Partida Rol por web

La peliverde había salido corriendo antes de que pudiera replicarle nada y encima sin pagar, al día siguiente tendría que buscar alguna forma de venganza, pero en aquel momento parecía más prioritario pagar antes de que la reacción del enano le diese a entender a la camarera que iban a salir corriendo.

-Como veáis, pero planteaos el que sea un tercio para la casa y dos para nosotros, las pociones, equipo, mantenimiento, etc… esas cosas no se pagan solas.- Sin más y viendo como Vivienne también se esfumaba, se levantó y avanzó con tranquilidad hacia la barra dispuesto a pagar la cuenta con el dinero ganado.

-Aquí tienes la cuenta de los cuatro - Lance se apoyo en la barra, dejando el dinero contado sobre la mesa y añadiendo un pequeño extra de 10 varis de su bolsillo por el espectáculo, una propina para estar de buenas con ella y que esperaba sirviera como disculpa el lio. Después de todo, si una cosa había aprendido de otros veteranos, era a no poner de malas a quien te pueda escupir en la comida. – Una cosilla antes de irnos, la amazona que ha parado todo el lio, ¿es alguien importante por aquí?

¿Quién? ¿Ilta Farna?.—Pregunto la tabernera algo confundida hasta que comprendió que erais nuevos en la ciudad y asintió.

—Para la ciudad, bastante importante, es la segunda mano de la familia Ganesha.— Cuando vio que aquel nombre tampoco tenía mucha reacción para vosotros continuo después de dar un ligero suspiro.—Es una de las grandes familias de la ciudad… a decir verdad la más numerosa. Son los que se encargan de la seguridad de la ciudad, así que básicamente ella es uno de los altos cargos de la seguridad de la ciudad. Sin mencionar que hay pocos aventureros que puedan igualarla en nivel.

—Si soy sincera yo también estaba sorprendida de verla aquí, no suele frecuentar esta zona, aunque supongo que ha hecho una excepción por Erika.—Dijo encogiéndose de hombros refiriéndose posiblemente a la elfa de pelo morado.

-Mmmm- Con la explicación de la camarera, la había confundido con un aventurero fuerte cualquiera al inicio pero ahora Lance parecía más haber despertado cierto interés en la amazona, después de todo su objetivo era subir a lo más alto de Orario y eso incluía desbancar a los peces grandes que eran aclamados como los mas fuertes- Gracias por la cena, me asegurare de volver.

-Volvamos dando una vuelta, lo mismo encontramos otra oportunidad de que te hagas el justiciero- Se burló con una sonrisa hacia el enano, dejando en claro que sus asuntos en aquel bar quedaban como cerrados. 

Toda esa opulencia le llamó la atención a Marianne, estaba acertada con el hecho de que ese lugar pertenecía a una familia y posiblemente la mujer era la líder de ellos. Tan diferente era donde ella pertenecía, que la joven se quedó allí pendiente de los movimientos y buscando de alguna manera escuchar algo. 

En medio de todo aquello, lo que llegó a sus oídos es que la habían detectado y tras morder su labio inferior, miró hacia los alrededores para encontrar una forma de abandonar aquel lugar. Aunque cuando estuvo a punto de hacerlo, observó al pequeñajo y consideró quizás conocer a esa gente. ¿Estaría bien? ¿Se pondría en peligro? 

Les despertaba un interés inmenso, quería conocer el lugar, la gente. De alguna manera esa curiosidad era más grande que su instinto de supervivencia. Así que comenzó a dar unos pasos hacia atrás, buscando una salida y si era detectada, no tendría problema en dar la cara. 

Lamento haberle causado problemas. Digo agachando mi cabeza a modo de disculpa. Tras lo cual sigo a Lance de camino a la salida y respondo a su broma con otra: Quizás. Para la próxima puede que te deje ser mi ayudante. Un buen justiciero necesita tres cosas: una capa, un antifaz y un compinche. Después le miro y rio.

Cuando saliste a la calle el sol ya se había ocultado del todo, apenas quedaba luz residual pero muchas de las luces mágicas  que iluminaban las calles principales ya habían empezado a brillar haciendo posible caminar sin problema alguno.

