Partida Rol por web

Según avanzaban con el carruaje, Morwing veía que algo fallaba en todo aquello. Las puertas cerradas a cal y canto, el poco tránsito de viajeros y ese extraño olor a quemado no eran precisamente detalles de un buen augurio…

-Buenas tardes, señor, respondió al soldado extendiendo los brazos de par en par en señal pacífica. – Mi nombre es Morthen Frost, y estas gentiles personas que me acompañan son los Bolmare, una trabajadora familia procedente del este. Venimos desde hace varias jornadas ya desde las tierras de Crimmor, huyendo de la amenaza que ha caído sobre la ciudad. Rogamos humildemente que nos permita el paso para poder descansar y abastecernos de tan duro viaje..., concluyó destacando a las niñas que le acompañaban. 

Aunque sólo podía distinguirse una pequeña porción del rostro del soldado tras las gruesas murallas, Morwing logró captar en su mirada el crecimiento de la duda. Probablemente aquellos hombres tenían la orden estricta de no dejar pasar a nadie pero, ver a un anciano acompañado por una familia de granjeros en la que también había niños, era suficiente acicate para que éste flexibilizase las órdenes que permitían el paso. Hubo un intercambio de palabras entre el soldado y alguien a quien Morwing no podía ver. Vamos, rápido...acérquense a la puerta. - Ordenó el vigía.

No pasaron ni dos minutos cuando el rastrillo comenzó su lenta ascensión y el portón se abrió lo suficiente como para que el carro pasase. Dense prisa. - Apremió otro soldado. Éste, cuyo rasgo más característico era un tupido y largo bigote, dejó pasar a la familia y al anciano lanzando constantes miradas hacia el exterior. Vamos... - Apremiaba a los bueyes como si temiese un castigo. 

Una vez dentro , Morwing fue consciente del cambio que la ciudad había sufrido tan sólo dos dekhanas después de su última visita, cuando partieron a bordo del Trueno del Mar. El puesto de control de la puerta había sido reemplazado por diversas barricadas móviles y gran cantidad de grandes maderos, listos para apuntalar las puertas en caso de ser necesario. Aunque podía ver a multitud de ciudadanos conversando y haciendo su día a día en las calles cercanas al portón, supo de inmediato que el ambiente que se vivía en el interior de la ciudad no era muy relajado. 

¿Son ustedes supervivientes de Crímmor? ¿Ha caído ya? - Preguntaron ansiosos de respuestas algunos soldados que examinaban el carro por encima. Para alivio del hechicero, ninguno de ellos llevaba consigo una varita de detección mágica.

Morwing respiró aliviado cuando vio como la débil conciencia del soldado hacia su función y trabajaba a favor de sus intereses. - ¿Pero qué había ocurrido para que si quisiera se planteasen la entrada de una familia indefensa?, se preguntaba intrigado...

El sonido de las cadenas del portón hicieron volverse a Morwing hacia la familia que le acompañaba: - Vamos, hay que darse prisa en entrar…, comentó apremiando a Tampan.

Una vez dentro, pronto llegaron las preguntas sobre el estado de Crimmor a las que Morwing contestó sin tapujos para evitar levantar cualquier sospecha que hiciese a los soldados registrar las mercancías del carromato. – Gracias, muchas gracias, dijo mostrando agradecimiento. - ¿Caído? No sabemos el estado en el que se encuentra la ciudad. Llevamos viajando cuatro jornadas…aunque sí le puedo decir que las noticias que han llegado hasta nuestros……., perooooo… ¿Qué demonios ha sucedido aquí?, interrumpió su relato alarmado al vislumbrar el estado en el que se encontraban las calles de la ciudad.

Varios de los soldados fruncieron sus ceños o torcieron sus bocas desilusionados tras la respuesta del anciano. Probablemente éstos tendrían familiares o amigos en las tierras de este y estarían deseosos de saber lo que fuese que estuviese pasando allí. Aquello, por otra parte, también indicaba algo que Morwing sabía que el Consejo de los Seis haría en estos casos, limitar la cantidad y el acceso de información a la que, tanto el pueblo llano como los militares, tenían acceso. 

