Partida Rol por web

Sopesó las opciones con calma; era consciente de sus limitaciones, que no eran pocas precisamente, y .. .ambas rutas tenían sus inconvenientes.

-A mí me parece bien; me gusta más la ruta del Este, la del riachuelo; por el simple motivo de que, a unas malas, será más fácil la retirada con los aldeanos, mientras que si bajamos por el pozo, hasta un idiota podría bloquearnos la subida... y el mundo está lleno de idiotas, por desgracia.

... a decir verdad, no sabían si los habitantes de las cuevas conocían estas otras entradas, pero debía asumir que sí, y que al salir por ellas era posible encontrarse un bloqueo... y mejor encontrárselo en el mismo plano que no taponándote desde arriba.

-En cuanto a que entre un equipo sigiloso, no lo veo mal; por lo menos, para reconocer lo que hay al otro lado, y asegurarse de que no haya trampas cuidando esa puerta trasera... Pero, quienes vayan a ir, que por cierto, me tengo que autodescartar, pues silencioso nunca he sido, no deberían dejarse llevar demasiado por su entusiasmo, y avisarnos cuanto antes para que podamos entrar tambén a ayudar.

Volvían a estar en el mismo punto de no retorno donde debatían qué hacer cuando sabían con certeza que había gente atrapada en las cuevas, aunque no supieran el estado de las mismas. Aunque su cabeza le decía que no debía de ser negativa, se ponía en el peor de los casos para asimilar la posible realidad que se encontraría: cadáveres de familias adornando las profundidades de las cuevas, algunos descompuestos entre sueños rotos al creer que una ayuda llegaría pero, claramente, era demasiado tarde.

Cerró los ojos intentando borrar ese lienzo en su mente mientras escuchaba el plan de rescate, una inspección general de los canales de circulación desde las sombras. En realidad era lo adecuado para no meterse en una batalla donde el terreno no les beneficiaba y sin saber si habría daños colaterales, incluso habiendo la posibilidad de perderse entre sus pasadizos, pero aun así había algo, un mínimo detalle, que no le gustaba a la sacerdotisa.

Abrió los párpados para mirar a la entrada de las cuevas, el oscuro bosque que los rodeaban, al bardo y por último a Artorias, quien parecía querer meterse en el grupo de infiltración. La sacerdotisa respiró hondo el aire fresco ajeno a la ceniza o suciedad de Piedra Nocturna mientras daba un único paso hacia la entrada de la cueva, aunque sin acercarse demasiado como para ser descubierta en caso de que hubiera alguien patrullando. Volteó el rostro hacia el cielo despejado, escuchando el murmullo del frío viento y el piar de los pájaros sobre sus cabezas, intentando descifrar el cúmulo de mensajes que llegaban por todos partes. Alguno, sólo uno, debería significar algo.

Creo que debería ir con vosotros.- Se giró para mirar al resto, en especial a Brummbar por alguna extraña razón que posiblemente ni ella entendería.- Estamos de acuerdo que no queremos llegar a las armas, más bien salvar a los supervivientes y evitar cualquier tipo de conflicto.- Aunque intentaba parecer segura de sí misma había un atisbo de duda en su voz, tal vez miedo o desconfianza reflejados en sus claras pupilas. Quién sabe.- Estarán nerviosos y asustados, posiblemente desconfíen de un grupo de desconocidos de primera mano, más todavía si vienen “guiados” por trasgos aunque sea usando magia.- Esta vez se dirigió especialmente a Edirian, ya que esa parte del plan era suya.- Si me ven con vosotros confiarán, y sin necesidad de enseñar el salvoconducto.- Lo había denotado con los supervivientes de Piedra Nocturna. Después de la batalla, cuando se acercó hacia el alcázar, prácticamente fue gracias a decir que era clériga de Selune lo que hizo que le abriera las puertas y los calmaran. No le gustaba demasiado tener ese papel de “esperanza” en determinadas ocasiones, pero venía acorde a su cargo.- En el peor de los casos de que os descubran, podré ser quien avise al otro grupo.- Acortó la distancia que había recorrido antes, colocándose al lado del bardo aunque sin mirarle, estando más pendiente de la opinión del conjunto.- Permaneceré a diez o quince metros vuestra, lo suficiente para no molestaros en primera línea pero cuidándoos las espaldas. Así podré seguir vuestras indicaciones y no tendréis que preocuparos por mí.

