Partida Rol por web

Duque corrió hasta que se quedó sin aliento, al igual que Max. Dudaba que los enanos, más lentos y enfundados en aquellas corazas, fueran a perseguirlo, pero ningún hombre podía correr más que una flecha, y de esas no estaba tan seguro de que no le llovieran. Aunque al final fue así, y pudo alejarse del combate sin problemas a través de la espesura.

Ahora tenía un nuevo problema. Estaba solo en una tierra que no conocía, en medio de un bosque que podía extenderse tanto media como cien millas en cualquier dirección. Lo mejor que podía hacer, ya que desertar no era una opción, era tratar de encontrar a otro grupo de exploradores de Odrin, o mejor aún, al ejército principal. No habían podido averiguar que había en el carro, pero sí sabían que un grupo de enanos ayudaba a Penda y que contaban con algunas de aquellas armas nuevas.

Además, estaba el asunto de la defección del resto de "Cuervos Negros" al enemigo. Que no hubieran intervenido ya era grave, pero que hubieran atacado a los de Odrin tan abiertamente... Tampoco podía esperar más de ellos, teniendo en cuenta lo poco que los conocía, claro. Pero para alguien como Duque, aquella traición era algo impensable.

Mildred sonrió al ver la reverencia que le dedicó Ussia, y aunque arrugó un poco la frente al ver el estado de su capa y de sus pies manchados de barro, no hizo comentario alguno al respecto. Cuando la mediana dijo que los de Cregan también habían sido pillados de improvisto, la reina alzó una ceja, visiblemente sorprendida - ¿No se lo esperaban tampoco? ¿Y partieron a destiempo, dices? Parece que el rey Penda esta vez se ha decidido a tomar la iniciativa, sin pensar siquiera en avisar a su aliado. Están menos coordinados de lo que pensaba. Eso... sin duda es buena noticia - dijo para luego pensar un rato en silencio mientras la mediana seguía dando su informe.

Esta procedió a dar los detalles más concretos, como el número de tropas que formaba la hueste del reino enemigo - Sí, está sobre los números que había barajado - dijo refiriéndose a los guerreros del reino - Me preocupaban más los mercenarios que hubiera podido conseguir, pero si solo se ha puesto a su servicio esa compañía de luceranos... Su fama como soldados no les es desmedida, pero por su cuenta no lograrán gran cosa - cuando le dió la estimación final, Mildred sonrió - Bien, bien. Has hecho un buen trabajo.

Cuando Ussia mencionó a Fiora Valenti y a los suyos, la mujer soltó una breve carcajada - ¡Con que fuiste tú la que los mandó hacia aquí! - dijo - En efecto, una vez hablamos, no tardaron en unirse a nuestras filas, ahora mismo deben de estar junto al ejército en busca del enemigo - la reina sonrió con cierta malicia al imaginar momentáneamente la carnicería que no debería tardar demasiado en desatarse, en la que por el momento tenía todas las de ganar - Aleja la preocupación de tu rostro, entre guerreros y mercenarios, los nuestros deben de doblar en número a cada reino enemigo... por separado, claro. Y al frente marcha el propio rey Odrin, que alcanzará la victoria y la gloria eterna si el Creador lo tiene a bien.

Mildred se recostó en su asiento, mucho más tranquila que antes - No hay mucho más que hacer ahora salvo esperar noticias de los mensajeros que van yendo y viniendo. Supongo que querrás ver a tu amiga. Creo que Syndra ahora mismo ha ido a visitar a esa montaraz que trajo hace unos días. Mató a una bestia terrible que acechaba al reino, ¿sabes? La dejé quedarse el tiempo que quisiera, y todavía no se ha marchado... pero apenas ha salido de su habitación - Mildred apoyó el mentón en un dedo extendido, mirando hacia el techo mientras caía en algo como quien no quiere la cosa - La verdad es que era una elfa bastante extraña. La alojé en la habitación donde pasásteis la primera noche, por si quieres probar suerte allí primero.

Syndra se sentó en el borde de la cama tras cerrar la puerta, mientras que Aelirenn se mantuvo en su posición, apoyada contra la pared con las manos a la espalda. La silvana tenía la mirada perdida y no parecía estar escuchando lo que decía la sombría realmente. Al menos hasta que mencionó lo de las cosas muertas y que debía descansar.

