario.

A su vez, empezaban a prepararse para intentar fundar una segunda ciudad. Varios de esos eventos habían demostrado que depender de un solo asentamiento era peligroso, por lo que varios de los Volinams se prepararon para viajar, pero no irían solos, se esperarían a que el Loah Cerio volviera del norte para poder dirigirse hacia el nuevo asentamiento.

El descenso de la poderosa ave conocida con el nombre de Abhan aterrorizó a las Shelan, que nunca habían visto un animal o un monstruo de esas características. En uno de los ataques, algunas Shelan'ani perdieron la vida a causa de la brutalidad del ave de la ventisca. Ninguna sabía si aquello era un castigo divino, o si simplemente la causa residía en el peligro inmanente del mundo. Sea como fuere, los ánimos se apagaron y creció la tristeza y la desolación. Por fortuna, un fenómeno impredecible y muy extraño recompuso las tres estatuas que habían sido destruidas por la bestia: la Valiente, la Astuta y la Artesana. Se convirtieron en formas curiosas que crearon una barrera incluso más poderosa de lo que habían logrado hasta el momento, y entonces Abhan regresó a su lejana morada y no regresó.

Acabados los rituales de la Última Despedida de las hermanas caídas, aunque sus cuerpos no hubieran aparecido, las Shelan volvieron al trabajo y a su día a día. Se temieron lo peor de nuevo cuando vieron que entre los árboles acechaban sombras salvajes, aunque pronto descubrieron que se trataba de animales pacíficos, quizá enviados por la Diosa, que les hacían ofrendas. Los más pequeños dejaban frutas cerca, mientras que los grandes traían trozos de madera y piedra, como si supieran perfectamente qué materiales usaban las Hijas de Zavara. Claramente, aquello se daba a la intervención divina, y por ello las Shelan volvieron a entonar sus plegarias y sus cánticos a la Madre.

Gracias a aquella ayuda, las Shelan'ani no tuvieron demasiados problemas para reparar algunos de los daños causados por la ventisca y por Abhan. Así pues, abrieron nuevos proyectos y nuevos horizontes. Se acercaron al agua que había en el sur, una extensión demasiado grande como para ser un lago como el Ani'layan. Aunque tenían mucho respeto por el mundo y sus amenazas, no podían permitirse verse arrinconadas de nuevo, y por eso tenían que encontrar nuevos caminos, incluso nuevos hogares. Así pues, algunas de las Shelan'ani más ingeniosas, las cuales tenían como patrona a la Diosa Artesana, inventaron una pequeña embarcación de madera que les permitiría flotar en el agua del mar, y la complementaron con remos que ayudarían a dirigir el rumbo de la barca. De momento, para viajar por la costa, aquello sería suficiente.

El sonido de los picos resonó por todo el Pantano de la Bruma, mientras los Ilictianos excavaban sin parar a través de la tierra, extrayendo todas sus riquezas y exterminando a cuanto se acercaba a ellos... aun a pesar de la presencia del temible Mmush Gar-Zav los trabajos continuaron, las moles siguieron con su tarea y abrieron nuevos pasos, conectando los pantanos como nunca antes habían estado, creando galerías nuevas por las cuales los Ilictianos podían realizar sus actividades sin problemas y protegidos de los ataques de las bestias y del monstruo. Con esta nueva técnica de creación de túneles y galerías ni tan siquiera la compleja red de "Puerta del Gusano" seria difícil de atravesar.

Tal vez fue todo este trabajo lo que llevo a los Ilictianos a descubrirlo... un extraño material tan negro como la oscuridad más profunda de Infra, ni roca ni raíz ni metal, sino más bien una extraña mezcla de todos. La Darknita, este extraño material cautivó la imaginación de los Ilictianos, que lo vieron como un regalo de su oscuro creador, la mismísima oscuridad de Sargolax hecha materia en el mundo. Aun así tardaron en descubrir su utilidad, y solo cuando Mmush Gar-Zav se acerco al abismo del Nido del Gusano, vieron su potencial.

