Partida Rol por web

Dark Heresy: Capítulo Segundo.

Planeta Acreage: Olrankan.

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25/01/2013, 17:09
Xerxes von Braun.

- ¿Habéis descubierto algo?

Aquella era la pregunta más importante que podían realizar a los recién llegados y después de que el psíquico hubiera explicado lo ocurrido a Intius, no había razón para demorarla ni para que ellos no la respondieran. Quizá Tercio, que parecía tan confuso como el Arbitrador pero sin herida visible alguna, no la respondiera, pero Titus seguía teniendo boca y aunque no acostumbraba a abrirla sabía hablar.

- Algo útil- añadió. Prefería no tener que oír hablar de conejitos ni de negocios en caso de que el embaucador sí estuviera en condiciones de hablar.

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25/01/2013, 19:52
Titus Nihilius.

Camino junto a Tercio, quien parece un poco perdido, mientras buscamos al resto de nuestro grupo. Recuerdo bien la dirección en la que indicaron que irían y, siguiendo sus pasos, me mantengo atento hasta que finalmente les veo a lo lejos. Nos acercamos a ellos y noto como el arbitrador está con sangre. Rápidamente Itsua nos habla, contándonos lo que ocurrió y moviendo al grupo de manera útil, pues permanecer parados es lo peor.

Von Braun me espeta de manera más directa a la labor que habíamos estado efectuando, por lo que respondo al instante:

 - "Absolutamente nada útil. Ha sido una pérdida de tiempo. ¿Ustedes han encontrado un refugio disponible y en condiciones?"

Mi pregunta queda en el aire, pronunciada con mi seco y frío tono de voz, pues eso, en visión de los heridos, es aun más importante que algo de información de más. Ya tenemos lo suficiente como para comenzar a buscar, lo importante es primero establecernos.

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25/01/2013, 22:01
Sargento Vladymir Ostrogov.

-Pues tendrá que ser atendido en la calle-dijo ante la respuesta de Titus, para luego añadir-¡una maldita zona de bombardeo y una bala de cañón es lo que hemos encontrado! Tiene suerte de seguir vivo, un centímetro más cerca y no sería la oreja la única que habría quedado irreconocible.

Ayudó a depositar a Intius contra una pared antes de hacer la pregunta que seguramente todos tenían en mente.

-¿Quién puede ayudarle? ¿Alguien tiene conocimientos médicos?

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26/01/2013, 00:17
Arlan Hex.

-Cuento con un botiquín de primeros auxilios -dijo el psíquico-. Algo que debería ser tan imprescindible como un arma y en lo que los grandes cerebros pensantes nunca parecen reflexionar. Y algunas habilidades que dudo muchos definieran como conocimientos médicos.

Notas de juego

Dark, ¿hay hemorragia?

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26/01/2013, 12:12
Acreage: Olrankan.

- Arlan Hex atiende a Intius Varnias hasta que deja de sangrar y le pone un improvisado vendaje, pues no es ni mucho menos un médico, ni tan siquiera un enfermero. Todo esto lleva un rato y se realiza en mitad de la oscura calle.

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26/01/2013, 12:14
Acreage: Olrankan.

EL DISTRITO DE LOS FABRICADORES:

Este distrito erstá formado por un extenso complejo de almacenes y fábricas, la mayoría de las cuales se especializa en la recolección de diferentes hierbas de pantano e insectos comestibles, que luego se procesan para elaborar ropa o productos alimenticios.

Lo cierto es que apenas se diferencia del resto de la ciudad, salvo quizá porque los edificios son un poco más grandes y aún menos ordenados. La característica más distintiva de este lugar es su olor; comparado con él, el resto de la ciudad desprende una agradable fragancia.

Notas de juego

- Tirada de Resistencia +20.

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26/01/2013, 12:29
Arlan Hex.
Sólo para el director
- Tiradas (1)
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26/01/2013, 13:44
Sargento Vladymir Ostrogov.
Sólo para el director
- Tiradas (2)

Notas de juego

Sí, tu partida me odia mucho... Creo que tengo aún el punto de suerte, así que repito (si no, ignora la tirada). 

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26/01/2013, 19:49
Titus Nihilius.
- Tiradas (1)
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27/01/2013, 03:11
Inquisición.

VLADYMIR:

- Desaconsejaría gastar tu punto de destino (que no recuperarías hasta finalizar la misión) en esa tirada.

- Es mejor gastarlo en repetir una tirada de Esquivar cuando te quedan pocas heridas.

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27/01/2013, 03:13
Acreage: Olrankan.

DISTRITO DE LOS FABRICADORES:

- Entráis en este barrio tras atender la oreja destrozada y ensangrentada de Varnias en la calle.

- El olor es espantoso y sentís náuseas y arcadas.

- La gente del lugar parece inmune al olor, pero vosotros tendréis un -5 a Habilidad de Armas y a Habilidad de Proyectiles hasta que abandonéis este barrio.

