Partida Rol por web

PROLOGO

En aquel local se escuchaba el mejor blues en directo de la ciudad. Era un sitio tranquilo, de esos a los que van a beber aquellos que tienen una pena en el alma que ninguna botella puede llenar. Las luces, convenientemente atenuadas, no dejaban ver los detalles de aquellos cascarones que portaban almas a la deriva. Mucho menos en la mesa del fondo, donde la voz del hombre parecía salir de la más profunda oscuridad:

—No encontrarás a demasiada gente que te hable de lo sucedido aquel otoño de 1990. Mira, te voy a decir una cosa: la peña piensa que Robert Johnson molaba. El cruce de caminos, el pacto con el diablo, el bluesman misterioso, las canciones perdidas... Material para Hollywood, para ver desde lejos. Es como un fuego en la noche ¿sabes? Si lo miras de lejos es bonito, casi hipnótico. Pero si te acercas demasiado puede hacer arder hasta tu alma.

La muchacha estaba acostumbrada a ese tipo de advertencias. Siempre que se aproximaba a la historia surgían las advertencias místicas sobre el legado de Johnson. Aquel tío había palmado un siglo antes pero la gente lo seguía reverenciando como a una especie de gurú infernal. Toda esa mística derivada de un tiempo en el que, simplemente, no había internet para quitarle el misterio a las cosas. Si Robert Johnson hubiera nacido en 1995 sus canciones estarían en varios blogs y su vida entera sería un timeline de Twitter. Y no muy largo precisamente. Pero a principios del siglo XX las cosas eran mucho más románticas, y con el tiempo siempre se podía tejer un tapiz siniestro para embellecerlas.

—Vale, pero yo quiero acercarme al fuego.— contestó la chica —Y decidir hasta donde me caliento. Vamos: no seas así, me han dicho que tú eres de los pocos que conocieron la historia de primera mano. Me ha costado horrores dar contigo para que te hagas el misterioso. Además puedo pagarte. Hay una productora interesada en el asunto del documental que...

—¿Una productora? Niña, no sabéis donde os estáis metiendo. Tú quieres emociones enlatadas para el gran público... ¿por qué no te las inventas? Total: nadie va a contradecirte. Pero si remueves el avispero puede que dentro de veinte años otro joven deseoso de dar el salto de su vida esté buscando a alguien que quiera contar tu historia.

La chica empezaba a perder la paciencia, así que se dejó de sutilezas. Sacó la bolsita de heroína de su bolsillo y asegurándose de que la oscuridad del local les cubría la puso sobre la mesa, en el lado de su interlocutor.

—La mejor que vas a poder encontrar en Chicago. Y tengo más. Mucha más. No me vengas con mierdas, vamos a dejarnos de misticismos. Te conozco viejo, y sé que has hecho cosas mucho más chungas por un gramo de esto que contar una historia de algo que sucedió hace veinte años. Haznos un favor a ambos.

Hubo un temblor del interlocutor al otro lado de la mesa. La chica sabía que lo tenía, que había mordido el anzuelo. Una mano temblorosa se adelantó para recoger la bolsa acompañada de un suspiro.

—¿Sabes? Tienes razón pequeña puta. Te lo voy a contar todo. Te voy a joder tu tranquila vida de niña bien protegida al otro lado de una pantalla de ordenador. Te voy a ver arder hasta el coño y además me vas a pagar por ello. Joder. Va a ser justicia poética.

Ella no se dejó intimidar por el tono agresivo y sacó su móvil para comenzar a grabar. A lo mejor era una suerte que el lugar estuviera tan oscuro. Porque la sonrisa de podridos dientes de su interlocutor contenía una amenaza terrible. Pero empezó a contar su historia:

—Supongo que todo empezó en Dallas. En octubre. Es fácil acordarse porque fue cuando cayó el muro de Berlín y el puto Gorvachov se llevó el Nobel de la Paz. Ahora que lo pienso es casi poético que algo así sucediera mientras el infierno se empezaba a calentar en Dallas. Pero así fue...

