Partida Rol por web

Quarion entendía que en realidad tenían razón. Dormir en una zona en la que no se ha buscado un refugio era peligroso y buscar uno ahora implicaría luchar por él con algún animal, lo cual no era nada práctico tampoco porque sería una muerte innecesaria.

-Está bien, pero yo acamparé lo más al borde que la seguridad permita -dijo el druida a Haizti y después se giró hacia Berhanu- Era un wyvern -dijo el druida- un dracónido por si no sabes a que me refiero -puntualizó- y sí, suelen ser bastante peligrosos.

Miro a los compañeros- ¿Os parece bien quedar en este punto al alba? -preguntó mientras señalaba la comida que se estaba haciendo- aunque podemos ver si nos dan algo de cena, ¿no?

¡Un jodido wyvern!

Estábamos vivos de milagro. Y el elfo tan tranquilo, como si hubiera dicho que era un águila más grande lo normal. Ojalá no hubiera dicho nada, porque sabía que me iba a pasar todo el tiempo pensando que el wyvern iba a caernos encima y llevarse a uno de nosotros para que le sirviera de cena. O a todos, si eran varios. Bendita cabra que se había puesto en el camino del monstruo y entregado como sacrificio para salvar nuestras vidas. No lo había hecho a propósito, claro, pero no era capaz de contemplar la situación con lucidez. Es que ni entre los cuatro, con la ventaja de la sorpresas, nos veía con posibilidades de cargarnos un wyvern, maldita sea.

De todos modos, ninguna criatura se acercaría al campamento, salvo que fuera muy estúpida, y Quarion había accedido a descansar allí, aunque fuera algo alejado de las tiendas. Así que, por esa noche, todo estaba bien.

Oh, sí, cena, dije, poniéndome en pie de un salto. Bendita la cabra que nos había librado del wyvern, y benditas las que quizás se habían cocido o se cocían en los calderos, o los jabalíes, o las liebres, o lo que fuera. Tu amigo alado y colado nos ha dejado sin la nuestra, y mis tripas agradecerían un poquito de cariño.

¿Nos pondrán alguna pega si cenamos con los leñadores? pregunté a Milon, dando saltitos sobre una pierna, pues la otra se me había dormido. Podemos pagar, si es necesario, absolutamente, creo.

A Asha sinceramente le importaba un comino donde dormir, entendía la comodidad del campamento pero su dualidad hacía que no solo se conformara con con ello.
Podría tirar una moneda, pero no terminaba de verlo bien y, que el druida se quedara a solas tampoco le parecía justo.
¿Podría desdoblarme?
No, seguramente no, el viejo Godrek nunca le habló de esa posibilidad, así se lo llevaran dragones negros.
Mientras pensaba y pensaba decidiendo qué hacer captó el comentario ácido de Berhanu y el añadido átono de Haizti.
-Oh, vamos, un poco de emoción, un wyvern es peligroso solo si te encuentra aunque no sé si hacen amigos-quizá Baelnarth supiera qué hacer con wyvern si se le encaraba pero éste había decidido echarse a dormir e ignorar a la chamana.

-Hmmmm cena...-ya decidiría después dónde dormir.

¡Por todos los dioses! ¿Un wyvern? Hacía años que no sabía de ninguno. Dice el leñador con el tono más eufórico que le habéis visto hasta ahora. Lo cierto es que pese a todo, su tono sigue pareciéndoos tranquilo, no parece especialmente nervioso, pese a que sus palabras puedan decir lo contrario.

Con respecto a la cena, tengo un cabritillo aquí que puedo compartir, aunque después del incidente con el lagarto ese no estoy seguro de que vayáis a querer comerlo, jajaja. Su risa retumba en el ambiente. Es una risa sincera que, de alguna manera, os relaja ligeramente. Lo cierto es que una buena carne asada, chorreante de su grasilla y con la piel bien churruscadita, siempre es un placer para el paladar, aunque sea poca cantidad.

