Partida Rol por web

Tarkhan aún tenía las mangas repletas de conjuros. Al fin y al cabo, se había pasado la mayor parte del combate anterior abriendo cerraduras.

—Imbas gemilang serta hujan-shirak —recitó, el aire restalló con cegadoras partículas luminiscentes.

Partículas rutilantes sobre los dos ogros. Vol CD 17 o se quedan ciegos.

-Sois muy pesados, ¿lo sabíais? -gritó la niña hacia los ogros, realmente enfadada con ellos-. ¡Para qué salís ahora! Dad media vuelta y meteros en la celda, sois unos cobardicas. ¡Dejadnos en paz!

En cuanto las partículas rutilantes empezaron a relucir sobre los dos ogros, ambos quedaron completamente cegados por sus doradas y destelleantes formas. Pensaron en darse media vuelta y huir, pero ya era demasiado tarde, estaban rodeados y muy pronto se les echaron encima aquellos invasores desconocidos.Iniciativas:

Aenifer, viendo como los ogros habían quedado cegados, corrió para rodear al que tenía más cerca y buscó uno de sus puntos vitales. Su estoque se coló entre las costuras de su rudimentaria armadura y perforó la carne del ogro clavándose entre sus costillas y haciéndole gritar de terrible dolor. 

- ¡Ya son nuestros! - Gritó la pícara.

Eliferum también se adelantó armado con su bastarda y no falló a la hora de ensartar al ogro que tenían por delante. Cegado como estaba y terriblemente acorralado, entre Valyëvan, Aenifer y el propio Anjo, aquel cerdo sudoroso, dejó de respirar.

- ¡Sólo queda uno! - Alzó la voz Eliferum, victorioso y muy animado.

El ogro que había llevado el mando de su derrotado grupo, no pudo hacer más que tratar de defenderse a espadazos. Dio un par de pasos adelante y lanzó un mandoble hacia donde creía recordar que se situaba la bárbara pelirroja. No obstante, su ataque fue fácilmente rechazado y ahora sólo le quedaba recibir todo el peso del grupo sobre su persona. El combate pronto estaría terminado y todos los ogros bien muertos.

Aquel ogro lo sabía y había aceptado su destino. Por ello comenzó a recitar unas palabras en voz baja. Una simple oración hacia sus depravados dioses, pues pronto se reuniría con ellos y les pedía misericordia y amparo.

- Kihj nie ithc tajeh. Jie juk ehkjk jiek... - Y mientras decía aquello, Alex se acercó a él dispuesto a devolverle el trato que le habían dispensado.

Alex clavó la daga que Aenifer le había entregado, en la pierna del ogro. La herida no fue muy profunda ni muy grave, pero suficiente como para que el ogro la sintiera y tuviera un nuevo objetivo al que dirigir su ira. 

- ¡Belbara, ven conmigo! - Le gritó Alex a la enana. - ¡Seguro que se te da bien dar culo a los ogros! - Rió.

Belbara había esperado mucho más de aquellos ogros, pero al parecer caían como moscas. O bien el grupo de aventureros estaba teniendo mucha suerte o aquellos ogros eran inusualmente torpes en batalla.  No pudo evitar recordar a aquellos hombres cabra, el otro combate que habían luchado codo con codo, contando también con los humanos rescatados de las celdas. Los hombres cabra habían planteado un serio problema, tan serio que se habían visto obligados a huir, dejando de la vida de varios compañeros. También era cierto que aquellas bestias habían sido todo un ejército, seguramente sería muy distinto enfrentarse a un ejército de ogros. 

La enana no desoyó la llamada de Álex, y corrió presta con la intención de asestar el golpe de gracia al otro que quedaba en pie. Cegado como estaba, gracias al gato sonriente, tenía la esperanza de pillarlo por sorpresa y con la guardia baja. 

Su negra sangre empapará el hacha de Brook

Prometió al dios mentalmente. Quería dar un golpe que no hiciese desmerecer su ataque en comparación con los de la otra pelirroja. La semielfa no tenía barba, pero sus cabellos eran rojos y su hacha letal, Belbara no deseaba ser menos. 

