Partida Rol por web

El enano sonrió abiertamente a la guerrera, mostrando unos dientes filosos y fuertes, como los de un animal salvaje. Agradecía tener un brazo fuerte en el cual apoyarse, sobre todo cuando empezara a correr la sangre. Si todos tenían armas a distancia, las que fueran, podrían ir diezmando a los caras de cerdo hasta tenerlos cerca.

-¿Un dragón?- nunca había visto un dragón, ni siquiera sabía cómo era, pero imaginaba algo grande y con mucho fuego. Se encogió de hombros-. Solo puedo matar coshas a distancia o matar coshas de cerca… No me pidan nada más- pero eso de prender fuego orcos le gustó-. Me guta eso de asar orcos… ¿Que sabor tendrán..?- apartó esas ideas de su mente con un manotazo-. Si neshesitan atraerlos a alguna zona, puedo hacerlo- sería más fácil meterles en un lugar reducido, lleno de esa cosa y luego prenderles fuego. Mientras todos le dispararían con lo que tuvieran y ya una vez medio asados saltaría él para terminar el trabajo.

Revisó sus armas para comprobar que siguieran ahí, como si tuvieran patas y pudieran largarse a destazar personas por sí mismas. Su enorme hacha brillo con expectación y el enano le dio una suave caricia al filo, notándolo justo como quería. Alzó la mirada hacia la borrega, señalando con el pulgar la dirección donde estaba el bandido.

-Donde quedó luego de los golpesh- asintió varias veces, como si aprobara el estado general del tipo-. No dijo naa, pero sigue vivo.

—Insisto en que una amalgama de ilusiones de bajo nivel son una defensa muy precaria, pero cederé en lo de quemar el puente si realmente no les agrada—dice Reshi cruzándose de brazos— pero el tiempo avanza ¡Necesitamos una alternativa ya!

Edirian se une al grupo en ese momento. Sobre su hombro descansa Neos, su gato negro, que parece haberse montado con una tranquilidad absoluta. El semielfo tiene el cabello algo despeinado, y un aire distraído, y aunque escucha la conversación intentando montar un plan entre todos, no interviene apenas. Parece pensar, oteando hacia las puertas.

"Mas muerte" gruñe para si. Está harto. Muerte, muerte, muerte, Myrkul le persigue como una plaga. Escuchó la idea de Nótt, deseando que pudiese funcionar, pero sabía que era demasiado improbable.

- Una ilusión puede funcionar con un orco, quizás dos o tres, pero con un grupo tan grande alguno de ellos lograría ver a través de ella y les alertaría de que no es más que un truco de magia - explica, o más bien rumia para si-. Y eso sería peor: sabrían que estamos recurriendo a esas artimañas para evitar un combate, y probablemente solo les convencería de que somos un objetivo débil. Pero por ahora, por saber, no saben ni cuanta gente queda en Posada Nocturna. Si no ven a nadie en el alcazar quizás se dispersen por el poblado y podamos ir eliminándolos en grupos, pero también es demasiado arriesgado...

Niega. No. Ninguno de esos planes parece la mejor de las ideas, tiene que pensar algo rápido.

- Creo que la idea de Karag es un buen principio, pero los tablones rotos caerían con los primeros y no lograríamos una gran ventaja - asiente, sin mirar a nadie, hablando para si en todo momento -. Deberíamos atraerles hacia el interior del alcazar - vuelve a asentir-. Podemos dejar la puerta principal abierta y que uno de nosotros haga de cebo para que le sigan hacia dentro. Cuando hayan cruzado los tablones unos pocos... Cerramos las puertas del alcazar y tiramos el tablón, bastaría usar un hechizo sencillo para derribarlo o romperlo, seguro que Reshi podría hacer algo así. Eso les dejaría atrapados entre el puente roto y las puertas cerradas, al menos a un buen grupo, e incluso podríamos derribar a unos pocos con los tablones. Quizás unos pocos logren entrar dentro del alcazar, pero podríamos reducirles rápido, y para los que queden atrapados... Tenemos los barriles de aceite. Solo les quedaría saltar al foso o morir. 

