Partida Rol por web

Valyëvan logró agarrarse a la escalera poco después de empezar a caer. Había tenido suerte por aquella vez, pues la caída era evidentemente muy peligrosa y de no haber respondido con los reflejos necesarios, podría haber caído y haber muerto casi al instante. Lo que si cayó fue la piedra que Tarkhan le había cedido. Descubrió de aquella manera el final de aquel túnel. Desde el torreón hasta el fondo, habría no menos de treinta metros, desde luego era una buena caída.

Fuera como fuera, la vovit se decidió a seguir descendiendo. Puso mucha más atención en lo que hacía desde aquel momento y aunque los escalones de aquella endeble y frágil escalera, seguían crujiendo de forma evidente y amenazando con partirse, logró llegar hasta el final sin demasiadas complicaciones. Descendió el último trecho de un salto y una vez con los pies en firme, se agachó para recoger la piedra del anzano.

Al levantar la piedra desveló donde se encontraba. Se hallaba en una enorme caverna natural. Una gruta que se abría paso hacia el interior de la montaña y que por fortuna lo hacía en horizontal. El camino descendía levemente, pero se podía caminar erguido sin problemas. Hacía bastante calor allí dentro y estaba todo bastante húmedo. Por lo demás, no parecía dejar de ser una caverna normal y corriente.

Por un momento, pensé en regresar para traer a los demás, pero mi individualismo fue más fuerte. Bueno, eso, y el deseo interior de que nada le ocurriese a Aenifer. Sabía que mientras estuviesen todos juntos, estaban seguros, pero allí, si algo aparecía, quizás no tendrían tanta suerte. Si había algo peligroso, debía encontrarlo, localizarlo y si podía, acabar con ello.

Así que igual de rápidamente que giré la cabeza para sopesar volver, volví a mirar delante, para continuar bajando. El hecho de que hiciera calor podía deberse a que estaba a mayor profundidad, pero no me fiaba, así que aprovechando que ya podía caminar erguida, saqué mi espada y me aseguré de que cada paso era seguro, antes de dar el siguiente.

Valyëvan comenzó a caminar por tal de hacerse una mejor idea de lo que en aquella caverna podía encontrarse. Se trataba de una caverna bastante grande. A medida que avanzaba localizó una serie de bifurcaciones. Se trataba de todo un sistema de cuevas bajo la montaña. 

Pronto halló indicios de que en aquella zona había habido actividad minera. La pared estaba picada y posiblemente algún tiempo atrás aquel lugar pudo ser una mina enana. Al fin y al cabo, era lo que estaban buscando y si Belbarba tenía razón con la referencia al nombre de la montaña, posiblemente habían llegado a su destino.

La vovit tenía ahora dos opciones. Seguir avanzando en solitario a través de la intrincada red de túneles, naturales y artificiales que allí se habían formado, a riesgo de perderse, o regresar en aviso de sus compañeros, como en un principio había quedado con ellos.

Mientras esperaban noticias de Valyëvan, los cuatro miembros de aquel extraño grupo, siguieron parloteando sobre cosas banales. En un momento dado escucharon un chasquido en el túnel. Se trataba de algo muy leve, pero a tenor de cómo crujían aquellas escaleras a casa paso de Valy, podía ser que algún escalón se hubiera fracturado.

Fuera como fuera, observaron que finalmente la luz que portaba Valyëvan llegó al final del túnel. Debían ser ni menos de treinta metros en descenso. Una vez la pelirroja tocó roca, desapareció de su vista. Posiblemente para investigar la caverna donde se encontraba y regresar con noticias.

Sin embargo, Valyëvan tardaba. La vovit estaba tardando más de la cuenta. Podía ser que se encontrase en un lugar muy diáfano y que hasta que no lo hubiera examinado detenidamente, no quisiera regresar con datos, pero lo cierto era que los de arriba empezaban a impacientarse.

