Partida Rol por web

Desde lo de Ana de Fonsalba y la muerte del barón todos sabíais que Don Carlos se encontraba en pésimo estado de ánimo, pero ahora mientras avanzáis con la vista fija en Santiago, al atravesar los montes de Oca - unas condenadas montañas tan empinadas como el brazo de un rabino que os hacen ir lentísimo - el Hidalgo ya no es que esté cansado y pesaroso, es que a penas se tiene en pie, muy amablemente el Santiaguista como buen hermano le deja su caballo pero Don Carlos empieza a tener frecuentes diarreas y lo que es peor y más grave: tiene fiebre intermitente.

En un momento dado mientras ascendéis una pendiente - para variar- Don Carlos cae al camino embarrado como un fardo. Como es lógico, los que van detrás de él ( Hernán y Samuel) avisan al resto y corren a atenderle.

Antón se paro de golpe al escuchar la caída de Don Carlos. Llevaba así desde que abandonaron el monasterio y de seguir así no llegarían muy lejos y todavía les quedaba un largo trecho hasta Santiago.

-Samuel, ayuda a don Carlos. Subidle a la grupa del caballo y que Alexio monte con él. Así evitaremos que caiga-dijo rápidamente. Por un momento miró al perro de Don Carlos, que al caer este se había puesto a ladrar. A Antón le molestaba aquel perro de sobremanera y parecían no caerse bien mutuamente, aunque despejó los pensamientos de su mente- Mi buen Alexio, decidme que conocéis estas tierras y hay una aldea cerca, Don Carlos necesita reposo, no puede seguir avanzando en este estado.

Al examinar a Don Carlos te das cuenta de que lo único que ocurre es que ha comido algo que le ha sentado mal, algún alimento pasado o algo parecido. Nada que no se pueda curar con unos días de reposo y comidas sencillas y poco opulentas.

Aleixo no estaba de muy buen humor. Su piedad le había llevado a caminar cediendo su montura al viejo caballero y, aunqeu sus piernas eran fuertes y jóvenes, pensaba que el Camino había puesto a prueba a Don Carlos y éste no la había superado. La audiencia con el apóstol y la redención de Santiago tenía un precio; exigía un esfuerzo al cual no cualquier cuerpo ni cualquier mente estaba presta a ofrecer.

Si no fuera por que las comidas eran las mínimas uno podría haber pensado que a Don Carlos lo habían envenenado; los sudores, los temblores, las diarreas... De cualquier modo o descansaban o pronto tendrían que cavar otra fosa.

La petición de Don Antón era lógica pero no por ello Aleixo quería realizarla. El viejo estaba panza arriba en el barro con un aspecto bastante lamentable.

- Si... habría que llegar a alguna aldea pronto. Si Don Carlos tiene que hacer noche al raso... - dijo explicativamente mientras torcía el gesto. - Sé que estamos por llegar a Valderrobles donde hay un dispensario para peregrinos. Allí podrán ayudarle... y si no habría que aguantar hasta Burgos. Pero en lo sucesivo será mejor viajar con un carro. La experiencia me demuestra que estas cosas pasan más a menudo de lo que pensamos en el Camino.

Aleixo se puso en pié ya que se había acuclillado para reconocer al enfermo. - ¿Tenemos cuerda? - preguntó... - Podría montarme en el caballo con él y atarlo a mi espalda. Así evitaríamos que se volviera a caer. En una de estas se da un mal golpe y...

Iba disfrutando del paisaje cuando Don Carlos se desplomó sobre el barro. LLevaba ya un tiempo con malestar y en realidad me alegraba un poco por ello. No con maldad, pero sentía que él era el culpable de todas las desgracias que nos habían ocurrido durante el viaje. Además Don Carlos siempre salía airoso de todos los conflictos, se merecía sufrir un poco por lo que habíamos sufrido los demás. A pesar de todo, acudí rápidamente en su ayuda junto a mi señor Don Antón. Examiné a Don Carlos para comprobar que no estaba herido y llegué a la conclusión de que aquello tenía que ser algo que había comido, molesto pero pasajero.

- Teneis el aspecto del que come algo en mal estado - dije ayudándole a levantarse - No debe ser la comida del monasterio, porque si no estaríamos todos igual... Don Antón está en lo cierto, debeis descansar.

Recuerdas que había una aldea no muy lejos llamada Valderrobles donde existe un hospital para peregrinos(nada del otro mundo) , un poco más allá y la mejor opción sin duda es Burgos: capital del Reino de Castilla.