Termina de hablar y alza la vista, aterrado, no por el combate sino por la facilidad con la que acaba de proponer matar a veinte individuos como quien no quiere la cosa... Suspira y se encoge de hombros.

- Yo podría hacer de cebo. Soy rápido y sigiloso, y se me daría bien engañarles, creo que soy el candidato ideal. Además, el resto de ideas para defender el alcazar podrían seguir funcionando, pero con esto podríamos acabar con todos. Y una idea más... Quizás alguno más de nosotros debería esperar fuera para atacarles por la retaguardia si intentan huir, una vez los atrapemos. Todo esto si os parece un buen plan.

Sentía que el tiempo se agotaba y no llegaban a ningún acuerdo, temiendo que cuando quisieran prepararse ya tendrían los orcos sobre ellos. Somos muy pocos.- Escuchó la respuesta sobre la ubicación de Xolkin y, aunque tenía pegas con que le hubieran dejado solo, prefirió no indagar en el tema. No todavía.

Yo podría hacer de cebo

Tengo que ir contigo, lo sabes ¿no? – No era una propuesta, tampoco una idea a tener en cuenta, más bien una obligación a la que ambos estaban sometidos a regañadientes, sobre todo teniendo en cuenta el estado en el que habían quedado cuando ella se separó del grupo.-  Si tomamos dos caminos distintos, no demasiado alejados, tal vez podamos dividir el grueso del grupo orco.- Ella no era tan rápida ni sigilosa como el bardo, pero creía tener a Selune a su lado para protegerla si fuera necesario.

Reshi seguía convencido de que su idea era mejor, pero estaba dispuesto a ceder. Para algo le habían hecho estudiar retórica y diplomacia.

—Tu idea nos deja en la situación que originalmente queríamos evitar; encerrados en el alcazar. Pero aparte de la mía, creo que es la que menos riesgos implica— dijo mirando al bardo—  Si entendí bien, pretendes echar el puente, y que yo me quede mirando desde alguna ventana en los pisos de arriba, y que cuando una parte haya cruzado el foso, intente hacer ceder la madera. El resto intentará encerrar a una parte dentro, y dejar a otros en el islote del alcazar, pero fuera del edificio. Me parece todo bien—explicó asintiendo con la cabeza—Solo quiero aclarar que la "carnada" debería estar en las puertas del pueblo y correr hacia aquí. Si esperamos a que vengan, es posible que quemen todo a su paso antes de prestar atención al alcazar.

... era un plan,... al menos parecía tener sentido. Si bien no garantizaba acabar con toda la partida de orcos... Sí que les permitiría diezmarla.

-Bien, si estáis de acuerdo en ese plan... yo también; tendréis que correr rápido para que no os pillen antes de entrar al alcázar; si alguien tiene que quedarse fuera para cortarles la retirada, me presento voluntario para ello; me quedaré escondido en la casa más próxima al puente.

Y se le encendió una lucecilla...

-Por cierto... no se a vosotros, pero a mí no me encaja que estos vengan ahora a intentar algo, sobre todo, cuando... tienen que saber lo de los gigantes de las nubes, si es que es una partida de orcos de la región. Es raro que no hayan salido por patas a esconderse en lo más profundo del bosque, y que se atrevan a salir a rapiñar. Si véis que no compromete el plan, y si no os da reparo cruzar palabras con ellos, tal vez sería interesante preguntarles a qué narices vienen

... Sí, suena raro, que se me ocurra preguntar antes de aporrear... no se, lo mismo estoy madurando y todo... a mis años

-...Pero vamos, que solo es para saciar una curiosidad personal, que puedo vivir sin ello.

Darnys se acerca a Brummbär y se pone a su lado. - Yo te acompañaré en la retaguardia, no estarás solo.

Los tres soldados que hay en la habitación escuchan atentamente vuestra discusión, claramente esperanzados ante vuestras ideas tácticas.

- Si, si podría funcionar - murmuraban entre ellos - menos mal que han aparecido...

