Partida Rol por web

Pasas un largo rato en los suburbios persiguiendo viandantes. Te fijas en uno, lo sigues sigilosamente por un rato y de repente se encuentra con alguien, otro acelera el paso y lo pierdes... así sucesivamente hasta que al final te haces con un chico joven de aspecto desgarbado pero de buena constitución. A penas te fijas en sus ropas gastadas de trabajador nocturno cuando lo arrastras a unas escaleras de piedra y le hincas el colmillo.

Estabas sediento, y su sangre se siente como un dulce manantial. Cuando lo sueltas, el chico está mareado y con los ojos entrecerrados, medio ido por la cantidad de sangre que le has sacado.

Cierras las heridas y te deshaces de él. A otra cosa ahora.

Empiezas a caminar por las calles en busca de algún indicio de Aricia o algo que te pueda llevar a ella: algún gesto conocido, un comentario que puedas entender, el olor de su perfume... algo.

Y afortunadamente lo encuentras. Se trata de una sombra girando una esquina; la has visto solo un segundo pero había algo familiar en ella. Jurarías que su forma de moverse no era humana y además tu instinto te decía que era alguien. 

La caza había sido complicada, Londres era una ciudad muy grande y Sav desconocia los callejones y lugares más apropiados, cuando aparecía una victima propicia parecía casi imposible encontrarse a solas con ella... Maldita ciudad, demasiada gente. pensó Sav mientras valoraba la opción de alimentarse sin más a la vista de cualquiera... pero no era su sitio, estaba herido y lo mejor era pasar desapercibido.

Al fin logro su objetivo, el rojo fruto refresco por fin su sed... eran ingleses pero el sabor de su sangre era igual a pasar de todo. Sus heridas terminaron de cerrarse con la sangre recibida lo que le llevo a tener ganas de seguir cazando de nuevo pero algo perturbo su pensamiento.

Una figura que acababa de cruzar la esquina le resulto familiar, solo era una sensación algo demasiado efímero para no tratarlo con la cautela necesaria. Sav cambió el rumbo y doblo la esquina a fin de ver mejor la presencia que había sentido sin ser descubierto.

"-Pero bueno, estamos aquí. - sonrío levemente para no parecer dura y agresiva - La oportunidad que tuvieron de destruirnos ya pasó. Espero, como dices, que cabalguemos muchos siglos más."

Me quedo esperando pacientemente el porqué de esta reunión a pesar de tener poco tiempo para encontrar lo que estamos buscando. Siento el peso de la mirada de Violetta en mi cuerpo, es enigmática, es como si me estuviera leyendo como un libro que está abierto a cualquiera que lo quiera ojear.

Te empiezas a fijar en los viandantes tratando de encontrar la víctima idónea. Después de descartar a unos cuantos por ser demasiado grandes, ir acompañados o demasiado demacrados, finalmente te pones a seguir a un hombre pequeño y enjuto con sombrero y expresión preocupada.

Todo resulta extremadamente fácil y te desenvuelves con una naturalidad jamás vista; dejándote guiar por tus instintos, cuando el hombre se mete por un pasaje bajo un arco oscuro, te tiras sobre él. Antes de que pueda reaccionar, tus colmillos pinzan la carne.

La sangre se derrama por tu boca y el mundo se tiñe de rojo. Cuando cierras los ojos, notas el calor de unas alas negras arroparte en su interior. Experimentas a la vez sensaciones de excitación y de una calma ancestral que ganan nitidez con cada trago que empujas bajo tu garganta.

Entonces, unos ojos de fuego del tamaño de dos soles abren sus párpados en tu visión y tu cabeza empieza a temblar ¿o quizás es el múndo entero que tiembla? El miedo te embarga y notas como pierdes e control de ti mismo. Hay plumas negras deshojandose a tu alrededor en una vorágine de destrucción.

Todo es caos, y de repente como si despertaras súbitamente de un sueño, recobras la conciéncia. Tus colmillos todavía estan pegados al cuerpo frío de aquel hombre enjuto. Como si de un náufrago ahogándose a la deriva te trataras, das una bocanada en el interior de la herida y unos borbotones de sangre coagulada hacen que te atragantes.

Tu víctima esta muerta, y lo poco de sangre que queda en su cuerpo ya no se puede consumir.

Por el rabillo del ojo, ves una figura de pié a tus espaldas contemplando la escena des de lejos.

Como en el juego del ratón y la rata, lo empiezas a seguir des de lejos. Cuando doblas la siguiente esquina, la sombra gira otra vez. Así sucesivamente, logras captar dos o tres imágenes lejanas de aquel tipo. En efecto, un tipo: hombre. No se trataba de Arícia, pues no llevaba vestido alguno*; de hecho ni su constitución, ni su preséncia te recordaban lo más mínimo a tu compañera. Y a pesar de todo, seguía teniendo un aire familiar que no lograbas identificar.

