Partida Rol por web

Crónicas del Fin I: Camino Sin Retorno

Prólogo: El Descanso del Guerrero

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26/03/2018, 13:25
Narrador

El sol ya se había ocultado tras las montañas y sus últimos rayos empezaban a desvanecerse para ir dejando paso a la noche. El frío iba en aumento al mismo tiempo que la oscuridad, y a pesar de que el invierno estaba llegando a su fin, para algunos de los que habían vivido su vida en las tierras de más al sur, lo sentían calarles los huesos, poco acostumbrados a aquellas temperaturas.

Por suerte, ya se encontraban cerca del lugar al que se dirigían, a lo lejos se empezaron a encender luces de faroles que los guiaban en su camino. Y más allá, la menguante luz diurna todavía dejaba apreciar la entrada al Paso de Ursuul, uno de los dos caminos principales que atravezaban el Macizo de Tar y comunicaban los Pequeños Reinos con el resto de Achaea. Con suerte, si las nieves se habían deshecho lo suficiente y el paso volvía a ser transitable, estarían cruzándolo mañana.

Conforme se acercaron hacia el establecimiento, vieron que este era más grande de lo que había parecido en un principio. Había tres edificios en total: un poco más separado de los otros dos, había un granero de buen tamaño que también hacía las veces de almacén. Cerca del edificio principal se levantaba una larga construcción de madera cubierta que cumplía con la función de establo, con capacidad para una veintena de caballos, aunque no estaban ocupadas ni la mitad de las caballerizas.

La construcción central, de la que provenían la mayoría de las luces, era un enorme caserón de dos plantas. Se notaba que el local era de buena calidad: la edificación estaba bien hecha, con cimientos de piedra y buenos materiales, y el acabado exterior tenía aspecto de que lo hubieran levantado el día anterior. Las ventanas incluso tenían cristales, algo que uno se esperaba encontrar en una ciudad, no en una posada perdida en la espesura, tan cerca de las montañas y de la frontera. Sobre la puerta principal, podía leerse en grandes letras, en lengua Común y califgrafía imperial: El Descanso del Guerrero.

Se entendía que se tratara de un lugar que exhibiera tanta opulencia. Durante la mayor parte del año, aquella posada era una parada obligatoria para todo comerciante o viajero que quisiera entrar o salir de los Pequeños Reinos. Y por supuesto, para aquellos que le daban el nombre al local: guerreros y mercenarios que cada año acudían fielmente cuando terminaba el invierno, y que transitaban la zona de un lado a otro hasta que este volvía a llegar. La exclusividad de un tráfico así debía de dejar mucho dinero, y el propietario parecía saber invertirlo bien.

Cerca de los establos, dos enanos vestidos con una pesada armadura charlaban animadamente al lado de un carro de buen tamaño y cubierto con una lona. Al pasar junto a ellos, los siguieron con la mirada sin dejar de hablar, aunque uno miró de reojo los dos martillos de guerra que tenían al lado, apoyados contra el carro. Sin duda, vigilantes de caravana que montaban guardia junto a la mercancía. Al ver que pasaban de largo, los enanos dejaron de prestarles atención.

Tras quién sabe cuan largo viaje, los aventureros alcanzaron por fin el portal de la posada, esperando conseguir en ella el descanso que tanto anunciaba su nombre y que tanto necesitaban.

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30/05/2018, 16:03
Flint Gunder

- ¡Adelante, todavía queda sitio para alguien más! - invitó sonriente a los recién llegados, asaltandolos nada más entrar un hombre que hacía años había dejado la mediana edad, con una barriga tan incipiente como su calvicie. Parecía que todo su pelo se había trasladado para formar parte de su barba, la cual sí lucía bien frondosa - ¡Bienvenidos al Descanso del Guerrero! Soy Flint Gunder, el propietario, pero podéis llamarme Flint. Pasad, pasad, no os quedéis en la puerta, que se va el calor y en esta época todavía refresca ahí fuera. ¡Óscar! - llamó - ¡Ve a ocuparte de las monturas de los recién llegados! - ordenó a un chico joven, que a toda prisa salió al exterior para cumplir el encargo de su patrón.

El salón principal de la posada era muy amplio, debía de ocupar la mitad de toda la planta baja. Una robusta barra de madera circundaba una pequeña área tras la cual se puso Flint, listo para servir. Tras él, una abertura sin puerta dejaba entrar un agradable olor a estofado que a más de uno le haría la boca agua, por lo que en aquella sala contigua debía de encontrarse la cocina.

Al fondo de la sala, unas amplias escaleras llevaban al piso superior, donde estaban las habitaciones de los huéspedes, y donde los aventureros esperaban conseguir una noche de sueño. Aunque a juzgar por el volumen de gente que había en el salón, quién sabía si no estarían todas ocupadas. Todas las mesas, salvo una, estaban ocupadas por lo que sin duda alguna eran guerreros de todo tipo, humanos en su gran mayoría, armando un buen escándalo como solo podía darse en una taberna llena. Entre las mesas se movían dos chicas jóvenes, idénticas entre sí, sirviendo comida y bebida a los clientes que la pedían.

Una mesa era particulamente ruidosa a causa de un gran orco que de vez en cuando se reía con su potente voz, rodeado de los que parecían ser sus camaradas, un hombre de avanzada edad con un espadón a la espalda, otro tipo calvo de unos treinta años, otro hombre algo más joven, de pelo rubio y una capa de pieles a la espalda, un muchacho vestido de verde con un carcaj lleno a la espalda, y una chica pelirroja que parecía la más joven de todos.

Entre toda aquella amalgama de gentes de guerra, destacaban en una mesa pequeña en un rincón un hombre mayor que leía un libro indiferente al ruido, mientras delante de él, un joven cenaba de su plato en silencio. Ambos iban vestidos con elegantes túnicas, en vez de protecciones corporales.

También por su vestimenta destacaba un grupo de seis hombres de mediana edad, ya que iban de negro de pies a cabeza, aunque estos no tenían problema en llevar sus espadas al descubierto mientras daban cuenta de sus platos, sin participar en el barullo principal.