Artorias os guía a través del camino que ha descubierto. Un pequeño arroyo sale de un agujero en la roca lo suficientemente ancho para que paséis uno por uno sin problema. El agua os llega hasta los tobillos y al entrar a través de un estrecho túnel llegáis a una pequeña poza. A los pocos metros de entrar os rodea la oscuridad rápidamente y la única referencia que tenéis del exterior es la rendija por la que habéis entrado por la cual entra un mínimo de luz, pero no el suficiente como para alumbrar la zona, aunque realmente la única afectada es Nótt, quien no goza de visión en la oscuridad como el resto de sus compañeros. 

Por todo el interior de la cueva se pueden oir los goteos constantes de pequeñas gotas de agua subterrania que caen hacia el suelo formando estalagtitas y estalagmitas por doquier. El ambiente es húmedo y el aire apesta a inmundicia. Los muros están algo resbaladizos aunque cuentan con abundantes asideros y oquedades en ellos, con lo que trepar no sería un problema en algun momento dado. O al menos esa es la impresión que os dá. No parece haber señales de momento de ningún enemigo, pero tampoco de ningún amigo. Si escucháis atentamente lo único que podéis oír es el constante goteo de las cuevas.

Desde la pequeña y solitaria estancia por la que habéis entrado, al norte y al este continuan dos pasadizos. El pasillo del Norte vira a la izquierda y no podéis ver más allá sin aventuraros a explorarlo.
El túnel del Este, podéis distinguir (los que tengáis visión en la oscuridad) como se abre lo que parece ser una amplia galería.

El desproporcionado noble no hizo ningún gesto mientras los demás le acompañaban, ni tampoco hizo ningún además de cambiar su ritmo mientras se movía de un lugar a otro, con lo que era posible que algunos de los componentes del grupo, que tuvieran inclinaciones menos campestres o piernas más cortas, tuvieran que forzar un tanto su ritmo normal para poder estar a la altura. En unos momentos llegaron al lugar.

-*Entiendo que querréis entrar. A partir de aquí si somos atrapados es la muerte para ellos o para nosotros. Espero que lo tengan en cuenta*

Empezaron a adentrarse sin problemas por la oscuridad, como si la luz apenas que entraba por aquellas rendijas fuera suficiente para tanto el explorador como el bardo; debía ser algo extraño para Nott, que no podría ver lo mismo que ellos pero sí verles moverse sin el mayor problema.

*Hrmh* -se agachó por unos momentos, en cuclillas junto al suelo, tras avanzar unos pasos, y continuó en la misma voz baja- *Creo que veo algunos rastros aqui y allí. Consíganme unos instantes de margen, necesito tiempo para poder hacer algo de todo esto*

Se retiró uno de los guantes, cogiendo lo que parecía una piedra más del suelo, pasándola lentamente por sus yemas en movimientos circulares y observando una de las estalagmitas de la zona. Una estalagmita que contenía un jirón insignificante. Miró a la piedra con el mismo ceño fruncido que parecía ser la marca de la casa, como si estuviera incoándola con severidad a revelarle sus secretos y considerara una ofensa personal que no lo hiciese de inmediato.

*Entiendo que querréis entrar. A partir de aquí si somos atrapados es la muerte para ellos o para nosotros. Espero que lo tengan en cuenta* 

Armado con su Púa y envuelto por su capa, Edirian devolvió una sonrisa tensa al rastreador. Sabía perfectamente cuales eran los riesgos de adentrarse en aquel lugar, no era estúpido. Pero apreció la advertencia de aquel extraño hombre como lo que era: un aviso a unos desconocidos. 

