Partida Rol por web

- Como ha dicho, mi buen amigo Dulgo... - Asintió con la cabeza. - Debemos agradecer a nuestro Kark y a toda su familia su esfuerzo invertido en estos festejos. - De nuevo miró al gobernador de la ciudadela y este le hizo un gesto de agradecimiento. - Con mucho esfuerzo levantamos los cimientos de esta majestuosa ciudadela. Cuando el Kark no era todavía Kark, luchamos codo con codo contra los usurpadores y logramos pacificar esta noble tierra que ahora nos ha bendecido con su fruto y bajo la bendición de Brook, dios de las montañas y señor de todos... - Hizo una breve pausa tratando de resaltar lo que tenía que decir a continuación. - ...y cuando digo todos, es porque Brook ama a todos sus hijos y todos los enanos son hijos suyos. - Dodana solía jugar con aquel tipo de palabras. Para un enano de inteligencia media sonaba a algo místico y ceremonioso y eso le hacía ganar fama de gran oradora. - Hoy, esta gran nación apadrinada por los Tres Grandes y bajo la protección de Belgarosh, rinde pleitesia a nuestros dioses y espero que éstos se sientan complacidos y nos otorguen un año de prosperidad, paz y abundancia. - Miró entonces al Abad de la iglesia de Brogar. - Y con éstas palabras doy paso a Burgo, primero de los Olvidados en Karak-Belgarosh.

- Gracias Dodana... - Respondió. - Los olvidados somos conocidos por no querer la fama sino la redención. Es por eso que mis palabras no van a ser tan humildes y ceremoniosas como las de mis dos amigos y compañeros en la fe hacia los dioses. - Sonrió ante lo que tenía que decir. - ¡Disfrutad de la fiesta, emborrachaos, cantad, comed y daos de mamporros! - Soltó una risotada. - ¡Y si después queda tiempo, dadle las gracias a los dioses, al Kark o quien os de la gana! - Y comenzó a reír de nuevo ante la atenta y inquisitiva mirada del Patriarca y la Canonesa.

El Kark no pudo evitar sonreír ante las palabras del Abad. No soltó una risotada porque Trodwa le hubiera dado un buen puntapié y de hecho, así se lo comunicó con la mirada justo cuando la sonrisa de Belgarosh empezaba a asomar por la comisura de sus labios. Por suerte la espesa barba del Kark ocultó aquella risa. No obstante, el Kark era consciente de que el Abad se había pasado de la raya. No sería la primera vez que acudía borracho a una de aquellas celebraciones. Aunque en el fondo... ¿No consistían precisamente en eso? ¿En emborracharse y festejar hasta caer inconsciente?

- Me llena de orgullo y satisfacción presidir este acto tan noble y bienintencionado, de hermandad y fraternidad. - Expuso el Kark. - ¡Y ahora mis leales súbditos... que empiecen las fiestas! - Alzó la voz y un intenso murmullo acompañado del ruido de los muchos brindis que se sucedieron y sonido de cubertería llenando platos con el rancho preparado para la ocasión.

A Belbara le gustaban las fiestas, y si eran en honor a Brook más. Habían engalanado el templo con flores y hiedras. En las mesas de Brook generosas fuentes de comida anzana iban sirviéndose para saciar los estómagos de los enanos. Barriles y barriles de cerveza aseguraban que la fiesta dudaría tanto como aguantase el último de los enanos. Los cánticos, los bailes y las historias más disparatadas se escuchaban por todos lados. Parecía mentira lo poco que costaba al pueblo enano entregarse a la celebración, y es que así lo querían los dioses.

Belbara había escuchado los discursos de los máximos representantes de las tres deidades de la ciudadela, y tras esto asintió y se puso a caminar seria hacia el Kark. Una vez allí le dedicó unas palabras:

Tarkhan dedicó a Yhu-Lien una mirada grave para dejarle claro que había tenido muy poco tacto al hablar con tanta ligereza de su posible ejecución. Especialmente delante de una niña.

