—No me malinterpretéis, pero hay sacerdotes que merecen morir, y muchos pordioseros que son ajusticiados sin motivo. Pero no creo que sea eso lo que os atañe. Por favor, necesito que me lo contéis, o que al menos, os concentréis en cuál es el pecado que habéis cometido para merecer esto... —Cuando digo esto, me paro un momento a reflexionar.
¿Por qué un pecado? Tal vez su castigo no era obra de Dios, sino del Demonio, o de uno de sus malvados sirvientes. Si Dios le hubiese dado la espalda, no habría logrado obrar el milagro de la estatua. Así, le digo—. Y, decidme también, ¿acaso habéis luchado contra algún ser malvado? Puede que no sea un castigo divino, sino la venganza de algún ser atroz.
—Por favor, necesito que os concentréis. Vos accedistéis a tenderme vuestra ayuda en su momento, y yo ahora quiero tenderos la mía. Pero para eso, necesito que me lo contéis todo...
Motivo: Psicología
Tirada: 1d100
Dificultad: 70-
Resultado: 95 (Fracaso)
Joder, es que no saco nada en esta partida xD
¡Nooo! -Fedro cruzó las manos y las separó con fuerza, en señal de negativa-. ¿Pero que dice vos, "don Antón"? No me contradiga, ¡por favor!, ¡Que don Juan se va al bosque! ¿Un noble yéndose con casi "vagamundos" que apenas conoce? Es muy claro que algo traman... ¡algo contra el hermano...!
Entonces miré a Braulio, y al soldado que seguía erguido en la plaza, como una lanza bien picada.
¡Anda y ve, don Antón! ¡Con tu siervo y con el mío! Que no le concedo yo a Braulio a nadie por cualquier nimiedad. Yo iré con ese tipo -y señalé al soldado a lo lejos, y estaba seguro que éste le miró, pues sabían que hablábamos de él- a avisar al perraco del hermano, el rechoncho y flatulento, para advertirle de los pasos de hermoso de su hermano, ¡venga, venga! ¿¡Se lo digo en verso, don Antón!? Ya habrá tiempo de descansar luego.
Señor..., anda y vayamos..., sólo seguiremos a esos tipos... -no sabía muy bien porqué Braulio accedió a la loca petición de su amo; quizá pensara, una vez más, que eran locuras. Pero tanto tiempo junto le había hecho establecer una conexión con él, de alguna forma..., y ahora no le parecía tan loco-. Mi espada será su bra..., bueno, quiero decir, yo le protegeré, mi Señor Antón -dijo Braulio finalmente-.
Entonces vimos que don Fedro Fabián iba directo al soldado de la plaza.
¡Eh!, ¡Vos!
¡El que me mira!
¡El de la lanza! -le dijo mientras se acercaba andando al soldado-
¡Véngase conmigo!
¡Deje aparte su ordenanza!
¡No son lobos la amenaza!
¡en casa está el enemigo!
¡Venga!,¡Venga!,¡Venga!,
¡A ver a don Pedro de Alcántara!
Entonces insté al tipo a que me acompañara a ver al señor del ruinoso castillo que se erguía fuera del pueblo.
-Perdonad mi lengua, que no supe refrenar a tiempo. Pero el camino ha sido largo y Dios sabe cuanto hemos sufrido en este peregrinaje-dijo disculpandose- os acompañaré, desde luego y agradezco tu preocupación Braulio aunque espero que no sea necesario desenvainar los aceros-dijo ya sin mucha esperanza de que aquello fuese cierto pues Dios les estaba poniendo a prueba y ésta era cada vez más dura-Pongámonos en marcha pues.
Ya estoy de vuelta hasta la KDD
- Como digáis, mi señor - dije yo.
La verdad es que aún no me había enterado de a dónde iba ni con quién, pero supuse que ya lo sabría cuando tuviese que saberlo... digo yo.
El grupo perdió un tiempo precioso discutiendo, y cuando por fin se separaron de Fedro y caminaron hacia el bosque, era noche cerrada, apenas se veía y no había rastro aparente de por dónde habían ido los cazadores ni Don Juan. Necesitábais luz y un buen rastreador, además en caso de encontrar alguna pista había que ser harto discretos para no descubriros.