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27/01/2013, 04:26
Intius Varnias.
Sólo para el director
- Tiradas (1)
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27/01/2013, 04:28
Xerxes von Braun.
- Tiradas (1)

Notas de juego

Ok... acabo de leer el último mensaje. ¿He hecho la tirada tarde?

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27/01/2013, 10:34
Inquisición.

- Varnias está demasiado conmocionado por el cañonazo en la oreja como para prestarle atención al olor, por lo que no se ve afectado. (No aplica las penalizaciones de -5 a HA y HP).

- Von Braun, en cambio, piensa que esto es más de lo que puede soportar. Acaba apoyado contra una pared vomitando incontroladamente durante varios minutos hasta que sólo es capaz de expulsar la bilis. Después se queda muy débil y estremecido (aplica las mismas penalizaciones que Hex, Ostrogov y Nihilius).

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27/01/2013, 12:03
Sargento Vladymir Ostrogov.
Sólo para el director

Notas de juego

Pues voy a hacer compañía a Von Braun, entonces. 

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27/01/2013, 18:50
Titus Nihilius.

El hedor del barrio de los Fabricadores inunda mis fosas nasales y me obliga a utilizar mis manos para taparme la nariz. El lugar es desagradable, aun más desorganizado que el resto de los barrios pero con aquel molesto inconveniente a mis sentidos. El resto de mis compañeros no lo ha tomado mucho mejor, pues Von Braun vomita compulsivamente a nuestro lado. Solo Intius lo toma mejor, puesto que quizás su adrenalina por haber perdido la oreja le haga más fuerte momentáneamente. El ruido de la artillería resuena constantemente aunque parece alejarse lo suficiente para brindarnos una falsa sensación de seguridad.

Nadie se ve en la calle y nuestras opiniones son de largarnos de aquel sitio. De pronto, una voz grita lo que parece ser una clave indicando haber lanzado algo. La suerte me acompaña por haber estado alejado cuando el contenido de un orinal cae cerca de mis compañeros, mojando a casi todos, excepto al Vostroyano que lo esquiva con agilidad. Von Braun vuelve a vomitar, lo que distancia aun más nuestra situación de lo que esperaba fuese una célula de élite. Esa eficacia esperada se aleja aun más de nosotros al perdernos por más de una hora en aquel barrio, consiguiendo llegar al otro barrio después de mucho vagar de manera penosa.

Una patrulla de los Penachos nos mira con curiosidad pero nada nos dicen. Pienso que quizás nos vean patéticos y malolientes, por lo que les dio asco acercarse demasiado. Agradezco un poco de privacidad en este momento, aun venga por la orina que traen mis compañeros sobre el cuerpo. Comenzamos a buscar un refugio en la zona pero solo encontramos casas cerradas con sus puertas totalmente atrancadas. Luego nuestro Guardia Imperial insiste con su idea anterior de preguntarle a los Penachos, pero esa idea es recibida por la acidez de Itsua, quien no parece muy de acuerdo con mostrar la debilidad de alguien perdido y sin un lugar al que ir. Yo preferiría estar investigando el pantano en vez de seguir dando vueltas como idiotas ociosos.

Finalmente decidimos ir a la zona de la colina a buscar un refugio momentáneo. Es la zona gubernamental y de las clases ricas, donde somos detenidos por guardias que nos tratan como a indigentes. Uno de mis compañeros responde nuestra condición y nuestras intenciones de encontrar donde alojar, a lo que responden la dirección de un mesón que parece ser caro. Caminamos hacía la dirección indicada para encontrar una posada de gran tamaño custodiada por un portero enorme y musculoso a cuyas espaldas resuena el ruido clásico de jolgorio de un lugar así. El tipo nos espeta su desagrado y pregunta si tenemos para pagar, cosa que en mi caso tiene una respuesta negativa. Después de un intento fallido de Tercio de entregar una mercancía a modo de trueque, Intius entrega su escopeta como pago, lo que nos brinda una noche con todo incluido. Ingreso primero en el local y sigo a la muchacha que me lleva a mi habitación, preparan el baño y nos sirven la cena en la habitación. Nos reciben con alimentos y atenciones que como con recato y rechazo con educación. Me recuesto en mi habitación con la pistola conseguida bajo la almohada, sujeta por mi mano derecha, tal como acostumbraba hacerlo en Hel, donde podía ser atacado cualquier noche. Finalmente, la noche termina al parecer en paz.

Un gallo nos despierta al otro día y comienzo a vestirme metódicamente, para luego pertrecharme. El proceso me demora mucho, pues reviso cada una de mis armas, las que cargo y dejo la munición en posición. Me pongo mi sintepiel abajo del resto de mi ropa y preparo todo lo que tengo para el viaje. Salgo de la habitación y busco un poco pérdido el comedor. Cuando lo encuentro, me entero de que no hay desayuno para mí y de que Tercio había tenido una noche que ha causado que no seamos bienvenidos en ese lugar.

Nos preparamos para salir, con un granuja inconsciente de un botellazo en la cabeza durante la noche llevado al hombro de uno de los nuestros, en búsqueda de una manera de llegar al pantano para comenzar con nuestra investigación.