—Dejad de hacer preguntas cuya respuesta conocéis, Caminante de Brumas —respondió Tarkhan en tono brusco mientras miraba al frente—. Creo que es momento de que me deis alguna respuesta, para variar.

Tarkhan alzó su copa de cerveza cuando el Kark dio comienzo a las festividades, y se dedicó a conversar tranquilamente con su gente en las mesas que Kazumi había montado para la celebración.

-Seré yo misma quien acompañe al amarillo en su viaje- Eso le pareció que lo dejaba todo bastante claro, no hacían falta demasiadas ceremonias.

El Kark miró extrañado a Belbara y no dijo nada. La enana barbuda se sintió un poco incómoda ante la reacción de Belgarosh. ¿Por qué no dijo nada? ¿Había equivocado el momento? ¿No estaba de acuerdo con la situación? Fuera lo que fuera lo que pasó por su cabeza en ese momento no fue desvelado en ese momento.

Belbara contrariada, regresó a la zona de la plaza que se había cedido al templo de Brook para que montaran su parte de los festejos. No obstante, cuando Belbara estaba ya comiendo su tercer plato de carne asada acompañada por un sinfín de aperitivos anzanos que colmaban su plato, el Kark en persona le sorprendió a su espalda.

- Es una gran noticia Belbara. - Dijo entonces. - Me alegra que seas tú y no otro. Mañana, al mediodía reunete conmigo en palacio. Os daremos las últimas directrices. Habla tú con el... Amarillo... Dale las mismas indicaciones.

- Creía que la paciencia era una de las virtudes de un embajador. ¿A qué se deben las prisas? - Le preguntó. - Y... Bueno... No te preocupes por Yoo-shun. Es una muchacha increíble y muy intuitiva. Si no lo sabía ya, se hubiera acabado enterando. - Miró directamente a los ojos de Tarkhan por unos instantes de manera algo incómoda. - Relájate embajador. ¡Estamos en una fiesta!

El personal que Kazumi había contratado para el evento comía rápido mientras los discursos tenían lugar. Sabían que iba a ser el último momento en que más o menos podrían respirar. Los enanos escuchaban a sus líderes religiosos con fingido interés, pues su presencia allí era principalmente gracias a todo profano que encarnaba las festividades y una vez hubieran cumplido con los dioses, el trabajo de los anzanos sería intenso.

Y no sólo comía rápido, sino que miraban asombrados al máximo representante de su nación nativa en Karak-Belgarosh. Les había sorprendido gratamente que Tarkhan les hubiera honrado con su presencia entre ellos en una tan importante fecha. Aunque lo cierto era que no se atrevían a dirigirle más que su mirada.

Si, los anzanos que vivían en la ciudadela respetaban a aquel hombrecillo de perpetua sonrisa. No eran muchos los anzanos fuera el Gran Reino que se habían ganado una fama como la de ese hombre que por alguna razón casi divina tenía siempre en la punta de la lengua, las palabras exactas y más adecuadas para cada contrariedad que se le presentase.

- ¿Vais a ir en busca de la Thogain de Karak-Thordu? - Preguntó entonces Yoo-Shun dejando totalmente descolocado a Tarkhan.

¿Cómo lo sabía? Qué le hubiera preguntado a Yhu-lien por Feyrya no me implicaba que fuera él quién se marchara en su búsqueda. ¿Lo había dicho? Estaba casi seguro que no. Lo que estaba claro era que Todo pasaba demasiado tiempo con Yhu. Estaba desarrollando demasiado la intuición que ya era un rasgo característico del pueblo de Anza.

- Me llevarás contigo. - Dijo Yoo-Shun. ¿Eso había sido una pregunta o una orden?

