Partida Rol por web

Alderic sintió la nieve ceder bajo sus pies y la palabra que le estaba diciendo a Guideon se prolongó en una única vocal hasta que cerró la boca. En su descenso apresurado fue encontrando apoyos para sus pies, apoyos que aprovechó para frenar su caida y lograr mantener la vertical. Cuando llegó al fondo estaba de pie, cubierto de nieve blanda pero libre para moverse y apartarla, y en ese momento sonaron los aullidos.

- Guideon ¿Estas bien? necesitamos salir de aquí para ayudar a las mujeres.

Guideon perdió pie en el banco de nieve. No era el hombre más ágil del mundo, y era difícil moverse de forma grácil con una armadura completa, después de todo.

—¡No te preocupes por mi! —dijo escupiendo nieve—. Ayuda a las mujeres.

Nindra todavía le daba vueltas a lo experimentado y hablado la noche anterior. Esto era algo que tenía que resolver sola, nadie podía decirle lo que debía pensar o sentir, y tenía la sensación de que recorrería aquel camino lleno de dudas y temor. Necesitaba más información, necesitaba saber, necesitaba descubrir más cosas sobre Maahn antes de poder corresponderla. La maga solo se sentía cómoda con las certezas, tenía que investigar más sobre esa misteriosa diosa.

En esas estaba cuando Guideon y Alderic desaparecieron bajo la nieve. Nindra corrió hacia ellos y se asomó por el agujero.

-¿Estáis bien? -gritó hacia abajo.

En cuanto escuchó a los lobos, Nindra extrajo un trozo de cuero de sus bolsas de componentes y murmuró unas palabras mientras se lo colocaba en la frente. El fragmento brilló y se deshizo en cenizas brillantes, extendiendo por el cuerpo de la maga un contorno plateado con la forma de una armadura, un destello que desapareció al siguiente parpadeo.

-Estad preparadas -les dijo a las mujeres.

Guideon logró escapar de la trampa de nieve gracias a uno de sus ingenios mágicos. Acto seguido, ayudó a Alderic a hacer lo mismo. Por suerte no había quedado demasiado enterrado bajo la nieve como para no poder moverse del lugar donde había caído. Mientras tanto Nindra, temiéndose lo peor, lanzó sobre si misma un conjuro defensivo. Aquellos terribles aullidos no presagiaban nada bueno.

De pronto, tres enormes bestias salieron tras sus pasos. No los habían visto salir de ningún sitio y sin embargo, allí estaban. Tres enormes y poderosas bestias que les enseñaban los colmillos y babeaban solo de pensar en hincarles el diente. Lo cierto era que muchas presas no parecía que hubiera en aquella condenada montaña, por lo que sin duda alguna tendría hambre.

Nindra se giró cuando los tres lobos aparecieron tras las mujeres. Se dio cuenta de que era Thyga quién estaba en la retaguardia y que podía correr peligro. De sus bolsitas sacó una hebra y levantó las manos para empezar a conjurar. Con una explosión, de entre los lobos estalló una pegajosa red que se extendió hasta anclarse en las rocas de las laderas.

-¡Atrás!

Lurzca no se lo pensó dos veces. Agarró su gran hacha con ambas manos y cargó contra el lobo que tenía justo delante de ella. El impacto que recibió el animal en el lomo fue realmente brutal. Ésta aulló dolorido cuando la mestiza le golpeó. Sin duda alguna, con hachazos como aquel, poco duraría la vida de aquella bestia.

- ¡Thyga, atrás! - Le gritó a su protegida.

Uno de los lobos, el que se encontraba a la derecha del grupo y tenía el pelaje gris oscuro, sin haber quedado atrapado por las hebras, no lograba moverse de sitio. Trataba de zafarse, se movía de lado a lado, empujaba con las patas y con le hocico e incluso mordía las hebras tratando de romperlas, pero le estaba siendo imposible salir de la trampa mágica para abalanzarse sobre sus presas.

Alderic logró hacer pie y trepó rápidamente ayudado por Guideon, cuando llegó ariba lo hizo a tiempo de ver como tres lobos se enfrentaban al grupo.

Nindra lanzó una tela de araña que afectó a los tres lobos y Lurzca cargó contra ellos mientras Alderic adoptaba la postura del asesino y dejaba fluir las sombras por su brazo derecho mientras desenvainaba una de las espadas. Señaló al lobo al que Lurzca casi había partido en dos y de la punta de la espada surgió una hebra de oscuridad que se enlazó en su cuello, asfixiándolo.

Aquel lobo de blanco pelaje, trató de zafarse de aquella telaraña. Había quedado completamente pegado a las hebras y había sido golpeado primero por Lurzca y luego por Alderic. Se le notaba agotado y las últimas. Las heridas recibidas eran muy graves. Un nuevo golpe sin duda alguna acabaría con él. 

Sin embargo, por mucha fuerza que hizo, por mucho que estiró hacia un lado y hacia otro, mordió las hebras y rascó con sus patas, su cuerpo permaneció anclado a la telaraña. El lobo, agotado por la sangre perdida, no fue capaz de liberarse de aquella trampa mágica.