- ¡No puedo! - casi gritó Aelirenn - Estas paredes... este castillo, me asfixian. Puedo sentirlo. Hay algo mal aquí. ¡Y no exagero! La muerte es algo natural, ¡Pero no hay nada natural en lo que emana este castillo! - la montaraz parecía relamente alterada, pero aun así se dejó guiar por Syndra y se sentó en la cama junto a ella tras hacer a un lado la armadura. Puso las manos, ligeramente temblorosas sobre los muslos - Hay algo mal aquí... - repitió. Seguía con la mirada perdida, fija en un punto muerto delante de ella, daba igual hacia donde se encarara.

Había algo en el castillo de Odrin que realmente atribulaba a la silvana. Quizás era fruto de pasar tanto tiempo entre paredes de piedra y alejada de la naturaleza... ¿O quizás es que al pertenecer a una raza tan ligada con la vida y el curso natural de las cosas realmente estaba notando los efectos de los experimentos de Syndra? La pelirroja parecía al borde de un colapso nervioso, eso desde luego. Quizás retenerla allí mucho tiempo más no sería buena idea.

Gwyl torció el gesto algo molesta por la actitud del lucerano. La entendía por supuesto, pero le molestaba. Carraspéo un segundo, miró de reojo a Yriel y luego se decidió a tomar la iniciativa.

- El elfo es... ehh.... peculiar. Se encuentra en las lindes de los bosques. - aclaró Gwyl, titubeando un poco y decidiendo que no iba a poner las manos al fuego por Arahan. Luego se volvió hacia el mercenario adoptando un semblante más seguro y serio. - Escucha, fuimos contratados por Cregan como exploradores para averiguar que se cocía en Odrin, y no podíamos irle diciendo alegremente a la gente que encontráramos de nuestro camino, totales desconocidos, por muy aliados que fuesen, sobre nuestra misión. Por algo era secreta. - esgrimió Gwyl como argumento, para luego sonreír con su característico gesto de muchacha de los bajos fondos de Viavenna (ya que era obvio que parecer preocupada u honorable no iba a funcionar). - Estoy segura de que tu tampoco nos hubieras dicho de buenas a primeras tu misión en nuestro lugar. Y ya te estamos diciendo demasiado, como que nuestras compañeras se han quedado allí. - espetó, a pesar de sus palabras, con un tono simpático. - Tu lo has dicho, es la guerra.- La mestiza se llevó una mano a la cadera y ladeó la cabeza, mirando a Nuño de pies a cabeza, como si valorara su profesionalidad - No - aseguró - No nos lo habrías dicho porque sabes lo que haces, se nota que llevas tiempo en este oficio. Y sobre la información de vital importancia....- Gwyl se encogió de hombros - Precisamente como mercenario inteligente, y sobre todo, mercenario, entenderás que la demos nosotros a Cregan, y no tu, sabes, por eso de cobrar. Era nuestro trabajo y queremos cobrar por el. Y te aseguro que a todos, a ti también, nos conviene que esa información llegue a Cregan. - luego hizo un gesto de mirar a su alrededor apremiada, para luego volver la vista a su interlocutor. - Vamos Don Nuño, ambos sabemos que no tiene sentido venir a pelearnos aquí.

La mestiza bajo la fachada segura, apremiada y seria se revolvía inquieta. Esperaba que sus argumentos y su buena disposición convencieran al mercenario y los dejara pasar. No solo creía que había dado motivos convincentes, si no que había halagado veladamente al hombre, con lo cual esperaba que no ofreciera mucha más resistencia. Lo único que necesitaban era una pelea, y más con Yriel herido.

Su flecha había sido certera, Emil cayó delante de las tropas, que huyeron pasando a su lado al ver abatido a su líder. Korben los vio pasar, nada tenía contra ellos y no trataría de sesgar sus vidas, quizá estaban ahí como él y simplemente huirían para salvar la vida, o llegarían hasta la misma reina y contarían lo sucedido. No le importaba, su decisión ya había sido tomada y fuera conocida o no, era lo de menos.

No lo movía ninguna sed sanguinaria, no mataría a nadie innecesariamente.

Echó un ojo al resto, no vio a nadie conocido. Al fondo estaba la carreta, pero ninguna señal de Erin o Gorsha. Frente a él se encontraban varios de los enanos que las habían saludado. Sin embargo había visto una segunda flecha, venía del bosque, cerca de los riscos que servían de parapeto a la caravana.