Así, te encaminaste hacia casa cargando del pequeño paquetito con las viandas que había sobrado para dárselas a Vilfain y que las probase. El recorrido fue tranquilo te cruzaste con alguna que otra persona, pero la ciudad parecía estar menos viva por la noche que cuando habías llegado, durante el festival de la cosecha.

Entraste en la casa cerrando tras de ti, todo estaba en silencio. Aquel lugar era grande, quizá en algún otro tiempo había sido hogar de una gran familia, pero ahora con los que erais se sentían ciertamente vacío.

Empezaste a subir las escaleras meditando sobre que hacer. ¿Deberías ir con Eris a revisar la Falna o con Vilfain para estar un rato con el antes de que se acostase?

Cuando salisteis a la calle el sol ya se había ocultado del todo, apenas quedaba luz residual pero muchas de las luces mágicas  que iluminaban las calles principales ya habían empezado a brillar haciendo posible caminar sin problema alguno.

Salisteis de la posada sin tomar rumbo directo hacia vuestro hogar. Si bien la ciudad tenia algunas calles estrechas, después de haber estado en el laberinto, caminar por aquellos lugares resultaba de un modo u otro gratificante, como si tuvieras libertad.

Como no teníais prisa en acudir a vuestro hogar nuevamente, tomasteis rumbo hacia una de las arterias principales de la ciudad, seria u camino más largo pero si estas estaban tan agitadas como el día que llegasteis, sería un lugar perfecto para echar un vistazo dando un paseo

Para vuestra decepción, si bien había gente por la calle aun, no era nada comparado con el festival de la cosecha que se había desarrollado días atrás. La mayoría de los puestos ya estaban cerrados y muchos de ellos incluso desmontados en gran parte.

Aun con ello no teníais intención de visitar los puestos, si no solo de dar un pequeño paseo, así que aquel punto no os importo. Cuando ya ibais a doblar por una de las intersecciones para tomar rumbo al hogar visteis como Aranis salía de una de las tiendas con una bolsa en sus brazos.

Al salir de la tienda se quedó mirando hacia uno de los tejados cercanos frunciendo el ceño antes de empezar a caminar tranquilo hacia dirección a casa.

Sin ocultarte mucho y recorriendo pasos atrás, volviste. Como si no ocurriera nada andaste hasta el punto de cruzarte con aquellas dos personas. El joven guardia, seguía mirando a su compañero así que ni si quiera noto como empezabas a cruzarte con ellos. El encapuchado por otro lado si giro su rostro hacia ti y levanto un brazo señalándote.

—¿Ella?.—Pregunto a su compañero con duda de que la persona que estuviera buscando ni si quiera hubiera llamado la atención al guardia.

—Ah!.—El guardia abrió los ojos cuando te vio e hizo un movimiento con su mano llamando tu atención.—Eh, chica…— Como si se diera cuenta de que no podía retener a una persona con la que simplemente se estaba cruzando fuera de aquella finca se quedó dudando.— Han dado aviso de una persona sospechosa con tu descripción. Quizá no seas tú, pero ¿Podrías acompañarnos un momento? — Dijo mientras señalaba la estatua que hacia de entrada de la gran finca.

Por otro lado la persona encapuchada se agacho hacia el suelo, y al poco rato una pequeña ratilla apareció para trepar por su brazo e introducirse por dentro de la manga de su gabardina.

El guardia, tenía el pelo corto y de color negro, con facciones algo distraídas llegando a aproximadamente al metro setenta u ochenta. No parecía tener músculos marcados, pero probablemente si entrenados para su trabajo. Probablemente era más del perfil ágil que forzudo. llevando solo algunas piezas duras de armadura para no restringir sus movimientos.

Su compañero, tenia un rostro joven, casi con toda seguridad descartaba la opción de un enano y se pronunciaba más como un niño o un pallum. Portaba una gabardina con capucha que dejaba en penumbra su rostro y dejaba oculto su cuerpo. Su pelo era color blanco ceniza y sus ojos parecían tranquilos mientras observaba la escena como si solo estuviera para acompañara y no fuera con el el asunto. Aun viendo su rostro, aun no tenias claro cual era su sexo.

Pese a sus aspectos algo en tu interior, te decía que el jovencito encapuchado y de baja estatura podría dar bastantes problemas más que su compañero el guardia.

