Partida Rol por web

Dark Heresy: Capítulo Primero.

La Cámara de los Horrores.

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06/11/2010, 18:19
Homunculita.

- "No lo sé, Cirujano." -

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10/11/2010, 22:33
El Cirujano.

- "¡INTRUSOS!" -

 

 

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16/11/2010, 18:33
Arlan Hex.

Tres cargas de su pistola láser habían sido el comienzo de lo que no sería sino un arduo camino de sangre y muerte, tres cargas que habían conseguido granjearles el paso a aquella institución supuestamente benéfica y que se demostraría como un antro de corrupción y mal, un verdadero chancro pestilente e infectado que atentaba contra lo más sagrado. Contra los deseos del msimísimo emperador.

El edificio contaba con tan solo dos plantas. Un planta principal que hacía las veces de comedor y refectorio y una segunda planta en el primer piso, donde los términos abominación y pecado alcanzaban su verdadera y total dimensión.

La pelea, pues no había duda alguna que aquel sería el escenario de su lucha y posiblemente el último lugar que llegarían a ver en sus vidas, se inició tan pronto como pudieron alcanzar a ver algo, por obra y gracia de las intuitivas habilidades del más bribón de los miembros de su grupo.

Y la luz se hizo. Y todos vieron que era buena.

Cinco enemigos desfilaron ante sus ojos. El director de aquel local perjuro, dos de sus acólitos, enfermos anímicos que cubrían su rostro con máscaras de procelana y dos abominaciones, exactamente aquellas que habían secuestrado a su compañera arbitradora y a las que habían tenido que enfrentarse Tercio y el psíquico. Una vez más, el pánico, el miedo a lo desconocido, el temor a lo ignorado hicieron mella en un grupo ya de por sí débil ante la visión de aquellos horrores, otrora humanos y ahora máquinas estúpidas especializadas en la muerte. El miembro del Adeptus Mechanicus fue quien más sufrió su influjo y la locura se apoderó de su mente. Víctima inocente del pavor se volvió contra los suyos e hirió levemente a Itsua. Fue todo el daño qe pudo causar antes de recobrar la cordura. Pero las secuelas permanecerán por siempre, con la amenaza del desequilibrio acechando desde el fondo de su psique.

Disparos, olor a pólvora, sangre. Una cacofonía de sonidos y olores, precedidos por la alarma que habría de poner en guardia a enemigos aún por descubrir, fueron el marco de una batalla que se saldó con la muerte de la mayoría de los enemigos del grupo. A cambio, un Tercio Veridio herido en un brazo. Una lesión seria pero no incapacitante, un buen precio a pagar a cambio de la muerte definitiva de los dos ladrones de cuerpos y de dos de los longivistas, el director y uno de sus acólitos. La gracia del Emeperador los envolvió en su pelea, propiciando su éxito. Lamentablemente, un tercero pudo huir, un grave riesgo a asumir dadas las posibles repercusiones futuras de tal hecho. Sin embargo, no era el futuro lo que preocupaba al grupo, sino el presente. Un registro somero de los cadáveres, proporcionó un pequeño botín en forma de armas, munición y llaves que deberían abrir alguna caja de Pandora con resultados aún por descubrir.

Tampoco digas: Yo pequé ¿y qué mal me ha venido por eso? Porque el Emperador, aunque paciente y sufrido, da el pago merecido.

Tras la guerra, la calma. Una calma transitoria y perecedera a los pies de una escalera que moría ante una puerta que se augurba como el camino de entrada hacia los infiernos. Y la promesa se cumplió. El líder militar de la misión, Vladymir Ostrogov, en su posición de ariete no temió al destino y franqueó el paso sin temor ni miedo. Fue el valor o la temeridad de quienes ante la muerte no agachan la cabeza. Y sufrió el pago de su audacia. Una máquina avatar, una máquina médica que después se sabría recibía el nombre de Escalpelo, lo tomó como objetivo para iniciar un bautismo de sangre. No hubo piedad, sino ensañamiento. No solo cortó, desgarró. Y Vladymir se situó en el umbral de la muerte. Los esfuerzos de sus compañeros parecía inútiles, pero en aquel postrer momento, brillaron la habilidad y la decisión del supuestamente menos fiable de los agentes inquisitoriales y sus balas, agujas de plata incandescente, destrozaron al pequeño monstruo mecánico.

Pero el grupo se había demorado en exceso, víctima aún de su inexperiencia, y el enemigo estaba dispuesto a jugar fuerte. Dos homonculitas trajinaban con la maquinaria necesaria para despertar a los ladrones de cuerpos que podían acabar con aquella misión casi antes de haber empezado. El cirujano creador de aquellos horrores se mantenía fuera de su visión y el cuerpo despedazado y terriblemente mutilado de Arlesha Rais descansaba en una camilla central, mostrando el futuro que les depararía una derrota.

Acechará el pecador al justo. y rechinará contra él sus dientes. Pero el Emperador se reirá de él, como quien está previendo que le ha de llegar su día.

Una granada surcó el aire y en su deflagración, abrasó con fuego e ira a una de las crituras. Aquello solo pareció avivar el deseo de muerte de las tres criaturas supervientes. Tauron Faith, nuestro Iniciado, fogoso portavoz de la fe en el Emperador, fue su objetivo. Y enonces, llegó la precipitación, y con la precipitación el error, y con el error la desgracia. Sucesivos ataques se demostraron insuficientes ante la fortaleza de aquellos engendros y en un intento agónico de superar aquella prueba, una nueva granada estalló con el deseo de acabar con el enemigo. Lamentablemente, no todo fue bueno. Sí, cayó una bestia. Pero con ella, también el Iniciado que se encontró al borde de la muerte. Y Lazerus, el hombre máquina, sufrió en sus carnes las laceraciones y quemaduras de aquel trance explosivo. Y una vez más, Tercio, iluminado por el Emperador, se convirtió en su mano ejecutora, liquidando a las últimos aberraciones, una de las cuales antes se cobraría los últimos resquicios de vida de Tauron Faith.

Y ahora, en las vísperas del epílogo final, varios de nuestros héroes caminan con un pie en este mundo y un pie en el otro. Arlesha Rais, vítima de un ritual ignominioso, Tauron Faith, cuya fe es lo único que el mantiene consciente y Vladymir, cuyo espíritu marcial le hace resistir la agonía de su dolor. Y a su lado, Lazerus-20-Silon, imperturbable pese a sus muchas heridas, más máquina que humano; Tercio Veridio, cuyo nombre será recordado en esta misión como el proveedor de la victoria; e Itsua Cadian, conocido como Arlan Hex.

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18/11/2010, 14:20
Tercio Veridio.

"Todavía estaba jugando con el machete con el que acababa de trinchar a una puta rata mutante sobrealimentada con restos humanos y demás. Ya sabes a qué me refiero, sacudiéndole la sangre con movimientos secos, limpiándola después con cuidado, balanceándola haciendo juego de muñeca repitiéndome lo guapa que está... Estaba contento, casi se puede decir que me la había cargado yo solo, porque a los demás los esquivó, pero a mí... ¡ja!"

"Sí, estoy divagando..."

"Decía que todavía estaba jugando con el machete cuando entramos. Pero antes fue lo de Vladymir diciéndome que abriera la puta cerradura de la puerta, como si yo fuera un vulgar ladrón o hiciera magia o algo así. Me molestó un poco, la verdad... Pero bueno, es el jefe, y es el único que tenemos, de momento..."

