Partida Rol por web

Percibes, bajo la capucha de uno de los dos bandidos, que su rostro es algo animal. No estás hablando con un humano o elfo, sino con ... ¿Una bestia?

El enano no me dijo nada. Estuve esperando un rato mientras buscaba mis compañeros. En ese momento vi pasar a Lasar. Opté por seguirle y este me llevo ante los demás. Los cuales estaban hablando con aquellos tipos que no dejaban de mirarnos a la tiefling y a mí.

Cuando llegue parecía que habían llegado a algún tipo de acuerdo. - Esperad. Quiero veros el rostro. Pues no me fío de aquellos que ocultan su cara a los demás.

Y es que entre ellos había uno cuyas facciones parecían las de un animal y tenía curiosidad por saber qué clase de bestia se ocultaba bajo esa máscara de tela.

- ¿Queréis vernos el rostro? - Dijo el hombre con rostro animal. - Está bien... - Miró a su compañero y este se encogió de hombros. 

Acto seguido ambos se bajaron la capucha y mostraron su verdadera apariencia. Uno de ellos era un humano con apariencia de borracho y el otro era efectivamente un ser con cara de bestia. No tardaron demasiado en volver a cubrirse el rostro.

- Ya recibirán noticias. - Comentó el hombre bestia. - ¿Entendido?

Crodos entrecerró más los ojos y su ceño se frunció un poco más cuando Akta hizo descubrir los rostros de aquellos hombres. En concreto mirando a uno de ellos, el que no tenía cara de hombre precisamente. Instintivamente apretó el pomo de la espada donde descansaba su diestra. Independientemente del rostro de perro chato, las maneras esquivas y sospechosas de aquellos habían disgustado al paladín profundamente, quien consideraba que ser honesto y directo eran grandes virtudes. Pero necio sería pensar que todo el mundo podría ser tan honrado y bueno como él.

— Las esperaremos con gusto — respondió al hombre-animal con firmeza, levantando un poco más el mentón.

Al descubrirse el rostro, vimos que eran poco agraciados. Sobre todo el que parecía un perro de aguas, que era el que llevaba la voz cantante de los dos. Me hizo gracia el pensar que habían estado observando a las dos féminas de nuestro grupo, a saber con qué siniestras intenciones. Lo mismo el hombre perro quería montarle la pierna a alguna...

-"Bueno, si no hay más que decir, vuelvan cuando quieran. Pero no se entretenga meando en cada árbol o esquina, mi buen señor, jejejeje."

Tal y como me pareció, uno de ellos era un animal, literalmente. Lo que me sorprendió fue que se descubriesen con tanta facilidad y les miré preguntándome porque me miraban antes así.

Pero parecía que el grupo lo tenía todo bajo control. - Gracias. - Les dije al ver sus rostros, aunque quizás estaban mejor tapados. - Espero que mis compañeros me pongan al día en breve... - Dije mirando a mis tres acompañantes. - Porque está claro que me he perdido algo importante.

Lo que no sabía era el qué. ¿Habrían ido a ellos a regañarles por mirar a las dos mujeres... bueno, mujer y cornuda, del grupo? Porque sólo faltaba que ahora me mirase algún hombre interesante y fuesen todos a asustarle...

- Muy bien. - Le dijo el tipo con cara de perro a la sacerdotisa recién incorporada a la improvisada reunión. - Esperen aquí. Quizás tendrán noticias nuestras esta misma noche.

Acto seguido ambos volvieron a cubrirse la cara y se marcharon de la taberna de tal Brogo a la espera de que llegaran noticias de aquellos extraños tipos que acababan de conocer.

Un tiempo a un solo respiro y a un tiempo de reflexión sobre lo que acababa de acontecer, el enano posadero apareció con rostro preocupado. 

- ¡Rápido, es Jonsy! - Les dijo alertado. - ¡Le pasa algo!

Se escucharon golpes en el sótano. Alguien estaba rompiendo objetos allí abajo. Además, se escuchaba un grito desgarrador. Era como un sonido salido de una profunda caverna. Es más, parecía ser un sonido procedente del más profundo de los nueve infiernos de Baator fuera cual fuera ese infierno. 