La criatura se acerco a un gusano que había ingerido también estos materiales, y cuando el monstruo lo vio, sufrió y huyó. Viéndolo como una señal divina, los Ilictianos siguieron a estos gusanos por sus túneles hasta encontrar nuevas fallas llenas de Darknita.

Una vez extraída por los mineros, los Ilictianos contemplaron que eran capaz de modelarlas con sus mentes, ofrecían una respuesta ante cada estimulo de sus poderosas psiques, pudiendo darles la forma que desearan. A pesar de que el material no podía ser todo lo puro que desearían, los Ilictianos lo emplearon en cubrir las entradas de sus hogares, en usarlos como placas para sus ropas, atados con tiras de cuero o quitina, incluso para desarrollar nuevas armas mas mortíferas.

Con Sarak Torkond de nuevo bajo protección y sin amenazas inmediatas, la Executrix dirigió su mirada al mundo. En las tierras lejanas del sur noto una perturbación, una energía poderosa que lo llamaba... ¿quizá una señal de su creador? Bajo consejo del Bibliotecario, que parecía algo mas en ocupado en mirar el Mundo Divino que el Mortal, la Executrix mando llamar a los señores de la guerra de la Horda Carroñera, dándoles la tarea de escoltar a uno de sus fieles Preservadores al lugar de la perturbación para estudiarla, robar el conocimiento que tuviese a su alcance y traer mayor poder al Guardian de los Secretos. No hubo discusión, pues la palabra de la Executrix era ley, y así la Horda marchó.

La Horda recorrió el largo camino en la oscuridad de Infra, moviéndose con velocidad gracias a sus moles tuneladoras y a la habilidad de sus exploradores, pronto alcanzaron su destino... hasta que se encontraron con un problema.

Para recorrer el tramo final hacia su objetivo, amos y esclavos tuvieron que subir más alto de lo que nunca habían hecho. Las moles excavaron en la oscuridad hasta que la roca fue sustituida por tierra, llena de raíces... y entonces fue cuando contemplaron por primera vez la detestable luz del mundo superior, una caverna sin techo, tan grande que sus extremos no se llegaban a ver y más brillante de lo que sus ojos les permitían captar, hasta tal punto de ser doloroso.

Sin embargo esto no los detuvo, comprobaron que la luz variaba y las noches sucedían a los días, intentaron utilizar estos periodos de leve oscuridad para llegar a su destino con su horda, a la falla volcánica que ahora separaba los bosques con el gran desierto.

Corría un nuevo desastre, los Fararis habían creído estar preparados, pero el desastre llego desde las alturas.

Luzbella, quien siempre había sido para ellos una guía, ahora los atacaba sin mediar razón, pero eso no agüitó a los Fararis.

Si conllevo en cambio a cierta desesperación e impotencia que no conocían, huir les era sencillo, pero los fuegos fatuos de Luzbella los acosaban pues eran muchos, y era diferente esconderse del ángel que de varas decenas de fuegos fatuos.

Entonces ocurrió.

En la Torre de los Milagros, cuya construcción había sido detenida, ahí se encontraban los Fararis, era el único lugar que no querían abandonar, pudieron ir a esconderse en las cuevas de la Torre.

Sin saber qué hacer, el Khan lanzo un grito, toda su familia acudió, muchos Fararis acudieron y solo pudieron ver como Luzbella se acercaba amenazante, trataron de dialogar o de persuadirla sin éxito.

Aquellos días, muchos Fararis adelantaron su cambio de cuerpo.

La torre de los milagros fue destruida en sus partes más débiles, y muchos hogares quedaron en ruinas.

Aun así, los Fararis no se rindieron, aceptaron aquel evento, y con ello la violencia del mundo, con el fin de esquivar al angel agrandaron sus cuevas, sus hogares se construían hacia debajo de la misma manera que arriba, con el tiempo aprendieron a usar armas, improvisando, pues el angel atacaba en el momento menos esperado.

