Partida Rol por web

El rostro de Yago dibujó la más pequeña sombra de una sonrisa en su tensión mientras escuchaba al señor Lenz. Se preguntó la verdadera intención tras sus palabras... ¿Era, como había dicho, un intento de conciliación tras lo ocurrido? ¿Una simple excusa para controlar sus movimientos? ¿Algo todavía más siniestro?

Tal vez, varias de esas opciones al mismo tiempo. Sería algo acorde a la reputación de su Clan, como poco... Pero la aparente amabilidad de Radu le había hecho estar dispuesto, al menos, a cuestionar lo poco que sabía en realidad sobre el resto de Clanes. Dar el beneficio de la duda, cuando fuera oportuno.

- Señor Lenz, - dijo al fin, tras una breve pausa, aún con la sombra de sonrisa en su rostro. - agradezco el interés, pero no lo considero necesario. Las palabras compartidas me han dicho suficiente sobre vuestra naturaleza y dudo que más conversación en este momento hiciera nada por mejorar mi impresión. - respondió con honestidad. - Tal vez, incluso, el resultado fuera el contrario.

- Ahora bien, por nuestra reunión, se ha determinado que mi tarea, y con ella, mi reputación, está ligada a vuestra compañía. Sólo por ello, si lo que os preocupa es mi regreso o que pretenda hacer algo más turbio, podéis perder cuidado. Me reuniré con vosotros a la hora convenida y haremos el viaje juntos. Levantar una torre, por fortuna, no necesita de que el vínculo que compartamos sea de amistad; aunque confío en que al menos se forme uno de confianza entre nosotros. - Dicho esto, dio media vuelta y se puso en marcha. Habría que aprovechar bien el resto de noche.

- Como gustéis, señor - contestó educadamente Markus sin sentir necesidad de añadir nada más a las espaldas que se alejaban.

- Lo ves Teodor, a veces pienso que los Toreador no somos especialmente sociables, sino que son el resto de clanes quienes resultan francamente taciturnos y solitarios.

Comento la conversación entre Yago y Markus en voz alta, dándole un codazo de complicidad al Tremere que tengo al lado.

- En fin, no tardes caballeroso Yago. Te esperamos en las puertas de la ciudad.

En los pocos minutos que hacía que nos habían presentado, el chico había apelado al honor y el respeto en varias ocasiones; de modo que hasta un completo inútil podía ver de qué pié cojeaba.

Sonrio ante el comentario de Lazar.

-Nunca se sabe, todo es cuestión de con quién lo compareis.

Si bien el señor de la Cruz había aceptado aparentemente las condiciones establecidas, su desconfianza creaba suspicacias.

-Si fuese confiado en exceso también me escamaria...

Marchas solo del castillo. La ciudad está bastante tranquila y en unos establos cercanos a este, te espera tu criado, con evidentes signos de cansancio debido a las horas que son, esperando tu orden para preparar el carruaje o para poder pasar la noche descansando.

Se marcha Yago y os quedais los cuatro, a las puertas del castillo.

Ya es más de medianoche, ya que entre la charla y la visita del mismo ha pasado más tiempo del que pensabais que iba a durar la reunión.

El hombre que está preparando vuestro carruaje se acerca a vosotros.

Buenas noches mis señores, ya está todo listo para partir a vuestra orden.

--No especialmente, un caballerete remilgado mas, sera que hay pocos de ese corte-- dice el Lasombra emcogirndose de hombros con desinteres

- Coincido con Ramirez, aunque el tipo se ve astuto. No nos vendrá mal.

Observando mi pechera con detenimiento, aplanando con la mano las arrugas de mi camisa.

- Me preocupa más la extraña amabilidad de Radu si os soy franco.

Aburrido, hecho un vistazo al interior del carruaje para cerciorarme de cuál sería el asiento más cómodo y qué tipo de equipaje había preparado nuestro cochero.