Llamaba la atención, ya no por sus ropas sino por su procedencia, otro grupo de seis enanos que parecía que iban por su segundo plato de estofado, a juzgar por el volumen de platos vacíos sobre la mesa. Las jarras también se vaciaban, pero se rellenaban con igual rápidez. Dos de ellos, uno adulto y otro joven para los estándares de la raza, iban ricamente vestidos. Los otros cuatro llevaban una armadura idéntica a la de los dos enanos que montaban guardia fuera.

En la barra, comiendo en solitario y con bocados pequeños, había una figura cubierta con una larga capa verde, cuya capucha cubría por completo la cabeza de la misma, llegando hasta tapar parte de la frente, lo que hacía imposible determinar quién podía encontrarse debajo del manto.

Por último, también en solitario, un hombre de mediana edad, vestido con una armadura pesada cubierta por una sobrevesta blanca, consultaba un mapa pensativo, tratando de encontrar algún punto concreto, aparentemente sin éxito.

- Sentaos, sentaos - les invitó Flint mientras les señalaba una amplia mesa vacía al lado de la que ocupaban los enanos - Me temo que es mi única mesa libre, pero creo que es lo bastante ancha para todos. ¿Que van a desear los señores y las damas? - el hombre, solicito a más no poder, no perdió la sonrisa en ningún momento. Se notaba que se acercaba la época de pujanza para el negocio.

Notas de juego

Lo de que solo haya una mesa libre es la excusa para que vayáis empezando a interactuar, pero por supuesto, tenéis toda libertad para moveros por la sala y hablar con quién queráis de los que están allí.

Sé que la narración está escrita como si estuvierais juntos desde ya pero llegáis a la posada por separado. Orden de llegada y sentarse a la mesa/hacer lo que queráis = orden de posteo.

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07/06/2018, 14:05
Director

Notas de juego

En un post privado o en tu mismo turno, si quieres, especifícame si usas el hechizo de ocultación, según si lo haces (y si tienes éxito en la tirada) tengo que escribirte una cosa u otra

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07/06/2018, 14:06
Narrador

Al entar en la posada, el hombre de la túnica que estaba enfrascado en su lectura, alzó la vista unos segundos en dirección a la puerta, hacia Frederika. Sus ojos se entrecerraron como si quiesiera divisar algo en la lejanía, cuando pareció encontrar lo que buscaba, hizo una mueca de desinterés con los labios y volvió a centrarse en su libro. Pero ambos sabían ya que el otro también era un mago.

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07/06/2018, 14:30
[Muerta] Syndra

La cabalgata había sido larga y agotadora, sin lugar a duda. Syndra no estaba acostumbrada a esa clase de viajes de su parte, si bien no había tenido opción, luego de aquello que había tenido que experimentar. Lo peor es que lamentaba el hecho de haber perdido aquella fuente de conocimiento, tan importante, tan útil para ella. Al menos aún le quedaba... su grimorio, que conservaba gran parte del conocimiento acumulado. Sólo debía continuar estudiando y experimentando como siempre hacía. No pudo evitar dedicarle una mirada a aquel libro negro, como si se tratara de su mayor tesoro... o su hijo. No había duda de que protegería aquello con todas sus fuerzas.

No obstante, tenía hambre y la noche comenzaba a hacerse presente en la región, lo cual dificultaría su viaje, que aún distaba mucho de un final. Chasqueó la lengua, molesta ante su suerte, sabiendo que no podría pasar la noche en medio de la nada. Viendo en la distancia las luces, sonrió complacida ante su suerte, sabiendo que estaba cerca de uno de sus destinos. Allí podría descansar y comer algo para recuperar las energías perdidas durante el largo viaje. Su caballo también necesitaba descansar ya que no parecía llevar el frío tan bien como ella.

Una vez, habiendo llegado a su destino de carácter temporal, hasta que tuviera que iniciar nuevamente su viaje, dirigió su caballo hacia los establos, notando que dos enanos la miraban con cierta atención, como si estuvieran atentos a lo que ella pudiera hacer. Detestaba esa clase de miradas, era como si la subestimaran, algo que no le agradaba para nada, como si pensaran que tenían una oportunidad contra ella. Si realmente quisiera lo que llevaban en ese carro, lo tomaría, y no podrían hacer nada al respecto.

- ¿Qué miras? - Le dijo a uno de los enanos, en la lengua de estos, antes de bajarse de su caballo y seguir su camino, deseosa por entrar a la posada. No desperdiciaría más tiempo en esos sujetos. Su cuerpo requería de descanso, al igual que su mente, y no tenía intención de darle más importancia a una raza, sin duda, inferior a ella. Darles más importancia por sólo unas miradas, sería como demostrar que estaban a su nivel, algo totalmente incorrecto para ella.

Luego de dejar su caballo, cercano a la posada, ingresó al establecimiento, con una expresión que demostraba el cansancio del largo viaje al cual se había visto sometida. En ese momento, vestía una larga túnica negra con ciertas decoraciones doradas a lo largo de la tela, al mismo tiempo que portaba una capa de la misma tonalidad, cuya capucha cubría gran parte de su cabeza, evitando que la mayoría pudiera apreciar con exactitud su identidad. Sabía que los elfos sombríos no eran de lo más queridos entre el resto de las razas, por lo que era mejor no mostrar demasiado su rostro a otros, al menos en lo posible.

La bienvenida del posadero la tomó por sorpresa, provocando que se  detuviera por un momento al entrar, y observando con detenimiento al humano. Ante semejante bienvenida, la elfa no pudo evitar asentir, aceptando el saludo del hombre, aunque no dando muchas palabras al respecto ni presentándose. Al humano lo único que le importaba era que le pagaran por los servicios que prestaba por lo que no había necesidad de tanta cordialidad por parte de ella. Lo que le importaba en ese momento era comer, y parecía que varias de las mesas ya estaban ocupadas, aunque algunas sólo por una persona o dos, lo que podía significar que no deseaban compañía o nadie había decidido sentarse con aquellas personas.

No obstante, algo llamó la atención en la "joven" elfa. Su mirada se dirigió al instante hacia el hombre de la túnica que se encontraba sentado en una mesa junto con otro chico también vestido con una túnica. En el momento en el que el sujeto entrecerró los ojos, la elfa hizo lo mismo, antes de perder total interés en éste. Mientras que no se metiera con ella, no tendrían problema. Sin embargo, ahora estaba claro que había otro en esa posada, por lo que debería de mantenerse atenta por si éste intentaba algo extraño. De cualquier forma, parecía que había una mesa libre, por lo que, por suerte, no tendría que lidiar con indeseables en ese momento. Sólo necesitaba sentarse y esperar a que la atendieran como correspondía.

