Partida Rol por web

Desde el caballo Imara se quedó escuchando el argumento de Maeva con algo de pena, porque sin importar este ella ya había escogido que haría. Por lo que al escuchar su pedido se bajó de su caballo con delicadeza y miro hacia los demás.

Las palabras cortadas de Carlos la llenaron de pena y luego que este le deseara suerte, miro con una débil sonrisa a Maeve. “Que dios te cuide, ya sea el nuestro o el tuyo.” Declaro aun creyendo en cierta parte de ella que dios no los habia abandonado por completo.

Dependiendo si Águeda se iria o no, subiría a su caballo acompañando a Don Carlos de vuelta con el grupo.

- Me refería a que era hora de moverse, Don Carlos. Donde fuese, pero moverse. Quién sabe si esa bestia pretende volver a por ella. -Miré el cuerpo de Viridiana con cierta tristeza en el rostro.

Maeve era admirable. Tenía un propósito y pretendía cumplirlo sin importar qué. ¿Pero qué podía hacer yo? Ni Don Carlos ni Imara la acompañarían, y era el primero quien más podía ayudarla de darse la situación. Pero tampoco me parecía correcto dejarla sola. Aunque había demostrado que se las arreglaba sola sin problemas no lo veía del todo bien...

- Vuelve pronto, por favor. -La miré, suplicante. Me sentía tremendamente culpable, pero era lo mejor. Si había complicaciones sólo sería un estorbo. El encuentro con aquellos bandidos me había marcado. No sabía si mis habilidades eran inútiles o había sido culpa mía por haberlas usado de manera incorrecta, pero había parecido que lo que había intentado con las sombras había resultado ser completamente inútil.

Le hice un gesto a Imara para que se subiese al caballo y así ponernos rumbo al resto del grupo, junto a Don Carlos.

De nuevo el grupo iba a separarse, pero esta vez tres de los miembros era para retomar sus pasos. Solo una seguiría adentrándose en el bosque... 

El tronco no es un verdadero impedimento, y entre vampiros que estáis hay no tenéis muchas dificultades en moverlo. 

Pasados lo que parecían ser unos 10-15 minutos, el grupo que se había internado en el bosque, vuelve sobre sus pasos, aunque de la exploración solo faltaba Maeve. 

Sigues adentrándote en la espesura, pero esta vez tu caballo va algo mas lento, como si tuviera miedo en esta parte del bosque. Desde luego, algo andaba mal, horriblemente mal en aquel lugar, pero no podías dejar atrás a tu compañera. Eso no estaba entre tus planes. 

Sin apenas sudor, Mabuz está sentado sobre el tronco que ahora reposa fuera del camino. Falta Maeve, lo cuál no quiere decir que hayan tenido problemas: ¿Se quedó buscando a las otras? - pregunta a los que regresan

Imara se encontraba triste con lo que fue el final de su busqueda y la separacion aun mas grande del grupo. Ni siquiera ver que el problema con el tronco habia sido solucionado rapidamente le genero algo de alivio.

"Solo a una." le respondio mirando para abajo. "Viridiana fue asesinada por algo en el bosque, una bestia enorme que uno solo esperaria de las leyendas." agrego dando mas detalles luego de un momento de silencio. "Maeve fue a buscar a Ekaterina...sola." confeso con una gran culpa llenando su rostro.

Finalmente decidio meterse en el carro, no teniendo las gans de ver a nadie mas.

Carlos llega sin su capa puesta. Un fardo -Viridiana- está envuelto con ella, en el lomo del caballo.

"Primero Ewald, y ahora Viridiana. Lo que la atacó, según las huellas, era algo descomunal. Sus huellas eran más grandes que las de un oso, y por las heridas... increiblemente más fuerte" 

"Si hubieramos ido con Maeve, sólo habríamos causado más ruido, y atraido a estas fieras. Quizá en solitario, ella sea capaz de conseguirlo"

Dicho esto, cavo una fosa, lo bastante grande para dejar juntos a los dos amigos, con los que hemos sufrido tanto pero que no han tenido ocasión de sobrevivir. Luego musito una plegaria, implorando piedad y compasión por ellos: Sus almas inocentes, y sus manos limpias de sangre, no son como las mias. Casi llorando, imploro compasión por ellos.

Respiré hondo. 

-Bien, ahora sólo quedamos tú y yo... -le dije a mi montura, entre relinchos*- aunque más parece que tú tienes más ganas de volverte, pero no puedo dejar a Kat así... no ahora... no cuando sé lo que sé. Lo siento, amigo, seguiría a pie, pero no tengo forma entonces de llevarla de vuelta si la encuentro... sólo unos minutos más, si no, volveremos. Tranquilo... 

Aquello podía parecer muy cómico visto desde fuera, pero la verdad era que a mí me estaba resultando muy útil. Agarré ambas empuñaduras fuertemente mientras avanzaba mi montura, vigilando, atenta a todo a mi alrededor. Traté de fijarme en el entorno, aguzando mis sentidos, buscando cualquier rastro, marca o cosa fuera de lugar, incluso intenté olfatear el aire para ver si encontraba a Kat... o a cualquier otra cosa. 

Al llegar junto al resto del grupo me bajé del caballo sin decir palabra, aún pensando en Maeve y la culpa que sentía por haberla dejado allí. Sin embargo, gracias a las amables palabras de Don Carlos, la culpa se disipó casi al completo. A pesar de que no había dicho nada que no hubiese pensado ya, creía que me estaba justificando a mi misma. Saber que otros piensan de la misma manera hace que eso cambie.

Cuando Don Carlos se dispuso a cavar una zanja para enterrar a los cadáveres de nuestros compañeros caídos, me ofrecí a ayudarle y, aunque no recé junto a él, sí que le acompañé en sus plegarias de forma silenciosa, alzando de vez en cuando la mirada al cielo.

Para cuando regresaban los exploradores el oriental sacudía sus manos con desdén como muestra del buen hacer en su cometido. El árbol estaba retirado y el tiempo apremiaba ahora que su eterna existencia se limitaba a las poco acogedoras horas nocturnas.

No había sorpresa que fingir ante la confirmación de sus suposiciones, aunque estas sí conseguían perturbar su inexperto entendimiento sobre el nuevo arte del visionario. Avanzó con vagancia de regreso al carro y en el cruce con el estimado Carlos susurró involuntario uno de sus inquietos pensamientos. Y eso que no habéis visto nada. No se detuvo en una marcha que sugería que su consciencia andaba en algún otro lugar.

Sólo pareció regresar a la realidad cuando desde la puerta del carromato invitó sin ánimo a quien gustase aprovechar los asientos que fueron olvidados. Quien quiera puede… ahogó sus palabras para mirar a Roderigo con incertidumbre, al caer en la cuenta de su delicada pregunta. ¿Esperaremos? Se mantuvo expectante a que la respuesta estuviese colmada de sutileza considerando las recientes pérdidas.

"Tardamos el tiempo de rezar 3 oraciones en llegar hasta aquí. Démosle algunas más... y entonces, que empiece la magia." 

Tu montura no parece muy ilusionada con aquellas palabras, sin embargo continúa su avance por el bosque. Paso a paso, seguís adentrándoos mas y mas en aquel extraño lugar. En un momento tus sentidos se agudizan y miras a tu alrededor.

Silencio. A excepción del relincho del animal y sus pisadas no oyes nada mas que eso. Y de pronto... un aullido, frío y aterrador que hace que se ponga tu piel no muerta de gallina. 

Ese aullido no había sonado a un lobo normal.

El caballo se detiene y comienza a pifiar de forma frenética, el animal tenía miedo.