Murron decidió cargar como bien había hecho su inseparable Lurzca. El blanco, totalmente inmóvil, fue fácil. La espada larga de Murron se clavó en el lomo de aquella bestia y la guardia notó como hacía estallar su corazón. El lobo, inmediatamente se desplomó sobre la nieve ahora manchada de rojo carmesí. 

- Uno menos... - Se dijo a si misma, aunque realmente no se sentía orgullosa por matar a un animal enredado en una trampa mágica, aunque era su deber.

Thyga al ver como Murron salía de su lado, decidió hacer lo opuesto. Ella no estaba preparada para aquella vida de aventuras. Nunca había hecho daño a nadie, al menos daño físico y temía a los lobos. Lo suyo era otro tipo de actividad. La costura por ejemplo se le daba bien. Le gustaba la caligrafía, e incluso la cocina, aunque eso era algo que dejaba a los sirvientes. Pero desde luego que lo suyo no era enfrentarse a lobos hambrientos en medio de un paso de montaña nevado.

- ¡Ahhhh! - Gritó de pronto y salió corriendo únicamente para acabar perdiéndose en la misma trampa en la que momentos antes habían caído Guideon y Alderic.

Thyga quedó enterrada entre nieve y más nieve y a diferencia de Guideon y Alderic, ella no tenía los recursos suficientes como para salir de ahí fácilmente, aunque casi era mejor que allí se quedara...

El tercero de los lobos, uno negro como la misma noche, tuvo más éxito a la hora de liberarse de su prisión mágica. De un fuerte impulso logró abrirse paso entre varias hebras de la telaraña y entonces se acercó peligrosamente al lugar donde Lurzca se encontraba. Por suerte para ella, el esfuerzo de salir de la telaraña le impidió clavarle los dientes a la mestiza, no obstante su aspecto era aterrador.

Guideon avanzó con la lanza enhiesta. 

—¡Nindra, retrocede! —le advirtió el Saulita, al ver que el lobo conseguía salir de la telaraña

Guideon domeñó su voluntad y la lanza se cubrió de rayos plateados.

—¡Ira argentada! —exclamó, descargando una tremebunda lanzada contra el lobo.

De pronto escuchasteis a ambos lados del paso el ruido de una gran roca rodando sobre el firme. Dos oberturas en la montaña surgieron casi al momento, como si hubieran sido activadas por un resorte. Aquellas oberturas daban al interior de dos cuevas oscuras. De una de ellas, la que quedaba a la  derecha en el sentido en el que estaba caminando el grupo hasta que aparecieron los lobos, surgía un extraño lamento, en la de la derecha, se podían ver unos extraños destellos, que sin duda alguna debían de ser unos ojos malignos observándoles.

Pero no acabó allí todo aquello. En la lejanía, surgió la figura de una mujer que vestía una túnica de color púrpura y que se cubría el rostro con una capucha. Al ver al grupo alzó las manos hacia ellos. Los asustados componentes del mismo intuyeron una macabra sonrisa en su rostro. Entonces abrió la boca.

- ¡Infernum! - Dijo con una voz tenebrosa e inmediatamente una bola de fuego surgió de sus manos, la cual voló directamente hacia ellos estallando junto a Guideon y Nindra.

Aunque fueron todos, incluido el lobo malherido, los que recibieron el fuego que aquella mujer había conjurado sobre ellos. Aquello se convirtió en un abrasador infierno, que aunque el lobo pudo esquivar, acabó perdiendo la consciencia fruto de las quemaduras recibidas.

No vino sola, un hombre, el cual lucía armadura y una pomposa capa de color carmesí, surgió también de la misma zona donde había aparecido la conjuradora. Estaba claro que habían planeado bien aquella emboscada y que no era la primera vez que llevaban a cabo algo como aquello. Aquel hombre alzó las manos y señaló en dirección a Alderic.

- ¡Niet vieet oculus tuvo! - Alzó la voz.

Alderic notó enseguida como sus ojos se velaban por momento y empezaba a perder la visión.

Nindra se giró de golpe y observó, como si todo se ralentizara para ella, la diminuta esfera mágica que se dirigió hacia donde ellos estaban. Abrió mucho los ojos. Era malo. Muy malo. Pensó todo lo deprisa que podía en los escasos segundos que tenía, pero se dio cuenta de que no había forma de evitarlo.

-¡Cuidado! -trató de avisar.

Una enorme esfera llameante rugió sobre sus cabezas. Nindra saltó a un lado para evitar el impacto directo del conjuro, pero estaban completamente encerrados en el estrecho paso del camino y el fuego acabó prendiendo sus ropas. Sintió el fuego quemar su piel y su pelo, masas de fuego saltaron sobre su cuerpo y prendieron. Rodó por la nieve para tratar de apagar las llamas, pero el dolor sobrevino y acabó de rodillas. Nunca había sentido un dolor semejante, nunca había sufrido el impacto de un hechizo. Le dolía la cara, el hombro y el brazo.

En su cabeza calculó las posibilidades en cuestión de milésimas de segundo.

-¡Te enterraré bajo el hielo! -ladró hacia la maga.

Cogió un puñado de nieve y lo lanzó al aire, mascullando un conjuro que electrificó su ropa medio quemada y su pelo. Una columna de nieve estalló entre los dos nuevos contrincantes y se extendió, cubriendo de nieve todo el paso.