En cuanto sonó aquel extraño rugido la gente que abarrotaba el lugar se quedó en silencio. Se escuchó como algunas sillas rechinaban al ser arrastradas hacia atrás, algún chillido de alguno de los presentes también rompió el silencio por un momento. Los asustados clientes miraron a un lado y a otro tratando de alguna manera de confiar en lo que todos habían escuchado, simplemente no había sucedido. 

Tan solo unos segundos después un nuevo golpe que hizo retumbar la tarima del suelo y un aterrador rígido, provocó que cundiera el pánico. Todos se pusieron en pie de forma apresurada. Gritaban asustados y salieron todos corriendo en dirección a la puerta, dejando incluso sus pertenencias sobre la mesa donde estaba y disfrutando de la cena. 

Enseguida se quedaron solos los cuatro extraños e inesperados compañeros de viaje, junto con el tembloroso enano tuerto.

Brogo estaba oculto tras la amplia espalda de Crodos. Temblaba y le rechinaban los dientes de puro terror. Miraba hacia la barra del bar, concretamente hacia la trampilla que daba acceso a la bodega donde se encontraba Jonsy. 

- Su...suuu... Sus o... ojos... - Tartamudeó. - ¡No... No... E...era él!

Crodos contempló marcharse con mirada seria a los dos tipos sospechosos. Aún no había despegado los ojos de la puerta cuando les alertó el primer golpe, seguido por todo lo demás.

— ¡Vive Seyran, que lo que ruge en la bodega no parece vuestro Jonsy! — exclamó alarmado por el rugido infernal y el fortísimo golpe que hizo vibrar el suelo de madera bajo sus pies. — ¡No hay duda de que vuestro gigantón hijo está en peligro! ¿Qué es lo que habéis visto, Brogo? — dijo mientras se volvía a poner su yelmo, el cual había llevado todo el rato bajo el brazo.

- Es Jo... Jonsy... - Dijo tembloroso. - E...e...es él, pe...pero no es él. - Concluyó mientras señalaba hacia la bodega. Miró con una mezcla de pena y terror a Crodos. - No... No le ha... hagais da... daño. Por fa...favor... - Les suplicó a todos.

Me puse el casco de nuevo cuando comenzaron los golpes abajo. Aquello no era normal y temía que el gigante quebrase las vigas que sostenían la base de la taberna y acabásemos todos abajo, con el piso superior sobre nosotros. Al menos que no me saliese un chichón en la cabeza si sobrevivía a aquello.

El enano enseguida nos alertó del gigante que parecía haberse vuelto loco. Por sus palabras, poseído. Cerré los ojos, pensando en que hacer para ayudarle al tiempo que repasaba mis conjuros disponibles. - Salvo que alguno pueda dormirle o asustarle. - Dije mirando a Lasar. - Me temo que le vamos a tener que hacer daño. Eso o irnos y dejarle solo con él. Y si no es él como dice, no atenderá a razones y os matará. Tendremos que dejarle K.O. salvo que se os ocurra otra cosa. - Dije a todos.

Aproveché para lanzar sobre mí el conjuro de fuerza de toro. Si conseguía darle en la cabeza un buen golpe con un objeto romo, quedaría inconsciente y ya solo tendríamos que atarle... Esperaba que fuese una buena idea pues no se me ocurrían más, salvo buscar otra posada donde descansar.

Desde luego, la mejor opción era dejarlo fuera de combate, así que con tantos que éramos, tampoco debía costarnos demasiado. No sabía exactamente lo que había sucedido, ni cómo, pero tampoco me sentía cómoda dejando que aquel pobre tonto o Brogo sufriesen sin necesidad.

-Está bien, me parece un buen plan, pero en cuanto abra, tendremos que meternos a por todas. Si ha enloquecido no podemos dejar que salga o cundirá el pánico y los de allí fuera, dudo que se lo piensen antes de disparar sus arcos o blandir sus armas. Así que en cuanto estéis listos -dije, sacando mi espada y mirando a los demás.

Desde luego si lo que buscábamos era descanso, en aquella posada no íbamos a encontrarlo, porque desde que habíamos llegado no había conseguido acercarme a la habitación ni medio metro.

Jonsy quizás estuviese maldito, pero nosotros no andábamos mucho mejor.