Acto seguido, el músico avanzó entre el agua, vadeando por el paso del río con expresión serena. De vez en cuando dedicaba una mirada hacia atrás, por donde la sacerdotisa les seguía un tanto perdido entre las sombras de la caverna, mientras dejaba el liderazgo de la marcha a su nuevo amigo. No pensaba alzar la voz si no era estrictamente necesario, así que se mantuvo en silencio todo el tiempo, dedicando una plegaria muda a Tymora y Maskhara, dioses más que opuestos pero no por ello menos oportunos a la hora de los rezos. 

*Creo que veo algunos rastros aqui y allí. Consíganme unos instantes de margen, necesito tiempo para poder hacer algo de todo esto* 

El bardo asintió, colocándose un par de metros por delante del explorador y oteando por si acaso se acercase algún trasgo por cualquiera de los dos túneles, intentando atinar a ver si veía algo más en los túneles. Sabía que en aquella parte de la misión su papel era secundario, al menos por ahora. No pretendía hacer nada que sabotease el trabajo del rastreador.

A cada paso que daba, más sabía que había sido una mala idea. Decir que no veía nada era quedarse corta ya que ni siquiera podía ver su propia mano aunque estuviera segura de que había levantado el brazo y colocado una de sus manos frente a su cara, moviendo los dedos en una danza sincronizada, incluso intentando tocarse la nariz y casi metiéndose un dedo en el ojo con el posterior malestar por la tontería que había intentado.

A pesar de todo no se sentía en peligro. Esa oscuridad palpable le traía paz, incluso un leve sentimiento a hogar que no sabía descifrar su procedencia, haciendo que la sacerdotisa caminara con pies seguros y sin temer qué hubiera más allá de la capa de bruma que la rodeaba. Sin embargo esa tranquilidad la incomodaba en cierta manera, ¿por qué no tenía miedo? ¿Por qué esa sensación de protección? Tenía demasiadas cosas en la cabeza, tal vez demasiadas, y ya no sabía por dónde empezar a ordenarlas.

Ni siquiera sé qué hago aquí.

Sabía mejor que nadie que ella era un hándicap. Podía perderse en cualquier momento sin siquiera saberlo, haciendo así que la preocupación de sus compañeros (si es que se acordaban de ella) fuera sumando escaños, eso sin contar que su patosidad podría delatarlos en cualquier momento, ¿era necesario todo aquello? Inconscientemente bajó la mirada hacia el rastro de migas que tenía a su lado, el caminito a seguir que el bardo le estaba dejando como si fuera su perro lazarillo.

Decir que había entrado por los supervivientes exclusivamente sería mentirse a sí misma. Sí, estaba preocupada por el estado de esas personas y quería ayudarlos, pero también sentía que si se separaba demasiado del bardo acabaría muerto y, como si de un dominó se tratara, ella caería con él. Ni siquiera fue consciente de que activó su magia de Vínculo Protector cuando le daba el canutillo y que esa era la razón de ir a pocos metros a su lado, para que en caso de que algo pasara pudiera escapar sin recibir daños. ¿Qué estás haciendo, Nott? Suponía que era su forma inconsciente de dejar de sentirse un monstruo, de creer que dentro de ella había un buen corazón que se preocupaba por la gente aunque en este caso se tratase de una persona que odiaba.

Cerró los ojos sabiendo que no les hacía falta durante unos segundos mientras detenía su paso sólo unos segundos, dejando que su oído se encargara de dibujar el esquema mental del lugar. Escuchaba el ruido de la cueva, el murmullo del viento contra las paredes, los pasos de los que iban delante al igual que sus susurros, pero sobre todo su respiración pausada. Tal vez fuera así lo mejor, alejarse un poco y ver todo con otra perspectiva ya que, filosóficamente, se sentía que navegaba por un mar de tinieblas siguiendo el rastro de migas que la llevaban al bardo, siempre a su lado, unidos por la maldición que los ataba.

Tal vez era hora de poner orden a su cabeza, de tener una charla con su “madre” para buscar las respuestas que tanto necesitaba… pero sería después de seguir adelante las migas, aunque manteniendo las distancias.

Así debía ser.

Pasan los minutos y no hay nada que perturbe el ambiente el silencio del bosque es tranquilizador y hace que casi os olvidéis de las amenazas que os pueden sobrevenir de un momento a otro. 