Finalmente, se levanta Alara - Os agradecemos enormemente vuestra inestimable ayuda, estamos completamente a vuestras ordenes, cuando queráis empezamos los preparativos que necesitéis, solo tenéis que decirlo, pero deberíamos apresurarnos no creo que tarden en intentar entrar en cuanto vean el estado de la muralla.

Sonrió a Darnys; le gustaba como actuaba esta moza (porque él, por lo menos, la doblaba en edad).

-Si te parece, nos vamos a la casa que está junto al puente; desde ahí podemos salir y hacer un buen destrozo; solo me preocupa que nos puedan rodear, y en ese caso, tendremos que luchar espalda contra espalda. Voy a levantar una pequeña barricada y estacas entre esa casa ya la que pilla al norte de ella, para que no nos den una colleja cuando estemos a lo nuestro, y, como parece que desde las almenas podrán apoyernos con proyectiles, unos barriles de aceite, y si hay de sobra... empaparé el suelo haciendo un arco que delimite la zona de la entrada al puente...

Separar a la manada nunca era una buena idea, sobre todo para enemigos más numerosos y fuertes. No, lo mejor sería desgastar y luego atacar, pero todos juntos. Pero Karag solo se encogió de hombros, ellos habían luchado más tiempo juntos y podrían conocerse mejor, quizás no eran una verdadera manada como él imaginaba.

-Me puedo ponee en la casha contraria* a Barbapartida y la guapa, ashí les agarramo entre dos aceros- se quitó algo de la nariz, de proporciones épicas, para luego arrojarlo hacia un lado-. Neshesito algunas jabalinas o lo que fuera, para ir ensartando cerdosh- había visto que el lugar era un poco más alto que el resto de la aldea, podría usar eso a su favor un tiempo, pero prefería presionar a los orcos contra los otros dos guerreros, para que tuvieran menos posibilidades de reaccionar. Aparte su refugio estaba algo lejos, así que no podría aprovechar esa ventaja mucho tiempo sin dejar a los demás desprotegidos-. ¿Sheguros que podrán con los que queden dentro?

Solo estaba el Culo flaco con su estúpido instrumento y la borrega… de los demás soldados  no tenía ni idea de cómo se las arreglarían, pero si habían destrozado el pueblo así y seguían vivos es que algo mal hicieron.

La hora señalada se acerca... Ultimad los preparativos... rezad a vuestros dioses... se acaba el tiempo... ya vienen...

La noche es oscura, el aire es inusualmente frío para ésta época del año. Algunos cuervos graznan ansioso, parece que festejen antes de tiempo una carne que no saben de qué color será... todavía.

Podéis sentir la tensión en el ambiente, va en aumento y parece que el silencio que os rodea sea un profundo abismo del que no veis la salida pero a lo lejos, entrelazado con los graznidos de los cuervos, podéis oir el profundo retumbar de un cuerno que resuena por el valle. Suena una sola vez, pero suena con fuerza y no presagia nada bueno.

¿Quien arderá en el fuego, alejando la oscuridad de la noche? ¿Serán los orcos cayendo en vuestras trampas? ¿O seréis vosotros, sufriendo la ira de Gruumsh y seguidores?

El clérigo esperaba. Los preparativos estaban hechos, dentro de sus posibilidades. no quedaba sino ocupar sus respectivas posiciones y esperar... La gente no lo sabe, pero gran parte del tiempo de un guerrero se gasta en eternos períodos de esperas: Esperas para atacar, esperas para resistir un ataque. Esperas para comer, para dormir. Esperas el final de tu turno de guardia... Y esperas que este no sea el día en que mueras tu y tus camaradas.

A base de tanto esperar, tantas veces, tantos años... te acostumbras, y Brumm no era ajeno a ello. Su espera era un período de meditación, de buscar su fuerza interior, de buscar la fuerza en el exterior, o sea, viendo la serenidad en los rostros de sus camaradas de armas, y en la oración, mientras preparaba sus armas, mientras las limbiaba con respeto ceremonial, pues era una ceremonia, una letanía de acciones orientadas a serenar su ánimo, a encontrarse a sí mismo, para despedirse de este mundo de forma totalmente consciente, si los Dioses así lo tenían en sus Designios.

