Partida Rol por web

El explorador corre junto a sus compañeros hacha en mano. Era más diestro con este arma cuerpo a cuerpo y quizás necesitaran su ayuda. 

- Malditos traidores.

Thorfinn corre hacia sus hermanos de aldea.

- Aquí estoy traidores ¿queréis probar mi hacha??

- ¿Crees que por las armas sacarás a tu pueblo de esas jaulas? No seas estúpido - dijo con desprecio, directamente a Olaff - Han saqueado hasta la última aldea de este condenado valle... cinco mil hombres van a reunirse en ese campamento y violaran a vuestras mujeres para luego venderlas como esclavas... y que sus jovenes patricios abusen de ellas cuanto se les antoje.

Hablaba con tanta dureza como convicción

- Mejor morir luchando por la liberación de los nuestros que traicionar nuestro honor y hacer tratos con esos degenerados. 

Gritó el explorador acercándose rápidamente y acercando su cara a la de Khalep. La saliva escapaba por la comisura de los labios.

- Si no fueras un estúpido cobarde podíamos habernos unido todas las aldeas y haber luchado juntos -cogió al jefe del cuello y lo atrajo hacia si - si sabías sus planes ¿por qué no informaste a las aldeas vecinas para aliarnos y no abandonarnos a nuestra suerte, perro? Mereces morir.

No necesitaba más que unos segundos para meditar la respuesta de Khalep.

- Ya he oido suficiente. ¿Porque te crees que seguimos con vida? Porque aún tenemos honor y fuerzas, no vamos a vender lo poco que nos queda. Con una sonrisa doy la orden definitiva, dedicandole una última mirada. Matadlo. Cortadle la cabeza, se la enviaremos a los imperiales. Y luego cogedle sus reliquias personales, se las enviaremos a su poblado para recordarles cual es el destino de los traidores.

- ¿Qué hacemos con la escolta Olaff? -pregunta Wulfric presionando aún más el filo de su hacha contra la garganta de su oponente.

Observo en silencio la conversación entre Olaff y el líder de los orlanthis traidores, sosteniendo todavía el arco en un mano, y una flecha en la otra. Cuando el traidor menciona las violaciones, pienso en Ivarne y los niños y me estremezco de ira. Tengo ganas de matar a alguien. ¿Debería hacer como él y venderme a los lunares para salvar a mi familia? ¿Es más importante el honor que mi mujer y mis hijos? ¿Cumpliría un sucio lunar sus promesas? No, no puedo dar la espalda a lo que soy. Sería peor que una alimaña y la maldición del Gran Atronador caería con justicia sobre mí. Cuando oigo hablar a Olaff y dar la orden, se me ocurre una idea.

-Un momento, Olaff, tal vez este traidor pueda sernos útil antes de que lo mandemos al inframundo -sin esperar la reacción de Olaff, me dirijo al traidor-: Tú, ¿has estado en el campamento de los lunares, verdad? ¿Quién es su jefe? ¿Dónde está su tienda?

- Déjame a mi el honor, jefe.

Con una sonrisa el explorador arremete una sucesión de patadas al traidor. Una vez en el suelo le escupe y levanta el hacha pòr encima de su cabeza.

-  Tu honor ha sido mancillado, traidor - el hacha realiza un arco mortal - muere, perro.

Todo está sucediendo muy rápido.  La respuesta que había dado el jefe rival a Olaff me había enfurecido e, inconscientemente, había empuñado mi espada con fuerza renovada, casi deseando recibir el visto bueno para atacar. Apenas lo había recibido, sin embargo, cuando oí hablar a mi hermano y lo que dijo me pareció que tenía sentido. Al fin y al cabo, lo más importante era sacar a los nuestros de allí. Paro para dar tiempo a que los demás sopesaran las palabras de Ashart y, al mismo tiempo, me dispongo a entrar en combate si el jefe rival intentaba atacar a Thorfinn.

- Mala elección, un líder debe sacrificarse por la supervivencia de su pueblo - le echa en cara a Olaff

Pese a las palabras de condena de Olaff no os niega la respuesta

- Conozco el campamento y tengo libertad para entrar y salir de él a mi antojo - confirma - y puedo decirte con seguridad que no llegaríais vivos a la tienda de mando. Esta en el centro del campamento y es fácilmente reconocible, pero esta vigilada. 