Como era de esperar, terminaron pillando a Marianne y no tuvo problemas con ello. Al menos se enteraría de que iba todo esto, sólo esperó que no fuera a un precio demasiado alto porque nunca se sabe con quien tratas. Por eso es que detuvo sus pasos y con una amable sonrisa desvió la mirada hacia aquellos dos que la habían atrapado. 

—No soy una sospechosa, estoy curioseando—contestó rápido—. Mi nombre es Marianne, soy una exploradora. Si, no hay problema, los acompaño. 

Intentó actuar con normalidad mientras observó a los presentes, en especial al chiquillo que le despertó cierta desconfianza. De todos modos los acompañaría en buenos términos por una simple razón, quería conocer a la mujer y enterarse quien era, si estaba a cargo de una familia. Era lo malo de ser curioso, que no hay un punto intermedio en estas cosas, siempre es ir hacia delante y cuando ya estaba más que embarrada, no le quedó otra que ceder. 

—¿A quién responden?

Quizás de esa manera puede saber sobre ella, sobre ese lugar. 

-Olvidalo, te robaría todo el protagonismo, las capas son molestas y soy demasiado guapo para ocultarlo con antifaz- Continuo el guerrero para luego proceder a charlar de trivialidades mientras paseaban por la ciudad.

-"Mami dos" parece que ha estado de compras- Comentó al ver al hombre salir con la bolsa en los brazos mientras pensaba en el comporatmiento del mismo. Acto seguido miró en dirección a los tejados donde Aranis había observado, intentando descifrar a que estaba mirando, de lo que había sacado de él hasta ahora, ttal vez algún reloj con la hora que le indicaba que iba tarde a servirle el té a Eris.

Viendo que Lance también se ha fijado en la presencia de nuestro superior en la familia Eris alzo mi mano y grito para llamar su atención:

¡Señor Aranis! 

Pretendiendo con ello ayudarle a cargar las bolsas camino a casa

Este sitio me recuerda a mi casa cuando era niña y aún no me acostumbro, siempre me dio escalofríos, lo enorme y solitario que era todo. Además de triste. ¡Pero aquí está Vivi, para traer más amor y alegría a este sitio tan lúgubre!

—¡Vilfi! ¡Mi nene precioso! ¿Cómo estás? —saludo al niño más hermoso del mundo, nada más entro en la habitación. Está donde lo dejé, envuelto en quien sabe qué aventuras dentro de los libros que ha encontrado.
—¡Mira, mira! —Le dejo en el escritorio las vianditas que traje para él y procedo a estrujarlo con fuerza en un abrazo bien gigante—. ¿Cómo te sientes?

Luego de que disfrute de su cena, me lo llevo de la manito a buscar a la diosa.
—Mami tiene que hablar con doña Eris, pero iremos juntos, así tú ves de lo que se trata.
Espero que me dé permiso, quiero que Vilfain vea en lo que consisten las falnas, para que pueda ir haciéndose una idea y ya, cuando sea mayorcito, decida si quiere una o si no. Será una decisión suya, pero lo guiaré mientras tanto, para que aprenda todo lo posible antes de elegir.

—Doña Eris —intento llamar su atención cuando me la encuentro—. Em... ¿Puede él estar presente mientras revisas mi falna? Quiero que aprenda.
Le explico entonces mis pensamientos sobre su instrucción.
—Aún es muy pequeño, pero quiero que desde ya vaya sabiendo cómo son las cosas. Quiero que cuando crezca sea él mismo capaz de elegir qué desea hacer con su vida, si le interesa ser aventurero o si prefiere otra cosa.

Aunque... qué orgullosa me pondría si decide serlo. ¡Quiero pero ya comenzar a enseñarle magia! Y también quiero que aprenda esgrima, me pregunto quién podría entrenarlo...

Si bien el rostro del guardia cuando dijiste que no eres sospechosa y simplemente estabas curioseando fue de recelo, cuando preguntaste a quien respondía fue de sorpresa, como si acabaras de preguntar algo tan obvio como el nombre de la ciudad en la que estabas.

—A Ganesha, ¿A quién si no?— Dijo mientras señalaba la estatua de hombre con cara de elefante que hacía de entrada al recinto. El tipo se quedó dudando durante un momento ante la pregunta antes de señalarse a un distintivo que tenía en una placa de armadura del pecho.—Guardia de la familia Ganesha, aproximadamente dos tercios de la guardia de la ciudad formamos parte de la familia.

