Partida Rol por web

-¡La armadura nos atacó!- les dijo enarcando una ceja mirando como todos habían llegado en su ayuda. El que hubieran acudido raudos indicaba lo confiables que podría llegar a ser, eso le hizo sonreír ligeramente-. Nunca vi algo como esto antes. Casi parecía que no le estábamos haciendo daño… ¿Encontraron algo?

La exploradora tenía un corte provocado por las armas de ese extraño ser, pero podría continuar luchando un poco más sin problemas. Una nueva cicatriz que agregar a la colección. Recogió las flechas que habían rebotado, dudando de que pudiera volver a usarlas.

-Se supone que el niño está arriba… pero esto me huele a trampa- suspiró-. Pero no puedo irme sin comprobar que no hay gente atrapada.

—Sí encontramos, sí... —dijo el enano que venía cargado con todas las cosas que había en el cofre—. Aparte del estúpido polvo que hay en esta casa. ¿Todo bien? —terminó de decir mirando la herida de la exploradora.

Soltando las cosas de repente, cayó en la cuenta de que faltaba el monje, así que preguntó—. ¿Dónde está el humano que falta?

Hawke se asomó por el barandal de la escalera.

—¡Todo bien, estoy arriba!— gritó sin miedo a ser oido. Luego se dio la vuelta y encaró hacia la puerta junto a la que había reposado la armadura.

"¡Casandra, te han herido! Ven, deja que te ayude." — dijo Beth con preocupación al ver el estado de su amiga. Apresurándose a su lado, sus manos se iluminaron con una luz dorada y restauró las heridas de la exploradora con su magia curativa.

Una vez se ha asegurado que la exploradora se encuentra mejor de la herida, la suelta y la deja respirar, mientras vuelve su atención a la pila de papeles que Drutih ha soltado en el suelo:

"Espera, ¡¿te has llevado todo eso, Drutih?! Deberíamos examinarlo, creo que antes encontré auras mágicas entre esos pergaminos. Déjame que los vea durante un rato y creo que podré dar más detalles sobre ellos."

Iba a contestar a Drutih cuando la voz animosa de Hawke resonó en todo el lugar, a lo que la exploradora le señaló con el pulgar como diciendo: Ahí está… Luego se interesó por lo que cargaba el enano, pero Beth le atajó usando sus habilidades para con sus heridas. Un cálido torrente de energía recorrió su cuerpo, cerrando la herida que había recibido. Dolía aun, pero estaba mucho mejor.

-Muchas gracias- le dedicó una sonrisa a su amiga, antes de soltar un suspiro-. Hawke también está herido… aunque no lo admitirá- no eran heridas graves, pero una armadura hizo eso, estando en una casa llena de ellas… Mejor estar preparados-. Puedo darle una ojeada a las otras cosas… Quizás digan algo de los dueños del lugar.

Leía algo lento, todo hay que decirlo, pero podría leer cualquier documento sin problemas… Solo esperaba que no fueran cartas de amor o algo así. Podría ser algo importante, pues comenzaba a pensar que allí no había nadie atrapado.

Trampa o no, aquí estamos. -dijo Rolan mirando a Casandra mientra asentía, era difícil encontrarle en desacuerdo con la exploradora.  Y haremos lo correcto.

Miro las escrituras de la casa y del molino.  Están llena de la tipica jerga legal imposible de entender por completo..así que solo me fijo en los nombres que aparecen. Se los tiendo a Casandra que tiene mucha más paciencia que yo. 

Estás bien, Hawke? Digo mientras avanzo hacia la otra habitación.(13)  Inspecciono la puerta antes de abrirla y entro en la habitacion sin tocar nada, solo observando.

Lees las escrituras de la casa y del molino por encima, la información que buscas la encuentras muy rápido: pertenecen a Gustav y Elisabeth Durst. La casa es en la que os encontráis ahora mismo y el molino parece estar ubicado algo lejos de la villa de Barovia.

Tus pasos se dirigen a la porta contigua a por donde ha entrado Hawke. inspeccionas la puerta pero parece del todo normal. Cuando abres la puerta y esta se abre sin hacer el menor ruido te recibe una oscura habitación que contiene una bañera de madera con pies en forma de garra, un pequeño hornillo de hierro con una tetera descansando encima y un barril con un grifo en el muro este. Parece ser el baño de la casa.

Las últimas voluntades están firmadas por Gustav y Elisabeth Durst y legan todas sus posesiones, incluyendo esa casa, un molino y demás propiedades de la familia a Rosvalda y Thornbolt Durst en caso de la muerte de sus padres.

Tras comprobar que todos están bien y dar tu visto bueno, te diriges una de las puertas, la otra va a ser inspreccionada por Rolan. En ella, unos polvorientos estantes cubren los muros de esta habitación. Unos cuantos de estos contienen sábanas plegadas, mantas y viejas pastillas de jabón. Una escoba descansa apoyada contra el muro del fondo.

Le sonriò a Rolan, asintiendo a su afirmacion. Le agradaba no ser la unica en pensar en ayudar a esta gente.

- Gustav y Elisabeth Durst dejan todo a Rosvalda y Thornbolt Durst- resumió lo que leyó aquello enarcando una ceja. Muchas palabras raras tenía ese documento, pero era bastante claro, aunque no parecía un dato importante para ellos-. No menciona a ningún Walter- recordó devolviendo el papel por si a alguno quería darle una mirada-. A menos que esta sea otra casa… Voy a cubrirles, por si algún adorno quiere atacarnos.