- No es problema. Vino y algo para comer. Lo mejor que tengas preparado. - Le dijo al posadero llamado Flint, antes de mirar en dirección a la mesa libre. Sin pensarlo demasiado, caminó hacia la mesa, con la intención de sentarse y poder descansar un poco antes de que le sirvieran lo que había pedido. En realidad, esperaba que nadie se sentara con ella, pero sabía que, teniendo en cuenta las circunstancias, sería algo inevitable, por lo que simplemente tendría que tolerarlo. Tal vez resultaba alguien interesante, y no se aburriría demasiado. Sólo esperaba que no fueran una molestia. Detestaba a las personas ruidosas pero bueno... suponía que no habría diferencia, con la cantidad de personas que había en el interior del establecimiento. El bullicio era inevitable. Al menos el sitio no estaba mal, probablemente por la cantidad de viajeros que debía de recibir. En ciertos momentos, volvía a dedicarle una mirada breve al hombre de la túnica, por si éste intentaba algo, aunque parecía que no tenía tanto interés en ella, lo cual era bueno.

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07/06/2018, 15:53
[Muerta] Gwyl

Tras la paliza de caminata que me había pegado, y tantas noches durmiendo al raso en el frío la visión de las luces del "Descando del Guerrero" fueron como una bendición para mis ojos. La verdad es que disfrutaba de la marcha, la acampada y el frío nocturno del bosque... Pero en ese momento necesitaba una comida caliente y una cama (a ser posible un baño) con tanta desesperación como necesitan la primavera las golondrinas. Apreté el paso ante la perspectiva de un ambiente caldeado y una buena jarra de vino especiado, mientras una sonrisa jovial se dibujaba en mi rostro. Había, a parte, otra razón por la que la visión de aquel lugar me resultaba tan grata... Hacía un par de semanas, había perdido la pista de Mildred Domhnall y su hijo... Pero si de verdad se habían dirigido hacia los pequeños reinos como me habían dicho .... Si o si, habrían pasado por aquel lugar... Y seamos sinceros, una aristócrata caída en desgracia y su pequeño y mimado hijo llamaban la atención en aquellos parajes, lo suficiente como para que alguien les recordara. 

 

Al acercarme al "Descando del Guerrero" un par de enanos que guardaban una carreta me miraron suspicaces. Les sonreí afablemente, guiñando el ojo, y pasé de largo dedicándoles un saludo desenfadado con la mano. "Enanos" pensé negando con la cabeza mientras entraba en el próspeto local "Siempre tan desconfiados".  Me cubrí bien con la capucha de la capa, más que nada porque mi apariencia muqtarquí en un sitio tan norteño llamaba tanto la atención como una amapola en la nieve, y aunque no esperaba encontrarme este tipo de problemas aquí, ya había tenido suficientes problemas por mi aspecto en Altairea durante el trayecto. Observé la estancia, sumamente abarrotada, eligiendo donde sentarme. Había aquí y allá algunas mesas medio vacías, pero algo me daba en la nariz que si estaban así, era porque sus propietarios lo deseaban... Finalmente divisé una mesa en la que el encargado de la taberna estaba indicando que se sentase a una mujer con la cabeza, como yo, cubierta. El hombre me divisó y me hizo un gesto con la mano, por lo que me dirigí allí encogiéndome de hombros. ¿Quién sabía? Quizás la misteriosa dama resultaba ser agradable o interesante... Y la verdad es que el hambre y el cansancio no admitían que permaneciese más tiempo dudando. 

Me senté en la mesa frente a mi acompañante y incliné la cabeza hacia el posadero en un gesto de gratitud. - Yo quiero un buen vino especiado caliente, endulzado con miel - le indiqué al hombre - y un plato de eso que huele tan bien - agregué con una sonrisa. Luego me giré hacia mi compañera de mesa y constanté, con cierta sorpresa, que se trataba nada más y nada menos que de una elfa sombría, había visto muy  pocos y de lejos ... No obstante, no dejé que mi sorpresa se trasluciera en mi rostro, sabía por experiencia lo incómodo que era que te miraran como si de un gato verde se tratase, y estaba muy lejos de mis intenciones hacer sentir así a nadie. En vez de eso sonreí con afabilidad a la mujer, aunque algo me decía que no era precisamente conversadora, pero no estaba de más intentar... - Espero que no te importe que me siente aquí - le dije a modo de saludo - El lugar está muy lleno. Puedo conversar si quieres, y también puedo quedarme callada, como prefieras. Mi nombre el Gwyl, vengo de Viavenna. 

 

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07/06/2018, 16:44
Yriel Alessar

Esta jornada fue como las otras, larga y ardua, llevaba a cabo con largos pasos que terminaban con las piernas cansadas pero no así el ánimo, sobre todo al alcanzar una nueva posada.

Pudo ver a dos enanos cerca de la entrada, dirigiendo sendas miradas al parecer cargadas de suspicacia. Era posible que hubieran reconocido la forma de las orejas, pero eso no dejaba de ser divertido en el sentido de que los de su especie tenían fama de ser algo hoscos con las otras razas.

Yriel terminó por acceder al interior del lugar, encontrando una amplia sala colorida debido a los ropajes de tantas personas diferentes. No sólo se encontraban más enanos allí, sino algún viejo, otro grupo con vestimentas negras, un guerrero, la pequeña congregación del orco y la figura en la capa verde que bien podía ser un elfo o un montaraz. Muchas personas reseñables.

El posadero se mostró jovial a la par que educado. El espadachín al notar su actitud positiva asintió con una suave sonrisa.

-    Buenas noches tenga usted y todos los presentes. Me sentaré con gusto en la mesa y probaré ese estofado. De beber, vino.

Sólo quedaba una mesa libre y en ella, otra figura enigmática, la de una elfa sombría proveniente del norte según podía deducir de la piel que dejaba expuesta. No había conocido nunca a una persona de sus características y quizá tendría la suerte de hacerlo esta noche. Ya se preguntaba qué historias traería consigo de tan recóndito lugar. Todo ello contando con que no fuera a largarlo en cuando notara que se trataba de un mestizo. Por ahora, sería descortés sentarse justo a su lado, de modo que buscó dejar dos huecos entre ellos, de forma que no fuera demasiado cerca ni demasiado lejos, quedando así a una distancia cortésmente prudente.