Tenemos una flota de piratas bloqueando el puerto y las comunicaciones navales. Les hemos hundido varios barcos pero...parecen no tener prisa por atacar la ciudad. Cuando llegaron las noticias del asedio de Crímmor, supimos el porqué. - Respondió con semblante serio el soldado, al que en esos momentos habían identificado como un sargento. Está prohibido salir de la ciudad, - continuó -, y los bienes están racionados, así que...aunque no tienen pinta de ello, procuren no meterse en líos, conservar lo que tienen e invertir sabiamente el oro del que dispongan, los precios han subido rápidamente y lo seguirán haciendo si las noticias siguen siendo las mismas que traen ustedes.

- Horribles noticias, sin duda, expresó Morwing tras la información del soldado. El plan de Steznag ya estaba en curso y todo apuntaba a que, una vez bloqueado las comunicaciones navales de la ciudad, sólo tendrían que esperar pacientemente a que los refuerzos por tierra asomasen tras los muros de Athkatla. – ¿Y no hay noticias de posibles refuerzos de otras potencias, señor?, preguntó disgustado.

Tras la contestación del soldado, Morwing se dirigió al amable Tampan: - De nuevo muchas gracias por permitirme acompañarles en el viaje, díganme, ¿hacía donde se dirigen ahora?, preguntó sin perder de vista el saco donde se ocultaba su escurridizo amigo… 

¿Refuerzos? ¿Recién empezado el invierno? - Preguntó con evidente tono escéptico en su voz. Daremos gracias si vienen los cuervos al olerse el festín que se van a dar... - Comentó dejando que aflorase lo que opinaba de todo aquello. ¿Cómo era posible que nadie hubiese reparado en que algo semejante pudiese pasar? ¿Cómo el Consejo de los Seis, con su supuesta infinita sabiduría,  había estado tan ciego para no ver que Steznag, un maldito pirata, estaba tramando algo así? Pero Morwing sabía la verdad; Steznag, como bien había intuido el general Lunther Kerredan, había aprovechado aquella patente de corso para preparar durante años un ataque como aquel. Efectivamente los ataques de piratas iluskanos se habían reducido pero era sólo una ilusión. Habían estado aguardando para un botín mucho mayor. No tardaron el resto de soldados en contener al sargento para que evitarse seguir con las quejas. Aunque muchos de ello pensaban igual que él, si un superior escuchaba aquello de un mando intermedio, podría hacer que a éste lo ejecutasen por derrotismo. 

Gracias a usted por su compañía y su oro. No sabría cómo agradecérselo. - Contestó a la vez que daba un fuerte apretón de manos al anciano. Se alejaron unos pasos del destacamento de guardia. La mujer de .Tampan hizo bajar a las niñas del carro y las dejó corretear alrededor de ellos sin perderlas de vista. Pues, como le dije, iré a casa de mi cuñado, la que era de mis padres, es lo suficientemente grande para nosotros. Además tengo un primo viviendo aquí también. Supongo que nos instalaremos en donde menos estorbemos... hasta que todo esto pase.  - La voz del granjero no pudo ocultar su decepción por haberse metido en una ciudad que pronto sería asediada, justo lo que trataba de evitar cuando dejó las tierras alrededor de Crímmor. ¿Y usted? ¿Qué va a hacer? Si no tiene ningún sitio donde ir seguro que mi primo o mi cuñado no dirán que no a alguien como usted. - 
 

Morwing comenzó a retroceder hasta despedirse cuando vio como el estado del guardia comenzaba a sulfurarse debido a las circunstancias… - Mejor no insistir con este tipo…

- No, muchas gracias Señor Tampam. Tengo un viejo conocido en la ciudad que estoy seguro que se alegrará de verme…además, no quisiera aprovecharme más de su gentileza, comentó mientras estrechaba su mano. – Eso sí, permítame que recoja mis cosas de la carreta antes de partir ¿eh?, dijo con una sonrisa bromista.

