Partida Rol por web

Las pupilas de Zeleste se dilataron al ver el primer vestido que Haysha le mostraba. Es precioso, pero... ¿Cómo voy a llevar algo así...? Se mordió el labio, indecisa...

Entonces, la joven sacó otro vestido mucho más recatado. Zeleste se acercó a la cama y cogió éste último. La tela era suave y parecía fresca. Pero su mirada no paraba de dirigirse hacia el otro vestido. 

Haysha le había dicho algo que no llegó a entender. La miró durante unos segundos, pensativa... 

- Creo que es una locura, pero es que este... Me encanta... - Dijo, sonriendo con timidez y decantándose finalmente por el primero de los vestidos. 

Haysha asiente. Guarda el vestido que queda y abandona la tienda. Le oyes decir algo desde fuera y te parece ver su sombra justo en la salida. Ahora que estás más tranquila sientes el calor del desierto, aunque esta haciendo un día espléndido y la temperatura es más que aguantable.

Se nota que estáis más al sur, pues los cambios son menos bruscos. Algo de viento se cuela por la tela y hace oscilar el vestido en tu mano. No sabes por qué, la imagen de Hamah te viene a la mente al verlo...

Al quedarse sola, Zeleste se quedó contemplando en silencio el vestido que había escogido. ¿Qué pensará Hamah cuando me vea con él...? Se preguntó y una sonrisa soñadora se perfiló en sus labios. No sabía por qué, pero de repente había empezado a pensar en el joven. 

Se quitó la ropa que llevaba, doblándola según se la iba quitando. Primero se puso la parte de arriba, cuidando que los adornos no se enredaran y cayeran sobre su vientre plano. Después se puso la falda y contempló su imagen... Aquellas ropas quedaban muy exóticas pero se acoplaban perfectamente en su cuerpecito. 

Asomó la cabeza y buscó con la mirada a la joven que le había prestado el vestido...

- Perdona, pero... ¿Tienes algo de calzado...? - Le preguntó, señalando sus pies descalzos.

Haysha, que esperaba sonriente en la puerta, te mira y pone cara de no entender, hasta que señalas los pies. Vuelve dentro y observa tu vestido, sonriendo.

Te dice algo y te guiña un ojo, tras lo cual, se pone a rebuscar de nuevo hasta que consigue unos zapatos de color blanco. Son sencillos, pero parecen tener buena suela y ser cómodo. Te ayuda a ponértelos y se va de nuevo a la salida a esperarte.

Zeleste se puso los zapatitos blancos que Haysha le prestó. Comprobó que le iban bien y que eran mucho más cómodos de lo que parecían. Además de livianos eran muy resistentes.

Recogió la ropa que había llevado puesta y salió de la tienda, buscando con la mirada a la joven que acababa de salir. Al verla, le sonrió y asintió con un suave gesto de cabeza... 

Con gestos le hizo entender que se dirigía a la tienda donde tenían sus cosas. Tenía intención de dejar las ropas de Dhalia, antes de buscarla y soportar su mirada de burla. Tendría que haberme puesto el otro vestido, pero... Es muy estrecho, no debe ser cómodo para caminar por el desierto... 

Haysha asiente y te señala la tienda que asumes será la vuestra. Luego se señala a sí misma y señala una tienda que reconoces como la de Hamah.

Haciendo una pequeña reverencia, la chica se dirige hacia allí.

Zeleste se sorprendió cuando Haysha le dio a entender que se dirigía a la tienda de Hamah. Supuso que iría a comprobar su estado, así que asintió con un suave movimiento de cabeza y una sonrisa se perfiló en sus suaves labios.

Se dirigió hacia la tienda donde se encontraban sus cosas y dejó la ropa junto a las cosas de Dhalia. Buscó con la mirada la vara, y al encontrarla la tomó entre sus manos, contemplándola con curiosidad...

- ¿Hola...? - Por fin estaba sola y quería comprobar si la vara continuaba hablando o no...

- Vaya, muchacha. - Dice la voz de un hombre. - No paras de meterte en líos, ¿cierto? - Continúa la voz de una niña. Seguida de la de una mujer. - No hace falta que hables en voz alta, te leo la mente. - Finalmente cierra la conversación un niño. - ¿Cuándo iremos a Cormyr?

Zeleste se sorprendió al recibir respuesta... Lo había buscado, pero aún y así había pensado que no responderían... Se sentó sobre unos cojines y clavó su mirada violácea en la vara.

¡Oh...! No sabía que podíais leerme la mente... Nos atacaron los bedinos, creyeron que éramos enemigos, pero ya está todo arreglado. Lo que estaremos unos días por aquí, hasta que Hamah se recupere. ¿Por qué tenéis tanto interés en ir a Cormyr...? Sus pensamientos fluían... Y... ¿Podríais explicarme las habilidades que tiene la vara? He intentado estudiarla pero desconozco su funcionamiento... 

- ¿Por qué te empeñas en dirigirte a mi en plural, niña? - Dice una voz de hombre mayor. - Soy viejo pero no tanto. - En esta ocasión el tono es agudo, sin edad ni genero. - Cormyr es un buen sitio para ir, estoy seguro. Llámalo... presentimiento. Además, aquí no hay nada de mi interés. - Finaliza una voz infantil, quizás demasiado. - En cuanto  a mi habilidad. Por ahora ninguna, salvo comunicarme con servidores de Mystra.

Zeleste escuchó lo que las voces le decían y sus ojos se abrieron como platos. Hablas con muchas voces, por eso me dirijo en plural... Se sorprendió por lo que decía... Parecía tener las ideas muy claras y... Todo aquello era muy extraño.