Pues eso, hay que encender una luz, y después tirada de Rastrerar
- ¿Señor? - el hombre miraba a Fedro con evidente sorpresa -seguidme pues entonces- dijo tras pensarlo detenidamente, apenas entendía lo que quería decir el hombre, pero lo pensó mejor, quizás aquello le reportase alguna moneda de vellón que gastar en el burdel de Mancia.
Condujo el soldado a Fedro por el camino que ascendía al castillo, a medio camino tuvo que encender una antorcha que llevaba colgada al cinto ante la invisibilidad.
Sigues llevando los 2 PJS como hasta ahora. No hagas meta rol claro.
Condujo a Fedro por fin al patio de armas, los centinelas les habían dejado pasar pero un tal Tomás, el castellano, no parecía muy dispuesto a molestar a su Señor
- Lo siento Don Fedro, pero Don Pedro ahora mismo no está... dispuesto- lo cual seguramente quería decir que el pro hombre se había pasado con la bebida o con la comida o con ambas y estaba vomitando por los rincones o puede que insconciente, notaste en la voz del castellano un toque de vergüenza por servir a un Señor tan poco prudente.
- Creo que lo mejor sería señor que volviese su merced mañana.
- ¡No soy estúpido!- exclamó algo colérico -sé que en este mundo hay criaturas mágicas que no vemos a simple vista, pero nunca he tenido ocasión ni trato con alguna de ellas. Sólo he visto al Diablo en la mirada de algunos hombres antes de cometer una tropelía... yo mismo he cometido alguna. Pero no he visto la magia de cerca ni a ninguna de sus criaturas.
¿¡ VOLVER MAÑANA !? -dijo Fedro con evidentes muestra de molestia-, hágote saber que el hermano de don Pedro hállase en evidente peligro, y que la muerte le ronda ahora mismo, mientras hablamos... He de hablar con él en el acto... los otros peregrinos que connmigo venían -más bien era al revés- han ido a buscarle, asi que vengo yo a informar a vuestro señor Pedro. ¡Ande y llámele! ¡No vaya a ser que quien se encuentre tan mal como tu señor seas tu mismo ante tu imprendicia!
El conde esperó a ver qué decía. Por supuesto, no había contado a ese tal Tomás todas sus sospechas.
Motivo: Elocuencia
Tirada: 1d100
Dificultad: 85-
Resultado: 100 (Fracaso)
¿"Don Juan"?, será don Pedro.
El castellano parece dudar por un momento, como preguntándose qué debería hacer, pero aunque las palabras de Fedro son bastante lógicas, sus gestos y su tono no logran convencer al hombre que tiene que encogerse de hombros y negar con la cabeza - Bueno, bueno... ahora mismo no puedo hacer nada, pero decidme de qué se trata y veré si tengo manera de hacer llegar la advertencia a mi Señor. Decid pues -¡Habráse visto tamaña desfachatez! te sentías insultado, menospreciado, por un, por un hombre que tenía a su cargo una fortaleza ruinosa y que seguramente sólo viese un puñado de monedas cada luna...
Perdón! xD
¡Los muertos de su padre! -pensé mientras chirriaba mis dientes indiscretamente, haciendo ver mi impaciencia y malestar.
Entonces me giré un momento hacia el tipo que venía conmigo, el hombre de armas. Comencé a hablarle en bajito, sin que se enterara el puñetero de ese Tomás.
Eh tu, ¡soldado! -le dije mordiendo lascivamente mis labios y guiñándole un ojo a modo de complicidad absoluta-. ¿Quieres ser más rico que el hombre que señorea este ruinoso castillo? ¿Eh? Mi Padre tenía el favor del Rey Navarro, y yo, su hijo vizcondal, ostento ahora su cargo, el peso de su linaje, ¡soy su sangre! Puedo concederte dineros si me ayudas con algo... ¡es más! ¿Ves este anillo*? -y extendí mi dedo meñique y con la otra mano me entresaqué un poco la joya del dedo-, pues... ¡es tuya ahora mismo si quitas de enmedio a este mequetrefe!