Desde luego, no parecía que hubiese más peligro por allí que perderse o, que las escaleras se vinieran abajo como me había ocurrido a mí, pero continuar sola no me parecía una buena idea, sobre todo teniendo en cuenta que mientras tanto, puede que todos se estuvieran preguntando si me habría sucedido algo malo, bajando ante de que yo llegara.

Por consiguiente, decidí regresar, así que me giré y comencé a desandar el camino. 

Si aquello era una mina, la exploraríamos juntos. Lo que sucedería después, si al final encontrábamos lo que habíamos venido a buscar, aún era un misterio para mí y preferí no darle demasiadas vueltas. Ya llegaría... cuando llegara.

Los cuatro expectantes compañeros de Valyëvan, aún sin haberlo compartido entre ellos, ya empezaban a elucubrar terribles teorías acerca del porqué de la tardanza de la vovit, las cuales incluían abismos insondables por los que podría haber caído, trampas de trasgos en los cuales podría haber acabado e incluso afilados dientes de dragón incrustados alrededor de su cuerpo, cuando vieron como la luz iluminaba de nuevo el túnel por el que la pelirroja se había marchado.

Valyëvan, no solo estaba viva, sino que además parecía estar en perfectas condiciones. Por una vez, una horda de trasgos, hombres bestia o lo que fuera, no habían mermado el grupo sin que ellos tuvieran opción real alguna de evitarlo. En ocasiones los dioses que tejen las telas del destino eran caprichosos y casi siempre imponían su ley en pos de que el carril por donde querían llevar a los mortales, saliera como tenían pensado desde un buen principio.

Fuera como fuera, la noticia positiva era que Valy estaba allí y seguro que traía noticias acerca de lo que había más abajo. La noticia negativa llegó en forma de sombra. Algo pasó rápidamente por encima de sus cabezas. Se filtró una sombra a través de las oberturas del techo. Algo acababa de pasar sobre la torre. Algo grande, algo enorme. Escucharon un aleteo, pero no un aleteo cualquiera, sino un aleteo enorme y también escucharon un enorme retumbar. Algo se acababa de posar sobre la atalaya de aquella misma torre. Y ese algo era... como no... algo enorme...

—¡Abajo! —les exhortó Tarkhan—. ¡Ahora nos cuentas que has visto!

El anzano ayudó a Yoon a bajar por las escaleras e hizo gestos con las manos a las mujeres para que descendieran por la trampilla. Él se quedaría el último para cerrarla tras de si.

Hacía mucho que no huíamos de algo xD.

Cuando llegué, noté que estaban preocupados, por como se alegraban al verme. Debía haber tardado más de lo que yo pensaba.

-Siento haberos preocupado, pero todo va bien -dije, mientras terminaba de subir. Entonces, los miré y les expliqué brevemente lo que había encontrado.

-Ahí abajo a unas cavernas bastante grandes. Solo hay que bajar por unas escaleras, eso sí, bastante endebles, pero más allá, no hay ningún peligro. Deben ser las minas y si queremos encontrar tesoros, sin duda tienen que estar abajo -expliqué.

No pudimos seguir hablando porque entonces, una sombra nos cubrió y nos hizo mirar hacia arriba. Su origen no parecía dejar ninguna duda. El dragón.

-Creo que es el momento de marcharse de aquí, ¿no os parece? -les sugerí, abriendo la trampilla para que fueran entrando y nos fuésemos a un lugar más seguro. Allí estábamos demasiado expuestos mientras que en las minas, no podría alcanzarnos.

Era el momento de huir, y por ello segui a Yoon para darle espacio a los demas de seguirnos hacias las minas que habia encontrado Valy.

El mago cerraria la puerta asi que no podiamos perder mas tiempo. Valy nos daria mas detalles una vez que estuviesemos abajo y fuera de peligro.

Belbara había estado seria, algo bastante normal, y callada, lo cual podía no sorprender, pero habia una sombra en sus ojos mientras observaba durante más tiempo del necesario aquel trozo de tela. Al fin alzó los ojos para dirigirlos al mago y le mostró el emblema.

- Pertenece a Thordu, padre de Feyrya. - claro, se refería al escudo que había bordado en lo que quedaba de la prenda que hubiese sido en su día aquel trapo.