Al oír la respuesta del líder traidor, me da aún más la impresión de que puede sernos útil y, aunque todavía no sé exactamente cómo, estoy convencido de que si sigue hablando al final se nos ocurrirá algo.

-¿Y qué les has podido dar tú a los lunares para que te dejen con vida? ¿Y qué te han prometido esos perros a cambio de tu traición?

Wulfric no afloja la presión sobre el cuello del oponente que tiene inmovilizado, pero se hace evidente que la conversación le interesa y lanza miradas de reojo al líder de los traidores y a Olaff, en espera de un desenlace.

Enfurecido chilla al líder traidor. ¿Osas tú darme lecciones? Como te atreves perro traidor... matad a la escolta, AHORA! Tú eres el culpable de la muerte de los tuyos. No escuchéis las palabras envenenadas de esta serpiente, ya se me ha acabado la paciencia. Dirigiéndose a los suyos. Parece mentira que las palabras de un cobarde os hagan dudar, creía que teniais lo que hacía falta.

Miro a Thorfinn ya que parece ser el único seguro de su honor y compromiso con su pueblo. Thorfin encárgate de su líder!

Wulfric siega el cuello de su oponente mientras murmura:

- Que Orlanth te perdone, a nosotos no se nos permite tal lujo.

Sujeta con fuerza su escudo y se prepara para recibir a Thorfinn

- No seais estúpidos, ¡os podría devolver a vuestras mujeres! ¡a vuestros hijos! ¡No sigáis a un líder ciego por la rabia! - buscando el apoyo de los demás

Al escuchar la acusación de Olaf me giro y le miro con semblante sorprendido, que rápidamente se convierte en un gesto duro e inexpresivo. Me parece que toda la situación está fuera de control y quien esperaba pudiera aportar serenidad y cordura no lo está haciendo. Ni siquiera se está  moviendo para combatir él como buen jefe, y ahora pone en duda mi valor delante de los demás guerreros.

En cualquier caso, no soy tan inexperto como para ignorar la máxima de que al jefe en tiempos de guerra no se le cuestiona. Es una cuestión de supervivencia más que de honor: si se produce una división entre nosotros podemos despedirnos de las ya escasas posibilidades que tenemos de salir con vida de nuestra empresa.

Decido no seguir tomando parte. Ya que el jefe ha sido explícito en quién debía encargarse del asunto, creo que al menos lo apropiado es un combate singular. Al fin y al cabo, no somos como esos bárbaros lunares. Abandono la posición de combate, busco una piedra donde sentarme, y me dispongo a limpiar mi espada de la sangre que la recubre.

Maldición, Olaff pierde la paciencia y se me acaba el tiempo para obtener más información...

-Rápido, traidor, antes de que Thorfinn te mate: Dime qué les has dado a los lunares para que te dejen con vida? ¿Y qué te han dado ellos a cambio?

Dedicó una última mirada a Ashart

- Si yo caigo, mis secretos lo harán conmigo... aunque eso está por ver - preparado para recibir a su verdugo

Preparo mis armas y me pongo en posición de combate para ayudar a Thorfinn. A saber con que artes oscuras habrás conseguido ser amigo de los lunares. Conseguir de vuelta a nuestras familias con tus métodos... ni hablar, hay que aceptar nuestro destino. Los dioses lo dictan, y el tuyo ha sido que te encontrases con nosotros para darte una lección antes de ir al otro mundo.

Tanto que ofrecer... acabará muerto por orden de Olaff... no es momento para cuestionarle pero no tiene razón...

- Supongo que aún tiene algo de honor... luchará como los dioses mandan... eso no supondrá que Thorfinn sea más amable... - murmura mientras se sienta junto a Garnath para ver el combate

El hacha estaba a punto de bajar cuando el perro traidor abrió la boca para ofrecer una salida. Me detuve confuso y miré de reojo a mi jefe buscando su confirmación. 

- El jefe va ha hablado, Khalep estás condenado a muerte.

Entonces Olaff se acerca a mi lado con sus armas  a punto.

- Tus días están acabado, saluda a los Dioses, perro.