Partida Rol por web

El guardia escuchó con paciencia lo que el hermano tenía que decir, en una actitud pasiva tras la hermana. El hombre parecía verdaderamente agotado, y no creía que pudieran sacarle mucho más... Y lo mismo debían pensar el resto, que coincidieron en su intención de marcharse y dejar descansar a Lamark. Y en ello estaban cuando éste pidió a Vladymir que se acercara. El guardia asintió, y se separó del resto, avanzando para ver qué debía decirle Lamark. 

VLADYMIR:

- Te ha parecido que este hombre tan sociable os ocultaba algo.

- Cuando te acercas junto a su cama, te confiesa que Aristarchus y el Abad visitaron juntos la Catedral al amparo de la noche junto al Hermano Severus y un puñado de guardias. A él le dijeron que iban a celebrar rituales para "proteger la catedral de las fuerzas malignas", aunque el secretismo con el que procedieron le hizo sentirse incómodo.

- Tras decirte esto se queda adormilado y ves que no va a poder decirte nada más. Por lo que sales de la habitación junto con tus compañeros.

Aproximadamente una hora antes de que comience por fin la ceremonia (por segunda vez en este día) se da la voz de alarma, y cunde el pánico en Desesperanza como nunca antes.

Algunos lugareños corren a avisar a los enviados Imperiales, unos al Priorato y otros a la Clota Llorona.

Aristarchus sale corriendo de su habitación en la Clota, con evidentes signos de preocupación en su rostro aristocrático.

Apenas repara en vosotros y sale fuera para ver qué son todos esos gritos, visiblemente preocupado porque puedan estar atacando el asentamiento una vez más.

Vladymir había salido de hablar con el hermano Lamark con una expresión más taciturna de lo que parecía habitual en él. Cada vez era más evidente que algo no acababa de funcionar en aquel lugar... Mientras meditaba sobre el que debería ser su siguiente paso, llegó la voz de alarma, lo que hizo que rápidamente se pusiera en marcha.

-Vamos-dijo simplemente a sus acompañantes, con el rifle a punto para echar mano de él y disparar si fuera necesario. 

Scythia desenfundó su pistola láser y se puso en movimiento tras el vostroyano. Ya les habían pillado por sorpresa una vez y no pensaba dejar que ocurriera de nuevo.

Las adverencias de alarma esperaba que no significaran otro ataque, sus doloridos brazos no aguantarían muchos asaltos sin un poco de reposo y más atención médica.

Vi a Aristarchus salir corriendo de la taberna, sin duda a causa del sonido de alarma que se acababa de producir. Parecía poco problable que hubiera otro ataque aunque, quizás lo de antes no había sido más que una avanzadilla y ahora se nos echaba encima el ejército de Seth por completo. De nuevo me parecía poco probable, pero si así era no teníamos escapatoria alguna así que no había de que preocuparse. Busqué a Renata para contarle lo que había averiguado.

- Alarma otra vez... ¡Aquí la gente no se aburre nunca! - dije sonriendo.- Bueno, al grano, ya sé dónde puede estar esa mujer. Me han dicho que puede ser que esté en una cabaña que hay en el páramo, es como una granja, aunque quizás no esté por mucho tiempo porque dicen que suele por ahí visitando las tribus Ashleen. Está al oeste, en un paso de montaña, quizás valga la pena ir a ver.

Todos acudís ante la escalinata que conduce a la entrada de la Catedral, que es el lugar donde se ha originado la alarma.

Hace tan sólo un momento, el Abad Skae, herido y cubierto de sangre, ha salido tambaleándose de la catedral y ha caído en brazos de uno de los guardias apostados en el exterior.

Ante esto, inmediatamente ha cundido el pánico como nunca antes en Desesperanza y se ha dado la voz de alarma.

Cuando vosotros llegáis, Aristarchus está atendiendo con preocupación a un Abad herido y apenas consciente, ambos están rodeados de nerviosos hombres armados.