Mientras, escuchaba; esperando un sonido lejano, delator, quizá de una hueste a caballo... quizá... y sin quizá: un cuerno... un jodido cuerno acaba con la espera, con la paz.... El enano sonríe... "Se acabó la espera... llegó el momento... Ahí vienen".

Edirian levanta la vista, mientras escucha como su plan ha sido aceptado. El plan que dice para si, el plan que sabe que es horrible.

Su plan de masacrar a un montón criaturas. 

Se queda con la boca abierta un segundo, dubitativo, cuando Nótt interviene. 

Tengo que ir contigo, lo sabes ¿no? Si tomamos dos caminos distintos, no demasiado alejados, tal vez podamos dividir el grueso del grupo orco.

El semielfo la contempla un segundo, mientras un extraño recuerdo invade su memoria. Una niña pequeña, cogiendo la mano de un niño en un bosque. Solo eso, tan nimio y pequeño como suena, pero suficiente para que una ligera nota de temor inunde su voz, acallada de inmediato.

- Es mejor no dividirnos demasiado - afirma, pese a escuchar como el resto deciden permanecer todos fuera... Una estupidez que no quiere debatir. El lugar de refugio lógico es el alcazar. Pero sea. Atraerá a dentro a los que pueda-. Y no eres tan rápida como yo. Podemos separarnos esta distancia sin problemas... Espera junto al puente, y cuando me veas correr hacia el alcazar, no te quedes allí mirando: corre para dentro y asegúrate de que estén listos para cerrar las puertas. Además, así los orcos verán que hay más gente, les atraeremos mejor...

"Y no morirás por mi estúpido plan". 

Aquel maldito plan. Observa como el resto se preparan, pensando en decir algo. "Un discurso" piensa. Es lo que hacía aquel viejo gnomo, Romshor, con el que había viajado tras dejar Linde. Daba discursos heroicos, motivadores, a soldados, héroes y cobardes, y animaba a todos a hacer lo que ellos consideraban correcto... Mientras se escondía tras unos árboles y observaba asustado todo lo que pasaba. "Si unas palabras les guían, es que necesitan guía, pelirrojo, sin importar cual sea esa guía" le repetía siempre, mientras le mantenía escondido a su lado.

"Viejo cabrón" recuerda Edirian con una sonrisa, dándose la vuelta y dejándose de discursos.

Es de noche.

El semielfo da un trago al pequeño odre que lleva en el cinto. Vino. Lo necesita, mientras se relame. Ha recogido su salvaje cabello en una pequeña coleta, y se ha retirado la capucha. Que se vean sus orejas puntiagudas. Un semielfo puede parecer casi humano si lo quiere, dejando que la barba crezca y las orejas se cubran... O un elfo si se afeita, como el joven está, y muestra sus rasgos más evidentes del pueblo eterno. 

Y ahora le conviene ser elfo. O que los orcos, que siempre han odiado a todos los elfos, lo crean. Mejor así. 

En la plaza todavía hay cadáveres dispuestos del combate anterior, así que Edirian se agacha junto a uno de ellos que se encuentre cerca de la calle que conduce al alcazar y comienza a rebuscar en sus ropas: más por aparentar que otra cosa. Quiere que parezca algo normal. Un simple idiota saqueando cadáveres.

Pero su vista se clava en la entrada del poblado. Acuclillado, espera a que los orcos aparezcan.

"Sé que no os llamo mucho, Seldarine, pero hoy me vendría bien vuestra ayuda" ruega en silencio. "Oh Corellon, guía mi Púa..."