Robert Johnson legó 42 grabaciones que se corresponden con 29 temas —varios repetidos— considerados por todo el mundo como los pilares del rock&roll. Aparte de eso fue una figura misteriosa, un bluesman del Mississipi con una vida tumultuosa, llena de alcohol y mujeres, que proclamaba haber hecho un pacto con el diablo incluso en las letras de sus canciones. Se conservan tan sólo dos fotografías que muestran a un hombre negro que mira hacia la cámara con una seguridad atronadora, tal como era su personalidad. Murió con sólo 27 años envenenado por un marido celoso. Claro que sobre esto tampoco hay consenso: hay quien dice que la envenenadora fue una amante despechada, o que le pegaron un tiro, o que murió de sifílis... y no falta quien dice que no llegó a morir aquella noche de agosto de 1938. Una figura llena de huecos, de silencios, de cuentos de taberna y de murmullos. Un verdadero bluesman.

Las grabaciones de Robert Johnson, que todo amante del blues conoce al dedillo, se realizaron en dos sesiones en años distintos. La primera en un hotel de San Antonio y otra en unos estudios pertenecientes a la Warner Bros, en Dallas. Pero hay quien dice que hubo una tercera sesión de grabación. Trece temas que jamás llegaron al público, envueltos siempre en un halo de misterio. Trece temas grabados a petición expresa de Johnson una semana antes de su muerte.

De vez en cuando surge rumores de que alguien escuchó alguno de esos temas. Se dice que Hendix y Joplin los escucharon en cierta fiesta privada tras su encuentro en el festival de Monterey. La misma leyenda afirma que ella le habló de los temas a Morrison, quien hasta el momento de su muerte vivió obsesionado con cierta tonada que estaba contenida en una de las canciones. Por supuesto otros músicos modernos han rastreado las misteriosas grabaciones. En su época más mística los Beatles pagaron mucho dinero a alguien que afirmaba tener acceso a una copia de los temas. Otro famoso que también se lanzó a la búsqueda de las grabaciones perdidas fue Robert Plant, del que se conocía bien su afición al ocultismo y la veneración que tenía por Johnson.

¿Se realizó esa tercera sesión de grabación? ¿Qué temas contenía? ¿Qué pasó con ellos a la muerte de Johnson? Si Hendrix, Joplin, Morrison, Lennon o Plant las escucharon ¿por qué nunca hablaron de ellas?

La lógica apunta a que la tercera sesión es un mito más de los muchos que acompañan a la figura de Robert Johnson.

Pero últimamente el rumor ha resurgido. Hace una semana Edward 'Sugarman' Scott apareció ahorcado en su casa. Sugarman había recibido ese apodo por los rumores que corrían sobre su afición a los menores. Hace poco se destapó un asunto muy feo sobre un niño desaparecido hace una década en las afueras de Dallas y ciertas pruebas que podrían incriminarlo. Pero Sugarman, aparte de ser un pervertido era un especialista en el mundo del blues. ¿Un dato curioso? Se suele contar que era el nieto del tipo que envenenó a Robert Johnson y por eso tenía una de sus guitarras —el siempre decía que era la última guitarra— del mítico bluesman en su casa. Pero ahora un chivatazo os ha revelado algo más: aparte de la guitarra tenía algunas otras pertenencias personales del músico. Y un conocido vuestro se ha hecho con ciertas pruebas que podrían demostrar la existencia de aquella mítica tercera sesión de grabación.

Eso equivaldría a descubrir un nuevo Evangelio de la Biblia. Escrito por el mismísimo Jesucristo.

En el distrito de Cedars de Dallas había un local llamado The Vintage. Ya tenía ese nombre cuando se abrió pero con el paso del tiempo la fama le hizo honor: un sitio donde la cabina del pinchadiscos —que nadie le llamase DJ si no quería acabar con los dientes en la moqueta —estaba repleta de discos de vinilo. ¡Y que colección! Si nadie se había atrevido a robarla nunca era porque su dueño, Jess Marlow, tenía contactos con la Mafia. Contactos de los buenos.

A esa hora —no eran ni las ocho— el local estaba casi vacío. Un par de parroquianos habituales sentados en la mesas de la entrada, el camarero preparando las neveras y un muchacho en el pequeño escenario del fondo revisando la conexión de la mesa de mezclas para el concierto de la noche.

Ahora mismo sonaba Moanin' in the Moonlight, de Howlin' Wolf, un disco adecuado para la conversación que tenía lugar en el fondo del bar, donde cinco personas charlaban. Cualquiera que mirase desde la barra los vería como un variopinto grupo de colegas que probablemente habían decidido encontrarse para charlar de música. Y puede que fuera así de alguna manera.