En ese momento otra joven se le adelantó y tomó asiento, presentándose y ocupando el asiento de enfrente, lo que quería decir que él terminaría entre ellas dos.

-    Mi nombre es Yriel, un placer conocerlas a ambas.

Apartó entonces la silla y tras dejar la capa color negro apoyada en el respaldo se sentó. Llevaba una chaqueta de cuero y camisa, pero sobre ella portaba un camisote de mallas a modo de defensa. Dado que en su cinto colgaban dos estoques de las que se podían ver dos hermosos lazos gemelos, así como los mangos y las monterillas.
 

-    Yo marché de Viavenna hace dos meses con la intención de conocer otros lugares.

Creía que el cambio de aires no le había venido mal y rápidamente aprendió que fuera de su nación de origen las ciudades eran muy diferentes.

Se acomodó echando el cuerpo hacia atrás, dispuesto a esperar.

Notas de juego

Mi post se mezcó con el de Gwyl.

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07/06/2018, 17:08
[Muerta] Gwyl

Miré al recién llegado con la simpatía con la que siempre miraba a los mestizos, del tipo que fuera. Como mis queridos Sanlar y Lanlar, al hombre frente a mi la mezcla de los rasgos élficos y humanos le sentaba bien. Un humano muy estilizado, o un elfo muy tosco... En cualquiera de los casos, en mi opinión, atractivo. Le sonreí abiertamente ... Al menos el si parecía dispuesto a conversar. 

- Vaya ¡Hola Maese Yriel! - lo saludé imitando su tono formal, de forma un tanto pícara. A juzgar por sus ropas, debía pertenecer a una familia bastante pudiente, incluso su nombre me sonaba. Me quité la capa y la dejé colgada en el respaldo de la silla, decidiendo que mi apariencia muqtarquí no llamaría la atención en un lugar donde un semielfo y una elfa sombría compartían mesa. A parte, ¿por qué no decirlo? Mi simpático rostro era mi mejor arma cuando se trataba de conseguir información. Modestia a parte, sabía ser encantadora.  - Así que viene de la Serenísima República, como una servidora... Probablemente salimos casi a la vez - agregué - Hace frío por aquí, ¿ verdad? Por Viavenna para estas fechas las muchachas ya nos ponemos los vestidos de verano para pasar por los canales... ¡Ah! Lo que daría por un poco de sol. 

 

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07/06/2018, 17:48
Yriel Alessar

Tras el saludo del semielfo la joven le dedicó algunas palabras relacionadas con Viavenna y concretamente su clima. Tenían allí una temperatura bastante agradable y el acceso al mar que ayudaba a disfrutar de aquellas agradables brisas. Yriel le sonrió.

La mujer no parecía la típica habitante de la ciudad así que se imaginaba que sería hija de algún mercader establecido. Debía de tener una historia curiosa detrás.

- Sí, se está bien allí y navegar en su costa es una sensación de la que todos deberían de disfrutar. No ha pasado demasiado desde que partí pero espero volver, no sé, en un puñado de meses. Quizá una visita al año sería un buen lapsus de tiempo.

No era cuestión de desarraigarse de su ciudad natal que se podía decir que le había tratado de forma excelente. Un año pasaba rápido y por su cabeza tampoco estaba establecerse en ninguna parte así que se seguiría moviendo.

- ¿Volveréis antes que yo?

Indagó de forma genérica tratando de alargar la conversación. Le agradaba encontrar a alguien de allí en un lugar tan apartado como éste.

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07/06/2018, 19:54
[Muerto] Wülf Audersner

Había estado todo el día caminando, alejándose del lugar de su último trabajo. Le habían pagado bien, no fue uno cualquiera, aunque tampoco le costó demasiado. Ni siquiera gastó los materiales que poseía en su mochila, o en sus bolsillos. Aquello era de agradecer dados los tiempos que corren, pues cualquier bien que pudiera prolongar en el tiempo sería su salvación en otra circunstancia. Ah, aquel clima le recordaba a su hogar. Hacía mucho que no iba a visitar a sus padres, ¿debía hacerlo? Comunicarse siendo nómada era la mar de complejo, más todavía cuando se está tan atareado como Wülf lo estaba. Aún así le era saludable sentir un poco de nostalgia y rememorar tiempos pasados. Su inocente niñez, principalmente, y el amor de sus padres. Las historias que le contaban, las leyendas que escuchó, los rumores... Todo.

Parecía que la nieve no iba a dejarle acampar como siempre hacía, y la idea de pasar la noche en una taberna no le gustaba demasiado. Masculló entre dientes, siendo forzado a tomar aquella decisión. El Sol caía y era consciente de la necesidad de actuar. Con un pesar inmenso inició su caminata hacia el local que se hallaba más cercano; el Descanso del Guerrero. Había estado alguna que otra vez allí. Sus huellas quedaban marcadas sobre la blanquecina estepa que se formaba sobre la tierra, denotando el peso con el que cargaba y la poca motivación de la que disponía para llegar hasta dicho lugar. Sea como fuera, no tardó demasiado en verlo en la distancia. Parecía tan bullicioso como siempre, caótico e impredecible. Una parte de su ser le pedía no ir, pero otra ansiaba no morir de frío.

Finalmente llegó hasta el edificio y abrió la puerta. Fue alterado por la bienvenida del dueño, a quien realmente ya conocía de otras veces, pero ese entusiasmo nunca dejaba de ser sorprendente. El viajero asintió con la cabeza al escuchar lo que tenía que decir. Parecía que sólo había unos asientos libres con un pequeño grupo conformado por unos desconocidos. Él no era dado a socializar, pero necesitaba reposo. Cargar con todo aquello no era precisamente lo más fácil del mundo y sus músculos reclamaban algo de descanso. Gruñó por lo bajo de tal forma que no podrían escucharle y, aún sabiendo que se iba a resentir, fue hacia la barra. Dejó la mochila sobre sus pies pero no se quitó los numerosos cinturones que poseía, los cuales agarraban varias bolsas sobre la zona exterior de sus piernas. Pidió una jarra de cerveza, a pesar de que aborrecía el alcohol, y miró de reojo hacia aquellos que le habían arrebatado la última mesa.