-¿Por qué no? Yo tengo hambre -dijo Haizti que no entendía qué relación podía haber entre la comida y el incidente, donde tan solo se especulaba acerca de la existencia de un ser y cuya presencia no podía ser demostrada-. Quarion, ¿cómo sabes que se trata de un dracónido, de un wyvern? ¿Lo has visto acaso?  En cuanto a ti, Milon Roddham, pareces extrañamente satisfecho de saber de esa criatura, lo cual, haciendo caso de su mención acerca de su naturaleza peligrosa, me resulta bastante incomprensible. Esa sería la reacción de un cazador, no la de un leñador -miró al hombre, interrogante, confiando en que diera una respuesta de motu poprio, pues no estaba en su ser el indagar más allá de lo que cada uno quisiera decir. 

-Claro que lo he visto, y tengo conocimientos sobre todas las criaturas naturales de estas zonas-contestó el druida a Haizti- si no lo hubiera visto no habría dicho que era eso.

Mientras hablaba pensaba en el cabritillo y las tripas le crujieron. Miró de reojo a Skoll y luego al hombre- ¿De verdad que no le importa? y si no es mucho pedir, ¿lo que me daría a mí podría dividirlo a la mitad para mi compañero? -dijo mientras le frotaba el pelaje al lobo.

No, amigos no, dije, te hacen migas, con los dientes. Probablemente era más divertido dentro de mi cabeza que fuera de ella, pero aun así, se me escapó una risita.

La perspectiva de llenarse la boca de comida, y hacerla migas con los dientes, hizo que nos olvidáramos por un momento del debate sobre los lugares de descanso. Ya me imaginaba la grasa del cabritillo, derretida por el chisporroteante fuego de la hoguera, deslizándose por su carne expuesta. Y su olor provocando que, como un reflejo en el espejo, la saliva se me escurriera por la comisra de los labios y goteara hasta mi regazo.

En cualquier caso, no impidió que Haizti y Quarion se tiraran piedras. Figuradamente quiero decir. Ni que el semielfo preguntara a Milon por su interés respecto al wyvern. Era indudable que la cara del leñador se había iluminado como si le hubiera salido el sol justo encima de la cocorota cuando Quarion había identificado al bicharraco.

Lo del cabritillo suena mejor que bien, dije por fin. Me he quedado con las ganas cuando el wyvern malvado se ha llevado nuestra cabreja esta tarde. Entonces recordé las palabras de Haizti de esta tarde y rectifiqué: No nuestra cabra, quiero decir, sino la que hemos seguido hasta el claro.

-Pero solo si te encuentran-replicó  con una sonrisa por el juego de palabras de Berhanu. Era un chiste malo. Sí, pero aun así tenía cierto encanto, propio de aquella que más parecía una hermana que una compañera.

La risa de Milon prácticamente le retumbaba en los oídos, invitándola a sentarse a su lado y tomar parte de su cena con sumo gusto.

-¿El wyvern se ha llevado una cabra que seguíais?-miró a Haizti algo confusa puesto que él había preguntado al druida si había podido verlo.-¿También le habéis visto entonces?

Es difícil esconderse de un bicho que vuela. El wyvern no tenía más que aletear para quedarse colgado en medio del cielo y girar sobre sí mismo mirando hacia abajo. Y en cuanto viera a dos deliciosas humanas, un delicioso elfo y un delicioso semielfo, se dejaría caer de su percha aérea y se llevaría volando al que más le levantara el apetito. Probablemente yo no, de todas maneras; era la más bajita y la que menos carne tenía. Más trabajo, menor recompensado. Pero me hubiera dolido ver a cualquiera de mis compañeros servir de alimento a un bicho como ese.

Las huellas de la cabra desaparecieron de repente, respondí a Asha, recordando la escenita. Yo propuse que se había desvanecido, Haizti que se la habían llevado volando. Menos mal que no apostamos dinero.