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28/01/2013, 12:21
Sargento Vladymir Ostrogov.

Y allí estaban, en medio de las calles, con un líder herido y sin ningún refugio claro. Un obrero, tras vernos, ha dado media vuelta alejándose. 

"Es de noche, y es probable que los mercenarios no respeten mucho a la población local..."

Y de repente, para mejorar la situación, tras un grito de aviso el contenido de un orinal se precipitó sobre el grupo. Titus estaba lejos, y el vostroyano consiguió esquivarlo, pero el resto del grupo recibió la "ducha" sobre sus cabezas. Lo mejor era alejarse de allí, y tras una hora dando tumbos en aquella maldita noche, volvieron al barrio de las casuchas. Parecía que aquella vez no había ningún viejo ciego loco (o peor aún, mutante) para estorbarles, de hecho todo estaba muy tranquilo. Salvo una patrulla de Penachos, el grupo no se cruzó con nada ni nadie. Harto de aquello, Vladymir aportó una idea "novedosa y revolucionaria".

-¿Y si lo intentamos por las buenas?-dijo, refiriéndose a la idea de encontrar refugio-quizá los guardias puedan recomendarnos algo.

Sin embargo el grupo sigue negándose a ésta alternativa, y seguimos registrando el lugar, para encontrar sólo puertas cerradas. El mostacho del guardia empieza a temblar por la furia contenida. Aquello no estaba dando resultado.

-Insisto de nuevo, quizá ésos "Penachos" puedan aconsejarnos.

Sin embargo, su sugerencia sólo provocó una ácida e incoherente respuesta por parte de Itsua, que pensaba que íbamos a preguntarles si hay alguna casa que invadir. Vladymir se tragó una furibunda respuesta para decir:

-Quizá haya algún lugar donde los mercenarios puedan dormir. 

Vieron la colina, y el liderazgo del arbitrador fue tan discutible como el de su anterior compañera. Otra vez se encontraba el guardia con la misma canción... Ausencia de autoridad, indecisión y consultas a aquellos que debíamos obedecer sus órdenes. Aunque Vladymir dijo que con aquel aspecto no les dejarían pasar, intentaron llegar a la colina, para ser detenidos por una patrulla de Penachos. El guardia no pudo evitar que una sonrisa sarcástica asomara a su rostro, queriendo decir: os lo dije. Varnias sigue sin tomar cartas en el asunto. A partir de aquel momento, el guardia lo tiene claro. El líder es él. 

-Somos mercenarios, queríamos saber dónde podíamos encontrar cobijo-con aquella simple frase, el vostroyano detuvo lo que podía ser un enfrentamiento con los guardias, y consiguió averiguar dos cosas: la primera, que la baronesa tenía las de perder en el conflicto actualmente; y la segunda, una posada donde poder descansar, aunque fuera pagando. Se dirigieron hacia allí, y cuando llegaron, se encontraron con un portero en la entrada. Como era de esperar, los confundió con mendigos. Al preguntar si tenían dinero, el guardia respondió otra vez por todos ellos.

-Tenemos dinero, pero antes de asegurar nada, tenemos que saber cuanto cuesta la estancia.

Y obtuvieron una respuesta, por 5 Tronos por cabeza, tendrían baño, cama y cena. Tercio intentó negociar el pase con la carne que compraron antes de venir a la ciudad, pero parecía que no se encontraba en buen estado y no fue admitida como un pago.

"¿Por qué no me sorprende?"

Sin embargo, antes de que el vostroyano pudiera hablar para pagar una noche, su "líder" se les adelantó, ofreciendo su escopeta a cambio de pasar una noche allí todos ellos. Los bigotes del guardia volvieron a temblar de furia contenida.

"Malditos sean todos los arbitradores... ¿Es que les extraen el cerebro en la Schola? Como nuestro próximo líder sea otro arbitrador, sacaré la pistola y le mataré allí mismo. ¡Son unos descerebrados buenos para nada!"

Y, a ése ridículo precio, entraron en la posada. La noche transcurrió sin incidentes, y se despertaron a la mañana siguiente aseados y descansados, pero sin ropa. Aunque al principio el guardia se alarmó, se serenó al comprobar que sólo faltaba aquello, y escuchar cantos de mujer. 

"Seguramente están lavando las prendas"

Y no se equivocaba, pronto subieron a repartir la ropa por las habitaciones. La mujer parecía tener ganas de hablar un poco, y el guardia intentó explotar éso a su favor para sacar algo en claro de los rumores, sin éxito por desgracia. Bajó a desayunar, y durante el desayuno sólo se encontró con Itsua, que también había bajado a tiempo. Observó como el psíquico intentaba sonsacarle algo a un viejo mercenario, pero tuvo tanto éxito como él con la limpiadora. 