Entonces se dio cuenta de lo variopinta que era la clientela del lugar, aunque sus ojos se repararon en los enanos. Joder, la última vez que estuvo con uno perdió todo el dinero en comida y aquellos no parecían diferentes, ¿sería una particularidad de su raza? A decir verdad, desconocía las costumbres de muchos de ellos. Estaba más familiarizado con los medianos, incluso con los elfos. De todas formas, entre todo lo que había, lo que más le intrigaba eran, a partes iguales, los dos hombres de las túnicas elegantes y los que vestían de negro. Estos últimos parecían pertenecer a algún tipo de banda o gremio, con un estilo de vestir determinado, o eso pensó Wülf. Detestaba aquel tipo de cosas, ¿qué necesidad había?

Por lo demás, poco y nada le parecía fuera de lugar. Resopló, eso sí. No quería estar rodeado de tanto ruido, ni estar tan en contacto con otros seres. Quería su soledad, quizá leer un poco, la calma de un bosque y su tienda... No aquello. En cierta manera ansiaba volver a su pueblo, pero no debía. No por el momento. Aún no había acabado ni se sentía satisfecho con sus obras. Ansiaba más. Mucho más.

Entonces regresó su mirada hacia la mesa con los dos elfos. Eran los únicos, o eso parecía. - Están un poco lejos... - Murmuró, sobretodo ante la idea de que aquel lugar era regentado por enanos. Los de aquella raza tendían a ser elegantes y delicados de aspecto, algo que Wülf siempre apreció. Quizá era algún tipo de idealización, fruto de su ignorancia, pero existía y estaba latente. Captaban su mirada como si fuesen algo extraordinario. Aunque la forma en la que él lo hacía era sumamente discreta, lejos de ser tomado por cotilla, pues su trabajo se resumía en ser sumamente sigiloso. 

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07/06/2018, 21:00
[Muerto] Erizo

Erizo marchaba por el sendero embarrado disfrutando del frío aire del anochecer. Iba con la capucha de su capa de lana echada sobre la espalda, para sentir la brisa helada en su rostro. Le gustaba aquel país, era frío, duro y honesto, no como las cálidas tierras del sur, llenas de perfumados nobles que regían la vida de la gente. Por lo que había escuchado, allí en los Pequeños Reinos eras noble hasta que venía otro bastardo aún más hijo de puta y te pegaba una patada en el culo, y a nadie le importaba un carajo si tu abuelo era el mismísimo Emperador de Altairea.

Cuando vio las luces en el horizonte señalando la presencia de un fuego y una comida caliente, se encontraba de buen humor, y ni siquiera el incidente del borracho de la última taberna le empañó el ánimo. El sol ya se había escondido, y los últimos vestigios de claridad le permitían esquivar los charcos de nieve a medio fundir del camino, cuando llegó a la taberna. Saludó cortésmente a un par de enanos que lo miraron con suspicacia sin responder a su saludo, y siguió su camino, la falta de cortesía de aquellos dos tampoco iba a empañarle la alegría de poder secarse las botas. Nadie allí lo reconocía, nadie le tenía miedo, nadie tenía ninguna rencilla personal con él. Es bastante refrescante.

Cuando entró, le dio la mano al posadero, que se mostró encantado de recibirlo en su fonda. Casi como si de verdad creyese que valgo la pena, aparte de por mi bolsa. Sin embargo, el falso entusiasmo del posadero tampoco empañó su buen humor. Le señaló una mesa casi vacía, y hacia allí se dirigió Erizo, saludando con un asentimiento de la cabeza a los presentes que se giraban para saludarlo.

—¡Cerveza! ¡Dos pintas! Y algo de comer, ¡caliente y barato! — le gritó al posadero, señalando la mesa a la cual se iba a sentar.

Tomó una silla y la estampó contra el suelo, al lado de una muchacha morena. Sonrió, mostrando los dientes, a los cuatro comensales, y saludó estirando la mano por si alguien se dignaba a estrechársela. No es que le importase, aquella noche estaba de buen humor, iba a comer caliente y a dormir junto a un fuego; y más importante aún, había cruzado toda la posada y nadie había intentado apuñalarlo.

—Erizo, medio orco y medio humano, gallardo mercenario, perdición de príncipes y rescatador de princesas —se presentó, carcajeándose de su propio chiste. La otra mano la mantenía en la pulida y familiar empuñadura del cuchillo. Es la fuerza de la costumbre, uno no se vuelve un hombre nuevo de la noche a la mañana.

Mientras se presentaba, paseó una inquisitiva, aunque sutil, mirada sobre los presentes, midiéndolos. A su izquierda estaba la muchacha morena, vestida de verde. Morena, probablemente mestiza de sangre Muqtarí, pero ¿quién soy yo para juzgar? Sin armas a la vista, pero con ropas sueltas y cómodas, nada de impedimentos a la hora de la acción. Esta es de la filosofía de los cuchillos rápidos, antes que las armaduras pesadas. La forma ágil y casi inconsciente en la que movía los dedos le confirmaba sus sospechas.

Luego había un elfo, no, un semielfo se corrigió prestando atención a las características mezcladas. Pero mierda, ¿que es esto? ¿la mesa de los híbridos? Este no tiene vergüenza alguna en mostrar sus armas, ese par de estoques de origen Viavennés. A Erizo no le gustaban nada aquellas armas, en general decoradas en exceso y utilizadas por los ricos para lucirse, sin embargo había sido testigo del daño que podían causar en las manos adecuadas. ¿Serán esas manos adecuadas? Las cicatrices que portaba en el rostro demuestran que ha tenido ocasión de usar esos aceros, pero no que los haya usado bien.

En tercer lugar se sentaba una figura menuda, aún encapuchada. ¡Y una elfa sombría completando el cuadro! Que agradable compañía. No parece tener más de veinte años, pero los malditos elfos son engañosos, puede tener doscientos. Sentada como si tuviese una lanza metida en el culo, a ésta le duele más de un músculo de la cabalgada, y pretende disimularlo. No está acostumbrada a las penalidades del camino. Expresión altiva, y de disgusto, ¿molesta porque un montón de pordioseros mortales se le han sentado a la mesa? No tenía armas, pesaría apenas cincuenta kilogramos, y le llegaría a Erizo por la cintura, sin embargo, el mercenario aferró aún con más fuerza la empuñadura del cuchillo. Nadie indefenso llega muy lejos sin escolta por los caminos del norte. La posibilidad de que la maldita elfa fuese una hechicera le había agriado un poco el buen humor.

