Partida Rol por web

- No... No ha sido cursi... Ha sido... hermoso... - Zeleste le miró. Tenía los ojos brillantes y una suave sonrisa perfilada en sus labios. - Yo... También te quiero y por ello no podía hablarte. Sentía que me rompería y por eso he estado tan distante estos días... - 

- Lamento mi comportamiento... - Un suspiro salió de lo más profundo de su corazón. Se había quedado prendida de los hermosos ojos del joven, que aunque estuvieran en penumbras, resaltaba el azul de su mirada... Zeleste había continuado hablando en susurros para no molestar a Dhalia.

- Sshht. - Te corta el en un susurro. Te da un suave y breve beso en los labios. - Si alguien tiene que lamentar sus actos, ese soy yo. No has hecho nada malo, ¿vale?

Oyes como suelta un leve bostezo. Su brazo se acomoda para rodearte bien y aguantar la manta.

- Creo que deberíamos dormir. - No sabes por qué, pero sientes que sonríe a pesar de no poder verlo. - Mañana nos espera otro duro día... juntos.

Simba, que parece incluirse en el "juntos", se acomoda encima de vosotros, echándose a dormir.

Juntos...

Aquella palabra aceleró un poco el corazón de Zeleste. Cerró los ojos y una suave sonrisa se perfiló en sus labios. Sentía el cuerpo de Hamah junto al suyo y podía escuchar su respiración acompasada. 

- Buenas noches... - Susurró y abrió un poquito la manta por su lado, para que Simba pudiera entrar y no pasara frío encima. 

El cansancio se apodera lentamente de tu cuerpo, hasta que el duro suelo sobre el que dormís parece convertirse en la pluma más suave, tal es tu agotamiento. Notas el calor de Simba y de Hamah junto al tuyo, y parece que no importa dónde estés, porque es como un espacio de paz y tranquilidad.

Así pues, poco a poco, el sueño se cuela en tu mente, y todo se funde en negro...
 

Pero no es una oscuridad normal... Es una oscuridad densa, tangible. Sabes que estás soñando, que estás dormida, y lejanamente dirías que sientes los cuerpos del joven y del gato, pero aun así no puedes abrir los ojos.

Una figura aparece ante ti, brillando dentro de la oscuridad, pero sin emitir luz alguna. Parece una humana, pero borrosa, como si cientos, quizá miles, de formas se aglutinaran en el mismo espacio. La figura habla, y es una voz neutra, que va directa a tu cabeza, sin tono ni acento. Es desconcertante, porque es como escuchar hablar a las palabras...

- Te he dado varios días de tranquilidad. No te he molestado, pero quiero que sepas que me cabreó mucho tu reacción. Decidí ayudarte por confiar en ti, y ahora me debes un favor. Cuando me adopté la voz de tu madre era porque buscaba un recuerdo agradable en tu mente. Creo que te comportaste de forma infantil. Si quieres usar mi poder, debes aceptarme y hablar conmigo.

Zeleste poco a poco fue sumergiéndose en la oscuridad... Se quedó dormida sintiendo la respiración de Hamah y con una sonrisa perfilada en sus labios.

Cuando la oscuridad la envolvió, vio aparecer más adelante a una figura. La joven se acercó, entrecerrando los ojos e intentando averiguar de quién se trataba. Cuando escuchó su voz se detuvo y se mordió el labio, al principio indecisa por la reprimenda que estaba escuchando.

- No me gusta que jueguen con mis sentimientos... Cuando usaste la voz de mi madre, algo se removió en mi interior... - La joven abrazó su propio cuerpo. - Sí, me ayudaste cuando yo estaba perdida y me dijiste que podía ir a buscar el objeto que necesitaba. Pero eso también te benefició a ti... ¿Cuánto tiempo llevabas allí, abandonado, esperando que alguien te sacara de tu encierro...? Creo que nos hemos ayudado mutuamente. Además, me hablas de tu poder pero no me has dicho de qué se trata. Hasta ahora no me has dicho nada... - Sus ojos violáceos se habían clavado en la figura que no paraba de cambiar.

