Partida Rol por web

- Debes ser Tarek, creo que una misión une nuestros caminos. Puedes llamarle Shannae... - Dije a modo de presentación al acercarme al vampiro àrabe designado para encabezar el grupo del cual formaría parte esa noche. 

 He estado callada toda la reunion, mientras observaba a mis compañeros, mientras les miraba, mientras les estudiaba. 

 El hombre arabe, visto de cerca contrastaba, pues todos su indumentaria estaba cargada de simbologia catolica, dejando clara su conversion a la nueva fe.

-Asi es soy Tarek.

Se tomo unos instantes para observar al grupo antes de comenzar a hablar, y parecia centrar su atencion mas en el segundo al cargo, pues parecia ser el mas preparado para el combate.

-Muy bien antes de salir al patio de armas, si vamos a intentar funcionar como un grupo decidme que es lo que sabeis hacer. -Hablaba un latin, un tanto chapucero, pues aun contaba con un fuerte acento de su idioma natal.- Yo soy bueno con el arco y siguiendo rastros.

Estaba seria, bastante seria, que el me dejara no era normal, que no quisiera venir conmigo era extraño y no me gustaba, me habia acostumbrado a su proteccion a lo que me acia sentir y ahora estaba como perdida, me quede en silencio observando a mis compañeros a mi hermano que por sus palabras seguro se regocijaba al ver que mi sire no estaba conmigo...

- Digamos que se me da bien eso de convencer a la gente, aunque tengo otras cartas que me guardo para mi misma... - Respondió con suspenso la mujer luego de escuchar las palabras del àrabe experto en tiro y rastreo segùn su propia lengua.

Jarle escucha tranquilamente, las palabras de su grupo, mientras mira constantemente a su hermana observandola.

Fantástico grupo, por suerte tenéis un guerrero de verdad.

 Tenemos una muda, una diplomatica y un guerrero presumido.

-Esta bien, vamos al patio de armas y tomemos lo que sea necesario. Yo necesito una armadura ligera, una cimitarra y un arco con flechas. Sed rapidos eligiendo lo que necesiteis y no perdamos tiempo en cazar a esa chusma que atenta contra nuestro benefactor.

Y sin esperar respuesta del resto del grupo se dirijio a recoger lo que consideraba necesario para el cometido.

Seguí a nuestro líder una vez este se hubo puesto en marcha hacia el lugar designado. La elección de armas no me inquietaba, poca diferencia encontraba en realidad entre una espada y una lanza. No era buena con ninguna, aunque quizás pudiera conseguir allí algo que sí fuera util para mi tarea.

Los vástagos andaban entre preparaciones y saludos, cuando una figura vestida de cuero tachonado, espada bastarda, daga de combate y seriedad se para a vuestra altura, antes de que salgáis a donde estaba sentado con aire descuidado el Senecal.

- Soy Lord Voorgis, no sé que os ha contado el Senescal o qué habréis oido, pero os aconsejo avanzar con cuidado, esos Belial pueden ser una miseria si vienen de a uno, pero en grupo son una presa dificil. Y ya no hablemos de los Otros... A esos prefiero no tener que verlos en grupo. No vayáis solos a la hora de patrullar y dividiros, siempre de a dos si hay que separarse. Atacad sin piedad y si véis que la situación es insostenible, corred... No paréis de correr. El Principe necesita a todos sus vasallos y no es momento de dejarse matar por honor. - Sonrió por primera vez en todo su pequeño discurso. Su rostro denotaba arrugas minúsculas propiciadas por años de preocupaciones seguramente en un campo de batalla.- ¿Tenéis ya lo necesario para ir a coger flores? Si os faltan armas avisadnos, es bueno tener gente valerosa en estos tiempos aciagos.

 Una esbelta y elegante figura, ataviada con un largo vestido de fiesta negro, pasea por la sala, su tacones resuenan suavemente sobre el patio y entre la gente observa a "los nuevos" vástagos. Se fijo de primera mano en Anne y Jarle, pues no era habitual abrazos entre los vástagos, pero sonrió sin duda algo había entre ellos, siguió paseando su mirada por la sala, y se fijo en un vampiro de piel oscura, no eran muy habituales, aunque en el palacio de un príncipe, todo cabía esperar, un Nosferatu, eran aliados muy valiosos sin duda. Una vez casi estudiada toda la sala, se dispuso a salir de ella, debía ordenar su ideas y sus visiones ahora que su Sire la había mandado a ella para ayudar al príncipe.

 Respiró hondo y entró dispuesto a mirar a la cara a todos esos vástagos, tan rápido como entró vislumbró enemigos por todas partes, algunos mas poderosos otros mas débiles, cerró con fuerza los puños y cerró los ojos y se relajó pensando que solo era la bestia interior nada más, nadie querría hacerle daño a el.- Buenas noches sus mercedes.......creo haber oído un poco de esta misión....y quisiera acompañarlos, creo que puedo ser util.-Dicho esto se dispuso a recoger sus armas, se acomodó la armadura de cuero y se giró para esperar a los demás.

Espero ser útil al príncipe también esta vez.

Una esbelta mujer rubia aparece en el lugar donde os encontráis y no hay nadie que no sienta la Potencia mayúscula de su sangre, denotando su antigüedad y posición. Algunos la reconocéis nada más verla un momento con detenimiento como Artifex, Priscus Ventrue y Consejera del Reino, un apodo extraño para una mujer, pero al fín y al cabo, útil. Esta pasa a vuestro lado y hace un gesto para llevarse a un lado apartado a la mujer recien llegada y de pelo negro.