Armas en mano y dispuestos para lo que sea, observáis los alrededores atentamente cuando de la boca principal de la caverna salen dos enormes Ogros (un macho y una hembra a juzgar pos su tamaño y contorno) uno al lado del otro y están hablando entre ellos en su peculiar idioma mientras avanzan torpemente en vuestra dirección. Van armados con garrotes y no parece que os hayan visto, o si lo han hecho no han dado señal de ello.

Reshi miró a los recién llegados y palideció, tornándose de un color celeste cielo.
Eran grandes, muy grandes. Mucho más grandes de lo que él había imaginado que podían ser.

Claramente en pánico, no le salía una palabra de la boca, pero con los ojos rebuscaba algún escondite cualquiera. No había demasiado realmente, así que se apuró a meterse atrás de un arbusto y quedarse todo lo quieto que su nerviosismo le permitiera. Ojalá su cola no lo traicionara.

Karag estaba atento al interior de la cueva como al exterior, esperando el momento oportuno de hacer lo que mejor sabía. En su mano, hacha estaba firmemente sujeta, lista para abrirse paso entre la carne, el hueso y los órganos. Cualquiera de sus dos compañeros podían notar que todo su cuerpo estaba listo para cualquier acción, pues se encontraba medio inclinado, como si afianzara sus pies para lograr una rápida carrera hacia su destino. Así que cuando vio a los dos enormes ogros acercándose, agarró el hacha con ambas manos y todo parecía indicar que saltaría sobre ellos enarbolándola… pero algo le detuvo. Soltó un suspiro y buscó en el suelo una roca. Sopesó su peso y luego la arrojó lo más lejos que pudo, para atraer a esas bestias lo más lejos que pudiera de esa entrada. Luego buscó cobijo, para que no le descubrieran.

¿Por qué estaba actuando así de aburrido? Pues porque habían quedado en un plan y lo seguiría tanto como pudiera… ya luego desataría su forma de ser y arrancaría cabezas, dejando todo lleno de sangre y vísceras. De seguro habría tiempo para ello.

Si no fuera porque vigilar es mortalmente aburrido, y por la urgencia de salvar a esas pobres gentes... hasta se podría decir que el rato era agradable. Lamentablemente, era obvio que no podían sacar las pipas y echar unas caladas, pero por lo demás, hacía un día estupendo para perder el tiempo esperando que nada sucediese...

Reshi parecía inquieto; tal vez, por haberse reducido la fuerza del grupo a la mitad; era comprensible, pero aún éramos un grupito muy rocoso, pues el otro componente, Karag, era una verdadera máquina de combate; de hecho, estaba todo el rato oteando alrededor atento a cualquier sonido del bosque que nos rodeaba, además de a las cuevas...

... De las que salió una pareja de ogros adultos; grandes, poderosos... por un momento, al ser macho y hembra... se me pasó por la cabeza que lo mismo buscaban intimidad lejos de los suyos... pero eso de ir con garrotes por la vida, le quitaba el sentido romántico a sus actos. Viendo que los demás optan por actuar con discrección, hago lo propio; Karag ha buscado distraer la atención en una dirección opuesta a la nuestra, y Reshi está buscando hermanarse con la flora local... así que lo lógico es que haga algo parecido.

Mientras, hay algo que me ronda la cabeza desde hace un buen rato.... Los elfos... ¿han dejado que los ogros se establezcan aquí, dentro de sus fronteras, y puedan permitirse el lujo de salir de sus cuevas en tan pequeños grupos?... es extraño... demasiado. Mal deben estar las cosas...

Pendiente de esos pensamientos, ya bajo un frondoso seto, miro a un lado y a otro. Uno está nervioso, el otro también pero por otro motivo... yo me limito a asir fuerte el escudo y el martillo, por si se les ocurre acercarse demasiado.

Tus sentidos elfos afloran y te parece escuchar la irregular respiración de dos goblins muy cerca del final del pasillo que va hacia el este, pero no hay movimiento alguno. Hacia el norte no escuchas nada.