La oscuridad a tu alrededor parece moverse y agitarse, como en pequeños torbellinos. - No te atrevas a hablarme así. - Su voz sonó como el bramido de varias voces a la vez, como si los muertos y los dioses gritaran al mismo tiempo. - Recuerda que eres cientos de años más joven que yo. Respétame como tal. - Luego todo parece calmarse y la voz vuelve a su tono neutro.

- Si no te he explicado nada es porque tampoco hemos tenido mucho tiempo para hablar. Eres una chica con unos estados de ánimo realmente difíciles. Y si te pusiste así por intentar acercarme a ti con alguien de confianza... En cuanto a mi poder... de eso tenemos que hablar...

Zeleste se mordió el labio e instintivamente dio un par de pasos hacia atrás... Tragó saliva y se medio encogió cuando aquel ser empezó a gritar con las voces de los dioses y los muertos. 

- No... No quería faltaros... - La joven estaba asustada. Era la primera vez en su corta vida que se encontraba ante una presencia tan poderosa. Hasta entonces, la vara le había hablado de forma misteriosa y ella no había sido consciente del poder que en verdad emanaba. Se había sentido estafada cuando utilizó la voz de su madre. Sintió que quería reírse de ella, era como si hubieran cogido un recuerdo de su corazón y lo hubieran utilizado, para devolvérselo transformado... 

Volvió a dirigir su mirada hacia el ser que se mantenía a escasos metros y asintió con suavidad. - Decidme... - Le dijo con un ligero temblor de voz.

- Esta bien. - Empiezas a acostumbrarte al tono neutro, aunque para tus oídos sigue siendo extraño. - Antaño, antes incluso de que cayeran las ciudades flotantes, fui un artefacto de inmenso poder. Magos y hechiceros de diversa índole añadían sus conocimientos y sus conjuros a mí, volviendo aún más fuerte. Pero todo eso se perdió. La caída de las ciudades, la muerte de Mystra y su resurrección el tejido, todo fue esparciendo mi poder por diversos lugares, hasta dejarme como tan solo una vara parlanchina. - Te parece notar un ligero crepitar en sus últimas frases, y un leve sentimiento de ira llega directo a tu cabeza. - Pero Mystra me ha hablado de nuevo, y yo he hablado con ella. Conservo algunos dones y veo retazos del presente y en ocasiones vislumbro posibles futuros. Un mal se acerca, joven Zeleste, y necesito recuperar mi poder. Por lo que he visto hasta ahora, puedo confiar en ti, pero necesito que me hagas caso. Puedo poner una voz e imagen de tu recuerdo, o puedes darle forma y tono a mi voz, para que así podamos comunicarnos facilidad. Intenta eliminar mis memorias al hablar es más complicado que apegarme a algo tuyo...

Los ojos de Zeleste se iban abriendo como platos según iba comprendiendo las palabras de aquella conciencia. Un escalofrío recorrió su espalda y sus mejillas se sonrojaron al ser consciente de lo que aquello conllevaba. Parecía mucho más importante de lo que en un principio había creído.

- Está bien... Yo... No sabía... - La joven se mordió el labio y apartó la mirada, avergonzada por su anterior actitud. - Preferiría que usarais otra imagen... algo propio, que no me recuerde a un ser amado, ya que entonces... Temo no actuar como es debido... - Era duro escuchar la voz de su madre y que no se tratara de ella... No, no soportaría algo así...  Entonces cerró los ojos y buscó en su interior... Vino la imagen de un joven... Quizás lo había conocido hacía tiempo o quizás... Tan sólo era producto de su imaginación... Ella no lo sabía, pero entendió que con esa imagen se sentiría cómoda...