Hernán estaba contento. Hacía mucho tiempo que no salía de aquel monasterio y el viento que le daba en la cara le hacía sentir bien. Le gustaba, por muy irónico que pareciese, la incertidumbre de lo que podía pasar en cualquier momento. También el tener la oportunidad de ver, conocer e interaccionar con otras personas que no fuesen simples peregrinos de pasada.

De todas formas, tras haber dejado el santo edificio había notado que el hombre de mayor edad, el cual era el peregrino al que acompañaban el noble y sus siervos (un tal Don Carlos que también resultó ser noble), tenía una salud algo frágil y su edad ya no era la apropiada para emprender tan largo viaje.

En eso estaba pensando cuando de pronto, como si le hubiesen leído el pensamiento, el hombre cayo al suelo. Se dio la vuelta rápido para atenderlo.

-Al fin y al cabo, soy el que tiene mayores conocimientos médicos de aquí y es por lo que he conseguido entrar en la comitiva -Se dijo.

-¡Rápido, ayudadme a incorporarlo y a moverlo fuera de el barro! -Dijo exagerando su preocupación-. Tumbémoslo sobre la hierba para que pueda examinarlo.

Hernán mira al hombre varias veces, pero no consigue adivinar exactamente lo que le pasa.

-Aquí no puedo averiguar nada -Dice en tono apesadumbrado intentando disculparse-. No dispongo de medios suficientes, lo mejor será atenderlo en el pueblo más cercano para disponer de mejores materiales y más tiempo.

Roderigo avanzaba algo mejor que estos días, el ligero reposo y las atenciones de su nuevo compañero le habían hecho recuperar bastante las heridas. Aún le dolía algo el brazo, y el susto de ver una espada rozando su cabeza aun le hacía temblar solo de pensarlo, pero seguía vivo.

Intercambió alguna que otra palabra por el camino con sus compañeros, aunque tras todo lo sucedido estos días nadie estaba muy hablador. Fue entonces, cuando Roderigo oyó las voces de sus compañeros, que indicaban que don Carlos había caído del caballo. Apenas se había preocupado de el estos días. Tanto que hablaba al principio, había pasado a ser una compañía casi fantasmagórica. Roderigo le vino a la cabeza el refrán "de lo que siembras recoges", y cierto es que el hombre había hecho bastante mal con sus últimas acciones.

A pesar de lo mal que le caían las decisiones del de Mayoral, y de que casi lo matan un par de veces por su culpa, había aprendido a atender a Don Carlos mínimamente como para saber que nunca hizo nada de mala fé, si no que fué su estúpido sentido de la justicia y el honor el que lo llevó a actuar de tal manera. Rodrigo lo sabía, y por eso seguía acompañándolo en vez de robarle la bolsa y salir por patas, pero seguía sin gustarle la actitud de aquel noble, que primero actuaba y luego se preguntaba sobre sus acciones.

Mientras pensaba esto se acercó al noble y puso su dedo índice y corazón sobre la yugular de Don Carlos durante unos segundos. Luego, se llevó los dedos a la boca, y mojándolos en saliva, los puso debajo de la nariz del de Mayoral.

-Sí, será mejor que apuremos, tiene pulso y respiración, pero no parecen en su mejor momento.

Tras esto, Roderigo se apartó, pues no era hombre de fuerza, y más que ayudar, estorbaría.

Miré al médico con el ceño fruncido, menudo inútil que no sabe distinguir cuando alguien ha comido algo en mal estado. El caso es que le había observado mientras curaba las heridas de los demás y parecía que sabía lo que hacía. Supongo que a veces las apariencias engañan. El santiaguista pidió una cuerda y me apresuré a darle la mia, a ver si Don Carlos aguantaba sin caerse.

- Aquí teneis - dije tendiéndole la cuerda que acababa de sacar - si quereis puedo ayudaros a atarle.

Menos mal que uno de nosotros venía preparado para un viaje largo, a saber lo que habrían hecho estos nobles sin mi ayuda.

Aleixo tomó a Don Carlos en volandas y con ayuda de sus compañeros lo consiguió subir a la grupa del caballo. Así, mientras unos sujetaban el cuerpo del de Mayoral, el santiaguista subió ágilmente a la montura y pegó bien el pecho del viejo a su propia espalda. Efectivamente, si no lo ataban muy probablemente volviese a caer.

- Gracias Samuel... - comentó Aleixo sorprendiéndose a sí mismo de que se hubiese acordado del nombre de aquel muchacho. Antes, cuando los vasallos eran tres apenas sí los distinguía pero ahora que ya el camino les iba acercando más y más, Samuel se había convertido en una persona con cara y ojos... y con una pesada carga que arrastraba tras el enterramiento de su amigo. - Corta un par de pedazos de cuerda. Uno pásalo por debajo de nuestros brazos y otro a la altura de la cintura. No te prives de tensar fuerte... así evitaremos que vuelva a caer.