Sonny 'Ace' Browley tenía una especial virtud para estar en el lugar adecuado en el momento correcto, pero no era un tipo que creyese en la suerte. La suerte, solía decir, hay que forjarla. A base de contactos y favores. Por eso cuando había algo interesante que conseguir él solía recibir la primera llamada. Sobre todo si el tema tenía que ver con el blues —una de sus grandes pasiones— o tener alguna consecuencia legal poco clara. El tipo se extrañó al ver llegar a Tony tan acompañado.

—Joder Tony.— dijo al ver a todos los que se reunían a esta mesa —No os conozco a ninguno pero imagino que si estáis aquí será por lo que le he contado a mi colega. La tercera sesión de grabación de Robert Johnson. No la tengo pero sí que tengo el comienzo del hilo por el que se puede a llegar al centro de la madeja. Pero antes de que sigamos hablando estaría bien que nos conociéramos ¿no? Yo soy el tipo que tiene la información, me dedico a conseguir cosas para los demás y ahora me estoy preguntando si ha sido buena idea llamar a este pazguato para algo que requiere un mínimo de discreción.

Decía todo esto mientras jugaba con los hielos de whisky de su vaso. Para Sonny todo era un negocio y antes de tomar una decisión le gustaba saber con quien negociaba. Pero nunca cerraba una puerta sin asegurarse de ver lo que había en la habitación primero.

—Venga, Ace, menos dramatismo... —dijo Tony con una mueca en la cara— Son expertos en el tema, ¿o de verdad pensabas que no iba a informarme primero? Pero no te preocupes, son de fiar —añadió con un gesto afirmativo.

Tony no tenía ni idea de si eran de fiar. Tenía relación con los demás, alguna incluso se podría decir bastante estrecha, pero la realidad es que estaban allí para dar fé de que Sonny no se la estaba metiendo doblada. El riesgo bien merecía la pena. Al final, como en toda buena estafa, lo más importante era estar bien informados.

Ante la llegada de aquel nuevo personaje, Reba se dio cuenta de que finalmente eran todos peones, ni más ni menos, incluso el negrazo que se había 'no presentado' increpando al bueno de Tony. Había vuelto a enredarla en una de sus mierdas. Aún así, viendo al grupo que había juntado estaba claro que iba a tratar de venderlos como especialistas en Johnson o colaboradores, todo con tal de hinchar su pose de saber qué está haciendo. Resopló por encima de su baso mientras lo depositaba de vuelta en la mesa esperando que aquello ganase en interés o no se extendiese por más minutaje del necesario. Le faltaba media playlist del próximo programa por rellenar y aquello se estaba alargando más de la cuenta. Si al menos Jess estuviese cerca y diese su beneplácito para poder fisgar entre sus bandejas para poder añadir alguna joyita al repertorio, pero no lo había visto por ahora.

Con la contestación de Tony se confirmaron todas sus suposiciones.

- En fin. Si, somos del club de fans de las grabaciones perdidas de R.J. Nos dijeron que aquí encontraríamos a alguien que nos daría la dirección postal a la que escribir para recibir el boletín trimestral de especialistas en la materia.- Contestó socarrona, dejando claro que si, que sabía de qué iba la tarantela y que intuía el por qué de aquella 'reunión casual'.

Puto Tony... Siempre el puto Tony... O esto terminaba de putísima madre o definitivamente no iba a volver a dirigirle la palabra de por vida (Algo que ya iba a ser como la tercera o cuarta vez que intentaba...).

Cliff estaba cómodamente sentado en su silla. No era la primera vez que Tony le iba a presentar a un cantamañanas que conocía a alguien que a su vez conocía a otro que sabía algo sobre las grabaciones prohibidas de Johnson.

—Tú colega solo me ha contado de ti que sabes algo sobre una de las sesiones de Johnson... y que te llaman Ace. Si vamos a trabajar juntos, no sería mala idea quitarnos el velo que nos cubre a todos —la mirada de Oswald se centró fijamente en el amigo de Tony, enfatizando que ese todos le incluía también a él.

Reposó unos instantes sus palabras mientras encendía la pipa de color negro que hacía unos minutos colgaba de la comisura de sus labios. Tras una larga aspiración del humo lo dejó salir lentamente. Cogió el vaso de whisky y le dio un pequeño sorbo.

—Mi nombre es Cliff y, como seguro que ya te ha contado Tony, me puedo considerar un pequeño erudito de la subcultura creada sobre el señor Johnson. Aunque en realidad solo he rascado la corteza pero sabe... soy un hombre ambicioso y me interesa todo lo que tenga que decirme sobre esa grabación. A diferencia de lo que usted piensa, considero a Tony un tipo discreto y no me ha contado mucho más de lo que usted, sin conocernos apenas, ya nos ha dicho así que sospecho que eso no es lo importante, ¿verdad?