El Abad os mira cuando llegáis, pero apenas es capaz de enfocar la vista sobre vosotros. Está pálido y respira con dificultad; tiene la casulla enrojecida por la sangre. Habla con voz débil y apagada:

- "No vi lo que era, parecía una mujer, o al menos una silueta oscura con forma de mujer. Luché, que el Emperador me proteja, luché y recé cuanto pude, pero... jamás la hubiera creído capaz de..." -

Aristarchus tiembla de ira, un ataque como este contra el mayor representante del Dios-Emperador en este lugar es un terrible acto de infamia, una imperdonable blasfemia.

- "Esha Raine debe responder por esto. Encontrad su paradero, id allí y arrestadla. Traedla aquí y la interrogaremos. Si esto es obra suya, al Dios-Emperador pongo por testigo que arderá por bruja. Y si se resiste, matadla a ella y a todos los que la acompañen. Id solos; no confío en ninguno de estos nativos.

Acólitos, ha llegado el momento de que demostréis vuestra valía a los Sagrados Ordos.

Renata, usted y su guardaespaldas no son oficialmente miembros del Ordo, pero sé que necesitarán mi salvoconducto para poder abandonar esta bola desértica y ensangrentada que es Iocanthos. Si no lo hacen exclusivamente por amor al Emperador, razón que debería bastar a cualquier ciudadano imperial que se precie, hágalo al menos considerando también su propio interés." -

Después de observar un instante las heridas de Skae Scythia cerró los ojos para meditar un segundo. No tenía ni idea de heridas, cómo curarlas o por qué se habían producido. No podía concluir nada acerca del atacante del abad, pero sí había una cosa clara como el agua: Skae había sido atacado por una mujer o una figura con forma de mujer en el interior de la Catedral. La joven entendía que el primer nombre que viniera a la mente de Aristarchus fuera Esha Raine, aunque no estaba nada segura de que hubiera sido aquella mujer. Todo resultaba demasiado conveniente. Aun así aceptó la misión.

- Se hará como diga, Vidente Aristarchus. - Respondió Scythia automáticamente. Si Esha Raine había tenido la osadía de atacar al prelado Skae en el interior de la Catedral, era lógico que pagara por ello.

Y si no había sido ella, al menos tenían una buena excusa para interrogarla. Los ojos de la sororita recorrieron a sus compañeros sólo para asegurarse de que todos aceptarían aquella misión. No era momento para dudas, ni para cuestionarse la Fe o la credibilidad de Aristarchus. Era el momento de actuar.

Supuso que Ostrogov, como buen soldado, haría como le habían pedido. Y en calidad de líder tendría que convencer al resto si alguno se negaba.

Otra desagradable sorpresa, que no hacía sino añadir aún más confusión e interrogantes en todo aquel asunto. Por desgracia, Vladymir no era médico, no se veía capacitado para inspeccionar las heridas del abad Skae. Tendrían que hacer caso de su testimonio. Además, una orden había sido dada: traer a Esha Raine ante el vidente. El vostroyano se puso firme, antes de decir.

-Así se hará, vidente. El Emperador protege. En marcha.

Y empezó a alejarse, en busca de un vehículo en caso de ser posible. Si no, tendrían que hacer el recorrido a pie, lo que podría llevarles más... Pero, quizás, también les permitiría seguir mejor el rastro.

El Hermano Lamark no fue capaz de arrojar más luces sobre nuestras teorías. La verdad aún se esconde de nosotros y el ruido de alarma posterior a eso nos saca de nuestros pensamientos para llevarnos a ver a un muy herido Abad Skae. Veo sus heridos y escucho sus palabras para luego oír las del Vidente Aristarchus.

Asiento a sus órdenes a pesar de que no sé como una silueta femenina en una herejía asesina puede relacionarse de forma inequívoca con la mujer a la que conocemos como Esha Raine. Aun así no pronuncio las palabras que pienso para no parecer un cobarde ni mucho menos un insurrecto ante los ojos de la Eclesiaquia ni de la Sagrada Inquisición.

