Partida Rol por web

- No... - Innos emitió un gruñido. Se le veía fastidiado. - No lo vi venir la verdad. Llevo tiempo a su lado y... - Golpeó con el puño contra la pared. - Ni siquiera había visto nunca ese tatuaje. ¿Es como un dragón o algo así, no? - Le preguntó a la tiefling.

Innos estaba más serio que nunca. Aquel enano optimista por naturaleza, portaba ahora una cara de desasosiego total. Para él, Liadrel no era solo una compañera de aventuras, sino que la consideraba una amiga. Que no le hubiera informado de sus asuntos le dolía, y que les hubiera traicionada era una total decepción para él. 

- ¿Te ayudo con eso? - Le preguntó a Niren señalando las armas de Liadrel.

Sir Haldir negó con la cabeza ante la pregunta de Alois. A decir verdad, no estaba seguro de lo que quería decir Gambrinus, pero parecía querer intimidarla para terminar usando algún medio mágico para su escrutinio. Sea como fuere, sería el primero en defender medios no tan drásticos. No porque Liadrel le cayera especialmente bien incluso antes de la traición: se había hecho caballero para que la gente hablara con admiración de sus actos, y la tortura... era bastante cuestionable. 

Aunque Haldir entendía una cosa: las vidas de muchas personas y el destino de Lucarrion estaba en juego. Mancharse las manos, o permitir que Gambrinus se las manchara, era un precio muy pequeño comparado con las vidas de tanta gente.

Le dedicó una mirada significativa a Niren y negó con la cabeza. Ahora tampoco podían fiarse de Innos.

—¡Ah, entonces Rataxes también forma parte de tu orden! —le dijo a la elfa, con la sonrisa de un gato que había acorralado al ratón, tratando de sonsacarle algo.

- ¡Oh si, por supuesto! - Dijo lanzándole una mirada sarcástica al bueno de Sir Haldir. - ¡Él es de hecho el líder de la secta! ¡Bravo Haldir, lo has descubierto! Te felicito humildemente.

De haber podido hubiera hecho una reverencia recargada, no obstante, al estar atada tan solo pudo realizar un leve asentimiento con la cabeza. Acto seguido miró al caballero con severidad y empezó a menear la cabeza de lado a lado con una mueca de desprecio.

- Creo que... - Sir Alois golpeó sobre el hombro de Sit Haldir. - ...creo que miente. - Le dijo finalmente.

Quien no estaba interpretando un papel era el pobre Sir Alois. Tan confiado era siempre, que realmente creía que Liadrel estaba mintiendo, aunque lo que para todos era algo realmente obvio por el tono en el que lo había dicho, para aquel personaje no. El bueno de Alois albergaba alguna duda sobre la veracidad de lo expuesto por la elfa.

- Rataxes no ehmmm... - Carraspeó al ver como Sir Haldir, Gambrinus e incluso Innos le miraban con gesto de incredulidad. Niren directamente pasó del pobre Alois. - Si... miente. - Dijo con mayor convicción. Volvió a carraspear e irguió la espalda de forma solemne.

—Querida, ¿has seguido algún cursillo para parecer rematadamente imbécil o ya naciste así?—preguntó Niren con brutal sinceridad. Entonces se puso a hacer aspavientos teatreros moviendo los dedos como si fuera un fantasma asustando—."Ohhh, estáis en el bando equivocaaaado, ¡lo estáis haciendo maaaal! Pero soy tan omnisapiente y tal lista que no voy a deciros el qué para así arruinar la única posibilidad de conseguir ayuda potencial para proteger lo que sea que quiero que no se vaya al infiernoooo"

Dejó caer los brazos y torció el gesto con un resoplido.

—Me importa un ardite en el "bando" que creas que estoy, pero estás haciendo tu labor de pena si piensas que la mejor manera de evitar lo que sea que quieres evitar es decirle a la gente "no hagas esto porque lo digo yo". ¿De verdad no se te ha pasado por la cabeza que quizá, quiiiiizá... —juntó ambos pulgares con los índices como si estuviese sosteniendo un hilo imaginario entre ellos y apretó los dientes en una sonrisa sardónica— ... puede que le viéramos sentido a tu postura o incluso estuviésemos de acuerdo con ella si supiéramos cuál es?

«Por supuesto que no, ¿qué coño vas a pensar tú que no sea en quejarte de todo en lugar de en ponerle solución?»

Alois parecía preocupado por la idea de que Gambrinus pretendiera torturarla, a Niren la verdad es que le importaba tres pepinos y un rábano. Lo único que le importaba era lo que fuese mejor para la mayoría de gente, no para unos pocos traseros bañados en el oro de la nobleza. Es más, pobre de Liadrel si tenía lo más mínimo que ver con lo que le había sucedido a Tavriss... Aunque puesto que la elfa se había puesto tan digna en su "no voy a deciros nada" y se había burlado de Sir Haldir, la tiefling decidió reducir las cosas aún más a lo absurdo.