Poco después, se acercó a ambos el portero, para comprobar si estaban satisfechos. Sin embargo había algo más, pues dijo que uno de los acólitos, Tercio en éste caso, se había propasado con una de las mozas del local. De hecho, la había mordido, y le habían tenido que romper una botella en la cabeza para que la soltara. Por aquel incidente, no iban a poder permanecer más en aquel lugar. El portero se alejó, y al rato bajó el resto del grupo, cargando a un Tercio Veridio en un estado lamentable. 

El guardia fulminó con la mirada a aquel canalla mientras explicaba la situación por la que habían quedado de nuevo sin cobijo. Pero era un nuevo día, y debían centrarse en la misión. Había varias posibilidades para internarse en los pantanos, como tanto deseaban algunos, aún sin ningún indicio ni prueba: desde los muelles (a nado o en una barca), por la puerta de la ciudad (aunque era probable que no dejaran abrirla), descolgándose por el muro con una cuerda o quizá por el barrio de los fabricadores (cuyo final parecía dar al pantano). Ahora sólo quedaba decidir el siguiente curso de acción. 

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28/01/2013, 17:08
Tercio Veridio.

Aquello sí que era vida, un buen baño acompañado de una hermosa muchacha. Después de haber visto la oreja sangrante de Intius (que tenía una pinta horrible, todo hay que decirlo), de que nos tiraran un cubo de meados encima (si, auténtico meado, nada de imitaciones…), de que nos llamaran pordioseros un millar de veces (¡Maldita sea! Hasta un sucio pordiosero se pensó que queríamos robarle su callejón… ¿Se puede caer más bajo?) y de dar vueltas por aquella ciudad que olía peor que el mismísimo infierno... después de todo eso, digo yo que me merecía un premio.

- Gracias, preciosa – le dije a la chica mientras se afanaba en quitarme los pantalones.- Cuidado con eso, encanto, es un instrumento muy delicado…

La chica soltó una risita boba y pude ver como sus mejillas se coloreaban, la típica reacción de las mujeres en mi presencia, ya estaba acostumbrado. Agarré la botella de la licor y me metí en la bañera, cuando quise darme cuenta la chica ya se había marchado.

- Bueno, bueno, bueno…. Parece que nos hemos quedado solos tú y yo – dije sonriente mientras alzaba la botella para observar el color.- Nena, no te resistas o será mucho peor…

Le quité el corcho a la botella y el olorcillo se me metió hasta los pulmones. Era fuerte, sin duda, pero eso sólo podía significar que era bueno, y con lo que me gustan a mí estos destilados de dudosa procedencia… El primer trago me supo a gloria y me calentó el gaznate, el segundo pasó sin pena ni gloria y con el tercero supe que la noche no acabaría bien. Alguien llamó a la puerta con delicadeza.

- Adelante… - dije con voz melosa.

La chica de antes abrió la puerta con timidez y se asomó sin llegar a entrar… me encanta que hagan eso…

- ¿Es todo de su agrado, señor? – preguntó con voz dulce.- ¿Necesita algo más?

- ¡Oh, ya lo creo que es de mi agrado! Pero creo que sí que necesito algo… necesito que entres y te quedes un ratito conmigo – respondí dedicándole mi mejor sonrisa (ninguna mujer se resiste a eso…)

Entró y cerró la puerta con cuidado, sin hacer el menor ruido, y se acercó hasta donde yo estaba. Al lado de la bañera había colocado un taburete dónde había dejado mi ropa, así que me apresuré a tirarla al suelo y di unos golpecitos en la madera indicándole que se sentara. Ella se sentó con las piernas cerradas y colocó las manos sobre el regazo. Me lanzaba miraditas furtivas de vez en cuando, parecía nerviosa pero lo que pasaba es que le gustaba lo que veía.

- ¿Cómo te llamas? – le pregunté.- Por cierto ¿Quieres un trago? Está de muerte este licor…

- Me llamo Antoniette, señor – contestó sin mirarme a la cara.- No, gracias, no bebo.

Acerqué mi mano a su cara hasta acariciarle la mejilla. Ella no apartó la cara, justo lo que esperaba. Me mano se deslizó hasta su barbilla, su piel era suave y cálida.

- Así que Antoniette ¿eh? – moví su cara ligeramente para hacer que me mirara.- Bonito nombre… ¿Te han dicho alguna vez que eres muy hermosa, Antoniette?

Ella soltó otra de esas risitas bobas y giró la cara de nuevo para no mirarme, me estaba poniendo a cien la tía. Volví a echar mano a la botella, los motores se estaban calentando y necesitaban más combustible, pero para mi sorpresa el contenido de la botella había volado.

“Joder, cómo pasa el tiempo cuando te diviertes” – pensé, tratando de calcular cuánto tiempo había pasado.

La chica se dio cuenta rápidamente de que la bebida se había acabado, de modo que se puso en pie, recogió la botella vacía suavemente y me ofreció traerme otra.

- Si lo desea puedo traerle otra botella – dijo ella.- Pero mientras tanto será mejor que se seque y se meta en la cama.