Volví a guiñarle un ojo y me quité definitivamente el anillo. Extendí mi mano para dárselo.
Dale un merecido y será tuyo. Además, has visto a mis compañeros abajo en el pueblo: sabes que es por una buena causa.
No podía irme de allí, así, sin intentar lo último. Quizá me estaba arriesgando demasiado por personas de menor rango que un vizconde de mi gran presencia, pero... bueno, unas últimas correrías antes de rendir cuentas a Santiago Apóstol no eran del todo descabellado.
*: Me estoy refiriendo a ésto que está en mi ficha:
Joyas 10-10.000 Anillos,ajorcas,aretes,diademas,collares,etc... 1UD. 59 (pequeño anillo)
El soldado miró boquiabierto el anillo del de Falces, jamás había visto joya como aquella y los ojos del hombre dejaron ver la peor de las codicias, en sus ojos podía leerse que el hombre haría cualquier cosa por aquella joya, y pareció que iba a asesinar al castellano cuando se acercó despacio y con una expresión en el rostro que no entendíais.
Cuando estuvo casi tocando al castellano levantó la mano hacia el de Falces y dijo en poco más que un susurro -no temáis que hablaré con él -refiriéndose al tal Tomás y le cogió por el hombro y lo llevó hasta la entrada de la torre a apenas media decena de varas y habló con él durante unos minutos por lo bajinis. Finalmente, el castellano asintió y ambos salieron andando por la puerta del castillo, perdiéndose de vista.
Tenías vía libre para entrar tú mismo en la torre y avisar al bueno de Don Pedro.
Recordé las horas anteriores en las que había estado allí lo suficiente como para llegar hasta el aposento de don Pedro. ¿Estaría defecando o vomitando el tiparraco? Así me lo imaginaba yo tras la fiesta y lujurias que seguramente tuvo que dedicarse... Nada más llegar a la puerta, intenté abrirla.
No escribo nada más, por si hay alguien, puedo entrar sin problemas, si está allí don Pedro, etc.
Subiendo las escaleras encontraste dos criados, primero un joven que intentó detenerte y luego una muchacha que se apartó a un lado al verte subir como una exhalación. Llegaste al salón y allí encontraste un fuente metálica con restos de algún ave mediana cubierto por una vomitona que apestaba a vino.
Don Pedro estaba... volcado sobre la gran mesa y roncaba profusamente, tenía la cara pegada a un enorme charco de vino que se extendía sobre la madera de la mesa, tres jarras habían rodado sobre la mesa y se habían estrellado en el suelo aunque milagrosamente, la cerámica no se había roto. Dos perros dormitaban a los pies del noble.
Antes de seguir con la conversación, ¿puedo tirar algo para saber más de lo que le está matando, o tendré que sacárselo debatiendo?
Ya has tirado por ese concepto y en realidad sabes que ni él mismo sabe lo que le ocurre o a qué se debe.
Tras reflexionar unos instantes, lo único que puedo terminar diciendo es—. En ese caso, si no podéis recordar qué os ha podido traer tal desgracia, no puedo nada por vos.
—Descansad pues. Velaré por vos, para que no os suba la fiebre —termino diciendo. Después, dirigiéndome a la puerta, añado—. Iré a ver qué ocurre con el resto...
Tras esto, y si el noble no añade nada más, abandono el lugar.
- Me cagüen mi estampa... - maldije en la oscuridad.
Había buscado y rebuscado entre mis cosas y nada, ni rastro de las antorchas. Pensé que algo había quedado de la última vez, pero se ve que con las prisas no había tenido tiempo de reponer mis cosas ¿De qué servían las monedas si no tenía uno tiempo de gastarlas? Al menos conservaba mi yesquero, de modo que improvisé una llama con una rama seca, duraría el tiempo justo para buscar aquel rastro, al fin y al cabo si lo seguíamos, deberíamos ser tremendamente discretos y eso implicaría apagar el fuego.
Motivo: Rastrear
Tirada: 1d100
Dificultad: 70-
Resultado: 45 (Exito)