—No te preocupes—le dijo a Alois—. Siempre podemos quitarle las botas y hacerle cosquillas en la planta de los pies con una pluma durante horas. O llenárselas de miel y ponerla delante de un par de camellos. ¡O de un hormiguero! Te aseguro que no duele...

La sonrisa repleta de picardía que se le dibujó en la cara parecía decir "¿Qué? ¡Si no duele no es tortura!", y hasta ponía en duda si realmente estaba hablando de broma o no. Aunque en el fondo lo que se imaginaba era que el mago fuera a emplear algún conjuro de leer mentes o de hacer hablar a la gente o algo así... había visto bastantes pergaminos de algo que servía para lo primero en la Rosa de los Vientos aunque la aspasen si conocía los detalles.

Cuando Innos le preguntó, le hizo un gesto suave de que no hacía falta. En parte porque era verdad, no eran tantas cosas a llevar, y en parte porque una parte de ella compartía el pensamiento de Sir Haldir.

Liadrel se había mofado de él, pero Sir Haldir había conseguido lo que había querido: información sobre la posible vinculación de Rataxes con el extraño culto al que pertenecía Liadrel. Ahora le quedaba claro que Rataxes no estaba metido en el ajo en ese aspecto, ¿pero entonces por qué había asegurado antes que el mago no era el problema?

Eso no quitaba que le fuera a soltar un guantazo tal que le iban a pitar sus oídos de elfa durante varios días, pero lo cierto era que Niren le había dejado en un ridículo tan espantoso que pensó que no hacía falta. Dejó que Liadrel contestara a la tiefling mientras contenía las ganas de sacudir a su maestro. ¿Se podía ser más idiota?

—Ya lo sé, Alois —dijo con impaciencia. 

Liadrel negó con la cabeza ante la sarta de insultos que Niren le dedicó. No le había caído bien desde un primer momento. Una mujer con cuernos de demonio y cola de demonio no debería andar a sus anchas por Lucarrion. Ella y todos los de su estirpe deberían estar encerrados o sacrificados. No obstante, aunque pensara aquello, ella no dictaba las leyes y poco podía hacer ahora por cambiar aquello. 

- Lo único que deberíais hacer es regresar a vuestras casas y vivir vuestras vidas de mierda. - Le respondió secamente. Entonces se dirigió a Sir Alois y Sir Haldir. - Hice un juramento. Vosotros si sabéis que significa eso. No sois gentuza, como si lo es ella y...

Liadrel dejó de hablar de golpe cuando la mano de Innos le cruzó la cara. Liadrel, que hasta ese momento estaba sentada en el suelo, cayó a plomo quedando en posición de sentada, pero horizontal al suelo. Poco le faltó a la elfa para perder la consciencia. La mano del enano estaba marcada con sus cinco dedos en su mejilla izquierda y de labio manaba sangre, se lo había mordido. La elfa, atada como estaba no pudo ponerse de nuevo en pie. Tampoco lo intentó. Estaba aturdida por el tortazo.

- ¿Hablas con desprecio de Niren? - Le preguntó, aunque no esperaba respuesta. - ¿Le llamas gentuza? - Escupió al suelo. - ¿Y tú que eres Liadrel? - Formuló una nueva pregunta mientras la miraba con desprecio. - Llevo contigo mucho tiempo. Creía que éramos amigos. Te he soportado, a ti y a tu mal humor. Te he defendido de críticas y de extraños que querían matarnos en más de una ocasión. ¿Y resulta que todo fue una mentira? La única gentuza aquí, eres tú Liadrel...

- Tranquilo Innos... - Sir Alois se interpuso entre el enano y la elfa. - Trata de contenerte. Sé que es duro cuando alguien te decepciona, pero... - Miró a Sir Haldir, miró a Gambrinus y miró a Niren. No encontraba las palabras adecuadas, ni justificación alguna. - ...pero... bueno, tampoco hay que... - Resopló. - Tenemos que interrogarla. Eso está claro. - En aquello último que dijo si fue contundente.

- Si, llevémosla a algún lugar tranquilo. - Habló entonces Gambrinus. - Puede que tenga algo que sirva entre mis conjuros. Tenemos mucha información que sonsacar. Puede que las pistas que no hemos encontrado hasta ahora, empiecen a salir a la luz. - Miró entonces los objetos recuperados. - Si Liadrel quería esos objetos. Los que le robó Bloj al lagarto, es por alguna razón. Puede que tengan alguna pista oculta en la que no hayamos caído hasta ahora. - Miró a Sir Haldir. - ¿Crees que podemos entrarla por las cocinas sin que levante sospecha en los cocineros? No querría que llamaran a la guardia informando de un posible secuestro...