Y más que debería preocuparnos, pues ninguna amabilidad entre vampiros es gratis, y os aseguro que nos supondrá un precio, en el mejor de los casos.-- el corsario habla con tono jocoso a pesar de los funestas de sus palabras.

- Partiremos de inmediato hacia Tihuta, mi buen Wilhelm. - dijo sin mucha ceremonia, para que comenzara a ultimar los preparativos; no tenía sentido demorarse demasiado en aquel lugar, especialmente con el largo viaje que aún tenían por delante. Por el camino, había ponderado la posibilidad de escribir una carta, identificando al grupo con el que se había encontrado para el señor Jervais y para su Sire Troglodytia; en caso de que algo sucediera, como que ellos resultaran no ser quienes habían dicho, sino unos meros oportunistas, al menos sabrían quienes se habían entrometido en sus designios...

Por otro lado, recordaba las palabras del señor Lenz sobre posibles enemigos de la causa. Si a él no le habían dado los nombres de los vampiros con los que debía reunirse, seguramente había un buen motivo para ello; enviar tal mensaje se arriesgaba a exponer a sus patrones y quizás posiblemente a sus camaradas también, si por el contrario resultaban ser quienes decían.

Con un suspiro que había desaparecido en vaho sanguinolento incluso antes de abandonar la capucha bien calada de su capa, había finalmente decidido tomar la decisión más prudente; le resultaba demasiado inverosímil haber tropezado con otro grupo de vampyrs en la región que conocieran a Jervais y no fueran la cuadrilla que éste le había encargado reforzar a través de su Sire. Tal y como había pensado desde el principio, seguramente eran ellos.

Si no, tendría que encontrar el modo de lidiar con ellos y desligar sus destinos si era posible. Si no... Bueno, ellos se nombraban como hombres sin honor, eso quitaba cualquier consideración moral que hubiera por su parte, en caso de que llegara a algo verdaderamente desagradable... Revisó su espada, asegurándose que estuviera bien aceitada y afilada. Y sin más, con los preparativos terminados, se pusieron en marcha al punto de encuentro designado.

Tihuta esperaba. Las torres, desgraciadamente, no se construyen solas.

Levanto las cejas en respuesta a Markus.

-Como bien decís, un buen caballero...

La segunda parte de la conversación me interesa más.

-Desde luego, mucho me temo que saldremos de esta con una deuda contraida, mayor que la de nuestros sires y a nuestro nombre...

Markus guardó silencio ante los comentarios de sus compañeros sobre Yago manteniendo su leve sonrisa amable de "todo va bien, no pasa nada".

Asintió a sus temores sobre la deuda contraida, pero no añadió nada más. Tampoco podían estar seguros de los oídos que podían estar escuchando en aquel castillo. Por mucho que les hubiese enseñado estaba claro que no les habría enseñado todo, todo, todo...

Tras apenas una corta hora, el "grupo" se reune de nuevo en la puerta oeste de la ciudad de Bistriz, ya que era la que llevaba al camino del paso de Tihuta, que tras la larga travesía  que habían hecho cada uno de ellos, por fin parecía verse en el horizonte.

En ese instante contaban con dos carros, el de Yago y el prestado por el principe, ambos preparados para el viaje diurno vampírico, mientras otro llevaba algunos víveres y oro para poder empezar la construcción en cuanto llegaran al lugar. Un grupo de soldados os acompaña para proteger la mercancía, pero no hay ninguna otra persona más, os informan de que en cuanto os hayais podido establecer, empezarán a llegar.

Markus observaba los alrededores tranquilo mientras esperaban a Yago. Sonrió al ver que llegaba. Al fin se pondrían en marcha. 

- Creo que ya podemos comenzar el último tramo de nuestro viaje, señores - dijo en general - Si les parece, para no agolparnos todos en un único carruaje viajaré con el señor de la Cruz. Seguro que ahora que somos socios en esta empresa no tendrá inconveniente - concluyó mirando al susodicho. 