Yhu-Lien y Yoon-Shun parecían estar leyéndole la mente. El mago estaba perfectamente familiarizado con hechizos que así lo permitían. Probablemente Yhu-Lien podría manejar un poder así sin muchos problemas, y era perfectamente consciente de que Yoon tenía los conjuros de la segunda esfera prácticamente al alcance de la mano. Podría haber dominado ya un hechizo para leer los pensamientos superficiales. O quizá Yhu-Lien le estuviera comunicando la información telepáticamente.

De modo que, de improviso, se puso a recitar haikus mentalmente para enmascarar sus pensamientos. 

—No —le respondió a Yoon, sin aclarar a qué frase se refería.

Veríamos a ver si aquel par de dos mujeres se adelantaban a sus argumentos con su mente llena de haikus sin ninguna relación con lo que estaba sucediendo.

- En dirección al sol, resplandece el camino enjoyado, de obsidiana hecha añicos... - Dijo entre susurros Yoon-Shun. 

Inmediatamente miró a Yhu-lien con cara de no entender nada. Sin duda alguna parecía bastante desconcertada tras recitar aquel haiku. ¿El Gato Sonriente atacaba de nuevo? Desde luego era un muy buen adversario.

Yhu-lie sonrió al ver como aquella niña parecía estar totalmente desconcertada. Acto seguido miró a Tarkhan. Su sonrisa lo decía todo, la de él y la de ella. Se conocían bien el uno al otro y en ocasiones jugaban a ese tipo de juegos sin reglas preestablecidas. Era evidente que en esa ocasión quien había ganado no era otro que el bueno el embajador anzano. Aunque no siempre era ese el resultado, en aquella ocasión el ingenio de aquel humano había superado al de la Caminante de Brumas y su compinche Rayo de Luna.

- Solo te diré, Yoon-Shun que: torpe al principio mis piernas, pies y ojo aprenden otra vez a saltar a través de rocas desordenadas. - Y entonces le revolvió el cabello y soltó una risotada. - ¡Tú ganas este asalto Tarkhan, pero no la guerra!

La fiesta fue avanzando con normalidad. Por suerte el buen ambiente reinó durante las primeras horas de la tarde y no fue hasta la noche, o cuando los enanos creyeron que era la noche, pues bajo el techo de la ciudadela y sin forma alguna de calcular las horas, lo tenían complicado para saber en que posición se encontraban Maahn y Seyran, no se contabilizó la primera pelea. El Kark llamó al orden y su guardia encabezada por Zadhrîm, dispersaron a los alborotadores.

La comida no empezó a escasear hasta que quinto conjunto no subió al escenario. Para ese entonces, los que no había hinchado sus estómagos hasta límites insospechados eran muy escasos. A esas alturas, lo que menos preocupaba a los asistentes era la comida. De eso ya habían quedado más que saciados. Lo que querían ahora era beber hasta perder el conocimiento y ya había alguno que había caído presa de los efectos etílicos de aquellas bebidas espirituosas. 

Por suerte, algunos de los belgarianos empezaron a desfilar hacia sus madrigueras. Había sido un día muy largo y sin duda necesitaban descansar. Aunque era cierto que la actividad minera, comercial y económica quedaba totalmente paralizada al dí siguiente de aquella celebración, a muchos no les bastaban veinticuatro horas para recuperarse de los efectos de la festividad y por eso no aguantaban hasta el final. Los que tampoco solían aguantar eran los niños, los ancianos y las mujeres, bastante más responsables que los hombres en lo que se refería a beber hasta perder los estribos o la consciencia de sus actos.

Para cuando el aforo quedó reducido a casi una octava parte de la inicial, el Kark también abandonó la plaza de los Dioses junto a su familia. Dodana ya se había marchado horas antes y Dulgo imitó al Kark despidiéndose de Burgo y de Belbara, quienes todavía permanecían en la plaza en representación de sus iglesias. ¿Alguien tenía que quedarse hasta el final, no era así? Fue en ese momento cuando Belbara recordó lo que le había dicho el Kark con respecto al amarillo.