- ¡A sus órdenes! – dije yo, que ya empezaba a notar los efectos del licor.- Pero tendrás que dejar de llamarme señor y esas tonterías ¿eh? Me llamo Tercio, así es como quiero que me llames, Antoinette.

- Como quieras… Tercio – dijo ella justo antes de marcharse.

Dicho y hecho. Salí de la bañera tras frotarme un poco y quitarme aquel olor nauseabundo del cuerpo. Llegué hasta la cama dando tumbos y me dejé caer sobre ella mientras fantaseaba un poco, la bebida ayudó mucho con eso. Lo cierto es que llevaba ya un tiempo sin estar con una mujer, y eso se nota, así que decidí que aquella noche se daría un buen homenaje, al fin y al cabo la chica lo merecía.

Un rato después volvió ella, aunque esta vez ni siquiera llamó a la puerta. Llevaba una bandeja con la botella y dos copas y… bueno, no llevaba mucho más encima. Se deslizó dentro de la cama junto a mí después de dejar la bandeja sobre una mesita que había cerca. Enseguida noté que la cosa se ponía caliente, pero por el momento todo iba bien. No voy a entretenerme en detalles que no le interesan a nadie, aunque podría, pero el caso es que mientras estaba yo en plena efervescencia (y eso que no había seguido bebiendo) empecé a notar que algo iba mal. Entonces no sabía lo que era pero empecé a sentirme raro.

Le acaricié la espalda y el tacto fue extraño, como rugoso, nada que ver con la suavidad de la piel que había notado antes. Yo seguí a lo mío, pero después de un rato lo rugoso se convirtió en algo más… escamoso. Lo primero que pensé fue “¡Mierda! Me han tangado, me estoy enrollando con una maldita mutante” y lo que no era otra cosa que un tierno abrazo a mi me pareció que me intentaban estrangular. Me revolví instintivamente tratando de desembarazarme de aquel engendro que me oprimía (para sorpresa de ella, que no tenía ni idea de lo que ocurría, claro) y cómo no conseguía romper la presa (seguramente por lo borracho que estaba…) hice lo primero que se me ocurrió: la mordí.

He de decir que la cosa funcionó, aunque no como yo esperaba… la criatura, ahora claramente una mujer, soltó un grito de dolor y me dio un guantazo que apenas sentí. Saltó de la cama cubriéndose con las sábanas, buscando la puerta mientras gritaba sin parar.

- Cálmate cariño, sólo ha sido una pesadilla – le dije yo, que ni me enteraba de lo que pasaba.

Ella, lógicamente no me hizo ni caso, y siguió gritando hasta que un tipo abrió la puerta enfadado. Pero más enfadado estaba yo, que se me acababa de colar un tipo y quería levantarme a mi furcia.

- ¡Eh! ¡Tú! ¡Esa es mi zorra y he pagado por ella! – le espeté mientras trataba de mantenerme en pie.- ¡Ya te estás largando!

La chica estaba llorando en un rincón, aunque yo no entendía la razón. El tipo se acercó a mí y trató de agarrarme, pero yo no le dejé y comencé a lanzar los puños al aire creando una escena seguramente patética. El tipo, para defenderse de mí, agarró la botella de licor que no habíamos llegado a abrir y me la estampó en la cabeza con un movimiento magistral. Se notaba que estaba acostumbrado a ese tipo de intervenciones.

El resto es un poco borroso, recuerdo haber abierto un ojo cuando alguien entraba en la habitación y me tiraba un montón de ropa encima. Creo que conseguí vestirme o algo, y me parece que luego entró otra persona y me sacó a hombros de la habitación, aunque no estoy seguro. De lo único que estaba seguro era de que al día siguiente tendría la madre de todas las resacas…

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28/01/2013, 18:54
Intius Varnias.

Aún conmocionado y arrastrado por el brazo de Itsua, Intius retrocedió con el resto hacia el barrio de los fabricadores, había sido mala idea lo de la muralla y por poco no le costaba la cabeza. Seguía sangrando abundantemente y al palparse notó que le faltaba un trozo de su oreja izquierda.

Lo que me faltaba.

Pero la voluntad del Emperador era que siguiera vivo, incluso podía considerarse muy afortunado por no tener en aquellos momentos la cabeza separada del resto de su cuerpo. Se detuvieron al encontrarse con el resto del grupo. Desafortunadamente ni unos ni otros habían conseguido cumplir los objetivos que se habían marcado. Intius estaba demasiado preocupado por su herida para darse cuenta del adverso efecto que el olor de aquel barrio estaba provocando en muchos de sus compañeros. Y además seguían aún sin saber que hacer o a donde ir como Vladymir apuntó en cuanto todos se pararon.
Intius miró a su alrededor intentando orientarse y decidir una dirección a donde dirigirse. Todavía no tenía claro de donde venían, así que giró la cabeza en todas las direcciones. Mientras se colocaba una voz sonó en las alturas.

-¡¡AGUA VA!!