No tendría tiempo para mucho, a pesar de su acción no sabía si los de Penda lo tomarían aún por adversario, así que gritó en voz alta. - No soy enemigo, no he venido a luchar contra vosotros, como habéis visto. Más bien al contrario. - Evitó hablar de las dos mujeres por si habían decidido huir o pasar desapercibidas, a pesar de que las conocían. Mientras hablaba iba acomodando el arco en su hombro como señal de tregua, pero puso su mano en el pomo de la espada por si era necesario.

- Nada tengo que ver con Odrin, ni con Penda, ni con nadie más del norte. - Aunque confiaba en que de momento esto valiese para calmar los ánimos, seguía sin confiar en que no fueran hostiles, así que se preparó para lo peor. Al menos había demostrado que no iba a ser fácil vencerle.

En cuanto se hubo adentrado en el bosque, a cubierto de cualquier flecha ocasional, aminoró el paso al ver que nadie le seguía. Después de él los norteños rompieron filas y empezaron a huir en desbandada, algo muy sensato ante el giro de acontecimientos, esperada poder asomarse a la linde del bosque y seguirlos en su huida hasta Odrin. Una derrota nunca era bien recibida, pero al menos habían podía separar la paja del grano en aquella lid. La reina no se iba a tomar muy a bien la traición de aquellos tres, pero al menos él ya se lo había advertido, por otro lado la alianza de los enanos con Penda no era un buen presagio mucho menos teniendo en cuenta las armas con las que contaban.

Independientemente de que consiguiera atrapar a los restos de su bando intentaría hacer una buena hoguera con hojas verdes, para que la humareda se viera desde la lejanía; luego seguiría la marcha en espera de que alguna patrulla de su bando le encontrase. Los enanos no irían tras ellos, eso era seguro, tenían mucho trabajo con aquellas bolas de piedra, el Lucerano confiaba en que su suerte le brindara la oportunidad, en zona de guerra abundaban las patrullas si apareciera una de su bando podría acabar con las mermadas tropas de la cantera; sobretodo si se trataba de los hombres de la Serenisima o de los Buscasangres, los cuales iban a caballo y se desplazaban con rapidez. En cierto modo al estar cerca de la ciudad de Odrin había más posibilidades de que acudieran aliados que enemigos ante la señal, si la mala suerte hacia que fuera el enemigo siendo tan pocos hombres no creía que fuera un problema ocultarse en el bosque. De todos modos él era una perra del destino, en las peores ocasiones Duque había prosperado donde otros hubieran muerto, una vez más tentaría su suerte...

 - Buena puntería - pensó Erin, al ver cómo un chorro de sangre brotaba de la garganta de Emil. Al menos esa muerte no estaría sobre su conciencia, que ya empezaba a acumular más peso del que a Erin le habría gustado.

 - Pues... - empezó a responder a Gorsha, sin saber todavía muy bien qué le iba a decir.

Sin ayuda de la muchacha, que había errado el tiro, los de Penda habían logrado detener el ataque de los hombres de Odrin; no obstante, los dos humanos y los dos enanos que se habían quedado junto al carro se percataron de su presencia, y el enano joven se giró hacia Gorsha y ella, barriendo todo el espacio con el trueno de mano que empuñaba.

Erin nunca había visto los estragos que podía causar un arma como aquella; y tampoco quería comprobarlo sobre su pellejo. Tenía que explicarse rápido, y hacerlo de forma convincente. Gorsha podía darse por contestada.

 - ¿Cómo se llamaban los enanos?  El viejo era Thánur, el que me echó la bronca por tirar al borracho en El Descanso del Guerrero; ¿y el otro?  Meh, es igual...

 - ¡No dispares! - dijo, mientras bajaba el arco muy despacio - ¡Thánur nos conoce!  Estamos de vuestra parte.

 - Espero que me crea. Y espero que el enano gruñón se acuerde de mi cara, porque de lo contrario vamos a tener un problema...

Siguió inmóvil salvo por el sutil movimiento de tensar el arco tras ver la reacción de los ballesteros. Ahora eran tres, y confiaba en poder matarlos aprovechando que aún era uno con el bosque. No entendía que estaba pasando, no comprendía el cariz de la conversación ni la reacción de los mercenarios, pero dadas las circunstancias, lo mejor era luchar. Arahan se encontró pensando que a ver si de ese modo lo mataban de una vez.