Iba a rechistar ante la connotación de Ed, pero la sacerdotisa sabía que en el fondo tenía razón asintiendo en silencio. Ella no estaba tan capacitada para labores tan dispares ni para situarse en las primeras líneas, poco conocía sobre los enemigos a los que se enfrentaban y, por descontado, la irregularidad de su propia magia le hacía ser un estorbo en comparación con el resto. Sin embargo hubo algo que le molestó y posiblemente fuera por el propio reconcome que todavía llevaba encima, pero al ver que el resto tenía un papel “especial” fuera del puente y que el nuevo enano parecía haberse sumado al grupo como uno más de la manada, sintió de nuevo esa oleada de miedo, inseguridad e animadversión hacia ellos.

Desde que el plan fue decidido hasta que la hora llegara prefirió estar apartada del resto, en alguna habitación anexa cubierta de polvo y paredes derruidas para arrodillarse en el suelo y rezar bajo la luz de la madre luna con ojos cerrados. Buscaba paz y respuestas sin hallar nada más que la indiferencia desoladora.

Cuando todos estaban marchando para situarse, Nótt volvió a ataviarse con la capa todavía cubierta de sangre para cubrir su cuerpo, notándola más pesada que de costumbre. Ocultó su rostro bajo la capucha y caminó hacia el puente (11) mientras el resto seguía el camino hacia sus respectivas posiciones, adelantándose ella como mucho un par de pasos para asegurarse que Ed no notara ningún malestar.

Se quedó allí, de pie en mitad de la nada escuchando el murmullo del agua bajo sus pies y el recuerdo de un lejano sueño que heló su cuerpo, abrazándose para guardar calor.

Esperó en su posición, quieta, sin dejar de mirar al bardo a la lejanía y esperando que sus piernas fueran tan rápidas como su lengua.

Protégelo, Selune.

El puente está listo, los barriles de aceite en su sitio y el aceite está esparcido estratégicamente para que los Orcos caigan en la trampa.
Ha pasado aproximadamente una par de horas des de que los seguidores de Grumsh fueron avistados y (casi) todos habéis colaborado en mayor o menor medida a elaborar una estratégia. Ha llegado el momento de ver si ha sido la acertada o no.

Edirian está en la plaza donde unas horas antes habían tenido una trifulca con una banda de Zhentarim, perdieron a una compañera y la sacerdotisa había hecho gala de un comportamiento un tanto inusual a ojos ajenos. Mirando hacia la muralla eset hay una brecha por la cual algunos orcos van entrando sigilosamente mientras Edirian hace como que rebusca entre los cadáveres.

Brummbär y Darnys esperan a que pase Edirian con el grueso de los orcos flanqueados por Karag en el otro lado. Nótt por su parte espera pacientemente en el puente, apunto para echar a correr en cuanto Ed se lo indique.

Los orcos que han entrado van con cautela por las calles hasta que, gracias a su estupéndia visión ven al bardo, que parece "distraído". Cinco de ellos murmullan algo en su idioma mientras miran a Edirian, el resto parece dispuesto a empezar a dispersarse por el asentamiento.

Una vez terminado el trazado del plan, Karag ayudó a cargar los barriles y dispersarlos, demostrando tener la suficiente fuerza para cargarlos sobre sus hombros como si estuvieran vacíos. Luego, se posicionó en esa cabaña, esperando el momento de atacar. La noche era cerrada, pero podía ver bastante bien en la oscuridad. Siempre había supuesto que todos podían hacerlo, pero luego de atacar a unos humanos en plena oscuridad, descubrió que no, que era algo de algunas razas… como los orcos.

-Vamosh caracerdos, mi hacha les espera- pensó relamiéndose de excitación, apenas conteniendo su rechoncho cuerpo. Sabía lo que pasaría en cuanto comenzaran los gritos de guerra y dolor, sencillamente se dejaría llevar por el frenesí de la batalla. Tenía algunas jabalinas a sus pies*, para utilizar antes de decantarse por su fiel hacha. Pero antes debía esperar a que culoflaco y la borrega hicieran de distracción, luego podría descontrolarse todo lo que quería. Ese pequeño grupo debia ser exploradores... aunque era raro teniendo en cuenta que ya habian anunciado el ataque con un maldito cuerno. Lo cierto es que eran muy pocos, asi que la fuerza principal deberia estar a la espera.