El sonido de los hielos contra el cristal del vaso rompió el silencio tras las palabras de Oswald. Tomó un nuevo trago, esta vez más largo y se quedó mirando a ese Ace.

—Empecemos por el principio, ¿tengo que llamarte Ace o tienes un nombre por el que deba preguntar si quiero encontrarte?

- Hermanos, si estamos hoy aquí reunidos, es porque tenemos una misión encomendada. - el Chief solía parecer estar dando un discurso eclesiástico la mayoría de las veces, incluso en las tareas más mundanas.

Aunque el bourbon en copa que sostenía y del que daba ocasionales tragos dejaba claro que no era el típico cura que podrías encontrar en el colegio católico del barrio.

- Tú buscas un tipo de recompensa - sonrió a Ace al decir eso - pero Tony necesitaba saber que la suya es tan genuina como los billetes que obtendrás tú. Y por eso estamos con él, somo quienes podemos dar fe de su validez.

El tipo asintió, levantando las manos en tono conciliador:

—Vale, tenéis toda la razón. No son maneras, desde luego que no. Me llaman 'Ace' pero los de Hacienda me conocen como Sonny Browley. Me dedico a este tipo de negocios: encontrar cosas raras para gente que las está buscando. El tema aquí es que no tengo el objeto en cuestión pero sí las pruebas de que existe. Ante esto sólo me quedaban dos opciones: ponerme yo con la búsqueda o venderle a alguien el mapa del tesoro.

Sonrió al ver como todos enarcaban una ceja:

—Yo pensaría lo mismo: un pringado que viene aquí afirmando tener la pista de donde se esconde la tercera sesión grabación de Robert Johson buscando unos incautos a quien vendérsela para que se vayan a la caza del tesoro mientras él se gasta su dinero. La cuestión es que no soy ningún pringado y si hacéis los deberes, que sé que los haréis porque tampoco tenéis pinta de ser tontos, averiguaréis que tengo una reputación en este mundillo. Y efectivamente: tengo unas cartas que ponen sobre la pista del paradero de esas sesiones. Las cartas en sí no son de Robert sino del tipo que se lo cargó, el dueño del local donde le metieron el veneno en el whisky, que casualmente era el abuelo de un pederasta apodado Sugarman que se acaba de ahorcar en su casa. Tengo algo más que guardaba el follaniños: una guitarra original de Johnson, pero ese juguete todavía no sé si quiero venderlo. La correspondencia del abuelo de Sugarman habla de esa guitarra y de unas pertenencias adicionales que Johson tenía esa noche en el hotel donde se alojaba. ¿Y por qué las tenía el abuelo de Sugarman? Pues porque a Johson no se lo cargaron por un lío de faldas: lo envenenaron para robarle lo que había en esa habitación de hotel. Y apostaría a que eso es una primicia que sabe muy poca gente.

Joder, estaba visto que aquí toso el mundo sabía a lo que venía menos Reba. Hasta Darbone, que siempre parecía estar en una nube iluminadora (Que a la radio jockey le causaba gran envidia, debía de ser como estar colocado de uno mismo, sin tener que gasta en mercancía de dudosa procedencia ni tener que negociar con el último mono de la esquina) iba de cabeza al asunto... Bien, coño, puede que se lo hubiesen comentado y estuviese muy colocada como para recordarlo o puede que los muchachotes se hubiesen compenetrado a sus espaldas para tenerla de nena mona, que siempre luce en este tipo de trapicheos. No, Reba era consciente de que ya no era la nena mona que era.

- Ok. Sinceramente, la guitarra esa no me podría interesar menos y el que te hayas puesto a cotorrear sobre el árbol genealógico del asesino de Johnson para terminar hablando de un pederasta que se acaba de suicidar no es que precisamente me anime a hacer negocios, pero, coño, llevo más de un año tratando de preparar un especial sobre nuestro amigo común y nueve segundos de tres toques de guitarra suyos que nadie haya oído harían que tanto tiempo dándole vueltas a estas mierdas haya valido la pena. Aquí el negociante es el bueno de Tony, pero aún así ¿Puedo preguntar cuánto quieres a cambio de la información?

Mientras esperaba la respuesta, Reba abrió su paquete de tabaco descubriendo que sólo le quedaban dos pitillos. Tomó el cigarro al que no había dado la vuelta (Estupida tradición que conservaba desde adolescente) y lo encendió con una temblorosa mano huesuda. 