Sigo al resto del grupo hacia fuera. Es hora de partir y tendremos que discutir entre nosotros los hechos y lo que decidiremos hacer. El Vidente es nuestro superior director y son sus órdenes las que debemos cumplir, pero si su norte se ha perdido, es nuestra obligación el hacer lo correcto. No lo sé, debo pensar acerca de ello.

Al final todo parecía confabularse para que las cosas fueran como a Renata le gustaban. Y aunque no había tenido suerte en sus intentos de acercarse a los locales, que se habían mostrado más que reacios a compartir nada con ella, el destino se confabulaba para que pudiera ver a aquella mujer tan extraña pero cuyas palabras habían resultado tan reveladoras para Renata. Y ahora, la actitud del vidente volvía a ser extraña, oscura y muy, muy sospechosa a ojos de la alta Renata. 

-Desde luego que intervendremos, vidente. Todo sea por el Emperador. Abad, espero se recupere rápidamente. 

La mirada de Renata se posó en Kurt. Nada de todo aquello le gustaba y la actitud de Aristarchus menos que nada. Si de ella hubiera dependido, hubiera contradicho las palabras del vidente, pero todos sus acólitos parecían más que dispuestos a aceptar cuanto este dijera, incluso la titularidad de un nombre a una sombra con supuestas formas femeninas. Vagos esbozos para condenar de forma tan categórica a una mujer. 

-Antes de partir necesito munición. Puedo decirlo más alto, pero no más claro. Eso o me veré obligada a arrojar mis zapatos como arma ofensiva. 

El debilitado Abad hace un vago gesto con la mano hacia Renata, y uno de los guardias asiente y le entrega dos cargadores de rifle automático.

Otro le entrega otros dos a Tercio.

Poco después el grupo está cruzando las puertas de Desesperanza para adentrarse de nuevo en los yermos de Iocanthos.

- El camión de caja abierta conducido por Vladymir se detiene ante las puertas de Desesperanza.

Tan pronto llegáis a Desesperanza os dais cuenta de inmediato de que algo va mal.

No hay guardias en las puertas ni en la muralla, y no parece haber encendida ninguna luz en todo el pueblo, a excepción de un extraño y tenue fulgor que ilumina el contorno de la catedral sobre la colina.

Las puertas fueron derribadas esta mañana en el ataque de los Voceadores Fanáticos de Seth la Voz. Hay una especie de empalizada bloqueando el acceso, pero es fácil de sortear para aquellos de vosotros que no estéis heridos.

Para los heridos supone ganar Fatiga, a menos que sus compañeros se entretengan en abrir paso en la empalizada, lo que supone invertir tiempo y hacer ruido.

-¿Y ahora qué? -dice Kurt descendiendo de un salto del vehículo. El Legionario descuelga su arma del hombro y avanza hacia las barricadas, buscando cuerpos muertos o señales de lucha-. Dónde cojones se habrán metido todos...

Algo va mal, se puede sentir en el aire. Saco mi Revólver por si el peligro amenaza mientras veo el resplandor al que seguro debemos llegar para averiguar que es lo que ocurre.

Miro el camino y como la destrucción constituye que no podré avanzar rápidamente. Más encima mis heridas es demasiado lo que puedo atrasar al grupo, cosa que no puedo permitirme. No sé qué es lo que ocurre en el lugar, no sé hace cuanto que está pasando lo que está sucediendo, por lo que deberíamos ir a ver lo que ocurre lo antes posible.

Miro a Vladymir y le hablo sabiendo que soy yo el que retrasará al equipo:

 - "Vayan ustedes rápido a investigar. Yo les alcanzaré cuando pueda."

Intento cruzar lentamente, a mi velocidad, con la esperanza de que el grupo sea capaz de evitar problemas mayores o alguna desgracia que esté en progreso.