Acto seguido vio como el enorme Vladimir se apartaba de ellos con un ágil salto, justo a tiempo de evitar el contenido de la palangana que alguien había derramado sobre ellos. Instintivamente Intius se sacudió asqueado e inmediatamente miró hacia arriba mientras respondía con un insulto.

-¡Por el Emperador! ¡¿Quien ha sido el desgraciado?!

Encontró todas las ventanas cerradas y ni una sola pista de donde había podido salir aquello. La oreja comenzó a picarle mucho más y el olor que ahora desprendían era peor que el de aquel barrio. Sería mejor salir de allí y regresar al barrio de las casuchas, le seguía pareciendo el mejor sitio para encontrar una casa deshabitada.

-Volvamos al barrio de las casuchas de esta mañana, la gente ya estará durmiendo y podremos buscar un lugar tranquilamente.

Al menos eso esperaba Intius, ya no estaba para aguantar más multitudes exaltadas, si volvían a ponerse en medio cargaría contra ellos como en sus tiempos de arbitrador.
La tarea, sencilla sobre el papel, no resultó tan fácil a la postre y solamente salir de aquel barrio de fabricadores les llevó al menos una hora y pasar varias veces por los mismos sitios, aunque finalmente el tamaño y el estado de las construcciones fue variando hasta que estuvieron de nuevo en el barrio marginal de la cuidad.

Esta vez está vacío, podremos encontrar fácilmente una casa donde escondernos.

Tan solo se cruzaron con una patrulla de penachos, que se los quedaron mirando con cierta curiosidad, no era para menos pues con las pintas que llevaban pasaban de todo menos desapercibidos. Afortunadamente la patrulla siguió su camino sin molestarlos.

-Busquemos un sitio donde meternos. Ahora que está todo tranquilo y despejado no debería suponernos un problema encontrar algo adecuado.

De nuevo sus deseos habían resultado demasiado osados. Tan solo encontraban casas habitadas o puertas bien cerradas. Incluso un vagabundo les recriminó su presencia allí en un intento de conservar su patético lugar de pernocta.
Ante el nuevo fracaso Vladymir sugirió una consulta a la patrulla de los penachos e Intius, desesperado ya y medio desangrado accedió de buen grado.

-No tenemos nada que perder.
Le contestó.

Tuvo que ser Itsua el que esta vez pusiera de nuevo la cordura a la situación exponiendo lo ridículo de la idea de ambos. De nuevo el grupo estaba en un punto muerto y sin saber que hacer y lo único que divisaban desde allí era una colina, mejor iluminada y rodeada de una empalizada protectora. Parecía ya la única opción que les quedaba, eso o ir directamente a los pantanos, al menos más sucios de lo que estaban no se pondrían, aunque seguramente sería un sitio peligroso para pasar la noche y ninguno de ellos conocía aquel terreno.

-¿Entonces que hacemos? ¿Seguimos hacia la Colina? Aquí no hay nada vacío para nosotros. Preguntó Intius ya desesperado.

-Tú eres el líder... Contestó Von Braun con claros síntomas de estar también muy cansado de la situación.

Intius sabía que toda la responsabilidad de lo que estaba pasando recaía sobre él, para bien o para mal. Así que tomó una decisión, probablemente no sería la más correcta, pero si tenía que ejercer de líder lo intentaría hacer lo mejor posible, al menos hasta que la misión fracasara o sus superiores decidieran que aquella no era una función apropiada para el arbitrador.
Titus sugirió lo mismo que Intius estaba pensando así que el arbitrador se reafirmó en su decisión.

-Bien, probemos en la Colina, sino iremos al pantano como dice Titus.

A la entrada del distrito unos penachos volvieron a detenerlos y a confundirles con indigentes. Mirando las pintas que llevaban a Intius no le extrañaba la confusión, pero necesitaban hacerles ver la necesidad que tenían de pasar. Fue el vostroyano el que se adelantó para indicar que en realidad eran unos mercenarios que necesitaban alojarse. Finalmente sus palabras convencieron a los guardias que les dejaron pasar indícándoles el camino hacia la posada. O iban hacia ella o daban la vuelta y se dirigían al pantano.

-Probemos allí.

La idea parecía buena, pero no tenían dinero para pagar, al menos Intius lo había gastado todo en los pasajes y por lo que había parecido, el resto de sus compañeros también estaba escaso de fondos. Al llegar a la entrada el portero intentó impedirles el paso, de nuevo su aspecto era una dificultad añadida a todas las que se iban encontrando por el camino y el olor que desprendían era demasiado fuerte para pasar desapercibido.

-Lo último en perfumes. ¿Que te parece? Le contestó Intius a la vez que estiraba su antebrazo como dándoselo a oler. Queremos alojamiento y un baño.

Por supuesto no era gratis, necesitaban un total de 30 tronos. Intius se quedó parado, sabía que ese momento llegaría pero no había pensado como afrontarlo. El intento de Tercio de cambiar la carne de serpiente por el alojamiento también resultó un desastre y no parecía que el resto tuviera dinero o algo con lo que negociar.

Armas, eso podría servir.