Al escuchar las palabras respecto a la situación en el castillo, la sombría no pudo evitar sorprenderse por un instante, antes de mantener la compostura. La posibilidad de que, al ser alguien tan vinculada a la vida, la pelirroja pudiera percibir lo que sucedía en aquella sala, lo que estaba haciendo con esos prisioneros, no era algo que había esperado, si bien, ahora que lo pensaba, no sería nada fuera de lo normal. Era probable que, debería de olvidarse de continuar con sus experimentos, mientras la silvana permaneciera en el interior del castillo. Tal vez, lo mejor, sería apoderarse de las almas de los dos prisioneros que quedaban, deshacerse de sus cuerpos, y esperar a que la montaraz se marchara antes de continuar. Sí, no sería una mala idea, no cuando la posible percepción por parte de Aelirenn podía causarle ciertos problemas. En lo preferible, no deseaba hacerle daño a la bella pelirroja, principalmente porque, a pesar de lo que podía percibir, y de ser una montaraz, la mujer resultaba de su agrado, lo suficiente como para no desear nada malo hacia ella. Sin embargo, no tendría otra opción que matarla, si descubría algo que no debía. De por sí, el hecho de que hubiera podido notar algo, y que se encontrara en ese estado, era lo suficientemente preocupante para la nigromante, por lo que, la idea de matarla, ya se encontraba en su mente. Aún así... no sabía muy bien cómo funcionaba la organización de los montaraces, por lo que no sabía si era buena idea matarla, si aquello podría llamar la atención de otros como ella.

Suspirando, para luego considerar lo que haría, no tardó mucho en apoyar su mano sobre una de las manos de la silvana, de manera cariñosa, intentando consolarla, a pesar de ser ella la posible causa de lo que Aelirenn percibía. - Tranquila, mi querida Aelirenn. Creo que el encierro te ha hecho mal. - Aseguró en un tono meloso, en el momento en el que cogía su mano para acariciarla con delicadeza. - Tal vez... sería mejor que continuaras tu camino. Está claro que la vida en un castillo no es para ti. - Dijo de manera amable, mientras guiaba sus labios al dorso de su mano, besándosela en un gesto cariñoso, demostrando su preocupación por el estado mental de la silvana. Lo mejor sería hacer que comprendiera que era la vida entre tanta roca, lo que estaba jugando con ella, volviéndola paranoica, para que se olvidara de aquello que no le permitía dormir. Si habría sabido que invitarla al castillo, la dejaría en ese estado, jamás la habría invitado, principalmente porque no sólo no deseaba que descubrieran lo que estaba haciendo en aquel sitio, sino también porque la montaraz era lo suficientemente de su agrado como para no desear involucrarla. Debería haber imaginado esa posibilidad, si bien no lo había pensado demasiado, de eso no había duda. Sin embargo, aún había tiempo para alejarla de aquel sitio. Sólo debía de jugar lo suficiente con ella para que danzara sobre su mano. No deseaba otra cosa que convencerla de ello. Sería lo mejor para ambas.

- El encierro está jugando con tu mente, mi querida amiga. - Afirmó en un tono suave, para luego susurrar algo que no podía ser oído más como un mero suspirar de su parte. Parecía que sería mejor usar un hechizo en ella, uno que le permitiera debilitar su mente lo suficiente como para poder manipularla como deseaba, y así evitar matarla cuando la pobre mujer era tan adorable como para merecer algo así. - Tal vez... regresar a tu mundo de vida sea lo mejor. No es bueno encerrar a una hermosa criatura en una jaula... ya que aquello sólo le quitaría el brillo de su ser. - Susurró gentil, a medida que deslizaba su mano por el rojizo cabello de la montaraz, haciéndolo a un lado para luego besar su cuello con cariño. - Supongo que es mi culpa por haberte invitado a éste lugar. Los castillos no son para ti. Debí imaginarlo. - Le susurró de una manera que parecía demostrar su preocupación por el bienestar de la silvana, como si no deseara que ésta enloqueciera como lo estaba haciendo poco a poco. - No puedes permanecer lejos de la naturaleza, de lo que amas, ¿verdad? - Continuó con aquel tono dulce, jugando con ella, antes de que sus labios continuaran disfrutando de la delicada piel de su cuello, mimándola con todo el cariño que podía ofrecerle, esperando que aquello sirviera para persuadirla y romper un poco con aquel estado alterado de su mente. Sus manos no tardaron en acariciar las delicadas mejillas de la pelirroja, en el momento en el dejaba de concentrarse en su cuello para mirarla directamente a los ojos, una mirada afectiva, sensual... tentadora, para luego no tardar mucho en buscar los labios de la montaraz en un beso pasional, que demostrara el deseo que sentía por ella.

