Partida Rol por web

La comida estaba muy buena. O al menos eso le pareció a Zeleste que después de tantos días comiendo raciones, encontraba aquel estofado de pescado delicioso.

Terminó de comer y levantó la mirada, cruzándola con la de Hamah. Le sonrió y sus mejillas se sonrojaron suavemente, avergonzada todavía por el numerito que había protagonizado hacía un rato.

Simba había terminado de comer y ahora se encontraba en el suelo, restregándose en sus piernas y ronroneando suavemente. También estaba cansado y deseaba estirarse y echarse a dormir. Zeleste bajó la mano y acarició su cabecita. - Quieres descansar un poquito, ¿verdad? -. Le dijo y se volvió a mirar a Dhalia. 

- Nosotros también descansaremos un rato y luego... Bueno, me gustaría ver un poco la ciudad - . Comentó, dirigiendo de nuevo su mirada hacia Hamah. Aceptó su mano y se levantó, acercándose a él para empezar a caminar hacia el exterior de la posada.

Salís de la posada a una hora relajada y que se contrapone al ajetreo de la mañana. La gente debe estar haciendo negocios o descansando, pues las calles están ahora casi desiertas. De vez en cuando veis a una patrulla de Caballeros rondando por las avenidas y callejuelas, pero todo parece muy tranquilo.

Dhalia os conduce hasta una posada humilde y sencilla, pero limpia. Paga las habitaciones, una individual para ella y... una doble para vosotros. Hamah esta distraído observando el lugar, así que parece no haberse enterado.

Al ver que Dhalia pedía una habitación doble para ella y para Hamah, Zeleste la miró a los ojos mientras sentía como sus mejillas se sonrojaban.

Nunca había estado con ningún chico y, aunque Hamah le gustaba mucho y quería estar con él, se moría de vergüenza de solo pensarlo. 

- ¿Por qué has pillado una habitación doble? Yo... - Sintió un nudo en el estómago, seguido del aleteo de las mariposas. ¿Y si metía la pata? Había hablado, acercándose mucho a la guerrera y bajando la voz para que nadie más la escuchara. Le daba muchísimo corte todo aquello, y más después de lo que había ocurrido en la otra posada.

- Oh... Pues... Lo he hecho sin pensar, la verdad. - Dice, soltando una risueña y sincera carcajada, totalmente inocente. Observa tu rubor y hace una mueca con los labios. - Jo, lo siento, chica. En fin, había pensado que... Bueno, podemos dormir tu y yo en la doble y Hamah en la individual. ¿Te parece? - Pregunta, dirigiéndose al chico.

Hamah, que había permanecido callado, sonríe suavemente, mirándote.

- Lo que diga Zeleste estará bien.

Zeleste había intentado ser discreta y le había hablado en susurros, pero cuando Dhalia alzó la voz, sus mejillas se sonrojaron todavía más.

Volvió su mirada violácea hacia Hamah y le devolvió la sonrisa. 

- No te preocupes... Así está bien... - Dijo, volviéndose a mirar a la guerrera. ¿Por qué había tenido que decirlo en voz alta? Si a ella le encantaba la idea de dormir con Hamah, aunque se moría de vergüenza y se sentía nerviosa. Volvió a mirar al joven. - Si no te importa compartir la habitación con nosotros, claro... - Le dijo, cogiendo de nuevo a Simba en brazos.

Con el asunto arreglado, subís todos a vuestras habitaciones para descansar un rato. La pobre Dhalia casi tropieza por las escaleras, pero por suerte estáis ahí para ayudarla. Finalmente entra en su habitación y escucháis cómo deja caer la armadura al suelo.

Entráis en vuestro propio dormitorio, donde hay dos camas separadas a poca distancia, apenas un metro. Hamah las mira, te mira a ti y vuelve a girar la vista, en silencio. Deja el saco a un lado y se desprende del chaleco y el cinturón, tumbándose tranquilamente en la cama.

- Menudo viaje... Tenía ya ganas de... - En cuanto esta estirado en la cama suelta un suspiro. - Bua... Una cama mullida, esto es la gloria...

Zeleste entró en el dormitorio y se quedó junto a la puerta, contemplando el espacio que compartiría con Hamah. Simba no se lo pensó dos veces, saltó desde el suelo y se subió a la cama libre. La muchacha sonrió al ver a los dos. Por un momento titubeó, le hubiera gustado acercarse a Hamah y estarse a su lado, como hacía unas noches habían hecho en la tienda del campamento de los Bedin del Sur. 