El viejo Morwing acudió a la carreta, por fortuna para él, la familia del granjero no se encontraba en aquellos momentos en ella. Haciendo que recogía sus pertenencias, se aproximó al saco donde reposaba el quasit y le susurró: - ehhh, Xceeztuc, te quedas sólo…en cuanto tengas ocasión abandona el carro y reúnete conmigo en la posada El Festín de los Mares del distrito central. Te estaré esperando allí, en un estrecho callejón que hay junto a la taberna…que no te vean, concluyó dando por sentado que le había oído.

Tras despedirse, un pensamiento claro quedaba en sus pensamiento… - En ningún momento me fiaré de esta asquerosa criatura…, pensó al ver moverse el carromato y con la idea fija de seguirles hasta su destino. 

La despedida del granjero y su familia se desarrolló de forma rápida pero emotiva. Tampan había cogido cariño al anciano tras el largo viaje; tal vez fuese porque Morwing no hacía demasiadas preguntas y se limitaba a escuchar las largas disertaciones y reflexiones en voz alta del granjero sobre determinados temas relativos al mundo de la ganadería. Desde luego, si volvían a compartir viaje, cosa altamente improbable, el elfo hechicero debería tomar ejemplo de la mujer quién, cuando creía que Morwing no la escuchaba, cortaba  la conversación de su marido con un «ya está bien» o un «vale ya Tampan» evitando que éste le calentase la cabeza con temas que había escuchado cientos de veces.

El paso de la carreta, como bien había previsto el hechicero, fue lento debido principalmente a la congestión de calles de Athkatla;  la noche no tardaría en caer y la gente volvía a sus hogares antes de la cena. Aquello era algo extraño pues, hacía poco más de una dekhana que había estado en la ciudad y la vida nocturna era de lo más activa, algo totalmente opuesto a lo que estaba viendo. Pronto descubrió el elfo que aquel cambio de comportamiento obedecía al miedo; durante las últimas noches los piratas habían lanzado diversos ataques en determinados puntos de la ciudad ocasionando algunos muertos, varios incendios y sembrando el desconcierto en los barrios. Nunca fueron ataques con demasiada profundidad según extrajo el hechicero de algunas conversaciones distantes pero conseguían su objetivo claramente: caos. ¿Qué mejor veneno para desgastar a una sociedad que se protegía con unos muros que podrían convertirse en las tapas de su ataúd?

Extrayendo información útil de aquí y de allá, Morwing llegó hasta una serie de calles donde crecían los numerosos negocios dedicados a la explotación de los productos de granja. Se trataba de calles angostas pero bien pavimentadas en las que abundaba la casquería y los regueros de sangre provenientes de las carnicerías, así como los variopintos carteles por cuyas formas animales se podía distinguir la especialidad del establecimiento adyacente. El hechicero conocía bien el distrito de los oficios pues no habían sido pocas las veces que sus desgastadas botas lo habían llevado a visitar a tal o cual cliente que debía oro o favores al cabeza de la familia Findoren, Lord Eradack.

La carreta se detuvo al fin y el dueño y su familia no tardaron en introducirse en una modesta casa con un letrero de madera que representaba a una oveja a dos patas la cual sujetaba unas tijeras de esquilar. Desde un soportal dominado por las sombras, Morwing aguardó hasta que un movimiento en los bultos del carro le llamó la atención, sin embargo nada abandonó el carro para su sorpresa.  El elfo frunció el ceño al caer en la cuenta: Xceeztuc podía hacerse invisible; justo lo que acababa de hacer.

El hechicero no tuvo mayor problema en poder seguir el carromato de la familia Bolmare, exceptuando algún pequeño empujón o encontronazo con alguna de las personas que llenaban las pobladas calles de la ciudad.