Ussia sonrió, casi agradecida, viendo que aquella información le era de bastante utilidad a Mildred. Y más aún viendo que la felicitaba. Hizo una humilde y pequeña reverencia, satisfecha por haber conseguido algo que ni siquiera se veía capaz de hacer. Ussia, comerciante y espía... Esto son de esas historias que se cuentan a los hijos o a los nietos, cuando todo esto ya haya quedado muy atrás...

- Me alegro de que decidieran unirse al final. Estaba segura de que podrían encajar bien con vos. - comentó aliviada. Fiora le había dado una buena impresión y por cómo había hablado, los ideales de la reina y los suyos parecían ir hacia la misma dirección. Y será un ejército menos al que enfrentarnos.

Lo que sí le sorprendió fue la fuerza militar que tenía aquel reino. También era cierto que el poco tiempo que había pasado allí había sido en una "celda" y no había visto tantos soldados por las calles como en Cregan. Asintió satisfecha ante la noticia y esbozó una leve sonrisa al saber que al menos Syndra seguía allí. Pero tampoco se esperaba que aquella montaraz siguiera con ella ni se hubiese presentado allí por su propio pie, anunciando que había matado a la bestia. 

- ¿Una bestia? Algo menos de lo que preocuparse, es una buena noticia. - afirmó tranquila. No hizo comentario alguno ante que apenas hubiese salido de la habitación, aunque sintió un pequeño pinchazo que le hizo bajar una ceja. No pasa nada, Syndra y yo tampoco somos... No es que haya vuelto precisamente por ella. Sólo por el oro. Nada más. Intentando reafirmarse, la mediana asintió repetidas veces, distraída, antes de mirar a la Reina - Os lo agradezco, iré directamente a buscarla. Si no necesitáis nada más de mí...

Hizo una leve reverencia para despedirse y se giró con ademán de irse hacia la habitación que le había indicado, previa espera por si Mildred quería preguntarle algo más.

 -¡Bajad esas armas, no vamos a pelear!

Gorsha se había quedado al lado de Erin, levantando las manos vacías en señal de tregua. Ojalá vieran que sus intenciones no eran belicosas.

 -No os hemos atacado, esa flecha iba para el comandante de Odrin. ¡Thanur, sabes que somos mejores que esa escoria que os ha atacado!

Se la estaban jugando bastante, pero era la mejor alternativa que tenían. Ya habían dejado bastante claro que no estaban con los de Odrin, viendo cómo les habían dejado de vendidos en el combate. Sólo esperaba que los enanos estuvieran abiertos al diálogo.

 -¿Qué os parece si damos esto por terminado con una buena cerveza?

La batalla había acabado, con bajas mayoritarias por parte del reino de Odrin. Los enanos no tenían que lamentar pérdidas en su pequeña caravana y todo su equipamiento parecía intacto. ¡Eso podía considerarse una victoria! Y las victorias había que celebrarlas, ¿no?

Una vez que el viejo enano miro con gran desprecio al mercenario que escapo como si fuese el más vil pedazo de mierda, Belandir ordeno a los norteños a que saquearan y mataran a todos los sobrevivientes a toda prisa. El sabía que era cuestión de tiempo para que el enemigo sepa de lo acontecido aquí y, cuando eso suceda, ya deberían estar unidos a la fuerza principal-. Ahora solo queda eso…-. Se dijo a si mismo mientras llenaba una pipa con abundante tabaco mientras invitaba al arquitecto a seguirlo rápidamente hacia donde el carro se encontraba.