Hasta que finalmente, al meterse en un callejón, ves como todas tus sospechas se confirman. Se trata de un vástago que igual que tú, esta persiguiendo a una presa. Y ha sido justo en ese pasaje, bajo el arco oscuro, dónde la ha logrado alcanzarla.

Sabes que durante el éxtasis del beso es probable que el hombre no te vea, así que te acercas un poco más y por fin caes en la cuenta de quién es. Se trata de Bernini, aquel secuaz de los Giovanni a quien tu compañero Gianni había dado el don oscuro.

Se esta alimetando de una forma voraz y descontrolada, ves como sus dedos se clavan profundos en las ropas del otro mortal y toda su cabeza tiembla al sorber con fuerza la vitae. Lo va a matar, pero no te da tiempo a hacer nada al respeto. Su víctima deja de moverse de golpe, y él también cae como inconsciente encima suyo, con los colmillos todavía clavados en su interior.

Al segundo, Bernini se despierta y da una bocanada ansiosa como el náufrago que se ahoga. Su boca se llena de sangre coagulada y muerta. No solamente esta cazando en un dominio desconocido, sino que su falta de control va a dejar un cadáver exangüe muy difícil de explicar a ojos de la mascarada.

Tras una no corta persecución al fin pudo ver una fugaz imagen de aquella figura, Sav tenía claro que no se trataba de Arícia, pero no fue hasta que lo vió alimentarse cuando al fin reconocio a Bernini quien estaba cazando sin ningún tipo de pudor ni cuidado.

Sav miraba a su alrededor vigilando si alguien pudiera presenciar tal escena, sin duda su victima yacía muerta con su cuello semidesgarrado por la violencia del ataque. Sav sabía perfectamente que aquel ataque sería portada al día siguiente y que el suceso el cual representaba un atentado contra la camaría no pasaría desapercibido.

Sav tuvo la necesidad de alejarse del lugar para evitar que pudieran relacionarle con tal crimen, pero Bernini era la mejor pista que había encontrado desde que llego a la ciudad y encontrar otro rastro podía llevarle mucho tiempo en una ciudad como aquella, Bernini podía llevarle hasta Aricia y era una oportunidad que no podía dejar escapar.

Sav se encaramo su capucha para ocultar su rostro y se acercó llamandolo por su nombre a fin que el extasis que sufría pudiera reconocerlo con facilidad Maldita sea Bernini, que estas haciendo cualquiera podría verte igual que yo. invitandole a alejarse del lugar lo más rápido posible.

El hombre misterioso se encarama su capucha y se acerca a ti con paso firme.

- Maldita sea Bernini, que estas haciendo cualquiera podría verte igual que yo.

En seguida reconoces su voz y bajo las sombras de la capucha distingues el rostro de Sav, uno de los vástagos de la quadrilla de tu sire.

El demonio se agita a mi lado sin cesar,

Flota a mi alrededor cual aire impalpable,

Lo respiro, siento como quema mis pulmones,

Y los llena de un deseo eterno y culpable.

Ha querido tomar esta  vez, conocedor de mis falencias,

La forma del más exquisito placer, la sangre,

Y ahora bajo una miríada de hipócritas pretextos,

Acostumbro mi gusto a nuevos y nefandos placeres.

Así me conduce, lejos de la mirada de Dios,

Jadeante y destrozado de fatiga,

Al centro de las llanuras del hastió, profundas y desiertas.

Risueño lanza entonces a mis ojos, llenos de confusión,

Sucias vestiduras, heridas abiertas,

¡Y el aderezo sangriento de la total destrucción!.

¡Oh Dios, cierto es eso que dicen que en la sangre se esconde el poder!. Tus pastores y devotos lo sabían, lo sabían cuándo con sus ofrendas buscaban conseguir tu favor.

También yo lo sé ahora, mientras los cálidos chorros de la esencia de lo que es el hombre del cual ahora bebo, se escurren hacia el interior de mi garganta como una grotesca cascada roja carmesí.

Cierro los ojos, extasiado, mientras siento como piel recupera el calor perdido.

Pequeños temblores sacuden mi existencia mientras mi virilidad de hombre se enhiesta como el mástil de un navío.

Volar, irse lejos a un sitio mucho mejor que esta pocilga, el abrazo de mi madre cuando lo he necesitado, el reconocimiento a mis esfuerzos, el carnal deseo, la paz.