Quiso rebuscar entre los cadáveres, tal vez demasiado destrozados como para dar con nada que supusiera una evidencia tal que pudiese arrojar algo más de luz. 

Al rato la semielfa regresó, Belbara ya estaba empezando a dudar de su honor.

-Nadie va a saquear nada- sentenció con voz grave al tiempo que todo se oscurecía allí dentro. De haber sido un gran mago, con su túnica, su sombrero de pico y su larga barba, todo gris, podrían haberse sentido intimidados por el enorme poder de la clériga. Sin embargo nadie le atribuyó el mérito, todos pensaron rápidamente en el verdadero autor, la sierpe alada, devoradora de hombres elfos  trasgos y enanos por igual. 

Belbara sintió el estúpido impulso de la venganza, y sus compañeros, sobretodo los anzanos, quienes la conocían más a ella y su raza, verían el centelleante fulgor en sus ojos mientras su mano llegaba a cerrarse en torno a la empuñadura de su hacha. Pero Belbara era más inteligente que eso y pronto lo dejó correr, cruzando la trampilla para descender por la escalera. No pensaba discutir con el hombre quien entrar primero y quien después, si deseaba ser estúpidamente caballeroso allá él.

Pero que ni sueñe que le perdonaré jamás dejarme sola con una niña y dos semielfas.

El grupo logró introducirse en el túnel justo antes de que el enorme ser que acababa de penetrar en el torreón se posara sobre el suelo del mismo. Tarkhan logró cerrar a tiempo la trampilla. La poca luz que se colaba todavía por las rendijas dela trampilla, fue apagada de golpe cuando algo cayó sobre esta. Algo grande y pesado que provocó que el polvo y la tierra acumulada se desprendiera hacia el fondo del túnel a la vez que la luz de las rendijas desaparecía.

Inmediatamente, todos ellos empezaron a escuchar como aquel ser olisqueaba. Sin duda alguna había detectado su rastro. De ser un dragón, y todo indicaba que si y nada indicaba que no, sin duda iba a saber muy pronto donde se encontraban. Puede que Valyëvan y Aenifer supieran poco sobre dragones, pero la cultura enana sabía bien que el olfato de una de aquellas bestias era prodigioso y un hombre con conocimientos arcanos como Tarkhan, también lo sabía. Y Yoon lo sabía por Tarkhan.

No perdieron más el tiempo y descendieron aquella escalera a toda prisa. La suerte estuvo de su parte, pues ningún escalón volvió a ceder pese a las sonoras amenazas que lanzaban con cada nuevo crujir tras un apoyo de un pie o una mano. En lo alto, empezaron a escuchar como aquel ser comenzaba a escarbar para tratar de abrir la trampilla y en un momento dado, tras un breve silencio, se escuchó un fuerte ruido y las llamas se colaron primero a través de las rendijas y luego, cuando la trampilla cedió, a través de túnel.

La suerte estuvo de parte del grupo, pues para ese entonces, ya habían abandonado el túnel y la llamarada no les alcanzó. No obstante, lo que era evidente era que difícilmente podrían regresar por aquel túnel a la superficie, sobre todo por el estado en el que había quedado la ahora carbonizada escalera de mano. Sin embargo, de seguro que un hombre como Tarkhan, podría encontrar entre su repertorio de conjuros, algo con lo que salvar la dificultad de ser estrictamente necesario.

Una vez abajo se hicieron a la idea de que se encontraban en una enorme caverna natural. Una gruta que se abría paso hacia el interior de la montaña y que por fortuna lo hacía en horizontal. El camino descendía levemente, pero se podía caminar erguido sin problemas. Hacía bastante calor allí dentro y estaba todo bastante húmedo. Por lo demás, no parecía dejar de ser una caverna normal y corriente.

Guiados por Valyëvan comenzaron a caminar a través del pasillo principal de la gruta. A medida que avanzaban fueron testigos de que aquella cueva estaba repleta de bifurcaciones, y de que se encontraban en todo un sistema de cuevas bajo la montaña. Eran también evidentes indicios de que en aquella zona había habido actividad minera. La pared estaba picada y posiblemente algún tiempo atrás aquel lugar pudo ser una mina enana. 