-. ¿De nuestra parte? -. es lo que declara el demacrado enano al momento de llegar y escuchar las palabras de los mercenarios, su tono era despectivo y su mirada inquisitiva tal como si estuviese en presencia de las escorias más deplorables de aquel mundo-. ¿No eran ustedes los que estaban acompañando a la mierda de Odrin y, al ver su inminente derrota, vienen a mendigar piedad después de violar su contrato y traicionar a su patrón? Si es que realmente han anulado su contrato ¿Quién sabe? Incluso pueden que sigan trabajando para nuestro enemigo y hagan esta patética escena para que bajemos la guardia-. Una oscura sonrisa se dibuja en sus partidos labios-. Además ,¿conocer a Thanur? ¿Desde cuándo beber con algún desconocido por mera coincidencia es una muestra de convertirse en camaradas?-. Sus silabas estaban cargadas de una antipatía total hacia los nuevos invitados-.  Lo que veo es que son solo un grupo de cerdos oportunistas que van con patéticas escusas emocionales y tretas de tercera para escapar de sus malas elecciones o solo es parte de otro plan para cargar contra nosotros-. Declara con visibles signos de asco hacia el grupo de mercenarios al mismo tiempo que el humo del tabaco rodeaba el rostro de Belandir para luego salir y comenzar un baile sensual con el martillo que se alojaba a su alrededor mientras unas palabras en enano salen de los labios del oscuro comandante.

Para el enano, no había nada más indigno que violar un contrato que se firmó entre dos partes de forma voluntaria…

Palabras en enano:

-. Sugiero la ejecución inmediata de estas escorias traidoras-. Fueron las palabras, en su lengua natal, que salieron de la boca del enano mientras ordenaba a los soldados enanos, con la mirada, a que estén listos para el asalto-. No podemos estar en compañía de insectos que no saben el valor y el honor que hay detrás de un contrato, si es que realmente lo han roto-. Dijo hacia el jefe de la caravana enano y a su mismo patron-. Espero que no sean tan estúpidos como para caer en su juego mental de chantaje emocional… ya es suficiente con tener alguien incapaz de disparar-. Finaliza, dirigiendo sus inquisitivos al joven enano para luego caer en los mercenarios.

El anciano enano concentró sus esfuerzos en bloquear cualquier ataque del humano que había en pos de su compañero, pero para su sorpresa, el hombre emprendió una veloz huida en lugar de continuar con el combate. No había honor alguno en su accionar, pero esa raza era capaz de cosas así y aún peores. Como sea, Belandir estaba fuera de peligro y el combate se había inclinado en favor de Penda. El golpe de gracia lo había dado una flecha que eliminó al líder de Odrin al atravesar su cuello, la cual había sido disparada por el otro hombre que había acompañado a Gorsha. Vaya, que imprevisibles resultan ser estas criaturas, pensó observándolo un instante con curiosidad. Puso su mano en el hombro del guerrero enano y le dijo unas palabras en su idioma con animosidad, dando un par de palmadas sobre él.

- Creo que nada tenías que ver con el norte, porque ahora estás más dentro que muchos de nosotros. Llegará a oídos de Odrin lo que has hecho con el líder de su grupo... pero estás de suerte, también llegará a Penda tu heroísmo - dijo al hombre del arco, luego le hizo señas para que se acercase y avanzó unos pasos hacia dónde estaba Fronar. El líder portaba su gran hacha ensangrentada - Ha sido un gran combate, han huido como cobardes! Pero creo que la victoria se la debemos a éste enano que supo cómo dar vuelta la balanza - le dijo señalando a Belandir, cuyo liderazgo fue clave para el combate - Y a éste extraño que decidió actuar con sensatez - dijo luego señalando al hombre del arco. Sus palabras eran meras presentaciones que ponían en evidencia el heroísmo que ambos habían desplegado, cada cual en su medida, pero nada más pues poco le interesaba al arquitecto los asuntos de guerra. Su objetivo era otro, y no veía la hora de terminar esa absurda matanza lo antes posible.

De repente escuchó su nombre a lo lejos, en torno al carro de los enanos, y al voltear vio a Erin y a Gorsha. Él volvió a levantar el mazo y las saludó con entusiasmo. Ellas no habían ayudado en el combate, así que Fronar no sentiría ninguna simpatía por las dos, pero su no intervención bastó para que las cosas sucedieran de ese modo, así que no se opondría a su compañía. Caminó hacia ellas con rapidez, estaba seguro que Thorskar ya las habría reconocido, después de todo, ambas habían protegido la caravana durante el cruce del paso. - Me alegra verlas! Vengan, acérquense - dijo haciendo un gesto afirmativo con su cabeza al líder Wedrun, y pronunciando luego unas palabras en su idioma de origen. Sin embargo esa amabilidad no tenía un ápice de ingenuidad, y Thánur sabía que el resto de los enanos tampoco lo tendría, y las palabras de Belandir pronto se hicieron escuchar dejando atrás toda duda..