Los dos Ogros siguen su camino hacia vosotros a paso decidido cuando un ruido capta su atención, los dos se miran y empiezan a discutir y a mover con fuerza sus garrotes. Hacen crujir a más de un arbol por el violento movimiento de los garrotes y partiendo varias ramas que terminan en el suelo muy cerca de vosotros, pero afortunadamente lo suficientemente lejos como para que no os caigan encima. 

Afortunadamente para vosotros deciden ir en dirección al ruido, alejándose con pasos cada vez más lejanos.

-Van a volvé- dijo arrugado los ojos con preocupación, mientras observaba con atención los alrededores, con un oído en la cueva. No le importaba luchar, era un medio para la supervivencia y no dudaría en hacerlo, pero ahora estaban separados y los demás tenían que traer a un montón de inútiles con ellos-. Y una roca no bashtará- iban a tener que pensar en algo rápido.

Los ogros se han ido a buscar gamusinos... sonrío al pensar en el viejo truco de Karag... si, viejo, pero funciona, especialmente con seres simples, aunque sean físicamente poderosos.

Escucho sus palabras, dichas en voz baja; expresa lo que, creo, todos pensamos: irán a buscar, no encontrarán nada, y volverán, y tal vez nos encuentren en esa segunda pasada, pues puede que deambulen un poco entre los árboles.

-Si esos dos eran los guardianes de la entrada, entonces el paso estaría franco. Podemos quedarnos, enfrentarlos, y que con el jaleo puedan aparecer más, o podemos colarnos por la puerta grande; en todo caso, aquí me parece que no nos vamos a poder quedar tan tranquilos como ahora.

Les miro; de ser por Karag, primero nos cargaríamos a esos dos, y luego entraríamos gloriosamente por la entrada principal... No lo veo con malos ojos, pero me preocupan los posibles prisioneros y lo que pudieran hacer los ogros restantes con ellos. Reshi quizá preferiría algo más sutil, o quedarnos aquí y evitar un choque, pero dependemos demasiado de que ni nos vean..., ni os huelan.

-Me parece que el destino quiere hacer que nos colemos, pues nos ha dado una posible oportunidad. ¿Como lo véis?

Reshi tenía los ojos clavados en Karag. Era dificil distinguir si era miedo o furia, pero sin duda su mirada no guardaba sentimientos alegres.

Quedarse afuera, ese había sido el plan. No llamar la atención. Desviar a los trolls unos minutos con el hacha había sido comprar un poco de tiempo presente, pero ni esas criaturas debían ser tan tontas como para desconocer que las hachas no crecen en los árboles. Si la encontraban, se iban a poner a buscar de dónde había salido. Es decir, los iban a buscar a ellos.

Al tiefling no se le escapaba una palabra, pero miró al clérigo. Correr, pelear, escabullirse o quedarse escondidos. Ahora todas las opciones le parecían malas. Si corrían, estaría abandonando a sus amigos (y a su esperada visita a Candlekeep); si peleaban, Reshi no creía que pudieran enfrentar a los trolls sin bajas. Si se escabullían, quedarían atrapados dentro, con dos trolls rondando la entrada a su espalda y quién sabe qué dentro, en la oscuridad; y por ultimo quedarse escondidos. Antes había sido la mejor opción, pero ahora era seguro que iban a estar buscándolos, y eso significaba que tarde o temprano iban a encontrarlos.

Reshi no era capaz de decidir, y el enano tenía algo más de experiencia en esto de las aventuras. O eso esperaba él.

—Confiaré en tu criterio, Brummbar— atinó a susurrar haciendo acopio de todo su coraje.

La oscuridad te rodea como un manto en mitad del invierno, la acoges con valentía y con agrado, pero no por ello la situación deja de ser peligrosa. Delante tuyo intuyes a Artorias y a Edirian, que intercambian unas palabras susurrandose. En esta oscuridad parece que puedas oir algo mejor, tus sentidos se adaptan rapidamente para suplir la ausencia de la vista. Los sabores son más vivos y los sonidos más detallados. Incluso te parece oir como el cuero rechina al agacharse uno de tus compañeros como si lo tuvieras rozando justo a tu lado, aunque por el rastro de migas, están todavía varios metros lejos de tí.