Entendiste rápidamente a que se refería. Nunca habías ido a la sede de dicha familia, pero debido al lugar en el que te habías criado y que tu padre adoptivo era de la guardia, sabias cual era esa familia. Su dios, Ganesha, era un tanto errático, era aquel que realizaba gran parte de los festivales y fiestas de gran tamaño.

Años atrás, no tenía asuntos relacionados con la ciudad, pero en la última década, debido al tamaño de los eventos que realizaba se le había empezado a dar permisos para su vigilancia que, poco a poco, habían incurrido en que la mejor manera de parar un aventurero de alguna casa, era que lo hiciera otro aventurero. Después de todo las Falnas de los dioses daban verdaderos poderes a quien la recibía, y no era algo que pudiera afrontar un guardia común.

Así empezasteis a caminar hacia la entrada, pasando entre las piernas de la estatua y llegando hasta la entrada del edificio. El guardia se quedó dudando un momento antes de mirarte y hablar.

—Iré a llamar a…

—No hará falta.—Dice el encapuchado que os acompañaba mientras señalaba hacia arriba.

Desde el balcón superior viste como alguien caía algo detrás de ti. Cuando te giraste viste a la joven amazona de pelo rojizo.

—Espero que no os haya dado problemas… ¿Habéis comprobado si es una espía de fuera?— Pregunto tajante al guardia.

—Yo… no pero…—La mujer dirigió una mirada afilada al guardia que callo y rebusco en su bolsa un aparato.

Lo reconocías, el día anterior durante la inscripción al gremio, la asesora había usado uno igual. Un cilindro con una pequeña esfera. El guardia te cogió la mano y lo mantuvo en el dorso hasta que la esfera se ilumino en verde.

—Es de la ciudad, o al menos su dios está registrado como residente.—Dice el guardia girándose hacia la amazona.

La amazona asiente mientras se cruza de brazos.

—¿Y bien? ¿A que dios sirves y por qué estabas siguiéndome?—Pregunto descartando totalmente la idea de que estuvieras siguiendo a la elfa de pelo morado que la había estado acompañando. — Unas pocas calles puede ser casualidad, pero después de diez minutos descarto que sea una coincidencia.

Cuando Gerda os saluda, Aranis se da la vuelta para veros.

—Ah, ya habéis vuelto de la incursión…—Se queda un momento mirándoos como si estuviera contando menos personas de las que debería. — ¿Ha ido todo bien?—Evidentemente se está preguntando el porqué de la falta  de algunos de los integrantes del equipo. Pero quizá porque más o menos estáis sanos, no parece haber mucho temor en su voz

En todo momento se mostró sincera en actitud e intención porque Marianne era una joven que no sabía mentir, así que no era necesario disfrazar la verdad cuando ésta no era mala ante sus ojos. Por ello ante las respuestas, le cerró todo y entendió finalmente a quienes servían, pero más aún quienes eran. Esto le recordó a su padre, sí es que ella había tenido una formación similar, no era indiferente. 

—Perdón, mi padre sirvió a la guardia—dijo sin agregar demasiado. 

Ya cuando se iba a explicar un poco más, apareció la mujer con esa actitud hosca que tenía en la taberna. La peliverde la miró con cierto aire curioso, aunque no se notó el temor en la mirada. Incluso cuando quisieron comprobar si estaba registrada, no manifestó molestia porque sus intenciones dentro de todo eran buenas ya que quería conocer a la mujer y saber a que familia pertenecían. De momento ya tenía varias preguntas respondidas, ahora solo quedó intentar entenderse con la pelirroja. 

—Señora, soy Marianne—respondió rápido—. Me despertó curiosidad cuando entró en la taberna y todos la respetaron, solo quería conocerla y saber a que gremio o familia pertenece. 

No era una novedad, a eso iba. 

— Mis disculpas si la he importunado, le sirvo a la diosa Eris. Hace muy poco que he comenzado a estar con ella, estoy conociendo a la gente que vive aquí y he explorado un poco el laberinto... 

Ya le había explicado todo, solo esperó que su honestidad sirva para no terminar torturada. 