Cuando ésta llegó a su destino, Morwing esperó paciente a que la familia de granjeros dejara vía libre para que el quasit escapara. Era consciente de las aptitudes de aquella criatura y por ello dejó a mano un pergamino que le permitiría seguirle el rastro en el caso de que decidiera salir del saco en modo invisible…algo más que probable y que, en efecto, sucedió.

- Veamos a dónde te diriges, amiguito…, pensó decidido a seguirle y sin perderle ojo de vista.

El pequeño quasit no tardó en levantar el vuelo y poner rumbo hacia el oeste, dirección equivocada si es que pretendía dirigirse hacia el Festín de los Mares. El problema para el pequeño demonio era que dado su pequeño tamaño y al ser invisible, volar entre la multitud se hacía arriesgado a la par que difícil; fue por ello que decidió elevarse más aprovechar las corrientes que se elevaban por encima de los tejados. Durante un largo trayecto, en el que Morwing hubo de esforzarse para no perderlo de vista, el quasit no cambió de dirección. De vez en cuando se detenía y permanecía en el aire examinando la ciudad desde las alturas, como si estuviese eligiendo un posible destino. ¿Qué es lo que veía desde allí arriba? Era imposible saberlo para Morwing pero imaginó que, dada la posición, estaría contemplando el bloqueo del puerto en toda su extensión, con los barcos piratas anclados en la lejanía. No obstante, como si Xceeztuc hubiese recordado las palabras el elfo, éste se giró para examinar las calles. Morwing no alcanzó a ver la cara del demonio pero imaginó que no sería de felicidad ya que al localizar al anciano, este descendió con un aleteo pesado hasta posarse en un farolillo de una de las esquinas.

¡Qué alivio encontrarlo amo! - Exclamó con una sonrisa afilada en su rostro de color rojo fuego. Ya creí que no volvería a verlo, no conozco la ciudad y encontrar una posada es muy difícil así...¿comprende?

Morwing vio impotente como era descubierto por el quasit mientras le perseguía. Desde luego había quedado patente que el hechicero estaba muy lejos de desempeñar ese tipo de tareas de la misma forma que las hubiese ejecutado su antiguo compañero elfo… Sin embargo, ni Losse, traidor que llegó a amenazar a Morwing, estaba allí… ni él lo deseaba. Se las apañaría mientras estuviese sólo de una forma u otra…

Y así trató de remediarlo. Aunque pecase en las labores de seguimiento y rastreo su palabrería y la rápida facilidad de invención podría arreglar el entuerto. – Lo entiendo y es uno de los motivos por lo que decidí seguir el carro, contestó, - Además, dadas las circunstancias que asolan a la ciudad…quizá una posada no sea el mejor lugar de encuentro, comentó tratando hacerle entender su idea, - si yo te estoy viendo ahora mismo…quién nos asegura que no lo pueden estar haciendo otras personas… aún más cuando nos encontramos en una ciudad tan poblada y variopinta, ¿no crees?... pero bueno, vayamos a hablar a un sitio más tranquilo…no quiero levantar sospechas y que me tomen por un loco al verme hablando sólo. Sígueme…, ordenó.

Morwing comenzó a caminar en busca de algún callejón oscuro y apartado donde pudiese hablar con más tranquilidad con Xceeztuc. Acompañó cada paso con fugaces miradas hacia atrás para asegurarse que el quasit le seguía. En su pensamiento rondaba las intenciones que habían movido al quasit a no tomar la dirección de la posada, ese interés por divisar la situación de la ciudad desde lo más alto… no se había creído ni una sola de sus sucias palabras… ¿acaso habría descubierto quién era realmente? ¿Podría lidiar con engaños mucho más tiempo con esa criatura? Había llegado el momento de poner las cartas boca arriba… 

Xceeztuc accedió a seguir a Morwing hasta un lugar más tranquilo. No se atrevió a hablar ni a llevar la contraria al anciano hechicero pese a que su afilado rostro mostraba una intranquilidad y una mirada de desconfianza idéntica a la que había visto el elfo la noche en que lo sorprendió en la posada del Arado Plateado. No pasó más de un cuarto de hora hasta que encontraron una calle poco transitada repleta de establecimientos dedicados a la venta de vestidos, abrigos y algunas tiendas especializadas en el curtido del cuero. Allí, en un callejón en forma de ele que se escindía de la vía principal sin ventanas de casas de particulares que diesen a él, Morwing se reunió con el pequeño demonio, el cual se había posado con delicadeza sobre una serie de barriles carcomidos por la humedad y las termitas.