Una vez Aleixo comrpobó las ligaduras azuzó al caballo para volver a ponerse en marcha. Esperaba llegar a Valderrobles pronto... aquello no era más que una mala solución de carácter provisional.

Seguí las indicaciones del caballero, cortando dos trozos de cuerda con el cuchillo. Después le tendí las cuerdas y fui siguiendo los pasos para dejar a Don Carlos bien amarrado. Bien sabía yo que las caidas de un caballo te pueden costar la vida, aunque no vayas cabalgando a toda prisa. Parecía que estaba sujeto, y como había sobrado cuerda todavía, la guardé de nuevo en su sitio.

Apretamos bien las amarras y reanudamos el camino, Don Carlos no tenía buen aspecto pero que yo supiera nadie se había muerto por comer algo en mal estado, la gente se moría de otras cosas.

Roderigo vio como procedían con don Carlos, y realmente parecía estar muy mal:

-Son Aleixo, quizá vos podáis adelataros ya que vais a caballo hasta el pueblo mas cercano, donde Don Carlos pueda tener reposo, no creo que cabalgar le siente muy bien, ni llevar la armadura puesta. Nosotros os seguiremos andando. Seguramente habréis recorrido el camino muchas veces y conocéis algún sitio donde descansar en las cercanías, decidnos el nombre y nos vemos allí...si os parece bien a todos, claro.

Si, será lo mejor-afirmo el vizconde dando su aprobación- No deberíamos tardar mucho en llegar, nos encontraremos allí. No creo que sea difícil encontrar a un caballero y a un viejo herido en cualquier pueblo de las cercanías-dijo con una sonrrísa. Pero a decir verdad hacer tal caminata con aquella armadura y con esas heridas se hacía algo difícil para Antón, que trataba de mantener el ánimo pese a todo.

Aleixo parte presto a caballo hacia Valderrobles, levantando una nube de humo en el camino a su paso- tras daros, como es lógico las indicaciones necesarias para llegar al poblado-.

En menos de dos horas de cabalgada llegas a Valderrobles que no es más que un pueblo de una docena de chozas y un hospital para peregrinos de piedra, es un pequeño edificio que tiene capacidad para 12 enfermos en habitaciones aparte.

Al llegar al hospital resulta estar regentado por un hombre y una mujer, por un matrimonio algo rancio y viejo, que sólo aceptan a seis pacientes. Por suerte el hospital en estos momentos está vacío, el matrimonio utiliza métodos médicos tradicionales: lavativas, purgantes, extirpación de malos humores, sangrías, aplicación de sanguijuelas...

- ¡ Buen día caballero te dice la mujer ! ¿ Qué os acaece ? parecéis sano a mis ojos.

Venga, pongámonos en marcha-dijo al resto mientras empezaba a caminar- quizás esto nos haga mas bien que mal y podamos descansar un poco mientras Don Carlos se recupera-dijo el vizconde mientras pensaba en el viejo. Desde luego no estaba en buen estado, aunque dada su edad era bastante normal..."Al fin y al cabo ha durado bastante ese viejo testarudo" pensó Antón, recordando que había sido un gran soldado en otra época y que había sobrevivido mas que muchos. Por otro lado no podía evitar pensar que ese mal que le aquejaba solo era un castigo de Dios, por haber llevado a la muerte a varias personas por el capricho de una chiquilla.

Aleixo torció el gesto ante las palabras de la mujer pues le sonaron a pitorreo. bastante cruda era la situación como para soportar estupideces. A menos que Don Carlos se hubiese caído del caballo sin que el Caballero lo percibiera (hecho harto improbable) estaba claro que el "pasajero" amarrado a la espalda del Santiaguista era el paciente.

- Ayúdame mujer a bajar del caballo a mi amigo el noble Don Carlos... ¿es que no veis que viene casi sin sentido? Lleva unas horas así y no sé que tiene pero ha vomitado hasta la última papilla... por arriba y por abajo.

Ni la situación ni las maneras del Caballero eran idóneas pero la situación requería agilidad y presteza. Si empezaban con lindezas el noble lo acabaría pagando. Y bastantes muertes había ya a espaldas de Aleixo por espada, como para añadir una por negligencia.

- Deprisa...

Al girar tu caballo y dejar a la vista los traseros del mismo, la mujer lanza un gritito agudo bastante desagradable, se ve que no vió al hidalgo atado a tu espalda.

¡ Por Cristo y todos los Santos !

La mujer llama a su marido y ambos ayudan a Aleixo a bajar a Don Carlos y rápidamente le trasladan a una pequeña habitación, el lugar está sucio y descuidado.