La figura translucida empieza a coger consistencia y forma hasta adquirir la de un hombre de pelo castaño, con ojos claros y mirada profunda. Cuando habla, ya no es un tono neutro, ni una mezcla de voces. Una sola voz, grave, pero joven, sale de la figura, inundando el extraño empieza.

- Así pues me quedaré. Por ahora vamos en buen camino. En Cormyr pasará algo... no estoy seguro de qué, pero se que allí esta nuestro siguiente objetivo. Tened fe en Mystra y sabed que ella esta en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu. Recíbela siempre con los brazos abiertos y sus dones te serán concedidos. No siempre podré estar atento a tus ruegos, pero si necesitas algo, habla conmigo. Y ahora, despierta...

La oscuridad a tu alrededor se va haciendo cada vez más ligera, más efímera, hasta que todo parece desvanecerse... solo para reaparecer más solido. Pero ahora no hay negrura, sino sol, y todo te parece cercano, físico. Frente a ti hay un rostro sonriente. Tardas poco en reconocer a Hamah, que esta sentado con tu cabeza en su regazo, acariciándote el cabello.

Una sonrisa sesgada se formó en los labios de Zeleste al ver la forma que había adquirido el ser que habitaba en la vara. Era como si con esa figura pudiera sentirlo más "cercano". Escuchó sus palabras e iba a responderle cuando sintió que la oscuridad empezaba a desvanecerse.

Abrió los ojos y se encontró con la mirada de Hamah. 

- Buenos días... - Le dijo y se incorporó, mirando a su alrededor. Sus ojos violáceos recorrieron sus pertenencias hasta encontrar la vara. Enarcó suavemente una ceja... Todo parecía haber sido un sueño, pero ella sabía que era real, que la vara se había puesto en contacto con ella y le había dicho que tenían que ir a Cormyr. Suspiró y volvió a entrelazar su mirada con la de Hamah. 

- ¿Cómo te encuentras...? - Le preguntó con un tono de voz preocupado. Ahora que el sueño poco a poco se desvanecía, recordó el ataque de los goblins de la noche anterior... Alargó una mano y rozó con suavidad los dedos del muchacho, mientras la sombra de una sonrisa volvía a perfilar sus labios.

Hamah te acaricia los brazos y la espalda y te ayuda a erguirte.

- Bien, bien. El descanso me ha sentado bien. Además, me han dado otra poción de esas. Me voy a volver adicto. - Dice riendo. Luego te aparta un mechón de la cara y se te queda mirando. - ¿Tu como estás? Estabas hablando en sueños... Me he llegado a preocupar, pero prefería no despertarte... ¿Has tenido una pesadilla?

Dhalia esta de pie, a un lado de la tienda, reorganizando los paquetes y el equipo. Mira hacia vosotros, sonríe y saluda con un gesto de la mano, para luego reanudar su labor.

Zeleste se alegró al escuchar que Hamah se encontraba mejor. - Sí, estoy bien... - Se volvió al ver por el rabillo del ojo a Dhalia. - Buenos días... - La saludó y volvió a mirar al joven.

- No he tenido ninguna pesadilla, no te preocupes... - Se mordió el labio y su mirada se deslizó por un momento hacia la vara. - Pero... Ya sé dónde tenemos que ir... - Volvió a entrelazar sus pupilas con las de Hamah. - Algo va a ocurrir en Cormyr, no sé el qué, pero... Tenemos que ir allí... - Aunque ese era su camino, ya que habían decidido pasar por Cormyr en su regreso a casa, ahora la joven sabía dónde estaba su lugar. 

Tras tus palabras, el joven alza una ceja y Dhalia se gira a mirarte. Guarda el mapa en su mochila y se la coloca al hombro, arrastrando también los trastos hacia vosotros.

- Bueno. Eso suena realmente raro, pero no trastoca para nada la idea inicial. Es más, yo encantada de quedarme más tiempo en Cormyr. - Contesta con una sonrisa. - Tan solo nos quedan un par de jornadas de viaje antes de entrar en las tierras de la Regente de Acero, aunque faltará algo más para llegar a alguna ciudad importante. Será mejor que desayunemos y partamos cuanto antes, ¿os parece?