¿Qué hacemos aquí amo? – Preguntó encogiéndose y cubriéndose con sus coriáceas alas lo suficiente como para que únicamente asomase su hocico y los ojos rojos de forma almendrada. ¿No sería mejor una…habitación?

Morwing dio por fin con el lugar ideal para hablar con el quasit, apartado, oscuro y dónde nadie les molestaría. Veía como el rostro de la criatura mostraba cierta intranquilidad mientras se acomodaba sobre unos barriles viejos, y por ello, lo primero que intentó fue calmarle con sus palabras. – Tranquilo, comenzó diciendo, - La posada de la que te hablé aún queda lejos, y veía más oportuno que hablásemos antes y marcar bien los pasos a seguir…, continuó mientras se acomodaba también apoyado en la pared de enfrente. – Dime…¿Cómo piensas dar con el primer enviado y ponerte en contacto con tu señor, ahora que ya has conseguido cruzar los muros de la ciudad?, preguntó expectante.

Tras su respuesta, el hechicero trató de poner algo más de pimienta a la conversación, quizá así conseguiría aflojar algo más la lengua del diablillo:

- ¿Sabes?, nuestra última conversación me dejó intrigado en varias cuestiones, y este viaje tan largo, al menos me ha servido para meditar mucho en todo lo que me dijiste, dijo con cierto tono misterioso. – Resulta que ese tal Ethegax del que me hablas…ya me pareció haberlo escuchado antes… no es un nombre fácil de olvidar, pero necesitaba estar seguro de mis recuerdos. Fue… hummm, cerca de Nashkell, continuó forzando la memoria. - Caminaba bajo el frio en busca de cobijo y me topé con un grupo de asaltantes luchando contra un…digamos extraño individuo. Esa no era mi lucha, por lo que decidí salir del camino y observar el desenlace oculto tras unas rocas. Ese tipo misterioso manejaba el poder arcano de forma asombrosa…, relataba mostrando entusiasmo, -... el interés que, como habrás deducido tengo por esas artes, acompañado  a la inferioridad numérica en la que se encontraba me empujaron finalmente a ayudarle y juntos salimos victoriosos. Esto me permitió estrechar lazos con él, al menos hasta que nuestros caminos se separaron… Me comentó cosas intrigantes, como los ataques que están finalmente ocurriendo en las grandes ciudades…y fue en una de esas conversaciones donde salió el nombre de Ethegax, al igual que el de un tal Steznag, dejó caer comprobando en todo momento la expresión de su afilado rostro. - ¿Conoces a ese tipo? ¿Estos ataques orquestados tienen alguna relación con la llegada del ejército del heredero?

La mención del nombre del primer enviado, Ethegax, hizo que el pequeño diablo irguiese su columna y alargase el largo cuello mientras que, con un ligero aleteo, levantaba el vuelo dos palmos desde los barriles. Su sonrisa, repleta de afilados dientes como agujas, era radiante. Hay una casa grande en esta ciudad - Dijo moviendo sus rojos ojos un lado a otro como si desde aquel solitario callejón pudiese localizarla -, en la que vive el primer enviado cuando está en la ciudad y no está encargándose del recibimiento del Heredero. Es propiedad de un asqueroso humano que cree que sabe lo que está haciendo. - Una risa descontrolada tomó el control del cuerpo del pequeño demonio haciendo que este acabase tapándose la boca con sus garras para evitar ser oído por algún caminante casual. Debe tener una marca que sólo nosotros podemos ver y tiene que estar sobre una de esas cúpulas. - Dijo señalando un simple tejado. ¡Será así como lo encuentre!