Notas de juego

Entiendo que el señor Wülf Audersner aún no se ha sentado a la mesa.

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07/06/2018, 23:25
Ussia

Los últimos días habían sido eternos y, a pesar de estar acostumbrada al largo recorrer de los caminos, sus piernas y su voluntad perdían cada vez más fuerza por cada pueblo que pasaba. Sus pies le habían llevado al Paso de Ursuul, deseosos ellos también por abandonar cuanto antes ese maldito país y pasar página, comenzar un nuevo capítulo de su vida. Ussia lo necesitaba más que nada en aquellos momentos.

Las luces cada vez más cercanas de la posada la sacaron de sus poco frecuentes pensamientos derrotistas, alumbrándola con un pequeño faro de alegría. Sabía dónde estaba, y sabía que allí se le podrían presentar buenas oportunidades. Ya fueran otro grupo de comerciantes o, mejor aún, una caravana, podría conseguir acoplarse a ellos para volver a su tierra natal.

Pero ¿quería volver realmente a casa? Seguramente sus padres le espetarían que cada vez les visitaba menos, aunque no dudarían en acogerla durante un tiempo. Casi podía imaginarse a su padre limpiando su pipa y rememorando historias de cuando ella y sus hermanos eran pequeños, al lado de la chimenea. Y las risas y correcciones habituales de su madre, preparando en la cocina sus deliciosos bollos de hojaldre rellenos de mermelada. Siempre que iba a visitarles, Ussia acababa cargada con un par de sacos de bizcochos, galletas y algún pastel de carne. "¡Cada vez te veo más flaca!" le decía su madre, preocupada porque no comiese bien.

La mediana sonrió, imaginándose ya la situación en su... No. Aquel no era su hogar. Un destello de realidad la trajo de vuelta y se giró hacia él. ¿Podría ser...? No, no debía hacerse ilusiones. No conseguía ni siquiera distinguir bien su forma, y aunque pudiera, en cierto modo sentía que su mente no sería capaz de reconocerlo. Se quedó atónita unos segundos, intentando vislumbrar aunque fuera un trozo del carro bajo aquella estúpida lona. Sin embargo, ya fuera por su mirada fija o su boca entreabierta, tuvo que llamar sin querer la atención de los dos guardias enanos. Cuando vio que uno parecía dispuesto a echar mano del martillo, Ussia giró la cabeza sin cambiar la expresión y siguió andando lentamente, como si estuviese admirando la enorme posada.

Lo que quedaba de camino hasta la puerta estuvo plagado de dudas, de mordiscos a su lengua para mantenerla en su sitio y de pequeñas palmadas a sus piernas para que siguieran hacia delante. Debía contenerse por no volver atrás a rogarle a la bélica pareja de enanos, por no arrancar esa estúpida lona y por lo menos salir de dudas.

Finalmente consiguió atravesar el umbral de la puerta sin causarse más percances. El local estaba tan lleno que los deseos de Ussia por descansar parecían ahora imposibles. Pero no quería darse por vencida. Casi de forma automática, se quitó la capucha de su capa azul, se sacudió las ropas sencillas de polvo y posibles semillas, y se limpió los pies en la entrada lo mejor que pudo. Su fardo de mercancías, sin embargo, siguió bien sujeto a su espalda.

- Mil gracias, buen señor. Y la mesa no será problema, en mi caso tendré espacio de sobra... - le devolvió la sonrisa.

No obstante la sonrisa se congeló durante unos instantes, en los que Ussia había avistado la mesa de los enanos, junto a la que le había indicado el posadero Flint. Mismas armaduras que los de fuera y dos que parecían nobles. Por lo menos ya sabía a quién le "pertenecía" el carro de fuera. La cuestión ahora era ¿cómo abordarle? Lo más seguro es que la ignorasen si les pedía ver su carro, aunque casi era aún más probable que la tomasen por una ladrona. Y aquel día estaba demasiado cansada como para huir de una marabunta de enanos furiosos. Tan pensativa se encontraba, que no se percató de la mirada expectante del posadero.

- Ah, sí, ¿no tendrá hidromiel por casualidad? Y, se lo ruego, no me deje sin uno de esos apetitosos estofados. Es justo lo que una necesita para días tan fríos como éste – sonrió de nuevo, deseando que el precio no se sobreexcediera en aquellas fechas.

Sin apenas fijarse en la mesa que le había indicado, Ussia se sentó en la silla más cercana a la mesa de los enanos, esperando poder descubrir algo durante la noche. O por lo menos tener alguna oportunidad de hablar con ellos antes de que se marchasen. Dejó el fardo en el suelo, entre sus piernas, cuando se sentó a la mesa.

Tan pendiente había estado de los enanos, que al alzar la mirada se sorprendió de encontrarse entre un grupo tan variopinto: una muqtarquí, una elfa y dos mestizos. Echó un breve vistazo a otra de las mesas, donde le había parecido ver también un grupo "curioso", y no pudo evitar preguntarse si estos también serían guerreros. Aunque a juzgar por la presentación que acababa de hacer el semiorco, parecía que todos estaban casi en la misma situación.

- Ussia, mercader y viajera. - respondió tomando la mano de Erizo entre las suyas, a pesar de que la situación resultase algo cómica por la diferencia de tamaño. Luego sonrió a los demás - Mis disculpas, esta era la única mesa que quedaba libre. Espero no causarles ningún inconveniente.

Tras ver al grupo, su curiosidad se había trasladado hacia ellos, pero prefería esperar a que hablasen por sí solos. Mientras tanto, estaría atenta a que los enanos no se marchasen demasiado pronto.