"Al final Arlan abrió la puerta y entramos como pudimos. Pero se puede decir que nos esperaban los muy hijos de puta, así que las reglas de enfrentamiento de Vladymir no nos sirvieron de mucho aunque eran un poco confusas de todas formas. El caso es que ellos nos veían a nosotros porque llevábamos las luces puestas y nosotros a ellos no, y habría sido una puta ensalada de tiros si no enciendo la luz. Y entonces fue todo un caos, porque había otros dos hijos de puta gigantes de esos biomecánicos aumentados."

"Yo casi me cago en los pantalones, y eso que ya los había visto antes, aunque entonces no había luz para ver claramente lo grandes que eran los cabrones esos. Y a los demás les pasó algo parecido, joder... el Hombre de Hojalata... Lazerus, sí... teniendo un "error fatal" y disparando al psíquico... En cualquier otro momento me habría reido, pero..."

"Pero yo tenía mis propios problemas, sabes... Me estaban disparando por todos lados: el cabrón del director, los otros acólitos... Estaba herido. Y aún me temblaban las manos. Así que salí del combate. Sí, salí. ¿Y? Dejaron de apuntarme. Para cubrirme, cambiar de arma y cargar contra el director."

"Nos cargamos a los otros, menos a un acólito que escapó, e intenté inmovilizar al director pero aún estaba jodido. Al final nos lo cargamos a él también, así que no pudimos sacarle más información, aparte de decir que era un logialgo. Y que iba a cambiar el Imperio. Pfff."

"Entonces subimos a la planta de arriba, y si lo de abajo fue jodido, lo de arriba fue un puto manicomio. A Vladymir casi le sacan las tripas antes de caerse siquiera. ¿Y sabes qué? Yo le salvé la puta vida. No estoy diciendo que quiera una medalla o algo así, pero serviría mejor al Emperador si se me diera una buena recompensa para pillar armas más gordas y olvidarme mejor de mis preocupaciones mundanas..."

"El casi es que arriba había una puta fiesta esperándonos. Estaba el jefe, que era un mechanicus, otros dos mechanicus más, un robot de operaciones, y un miniejército de gigantes aumentados. Debieron confiarse en que nos matarían a todos abajo o algo porque no tenían activados a todos los gigantes, y menos mal, porque entonces sí que nos habrían jodido bien. Y también estaba Arlesha en una mesa de operaciones, aún no sabíamos si viva o muerta."

"El robot de operaciones fue el que casi revienta a Vlad, si no lo reviento antes. Luego se nos fue la mano con las granadas. Nos cargamos a alguno más de ellos, un gigante, pero casi también nos cepillamos a Tauron así. Y mientras, en la confusión, el jefe se escapó sin poder arrancarle una palabra. Y a los otros dos gigantes activos, ¿sabes quién se los cargó? El señor Tercio Veridio, -yo-. El Puto Número Uno."

 

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18/11/2010, 18:50
Lazerus-20-Silon.

Lazerus aguardaba en el exterior, carabina en ristre.

Sus compañeros terminaban de cortar con láser la cerradura de la puerta reforzada que les separaba de su objetivo, mientras el tecnosacerdote cubría su retaguardia.

Con un siseo final, la puerta se abrió, permitiendo que la luz de su linterna dibujara las sombras del grupo inquisitorial recorcadas contra el suelo del interior.

Uno a uno, fueron entrando en aquella extraña construcción, de olor a podredumbre y vileza, para encontrarse con dos despojos humanos que corrieron a dar la alarma. El factor sorpresa desaparecía a las primeras de cambio. Varios cuerpos comenzaban a moverse en los habitaculos cercanos, cuando de pronto se hizo la luz.

Tercio.

Su mano acababa de levantar un interruptor, iluminando la sala por completo. Iluminando de paso a uno de aquellos individuos, que lo apuntaba sonriente con una pistola. Lazerus preparó su carabina, cuando el olor a aceite lamsano invadió sus orificios nasales. Entonces todo se desquició.

El tecnosacerdote contempló la abominación de tres metros que surgía de la nada para acometer contra sus compañeros. Lazerus se vio a sí mismo como un irrisorio reflejo de aquel constructo de carne, metal y músculos, y no puedo evitar estallar en carcajadas, su sonido rasposo filtrado por el vocosintetizador. Lazerus abrió fuego sin pensarlo, sin saber que la realidad de su acción hería a sus compañeros.

Tras la oscuridad, los componentes mecánicos reaccionaron. Habían pasado varios minutos, según indicada su reloj interior. Y allí estaba él, parado, su carabina humeante. Aunque no comprendía lo ocurrido, un tecnosacerdote era, ante todo, un ser pragmático. Lazerus contempló el campo de batalla.

Un acólito, una figura demencial cuya cara estaba cubierta por una grotesca máscara de porcelana. Lazerus apuntó y apretó el gatillo. Nada ocurrió.

[Por el Dios Máquina] maldijo entre dientes [¿es que no ha ido nada cómo debería?] se preguntó al percatarse de que su arma se había encasquillado en algún momento de su "oscuridad". El tecnosacerdote apeló a los poderes conferidos por el Omnisiah y reparó de inmediato su arma, disparando contra los ladrones de cadáveres que tenía delante. Una vez más, falló...

Sin embargo, alguien debía estar velando por el grupo. En pocos instantes, el curso de la batalla cambió por completo. Certeros disparos dieron con las abominaciones en el suelo, muertas ya para siempre. Tercio, Vlad, Lazerus, todos ellos disparando y acertando, inundando con olor a carne quemada sus sentidos del olfato.

De pronto el director del centro, o lo que quisiera ser aquel ser, estalló en alaridos de dolor. Arlan, cercano a él lo miraba fijamente, con letal rabia en sus ojos. El hombrecillo, otrora amenazador, no parecía que ahora pudiera ser un peligro, mucho menos cuando el poderosos psíquico terminó él. No por primera vez, el tecnosacerdote se preguntó qué ocurriría si el poder de su camarada se desbocaba. Prefería no tener que pensarlo.

Sin embargo, uno de los acólitos había logrado escapar. Y no había rastro de Arlseha. Aún había mucho trabajo que hacer.

El silencio del campo de batalla fue roto por el Director del centro, que, aunque dolorido, pretendía continuar con su absurda lucha.

¡Ríndete! le ordenó Tercio

¡Jamás!¡Los Logitivistas cambiarán el Imperio para siempre! respondió furioso el hombrecillo, instanes antes de soltarse e intentar matar a su compañero. Mientras todo el mundo intentaba reaccionar, un haz de energía láser penetró en la frente del hereje, matándolo para siempre.

Lazerus alzó su carabina, con gesto de haber hecho lo debido. Por fin. EL tecnosacerdote saía que un hereje debe morir allá dónde sea hallado. Cualquier miembro de la Inquisición debía saberlo. Y sin embargo, en medio del campo de batalla, se originó una discusión sobre si deberían haberlo apresado para interrogarlo. Lazerus meneó la cabeza. Está en la misma naturaleza del hombre...

Superada la discusión, cuyo origen seguía tan muerto como antes de comenzarla, el grupo recogió su equipo, recargó sus armas, y continuó avanzando en pos del fugitivo, ascendiendo al piso superior.

Lo que allí encontraron bastó para despertar las aletargada iras del tecnosacerdote. No bastaba con los ladrones de cadáveres. No era suficiente que usaran cuerpos alterados mecánicamente en burda burla a sus creencias. Ni siquiera que las máquinas escucharan asus depravados amos y lucharan contr ellos. No. Lo peor es que el causante de todo aquello parecía ser otro tecnosacedote.