La risa de Milon de nuevo vuelve a retumbar ante las palabras de Haizti. Así es. Fui cazador en otra vida. También guía, trampero, herborista, explorador y un sinfín de trabajos y oficios relacionados con el bosque. Habéis tenido suerte entonces si habéis visto a un wyvern y no os ha comido. Así que ya sabéis cuando os internéis en el bosque, tened cuidado ya que esos lagartos no son el único peligro. Cada frase del hombre es perfectamente pronunciada, con una cadencia relajante, lenta pero no aburrida, fuerte pero no hiriente. Era una voz sincera, honesta y cálida, como la fogata que comenzaba a secaros los ropajes mojados durante todo el día y calentando vuestros helados huesos.

Mientras habla, el leñador corta jugosas y generosas tajadas de cabritillo en algunos espetones que han sido claramente usados durante años, aunque estén razonablemente limpios. No os importa. Os avalanzáis sobre vuestra comida como aves de presa. El silencio se hace en el grupo, sólo interrumpido por vuestros ruidos al comer o roer los huesos.

El campamento estaba jalonado por hogueras aquí, allá y acuyá. Los leñadores que no comían en la cantina se preparaban sus cenas para irse a descansar. Las estrellas en el cielo formaban coquetas y caprichosas formas, incluso el Gran Camino Estelar se podía ver por la oscuridad que reinaba apenas unos pocos metros más allá de los fuegos del campamento. Los sonidos del bosque, los ululares de los búhos, incluso el aullido del lobo llegaban nítidos hasta vosotros. Quarion observa como su lobo quiere responder a la llamada de sus congéneres de manada, pero con una orden silenciosa controla al animal que se conforma con seguir comiendo el trozo de cabrito que le corresponde.

Si hubiera sido un elfo, como Quarion, me hubiera reído. En otra vida. Aunque como humana ya me hacía bastante gracia la expresión. Quizás era una de esas cosas que no entendía porque era demasiado joven, —ya lo entenderás cuando te salgan pelos en los huevos—, tal cual decía papá como si tuviera sentido. Esperaba no tener pelos en los huevos, ni huevos, y no entender nunca esa expresión.  No me convertiría en una mujer madura, casi vieja, dejándome la espalda partiendo leña del amanecer al ocaso, recordando un pasado que no tendría cojones de recuperar. La vida era una, y no pensaba encontrarme jamás, por muchos años que tuviera, mirando atrás y hablando de "vidas" pasadas, como si las echara de menos. No, señores, yo iba a decidir el camino que mi vida iba a seguir.

En ese momento, lo que decidí fue agarrar el espetón. El cabritillo estaba poco hecho, reszumando todavía sangre diluida en el jugo de la carne, justo como a mí me gustaba. La llevé a mis labios un instante, demasiado caliente. Soplé y soplé para enfriarla, mientras las grasa sanguinolenta se escurría por el espetón y se secaba en mi mano.

Gracias, cabritillo, por alimentarme esta noche, dije entre soplidos, como si estuviera elevando una oración. Gracias, Milon, por compartir tu comida. Gracias a todos por vuestra compañía.

-Gracias, señor Milon -dijo mientras cogía parte del cabritillo y se lo ofrecía a Skoll- da gusto ver a gente que no se altera con la presencia de mi compañero -comentó mientras daba un bocado a la comida. Miraba alrededor, al campamento, viendo donde podría pasar la noche.

-¿Que tipo de peligros puede haber por el bosque? -preguntaba mientras me terminaba mi parte- ¿podría ver el mapa? -comenté a Berhanu.

Dio las gracias y cogió el trozo de cabritillo y lo mordisqueó con gusto, sintiendo la grasa del animal en su boca y salivando en el proceso. miró a unos y a otros mientras hablaban, frunciendo el ceño ante algunos comentarios, un gesto que ya todos sabían significaba que no comprendía en su totalidad el alcance de lo dicho.