Nada más despedirnos del perro y su amo, vino Brogo contando que su hijo se había transformado en algo monstruoso. Prueba de ello, fueron los rugidos y golpes que sacudieron el suelo de la posada y que hicieron que quedara el salón vacío. La estampida por casi nos lleva por delante. ¡Adiós a mi entregado público y a esas jovenzuelas picaronas! Me reservaría para Lerissa...

-"Bien, bien... ya se lo que estáis pensando y lo haré, no hace falta que me lo pidáis como un favor. Bajaré y apaciguaré a Jonsy y así no le haréis daño. ¡Cómo os cuesta decir las cosas! Menos mal que os leo los pensamientos y vuestros ojos os delatan. Lerissa, querida, sé tú la que me abra la trampilla, ¡como una princesa despide a su príncipe cuando parte en alguna aventura heroica!"

Me acerqué hacia la trampilla y empecé a tocar una triste y melancólica melodía. Miré a la preciosa Lerissa a sus profundos ojos, en los que me encantaba perderme. Como un barquito se pierde en la mar, en un día de verano, arrastrado por el viento de levante. Le sonreí y le hice una seña para que abriera la trampilla.

-"No bajéis todavía, lo mismo con mucha gente se pone más nervioso. Si dejo de cantar, bajar corriendo entonces..."

Fui descendiendo, volviendo a repetir una y otra vez la misma estrofa.

Jonsyyyyyyyy,

tranquilo amigooooo.

Escucha esta melodía

que hará que te relajes,

aposenta tus glúteos

y deja que baje.

Crodos embrazó su escudo decorado con el emblema de Seyran, un gran sol dorado de muchas puntas, y desenvainó la reluciente espada. Esperaba no tener que usarla mucho. Se acercó con el grupo a la trampilla por la que Lasar descendió.

— No tema vuestra merced — dijo a Brogo — que ese noble bardo que habéis visto bajar, aunque os parezca algo desvergonzado, vale su peso en rubíes.

Y esperó al borde de la trampilla empuñando sus armas, listo para bajar en tromba tanto si Lasar se callaba o si gritaba como si algo le arrancara las asaduras.

Así fue como el valiente bardo, a que ninguno de sus compañeros le daba el valor que realmente tenía, pues no hacían más que quejarse de sus tonadas y tratar de perderle de vista, descendió hacia la bodega en solitario y con una canción que reconfortaba el alma. 

La bodega estaba en un estado catastrófico. Sillas rotas, un espejo hecho añicos, sacos de harina desparramados y una de las grandes barricas vertiendo el vino sobre el suelo de la bodega. Mucho dinero pedido había allí abajo, pero lo que más destacaba era el enorme hombretón en el centro de la estancia, mostrando su cuerpo tenso, enseñando sus dientes y mirando con furia. 

Lasar se percató enseguida de que los ojos de Jonsy habían adquirirlo un tono amarillento, sus ojos eran ahora amarillentos y unas extrañas protuberancias puntiagudas parecían haber empezado a brotar de los laterales de su frente. 

Jonsy parecía a punto de saltar sobre el bardo para destrozarle el cuando su enfadado gesto empezó a cambiar. El gigantón pareció tranquilizarse y relajó su cuerpo. Finalmente su rostro agresivo se tornó en unl neutro y finalmente se sentó a escuchar la canción del bardo. Estaba fascinado con aquella melodía, aunque no sabían lo que iba a durarle aquello.

Bajamos todos detrás del bardo, esperando encontrarnos a Jonsy totalmente desatado, pero afortunadamente para nosotros, sus cantos no solo eran insoportables, sino que también poseía una virtud mágica que debíamos reconocer, nos daba ventajas cuando menos lo esperábamos.

Aprovechando que Jonsy se había quedado momentáneamente abstraído gracias a la música, me acerqué sin perder tiempo y le asesté un golpe en la cabeza para dejarlo fuera de combate.

Cuando cayó al suelo, miré a los demás.

-Bueno, asunto solucionado. Quizás debiéramos atarlo antes de que despierte.

Al menos ahora no suponía un peligro para nadie y estaba segura de que cualquier otro no habría perdido tiempo en dejarle inconsciente, sino que directamente habría acabado con él.