[La herejía llega a lugares insospechados. Esta maldad debe ser purgada, sin contemplaciones]

Y de nuevo estalló la refriega. Sin darse cuenta de cómo había sucecido, un baile de ataques y disparos se desencadenó alrededor de Lazerus, que, tras los primeros embates, logró retroceder hasta una posición de tiro más efectiva, cubriendo desde entonces a sus compañeros.

Los entes mecánicos atacaban sin piedad, rasgando la carne de los agentes de la Inquisicón, hasta que uno de ellos explotó gracias a un soberbio disparo de Lazerus. Otros tantos enemigos fueron cayendo presa de la actuación disciplinada del grupo, guiados por el guardia vostroyano, que inclusó fue capaz de usar una granada de un modo completamente demoledor.

Y allí estaba.

Alejada del combate, conectada a decenas de máquinas, pero viva. Arlesha parecía respirar muy débilmente, pero quizá aún hubiera esperanza para ella. Si no había sido alterada ya... y el maldito homunculo mecánico seguía animando a aquellas monstruosidades. Debían actuar muy rápido, a pesar de las graves heridas sufridas. Y el más herido de todos ellos era el propio Vlad.

El vostroyano mostró la férrea determinación de la Guardia Imperial. Quedó muy claro porqué había sido asignado a aquel grupo. Con fría calma, quitó la anilla de seguridad a una granada, respiró y la lanzó en medio de la refriega. La explosión resultante calcinó a los ladrones de cadáveres que se hallaban en su radio. Y por ende, a Lazerus y a Tercio, que hubieron de rodar a toda vbelocidad para no morir en el intento.

El tecnosacerdote miró con cierta amargura al vostroyano.

Queda claro que es cierto. La misión es lo único que le importa...

EL último de los abominables ladrones de cuerpos cayó abatido a base de los tiros de todos los miembros del omando inquisitorial. LAs miradas de unos y otros mostraban lo dur del combate que acababan de librar, pero como siempre, el tiempo apremiaba. Arlesha parecía viva, aunque en muy mal estado. Quien la hubiera tratado desde luego no había tenido en mente una verdadera operación aséptica. Y el maldito mechanichus que hubiera pergenñado tal herejía había escapado...

Lazerus hervía por dentro. Debían perseguirle, pero... ¿al precio de que la muchacha muriese...o algo peor? El tecnosacerdote sabía bien la respuesta, pero aquella decisión no dependía de él...

 

Notas de juego

Fin post sobre el combate.

Creo que a pesar de no haber estado, no ha quedado mal...   :)

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18/11/2010, 19:38
Iniciado Tauron Faith.

La puerta del refugio de Coscarla para desfavorecidos se había abierto de golpe por una patada de Arlan. Rápidamente los miembros del grupo habíamos entrado para cubrir posiciones en el combate que era inminente dentro de un edificio completamente a oscuras. Las reglas de combate quedaron claras, aunque en realidad lo estaban desde que todo comenzó: Los herejes debían morir y todo lo que ellos habían creado debía ser purgado.

Los dueños de casa se levantaron de sus camas ante la sorpresa y corrieron a preparar sus defensas ante una ruidosa intromisión por nuestra parte. En cosa de segundos una batalla se estaba librando entre las mesas que debían de servir para que comiesen los desfavorecidos, algo que sabíamos no es lo que se hacia en aquel edificio.
 
El horroroso olor nos presagiaba lo que pronto nuestros ojos confirmarían, pues al instante de que Tercio encendiese las luces del lugar, vi con mis propios ojos la abominación creada con cadáveres de humanos y piezas mecánicas, una aberración de todo lo que el Dios-Emperador aprecia. El espanto fue tal que aunque Arlan y yo solo nos llevamos una sorpresa, Tercio sufrió un miedo que le impedía tan solo mirarles, Vladymir cayó desmayado y Lazerus rompió en histérica risa producto de su locura temporal.
 
Sin pensarlo dos veces lancé un disparo hacia aquella aberración herética, solo para comprobar que apenas sangraba algo de sangre negruzca de un disparo que podía haber matado a un hombre. La obscenidad de tal criatura me impactó y su sola presencia constituía un pecado contra el universo:
 
“Debo acabar con aquellas herejías y sobre todo, debo eliminar al creador de semejante ser.”
 
El sonido de un láser sonó a mi espalda y escuché el quejido de Arlan, me giré para ver como Lazerus le disparaba al psíquico en el costado provocándole una profunda quemadura. Su locura era total y solo era un ejemplo de cómo las cosas se estaban tornando para nosotros.
 
Tercio superó su miedo para comenzar a disparar contra los humanos, sabiéndose incapaz de luchar contra aquellas abominaciones que avanzaban silenciosamente hacia nosotros. Lamentablemente, recibió varios disparos y era el blanco de los tiradores, por lo que decidió huir del edificio, dejándome a mi como nuevo blanco.
 
“Mierda Tercio, tu huyes y yo muero. No es un gran plan. Debo hacer algo.”
 
Seguí disparando contra uno de los ladrones de cadáveres, uno que se acercaba peligrosamente a un desmayado Vladymir, quien despiertó y disparó al monstruo desde el suelo. Lazerus se recompuso y comienzó sus disparos contra los acólitos humanos que disparaban contra Tercio. Vladymir se levantó del suelo mientras sacaba su sable, pues el combate cuerpo a cuerpo para él había comenzado.
 
Lamentablemente para nosotros, uno de los acólitos había huido sin que nadie pudiese evitarlo y eso significaba que habría problemas, ya fuese que viniesen por nosotros o que esto no terminase aquí.
 
Pero no podía dejar al vostroyano luchar contra aquella abominación antinatural, por lo que, contrario a toda probabilidad, disparé mi revolver contra aquel ladrón de cadáveres. Mi bala, si bien no estaba bendecida por la luz del Emperador, fue impulsada por un disparo maestro y de un certero impacto, atravesó la cabeza de la criatura, dándole en el acto la muerte de la que jamás debió regresar.
 
Lazerus también golpeó con los disparos de su carabina láser a la otra abominación mientras que nuestro guardia imperial cargó en un impetuoso acto de valor contra uno de aquellos acólitos, destrozándole el pecho con su sable.
 
El orgullo por como estábamos imponiéndonos sobre el enemigo inundo mis pensamientos, solo para crecer aun más cuando el Dios-Emperador miró las acciones de Itsua, y su disparo atravesó la garganta de la segunda abominación, matándole en el acto. Itsua se giró, me sonrió y me dijo que el Emperador miraba nuestras acciones en este día, a lo que respondí con una sonrisa, asintiendo a sus palabras.
 
El combate siguió mientras Vladymir acababa con el acolito y el resto luchábamos para acabar con los herejes que poblaban aquel vil edificio. Tercio cargó contra el Director del edificio, mientras que este gritaba de dolor por la mirada atenta de Arlan. Yo también cargué contra aquel individuo e intenté hacer que se rindiese junto con Tercio, pero no daba resultado alguno:
 
 -"Ríndete y confiesa tu pecado o morirás con tu culpa"
 
Son las palabras que le dije al sujeto con la esperanza de que nos diese la información que necesitamos, pero solo contestaba obscenidades y sacrilegios, a lo que respondí escupiéndole la frase:
 
 -"Muere entonces"
 
En pocos segundos después el Director cayó muerto por los disparos de la carabina láser de Lazerus.
 
- "Hubiese preferido que hablase antes de morir"
 
Es lo que dije cuando su cadáver tocó el suelo, pero Arlan insistía en que no podíamos haberlo hecho, aunque yo pensaba que con tiempo y dedicación se habría conseguido:
 
 -"Todo hombre se quiebra después de una adecuada sesión de persuasión"
 
Persuasión por no decir tortura, o lo que hubiera sido necesario para detener la herejía que se llevaba acabo en este lugar. Este no era el momento para debatir eso.
 