Pero la joven era bastante tímida, y además, debemos recordar que era la primera vez que estaba con un chico. Así que al ver que Hamah se estiraba en medio de la cama y parecía querer estar cómodo y relajarse, ella se acercó a la otra y se sentó. Simba en seguida se movió y se puso a su lado, apoyando la cabeza en sus muslos. 

- ¡Oh...! Sí que está blandita... Uhmmmm... - Apartó con cuidado a Simba y se acostó sobre su cama. Hacía mucho tiempo que no sentía aquella comodidad...

Hamah se da la vuelta, en silencio, observando detenidamente tus movimientos. Durante unos segundos sonríe con cierta ternura, pero en general mantiene su cara jovial.

- ¿Quién me diría a mí que iba a terminar desde Aguas Profundas, durmiendo en una ciudad de Cormyr? - Se queda en silencio apenas un momento, para finalmente soltar una frase que parecía debatirse en su interior. - Y más con una belleza como tú...

Oculta su rubor sonriendo de forma pícara.

Zeleste volvió el rostro, dirigiendo su mirada violácea hacia Hamah. Una sonrisa tímida se perfiló en sus labios mientras sus mejillas cogían un suave tono carmesí.

- Hace unos meses tampoco me hubiera imaginado terminar aquí. Para mi, todo esto era como un sueño. Quería salir de la posada y volverme aventurera, pero también me daba miedo salir al mundo - . Le confesó y una suave mueca tomó forma en sus labios. 

- He vivido en la posada desde que tenía... - Se quedó un momento pensativa, mientras una sombra oscurecía su mirada. - Siete años... -

Cuando mencionas la última frase, Hamah se revuelve en la cama para quedarse ligeramente erguido, con los codos apoyados en la cama y mirándote.

- Vaya, ¿tus padres eran los dueños de la posada? Y al menos nunca tendrás problemas para encontrar una profesión, ¿no te parece? - Apoya el mentón lentamente entre los brazos, mirándote con curiosidad. - La verdad es que no se nada de ti, salvo lo que he visto hasta ahora... No se de dónde eres ni de donde vienes. Y no es que me importe, ¿eh? - Dice rápidamente, intentando evitar cualquier malentendido. - Quiero decir, me gustas así... Pero, tengo curiosidad.

Zeleste negó rápidamente con la cabeza, cuando Hamah supuso que sus padres eran los dueños de la posada. - No... Mis padres están muertos - . Le dijo y apretó con fuerza los dientes. Recordaba las palabras de su madre antes de dejar de verla entre todos aquellos guardias. Recordaba la expresión del señor de aquellas tierras cuando ella dijo que era su hija y aún así había querido matarla... Tragó saliva y apartó la mirada. Eran recuerdos que tenía enterrados en lo más profundo de su corazón y cuando afloraban la dejaban vulnerable. 

Quería confiar en Hamah y contarle todo... Pero tenía un nudo en la garganta y sentía que si empezaba a hablar se echaría a llorar y no podría hacer como si nada hubiera pasado. Su madre, en sueños, le pidió que no odiara y ella se lo había prometido. Por eso prefería no pensar en como una niña pequeña había tenido que huir de su casa, dejando atrás a su madre y escuchando los gritos de la gente... 

Había bajado la cabeza y llevado una mano al vientre de Simba. Lo acarició con suavidad. - La posada es de Garrett. Es un buen hombre. Me encontró enferma y desnutrida y cuidó de mi. Le debo mucho, ¿sabes? y cuando pueda quiero regresar para que sepa que estoy bien... - Levantó de nuevo la mirada y la entrelazó con la de Hamah.

- Oh, vaya... - Parecía que Hamah iba a añadir algo, pero al ver tu reacción espera paciente hasta que te recompongas. Cuando vuelves a levantar la mirada, el te dedica una sonrisa suave y dulce. - Al menos tienes a alguien que se preocupa por ti... Yo... Bueno... Digamos que no eres la única que ha perdido a sus padres... - Aunque intenta tomárselo bien, baja la mirada como tu lo habías hecho apenas unos segundos antes.

Revuelve algo entre sus pantalones y saca la daga, que parecía incordiarle. En silencio juguetea rallando con su punta el suelo. - Creo que deberíamos hablar de algo más alegre... ¿No te parece? - Vuelve a mirarte, intentando sonreír.

Zeleste continuaba estirada sobre la cama. Con una mano acariciaba a Simba, que había empezado a ronronear, feliz por las atenciones de su ama. Miraba hacia Hamah y asintió con un suave gesto de cabeza. 