Tu diosa te protege, o eso es lo que esperas creer día tras día. Una voz oscura y astillada, muy parecida a la que oiste en la pesadilla que te ha atormentado los últimos días, resuena en tu cabeza, hace el intento de hablarte pero no puedes distinguir más que un par de sílabas ─"...nte.. ..cu..e, la osc.. ..ti ...no.. fies.. ..os" ─ . Una sensación de pánico se apodera de tí de forma fugaz. Quizá inconscientemente te lleves la mano a donde tenías esa marca que sigue desaparecida e indolora. Pero por un leve instante te parece haber estado escuchando la voz de una diosa... pero era diferente a cuando hablas con Selune, era más real, y con diferéncia, mucho más intenso y hacía vibrar tu alma de forma enérgica y casi violenta. Una fría gota de agua se cuela en tu espalda por la túnica y te hace salir de ése estado, casi catatónico en el que te habías sumido de forma un tanto siniestra.

Asintió en mudo agradecimiento y continuó su trabajo.

Trabajo que consistía sobre todo, al parecer, en permanecer agachado, tocar gravilla y moverse de un lado para otro para repetir una y otra vez la misma acción, como un ritual mágico pero sin una función o racionalidad aparente. En cualquier caso, un minuto después poco más o menos (un minuto que se hace largo a oscuras en un área desconocida llena de trasgoides homicidas) el aglarondino se levanta, sacude de su hombro una pequeña mota de polvo, y señala a su izquierda, hacia el norte.

-*Esa es la zona más segura. Hay dos de los trasgoides escondidos, y tres de ellos más lejos, en grupo. Si continuamos hacia adelante el rastro parece indicar que la mayoría de la gente fue conducida hasta allí; treinta, treinta y una personas. Quizá más si llevaron a alguna en volandas, pero no parece probable*

Señaló después de eso hacia el sur, hacia la derecha.

-*Siguiendo hacia allí el peligro es mayor: hay alguien preparado para emboscarnos cuando crucemos ese pasillo* -les avisó- *Dudo que podamos atraparlo por sorpresa. No es imposible, pero no lo considero una tarea fácil. Conforme más avanzamos al sur hay varios grupos de repugnantes sangretrasgo: cinco de ellos, al menos, la mayoría de seis integrantes. Desconozco si están haciendo su vida particular o están armados para patrullas de guerra, lo segundo sería motivo de preocupación. No es una conducta habitual*

Explicó, como si al parecer todo lo que había pasado antes no entrara en la categoría de "conducta no casual" para los goblins.

-*Diría que adentrarse en esa dirección es una maniobra peligrosa, si no suicida: podemos ganar, pero no es una certeza la que puedo ofrecer. Sugeriría eliminar a los individuos aislados y, si hemos de afrontar el grueso, convocar al resto para formar una partida de guerra, y trabarnos con el grueso de forma brutal y expeditiva, de manera que no puedan desviar atención hacia una división punitiva al resto de los aldeanos*

Mientras observas a los ogros marcharase, puedes ver una extraña figura en el cielo a gran altura. Està muy quieta. Es una parece una especie de torre estrecha, alargada y acabada en una extraña forma puntiaguda que no acabas de discernir debido a la enorme distancia que os separa y parece que la estructura reposa encima de unas nubes.

-Hay algo en el shielo- dijo, pues por alguna razón, sus ojos fueron hacia allí y le pareció ver algo por sobre las nubes. Algo grande y que jamás había visto en su corta existencia como enano-. En fin…

No podía estarse preocupando por algo allá arriba cuando algo más cercano podría aplastarles de un garrotazo. Barba partida había dado su opinión, pero para Karag no era una certeza para nada.

-¿Y shi no son guardias?- movió su hacha ante esa posibilidad, como si esa fuera la respuesta a su pregunta-. Puedo ir a verifica, si eshtá despejado pashamos… pero etaremo en mala posición. Y dejaremos esta entrada shola, cuando se supone que shaldrán los demásh.