La batalla había terminado, pero aun nos daba vueltas en la cabeza aquel acolito que había huido. Mis compañeros pensaban en ir tras él, pero otros sabíamos que ya estaba muy lejos como para eso, además de que quedaba más edificio por registrar:
 
 -"Todo lo contrario. Preparemos una fiesta para recibirlos. Ningún hereje debe quedar con vida"
 
Es lo que dije en mi hambre por acabar con todos los indignos pecadores que contaminaban ese lugar con sus creaciones inmundas, pero resolvimos que la mejor manera de actuar era registrar rápidamente el segundo piso del edificio. Una sensación de un peligro inminente me inundó y supe que debíamos darnos prisa si queríamos tener alguna probabilidad de éxito.
 
Subimos la escalera y comenzamos nuestro asalto sin mayor retraso. El ataque era encabezado por nuestro líder Vladymir, a quien solo veía de espaldas, pero en menos de un segundo se escuchó una voz dando órdenes y un ruido como de una sierra que atacaba al vostroyano. Rápidamente me moví a una posición mas clara y noté una maquina animada, como un robot, pero de dimensiones como un perro, tenia en sí más elementos peligrosos de los que podía contar en ese momento y atacaba sin piedad al soldado imperial.
 
Disparé contra eso pero estábamos todos atascados en la escalera interrumpiéndonos y estorbándonos los unos a los otros, por lo que no pude evitar gritar:
 
 -"Tomen posiciones de combate"
 
Sabia que siquiera pertenezco a la Inquisición y que soy el de menor rango en el grupo, pero no deseaba que aquello sonará a una orden, sino mas bien a una sugerencia, aunque probablemente soy mas autoritario de lo que debería. Aun así, era lo que debíamos hacer o estaríamos todos condenados.
 
Arlan se movía por el techo, como una araña, lo que a pesar del aprecio que le tengo, no dejaba de parecer
antinatural y demoníaco:
 
“Odio cuando hace cosas como esas. No puedo dejar de aceptar su utilidad, pero son repugnantes de contemplar.”
 
Todos comenzamos a atacar a aquella pequeña maquina que estaba devastando a Vladymir y el combate fue largo y tedioso, pues aquella creación impía era más resistente de lo que parecía. Aun así, después de lo que parecieron largos minutos, Tercio disparo su rifle en fuego automático contra eso, destruyéndolo totalmente.
 
El Cirujano había huido por una puerta al oeste, y yo me moví para seguirlo, en lo que fue la primera mirada en detalle que di a aquel lugar infernal. Toda clase de profanaciones de la carne eran hechas en aquel asqueroso lugar, sobre mesas de muerte. En una de esas estaba Arlesha, semidesnuda y con su tronco abierto, conectada a maquinas. La pena fue grande al verla, pero sabía que había que sacarla de su sufrimiento:
 
"Guardaré un tiro para acabar con su sufrimiento"
 
Mas no hubo tiempo para eso, pues nos percatamos de la presencia de más sirvientes en la zona y comenzamos nuestros disparos contra ellos, entre lo que destacó una granada lanzada por nuestro líder que cayó dentro de una habitación, generando una gran explosión.
 
Seguimos luchando contra unos seres que eran modificaciones de humanos, asquerosos y profanos. Los disparos sucedieron rápidamente, pero entonces, uno de ellos cargo contra mi y me sorprendí que una de sus manos era una enorme sierra. Su ataque fue mas rápido que mi reflejo y su metal se incrusto en mi tórax, rasgando la carne de mi pecho. Sentí un gran dolor, pero fue mitigado rápidamente por mi espíritu de lucha y necesidad de purgar aquel sitio.
 
Solté mi revolver y sujetando mi espada con ambas manos, le ataque mientras gritaba:
 
 -"¿Crees que te tengo miedo, criatura repugnante? ¡SIENTE LA IRA DE LA LUZ!"
 
Mi grito aun resonaba cuando fue callado por los golpes de una esfera de metal del porte de un puño que caía al suelo entre las camillas. Todo quedo en silencio por una pequeña fracción de segundo, un instante eterno que era la calma antes de la tormenta. La explosión colapsó mis sentidos y su fuerza destructiva me afecto directamente, llenándome de las esquirlas del metal. El dolor era enorme, mi cuerpo estaba demasiado dañado, más de lo que había estado en la mina Gorgonida. Me tambalee y vi que la criatura enfrente de mí no era más que restos humeantes:
 
“Gracias gran y todopoderoso Dios-Emperador por concederme otro momento de vida. Agradezco la preocupación por tu fiel siervo.”
 
Tercio mató a otra de las abominaciones mientras yo recogía mi revolver y entendía que aquello había sido una granada de Vladymir mal situada y que casi nos había costado la vida a mí y a Lazerus.
 
Sin tiempo para nada, me giro para ver como la última de las abominaciones me atacaba. Utilicé toda mi destreza en atacarle cuidando mi defensa, pero no fue suficiente, y un golpe de ella me dejó inconsciente en el suelo.
 
Todo era sombras y el tiempo no transcurría, mas sabía yo que esta era la hora más oscura y que quizás la Disformidad se llevaría mi alma en aquel mundo vil. Pero la llamada del Emperador sonaba en mi mente y sabía que no era mi destino morir en aquel lugar y que debía seguir sirviendo. Mis ojos se abrieron de golpe y me levante del suelo mientras recogía mi pistola. Aun estaba con vida, en el peor estado que jamás había sentido, solo para ver como Tercio lo acaba con su rifle. Débilmente me pongo en pie, afirmándome de la camilla en la que esta postrada Arlesha.
 
Con la poca voz que me queda comunico lo único en lo que puedo pensar:
 
 -"No debemos dejar a ese hereje escapar. Debemos ir tras él"
 
Solo en eso pienso y espero ver su muerte antes de abrazar la mía, a la que ya puedo sentir respirando sobre mi hombro.

Notas de juego

Perdón, creo que me extendí demasiado.

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18/11/2010, 21:04
Arlesha Rais.

El ruido incesante y demoníaco de las sierras del Escalpelo dejó de funcionar y una palabra resonó en el silencio, amplificada por mil por el terror.

-Cerradle el vientre a esta y dentro de unas horas comenzaremos la transformación completa en Homunculita.

El ruido y el dolor provocado por las grapas al cerrar su cuerpo fueron una suave caricia hecha con guante de seda. Quería cerrar los ojos, pero no podía. Quería gritar, pero hacia tiempo que su garganta era incapaz de pronunciar sonido alguno. Quería despertar de aquella pesadilla o dejar de soñar para siempre. Pero sentía correr por sus venas aquello que le habían inyectado cuando llegó, ocupando casi todo el lugar por el que antes corría su sangre, y que le impedía dormirse, perder el conocimiento, moverse. Aquella sustancia que la había mantenido viva durante toda la operación. Aquella sustancia que le había dado la oportunidad de vivir todo aquello sin un miligramo de anestesia en su cuerpo, plenamente consciente, viéndolo, sintiéndolo todo...y sin poder mover un solo músculo para defenderse. O para matarse ella misma.