—Bueno, por ahí no podemos volver —opinó Tarkhan, no tan seguro como el narrador sobre sus propias habilidades.

Valyevan les guió hasta donde había avanzado. Parecía una mina. Eso implicaba que los túneles estarían bien ventilados. Con suerte, habría otra salida, una que no estuviera custodiada con un dragón escupellamas. 

—Bueno, Belbara, ¿en qué dirección vamos? Tú eres la experta aquí.

Bajaron a toda prisa, no era para menos, y Belbara sintió el calor de las llamas en su culo mientras las escaleras eran reducidas a cenizas.

-Pues no, por ahí no podremos- reafirmó las palabras del mago mientras se cercionaba de no estar ardiendo y se volvía a sentir a gusto entre las rocas. Aquello no era su hogar, al menos por ahora, pero desde luego le resultaba mucho más acogedor que el campo abierto. 

Observó alrededor y le pareció ver cosas familiares, estaba segura de que en algún momento de la historia los enanos habían picado en aquellas paredes. Se acercó para examinar más de cerca la piedra, ¿qué mineral extraían? Ella no era minera, pero para los enanos, nacidos en una ciudadela, las rocas y los minerales eran como los árboles y flores para los de la superficie. Así que tal vez pudiese averiguarlo.  Sabía que las minas alrededor de la ciudadela de Brook eran ricas en oro y piedras preciosas, al menos eso se contaba, y por eso mismo no era nada fácil llegar a ellas.

Después observó el espacio en el que se encontraban, buscando algo que le valiese para ubicarse o escoger el camino adecuado. Los enanos eran amantes de las runas, y eso tenía una explicación muy sencilla, pues les valían para indicarse caminos, para no perderse.

Una marca sutil en la roca. Algo que un enano pueda apreciar, pero que para los demás pase desapercibido...

Y es que no tenía por qué ser pequeña, no tenía por qué estar grabada en la roca siquiera. A veces eran bordes, formas y líneas que, miradas desde la perspectiva adecuada y con unos ojos que saben lo que buscan, componían el símbolo, la runa enana para los enanos.

Corrimos abajo nada más sentir la presencia del dragón, y no tardamos demasiado en comprender lo peligroso que era. El fuego surgió de la nada para abrasar el lugar en el que estábamos, y eso hizo que nos sintiésemos felices de no habernos entretenido más tiempo en bajar.

Una vez a salvo, ahora debíamos buscar una salida alternativa, además de continuar con nuestra exploración.

Por primera vez, dejé que la enana guiase, puesto que estábamos en su territorio. Vi como se movía de una roca a otra, buscando alguna marca o señal que su raza hubiese hecho y que nos llevase por la dirección correcta.

-Como suele ocurrir, estos enanos son tan desconfiados que sus señales solo pueden verlas aquellos que las han hecho -bufé, frustrada por tener que depender de ella y esperar a que descubriese algo.

De aquel viaje ya no podría sacar nada bueno, salvo mantenerme con vida y hasta eso, podía acabar siendo más complicado de lo que parecía. Miré a Aenifer, deseando que ella no le diese tantas vueltas como yo a todo aquello.

Cuanto antes nos pongamos en marcha, mejor. Menos tiempo dispondremos para pensar en todo lo que hemos perdido.

La habiamos salvado por poco y despues de asegurarme que Yoon estaba bien no pude mas que asentir al comentario de mi amiga. La desconfianza de Belbara tal vez era algo de su raza, desconfiar de todo aquel que no fuese enano, pero cuanto tiempo necesitaba aquella enana para darse cuenta que no hariamos nada malo contra ella y sus ancestros.

Me encogi de hombros para continuar la marcha hacia el interior de aquella cueva, despues de Belbara por supuesto.