Cansado ya de tantos fracasos Intius descolgó su escopeta de la espalda y se la enseñó al portero. En aquellos momentos tan solo quería un baño y una cama donde caerse y descansar y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por obtenerlo.

-¿Te parece suficiente?

Probablemente era más que suficiente, era una buena escopeta, pero Intius no tenía ganas de regatear o discutir, le dolía demasiado la cabeza. El portero observó el arma y la sostuvo entre sus manos antes de afirmar su conformidad con el trato.

-Si. Respondió mientras abría la puerta y gritaba hacia el interior del local buscando a una mujer llamada Olivia para decirle que tenían una noche con todos los gastos pagados.

¡Por el Emperador! ¡Una noche!

Por muy cómodas que fueran las habitaciones aquello era un atropello, pero Intius se limitó a hacer un gesto a sus compañeros para que pasaran al interior del establecimiento. Después siguió junto al resto a las habitaciones del primer piso donde la mujer llamó a seis mujeres para que se hicieran cargo de cada uno de ellos.

-Cenaré en la habitación. Respondió Intius ante la pregunta de Olivia.

La perspectiva de poder estar cenando tranquilamente sin que nadie más lo interrumpiera era algo demasiado tentador como para rechazarlo. Esperó a que le sirvieran mientras observaba a la muchacha que le habían asignado para prepararle el baño preguntándose si en el "todo incluido" al que había hecho referencia el portero se encontraba también ella. Era demasiado joven y demasiado delgada para el gusto de Intius, pero tras mas de quince años sin haber podido acostarse con ninguna no iba a ponerle pegas, aquella le parecería perfecta.
Intius dio buena cuenta de todo el vino y la comida que le llevaron, ya que lo había pagado al menos disfrutaría de ello plenamente, mañana sería otro día y seguramente fuera mejor, pues peor no les podía haber ido en aquel. La verdad es que la cantidad y la variedad no era para quejarse, al menos no eran las nutrigachas a las que estaba acostumbrado, aunque debía admitir que las de la Inquisición era excelentes comparadas con otras. Tras la cena Intius se acostó y pasó la noche junto a la chica, recordando como era tener de nuevo una mujer en la cama, pero parecía que había cosas que no se olvidaban fácilmente y todo seguía funcionando correctamente.
A la mañana siguiente Intius se levantó desnudo y solo, la muchacha se había marchado en algún punto de la noche sin que él se diera cuenta. Buscó por toda la habitación sus ropas pero no las encontró. Descartó el robo de inmediato pues el resto de sus cosas estaban tal y como las había dejado antes de acostarse. Enseguida escuchó como alguien repartía la ropa por el pasillo ante el requerimiento de Itsua, seguramente todos se habían levantado sin ropa aquella mañana.

Las habrán llevado a lavar, que buena falta hacía.

Se cubrió de cintura para abajo con una sábana y salió al pasillo a recoger su ropa y después se vistió. La oreja le seguía doliendo pero la muchacha había realizado un buen trabajo al vendarle la cabeza, así que suponía que el dolor iría remitiendo. A pesar de todo se seguía sintiendo afortunado. En cuanto estuvo listo cogió todas sus cosas y se dispuso a bajar para desayunar, pero alguien lo detuvo al salir. Recordaba a la mujer, se llamaba Olivia y era la que se había encargado de alojarlos la noche anterior.

-¿Necesita algo? Preguntó Intius extrañado ante el requerimiento de la mujer.

-Si, necesito que se lleve a su amigo cuanto antes.


-¿A mi amigo? ¿A que amigo?

La mujer le puso al corriente de lo sucedido con Tercio e Intius identificó los ruidos de pelea que había escuchado con el incidente protagonizado por su compañero. Estaba claro que la tranquilidad en aquel grupo no duraba mucho.

-Siento lo sucedido, lo sacaremos de aquí inmediatamente.
Se disculpó Intius avergonzado por el comportamiento de Tercio.

En cuanto bajaron al piso, seguidos de cerca por Von Braun que había salido poco después de la habitación se dio cuenta que el resto de compañeros ya estaban listos para marcharse. Era obvio que ni siquiera podrían desayunar ni tampoco volver a ese lugar si necesitaban pasar una nueva noche en la ciudad. Salió de la posada cargando con Tercio y se despidió del portero con un gesto de la cabeza. Frente a la posada los mismos problemas y dudas del día anterior, aunque al menos durante aquella noche Intius había descansado y eso le había servido para reflexionar por la situación. Dejó a Tercio en el suelo, sentado contra una pared e intentó despertarlo dándole unas suaves bofetadas mientras le hablaba.

-¡Tercio, Tercio despierta!

Antes de impartir las órdenes oportunas necesitaba a todos los miembros de su equipo activos.

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29/01/2013, 18:58
Arlan Hex.

Mediocridad. Todo olía a sucia, pestilente y pegajosa mediocridad. Desde Acreage a Intius. Desde Intius a los desagradables orines que empapaban su ropa y que habían sido arrojados desde alguna de las ventanas superiores mientras bajo su alféizar titubeaban acerca de qué hacer, de cómo proceder.