El silencio era enorme en sus oídos, rotos por sus gritos iniciales, por el ruido de la sierra del Escalpelo, por el sonido de sus huesos al ser serrados, por las órdenes sin compasión que habían relatado con todo lujo de detalles lo que le estaban haciendo a su cuerpo. Ahora, solo silencio, tranquilidad, paz, aun envuelta en el terrible dolor que sentía, pero que ahora estaba actuando como su propia anestesia. Habían dejado de tocarla, de hurgar en ella. Aquello era el paraíso. Fijó su mirada en el techo, obligada como estaba al no poder cerrar sus ojos. Sentía en su garganta el tubo que le llevaba aire a sus pulmones ¿o tampoco era ya los suyos? No podría decirlo. Ya nada le parecía suyo, ya no era la Arlesha de antes, ahora era una máscara recubriendo algo que no sabía lo que era.

Treinta segundos en silencio, cuarenta segundos olvidada de aquella odiosa máquina, un minuto de paz en medio de su tremendo dolor.

Y de repente volvió a escuchar como se aproximaba. El terror volvió a hacer presa en ella. Pero el cirujano pasó a su lado ignorándola. Lo escuchó hablar bajo con los demás seres, dando órdenes, preparando algo. Tembló levemente y se sorprendió al descubrir ese pequeño movimiento involuntario en su cuerpo. ¿Podría ser que hubieran dejado de suministrarle lo que fuera que le estaban inyectando y que le impedía moverse? ¿Podría dormir al fin y no despertar en aquella habitación de torturas? Los escuchó preparar algo, moverse rápido y entonces lo escuchó. Un sonido lejano, apagado por la distancia, pero reconocible para ella. Un disparo. Y luego otro y otro más. Y de nuevo el silencio. Allí a su lado aquellos seres se estaban preparando para lo que fuese que estaba abajo y que había realizado esos disparos.

No pudo definir cuanto tiempo pasó. ¿Un minuto? ¿Una hora? Daba lo mismo realmente. Y el silencio quedó roto de nuevo, pero esta vez con sonidos muy conocidos para ella...y muy cercanos. Al final de la sala. Disparos, el ruido del Escalpelo al ponerse en marcha de nuevo, gritos, órdenes, pasos apresurados… Un combate. No sabían quienes eran los que habían irrumpido allí, contra los que estaban luchando sus torturadores, pero fuera quienes fueran tenían que ganar, tenían que matar a aquellas abominaciones. Por el Emperador que tenían que hacerlo. Sintió recuperar la fe que perdió cuando le sacaron sus órganos vitales, cuando los vio en las manos de aquella cosa con ojos vacios, volvió a ella cuando fue consciente de que todos ellos podían morir, que había alguien que había llegado hasta ellos y los estaba matando. Rezó, rezó a todo aquello de lo que había renegado durante la operación al sentirse abandonada después de todo lo que había luchado por la causa durante su vida.

Matadlos, matadlos, matadlos...no dejéis a ninguno con vida...evitad que sigan haciendo lo que me han hecho a mi...por el Emperador ¡Matadlos a todos!

Una claridad que la deslumbró completamente invadió la sala seguida casi instantáneamente de una explosión cerca de ella. Sin poder ver nada, sintió como restos de aquella explosión chocaban contra su cuerpo, hiriéndola. La onda expansiva la desplazó unos centímetros sobre la mesa de operaciones, haciendo que su brazo cayera por uno de los laterales de la mesa. Pero seguía viva.

El combate parecía interminable. No podía volver la cabeza para observar el combate, pero podía oír claramente lo que sucedía y su mente, acostumbrada a los enfrentamientos, le proporcionaba posibles imágenes de lo que estaba sucediendo a escasos metros de ella. Esas imágenes se mezclaban con retazos de la pesadilla vivida y la empujaban a rezar más y más. Uno de esos gritos llegó claro a sus oídos, claro y alto. Y tuvo ganas de llorar, pero no podía. Había reconocido esa voz...eran sus compañeros los que estaban masacrando a aquellas criaturas. Sintió la fe fluyendo de nuevo en su interior con más fuerza que nunca. Confiaba en ellos. Ganarían.

Los sonidos se fueron apagando, poco a poco, hasta que solo reinó el silencio. Había alguien cerca de ella, en el suelo, pero no sabía quien o que.

Esperó. No podía hacer otra cosa.

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19/11/2010, 00:21
Vladymir Ostrogov.

 

Tras observar como Arlan abría la puerta con todo el sigilo posible me preparo para la acción repasando mi equipo una vez más. Esperaba estar sobre la pista correcta y estar haciendo un buen liderazgo. No era algo que me resultase extraño aunque estaba acostumbrado a tener una guía más firme en cuanto a las operaciones que debía realizar.

Todos hacen algo que ya debería haber dejado hecho, esperar a que fije las reglas de enfrentamiento.

-Vlad, ¿las reglas de enfrentamiento? – dice Tercio. – Si alguien me ve, ¿qué?

Ese idiota aún no se ha metido en la cabeza que no soy su colega, si no actualmente su jefe. ¿Qué es eso de Vlad? Al menos todos esperan mis órdenes.

-Si no te encuentras con los modificados, encuentra una posición en cobertura. – replico.

-¿Y si los encuentro? – me responde Tercio.

-Encuentra algo con que distraerlos hasta que el resto nos posicionemos. Granadas, por ejemplo.

Considerando que todo está dicho decido dar un paso apuntando hacia el interior y colocándome a la izquierda cubro la entrada de todos mis compañeros para que entren en tropel. El interior oscuro y con cierto olor a podedumbre procedente de carne mezclada con aceite no me pilla para nada desprevenido. En perores lugares he combatido.

Cuando estamos dentro la acción no tarda en precipitarse en contra nuestra. Dos acólitos se levantan de su cama y tienen tiempo de pulsar sendos botones antes de darnos tiempo a dispararles.

Esto pasa por no tener claras las órdenes antes de entrar… estaba claro que hay que eliminar a todos.

Tras esta reflexión comienzo a avanzar tratando de cubrirme con las mesas y preparo una granada.

-Cubrid los flancos, esto no me gusta nada.

De pronto Vladymir observa como el que parece el director del centro se alza de su cama como un ser inerte blandiendo una pistola que apunta contra Tercio. La probabilidad de acierto es muy baja, pero es una amenaza.

-Hacia el oeste hay cubículos y presiento compañía en ellos. Al norte, diría que hay una de las abominaciones que atacaron a Arlesha. – advierte Arlan al grupo.

De pronto las luces se encienden dejando ver mejor y, espero, que deslumbrando al enemigo que dormía. Nos encontramos en una amplísima sala que parece un comedor de beneficencia. Hacia el fondo puede observarse la zona donde se serviría la comida, mientras que al nordeste hay unas escaleras que suben y al oeste hay cuatro habitáculos que parecen no tener puertas y… un tipejo feísimo de casi 3 metros de alto avanzando silenciosamente hacia nosotros. Mis compañeros reaccionan de forma bastante extraña… y yo de pronto siento como el suelo me atrae con una inusitada fuerza y caigo desplomándome ante la impresión que me causa semejante criatura. Cuando consigo abrir los ojos la acción sigue vertiginosamente a mi alrededor, yo tendido en el suelo.

Desde esa incómoda posición descerrajo un tiro de mi escopeta contra el causante de mi desmayo causando a la abominación un daño sin determinar, y cuando quiero darme cuenta tengo a un enemigo encima… el enemigo que fue causea de mi desmayo y que perdona mi vida fallando estrepitosamente.

¡Qué suerte!, estoy en el suelo y no es capaz de herirme… no vas a tener más oportunidades amigo.

Aprovecho el fallo de mi enemigo para lanzar mi escopeta al suelo y desenfundo mi fiel sable para ver como la torpe abominación vuelve a fallar en su intento de dañarme.