¿Cuánto tiempo estuviste en aquel templo...? Y la esfera aquella... ¿Para qué servía...? Aquella pregunta había rondado por su cabeza, aunque nunca la formuló en voz alta. Habían conseguido la esfera para poder pagar su libertad, pero... ¿Habrían consecuencias por ello...? Supongo que no...

- ¿Te molesta? - Preguntan varias voces a la vez. Luego continúa una sola voz, de mujer, que te es familiar. - ¿Mejor así? Puedo hablar con una sola voz. Es la costumbre, perdona. Esta voz parece que te reconforta, ¿es así? - Era la voz de tu madre. - No recuerdo cuanto tiempo... es difícil contar el tiempo cuando no ves el sol. Al principio lo contaba a segundos, pero es muy aburrido. Seguro que décadas, como mínimo. En cuanto a la esfera, pertenece a un dios oscuro y su magia tiene que ver con la oscuridad, pero a mi me engancharon más bien como adorno. No sé mucho...

Reconfortar no era la palabra exacta. Zeleste, al escuchar la voz de su madre, sintió un vuelco en el corazón... Éste empezó a latir con fuerza y las lágrimas se formaron en sus iris, desprendiéndose de sus pestañas y deslizándose por sus suaves mejillas.

Mamá...

Pero no, no era su madre... Aquella vara estaba jugando con ella. Respiró profundamente y la soltó, dejándola con cuidado en el suelo.

Voy a salir... Le informó e incorporándose, empezó a caminar hacia la salida de la tienda. 

- ¿Eh? Nada, pues adiós. Qué maleducada... - Te llega el cúmulo de voces a la cabeza.

Sales al campamento y el sol te alumbra desde lo alto del despejado cielo. El olor a comida te llega de todas partes y ves a Haysha salir de la tienda de Hamah para dirigirse a la carpa principal.

En cuanto el sol acarició sus mejillas húmedas, Zeleste se sintió mucho mejor. Era como si el hecho de haber escuchado la voz de su madre hubiera sido un sueño... Ignoró las voces que resonaban en su cabeza y dirigió su mirada hacia la tienda de Hamah. En aquel momento Haysha salía de ella, dirigiéndose hacia la carpa principal, donde supuso que se serviría la comida.

Iré a ver qué tal está antes de ir a comer... Se dijo y dirigió sus pasos hacia la tienda. Sabía que Simba estaba junto a él, y eso la tranquilizaba...

Cuando entras en la tienda Hamah esta despierto y ligeramente erguido con unos almohadones. Tiene una bandeja sobre las piernas y con un brazo va cogiendo los alimentos que hay en ella. El otro brazo lo tiene reposando en su vientre.

Alza la cabeza y te sonríe.

- Zeleste. - Dice con una voz más enérgica que la que tenía la vez anterior. Simba salta de la cama y estira el cuerpo, abriendo la boca y mostrando sus pequeños colmillitos. Luego se acerca a ti y te maúlla, acariciándose con tu pierna.

En ese instante el joven repara en tu ropa y abre los ojos, sorprendido. - Estas... estas preciosa. Quiero decir, siempre... pero ahora...

Zeleste sonrió al ver que Hamah parecía estar recuperándose poco a poco. 

- Venía a ver cómo te encontrabas... - Empezó a decirle, pero cuando él le dijo que estaba preciosa, sus mejillas se sonrojaron. 

- Haysha me ha dejado estas ropas... Las de Dhalia me iban muy grande y me ofrecieron dejarme algo... - Se acercó a donde él se encontraba estirado y se sentó a su lado... - ¿Tú cómo estás...? - Le preguntó, alargando una mano y acariciando con suavidad su mejilla.

- La ropa grande tampoco te queda nada mal. - Dice el joven, mostrando la misma sonrisa pícara que te había dedicado aquella vez en el templo. - Estoy mejor. Gracias. - Contesta, besándote la mano. - Haysha, muy a mi pesar, esta usando conjuros para curarme, así que han dicho que para mañana estaré como nuevo. Siento... haberme portado como lo hice en el desierto... Dhalia debe de estar furiosa conmigo...

Zeleste se sorprendió agradablemente cuando Hamah le explicó que Haysha utilizaba conjuros para curarle. Asintió con la cabeza y sus labios se suavizaron en una dulce sonrisa.

- Me alegro... No te sepa mal que usen magia curativa contigo... - Ellos le habían hecho aquello, que menos que cuidaran de él.

- ¿Dhalia...? No sé si está enfadada, no me ha dicho nada... Pero no te preocupes, creo que entenderá los reparos que tenías... Es algo con lo que ha de aprender a vivir. Trabajar para los Zhentarim no te aporta buena fama... - Sus labios se curvaron en una mueca. Por ese mismo motivo, les habían tratado de aquella manera... Pero, menos mal que ya estaba todo solucionado y los bedinos habían demostrado ser mucho mejores de lo que había creído en un principio.

El chico sonríe.

- Tendré que acostumbrarme. Ir contigo parece que es todo un peligro. - Ríe, mirándote con los ojos brillantes. - Bueno, yo espero que no se haya molestado. Aunque me costará confiar en ella, después de lo que ha pasado parece que no es mala persona...

Hamah suspira y se recuesta un poco. Luego frunce un poco el ceño y se yergue de nuevo.

- ¿Tienes hambre? - Pregunta. Coge una uva y te la acerca a la boca, con las mejillas coloradas.