Partida Rol por web

El conde se lanzó detrás de Braulio al escuchar al lobo gemir cuando le dio la flecha con intención de pasar por encima de los lobos con su montura. Se ató como pudo la brida del caballo a su inerte brazo izquierdo y desenvainó la espada dispuesto a salvar a aquel desdichado.

Don Carlos sin que sirva de precedente, retrocede varios pasos, alejándose y rehuyendo el combate.

Un flecha vuela recta desde el arma de destrucción  de Samuel hasta el lomo del lobo que más cerca está del árbol en el que se ha refugiado el hombre (Lobo 5, el último en reaccionar).

El lobo que más cerca está del grupo es el primero en reaccionar, corre hasta el caballo del hombre de armas del noble navarro e intenta morderle las piernas al animal lanzando una dentellada, pero sólo muerde el aire.

En cambio el siguiente animal tiene mucha más suerte, y muerde una pata del caballo de Don Antón, quedando enganchado en la misma (pata delantera derecha). El Vizconde ya puede tener suerte para que su caballo no quede cojo de por vida*...

Otro lobo corre hasta el caballo del santiaguista y dando un salto increíble logra alcanzar el cuello del animal, quedando suspendido en el aire.

En cuanto a los tres últimos lobos, dos de ellos corren hasta el grupo , quedándose a pocas varas de vosotros (no llegan en este turno) mientras que el lobo herido por la flecha de Samuel lanza un aullido y se pone de patas sobre el árbol lanzando dentelladas al aire y ladra al hombre que se refugia una vara más arriba.

El caballo del Vizconde se pone de patas mientras el lobo está enganchado en una de sus patas, el caballo mueve y revuelve las patas, intentando soltar el lobo pero es inútil. El caballo está condenado y su jinete deberá atacar él mismo al lobo para soltarlo.

Antón saltó del caballo antes de que este se encabritara y lo tirara al suelo, otra vez. Se dispuso a atacar al lobo que lo agredía con toda la rabia que llevaba acumulada por los últimos sucesos.

Aquel lance del combate fue precioso. El Vizconde desmontó gracilmente del caballo de un único salto, cayó de pie sobre el suelo a un sólo paso del lobo y en una estocada de atrás a delante atravesó la panza del lobo e hizo girar la espada para hacer saña en el animal, retiró su espada y el lobo lanzó un gemido y se hizo una rosca, quedando inmóvil.

¡¡Por Falces y Santiago!! ¡¡Dejad a ese hombre, perros!! -rebajando a los lobos a simples canes en fiereza mientras balanceaba grácilmente su larga lanza tendida hacia delante y dando carrera a su caballo-. ¡¡HEAA!!

Los cascos de la montura retumbaron, al igual que su armadura mientras avanzaba al galope*

Aleixo vio como su montura era atacada ferozmente. Honestamente jamás se había sentido unido a ningún corcel y tampoco este, obtenido de forma tan rocambolesca, iba a ser una excepción. Sin embargo aquel animal no merecía acabar degollado por una bestia de una fiereza como la de aquel lobo. El animal comenzó a agitarse y a piafar por el dolor que le causaba la dentellada. En aquel momento el caballero bajó de un salto de su montura dejando caer en el proceso la pequeña ballesta con la que antes había pretendido efectuar un ataque. En lugar de eso desenvainó lo único que ya le otorgaba cierta confianza, quizá lo único que le ataba aún a un mundo aún más aciago de lo que él hubiera imaginado... su espada.

Con cautela, me acerco a los lobos hasta una distancia prudencial, para sacar mi talismán de paralización, y usarlo contra una de las criaturas.

El santiaguista desmonta de un salto y se deshace de su ballesta al tiempo que desenvaina su espada, mientras tanto, Braulio espolea a su caballo, la tierra tiembla, briznas de yerba se elevan varios palmos sobre el suelo, poco a poco la carga va ganando ímpetu, el que alquila su yerro se pone tieso y levanta un poco los pies tras lo que él mismo se levanta un poco a la vez que ensarta al lobo más próximo a la refriega (lobo 6), de manera que su lanza queda clavada en el lomo del animal y el soldado ha de soltarla para no romperla o caer del caballo.

El judío se aleja unos pasos y sacando un feo talismán susurra unas palabras entornando los ojos y señala al lobo que acaba de morder el caballo de Aleixo, de pronto el lobo queda rígido, puede mover la cabeza y las patas no obstante.

Estando encima de su caballo, Fedro observó como si de un concurso de justa y espada se tratase todo ese espectáculo, temiendo por aquellos hombres y divirtiéndose al mismo tiempo.

¡Oh, qué lance! ¡Vaya torta!
¡Qué espadazo!¡Vaya lanza!
¡Qué magnífica reyerta!
¡Corre, zorra paticorta! -le decía como compadeciéndose de uno de los lobos para que tratase de huir y conservar la vida ante el enorme postencial de los soldados-. A su vez, y de forma ridícula, el Vizconde lanzaba puñetazos al aire -como un boxeador actual-, mientras miraba la escena con cara de "bobalicón".