Junto con Vilfi, fuiste buscando a Eris. Tras una búsqueda rápida por los pisos inferiores finalmente subiste hasta el tercer piso. Quizá estaba donde os había hecho la Falna o en la biblioteca que sabias que estaba allí por la mención de Aranis durante el dia anterior. La segunda fue la decisión acertada. Cuando abriste la puerta de la biblioteca encontraste una gran sala con grandes librerías repleta de libros y en el centro, donde se disponía una gran mesa de madera con varias sillas simples, estaba Eris.

Frente a ella un libro sobre el que escribía con una pluma negra con tranquilidad. El único sonido que había en aquella sala era el de la pluma deslizándose sobre las hojas de papel. Como si tu presencia en ese momento no fuera conveniente allí quedaste enmudecida ante la escena mientras la diosa seguía escribiendo. Detrás de ella, entre dos grandes estanterías había un gran tapiz con la figura de Eris sosteniendo una manzana. No fue hasta que la pluma hizo pequeños sonidos de choque contra el pequeño contendedor de tinta que saliste de tus pensamientos y empezaste a hablar.

La diosa deposito con cuidado la pluma dejando el libro abierto y se levantó encaminándose hacia ti y Vilfain Cuando estuvo lo suficiente cerca se agacho para quedar a la altura del pequeño

—¿Te encuentras ya mejor?.—Cundo el pequeño asintió la diosa le dio una palmada en la cabeza antes de volver a levantarse.

—Por el momento los sellos solo se aplican a su habitación, Aranis intentara que se apliquen a alguna otra habitación mañana pero no debería tener problema en permanecer fuera durante un tiempo.—Explicó tranquila mientras volví a recoger el libro que había dejado atrás.

—No hay problema con que esté presente.—Dice mientras te hace una seña para salir de la biblioteca.—Vi que os fue bien en la incursión, aunque quizá tenga que hablar con King.—Notabas que en el tono de su voz había una pequeña… ¿decepción?— Ese comentario sobre sacrificar a la aventurera fue un tanto desafortunado.

Casi doy un saltito de alegría cuando deja que Vilfain se quede a mirar, de verdad me gustaría que presenciara todo el asunto, así aprende.
—¡Gracias! —exclamo feliz, y me pongo en cuclillas para dirigirme a mi nene—: No nos tardaremos mucho, ¿sí? Para que podamos luego darnos un bañete antes de regresar rápido a la habitación y que no te pongas malito.
Resisto las ganas de abrazarlo para que Eris se ponga manos a la obra cuanto antes. Lo que hago es tenderle una mano al niño para que la tome y nos acompañe al cuarto.

—Sí, me sorprendí de mí misma y de todos, realmente nos has dado un poder maravilloso. Sólo espero poder aprovecharlo al máximo para sentirme digna de recibirlo.
Recuerdo entonces la conversación de más temprano y añado:
—Y también para que no pierdas a nadie más. Tus hijos, nosotros, son mis amigos, por más que hayan sido un pelín bordes conmigo, ehehe... —río tímidamente, frotándome la cabeza—. Me esforzaré en que todos estén bien siempre, puedes estar segura de eso, doña Eris, de verdad.

De camino a mi cuarto le voy contando todo lo que hicimos, aunque omitiendo el detalle de la acechadora que nos dijo cosas raras que aún no entiendo y, como no las entiendo, prefiero no hablarlas aún, que habíamos quedado todos de acuerdo en no hacerlo hasta que fuera el momento apropiado.

Ya en la habitación, le pido a Vilfain que se quede sentadito en el sillón, mientras me hecho en la cama, apartándome la espesa melena plateada para dejar ver mi espalda al completo.
—Trata de... em... de verdad, soy muy cosquillosa, así que, bueno, eso. Lo siento.

Con el grito del enano, Lance volvió la mirada hacia Aranis una vez más y comenzó su caminata lenta hacia él.

-Sin demasiados problemas, volvimos hace un rato y decidimos ir a tomar algo,- Comentó brevemente para explicar la situación y quitar las pocas preocupaciones que Aranis tuviera- Pero en serio, no sabía que iba a entrar en una familia tan famosa que tendría acosadores desde el primer día, esas cosas se avisan Aranis, más viendo que estas acostumbrado- Mientras sonreía, señalaba con el pulgar hacia los tejados donde hacia un momento ambos habían quedado mirando.