Por el emperador…

A mi alrededor la acción sigue frenética entre disparos y gritos propios de la batalla, no decantándose el resultado por ninguno de los bandos. Hasta que de pronto un cerco rojo aparece en la frente del enemigo con el que estoy trabado sin cuartel y que cae hacia atrás inerte destrozando una mesa en su caída ayudado por la gravedad.

-¡Por la gloria del emperador! – se oye decir a Itsua.

Parece que la balanza comienza a inclinarse a favor de la justicia y la rectitud.

Esto me da la oportunidad de salir corriendo con mi sable en alto hacia uno de los acólitos que al enfrentarse a mi acero acaba con un surco en su pecho y tambaleándose torpemente mientras la vida se escapa por su terrible herida, y a mi espalda una explosión acaba con la vida de la segunda abominación.

Definitivamente el emperador está con nosotros, somos sus ejecutores en este momento.

El idiota al que he abierto el pecho trata de dispararme fallando estrepitosamente, a lo que yo respondo como se debe acabando con su infecta existencia.

El único enemigo que queda en la sala de pronto se pone a gritar de dolor, mientras yo, que me encuentro demasiado lejos, me dedico a limpiar mi sable en las ropas del cadáver que tengo delante con la buena fortuna de encontrar una llave que espero me sea de alguna utilidad. Escucho un disparo procedente del lugar donde mis hombres ostigan al director.

Acabad con él rápido, al menos uno ha escapado.

-¡Ríndete! – grita Tercio.

-¡Jamás! ¡Los Logitivistas cambiarán el Imperio para siempre! -  Responde.

-Rindente y confiesa tu pecado o moriras con tu culpa. – le incrimina Tauron.

-¡No reconozco a tu dios putrefacto! – le interpela el director sin miedo alguno preso de su fanatismo.

-Muere entonces. – responde Tauron mientras trata infructuosamente de acabar con la vida del director, siendo un disparo que mana del arma de Lazareus el que le causa una enorme quemadura en el pecho la que acaba con su existencia.

-Hubiese preferido que hablase antes de morir. – dice Tauron.

-No hubiera hablado, y dudo que él sea el causante de todo esto - responde Itsua.

-Sí... Hemos perdido una buena oportunidad... Y hay que ir a por el otro… Quizá no nos hubiese hablado a nosotros, pero si a los inquisidores. - interviene Tercio en la conversación.

-Todo hombre se quiebra despues de una adecuada sesion de persuasión. ­– dice Tauron confirmando las palabras de Tercio.

Mientras Vladimir escucha esta conversación en la distancia se dedica a recuperar su escopeta y a dejarla dispuesta para el combate de nuevo.

Demasiada palabrería para mi gusto.

-¡Que alguien vaya a por el otro! – dice Tercio entre jadeos sorpresivamente.

Al final tendré que recordarle quién da las órdenes aquí… después de tanta conversación ahora vienen las prisas…

-Debe estar ya demasiado lejos y es probable que no demos con é. Y separarnos ahora mismo, no me parece buena idea. – dice con buen criterio Itsua. - Si ha ido en busca de ayuda, mejor atrancar las puertas para impedir su acceso al interior de este edificio.

-Todo lo contrario. Preparemos una fiesta para recibirlos. Ningun hereje debe quedar con vida. – responde Tauron deseando verter más sangre corrupta. - Preparemos una posicion defensiva. Hagamos algo de cobertura para defendernos… algo malo está cerca.

-Posiblemente en la segunda planta. – dice Itsua.

-Debemos apresurarnos, el tiempo es escaso. Debemos actuar cuanto antes. – responde con buen criterio Tauron.

-¿Vladymir? – dice Tercio pareciendo que recuerda su lugar.

Una vez he dejado lista mi escopeta la coloco en su merecido lugar y cambio al rifle láser, comenzando a avanzar hacia la escalera para proceder al segundo piso.

-Escaleras, puerta blindada con cerradura compleja al final. – nos llega la monocorde voz de Lazareus.

-¡Lazerus! tenemos llaves. – interviene Tercio incapaz de guardar un minuto de silencio.

Subo las escaleras e introduzco la llave que encaja a la perfección y tras dar cuatro vueltas consigo que la puerta esté preparada para ser abierta. Tras franquear la puerta analizo la sala en la que puedo ver varias mesas de operaciones con horrpipilantes manchas de sangre, un pequeño, pero no por ello menos peligroso, robot cargado de cuchillas y útiles quirúrgicos, una persona que parece miembro del Adeptus Mechanicus y dos seres más que parecen ampliamente modificados. Me parece escuchar a Itsua explicar la situación pero mi mente está tan centrada que no le presto atención. Pero incluso mi profunda concentración no puede evitar que el robot avance hacia mí a una velocidad imposible impidiéndome cualquier defensa y dejándome con un inútil rifle contra él. Antes de poder darme cuenta recibo varias cuchilladas y pinchazos a la altura del pecho. Tras este impacto y trastabillando dejo caer el rifle y desenfundo mi fiel sable para tratar de acabar con el engañadizo enemigo, consiguiendo impactar pero sin causar aparentes daños, cosa que no sucede con un disparo que le hace humear sin muchas complicaciones para su existencia.

El engendro mecánico vuelve a tener la oportunidad de atacar infligiendo gravísimas heridas en mi cuerpo que se suman a las anteriores dejándome en una precaria situación. Logro percibir un ardor en mi rostro pero no llego a saber el alcance de las lesiones, pero la mejor idea parece ser cubrirse, acción que realizo para tratar de salvar la vida y poder seguir sirviendo al emperador. Mis compañeros tratan de inutilizarlo pero sus errores resultan estériles, y no consigo centrarme en lo que está pasando en el resto de la habitación. Tercio por fin logra acabar con la existencia de aquella infernal máquina, y se dirige a él pero la niebla del dolor mezclada con el cabreo por haber sido tan seriamente alcanzado no me permiten prestarle atención.

Cuando consigo sobreponerme al dolor cojo una granada y decido lanzarla para acabar con los enemigos cuanto antes, consiguiendo carbonizar a uno de mis enemigos.

Por fin consigo ver a Arlesha en un estado lamentable. Hay sangre por todas partes, instrumental ensangrentado, máquinas que la mantienen con vida con respiración artificial y que muestran su pulso y enormes recipientes con órganos destrozados... La imagen es horrible.

Un tiro en la cabeza y acabaré con tu sufrimiento… pero trataré de salvarte antes.

Tercio vuelca una mesa justo delante de mí que supondrá una buena cobertura, y desde el improvisado parapeto puedo observar como uno de nuestros enemigos cae desmadejado al suelo.

-¡Joder! Estás hecho una mierda... – me dice Tercio tras lanzarme una rápida mirada.

-Peor está Arlesha... concéntrate en la misión.

Tras esto decido lanzar otra granada tratando de dañar al máximo número de enemigos, aunque el dolor hace que calcule mal el lugar y veo como parte del fuego lo sufre Tauron. Gracias al emperador Arlesha se salva.

Otra de las criaturas tras recibir una severa ráfaga de Tercio permanece un instante de pie para caer sobre sus rodillas y luego desplomarse de frente contra el suelo. Con otra situación como se ha dado antes, un enemigo contra todos, tratamos de acabar con él siendo más complicado de lo que debería, y el movimiento de mis compañeros me impide el hacer un tiro certero, por lo que comienzo a avanzar. Tauron acaba desplomándose al suelo por las heridas recibidas, y yo al fin consigo un tiro que no causa demasiados efectos en el enemigo.

Tercio parece estar en racha y elimina al último enemigo a la vista, habiendo escapado el cirujano.