Como toda respuesta al espectáculo, Niren se encogió de hombros y miró a Haldir que parecía un poco exasperado aunque no tenía claro si porque Liadrel parecía un loro repitiendo dijeran lo que le dijeran o por la densidad innata de Alois.

—Supongo que el juramento consiste en parecer rematadamente imbécil.

Aquello era entre irónico e hilarante; la elfa ni la conocía y había tardado medio segundo en catalogarla como le había dado la gana. Pero luego repetía por activa y por pasiva que ellos "no tenían ni idea" de lo que hacían. Lo que eran las cosas.

Aparte, a Niren le encantaban los esfuerzos infructuosos que hacía la gente por intentar insultarla empleando como arma arrojadiza su herencia infernal, era tan retro... Lo retro siempre resultaba entrañable. Como aquellos huevos ornamentados de porcelana que coleccionaban algunos escéntricos.

Se inclinó hacia Innos llevándose el dorso de la mano a la mejilla en un gesto confidencial.

—Psst, en verdad tiene envidia de estos... —susurró mientras se señalaba uno de los cuernos con la otra mano—. ¿Has visto que chulos? Y no veas lo útiles que son para mantener la capucha en su sitio cuando llueve...

Rió entre dientes y arqueó las cejas con complicidad, por supuesto era una broma, en el desierto llovía cada tres años bisiextos, pero aquella parecía su peculiar forma de quitarle hierro al asunto. O al enano en sí. Quizá por haberse molestado en decir algo en su favor.

Haldir no parpadeó cuando Innos le cruzó la cara a la elfa. Él habría hecho lo mismo, pero se había contenido. Cuando Gambrinus le preguntó por su opinión se encogió de hombros.

—Esto es Malaken, yo diría que este tipo de cosas están a la orden del día. Además, tenemos a Brogo metido en el bolsillo, no deberían ponernos ningún problema. Vamos, en marcha. Veamos qué conjuros tienes en las mangas para que sacar algo en claro de todo esto.

El grupo regresó por donde había venido. Entraron de nuevo por las cocinas para asombro del personal. No dijeron nada. Tan solo miraron asustados a aquella gente que portaba a una elfa, quien parecía resistirse a ser conducida junto a ellos. Por ello, el bueno de Alois se quedó unos instantes junto a aquellos hombres. Debía explicar lo que estaba sucediendo.

- Verán, somos caballeros... - Dijo poco convencido de sus palabras. - Estamos en una importante misión de... - Sir Alois no sabía mentir, ni quería hacerlo. Su código ético no se lo permitía. - ...de búsqueda. Es una misión de vital importancia y... - Carraspeó denotando inseguridad. - ...ella es una traidora. Debemos de...

- No se preocupe no diremos nada... - Dijo uno de los cocineros. - No hemos visto nada... - Dijo asustado.

- No, yo... - Se excusó el caballero. - Lo que quiero que entiendan es que no estamos haciendo nada ma...

- Nada malo, señor. - Dijo entonces un pinche. - No diremos nada de lo sucedido. Se lo prometo por mi familia.

- Creo que no me están entendiendo... - Afirmó Alois. - Lo que quiero decir es que...

El grupo no escuchó el resto de la conversación. Gambrinus, Sir Haldir, Niren e Innos salieron de las cocinas. De nuevo se encontraban en el salón. Allí estaban los mismos rufianes que instantes antes habían dejado atrás. De quien no había ni rastro era de Oripell. Gambrinus estaba mosqueado. ¿Dónde se había ido aquella cervezaza desobediente y fiestera? Ni rastro de ella.

- Disculpadme un momento... - Dijo entonces. 

Gambrinus empezó a buscar en la sala. La gente que se percataba de su presencia, dejaba la conversación en la que estaba inmersa y empezaban a susurrar de forma mucho más seria. Sus rostros expresaban preocupación. Al fin y al cabo, estaban ante un ser que tenía por compañero a una cerveza mágica parlante. Sin duda tenía que ser capaz de muchas cosas.

- ¿Alguien ha visto...? - Dudaba si preguntar aquello. Era evidente que todo el mundo había visto a su elemental de cerveza. Otra cosa es que supieran o quisieran decir donde se encontraba en esos momentos. - ¿Oripell? - Dijo al ver el pequeño barril que su compañero utilizaba siempre como recipiente y vivienda. 

Gambrinus se agachó para recuperarlo. Era raro que Oripell hubiera dejado allí su contendor. Era raro que no estuviera disfrutando de la fiesta. El mediano meneó el barril con rabia. Quería que su compañero explotase en un mar de burbujeante gas. Pero no sucedió nada. El corazón le dio un vuelco. Abrió la tapa del barril y comprobó horrorizado lo que ya sabía. Ni gota...