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08/06/2018, 01:01
[Muerto] Belandir

Gritos desgarradores de mujeres y niños siendo ultrajados por aquellos que se llamaron hermanos en un pasado. Soldados siendo empalados por los mismo que juraron proteger, ahora estos ríen de forma mórbida mientras sus músculos son desgarrados por picas de metal… los cuernos de guerra cesan su cantar para dar paso al visceral sonido de la sangre siendo aplastada por las grebas de los traidores… su estandarte se vuelve profano, cubierto por alaridos y sombras amorfas que le culpan de su incapacidad de ver más allá, recreando una y otra vez escenas cada vez más grotescas…

Estas son partes de las imágenes que la mente de Belandir le plasma mientras camina en total silencio, a un paso lento pero seguro por aquel frio camino al mismo tiempo que su inerte mirada solo apunta hacia adelante teniendo el humo de su pipa como un débil muro que se despedaza a su paso. Su cuerpo se encuentra abrazado por una antigua capa que muestra viejos símbolos rúnicos de algún antiguo clan enano, sin embargo, dicho manto no es lo suficientemente grande como para poder cubrir completamente al enano, dejando en evidencia rastros de su voluptuoso equipamiento.

Una armadura completa de oscuro color que es decorada por diferentes matices dorados al igual que su yelmo y enorme escudo equipado en su brazo izquierdo. Un pesado martillo de guerra que se recuesta soberbiamente en la espalda del antiguo comandante mientras pequeñas gotas de sangre fresca cae desde la cuña del arma de guerra, marcando la pulcra nieve.

Su viaje se ve finalizado, al igual que las mórbidas imágenes mentales, al momento que los negros ojos del enano se topan con la enorme construcción, la famosa posada llamada “El Descanso del Guerrero”. Belandir, sin dudar, comienza a acercarse a la entrada, pero nota como dos guardianes de su misma estirpe lo miran con sospecha, el enano se detiene y mientras da una enorme calada a su pipa este pronuncia con una voz ronca y profunda, carente de cualquier tipo de sentimiento.

-. Vemu Khazad* guerreros -. Saluda en su idioma natal mientras el humo abandona sus cuencas nasales.

-. Vongal en los caminos**-. Sentencia como si nada para luego ingresar al local, sin esperar ni preocuparse de alguna reacción de los guerreros.

Al entrar al local el corpulento y alto*** enano suspira por dentro al notar la gran cantidad de seres que se encontraban aglutinados en cada rincón de la posada, saludando solo con la mirada al posadero para posteriormente concentrarse en la búsqueda de una mesa lo suficientemente espaciosa para poder dejar su mochila de campaña segura entre sus piernas. Su búsqueda fue relativamente fácil, descarto la barra por simple comodidad y el resto de las mesas por espacio o por el nivel de sonido que emitían los usuarios de estas, seleccionando, por descarte, una mesa con un variopinto de razas. El enano se acerca sin decir ninguna palabra, dejando una estela de un agradable olor a tabaco que emite su rustica pipa, desplaza su mochila de guerra debajo de la mesa procurando en no molestar al resto de los comensales, para luego sentarse mientras deja su martillo de guerra, un arma más alta que el mismo portador, a su lado derecho manchando el piso con un poco de sangre al momento de posarse en el piso-. Cualquier destilado, el más fuerte…-. Le indica a una de las camareras, sacándose su pesado yelmo, dejándolo sobre la superficie de la mesa-. Estofado de res… el más grasoso-. Finaliza, ignorando por completo el resto de las personas que se encontraban a su alrededor, pero, a su vez, en alerta ante cualquier movimiento sospechoso, mirando hacia el vacío mientras que lentamente el humo de su agradable tabaco comienza a cubrir su demacrada cara.

Notas de juego

*Un saludo en Khuzdul (idioma enano del tio Tolkien)

**Vongal es bandidos.

***Alto según estandares enanos.

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08/06/2018, 03:01
[Abandono] Thánur Dangorín

Las gruesas ropas que cubrían por completo al enano, hacían que su silueta pareciera bastante más grande de lo habitual. El invierno estaba llegando a su fin, pero el atardecer en las montañas siempre hostigaba a sus invitados con un viento helado. Eso no solo sucedía en el  Macizo de Tarlas, también ocurría en los picos del Borde Dentado, que tanto había frecuentado en su juventud. Recuerdos de lugares distantes y tiempos lejanos llegaban a su mente, evocando el mismo atardecer invernal. El humo de su pipa se condensaba frente a su rostro y se disipaba prontamente, mezclándose con su cabellera gris que se agitaba con el viento. Una hilera de pesadas huellas se formaba detrás, delatando su paso, mientras se dirigía hacia el Paso de Ursuul.

Las luces comenzaban a encenderse en torno a tres edificaciones, una de las cuales tenía un cartel legible desde lejos. "El Descanso del Guerrero". Espero que no solo admitan de guerreros, pensó, pues era el primer lugar que veía en varias millas y dudaba de encontrar otro similar antes de que la noche cayese plenamente sobre él. Al acercarse vio a dos enanos custodiando un carro, alzó su mano y los saludó amablemente en el idioma de su raza. Los reinos enanos mantenían su lengua original a pesar de la distancia entre ellos, la mayoría ni siquiera salía de las montañas en las que habían nacido, pero todos respetaban las antiguas costumbres y sus tradiciones, así que dónde fuese que los encontrase se sentía como en su hogar. Era claro que estaban custodiando el carro, así que no los distrajo con largas palabras, y prosiguió su camino hacia la posada.

Cuando abrió la puerta, un mundo completamente diferente se mostraba ante él. Una muchedumbre se aglutinaba en las mesas, los murmullos y algunos gritos se escuchaban sobre la música de fondo, el sonido de jarras chocando entre sí y la cálida bienvenida del tabernero no podía hacer un contraste mayor con el desolado paisaje invernal que dejaba atrás. El viajero asintió a las palabras de su anfitrión - Sopa caliente de hongos y carne asada de jabalí, acompañada de vino rojo tibio, por favor- contestó. Las zonas montañosas carecían de gran variedad de comidas, pero si uno sabía que pedir, podía disfrutar de manjares regionales. Dio unos pasos observando detalladamente a las personas a su alrededor, varios llamaron su atención mientras se sacaba el pesado sobretodo y dejaba a la luz parte de su brillante armadura con símbolos grabados por herreros enanos.