La Consejera, grácil como siempre, te hace a un lado para poder hablar con relativa intimidad, al menos, dudas de que os fueran a escuchar. Mientras ella sonríe con ojos esmeralda, sientes el poder de su sangre, antiguo, latente, trayéndote el sabor de otra época, un toque noble a seda y agua de mar según crees percibir. Ella debe notar en tu cara esto y niega lentamente con la cabeza:

- Ah, olvidaba esa habilidad vuestra para entender cosas que otros no pueden ver... Dime una cosa querida, ¿De verdad vas a ir a jugar a los soldaditos con esos salvajes? Reconozco que algunos valen la pena, un par, quizás tres, pero el resto no tienen pinta de guerrero. Y una belleza como tu... Seguro que hay cosas mejores que empuñar armas contra seres como los VII. - Su tono tiene un tono protector, amistoso, eso reconforta tu espíritu ante el poder que emana.

Miró a la mujer y no pudo evitar sonreír, la verdad era una sonrisa como siempre había sido en su rostro enigmática pero en ese momento sincera ,para aquella mujer.

-Te escucho, me mandan para cumplir como ayudante del príncipe, pero sin duda no me hace ilusión ir con esa panda de salvajes, aunque quizás fuese la única que aplicase un punto de cordura a esa manada, pero si hay otras posibilidades, estoy mas que interesada- Se cruzo de brazos dispuesta a escucharla

La mujer asiente sonriente, le ha encantado la respuesta, levanta la mano izquierda en la que tiene una extraña flor y la huele con detenimiento, pero tu no necesitas eso para captar su fragancia dulzona y suave. Ella baja la flor y te mira:

- Es la flor de Amaranto, llamamos así a la Diablerie por que esta flor aparentemente inmortal, aparentemente. Siempre me ha cautivado esta flor, y algun admirador secreto me la ha dejado en mi asiento del palco. - Niega lentamente con la cabeza divertida.- Estos vampiros... Incluso muerta, su entrepierna les sigue dominando. Y ya se pueden buscar a otra, suficiente me intentaron domar en vida, en vida yo soy reina de mi propio destino. - Suspiró medio avergonzada y en parte sonrojada por sus palabras ("¿Se ha sonrojado?").- Perdona, a veces olvido donde estamos, mi manera de vivir me puede traer a veces problemas... Era joven en la sangre, como tú, pero pensaba de modo aún más revolucionario que ahora y mi antiguo Príncipe... Bueno, me ató para que muriese al sol estacada, pero Ser Vargas me sacó de esa muerte y me trajo ante el que luego sería el Príncipe Walhdar y allí le presté juramento como sirvienta cuando me expuso sus condiciones. Fue mi gentíl Vargas el que me dijo que érais una mujer de fiar y muy fiel, por eso confío esto ante vos, mi niña. Había pensado en que podríais servir al Reino de dos formas muy distintas: la primera como ojos y oídos en esas cuadrillas nuevas, que tanto preocupan a los miembros del Consejo del Reino; la segunda implica algo menos de riesgo y es el acudir a recibir a un invitado del Príncipe, cuyo barco acaba de atracar en el puerto, viene de muy lejos para servirnos con su mercancía e información.

 La miro sonriendo, realmente parecía que esa mujer había captado totalmente su esencia, quizás se parecían mas de lo que ella creía, en u principio.

-La verdad, son muy interesantes las dos misiones... no se podían hacer las dos? no tienen porque compartir tiempo, podría ir primero a recibir a nuestro invitado y más tarde ir con nuestra cuadrilla, para ser sincera, dudo que todos nos sean fieles- la miro atenta a su respuesta, y sonrió ante el comentario de ser domada, no se imaginaba a esa mujer al servicio de ningún hombre.

 La ventrue sonríe con alegría mientras hablas y te responde con tranquilidad:

- La verdad es que andaba pensando en algo así, pero has tenido una buena idea... Ya veo que eres valiosa como amiga. En ese caso, tomarás un caballo que veas bueno e irás hacia los muelles, seguramente no tarde mucho en llegar con su pequeña comitiva. Si quieres ir escoltada por dos de nuestros sirvientes solo dilo, y a tu regreso, me ocuparé de que acompañes a nuestros nuevos "invitados"... Estás demostrando ser una persona despierta, Lydia Sangiovanni. - Dijo con tono amistoso dándoos un beso en la mano, con delicadeza.

Sonrió por las palabras de halago de la mujer y dejo que le besase la mano -Solo quiero ser útil, y si puede ser demostrarlo antes que llegue la hora de hacerlo. No creo que necesite compañía, puedo ir sola a recibir a "nuestro" invitado y seguramente sera una prueba de lealtad el ir sola, quizás pudiese ver demasiada gente para recibirlo o que creemos una amenaza por su parte, sera mejor que vaya sola- hizo una reverencia ante ella.

Asintió lentamente, no le gustaba dejar a la joven Sangiovanni en medio de la ciudad en la noche, pero era valiente, quizás con eso bastase... Debía ser así. Hizo una seña a uno de los soldados del reino, para que guiase a Lydia hasta el establo. Una vez estuvo en el establo, la guió hasta un corcel negro de aspecto fiero, pero que sorprendéntemente parecía acostumbrado a ser montado por vástagos. Una vez montando al caballo, le fué indicado el camino hacia el lugar, el cual emprendió una vez preparada, con la esperanza de demostrar no al Principe, ni a Artifex, sino a sí misma, que podía ser de utilidad para el resto.

Todos observan como la vástago con el tatuaje facial, se aleja de Artifex tras la charla, desapareciendo en dirección a los establos. El resto se preparan para salir de cacería, en una noche que no trae buenos augurios y abre paso a la incertidumbre.