Observo el cuerpo de Arlesha mientras los demás finalizan el trabajo y trato de aclarar mis ideas en cuanto a cuál será el siguiente paso.

Arlesha está entubada y parece tener respiración asistida. Está casi desnuda y tiene una cicatriz enorme del vientre hasta casi el cuello, cosida y grapada de un modo bastante basto e inhumano. En sus proximidades hay instrumental ensangrentado, aunque no veo nada que pueda servir de anestesia...

-Hay que buscar la manera de salvarla… pero la misión sigue siendo lo primero.

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19/11/2010, 14:17
Director

- La iluminación blanca y actínica es incluso más intensa y próxima que en el piso de abajo.

- Eso permite verlo todo demasiado bien. En el mayor espacio abierto hay mesas de operaciones, sobre ellas reposan los restos de personas... experimentos fracasados del Cirujano, ahora cadáveres retorcidos y mutilados, con expresiones de horror en sus rostros muertos. Tanto sufrimiento...

- Arlan contempla los restos del robot Escalpelo. La tecnología de robots puramente mecánicos en el Imperio está muy poco extendida, hace milenios se prohibieron, con buen criterio, las Inteligencias Artificiales. En su lugar el Imperio emplea servidores, parte orgánicos parte mecánicos, usando cuerpos clonados o los cuerpos lobotomizados de criminales condenados.

- Lazerus llega ante el tanque de soporte vital donde reposa el último Ladrón de Cuerpos aún vivo (Tirada de Competencia Tecnológica +20, para encontrar la manera de matar a la criatura en su tanque, sin que llegue a reanimarse.

- Tercio contempla a Arlesha. La misión será lo más importante y todo eso, pero ella es una de los vuestros. Si cualquiera de vostros fuera capturado y torturado, sería bueno poder esperar que los demás tuviesen interés en rescatarle.

- Vladymir también está junto a la mesa de operaciones sobre la que está Arlesha, cuando ve que ella abre los ojos y le mira directamente. La expresión del rostro de Arlesha es de dolor y sufrimiento, pero también es lúcida y cuerda. Parece que sigue siendo ella misma.

- También Tauron está junto a Arlesha, apenas se tiene en pie, y ahora que el combate ha acabado siente que necesita sentarse o tumbarse cuanto antes. No está seguro de si tendría fuerzas para pegarle un tiro de gracia a Arlesha si fuese necesario.

- Arlesha: Puedes mover la cabeza, los ojos, la boca (no puedes hablar todavía), el cuello, parte del torso, y los brazos y manos (débilmente). No sientes nada de cintura para abajo y no puedes mover las piernas.

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19/11/2010, 15:59
Arlan Hex.

Itsua contempló todo a su alrededor. Desde su posición parecía verlo todo, olerlo todo, sentirlo todo. Contrariamente a lo esperado, habían sobrevivido. No en las mejores condiciones, pero al menos habían conseguido evitar la muerte. Casi. Bastaba con ver a Vladymir, a Tauron o a la propia Arlesha para comprobar lo cerca que estaban los tres de atravesar la última frontera. No había tiempo que perder.

- Tauron, túmbate en esta camilla, amigo mío - dijo tras alcanzar su posición y ayudándole a tumbarse -. Tercio, consigue que Vladymir se tumbe en la otra. Voy a inyectaros un estimulante. No curará vuestras heridas, pero os ayudará a superar el dolor ahora que la adrenalina está dejando de ejercer su efecto.

El psíquico descolgó su petate de la espalda y extrajo el equipo médico básico que llevaba. Colocó una carga en el inyector y aplicó el mismo al cuello de Tauron. Un suave siseó anunció que el estimulante había sido inoculado.

- Permanece tumbado un rato, Tauron. No necesitamos precipitarnos. Ese miserable no escapará de Coscarla. No olvidemos que para ello deberá tomar el tren que sale de aquí. Aún tenemos unas horas por delante.

De seguido se dirigió a la otra camilla en la que ya se encontraba Vladymir.

- Mamá Osa, después de todo lo que has pasado - dijo mirando las graves heridas del vostroyano y preparando una nueva carga en el inyector -, esto no será nada - señaló con una sonrisa franca mientras disparaba el estimulante directamente en la aorta -. ¿Ves? Ahora procura estar unos minutos quieto.

Solo entonces se encaró con Arlesha. La arbitradora mostraba un aspecto terrible, casi desnuda, con el tórax y el vientre cruzados por una terrible cicatriz aún fresca y unida por grapas quirúrgicas. Miró directamente a los ojos a Arlesha y tomó una de sus manos entre las suyas, tras dejar el inyector con una nueva carga junto a su cuerpo.

- Arrocito - dijo tiernamente usando el viejo juego que su apellido le permitía -. Sé que estás ahí. Ya estás a salvo. De momento. Pero aún te aguarda un infierno - dijo con la causticidad y corrosión que la verdad siempre encierra -. Lucha por vivir y volver a ser tú íntegramente - dijo y, sin mediar más palabra, soltó la mano de Arlesha y aplicó el inyector en su cuello.

Itsua guardó rápidamente el material en su petate y sacó el equipo de obtención de muestras biológicas. No olvidaba su misión, por encima incluso de la supervivencia del propio grupo. Se arrodilló junto a uno de los homunculitas primero y de uno de los ladrones de cadáveres después, aquellos que mostraban un aspecto más íntegro a diferencia de los destrozados por las granadas de Vladymir. Con gestos precisos, se concentró en su tarea, mientras su mente trabajaba.

- Lazerus, ese robot máquina es tecnología prohibida. Dejarlo aquí sería imprudente. Lo más oportuno sería recoger sus restos para poder trasladarlos y que sean estudiados por las instancias correspondientes. Tercio, si en mis manos estuviera, te llevarías una medalla, pero no me corresponde a mí hacerlo - dijo dirigiéndole una mirada de franco compañerismo -. Pero la misión continúa. ¿Podrías pegar un vistazo a estas instalaciones, a esos cubículos y ver si descubres algo?

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19/11/2010, 19:34
Arlesha Rais.

Y de repente lo escuchó. Itsua. Y el sonido de su voz hizo que su garganta intentase llamarlo, pero todo quedó en eso, en un intento. Sintió la mano del psíquico en la suya, calida y amable justo un instante antes de verlo junto a ella. En un acto reflejo apretó débilmente esa mano amiga y ese contacto la hizo sentir aún persona, viva después de todo. Sintió como la fuerza volvía a sus músculos, lentamente. Pudo parpadear una vez...la única forma de dar las gracias que tenía por ahora. Le quiso decir que lucharía, que viviría para poder matar con sus propias manos a todos aquellos que le habían hecho todo aquello, que antes se lo habían hecho a otros como Saúl y, que si ellos no nos aniquilaran, lo seguirían haciendo. Quería hacerlo, aun con todo el dolor que sentía, los pequeños movimientos que poco a poco iba descubriendo sobre los que podía tener control le estaban devolviendo la esperanza...

Por las palabras de Itsua sabía que los demás tambien estaban allí, todos vivos, aunque parecía que algunos estaban peor que otros. Se alegró por ellos. Era una buena noticia que todos estuvieran vivos despues del combate.

Cerró los ojos cuando sintió el pinchazo del estimulante en su cuello....y se preparó para la reacción de su cuerpo ante el.

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19/11/2010, 20:00
Iniciado Tauron Faith.