Desde un comienzo aquel había demostrado ser un grupo poco cohesionado, carente de una voz firme que subrayara la existencia de una mente lúcida, despierta y consciente de la misión que debían desarrollar. A cambio, una precaria asociación de individuos, unidos por su lealtad al Emperador, bajo el gobierno de un ordo, y guiados por una personalidad débil que prefería la legación de funciones, los largos e inútiles debates en un vano esfuerzo por consensuar individualidades incompatibles en el mejor de los casos, y que se traducía en un nulo avance en aquello que debía ser desempeñado.

Una decisión incorrecta detrás de otra, una mala gestión sumada a errores básicos. Y ahora vagaban, sin un rumbo definido, sin una meta, en medio de la oscuridad, deshaciendo lo andado por una barriada que ya se había demostrado peligrosa. Al menos para con él. Aún resonaban en su mente los gritos de brujo, el viejo insulto nacido de la bendecida ignorancia, del odio cultivado, del temor al Caos y a la Disformidad, insulto, ignorancia, odio y temor que eran relegados a un segundo plano cuando a quien servían los poderes mutantes era al Imperio. Relegados, pero no olvidados. Muchas eran las piras en cuyos rescoldos asomaban los huesos blanquecinos de otros como él. Pero ninguno de aquellos que lo acompañaban había tenido que convivir con la sombra constante de su maldita bendición o de su bendita maldición.

Solo puertas cerradas. Ventanas con los postigos echados. Calles vacías. Liderazgo ausente y el contrapunto estridente del vostroyano dispuesto a aprovechar el vacío de poder, para arañar protagonismo. Y sin embargo, el sentido común no se imponía, demostrándose una vez más que era el menos común de los sentidos. Mediocridad. Siempre mediocridad. El sendero de los incapaces. Un sendero que habría de llevarlos a la colina que se recortaba en las cercanías, vagando como fantasmas guiados por un ciego.

El distrito gubernamental. La barriada de los ricos. Todo ello rodeado por una fortificación guardada por los Penachos. Y la voz que habría de devolverles a la realidad. ¡Indigentes! Poco conocía aquel guardia de lo acertado de su juicio. E Itsua se sentía como tal. Abandonado, sucio, sin rumbo. Volvió la espalda al grupo, listo para marchar, para seguir vagando por aquel desierto cananita. Mas una suerte de maná acabó llegando. Información y la posibilidad de traspasar el umbral de aquellos altos muros.

Pero la suerte del indigente es la que es. Y a una barrera solo podía seguir otra. Un obstáculo solo superable si se puede pagar el acceso, el precio del visado. La mente del psíquico estaba a punto de gritar y no hubieran sido solo las ratas y las extrañas aves de Orlankan las que hubieran huido. Consiguió dominarse, pero el sarcasmo resbaló entre sus dientes como el veneno por los colmillos de un áspid. Un vano esfuerzo sin resultados. Era mejor el silencio. Un silencio adornado por la observación, la escucha, el análisis y la reflexión. Vio cruzar mercancías. El arma del arbitrador por una pernocta. Su rostro adusto adoptó la máscara de la imperturbabilidad. Cada gesto era una prueba. Cada prueba, una demostración. Cada demostración, una glosa.

Atravesaron las puertas. Como indigentes. Pero tratados como reyes. A cambio de un arma. Un arma que podía marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Entre el triunfo y el fracaso. Seis habitaciones. Seis cenas. Seis mujeres. Seis baños. Solo cantidades satisfechas por el precio de la mediocridad. Lujos que el psíquico no quiso o pudo disfrutar en su totalidad. Rechazó cena y alcohol. Rechazó a la mujer. Lavó y purgó su cuerpo. Primero con el agua y luego con el ayuno. Lista la carne, preparó su mente a través de la meditación que habría de proporcionarle el perdido equilibrio.

Y a la noche le sucedió la mañana tras un frugal pero reconfortante sueño. Despertó para comprobar que sus ropas habían desaparecido y su alma desconfiada y su cerebro inquisitivo lucharon entre sí, cediendo la primera al sentido común del segundo. Pronto aparecieron las prendas de la mano de quien las había lavado y planchado. Y a ello siguió el desayuno. Leche y pan. Las únicas concesiones a su hambriento estómago.

Conversaciones alrededor. Preguntas cautas. Un mercenario, el mesonero. Ninguna respuesta adecuada en la precaria soledad del comedor, solo rota por Vladymir. Y una sentencia. Un veto. No deberían regresar. Tercio Veridio había superado los límites impuestos por el precio del arma del arbitrador. Y solo entonces llega el resto del grupo. Para iniciar un nuevo conciliábulo donde solo el Munitorum parece subrayar lo que para él es evidente y así ha expuesto. La misión.

Mas todo gira en torno a una barca, una cuerda, un muro a escalar, un pantano.

-¡BASTA! -la voz del psíquico fue como una zarpa afilándose en la pizarra.