Así un hacha para cortar madera, se convirtió un hacha de guerra, una construcción de madera en arietes, incluso las conchas en improvisados cuchillos, pues todo podía salvarles la vida, distraer al angel por unos segundos aseguraba que varios sobrevivieran.

Incluso aprendieron a rescatar, pues los Fararis no abandonaban a los suyos, si el angel atrapaba a alguien, los demás fararis lanzaban piedras, siendo el tiempo su maestro, improvisaron hondas, casas ocultas móviles, distractores de humo y luz, cualquier cosa para distraer al ser.

Pues no podían pelear contra su fuerza, así sus casas se hacían resistentes, el pueblo se conglomeraba en conjuntos, casa construida a lado de casa daban muros mas resistentes, a prueba del angel, este derribaba las estructuras débiles, las fuertes eran ejemplo de las nuevas construcciones. 

En construccion.

Urdames bajó al mundo y busco la esencia de su hermana, pero ella ya no se encontraba en aquel lugar. El rastro de la diosa habia desaparecido de esfera ¿quiza hubiese vuelto a la morada de los dioses?

Los Volinams se creían seguros en su ciudad, pero ese mundo hostil que habían creado todos los dioses les demostraron que no, que se equivocaban por completo, que ese mundo podría con las pequeñas defensas que habían alzado en las raíces de Durk-Hael. Por eso establecieron una vigilancia constante para que no volviera a pasar. Muchos Volinams murieron y sus pequeños lugares de descanso fueron casi destruidos, teniendo que volver a crearlos casi de cero.

Mientras esto ocurría, un grupo de valientes colonos se preparaban para partir hacia el sur, para establecer otro asentamiento y ser capaces de controlar un territorio mayor, pues su mundo iba a necesitar de mucho espacio para los planes que empezaban a desarrollarse en el seno de esa raza. Caminaron hacia el sur, hasta llegar al pequeño mar interior que daba a esas altas montañas, que tuvieron que rodear por no ser capaces de escalarlas con seguridad.

Aproximadamente dos siglos llevaban los Grigori sobre Desolación, y en dos siglos habían pasado de ser unos salvajes a una hermosa civilización. Sus viviendas estaban construidas en piedra en vez de la inestable madera; sus altos muros impedían que las bestias asolaran los asentamientos, y en los últimos años habían aprendido cómo extraer minerales de la tierra y moldearlos con intensos fuegos que no dejaban de alimentar con las maderas del Bosque sin Retorno.

Sólo los más diestros y pacientes podían trabajar el metal, pues requería mucho cuidado para saber tratar cada mineral de forma distinta, pues el dios Gargoltar había sido extremadamente meticuloso el situarlos en Umbra. Con el tiempo, estos excepcionales artesanos recibieron el nombre de forjadores, y adquirieron cierto renombre en la sociedad Grigori.

Con esos metales podían hacer cerraduras para las puertas, armas para los cazadores e incluso adornos para los ropajes de los Sumos Sacerdotes. La ciudad de Abandono, que ya poseía un manto oscuro  que lo cubría por la propia naturaleza de los Grigori, se volvió aún más tenebrosa por la incorporación de los grandes fuegos de las Forjas de la Noche.

Con la salida de los Ilictianos a la superficie y la toma del nodo, los hijos de la oscuridad se vieron sumergidos en un mundo desconocido, cuya luz dañaba sus ojos y con peligros completamente diferentes a los que habían encontrado en el terrible mundo subterráneo.

Algunos opinaban que el mundo de la superficie era blando, un lugar para cobardes incapaces de enfrentarse a la oscuridad de Infra y sus letales misterios. Sin embargo la necesidad de obtener los conocimientos del nodo hizo que los Ilictianos ingeniaran su ingenio en crear nuevas armas más eficientes y letales.