El tipo le pegó un sorbo a su whisky.

—La cosa es que yo tengo contactos para ciertas cosas pero no me veo buscando las grabaciones. Por eso llamé a Tony. Y supongo que por eso él os llamó a vosotros ¿no? Gente que sabe de que va el tema... o eso me dijo.— miró dubitivamente hacia Reba —Eso nos ahorra dar palos de ciego. Mi oferta es simple: dos mil dólares ahora y un diez por ciento de lo que consigáis por las grabaciones: ya sea vendiéndolas, cediendo los derechos... lo que os dé la gana. El noventa por ciento restante os lo repartís vosotros. Y si yo tengo claro que con un diez por ciento hago un buen negocio es porque sé que nadaremos en la abundancia.

Ver como sus compañeros hicieron piña para responder a Ace provocó en Tony una notable satisfacción y supo que ese grupo de personas era magnífico. Estaban todos a una y decididos a sacar partido de esto. 

—A ver, a ver, —respondió Tony— en cuanto al dinero... Ya te comenté que eso de sacar dos mil dólares así a las bravas no es sencillo. Pero también sabes que no pararemos hasta sacar tajada de todo esto, —añadió levantando las cejas e inclinando levemente la cabeza— de hecho, no encontrarás a nadie tan dispuesto como nosotros a llevar a cabo la búsqueda. Ni nadie tan efectivo para sacarle provecho.

Y era cierto, no era algo que ocurriese a menudo pero Tony no mentía en absoluto, de verdad creía que no había nadie mejor para esto.

—Tú nos encargas el trabajo, nosotros te pagamos después. Sabes de sobra dónde encontrarme y que no te la voy a pegar... En cambio, tu opción te llevará directamente a perder un montón de dinero...

Sonny parecía defraudado por el comentario de Tony:

—¿Dos mil dólares entre cuatro y os cuesta? Entonces no sé como pensáis encontrar las grabaciones, si tenéis que moveros hasta... en fin, que estoy empezando a pensar que igual me he equivocado de gente.

Por la manera en que estaba apurando el whisky parecía dispuesto a abandonar la conversación en ese mismo momento.

El Chief asentía, prestando atención a las palabras de Ace mientras contaba la liosa historia sobre cómo habían llegado esas cartas a su poder.

- Solo puedo hablar por mí, hermano. - si se refería con ese término por compartir el mismo tono de piel o por su significado eucarístico era algo que no quedaba claro. - Soy un hombre de Dios y dedico todos los bienes a mi humilde parroquia pero está claro que aquí tenemos una situación de confianza.

Abrió las manos para abarcar a los cinco allí reunidos.

- Nosotros tenemos que confiar en ti, confiar en que no estarás haciendo este mismo trato mañana por la noche en esta mesa por conseguir veinte Franklins* de otro grupo de incautos. - apuró el también su bourbon. - Si estás con nosotros es porque sabes que el bueno de Tony es capaz de conseguir las grabaciones, o al menos reunir a quien es capaz de conseguirlas y verificarlas.

Dio un par de palmaditas a Tony en el hombro, tratando de quitar peso a la ofensa que había causado en Ace.

- Estoy seguro que nadie tendrá pegas en repartir los frutos que obtengamos de manera cristiana, equitaivamente entre los cinco. Puede que fallemos y solo habrás perdido el tiempo mientras nosotros habemos dedicado esfuerzo y recursos o puede que lleguemos a la Tierra Prometida y todos seamos debidamente recompensados...

—Le aseguro padre que no soy un estafador.— le daba vueltas a su copa, algo más calmado —¿Un veinte por ciento para cada uno? De acuerdo... pero cualquier gasto que conlleve la búsqueda de esa sesión lo asumís vosotros¹. Después de todo yo os estoy adelantando dos mil dólares con las cartas y debo fiarme de que no me la jugaréis.

Le dio un trago a su whisky para terminárselo mientras preguntaba:

—¿Pedimos otra botella dentro de vuestros gastos y sellamos el pacto como gente de bien?

Cliff torció el gesto ante la oferta de Darbonne. Era demasiado generosa pero al menos había conseguido no tener que anticipar nada, lo cual le tranquilizaba. De alguna manera eso le daba cierto crédito a las palabras de ese Ace, al menos él se las creía. Era un paso.