- ¿Qué diablos ha pasado? - Preguntó. 

Nadie respondió. Todos miraron en otra dirección. Alguno empezó a silbar tratando de disimular. El silencio se hizo en la sala. Todos estaban metidos en el ajo.

- ¡Qué alguien me diga que ha sucedido o lanzó una bola de fuego que hará que todo el local arda, con vosotros dentro! - Gritó terriblemente enfadado.

- Se lo han bebido... - Dijo Jonsy con voz bobalicona. - Uno dijo que quería probar. - Afirmó con su mirada bizca sobre Gambrinus. - La cerveza parlante dijo que no había problema. Y luego otro y otro... hasta que no quedó nada. Ni gota. - Se encogió de hombros. - Se han bebido a tu amigo...

- Subidla, yo me encargo de que las miradas curiosas no vayan... - Innos se quedó sorprendido. 

Pese a que entre varias personas estaban conduciendo a la fuerza a una elfa a las habitaciones del piso superior, nadie le estaba dando demasiada importancia. Todo el mundo estaba más pendiente de Gambrinus que del resto. El magodiano parecí enfurecido a la par que sorprendido. Esa era una buena señal, pues les daba margen suficiente como para alcanzar la habitación con la que habían sido obsequiados por el posadero y allí interrogar como era menester a la traidora de Liadrel.

- No he dicho nada... - Dijo finalmente siguiendo los pasos de Niren y Sir Haldir.

Llegaron a la habitación. La puerta seguía abierta. Sir Haldir o había tenido tiempo de cerrarla cuando salió corriendo tras los pasos de Liadrel y saltó por la ventana con catastrófico pero oportuno resultado. Los cuatro se introdujeron en la estancia, cerraron la ventana y la puerta y se dispusieron finalmente a tratar de sacar algo en claro sobre todo aquel asunto.

No obstante, debían de esperar ahora a Gambrinus, quien parecía estar enfrascado en algún tema de índole personal con los parroquianos. Algo sobre Oripell. Parecía que había desaparecido y algunos apuntaban a que lo había hecho en el estómago de los asistentes. Por suerte, quienes cotaban aquello no eran algunos, sino solo uno y de nombre Jonsy y aunque le habían librado de su maldición, seguía sin ser una fuente demasiado fiable de información.

El que tampoco estaba era el bueno de Sir Alois. Posiblemente todavía estuviera tratando de parecer convincente ante el personal de cocina de la posada. Algo que era imposible dada la forma en la que había comenzado a dar sus explicaciones. Fuera como fuera, era algo que no podrían cambiar del caballero y por suerte, el cocinero y su pinche, no parecían demasiado interesados en lo que les contaba, sino en poder librarse de él.

Liadrel por su parte, fue depositada en una de las sillas de la estancia. Su cara de mala hostia lo decía todo. No iba a colaborar. No al menos de forma fácil. Iban a necesitar magia o tortura. Una de las dos cosas, de uno de los dos métodos, sólo el magodiano podía ser protagonista, de la otra... bueno, lo podían ser el resto mientras los caballeros y su estricto código moral mirasen hacia otro lado, al menos el de Alois, aunque Alois no estaba allí en ese preciso momento...

Niren había subido a la habitación pellizcándose la barbilla con una mano mientras se agarraba el codo de esa misma mano con la otra en lo que parecía un gesto pensativo. Una vez ella y Haldir hubieron llegado, se tomó cinco segundos de pensamiento trascendental hasta que de pronto dejó caer los brazos y se encogió de hombros sin más.

—No tengo ni idea de si reirme u horrorizarme.

Alguien podía decir que habían matado a su amigo pero... ¿cuántas personas podían decir que se lo habían bebido? ¿Y cuán absurdo sonaba aquello?

—En fin... ¿alguna inspiración o esperamos a ver qué tiene Gambrinus en su colección de conjuros? Porque el sentido común no funciona—se giró hacia Haldir cruzándose de brazos en una pose ociosa para volver al tema—. Y te juro que como vuelva a oir una sola vez más la frase "hice un juramento" seré yo la que le deje la cara como si la hubiese metido en un avispero.

Haldir negó con la cabeza.

—Puedo lanzar un conjuro que le obligue a decir la verdad, pero que mienta es el menor de nuestros problemas. El hechizo no evita que el sujeto sea evasivo con sus respuestas, que es exactamente lo que pasa aquí. No se me ocurre cómo avanzar hasta que Gambrinus regrese.

- Pruébalo... - Dijo entonces Sir Alois. - Creo que no perdemos nada por intentarlo. - Miró a Sir Haldir y asintió con la cabeza. - ¡Hazlo! - Le ordenó con más confianza en sí mismo que la mayor parte de las veces. Posiblemente por ello fuera una mala idea, pero la pelota está a ahora en la casa de Sir Haldir.