Por primera vez las armas empuñadas por los esclavos Falmen se estandarizaron... lanzas, hachas, cuchillas... todo tipo de armas hechas de darknita o quitina, diseñadas para apuñalar, perforar, cortar o aplastar carne, hueso o cualquier otro material que compusiera a sus enemigos.

Varias salas vacías dentro de la imponente Máquina-edificio se llenaron rápidamente. Los cadáveres, o partes de cuerpos, de los varios Forjados que habían ido muriendo durante esas últimas décadas, todos de manera violenta, fueron almacenados en ellas, a la espera de sentirse lo suficientemente seguros para determinar qué hacer con ellos. Algo que no tenía pinta de ir a ocurrir pronto. 

La raza se empezó a ocupar de arreglar los destrozos, ante la paz temporal que parecían vivir. Tanta destrucción y muertes causadas no eran fáciles de reparar, retrasaba mucho su avance como civilización y los proyectos de la comunidad. Sin embargo, como ya parecía haberse convertido en una costumbre entre ellos, la crisis y la ruina les sirvió de inspiración para avanzar. 

La novedosa posibilidad de fundir y moldear hierro llevó a reforzar las herramientas, con las que pudieron permitirse avanzar más rápidamente y trabajar con mayor efectividad. Y no sólo eso. Esas nuevas herramientas de metal abrían la posibilidad de nuevos avances futuros, avances que ya empezaban a fraguarse en las mentes más afiladas de la población. Ahora, sólo les faltaba algo de tiempo en paz para poder desarrollarlos. 

Los años avanzaban para todas las Shelan, e incluso aquellas que habían sido tocadas por la grácil mano de la Diosa podían notar el envejecimiento en su cuerpo. Ynidaleah, que había vivido durante mucho más tiempo del que cabría esperar en una de ellas, falleció. Sin embargo, su hija menor, Tartasine, se había preparado durante muchos años para seguir los pasos de su madre en todos los sentidos. Tras la Última Despedida de Ynidaleah, en la cual se derramaron muchísimas lágrimas, Tartasine organizó una ceremonia donde todas las Shelan estaban invitadas. Allí adoptó el nombre de su madre y juró lealtad a sus hermanas, prometiendo servir a las Hijas de Zavara como su progenitora lo había hecho. Al ver el brillo de determinación en sus ojos, todas la creyeron y la aceptaron como guía y consejera, pues tenía la sabiduría de su madre.

Tartasine, ahora llamada Ynidaleah en honor a su madre, tardó poco en proponer nuevas innovaciones. Sabiendo que el mundo era peligroso y que algún día tendrían que explorar nuevos horizontes, empezó a confeccionar segundas pieles con plumas, pétalos de Protectora, corteza y hojas. Las unía usando Mirná, el material viscoso que dejaban los árboles Miraye, y de esta forma les daba la forma adecuada para adaptarse al cuerpo de las Shelan. Así inventó la forma de protegerse contra el frío, aunque ellas ya estuvieran acostumbradas a él, y de heridas que podían evitarse. Al principio sólo las exploradoras se vestían, pero pronto esta costumbre se extendió en todas y cada una de las Shelan por razones de comodidad y seguridad.

Las Shelan'ani religiosas vieron belleza en estos vestidos, y animaron a las artesanas a perfeccionar su arte para convertirlos en verdaderas manifestaciones de esta virtud. Como siempre, su intención era mejorar el mundo de las Diosas, y, aunque nada había más bello que la desnudez creada por Zavara, la ropa podría servir tanto para protegerse como para ensalzar el lado más luminoso de la naturaleza.

Algunas artesanas aprovecharon la aparición de esta nueva arte para explorar maneras distintas de representar la devoción. Decoraban los vestidos de manera que compartieran algunos de los atributos de las Zinai, para establecer un vínculo más próximo con ellas. Incluso se llegaron a hacer máscaras, usadas únicamente en ceremonias y fiestas que requirieran elegancia, donde se dibujaban los símbolos de cada Diosa, como la Fauces o el Ojo, o directamente se reproducía el rostro de una de las divinidades.