Pronto sobrepasaron el límite del terreno que había explorado Valyëvan en solitario. La gruta por la que avanzaban se hacía cada vez más estrecha. Era un lugar oscuro y muy seco, sólo iluminado por la piedra que portaba todavía la vovit desde que Tarkhan se la dejara. A la cabeza del grupo marchaba Aenifer, pues era la más versada en explorar aquel tipo de lugares. Si realmente se trataba de una antigua fortaleza enana, podía estar plagada de trampas.

De hecho, no mucho después de dejar atrás aquel último punto explorado por Valy, localizó lo que parecía ser un antiguo resorte en el suelo. Un disparador de una posible trampa. Perdió unos momentos en examinar de que se podía tratar y entonces lo vio. Se trataba de un mecanismo ya disparado y desarmado. Un rastrillo colocado en vertical que había sido activado por el último saqueador de la fortaleza. Contra uno de los laterales de la pared, se encontraba dicho rastrillo, el cual funcionaba por un complejo sistema de engranajes, poleas y contrapesos. 

Una vez Aenifer examinó el rastrillo metálico, localizó trozos de tela y restos de piel seca en las púas que sobresalían del mismo. Sin duda alguna, a quien perteneciera aquella piel, había sufrido una muerte horrible. Sin duda pisó el resorte e inmediatamente aquel rastrillo se le echó encima clavándose sus púas y atravesándole el cuerpo por un montón de partes. Debió de quedar atrapado entre el rastrillo y la pared y de haber ido solo nadie podría haberle desclavado y debió morir desangrado.

No había ni rastro del cadáver y nadie se había preocupado en reactivar la trampa. ¿Cuanto llevarían allí aquellos restos? Puede que cientos de años o puede que menos. Lo cierto era que aquella piel había quedado momificada. Muy posiblemente gracias a las condiciones ambientales de aquella caverna. Fuera como fuera, eso les alertaba de que no iba a ser un camino fácil, pues podía estar sembrado de trampas.

Siguieron avanzando tras aquello. Empezaron localizar algunos objetos abandonados en el terreno que pisaban. Algunos trozos de cuero, alguna que otra tacha, un pequeño cuchillo, un casco y una olla. Todavía no habían podido asimilar aquellos pequeños hallazgos ni formular una sola hipótesis sobre ello, cuando Aenifer volvió a advertir de un peligro. Detuvo en seco la marcha cuando vio algo que a simple vista parecía invisible, pero que ocupaba la totalidad del ancho de la gruta por donde caminaban. Tapando el camino por el que avanzaban, se encontraba a no más de veinte pies, lo que parecía ser una enorme y pegadiza tela de araña.

—¡Arañas! ¿Por qué siempre tienen que ser arañas? —se quejó Tarkhan.

El mago trazó un símbolo en el aire, musitando las palabras de un conjuro que le protegería de los aguijones de aquellas repugnantes criaturas.

Tarkhan lanza Armadura de Mago.

Iniciativa: 21.

Aquel lugar era una trampa mortal; una especie de tumba excavada en la roca para buscatesoros y cualquiera que se hubiese adentrado por allí. Lo que íbamos encontrando, a mí me parecía simplemente los restos de héroes o ladrones muertos, bien por las trampas, el dragón, el tiempo o...

... Arañas.

-Odio las arañas -comenté, poniéndome en guardia.

Sin perder tiempo, saqué mis armas y me preparé para el ataque o la defensa, o para cortar la tela y correr, si era necesario. Dejé el hacha en mi espalda y me dispuse con una espada corta y la daga para poder moverme con mayor rapidez y cortar a mayor velocidad.

-No os fiéis. Pueden estar en cualquier punto de estas cuevas, en cualquier orificio que esté excavado en la roca, tanto en las paredes como en el techo o el suelo. Alejaros de las paredes y manteneros alerta -dije, haciendo exactamente eso.

A mi lado, Tarkham creó un conjuro para protegerse de su picadura, pero eso no nos ayudaba a los demás... o sí.

-Tarkham, si estás protegido, deberías ir el primero, ¿no te parece? Los demás te seguiremos a toda velocidad.