Estos y otros sentimientos se agolpan en mí ser mientras bebo.

No quiero dejar de hacerlo.

No quiero.

Bernini.

¡No puedo!.

Con espanto intento apartar mis labios de la cruel herida mas, “Eso” que llevo dentro de mí  se niega a separarse de la que considera “su presa”.

¡Es la Bestia!, la criatura rota que se ha formado dentro de mi mente, mi sombra quien como un perro hambriento se ufana en roer los huesos secos de algún animal largamente muerto.

Quiero grita, lo intento al menos, pero mis gritos se apagan entre la sangre que hay en mi boca.

¡Por favor!, déjame ir, déjame ir de este horrible lugar.

Luca.

Escupo con desprecio hacia un costado. Cebado de alimento y violencia sonrío cruel de soslayo hacia donde ha caído el cuerpo de mi víctima.

¿Lastima?, no conozco lo que eso sea y Bernini, - ese inútil perro enfermizo -, se ha marchado de aquí por el momento.

Miro mis manos, rojas por la sangre de mi presa y extasiado en la cruel postal pierdo la noción de lo que me rodea.

Craso error, alguien ha llegado hasta las inmediaciones sin que yo lo note.

Me giro hacia el desconocido con lentitud mientras imagino mil modos de matarle.

Lo deseo, la violencia es buena para el alma corrupta según lo veo.

Más, reconozco en el otro el rostro de uno que ya he visto.

Es un maldito, como también yo lo soy, uno que camina junto a mi “Creador” al cual ahora estoy buscando.

Bruto, burdo y patoso, el llamado Sav se acerca a mí vociferando como un patrón a su esclavo.

Yo, ya he roto esas cadenas.

¡Oh Sav!, te arrancaría los ojos y cabalgaría sobre tu destroza columna pero necesito de tu conocimiento.

Y solo por eso, ahora he de doblegarme,

Ante ti.

Con la espalda encorvada y la vergüenza como mascara, me inclino ante el “Ángel oscuro” buscando su perdón.

Tenía hambre, gimo lastimero, un hambre como nunca antes he sentido señor, y estoy solo.

Le miro de soslayo temeroso, busco incansable, a mi Creador.

Sav visiblemente enojado se arrodillo ante el cuerpo ensangrentado intentando ocultar las incisiones claras de los colmillos desgarrando aún más la piel, permanecer allí era peligroso así que tiro de Bernini mientras miraba alrededor a fin de alejarse del jugar sin ser vistos. Cazar es una necesidad, una cadena que no podemos cortar... pero más vale que te controles u otros lo harán pronto por ti, si el ansía te domina en lugar de al revés no duraras mucho en las tinieblas... ¿Sabes algo de los demás?

Dócilmente como un cordero que es conducido por su pastor/amo, deje que aquel al que llamaban Sav, tirase de mí mientras me instaba a salir de sórdido sitio donde ahora me encontraba.

No salió de mi boca palabra alguna de queja, ni mis ojos buscaron encontrar los suyos mas bien, fue todo lo contrario.

Avergonzado o intimado - ¿Quién sabe? -, solo respondí cuando él me hubo hablado e incluso en ese momento, lo hice entre tímidos susurros.

¿No lo sabéis tampoco vos?, ¿Acaso no marchabas con mi Creador antes?, inquirí sorprendido. 

Luca.

Complacido ante su actitud evite mirarle a los ojos ya que de cruzar su mirada y la mía, no hubiera podido contener mis carcajadas.

El imbécil se ufanaba en enseñarme algo que ya sabía, incluso yo, siendo un novicio entre los que moraban en la noche, entendía que un depredador efectivo lo es siempre discreto.

Era él quien desconocía, o quizás intentaba no pensar en ello, que la “Bestia” ahora moraba en mí, que me carcomía por dentro y quizás nunca se iría.

Servía, no obstante, a mis propósitos de encontrar al Creador, o eso esperaba fervientemente hasta que el maldito abrió su apestosa boca.

¿Qué harás ahora Luca, pensé?, ¿Qué harás ahora?.

La confirmación de la Justicar de su relación con la anciana Ravnos me hace asentir levemente, ya conozco lo que piensa la anciana, o mas bien lo que declara, y sigo sin sentirme cómodo con esa profecía suya. Ni tampoco con que nos recuerden lo poco que daban por nuestras no vidas al principio

-y sin embargo aquí seguimos- digo a modo de conclusión mirando nervioso a un lado y a otro como si temiera que las palabras de Violeta hubieran despertado algo en la oscuridad

-¿he de entender que nuestro encuentro es fortuito y no tiene relación con el encargo que nos han hecho Hardestadt y los fundadores?-