Casi todos los lugares estaban ocupados, afortunadamente para él un enano podía hacerse lugar en cualquier mesa si lo quisiese, pero prefería un poco de comodidad tras su largo viaje. Emprendió el camino hacia la mesa parcialmente vacía que el tabernero le había señalado, pero caminando lentamente, pasando al lado de cada uno de los grupos que le parecieron interesantes. Se detuvo solo un segundo al lado del hombre de mediana edad con armadura pesada que tenía entre manos un mapa, y sus ojos se desviaron para reconocer de que zona se trataba, llevaba un siglo recorriendo la superficie, conocía su mundo como la palma de su mano. Luego giró cuando paso junto a la mesa con el anciano que leía un libro, vaya esfuerzo haces para callar este bullicio, pensó y desvió su mirada hacia los papeles que el hombre leía, más por respeto que por curiosidad. Sus pasos lo llevaron hasta el grupo de enanos junto a la mesa en la que planeaba sentarse, en dónde otro enano acababa de sentarse.

Se dirigió al mayor de ellos, que vestía ropas nobles, y en su idioma natal los saludo respetuosamente. Pronto comenzaron a intercambiar palabras ininteligibles para los que estaban alrededor, cargadas de animosidad.

- Tiradas (4)
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08/06/2018, 04:13
[Abandono] Thánur Dangorín

- Saludos hermanos- dijo animosamente en lengua enana saludando al grupo y luego asintió con la cabeza en señal de respeto hacia los dos nobles. Dirigió sus palabras al mayor de ellos - Soy Thánur Dangorín, hijo de Thandúr Dangorín, aquitecto del reino enano de Khalar-Mahir. Es un placer conocerlos. Sois del reino que yace bajo el Macizo de Tarlas? Hace un siglo estuve en sus túneles, un grandioso lugar. - dijo a modo de iniciar una conversación amena con los otros enanos. 

La pila de platos con restos de comida daba cuentas de que se encontraban hambrientos, y su presencia en la taberna, lejos de la entrada al reino enano, indicaba que estaban de viaje. El carro no dejaba dudas de las motivaciones comerciales que tenían para hacerlo y la cercanía al paso hacía evidente con quienes, los Pequeños Reinos. Aún no podía decir si se dirigían hacia el Paso con sus mercancías o regresaban de allí, pero no tenía dudas que tendría una conversación interesante con ellos mientras aguardaba la sopa y el vino. 

- Tiradas (2)

Notas de juego

Master, estando al lado de la mesa del resto de los jugadores, entiendo que cualquiera que hable enano puede escuchar mis palabras. Por ahora pongo en copia a Belandir, pero si hay otro que entienda, por favor hazle llegar el mensaje.

Venía haciendo las tiradas en oculto, pero la primera de diplomacia la hice visible y ahí caí en cuenta que no había desglosado las tiradas! En resumen, las del post anterior no tienen sentido, pero al estar ocultas, te pido si puedes hacerlas tu y tomar en cuenta tus resultados.

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08/06/2018, 13:36
Erin
Sólo para el director

Erin trata de mantenerse oculta, ya desde antes de entrar en la posada. Sabe que, de ser reconocida como una hechicera, podría meterse en problemas, y no se ve capacitada para sustraerse a los mismos.

Se limita a entrar en la posada, hacerse a un lado para no estorbar en la puerta, y observar la concurrencia, antes de aproximarse a la barra para pedir comida y cobijo.

Notas de juego

Hago la tirada oculta, por si no quieres que Erin sepa si ha tenido éxito en su conjuro.

En caso de que un mago sí sepa cuándo sus hechizos han sido exitosos, y cuándo no, dímelo para futuras tiradas.

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08/06/2018, 13:40
Erin
Sólo para el director
- Tiradas (1)
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08/06/2018, 13:48
Narrador

Antes de entrar en la posada, y sabedora de que tenía que ocultar su condición, Erika lanzó sobre ella misma el conjuro que su padre le había enseñado para ocultar su esencia mágica a los demás. Cubierta por el mismo, entró en el local. Menos mal que había sido precavido, pues casi al instante detectó dos presencias allí que también tenían el Talento. Una era un hombre que en un rincón estaba enfrascado en una lectura, ajeno a todo el ruido, y que no hizo mención alguna de haberladetectado. La otra era una Elfa Sombría que estaba sentada en una mesa de lo más variopinta, pero tampoco ella dio muestras de haber descubierto a Erika. El hechizo había funcionado.

Notas de juego

Podéis hacer las tiradas sin ocultar sin problemas, así podéis continuar con el post sin tener que esperar a que yo os diga que sucede. En la mayoría de los casos al menos. Ya puedes hacer un post para todos.

Lo que sí me tienes que especificar cuando lanzas un hechizo es el nivel de desgaste, de los tres que tiene cada uno. Te lo marco como Leve a menos que me digas otra cosa

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08/06/2018, 14:08
Narrador

Al pasar cerca del caballero, la vista de Thánur, todavía impecable a pesar de su edad, pudo ver que lo que este observaba con ahínco era un mapa de los Pequeños Reinos. En el mostraba la localización de los principales asentamientos, pero había muchas partes que estaban simplemente en blanco. Aparte de los pocos que se habían aventurado al norte para cartografiarlo, la constante lucha provoacaba que las aldeas más pequeñas se destruyeran y reconstruyeran una y otra vez, haciendo imposible determinar su ubicación exacta.

Cuando pasó cerca de la pareja vestida con elegantes túnicas, el hombre no pareció advertir su presencia, dedicado como estaba a su libro, más el joven si se lo quedó mirando, sin preguntarle nada pero impidiendo que, por educación más que nada, el enano pudiera acercarse lo suficiente como para ver de qué trataba la lectura.

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08/06/2018, 16:11
Thorskar Wedrun

- ¡Saludos, Thánur! - respondió el enano bien vestido de mayor edad, a todas luces el que estaba a cargo del grupo - Mi nombre es Thorskar, y este es mi hijo Therm - dijo señalando hacia el joven enano que se sentaba a su lado - En efecto, provenimos del Reino de Anghazar, del clan Wedrun en concreto - los otros cuatro enanos acorazados saludaron con un gruñido y un asentimiento de cabeza antes de seguir comiendo - ¿Khalar-Mahir? Estáis muy lejos de casa entonces, ¿Qué puede haberos traído hasta aquí?

Notas de juego

Belandir está marcado porque aunque no esté en la misma mesa sí esta lo suficientemente cerca como para oír, y por supuesto entender, lo que hablan Thánur y Thorskar.