El haberse escondido en la retaguardia en lugar de haber ayudado no era el mejor mensaje para el mercader y los suyos, y quien sabe cuanto tiempo pasaría hasta que volviese a confiar en ellas como antes. Él mismo no terminaba de comprender porqué no lo ayudaron, y menos aún porqué uno de sus compañeros trató de matar a Belandir. La flecha del otro voló recién cuando Odrin había perdido la batalla y no antes, todo eso podía pasar inadvertido para los humanos de Penda pero no para ningún enano. Su propio compañero cuestionaba fuertemente que hayan traicionado a Odrin, después de todo que podía evitar que traicionasen a Penda o a los enanos más adelante? El anciano arrugó su frente, mientras recordaba como Gorsha había ido hacia Cregan en compañía de los Gorriones y ahora acompañaba al grupo de Odrin, aún siendo consciente de todo lo que Logan les había contado sobre la bruja llegada desde el sur que se había casado con el rey y provocado toda esa guerra. Algo esta muy mal, muy mal, pensó preocupado. De todos modos, abrió sus brazos como si fuesen sus invitadas de honor y con una gran sonrisa respondió a la orca - Acepto esa cerveza! Tenemos mucho de que hablar -. 

Thánur puso su mano en el hombro de Belandir apenas terminaron el combate y le dedicó unas cordiales palabras en enano - Has sido el héroe de este combate, sin tu determinación los cobardes de Odrin podrían haber ganado. Eres un gran Comandante -dijo sabiendo que no necesitaba de sus palabras para saberlo - Me enorgullecen tus palabras, es un honor estar unido a otro enano por sangre y sudor - ciertamente jamás nadie le había dicho algo así, y viniendo de Belandir, aquello era algo invaluable que Thánur jamás olvidaría.

Thánur dijo unas palabras a Fronar hasta que llamó su atención la mención de su nombre desde la retaguardia de la caravana. Reconoció a las dos mujeres de la Taberna y no le costó imaginar qué hubiese pasado si hubiesen intervenido en favor de Odrin. Sin embargo, nada habían hecho para ganarse la confianza de ninguno de los presentes. Avanzó hacia ellas y pronunció unas palabras en enano hacia Thorskar tras asentir con un gesto hacia él - Ellas protegieron la caravana con su vida días atrás, y ningún mal nos han hecho, démosle una oportunidad - sugirió.

A sus espaldas la voz de Belandir sugería todo lo contrario, y él no podía negar que tal vez su compañero estuviese en lo cierto, pero Thánur era así, hablaba antes de golpear y agotaba la vía pacífica antes de entrar en conflicto. Aún así, ya le había demostrado a su compañero que sabía distinguir cuando era momento de callar y tomar las armas, y éste no sería un caso diferente. 

-. Recuerda que estamos en una maldita guerra Dangorín y no en un patético viaje de vacaciones, si insiste que nos acompañen, una vez que volvamos a la fuerza principal, pediré la anulación del contrato… no pienso ensuciarme ni pelear junto con patéticos animales sin honor -. Replica ante ingenuidad del artesano, ignorando por completo las primeras palabras de elogio por parte de Thanur-. Sobre aquella caravana-. Responde ante aquel tenue recuerdo en donde ingresaron en estas frías tierras-. Es un acto que incluso un retrasado mental llegaría a la conclusión que le convenía cooperar…-. Miró al jefe de los enanos guerreros-. Te daré un único consejo producido por mi experiencia-. Sus ojos eran inquisitivos y bastante oscuros-. No debes confiar nunca en aquellos que cambian de bando con total facilidad e indiferencia, estos mercenarios son solo escoria, en especial en tiempos de guerra…-. Finaliza para luego fijar su mirada a los guerreros presentes.

Thánur escuchó a sus espaldas que Belandir volvía a hablarle en enano, entonces se volteo hacia él y ambos se sumergieron en un diálogo áspero a la vista de todos, pero cuyo contenido sólo los de su raza estaban llamados a oír. 