Además, que demonios, no era probable que le explotación de ese recurso ofreciera unos dividendos importantes así que habría poco que repartir y el conocimiento siempre sería pleno. Y esa era la principal motivación de Cliff, el conocimiento.

—De acuerdo, yo me encargo. Pero bebamos algo decente —levantó la cabeza para buscar al barman y elevó el brazo mientras emitía un silvido para llamar su atención—. ¡Freddy, saca mi Coates!

Se levantó hacia la cabina del DJ, Jess era un tipo único, un negrata de los que sudan blues.

—Pon "I Believe I'll Dust My Broom", hoy estoy de buen humor —le dijo mientras le guiñaba un ojo.

Inmediatamente se dirigió a la barra a recoger la botella y los vasos que Freddy había puesto para él.

—Apúntamelo Freddy, y dime cuánto te debo de esta semana.

Volvió a la mesa con el whisky y sirvió un dedo en cada uno de los enormes vasos.

—Probadlo... es bueno. Mejor sin hielo, no lo estropeéis —bromeó—. Soy todo oídos Ace.

Reba estaba estirando su mano para ofrecerse a pagar la ronda que solicitaba Ace para sellar el trato, pero Cliff se le había adelantado. Tomó su último pitillo de la cajetilla y lo encendió con la última brasa de la colilla anterior. Se alegraba de la soltura que había demostrado Darbonne, gracias al Gran Jefe iban a tener un puzle con el que estar entretenidos unos días.

Se preguntaba si podría razonar con sus compañeros o negociar con el hipotético comprador de las grabaciones para poder convencerlos de que le dejasen hacer un pase de las mismas en su programa. Si no, esperaba poder sacar provecho a la experiencia para el maldito libro que llevaba años tratando de comenzar: una historia del rock maldito escrita al modo del Rastros de Carmín de Greil Marcus.

- ¿Cuál es la siguiente casilla del juego, Sonny?- Preguntó mientras movía lentamente su muñeca, templando el whisky en su vaso mientras su boca despedía humo por las comisuras de sus labios.

El whisky del acuerdo le supo distinto a Tony. 

"Tienes que estar más avispado..." se repetía en su pensamiento mientras movía su vaso.

Desde luego, si no llega a ser por Chief, su intento de ahorrarse unos dólares hubiese salido mucho peor. Por un momento vio como toda su idea de jubilación se iba al traste... 

—Entonces, ¿a dónde dices que debemos ir? —preguntó con intención de continuar lo antes posible con el intercambio de información y dejar atrás la metedura de pata.

- El Señor proveerá. - fueron las palabras que el Chief utilizó para mostrar su aceptación con las condiciones expuesta por Ace.

El Altísimo guiaba sus pasos y había puesto a Robert Johnson en su interior y estos hermanos en su camino y él no iba a ser quien contradijera sus designios.

Aceptó el vaso del bueno de Cliff, al fin y al cabo era un hombre de fé pero no un asceta, levantandolo a modo de saludo hacia el resto mientras esperaba saber más sobre esas cartas.

Sonny levantó su vaso y se lo bebió de un trago para, a continuación, servirse otro mientras rellenaba el de los demás a medida que se vaciaban:

—Por un buen trato.— dijo de forma solemne — Veo que estáis ansiosos por empezar. Eso es fantástico y no seré yo quien os retenga más allá de esta botella. El siguiente movimiento supongo que será entregaros el legajo de cartas del viejo Alphonse, el abuelo de nuestro difunto Sugarman. Las trasladé, junto con la guitarra de Robert, a uno de mis trasteros en Watson & Taylor antes de que la policía pusiera patas arriba el piso del colgado. Pero aprovechemos la reunión para poneros en antecedentes: lo que tenemos son varias cartas donde alguien que firma con J.L. insta al abuelo Scott a cargarse a Johnson. En la primera parece planificar el asunto, mientras que la segunda confirma la recepción las grabaciones. Luego hay unas cuantas más con una movida muy rara en el asunto, una especie de relación de sumisión donde J.L. parece tener agarrado por los cojones al otro para que cumpla sus órdenes y es evidente que Alphonse se dio el piro de Greenwood pero años después fue localizado por J.L. de nuevo en Dallas. Lo que me resulta más extraño es el motivo de que alguien guardase unas cartas que lo incriminan en un asesinato. Tampoco sé por qué no investigaron el caso, supongo que era un negro más que moría en una movida de negros de aquella. A nadie le importaba un carajo. Joder... hoy en día a nadie le importa un carajo tampoco ¿no?