Cada vez eso le olía peor. Podría llegar a pensar que eran ladrones, pero su ropa parecía cara… Quizás la robaron de la casa. No le gustaba pensar que unos simples niños les tendieran una trampa, por muy raros que parezcan.

-Mejor no nos separemos más… ¿Si?- no tenía miedo, pero era precavida cuando su vida estaba en juego. Ya le había pasado que su entusiasmo casi le costó la vida.

—Por muy raro que pueda parecer, se supone que el tal Walter es un bebé. No creo les haya dado tiempo de cambiar las escrituras —comentó Drutih mientras empezaba a mirar los pergaminos y los libros. Cuando comprobaba su contenido, los guardaba convenientemente. Ahora no era momento de ponerse a escribir en ellos.

—Guardad las escrituras y las últimas voluntades. Puede que les hagan falta a los niños de ahí fuera... —comentó guardando el último libro, para añadir—. Y sí, lo mejor es no separarse. Voy a ver qué hace ese estúpido humano. Por ahí arriba. No quiero que otra armadura haga papilla de idiota con él.

Y con estas palabras, el enano comenzó a subir las escaleras en busca de Hawke.

Los pergaminos contienen conjuros, aunque sin el conocimiento mágico apropiado no sabrías decir mucho más (si quieres tirar por arcanos, puedes hacerlo). Los libros tienen las páginas completamente en blanco, parecen libros nuevos sin uso aparente.

Es solo un baño -digo asomándose a la estancia principal. ​​​​​​Abro está ahora? -​​​​​​​​​​​​-me coloco delante de la puerta norte, esperando confirmación para abrirla. 

Llevo la espada y el escudo a punto, por si acaso.

Hawke se asomó por el umbral de la puerta hacia el pasillo del tercer piso.

—Haz como quieras, aquí nomás hay sábanas y jabón.

Hawke tomó las sábanas dobladas y las desarmó, las abolló y las sacudió como para asegurarse que no escondían nada. Si nada interesante caia al suelo tras su "profunda" investigación, iría por las puertas dobles.

-  A ver esos papiros, parecen magicos ... - tomo los rollos de papel y los estudio para ver de que magia de trata
- Parecen conjuros ... tendre que estudiarlos en profundidad ... - tras eso, me dirijo hacia arriba con el resto ...

Las puertas dobles hasta esta habitación tienen insertadas sendas vidrieras de cristales tintados, ambas de ellas llenas de polvo. Los diseños en las vidrieras tienen el aspecto de molinos de viento.

Rolan y Hawke abren una puerta cada uno, pareparados para lo peor con sus compañeros detrás suyo. El dormitorio principal está polvoriento y lleno de telarañas (área 12A), tiene cortinas de color borgoña cubriendo las ventanas. Los muebles incluyen una cama con dosel con cortinas bordadas y velos de gasa hechos jirones, un par de armarios a juego, ambos vacíos, un tocados con un espero con un marco de madera y un joyero, y una silla almohadillada. Una apolillada alfombra de piel de tigre yace en el suelo delante de la chimenea, la cual tiene encima colgando un retrato cubierto de polvo que representa a Gustav y Elisabeth Durst. Un saloncito en la esquina suroeste contiene una mesa y dos sillas. Descansando sobre el polvoriento mantel hay un cuenco de porcelana vacío y una jarra a juego.

Una puerta que se halla mirando a los pies de la cama tiene un espejo de cuerpo entero montado sobre ella. La puerta se abre para revelar un baño vacío y lleno de polvo (área 12B). Una puerta en el saloncito lleva a un balcón hacia el exterior (área 12C).

El apunte de Drutih era muy posible, le estaba dando vueltas a todo aquello y podría ser fácilmente explicable sin llegar a extremos paranoicos. Asintió al enano, aceptando su punto de vista más práctico. Luego se colocó en una posición privilegiada, que le permitiera ver a los que exploraban las otras habitaciones, pudiendo ayudar a alguno en caso de necesitarlo.

-Parece que aquí no hay nada- dijo en susurros, aunque habían estado luchando y hablando a los gritos unos segundos antes-. Incluso diría que nadie vivió aquí en mucho tiempo- el sito estaba en peor estado que las otras zonas, con más polvo y tela de arañas, aunque tampoco veía señales de lucha. Si había un monstruo, por ahí tampoco pasó-. Hay otra puerta… luego podremos terminar de subir.

Revisar cajones, armarios y cosas así estaba lejos de ser su prioridad, quería encontrar algo vivo (o como sea que sean esas armaduras vivientes) para acabar con ello y salvar a quien deba o develar ese raro misterio. Así que se movía buscando y siempre con su arco en alto. Ahora que estaban todos, no veía necesario sacar sus espadas.

Beth guardó los papeles que Drutih había dejado en el suelo en el interior de su túnica con la intención de devolvérselos a los niños más tarde, si salían vivos de esta. Dándose unos momentos para atreverse a seguir adelante, se apresuró a ponerse cerca de la mayor cantidad de gente posible mientras miraba nerviosa a su alrededor, esperando que todo acabase pronto mientras apretaba la empuñadura de su espada llena de temor.

Dado que solo quedaba una puerta y Rolan y Hawke ya habían abierto una cada uno, le tocaba a él. Así, preparando su martillo por lo que pudiese pasar, el enano abrió la puerta que daba al sur.

En el fondo, que él abriese las puertas era lo mejor. Era el más acorazado de todos. Moradin no permitiría que a uno de sus siervos le pasase algo, además de que así no tendría que molestarle cuando alguno de los blanditos humanos fuese golpeado por cualquier peligro.