El anciano arquitecto se volteó hacia Belandir, que llegó a amenazarlo con pedir la anulación del contrato, el mismo que ambos habían jurado respetar y el que acababan de sellar con sangre y sudor, el Comandante sentía tanta repulsión por ese grupo que en el olvido había quedado que le había salvado la vida o que andaban con bárbaros humanos que no conocían la palabra honor. De todos modos escuchó sus palabras, él sabía mucho más de guerra y sin duda encerraban sabiduría detrás de su enfado. - Acaso tú sabes qué contrato tenían con Odrin? Acaso los han ayudado aún cuando iban ganando? Yo sólo he visto que han detenido sus armas cuando me vieron, en honor a eso no voy a fomentar que se levanten las armas contra ellos - 

- Si vienen o no con nosotros a la batalla no me corresponde a mí decidirlo, Fronar dirige el grupo de hombres de Penda, pero no tenemos idea del honor de ninguno de esos bárbaros como para desgarrarnos las vestiduras por estos tres. En cuanto a nuestro contrato, diste tu palabra de protegerme, no de entrar en esta estúpida guerra, así que no olvides tus prioridades - dijo con aspereza, sin ocultar su decepción.

- Pero en cuanto a nuestro viaje al norte, una vez acabada toda esta locura de sangre, respetaré tu pedido, y no me fiaré de aquellos que no se han ganado nuestra confianza - agregó, dejando claro que había entendido su mensaje y lo tenía en cuenta, una cosa era viajar con Nimrod y su aprendiz, que habían peleado a su lado y sanado sus heridas, y otra muy distinta era hacerlo con éstos mercenarios que se escondieron en el momento más difícil. 

-. Ahí donde tu vez inocencia, yo veo la cobardía que puede ser tu perdición-. Declara el enano con respecto al contrato que los otros mercenarios habían dado-. Mi juramento es protegerte, eso lo se arquitecto, pero eso no significa que este mudo ante decisiones estúpidas que aumenten las probabilidades de tu muerte, entre ellas,  ir a conversar como si nada con la escoria cobarde-. Finaliza-. Pero ten en cuenta algo-. Sus ojos miran los del canoso artesano-. No permitiré que aquella inmundicia marche a la par y se mezcle con los valerosos guerreros de nuestra raza que han dado pelea en defender el legado cultural y tecnologico de nuestro pueblo-. Finaliza para luego dar media vuelta y mirar a los hombres enanos con una mirada de soberbia sombría y con un orgullo nostálgico, digno de un buen tirado homicida al momento de contemplar a sus fieles perros de caza.

Erin recordaba al enano de la posada, aunque no su nombre, y le escuchó durante su alocución.

A medida que el pelirrojo se explayaba, la mano izquierda de la muchacha se cerraba con más fuerza sobre la empuñadura del arco, y el color acudía a sus mejillas, hasta que, finalmente, como si alguien hubiese cortado las cuerdas que la amarraban, dio un paso al frente con energía y le replicó indignada.

 - ¿Mendigar? ¿Quién mendiga aquí nada, enano?  ¡Si hubiera querido huir, ni siquiera me habrías visto! ¿Me vio alguno llegar hasta aquí, acaso? ¿Eh? - dijo señalando al suelo con el índice de la mano derecha, antes de usar el mismo dedo para señalar al guerrero, desafiante - ¿Y de qué contrato hablas? ¿Sabes acaso por qué marchábamos junto a los de Odrin?  ¡Ni siquiera recuerdas hacia dónde nos dirigimos nosotras cuando nos separamos en el Paso! ¿Es que fuimos a Odrin?  No, ¿verdad?

En efecto, Gorsha y Erin, acompañadas por Gwyl, Yriel y el difunto Erizo, se habían dirigido a Cregan junto a los Gorriones. Por supuesto, aquel enano no podía saber todo lo que les había sucedido desde que se separaron, pero sus palabras habían ofendido a la joven, que, visiblemente molesta, y ajena a que su interlocutor ni siquiera tenía por qué acordarse de aquello, seguía contestándole airada:

 - Me da lo mismo que te fíes de nosotras o que no lo hagas; si de verdad estuviésemos sirviendo a Odrin, en vez de estar aquí discutiendo, ya estaríamos de camino para delatar vuestra posición... y la del carro - añadió, señalando al vehículo - Pero si quieres, podéis seguir haciendo ruido, a ver si volvéis a tener suerte con la próxima partida de exploradores que venga. Podríais colgaros cencerros y seríais más discretos - zanjó enfurruñándose.