-¿En otra vida? ¿Quieres decir que has vivido más de una? Nunca oí que tal cosa fuera posible. Al contrario, más bien. Pero no pareces ser un hombre que mienta, pese a ser humano -dijo en un tono pensativo, mientras sus ojos recorrían las estrellas del cielo-. Nos dices que hay más peligros que los de ese wyvern. Pero nosotros o al menos yo, ignoro a qué otros peligros te refieres, Milon Roddham. Y no me gusta aventurarme sin saber a qué puedo enfrentarme. Además, pareces un hombre versado en muchas disciplinas y tu compañía nos sería de mucha utilidad. Recuerdo que la herborista nos envió a ti y quizá su deseo es que nos acompañaras. Podrías guiarnos y tu experiencia en los bosques y en las plantas nos facilitaría el éxito. ¿Quieres y puedes acompañarnos, Milon Roddham? ¿O prefieres seguir en este campamento en el que buscas la soledad tras el trabajo?

Asha, junto a Berhanu, mordió su trozo de carne sin dar más gracias que a Milon con un cabeceo. Por el propio Bahamut, no era consciente del hambre que tenía hasta que la grasa la llenó la boca y la carne quemada crugió bajo sus dientes.

Paraíso.

No había otra palabra... y como buena chica se dedicó a comer su comida, casi por temor a que con tanta palabrería del resto el hombre decidiera cambiar de idea y mandarles cerca. Abrió la boca para opinar, decirles que podían dejarle un poco de espacio y tiempo para responder, pero se limpió la grasa de la boca para volver a morder la carne.

No digas ni media a ver si al final te vas a quedar tú sin cenar.

Aún no había memorizado el mapa, pero estaba demasiado concentrada en la carne como para pensar en otra cosa, así que se lo entregué a Quarion. No lo manches de grasa. No es que fuera a importar demasiado, teniendo en cuenta el estado del papel que había utilizado Milon, pero al menos esa suciedad ya estaba seca, y quedaba detrás de las nuevas inscripciones.

El elfo se limpió las manos sobre las pieles que usaba de ropajes y después las alzó para mostrarlas limpias de grasa. Tras esto, cogió el mapa y comenzó a estudiarlo con detenimiento, pensando si tenía alguna noción de esta zona, si había escuchado algún tipo de rumor, algún cuento o fábula, cualquier cosa.

Podía comprender la pregunta de Hielo. La expresión de "en otra vida" hacía una clara alusión a una existencia anterior al nacimiento de la vida actual.

-¿Mañana donde nos reunimos a las afueras del campamento?-se estiró tirando los huesos sobrantes hacia un lado. Deslizó la mirada grisácea hacia el hospitalario individuo- soy bastante patosa para desenvolverme por la naturaleza, si tienes algún consejo que darme lo aceptaré de mil amores- o no, pero siempre viene bien.

-Espérate y buscamos un lugar donde dormir, ¿vale? -dije mientras miraba el mapa intentando establecer una ruta- quizás sería mejor ir al punto más lejano y luego ir a los otros en el camino de vuelta -dijo mientras marcaba una ruta con el dedo sobre el mapa.

Suponiendo que podamos hacerlo todo del tirón... respondí. No es que no fuera una buena idea. Era tan buena como cualquier otra, al menos desde mi punto de vista. Pero ya sabíamos uqe el bosque era un lugar peligroso, y no lo conocíamos. En las montañas donde estaba mi casa y el bosque que se extendía por todo el valle podía desplazarme sin miedo. Pero allí sabía perfectamente a qué atenerme, dónde podía ir y de dónde debía alejarme. Los osos lechuza que tenían sus cuevas en la sur del Monte Dorado eran extremadamente agresivos y territoriales, y durante el otoño se alejaban de su zona lo bastante como para poder encontrarse con ellos antes de que sus excrementos o sus huellas te avisaran de su presencia. De este bosque no sabía nada más que lo que pudiera contarles Milon.

Druida, es mejor que os mantengáis en las inmediaciones del campamento. El bosque puede convertirse en un lugar peligroso por la noche. Las palabras de Milon suenan serias, sin mucho margen de discusión. Aunque su voz no es para nada autoritaria, por lo que la decisión final queda pues en vuestras manos.

El fuego sigue chisporroteando alegremente ante vosotros y la comida os caliente los estómagos. La luna avanza poco a poco en el firmamento y el sueño comienza a notarse en vosotros a modo de bostezos y estiramientos para vencer al cansancio.