Eliferum buscó hueco entre la maraña de compañeros para encontrar una posición desde la que atacar al ogro. La encontró sin mucha dificultad, pero a la hora de efectuar su ataque perdió el equilibrio y casi acaba de bruces contra el suelo. 

- ¡Diablos! - Exclamó contrariado.

Solo quedaba un ogro para librarnos  de los problemas y cuanto más tiempo permaneciera en pie, mayor sería el peligro para cualquiera de nosotros, así que me lancé a por él. Mi primer golpe le dio, aunque por poco, pero junto al segundo confiaba en que fuera suficiente. Estaba cansada y notaba como mi hacha no impactaba con la misma fuerza, pero seguramente, mientras sentía su filo, cualquiera de los demás podía acabar con él.

-Venga, acabemos ya con él -grité, mientras la sangre me salpicaba y me colocaba delante de él para intentar rematarlo o al menos, llamar su atención y que los demás lo hicieran.

Tarkhan canalizó su magia a través de sus guantes para ayudar a los combatientes del grupo a acabar con los ogros. Tres dardos de refulgente energía surcaron la estancia para clavarse con violencia en el cuerpo de sus enemigos.

Tarkhan cambia Transposición benigna por Proyectil mágico usando 1 carga de sus Guantes de la noche estrellada. Daño: 8.

Aquel proyectil mágico acabó por derribar al ogro azulado. Entonces se hizo el silencio. Por fin regresó la calma a las mazmorras de aquel complejo, aunque no duraría demasiado. Si no se había escuchado el ruido del combate en salas cercanas, tarde o temprano alguien acabaría por acudir hasta allí, pues desde luego sin duda los carceleros de aquella prisión debían trabajar por turnos.

El anciano que ocupaba una de las celdas se acercó temeroso al grupo. Parecía dispuesto a escapar con el resto, mientras que el trasgoide que todavía permanecía encerrado en una de las celdas, comenzó a gritar. 

- ¡Sacadme de aquí! - Alzó la voz. - ¡Sacadme o os desollaré vivos! - Les amenazó.

La muchacha resopló y miró a su maestro. Luego al prisionero y lo señaló con el dedo.

-No tiene sentido lo que nos estás pidiendo. Si no te soltamos no puedes desollarnos vivos. Tu amenaza carece de lógica.

Y se encogió de hombros.

-¿Podemos descansar un poco?

- Igual te conviene escucharme enana... - Le dijo el ser que se hallaba todavía encerrado. - Conozco esta fortaleza mejor que nadie. He oído que buscáis a unos enanos... - Comentó. - Yo os podría llevar hasta ellos.

-Pues a ver si no te sacamos de ahí -se enfurruñó Yoon-. No soy ninguna mocosa. Si quieres ayudar, ¡compórtate!

- Me llamo Ugro. - Dijo entonces. - ¡Y yo hablo así mocosa! - Alzó la voz. - Pero puedo ayudaros y vosotros a mi. ¡Joder, sacarme de aquí!

Mientras su alumna hablaba con el trasgo, el embajador anzano trazó un conjuro unos cuantos más pasos atrás. Era un conjuro con el que aquella criatura sería su amiga. Si era cierto que podría guiarles hasta Feyrya podría ser útil, pero no podrían arriesgarse a que los traicionara en un hervidero de trasgos.

Hechizar persona CD16.

Por la rejilla de la celda el enorme y feo prisionero, observó cómo Tarkhan se acercaba con extraños gestos.

- ¿Y tú qué haces amari...? - Y el trasgoide se quedó embobado mirando al anzano.

—Dime, Ugro, amigo. Has dicho que sabías donde estaban los enanos prisioneros. ¿Serías tan amable de decirme dónde, exactamente?

- ¡Oh si, mierda amarilla! - Le dijo convencido de que estaba ganando esa partida de cartas. - ¡Están en la zona noroeste de la fortaleza! ¿Te queda claro? ¡Allí se han atrincherado, plasta diarreica! - Y soltó una risotada. Había ganado ese asalto.