Se iba moviendo con suma cautela dentro de la construcción, revisando todas las entradas del pueblo, no quería que alguna de esas criaturas le sorprendiera y pretendía frenar cualquier contingencia antes de que les superaran. Obviamente no podría atacar a tantos enemigos él solo, incluso él mismo lo sabía… pero resultaba tan tentador que a veces obviaban el sentido común.

Reshi se encontraba agazapado detrás de una ventana en aquel edificio frente al puente. Estaba nervioso, de un momento a otro, una veintena de orcos iban a cruzar, y él iba a ser el encargado de hacerlos caer al agua.

Escrutó la otra orilla del rio, le dolían los ojos por el esfuerzo, Reshi podía ver en la oscuridad, pero pocas veces había tenido que prestar atención a algo tan lejano.

Todavía no había orcos a la vista. Todavía.

Muy a su pesar.... tenía que reconocer que estaba nervioso... le caían gotas de sudor por la frente... era como... un mastín delante de un filete, grande, rojo y sangrante.... y un pobre desgraciado, un tirillas, intentando sujetar a la fiera con una correa irrisoria... él era el mastín, y casi sentía el olor a sangre...

-A mis años, aún sigo esperando con ansia que empiece la batalla -comentó-

Con disimulo, por las ventanas, intentaba ver algo, o cuanto menos, oir jaleo, pero aún nada... y era consciente, muy consciente, de que no podía estropear el plan de batalla por un acto impetuoso: había un plan, un plan que podría funcionar, si no se les iba la olla... sin saber por qué, al pensar esto último, se le apareció en la mente la imagen de Karag.... ¿Conseguiría refrenar el ansia del guerrero que tenía dentro?

En estos momentos, en ocasiones, los guerreros calman el ansia recordando viejas historias... de batallas, o no tan de batallas...

-Darnys... ¿Te han contado la historia de Ruff, el semiorco, nacido de una líder de tribu orca que mancilló, tras una batalla, a un bárbaro de las llanuras de Zinmeria a quien derrotó?... Una historia ciertamente truculenta...

...Por contar algo y rebajar tensión

Ed levanta la vista, observando a los orcos entrar en la plaza. "Vamos allá" piensa, guardando una sonrisa para si. Sabe que no es el mejor momento para sonreír, pero aun así, sonríe. 

Siempre ha adorado actuar.

Abre los ojos de par en par, mirando en derredor, y grita.

- ¡¡AHHH!! ¡¡OOOOORCOOOOS!! - grita de pronto, y se levanta, echando a correr a toda velocidad al alcazar mientras agita los brazos - ¡¡DESPERTAD, IDIOTAS!! ¡OOOORCOOOOS! ¡Si entran en el alcazar estamos perdidos, despertaaaad! 

La desesperación llena su voz mientras se agita como un pato aterrado y sin tino, avanzando a toda velocidad hacia el puente. El propósito es claro: si su treta cuela, los orcos entenderán que el alcazar está indefenso y se abalanzarán tras él para que no cierre las puertas. 

En cualquier caso, el bardo no se toma mucho tiempo para pensar, simplemente corre.

Esos eternos minutos de esperar quieta sin poder hacer nada eran más devastadores que estar en primera línea de una batalla. Sabía el peligro que se cernía sobre ellos y que su única obra era poner a prueba su paciencia, la misma que a cuenta gotas se iba llenando en pequeñas porciones.

Intentó incluso no dejar de focalizar su mirada de Ed, como si temiera que el hecho de parpadear dos segundos quitara la protección que Selune le habría brindado por sus ruegos, moviéndose ligeramente del sitio al tiempo que el bardo lo hacía para no perderle de vista entre las casas, aunque siguiera en el punto que se le había asignado.

No fue hasta que le escuchó gritar con los brazos en alto y corriendo en su dirección cuando supo que su parte estaba a punto de comenzar.

Preparada para correr cuando estuviera prácticamente cerca, la sacerdotisa se giró hacia la entrada del alcázar esperando que llegara hasta ese punto. Un poco más Ed, sólo un poco más.