Tras la descripción de aquel mago hizo que al instante Xceeztuc recordase sus días junto Ight-Zim-Xal. Un gruñido, tan leve como el ronroneo de un gato, escapó de su garganta. ¿Un mago?¿Cerca de Nashkel? ¿Qué aspecto tenía? - Preguntó interesado. Sin embargo, no interrumpió las contestaciones a las preguntas que Morwing le había formulado. Ahhh los ataques a las ciudades...sí ya veo. Sí, creo que algo tienen que ver con la llegada del Heredero. - Dijo rascándose la cabeza y moviendo la cola aguijonada como si de una serpiente se tratase. Puede que el Primer Enviado tenga las respuestas que deseas nuevo Amo. - Añadió un tanto reticente por aquella información que el anciano había revelado acerca del mago y de aquellos nombres.

Morwing escuchaba con sumo interés la información detallada por el quasit acerca del lugar donde, en teoría, se ocultaba Ethegax. - ¿Propiedad de un humano dices? ¿De quién se trata?, preguntó esperando respuesta, - Si pudieses facilitarme su identidad, yo mismo podría dar con él… y… y sacarle la información que necesitamos, ya me entiendes, comentó son una sonrisa siniestra, -…ahorraríamos un tiempo muy valioso dadas las circunstancias, dime, ¿cuál es su nombre?, concluyó esperando obtener una pista sólida sobre el paradero del Babau.

Morwing era consciente que enfrentarse cara a cara él solo contra Ethegax sería un acto de suicidio ahora mismo, sin contar que con el Crothual en su poder lo haría aún más vulnerable y, en caso de caer derrotado, mucho más poderoso al Heredero. Sin embargo, si conociese su ubicación al menos podría tener controlado al terrible demonio en cierto modo y comenzar a trazar una estrategia…

Tras el relato de Morwing, Xceeztuc mostró un gran interés por el hechicero de su historia. Este le hizo preguntarse hasta qué punto le conocía, y estuvo a punto de abordar ese tema si no hubiese esquivado de aquella forma tan evidente la pregunta sobre Steznag. – Hummmm, así que tienen relación…, comentó pensativo y con la mirada perdida, - … entonces, debes conocer a ese tal Steznag. Por lo que me contó aquel… “mago”, dijo retorciéndose por dentro por denominarse a sí mismo mago, - … era un pilar importante en esta campaña. Háblame de él…, concluyó dejando por ahora al margen la información que solicitaba por su propio aspecto. 

Sí, sí, un humano. - asintió el quasit repetidamente. No sé cómo se llama amo, vuestros nombres son imposibles de memorizar y carecen de sentido para mi, pero sé que es un miembro importante de la ciudad, un rico mercader o algo así. - Prosiguió tratando de hacer memoria acerca de lo que había escuchado al susurrante durante el tiempo que estuvo junto a él tras su huida de Nashkel.- Estuvo hace poco en Crímmor...lo sé porque...porque tenía que llevar una cosa muy importante a la ciudad. Espero que ese asqueroso haya regresado. - Por alguna extraña razón, el nombre de Eradack Filguien apareció en la mente del hechicero ya que Lord Hembelan había comentado algo acerca de la visita del cabeza de familia a la ciudad acompañado de Aranar Brusta. Sin embargo aquella idea pronto quedó relegada a un segundo plano. Tras la mención de Steznag el quasit no pudo ocultar su diabólica sonrisa. Comenzó negando con la cabeza y un dedo extendido mientras su sonrisa se hacía más y más amplia. No existe ningún Steznag amo...es Kessenis, un enviado de nuestro Señor Belial. Ha estado preparando todo durante años para llegar a este momento...y éste es el momento. - añadió en un tono más bajo y casi imperceptible. Encontremos el hogar de ese sucio humano y...allí veremos. ¿No le parece?