- Sí, será mejor que hablemos de otras cosas. Ya tendremos tiempo de hablar de cosas tristes... -  Le dijo con una sonrisa. Durante un rato se quedó en silencio, mirando al joven y perdida en sus pensamientos. - ¿Cuales eran tus planes si no te hubiesen secuestrado? - Le preguntó finalmente. Zeleste lo había pasado muy mal y había tenido miedo. Pero ahora, estirada en aquella cómoda cama y junto a Hamah, todo le parecía como un sueño y... En parte, agradecía que hubiera ocurrido. Por ella sola nunca se habría ido de la posada y ahora... Conocía a Hamah y a Dhalia, había vivido su propia aventura y sentía que era libre...

Parecía que la pregunta, en vez de animar a Hamah, le puso todavía más triste, pero tras un bajo bufido, contesta tranquilo.

- La verdad es que no tenía ningún plan... Nunca se me ha dado nada bien, e incluso pensé en meterme en el gremio de Aguas Profundas, pero no sé... Ahora por lo menos tengo algo que hacer, y mientras te acompañe, parece que no me faltarán lios en los que meternos - Ríe, guiñándote el ojo. - ¿Tú? ¿Querías salir de aventuras ya de antes, no?

Zeleste sonrió y apoyó la cabeza sobre su brazo doblado. Entrelazó su mirada con la de Hamah y asintió suavemente.

- Sí, yo quería salir... Sentía que trabajar en una posada no era lo mio, pero... Tampoco me atrevía y no quería dejar solo a Garrett - . Sus pupilas se habían contraído al recordar la vida que había llevado hasta aquel fatídico día... 

- Aunque ahora me alegro de que me hayan secuestrado, ¿sabes? - Le confesó y sus mejillas adquirieron un suave tono rojizo. 

- Jajajaja. Sí, la vida es muy curiosa a veces... La de cosas que pasan sin que nosotros queramos y luego... - Se queda en silencio, y notas como se tensa ligeramente. - Me pregunto que habrá sido del hechicero... Escapó mientras nosotros nos hundíamos. Si algún día lo encuentro, juro que...

Las palabras quedan apagadas por un pequeño gemido de crispación. El joven se echa una manta por encima y se acuesta, mirándote. El gesto en su cara se ha suavizado ligeramente al observarte.

- En fin, será mejor que durmamos un poco...

Zeleste esperaba no volver a encontrarse con aquel hombre en su vida. Le ponía muy nerviosa la forma en la que la miraba y tenía miedo de lo que quería hacer con ella. Si no hubiera sido por aquel accidente, ahora a saber dónde se encontrarían y en qué estado. Tragó saliva y asintió con suavidad. 

- Sí, yo también voy a dormir un poco. No me había dado cuenta de lo cansada que estaba... - Dijo mientras contenía un bostezo. Simba se había pegado a ella, así que cuando se tapó con la manta, ésta cubrió a ambos. Zeleste podía sentir como el gato ronroneaba. Metió una mano y le acarició, feliz de tenerlo tan cerca. 

Despiertas con la manta echada a un lado, pues aunque el clima es mucho mejor que en el desierto, el aire rápidamente se vuelve bochornoso. Simba no esta a tu lado, pero al mover algo la vista, lo ves echando en la cama de Hamah. Él, en cambio, no esta. Ni allí ni en la habitación, que permanece iluminada por el anaranjado sol del atardecer.

Escuchas ruidos metálicos en la habitación de al lado, la que pertenece a Dhalia.

- Uhmmm... - Zeleste se desperezó antes de abrir los ojos. Hacía tiempo que no dormía tan bien y aquella cama invitaba a ello. 

Al ver que Hamah no se encontraba en el dormitorio, se incorporó y apartó unos mechones que caían por delante de sus ojos. 

- Simba... ¿Dónde está Hamah? - Le preguntó al gato y torció los labios en una suave mueca. En la habitación de al lado podía escuchar los movimientos de Dhalia, parecía que ella también se había despertado. Quizás el muchacho se encontraba con ella. Pero en el fondo lo dudaba. Podía haberme despertado y habríamos ido a dar un paseo juntos. Se dijo dibujando un mohín con los labios. Se puso los zapatos y conjuró magia sobre si misma, arreglándose para salir de allí en perfecto estado y no con las ropas sucias y arrugadas. 

Cuando sales, el calor se vuelve algo más moderado debido a la corriente que pasa por el pasillo y el hecho de estar en las sombras. La puerta de Dhalia esta ligeramente abierta y desde ella se sigue escuchando el movimiento de piezas de metal, con algún repiqueteo esporádico.

En cuanto te acercas te llega un olor fuerte y extraño, y el calor vuelve a aumentar. Simba maulla y se mantiene alejado del umbral, negando con la cabeza.