Tarkan estaba rodeado todavía por algunos anzanos y también se había sumado a su mesa algún que otro enano. Por una vez, el gato sonriente no era el centro de atención, pues era un enano beodo que se apoyaba en una muleta, pues le faltaba una pierna y al que también faltaba el ojo derecho, quien estaba en el centro del meollo. Aquel enano que tenía por nombre Tak, estaba contando la historia sobre como perdió su pierna derecha y el embajador parecía en esos momentos libre de marca, por lo que era un buen momento para que Belbara atacara su base.

Tarkhan lanzó una ceja al cielo de su frente.

—No sabíamos que estábamos en guerra, Yhu-Lien —dijo esbozando, ahora sí, una leve sonrisa—. Esa es la única razón por la que habéis ganado alguna batalla contra mi. Sólo ha sucedido en vuestra imaginación.

 Borró la sonrisa de su rostro para dirigirse a su alumna.

—En cuanto a ti, Yoon: ¿leer la mente de tu maestro? Te has deshonrado a ti misma...

Tarkhan tomó la determinación de apartar a la niña de la influencia de la Caminante de Brumas mientras recitaba haikus en su mente.

—... pero vendrás conmigo. No es ningún premio. Es más: es un castigo.

Había comido hasta saciarse, había bebido con cierta moderación, pero a esas alturas de la celebración ya podía desmelenarse. Se cargó otra pinta de buena cerveza y caminó con decisión hacia donde estaba Tarkhan, aunque no sin balancearse un par de veces a causa de la bebida. Ella era una enana, sí, pero era capaz de beber como un enano y aguantar más que muchos. En su trayecto tenía la mirada fija en el embajador anzano, una mirada dura, a nadie le sorprendería si hubiese sacado su hacha para matarlo, pero en vez de eso se sentó junto a él apartando de un ligero empujón a una mujer, dejó su jarra de cerveza en la mesa con un golpe seco y parte del preciado líquido saltó fuera mojando la tabla dispuesta para comer. 

- Seré yo. Yo te acompañaré- Hablaba con dureza y siguió diciéndole lo que debía decirle señalándole con el dedo índice de su mano derecha - Mañana a mediodía en el palacio- Y dio un largo trago sin dejar de tener el ceño fruncido.

- No seáis tan duro conmigo y con la niña... - Le sugirió Yhu, que si se había tomado en serio las palabras del ermbajador, no lo parecía, pues mantenía su sonrisa. - Dicen que los niños aprenden jugando. Yoon es una niña prodigiosa que no necesita estímulos extraordinarios para mostrar interés, pero de tanto en cuando... - Abrazó a la niña que había empezado a sollozar. - ¡Veis, ya la habéis hecho llorar!

Yoon-Shun había empezado a llorar. Cuando la Caminante de Brumas la abrazó, su lloro se tornó más intenso. Se agarró con fuerza a la mística y derramó sus lágrimas sobre su kimono.

- ¡Lo siento! - Alcanzó a decir con la voz entrecortada. - ¡Lo siento de verdad! - Añadió. - Era sólo un juego. - Se explicó entre lloros. - Me he equivocado. No volverá a pasar... - Finalizó su disculpa con la dura mirada de Yhu-lien clavada sobre Tarkhan.

Y fue en ese preciso momento cuando llegó Kazumi alertada por los lloros de la niña. Era sin duda una buena clienta de la Panza de Anza y sin duda una niña encantadora, aunque Tarkhan también lo era; un buen cliente, de niña y encantadora tenía poco. Quizás más de encantador por eso del dominio de la magia.

- ¿Qué está pasando? - Preguntó. - No hay conflicto que pueda resolverse hoy cargados como estáis, señor embajador, de cerveza anzana y licor de lagarto. Aunque no soy nadie para opinar y no se la gravedad del asunto, veo que las disculpas de Yoon-Shun son sinceras y que carga con la culpa de haberos defraudado. - Expuso en tono conciliar. - No hay mayor castigo que el que uno se autoimpone. - Y tras decir aquello apareció Belbara.