Las sospechas de Morwing contra Eradack Filguien iban en aumento con cada palabra que escupía el quasit. – Sin duda tendré que verme las caras con ese bastardo… y ese momento está más cerca…, pensaba, cada vez con la mayor convicción de que estaba “hundido” hasta las rodillas en toda aquella trama.

Sin embargo sus pensamientos pronto se vieron interrumpidos cuando Xceeztuc puso un nuevo nombre sobre la mesa. – Kessenis…, Ese demonio, a saber de qué tipo, parecía estar detrás de la famosa figura de Steznag. Recuerdos sobre los extraños comentarios de los cuernos de Steznag en relación a su raza comenzaron a invadir la mente del hechicero, que ansiaba por saber más sobre la verdadera identidad de este nuevo enemigo. – ¿Otro enviado?¿Qué tipo de demonio es?, preguntó sorprendido, - ¿Pero se trata de otro de los tuyos suplantando la identidad de Steznag… o él mismo se ha apropiado de ese nombre?, preguntó expectante ya que si se trataba de un suplantador no dudaría en preguntar cuál había sido el destino de Steznag.

Ssssí… - Siseó entre dientes el quasit. ¿Qué tipo? – Se dijo sorprendido pues él nunca se hacía aquellas preguntas. Creo que es vosotros los llamáis yztaiks. – Confirmó firmemente torciendo sus labio superior como si aquella palabra le amarase enormemente. Los yztaik eran un tipo de demonio escaso y poco común a la hora de ser convocados por los arcanistas pues sus resistencias naturales contra la magia los hacían muy difíciles de traer desde su plano de origen y, además, harto complicado retenerlos dentro de un círculo de confinamiento. Aunque a primera vista sus cuerpos escamosos y desgarbados los hiciese parecer un rival de poca talla lo cierto era que se trataba de asesinos altamente capaces, y no sólo por el hecho de que pudiesen alterar su aspecto para adoptar la forma que deseasen. De rápidos reflejos y con una fuerza demoledora para su tamaño eran enemigos terroríficos. Pero, por si fuera poco, tenían un amplio abanico de hechizos que les facilitaban sus tareas de asesinato; al fin y al cabo no sólo eran asesinos sino que, paradójicamente, eran asesinos de demonios.

No sé de dónde ha sacado ese nombre, supongo que lo habrá tomado de algún despojo al que habrá devorado. – Dijo elevando los hombros como si aquello no le importase en absoluto. Es así cómo se hace llamar ahora y como le conocen por estas tierras…aunque creo que no será su único nombre. – Volvió a sonreír. Supongo que nuestro señor Belial lo envió para asegurarse de que…Ethegax no se hacía demasiado peligroso.

Las conversaciones con el quasit no podían haber sido más fructíferas para los intereses del hechicero. Había conocido el verdadero nombre del Heredero, había desvelado la identidad de Steznag, gran parte del plan cooperativo entre orcos y demonios para conquistar ciudades como Ahtkatla o Crimmor… e incluso una sospecha importante de donde se ocultaba Ethegax. Ese debería ser la primera pista a investigar, y para ello, la visita al viejo Filguien ya era algo más que obligada… - ¿pero qué hacer con aquella asquerosa criatura?, pensaba mientras escuchaba los detalles escabrosos sobre Kennesis. – ¿Debería seguir arriesgándose a utilizarlo o era el momento de continuar el camino solo?, divagaba mientras caminaba frente a Xceeztuc haciéndole creer que meditaba sobre todo lo dicho.

- Realmente es fascinante el plan tan bien elaborado que al que ha dado forma el gran Belial, no parece tener fisuras…, arrancó a decir mientras le daba la espalda y comenzaba a juguetear con un poco de tela de araña entre sus dedos…, - sin embargo…, continuó dando pasó a un incómodo silencio para el quasit, - Ungwë…, terminó diciendo tras girarse, dando paso al crecimiento de una gruesa tela de araña que al instante cayó sobre el quasit.