- Claro, claro...

Hago un ademán con la mano hacia Markus dándole permiso para viajar con Yago "Haz lo que quieras, chico"

Después me dirijo a los soldados que se nos ha otorgado

"Si no queremos que estos secuaces de Radu nos abran las ventanas del carruaje a plena luz del día, más vale que empecemos a estrechar lazos con ellos y asegurarnos su lealtad."

En tono marcial, de la forma en que pienso deben esperar ser tratados dichos soldados, me dispongo a causarles una buena impresión*

- Soy el señor Damjanich y me alegro de teneros a mi servicio.

Con la espalda recta y la barbilla alta, les observo de arriba abajo.

- ¿Cuáles son vuestras órdenes?

Yago dirigió una fría sonrisa hacia el señor Lenz, mientras escuchaba su razonamiento. - Mi carro está habilitado para mi descanso únicamente; el resto del espacio está ocupado con herramientas de mi oficio y equipaje para su máxima seguridad. Si bien puedo corregirlo con tiempo suficiente, claro; si esperáis fuera del carruaje cuando nos detengamos para preparar nuestro descanso diurno mientras organizo mis pertenencias, creo que podría tenerlo todo dispuesto poco antes del amanecer. Creo. - añadió subrayando la palabra, al repetirla.- Después de eso, mi buen criado Wilhelm y yo no tendríamos reparo alguno en recibiros.

- Dado que somos socios, no espero que tengáis reparo alguno en ello, claro. - dijo manteniendo su sonrisa, con un matiz divertido. Que no se dijera que el Ladrón de Tumbas no tenía sentido del humor.

Tras el breve intercambio, observó la iniciativa que había tomado el señor Damjanich. Le pareció buena idea congraciarse con los guardias que les acompañaban; sólo el hecho de que iban a necesitar sus servicios un tiempo considerable ya hacían que fuera un esfuerzo relevante, además de cualquier otra consideración adicional. Mejoró un poco su opinión de él que prestara atención a la soldada.

La única pega venía de su propio pasado; él había sido en otro tiempo parte de una Orden y, si bien no era lo mismo que ser un simple guardia de ciudad, ello le daba un poco de conocimiento sobre la perspectiva de un miliciano. Para la mayor parte de los soldados, las personas que les daban órdenes se dividían en dos grandes categorías; los que eran soldados como ellos y los nobles que no tenían ni idea, sólo rango...

Ignoraba los detalles del pasado del Toreador, pero su apariencia arriesgaba a ser considerado de los segundos. Si bien su clan era famoso por su capacidad de cultivar una influencia, pensó que no sería perjudicial que alguien con aspecto de los primeros le respaldase. Y, quizás, el hombre vestido de monje-caballero, era el que mejor podía interpretar el papel.

Con la mano en el pomo de su espada, se puso al lado derecho del Esteta, a medio paso por detrás. Quizás, cuando pudieran hablar en privado, podría preguntarle por su experiencia dirigiendo tropas. Y si no era muy ducho, bueno, por algún motivo él había sido seleccionado para reforzar la cuadrilla...

- Oh, no tengo reparo alguno, señor – replicó con su habitual sonrisa – Esta noche dormiré con el resto de la cuadrilla y así tendréis tiempo hoy de preparar vuestro carruaje para mañana. Tendremos aún varias noches por delante en las que poder estrechar lazos, señor – sin perder la buena disposición y amabilidad.

Cuanto echaba de menos suspirar [suspira, falsa y finjidamente claro] y sin más se sube al carruaje y se acomoda.

Los soldados observan a Lazar y le oyen con completa atencion. En cuanto acaba, y Yago se acerca a ellos con un porte de caballero finalmente se deciden a hablar.

Escoltaros mis señores, y protegeros a todos una vez hayamos llegado a nuestro destino, hasta que nuestro señor nos vuelva a llamar a nuestros puestos.