El dolor es enorme, pero es solo un canto al oido comparado con la sensacion de impotencia que siento al ver que mi cuerpo no responde como quisiera. Acepto con una debil sonrisa la preocupacion de Arlan y una vez sentado, suspiro y abro por primera vez mi boca:

 - "¿Cuando será el dia que termine una mision sin ser poco mas que un bulto? Ja, lo digo como si ya hubieramos acabado."

Me rio un poco, pero el dolor en mi brazo me silencia, pues fue aquella zona la que recibio mas directamente el daño de la explosion. Miro a Vladymir y contra todo lo que el sentido comun dicta, le digo:

 - "Eres un imbecil. Una niña habria lanzado mejor esa granada. Si querias matarme solo tenias que dispararme en la cabeza. ¿Y se supone que tu eres el soldado? Si es asi, estamos jodidos."

Luego miro a la pobre de Arlesha y al ver su triste condicion, pero notar como lucha y está consciente, pienso que merece una oportunidad:

 - "Arlesha aun está con nosotros y lucha por sobrevivir. Debemos sacarla de aqui, sé que si la llevamos, se recuperará y volverá a ponerse bien. Es una digna sirviente del Dios-Emperador."

Miro a Itsua y le digo, ahora hablando mas seriamente:

 - "Ya que los agentes del Magistratum están sucios, el Cirujano debe haber huido con ellos, quienes de seguro fueron alertados por el acolito que huyó. reunirán a las abominaciones cuyos tanques encontramos vacios y se prepararán para organizar la huida del Cirujano en tren. Debemos ir a la estacion y evitar que huya. Podriamos intentar retrasar el tren. Ya que nuestra fachada fue destruida y los herejes están huyendo, ¿Cuantas probabilidades hay de que ustedes usen los codigos Inquisitoriales para evitar que el tren llegue? ¿O para que vengan acolitos en él? Creo que es muy tarde para eso, pero quizas podriamos sabotear las lineas del tren para que no llegue o lo que sea necesario para que el desgraciado no huya. No puedo pensar con claridad con este mareo."

Me quedo quieto e intento descansar un poco para recuperarme.

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20/11/2010, 10:34
Arlan Hex.

- Que los tanques estén vacíos, no quiere decir que necesariamente estuvieran ocupados. Puede que, simplemente, aún no contaran con las suficientes víctimas a las que transformar en esas aberraciones - dijo Itsua mientras operaba con las muestras biológicas -. Tal vez Lazerus pueda pegar un vistazo a los tanques vacíos y determinar si han estado ocupados o no. Respecto a los códigos, esa debe ser una medida in extremis. Procuremos eliminar a los enemigos del imperio primero. Tengo una idea al respecto que quizás funciones.

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20/11/2010, 12:43
Lazerus-20-Silon.

Palabras, palabras y más palabras. Era imposible hacer que se callasen más de un minuto, por lo visto.

Lazerus alzó una mano extendida hacia arriba, en ademán que exigía silencio.

[Aún queda una de esas.... abominaciones. Dejadme trabajar] pidió  mientras analizaba las variables posibles, y las opciones de que disponía...

Veamos... si retiro el suministro de energía de estos conductos, el aparato motriz quedará mutilado, de modo que el monstruo no contará con recursos propios para moverse... 

El tecnosacerdote, convencido de lo que debía hacer, comenzó a retirar cables del tanque en medio de los siseos producidos por el gas que circulaba en su interior. Poco a poco el ser de dentro del tanque dejó de moverse, para detenerse definitivamente cuando el último cable de alimentación abandonó su conexión.

[Deberíamos enviar esto a la estación base de la Inquisición. Estoy seguro de que lo encontrarían sumanente útil para evitar que nadie vuelva a cometer semejante herejía.Lo que no se es cómo enviarlo sin decubrir nuestra tapadera.]

- Tiradas (1)

Tirada: 1d100
Motivo: Comp. Tecnologica
Dificultad: 68-
Resultado: 29 (Exito)

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20/11/2010, 14:10
Director

LAZERUS-20-SILON:

- Eutanasia realizada con éxito. El sexto engendro ha sido definitivamente inutilizado.

- Examinas los cuatro tanques vacíos y llegas a una amarga conclusión: todos han recibido uso reciente.

- Deducción lógica: las cuatro abominaciones que faltan regresarán.

- Deducción lógica: Puede ser útil bloquear las entradas y preparar francotiradores. Las ventanas de este nivel parecen bloqueadas, pero nada que una buena palanca no pueda solucionar.

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20/11/2010, 21:57
Tercio Veridio.

Por fin había pasado todo. Esas cosas estaban muertas. Tercio recuperó la respiración y se tranquilizó por fin. Pero todo estaba bastante jodido. Vladymir y Tauron estaban en las últimas. Lazerus y él estaban heridos también, aunque podían aguantar un poco. Y Arlesha estaba en la mesa, desnuda y con las marcas de la operación.

- ¡Eh, Arlesha! Que sepas que aún estás buena. - dijo, intentando quitarle gravedad a su situación, aunque difícilmente podía Tercio siquiera imaginarse cómo estaría ella o por lo que podría haber pasado. - Y que contamos contigo para el próximo asalto, jefa. - enfatizó la última palabra para darle seguridad, y la tapó con su abrigo.

Pasada la adrenalina del combate y con las heridas, se sentía pesado con todo el arsenal que llevaba, por lo que agradeció el poder quitarse el pesado abrigo y aparcar por unos momentos el resto del equipo. Pese a ello, decidió no tomar estimulantes todavía.

Después, como sugirió Arlan, empezó a investigar los despachos. No sólo buscaba información o recursos valiosos para la misión, también esperaba encontrar la ropa y el equipo de Arlesha, que debían estar por algún sitio y seguramente agradecería recuperar.

- Tiradas (2)

Tirada: 1d100
Motivo: Buscar
Resultado: 99

Tirada: 1d100
Motivo: Perspicacia
Resultado: 47

Notas de juego

Por si me pedías alguna tirada.

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20/11/2010, 22:18
Director

- TERCIO desea empezar a buscar por las estancias cercanas, pero le vence el agotamiento y se sienta en el suelo. De inmediato se queda dormido.

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20/11/2010, 22:22
CRONO.

162.810M41.

FALTAN TRES HORAS PARA EL FINAL DEL CICLO NOCTURNO.

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21/11/2010, 06:37
Lazerus-20-Silon.

Tras el éxitoso trabajo con el último de los engendros, Lazerus procedió a realizar un examen de los tanques vacíos, alarmándose ante el resultado.

[Vlad] se dirigió al jefe operativo en funciones, ya que aparentemente Arlesha no iba a estar en condiciones de moverse por un tiempo [Creo que aún restna cuatro de esos seres monstruosos. Tarde o temprano regresarán aquí. Sugiero una operación de emboscada, asegurando el perímetro. Deben ser destruidos.]

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21/11/2010, 18:50
Iniciado Tauron Faith.

Despues de recuperar un poco mi compostura, le pregunto a Arlan:

 - "Itsua, ¿Que plan tienes? Necesitamos tener un par, pues si mis predicciones son ciertas, estamos perdidos atacando directamente a lo que nos estará esperando en la estación. Probablemente lo mejor sería intentar reducirlos antes de que suceda, pero no me queda muy claro como hacerlo. Por favor, dime en qué piensas."

Intento estar atento a lo que hay alrededor para buscar algo de utilidad.

Notas de juego

DarkMaste:

1.- ¿Vemos a Tercio durmiendo o se durmió fuera de nuestro alcance?

2.- ¿Cuando subimos al segundo piso en este edificio, como fue que escuchamos al cirujano ordenar la activacion de los ladrones de cadaveres? ¿Que tan explicito fue en su orden?