Hamah sigue mirándote algo extrañado, pero finalmente sonríe y alza los hombros, llevándose las manos a la cabeza.

- Si, por mi perfecto. Estoy un poco cansado de tanta arena.

Zeleste entrelazó durante unos segundos su mirada con la de Hamah y una suave sonrisa se perfiló en sus labios. 

- Sí, salgamos cuanto antes, también estoy cansada de tanta arena... - Comentó y se giró para recoger sus pocas pertenencias. 

- A partir de ahora iremos solos, ¿verdad? - Preguntó volviéndose a mirar de nuevo a Dhalia. Creía que Harun y Sacha se quedarían en aquel campamento. Pero no estaba del todo segura.

Dhalia asintió con un leve movimiento de cabeza.

- Así es. Salgamos a despedirnos y comamos algo con ellos. Luego partiremos. - La mirada de la guerrera paseó por los huecos que tenía la tienda, observando el resto del destrozado campamento. - Los pobres ya tienen bastante con el trabajo que hay aquí...

Tras eso, sale por el umbral de lona, encaminándose hacia el centro de las tiendas.

Zeleste asintió con la cabeza, mientras seguía la mirada de Dhalia y contemplaba a su vez los agujeros que tenía aquella tienda. Bueno, ahora ya no podía ni ostentar aquel nombre, se había convertido en una deshilachada tela que se sujetaba al suelo por un par de esquinas. El resto estaba completamente destrozado. 

La guerrera fue la primea en salir, Zeleste se proponía a seguir sus pasos, cuando se volvió y le sonrió a Hamah mientras alargaba la mano. - ¿Vienes...? - Le dijo, cogiendo la del joven y sintiendo nuevamente su calidez. Al salir de la tienda buscó a Dhalia con la mirada. La vio algo más alejada y se dirigió hacia ella...

Hamah te coge de la mano y sale contigo. Os reunís con Dhalia en el claro de arena que compone el centro de la tienda. Allí Harun esta dando órdenes a los fatigados, pero ya tranquilos, miembros del campamento.

Poco a poco cada grupo de personas se dirigió a sus funciones. Algunos fueron a reparar las tiendas, otros a recoger agua, otros a curar a los heridos... Cuando todo estuvo organizado, Harun se dio la vuelta y se acercó a ti, cogiendo tus manos entre las dos suyas y llevándosela a la frente, inclinándose levemente.

- Marcháis en breves, ¿no? Ha sido un placer teneros con nosotros, Zeleste. Y sabed que la invitación de mi padre se extiende a todos los campamentos de los bedines del sur.

Hasta hacía muy poco, Zeleste había sido una chica sencilla con un oscuro pasado. Una chica que soñaba con salir de aventuras y así poder crecer interiormente. Deseaba conocer nueva gente, poder realizar grandes hazañas como las que contaban los viajeros que paraban en la posada a descansar. Soñaba con todo eso; pero ahora que había conocido el amor, que había sido raptada, liberada y en definitiva, que había empezado a vivir su propia aventura, se sintió abrumada cuando Harun la tomó de las manos y extendió su invitación a todos los campamentos de bedines. Hasta hacía muy poco, ella había sido una simple camarera de una posada de camino...

Sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas y pestañeó para disimular la emoción que la embargaba. 

- Muchas gracias... - Le respondió y a su vez inclinó la cabeza en señal de respeto. - Sí, no tardaremos en irnos. Todavía nos queda un largo viaje hasta llegar a Cormyr y esperamos poder hacerlo cuanto antes... - Le respondió cuando éste soltó sus manos y entrelazó su mirada con la de la muchacha. - Ya tenemos nuestras cosas recogidas, en cuanto desayunemos marcharemos... -